(parte 2)

La noche oscura lo rodeaba. Caminaba por los lindes del Bosque Prohibido. Draco veía las luces saliendo por las ventanas del carruaje de Beauxbatons allí adelante y oía el sonido ahogado de la música desde allí… Caminó rodeando el carruaje, nervioso, y vio a los caballos alados a unos metros de distancia, recostados sobre sus patas delanteras en el suelo, dormitando. Le dio la vuelta al carruaje y se acercó a su puerta de entrada...

Estaba desnudo. Se había quitado toda la ropa momentos atrás, para no desentonar con la fiesta. A diferencia de todos allí dentro, que estarían bajo los efectos de su maleficio, él no se vería afectado por este al ingresar al carruaje. Esto se debía a que la poción que había tomado le otorgaba, además de la capacidad de conjurar aquel complejo maleficio que hizo que todos se desnudaran y tuvieran sexo entre sí, la capacidad también de ser él mismo inmune a su propio maleficio.

Un elfo doméstico le abrió la puerta con cara de miedo. Draco pasó a su lado e ingresó en el recibidor del carruaje, con su varita en mano y con sus pies descalzos pisando el suelo de madera; mientras avanzaba hacia el pasillo que salía del recibidor, desde donde llegaba la música fuertísima y las luces parpadeantes de colores que se reflejaban en los muros del pasillo… Con su pene a la vista, oscilando con el movimiento al caminar, Draco avanzó desnudo por el pasillo y finalmente ingresó en el salón principal del carruaje.

Estaba repleto de gente. Todo el mundo estaba allí, todos desnudos y teniendo o habiendo tenido sexo. Nadie se fijó en él mientras caminaba entre todos ellos, con su varita firme en la mano, buscando con sus ojos grisáceos por entre los cuerpos desnudos, buscándola a ella…

-¡Ohhhhhh! ¡Ohhhhhhhhhhhhh! -los gemidos en voz muy alta de Melanie Sanders, la chica de séptimo año de Gryffindor que tenía unos pechos y un trasero más grandes que los de ninguna otra, le llegaron desde la derecha. Al mirar hacia allí, vio que varios chicos la sostenían en el aire mientras la penetraban, todos juntos.

Draco siguió caminando, pasando junto a un grupo de chicas de Beauxbatons que se habían puesto en cuatro patas en el suelo y eran penetradas por montones de chicos, todos ellos turnándose para posicionarse detrás de ellas y follarlas por sus distintos orificios…

-¡Draco! -una chica toda ebria se había acercado a él y le sonreía mientras lo miraba con la mirada desenfocada. Era Astoria Greengrass, que estaba toda despeinada y lucía como si hubiera tenido sexo con todo el mundo esa noche, pero de alguna forma parecía querer aún más. -¡Draco, pensé que te habían expulsado!

-Sí, yo… -pero Draco ni siquiera necesitó inventarse una excusa, porque de inmediato ella dijo:

-¿Quieres cogerme por el culo, Draco? Creo que aun puedo resistir un poco más por ese agujero…

El comentario hubiera sonado totalmente vulgar en cualquier otro contexto, dándole a entender que por el agujero vaginal ya no resistía más sexo… Pero, para Draco, el único de todos los que estaban allí que se encontraba en estado "normal", oír eso fue excelente; porque era la confirmación de que su maleficio había funcionado a la perfección, tal como había sospechado luego de hacerlo.

-Lo siento, Astoria, tengo que…

Pero, una vez más, no necesitó inventarse nada, porque un chico de Durmstrang que estaba junto a ellos y había oído las palabras de la chica ya la había puesto en cuatro patas y le estaba dando por el orificio anal él mismo, sin siquiera necesitar permiso.

Draco les pasó de largo y continuó buscando.

Buscando y buscando…

Hasta que la vio: Hermione estaba sentada en uno de los sofás, en la zona más oscura de la sala. Estaba sola. Era perfecto. Parecía agotada, y tenía las desnudas piernas estiradas hacia adelante y las manos apoyadas sobre el abdomen. Sus pechos desnudos se veían enrojecidos, como si se los hubieran apretado tanto que les hubieran dejado todas marcas.

Draco avanzó hacia ella y, tratando de moverse con tranquilidad, sin llamar la atención de nadie, se sentó a su lado.

Se quedó mirando hacia adelante, esperando a que ella notara su presencia, pero Hermione parecía estar demasiado concentrada en recuperar el aliento y recobrarse de todo el sexo como para notarlo.

-Hola, Hermione -la saludó entonces, con un ligero temblor en la voz. Lo cierto era que estar allí junto a ella, luego de tanto tiempo, era más difícil de lo que había pensado. Incluso en esas condiciones que habían sido preparadas por él mismo.

Al oír su voz, Hermione se volvió lentamente hacia él. Draco hubiera esperado que ella adoptara una mirada de terror al verlo, luego de todo lo que él le había hecho… Pero no. El encantamiento había funcionado perfectamente: Hermione no se horrorizó ni quiso atacarlo. En cambio, le sonrió. Una hermosa sonrisa en su hermoso rostro, que sabía que jamás le habría dirigido de otra forma. La sonrisa que hacía que hubiera valido la pena todo aquello: buscar entre los libros secretos de su padre, aprender el conjuro, preparar la poción, transformar toda esa fiesta en una locura sexual…

-Hola, Draco -lo saludó Hermione, sin dejar de sonreírle-. Si quieres sexo, tendrás que esperarme un poco. Estoy agotada, necesito recuperar energías para poder seguir…

-Gracias, pero no -dijo él, con amabilidad-. No quiero sexo.

-Ah… -Hermione frunció un poco el ceño.

-¿Lo estás pasando bien? -le preguntó él. La miraba con una expresión muy extraña, como de dolor.

-Sí, eso creo -dijo Hermione, sonriendo de nuevo-. He bebido mucho, bailé un montón, tuve sexo con quien me dio la gana… Ha sido una gran fiesta.

Draco sonrió, una sonrisa con ciertos dejos de tristeza.

-Me alegra oírlo…

Hermione bajó la mirada hacia el pene de Draco. Se había depilado los testículos, así como el pecho y el abdomen. Luego subió la mirada hacia su rostro, normalmente muy atractivo. Su cabello rubio le caía sobre la cara. Parecía un poco más demacrado de lo habitual, con un poco de ojeras, como si no hubiera estado durmiendo muy bien.

Hermione se acomodó en el sofá, lo miró fijamente a los ojos y dijo, con toda tranquilidad:

-¿Tú has lanzado el maleficio que hizo que la fiesta se transformara en esto?

Draco se quedó en silencio. Se quedó con la mirada en el suelo, considerando las palabras de Hermione. Finalmente asintió, apretándose los dedos con nerviosismo.

-Veo que ni siquiera bajo este maleficio puedes dejar de ser la chica más inteligente que haya conocido…

-No te rindes, ¿verdad? -le dijo Hermione, que seguía sonriendo-. Ya me has encantado antes para que esté contigo, y ahora de nuevo… Dices que me amas, pero… Has hecho todo esto, toda esta orgía entre todos… ¿Y todo para poder venir aquí ahora a cogerme tú también, y que yo te lo permita…? ¿De qué te servirá hacerlo, si mañana por la mañana no querré saber nada contigo de todas formas…?

Draco se tomó unos segundos antes de responder.

-Hice todo esto para conseguirte, para hacerte mía, una última vezLo hice porque sabía que, de otra forma, no querrías estar en esta situación: aquí, sentada a mi lado, conmigo…

-Pues aquí me tienes -Hermione respiró hondo e infló su pecho desnudo. Draco no pudo evitar dirigir su mirada a las bellas tetas de la chica, con sus pezones pequeños a la vista, a su lado… Su cuerpo desnudo, el que había visto tantas veces antes, en esas noches haciendo el amor con ella, estaba allí de nuevo, a su lado, una vez más… Una última vez…

-Pero no era para eso que quería esto -dijo Draco entonces, forzándose a alzar la mirada de vuelta hacia los ojos de Hermione-. Como te decía, no es sexo lo que quiero. Solo quiero hablar contigo.

-¿Hablar? -la sorpresa se reflejó en el rostro de Hermione-. ¿Hiciste todo esto… solo para hablar?

Draco asintió.

-Era la única forma en la que sabía que me escucharías… La única forma en la que podría hablar contigo. Sé que te estoy forzando a algo que no quieres… a hablar conmigo… pero te prometo que es la última vez. Ya no volveré a forzarte a nada… Ya no volveré a molestarte.

Draco lanzó una mirada alrededor, a todos los chicos y chicas que se besaban y cogían como consecuencia de su maldición, todo alrededor.

-Todos ellos, y tú también, recordarán todo esto -dijo Draco-. La maldición los hace querer desnudarse y tener sexo, sin sentir ninguna vergüenza y animándose a hacer cualquier cosa que normalmente no se habrían atrevido a hacer… Pero todos están actuando voluntariamente. Me pareció importante que supieras eso. Nadie está violando a nadie aquí. Todo está pasando voluntariamente… Todos aquí están siguiendo sus instintos y cumpliendo sus fantasías…

-Vaya, qué admirable -dijo Hermione, que a pesar de la maldición habló en un tono de sarcasmo-. Draco Malfoy, el chico que me ha lanzado una maldición antes para que quedara atrapada dentro de mi propia mente, en un zona oscura y terrible, y que lo hizo solo para poseer mi cuerpo, sin que le importara una mierda que esa no fuera la verdadera yo, sino solo mi cuerpo dominado por otra consciencia… ese mismo chico ahora vuelve a hacer de las suyas, pero esta vez "no es contra la voluntad de nadie" Qué admirable… Qué admirable, de verdad. Pues te informo que sí es contra mi voluntad. Porque, como bien dijiste, jamás me habría puesto a hablar contigo de otra forma. Así que dime, ¿qué era eso que querías hablar?

-Solo para que lo sepas, yo no fui el que te lanzó esa maldición. Fue Snape. Admito que yo accedí a que lo hiciera, claro, pero la idea fue suya, y yo no sabía exactamente cómo funcionaría… No sabía que tú sufrirías, que estarías oculta en algún rincón oscuro de tu mente, como dices… Pero tienes razón. Fue mi culpa que pasaras por eso. Y por todo lo demás… Todo lo que has tenido que sufrir fue mi culpa, y lo siento. Lo siento muchísimo, de verdad…

Hermione lo miró fijamente, ya sin sonreír. Se había quedado petrificada, porque vio una lágrima caer por los ojos de Draco.

-Lo que te quería decir -continuó él, limpiándosela rápidamente-, es que todos aquí recordarán cada detalle de todo esto, cuando haya terminado. Recordarán todo lo que hicieron, y todas las cosas que se hayan dicho y que hayan pasado… Es por eso que elegí este maleficio. Quería hablar contigo y que luego, mañana por la mañana, y para siempre, tú pudieras recordar lo que hemos hablado… De eso se trataba.

"Y lo que quería decirte es que lo siento. Todos estos días fuera de Hogwarts estuve reflexionando sobre todo lo que pasó, sobre la persona que soy y sobre quién quiero ser… Sobre la persona que tú eres y cómo jamás podrías enamorarte de alguien como yo, no de verdad… Y quiero decirte que lamento todo lo que te hice pasar. Yo no te merezco y jamás te merecí. Eres una chica perfecta, la mejor que haya conocido nunca… Estás muy por encima del nivel de alguien como yo. Y creo que siempre lo supe, en el fondo. Al principio, cuando oí a Potter y Weasley decir que sentías algo por mí, actué de la forma estúpida en la que siempre actúo… queriendo utilizarte para algún estúpido plan que tenía en ese momento… Porque soy así, soy un imbécil…

Draco negó varias veces con la cabeza, pasándose los dedos de una mano por el cabello, nervioso.

-Pero en el fondo, te confieso que me gustó saberlo -le dijo-. Me gustó saber que alguien como tú… una chica tan perfecta… se fijara en mí… Pero, como siempre hago, reaccioné de la peor forma posible… Había hecho ese juramento inquebrantable con Montague que me impedía estar contigo más allá de esos días, los días de mi estúpido plan… Y cuando me di cuenta de que te amaba tanto, que no podía soportar estar sin ti… Cuando finalmente decidí que quería abandonar toda esa mierda y que eras lo que quería… ya era tarde. Ya me había hundido hasta el fondo en toda la mierda que soy… Ya había matado a Montague, y sentí que no había marcha atrás. Ahora tenía que continuar por ese camino y ser un villano, al cien por ciento.

"Y eso fue lo que hice: tratar de estar contigo por los medios que un villano utilizaría. Engañándote, utilizando magia negra… Sentía que ya no había marcha atrás, no después de haberme convertido en un asesino. Sabía que jamás te conseguiría por las buenas. Jamás podría conseguirte redimiéndome y convirtiéndome en alguien a tu altura, porque un asesino jamás podría estar a tu altura… No hay marcha atrás de eso…

"Pero todo cambió luego, cuando supe lo que hizo mi padre. Todo cambió cuando me expulsaron, fui de regreso a la Mansión Malfoy y descubrí que mi padre no estaba allí, que se había dado a la fuga del Ministerio luego de intentar asesinarte, luego de violarte y tratar de matarte porque entendió que yo había cambiado. Que ya no querría ser como él. Que, voluntariamente o no, tú estabas transformándome en una mejor persona… Descubrir eso cambió todo para mí. Entendí que, aunque nunca podré estar a tu altura, lo que has hecho por mí es algo increíble que no puedo dejar pasar por alto: Tú has hecho que vea otra vida, otro mundo. Que vea que existe otra forma de vivir, que no es realizar magia negra para lograr los caprichos que uno tiene… Una vida donde uno hace las cosas que es correcto hacer, las que ayudan a los demás, y no solo las que sirven para cumplir con el ego propio…

"Así que era eso lo que quería decirte. Que quiero disculparme… Disculparme contigo por casi hacer que mi padre te mate… -los ojos de Draco se llenaron de lágrimas de súbito-. Si él lo hubiera conseguido, yo jamás… -Draco respiraba con mucha dificultad, mientras lloraba-. Jamás me lo habría perdonado… Jamás me perdonaré que hayas pasado por todo lo que tuviste que pasar, por mi culpa…

Se agarró la cabeza con ambas manos, con las lágrimas resbalándole por el rostro. Unas lágrimas auténticas y desconsoladas.

-Yo ya no tengo redención, y lo sé… Ya no tengo oportunidades de estar con alguien como tú, y ahora eso también lo sé, finalmente lo he aceptado… Solo he venido aquí a pedirte disculpas, aunque sé que no merezco tu perdón; a decirte que te deseo lo mejor en tu vida, que de verdad, desde el fondo de mi corazón, deseo que puedas ser feliz y que ya no tengas nunca más nada que ver conmigo ni con mi familia de mierda… Y que lamento profundamente todo lo que pasaste... de verdad.

Draco respiró muy hondo, con el rostro empapado en lágrimas, tratando de recomponerse.

-Ahora me iré al Ministerio de la Magia a confesar que fui yo quien mató a Montague… Les diré todo lo que te hice, confesaré todo… Y entonces me enviarán a Azkaban. Y en cuanto capturen a mi padre, él también irá a Azkaban… Y entonces tú estarás a salvo… a salvo de nosotros.

Ante la mirada profunda y silenciosa de Hermione, Draco se puso de pie y le lanzó un último vistazo.

-Adiós, Hermione.

Y entonces se marchó.

Y Draco empezó a caminar entre la gente, sin mirar atrás, abriéndose paso entre medio de todos los adolescentes desnudos que seguían besuqueándose, teniendo sexo, bebiendo alcohol y bailando… Se abrió paso entre ellos mientras se limpiaba las lágrimas, rumbo a la salida, para abandonar ese carruaje y los terrenos de Hogwarts, para ir hasta el Ministerio de la Magia y confesar todos sus crímenes, y obtener la condena que sabía que merecía por todo el daño que había hecho…

Y ese sería el fin de la historia. Un final que no sería feliz para él, para Draco, pero que no tenía que serlo. Porque él había hecho todo mal, desde el principio. Había querido ser como el Señor de las Tinieblas en sus años de Hogwarts, una idea que ahora le causaba repulsión, pero que en ese momento había sido muy auténtica…

Y aunque pareciera que ahora Draco estaba caminando hacia un final infeliz para él, sabía que no era así. Porque Hermione lo había hecho cambiar. Lo había hecho convertirse en una persona diferente, una persona mejor… Y valía la pena pagar el precio. Valía la pena ir a Azkaban. Ahora sí que cumpliría con el juramento inquebrantable que le había hecho a Snape…

¿Y juras que jamás volverás a asesinar ni a cometer maleficios imperdonables, que renunciarás a la magia negra para siempre, que jamás te unirás a magos oscuros y que te mantendrás en el buen camino de la magia por el resto de tu vida?

El final sería terrible… Sí, terrible para él. Porque sería un final en Azkaban. Pero a su vez, un final de redención y de cambio… de cambio hacia la clase de persona que quizás habría tenido una oportunidad con Hermione en otra vida…

Y, sobre todo, un final feliz para ella.

Y eso era todo lo que importaba.

Finalmente, Draco lo entendía: si de verdad la amaba, entonces tenía que dejarla ir. Él era el mal del que tenía que librarla para que ella pudiera ser feliz.

Y así, Draco caminó hacia la salida, abriéndose paso entre todos, limpiándose las lágrimas del rostro, aceptando su destino, dispuesto a abandonar ese carruaje y desaparecer para siempre de la vida de Hermione…

Cuando entonces…

¡PLAAAAFFFFF!

El golpe que recibió en la cabeza fue tan fuerte que todo ante sus ojos se puso negro. Lo próximo que supo fue que alguien arrastraba su cuerpo seminconsciente…

Cuando volvió a abrir los ojos, ya no estaba más en el pasillo del carruaje. Ahora estaba dentro de un pequeño cuarto. Seguía desnudo, pero se dio cuenta de que ya no tenía su varita consigo. Había una mujer allí con él, una mujer que, si bien nunca había visto antes, era extrañamente familiar…

-¿Dónde estoy? ¿Quién es usted?

Era una mujer de unos treinta y tantos años, de cabello castaño claro y ojos color café. Era muy hermosa, pero al mismo tiempo había algo en su rostro que parecía fuera de lugar, como si esa belleza escondiera algo muy oscuro y perverso detrás. La mujer estaba de pie ante él con los brazos colgando junto a su delgado cuerpo. Resultaba desconcertante ver a alguien vestido, con ropa muggle, en ese carruaje lleno de gente desnuda… La mujer tenía una mirada muy seria y profunda, y Draco entonces vio los dos objetos que sostenía en cada mano: su propia varita mágica, la de Draco, y una pistola muggle, que el chico reconoció por haberlas visto en fotografías.

-¿Qué es todo esto? -preguntó Draco, enfadado-. ¡Me ha dado un gran golpe en la cabeza! ¡Usted…!

-¿Qué, qué harás, Draco? -lo interrumpió ella, y entonces le realizó una media sonrisa burlona totalmente fría-. Déjame adivinar… ¿Tu padre se enterará de esto?

La mujer rió de una forma muy fría y cruel que dejó a Draco sin habla. Sintió que un escalofrío le recorría la nuca… No conocía a esa mujer, pero le resultaba horriblemente escalofriante… Entonces se dio cuenta de por qué se le hacía tan familiar: era casi idéntica a Hermione. Una versión mayor, fría y escalofriante de Hermione… De hecho, se dio cuenta de que el motivo por el que no la había relacionado con Hermione de inmediato era porque esa expresión de perversidad en su rostro no tenía nada que ver con la de la chica.

-¿Quién es usted? -repitió Draco, ahora más cauto.

Las luces parpadearon sobre ellos. El foco de luz en el techo de ese pequeño cuarto de servicio del carruaje funcionaba mal, prendiéndose y apagándose de forma aterradora…

La mujer lo miró fijamente. Su rostro era como el de Hermione, solo que mayor, con algunas marcas y arrugas, sobre todo alrededor de los ojos; y con un aire de mucha madurez. Si Hermione tenía el aspecto de una chica muy inocente y buena, esta mujer tenía sus mismas facciones, pero orientadas al lado contrario: parecía experimentada y mala.

-Soy Emma Watson Granger, la madre de Hermione.

Draco frunció el ceño. Cuando volvió a hablar, lo hizo con una voz más suave:

-¿Y qué quiere de mí? ¿Por qué me ha golpeado en la cabeza? ¿Por qué me ha arrastrado a este cuarto?

-Lo que quiero de ti, Draco, es lo mismo que tú querías con mi hija esta noche: hablar. Por eso hiciste todo esto, ¿no es así…? Por eso el maleficio que hizo que todos en esta fiesta se desnudaran y se convirtieran en unos sucios animales…

Emma hablaba con un tono de asco total en la voz, sin dejar de clavarle la mirada intensamente.

-¿Y usted cómo sabe eso? Si es la madre de Hermione, entonces usted tiene que ser muggle.

-¿Dices que los muggles no podemos ser tan inteligentes como para descubrir los tontos planes de un mocoso de catorce años? -lanzó una fría risotada-. ¿Crees que Hermione solo es inteligente por ser bruja? No, lo ha heredado de su muggle madre dentista… Desde que fue admitida a esta escuela, toda la verdad sobre el mundo mágico me fue revelada, y por lo tanto sé todo sobre este… -la mujer sacó algo del bolsillo de su abrigo y lo extendió para que Draco lo viera: orejas extensibles, color carne. Draco había oído hablar de esos chascos, que vendían en tiendas como Zonko.

-Ya veo -Draco asintió-... Ha oído mi conversación con Hermione. Pues si lo hizo, entonces sabrá que su hija ya no corre peligro. He decidido entregarme al Ministerio de la Magia. ¿Por qué me trae aquí, a este cuarto? Ya todo terminó. Ya no molestaré a su hija.

Emma sonrió, y su sonrisa era tan macabra y extremadamente fría que Draco volvió a sentir los escalofríos.

-¿Entregarte al Ministerio de la Magia…? ¿Y qué pasará entonces? ¿Te enviarán a prisión, donde vivirás cómodamente hasta que tu rico y poderoso papi consiga sacarte de alguna forma…? -la mujer dio un paso hacia él, y los ojos de Draco se dirigieron al arma que sostenía en su mano-. ¿El mismo Ministerio de la Magia que falló en atrapar a los violadores de mi hija, el mismo que falló en descubrir que esos violadores habían sido enviados por tu padre, Lucius Malfoy…? ¿El mismo que falló en detenerlo cuando secuestró a mi hija y casi la asesina…? ¿El mismo que permite que todos ustedes hagan lo que les sale del puto hoyo del culo cada noche, emborrachándose y cogiendo como animales…?

La mujer decía todas esas palabras escupiendo rabia de sus labios, y Draco sintió que estaba cargándole el peso de todas esas cosas a él, mirándolo con tanta furia como si él fuera el responsable de todas ellas.

-Pensaba que Potter era el culpable de todo lo que le venía pasando a mi hija… -siguió la mujer, sin dejar de penetrarlo con la mirada-. Ahora veo que estaba equivocada… Fuiste tú, Draco Malfoy, desde el principio… Por tu culpa mi hija ha estado bajo peligro de muerte todas estas semanas… ¿Crees que por ser una muggle no iba a ocuparme de investigar la verdad detrás de todo esto, cuando mi hija no ha dejado de correr un peligro mortal…?

-Ya le dije que voy a entregarme... -Draco ahora miraba el arma fijamente, con las palabras atorándose en su garganta por el miedo-. A-Azkaban es m-mucho pe… peor que cualquier prisión muggle. Usted no tiene idea. El Ministerio quizás falló en esas cosas, pe… pero…

-¡CÁLLATE! -el grito de Emma fue tan brusco y potente que Draco cerró la boca de inmediato. Ahora la mujer sostenía la pistola en alto, apuntándola directo a su cabeza.

Draco empezó a temblar. Su frente estaba arrugada y su mandíbula castañeaba.

-Quizás pienses que esta arma es un juguete al lado de una varita mágica -dijo la mujer, sin siquiera pestañear, sin que le temblara el pulso ni un poco mientras quitaba el seguro de la pistola, como si de hecho esa no fuera su primera vez amenazando a alguien así. Draco sudaba, presa del miedo. -Pero puedo asegurarte que incluso un mago no es capaz de sobrevivir a un tiro en la cabeza. Quizás la magia podría salvarte si te atienden de inmediato, luego del impacto… pero no será tu caso. Tú te encargaste de que todos aquí estén muy ocupados para notar nada… Y luego, pasados unos pocos segundos de que la bala entre en tu cerebro, te quedarás sin vida. Y a partir de entonces ni siquiera la magia podrá salvarte…

Horrorizado, Draco vio que Emma sonreía al decir esto. Sus ojos lo miraban de una forma perversa, casi disfrutándolo. Esa mujer era malvada…

Era totalmente malvada…

Draco se quedó en silencio unos segundos, y de pronto ya no temblaba. De pronto, algo pasó dentro de él… Un descubrimiento, una revelación…

-Usted es igual que mi padre -susurró Draco. Ahora también había asco en su rostro. -Quiere matarme "por el bien de su hija"… Es exactamente lo que mi padre quiso hacer con ella… Ustedes dos son lo mismo, la misma mierda… Ambos enfermos, obsesionados por el control… queriendo manejar nuestras vidas…

Emma levantó más el arma, apuntándola directamente a la frente de Draco, con su rostro crispado en ira.

-Pero Hermione nunca fue como usted… A pesar de tener una madre así, de alguna forma ella logró ser completamente distinta… Y yo tampoco seré más como mi padre -el Slytherin le devolvió la mirada de forma desafiante-. No somos ustedes, somos personas diferentes… ¡Y USTEDES SE ARREPENTIRÁN POR HABER SIDO DOS PADRES DE MIERDA…! Yo ya he perdido todo… ¡PERO USTEDES PERDERÁN TAMBIÉN!

Y entonces, con una furia bestial, Emma Watson apretó el gatillo.

Apretó el gatillo de su pistola que apuntaba directo a la frente de Draco…

Y justo en ese preciso momento, la bombilla que parpadeaba esporádicamente sobre ellos parpadeó una vez más, dejándolos varios segundos en la oscuridad, y Draco aprovechó el momento: saltó a un lado justo a tiempo, esquivando el disparo por centímetros, y luego saltó hacia el lugar donde sabía que estaba la mujer, con ambas manos extendidas y dispuesto a luchar por su vida con todas sus fuerzas.

Se oyeron más disparos. Gritos y más disparos, uno tras otro. El fuego del arma alumbraba por centésimas de segundo la total oscuridad de ese cuarto. Pero ningún disparo le dio a ninguno de los dos. Draco lanzó a Emma al suelo de un empujón y ambos empezaron a luchar en el suelo, forcejeando uno sobre el otro, Draco aún desnudo.

-¡DEME MI VARITA! -gritaba Draco, tratando de quitársela, pero la mujer tenía mucha fuerza. Oyó que volvía a apretar el gatillo, con el arma apoyada directo sobre su cabeza, y pensó que eso era el fin…

Pero no. Milagrosamente, Draco oyó el sonido de una pistola que se había quedado sin balas, un chasquido en falso que le permitió seguir con vida, al menos un poco más…

Continuaron luchando y Draco se dio cuenta de que la mujer era muy fuerte, y que además debía de haberse deshecho de su varita, porque no podía encontrarla.

Así que optó por el Plan B: correr por su vida.

En el mismo momento en que la luz del foco del techo volvió a encenderse, Draco saltó lejos de ella y hacia la puerta, que abrió de un tirón. Acto seguido, empezó a correr por el pasillo exterior a toda velocidad, buscando la salida del carruaje totalmente desesperado, corriendo tan velozmente como le aguantaban los pulmones.

Pero entonces un movimiento brusco lo lanzó de bruces al suelo.

Todo había temblado.

¿Qué había sido eso…? El suelo se había sacudido por completo. El suelo y las paredes…

Oyó gritos. Otros habían caído al suelo también. Gritos que venían desde la fiesta...

De nuevo. Una fuerte sacudida que hizo temblar todo el carruaje. Draco luchó por ponerse de pie, sosteniéndose de una estatua de algún mago francés que había junto a él. Cuando consiguió ponerse de pie, una nueva sacudida lo lanzó otra vez al suelo. Se oían más gritos provenientes de la fiesta a medida que todos tropezaban y caían…

¿Qué estaba pasando ahora?

Entonces lo sintió: Era la inconfundible sensación de estar en un vehículo en movimiento, un vehículo que se mueve cada vez más rápido…

Draco volvió a incorporarse y caminó hasta la ventana más cercana. Al mirar hacia afuera, se quedó congelado: El carruaje de Beauxbatons estaba moviéndose a toda velocidad por los terrenos de Hogwarts, saltando por las ondulaciones del oscuro terreno que se extendía afuera, atravesándolo a toda marcha, con sus enormes caballos alados tirando de él al frente.

-¿Por qué nos movemos? -decía alguien que miraba a través de otra de las ventanas más próximas a donde estaba Draco.

-¡El carruaje está despegando! -gritó alguien más.

Y Draco tragó saliva con fuerza al descubrir que era cierto: El carruaje no solo estaba moviéndose hacia adelante, sino también hacia arriba. De pronto, sus ruedas se despegaron del césped de los terrenos de Hogwarts y el carruaje entero empezó a elevarse en el aire, por encima del Lago Negro y cruzando la fría noche de diciembre a la velocidad de un avión que despega, elevándose en el aire más y más alto, alejándose de los terrenos de Hogwarts y elevándose derecho hacia el cielo nocturno…

-¡¿Qué pasa?!

-¿A dónde vamos?

-¿Por qué el carruaje está volando?

-¿Estamos yendo a Francia?

Aquello no podía ser bueno… No podía ser nada bueno…

Draco tomó una decisión: removería el encantamiento que había colocado sobre el carruaje, permitiendo que todos volvieran a la normalidad. Solo había un problema: no tenía su varita.

-Préstame esto -dijo, arrebatándole su varita a un niño de tercer año de Hufflepuff.

-¡Oye! -protestó él, pero no consiguió recuperarla. Draco entonces apuntó al techo con esta y empezó a pronunciar las palabras que se había memorizado, cerrando los ojos y concentrándose…

El carruaje iba cada vez más rápido, tirado por sus caballos alados, internándose entre las nubes…

Draco terminó de realizar el contramaleficio. Al observar alrededor, comprobó que todos allí parecían sentirse normales otra vez. Se miraban sus propios cuerpos desnudos con mucha sorpresa, al parecer avergonzados de estar sin ropa.

-¡Dame eso! -de un sorpresivo y fuerte tirón, el niño de tercero le quitó su varita de regreso, le lanzó una mirada enfadada y se marchó de allí.

En ese momento, y desarmado de nuevo, Draco la vio: Emma Watson estaba de pie a mitad del pasillo, lúgubre y tenebrosa, mirándolo fijamente y cargando nuevas balas en su pistola…

Draco se dio la vuelta y empezó a correr a toda velocidad, huyendo por su vida otra vez. Se fue a toda velocidad por otro pasillo, pasándole de largo a los desnudos adolescentes que caminaban tambaleándose hacia las ventanas para mirar hacia afuera o que trataban de taparse su desnudez con cualquier cosa que encontraban por allí.

Tenía que irse de allí. Tenía que sacar a esa mujer de la fiesta. Ahora, Draco sentía su mente funcionar con más claridad que nunca.

No de nuevo, pensó. Nadie morirá por mi culpa esta noche.

Si esa mujer quería lanzar disparos al aire hasta tratar de darle a él, sin que nada en el mundo le importara, se la llevaría lejos de allí. Lejos de la gente inocente. Lejos de sus ex compañeros de escuela… ¿Habría sido ella la que hizo que el carruaje alzara vuelo, tirado por sus caballos alados?

Pero no había dónde huir. No tenía a dónde más llevar esa batalla. No había traído una escoba, y ahora se veían nubes del otro lado de las ventanas. Nubes oscuras sobre las cuales empezaban a aparecer estrellas… Iban volando cada vez más alto, a una altura desde la cual saltar implicaría una muerte tan segura como un disparo en la cabeza.

¿Qué es todo esto?, pensaba Harry, en medio de la fiesta, ahora con su mente funcionando claramente. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué alzaban vuelo? Alguien tenía que haberles ordenado a los caballos de Madame Maxime que arrastraran el carruaje hacia el cielo, pero, ¿quién…?

En ese momento, se oyeron gritos todo a su alrededor. Se habían ido todas las luces allí mismo, en pleno salón principal. La música se cortó también. Ahora todos los jóvenes de las tres escuelas estaban juntos, desnudos y a oscuras, y lo único que se oía era el silbido del viento feroz afuera del carruaje, mientras este volaba a toda velocidad a través de las nubes, y algunos susurros aterrados producidos por los chicos y chicas alrededor…

Entonces las luces volvieron, tan de súbito como se habían ido.

Y había alguien nuevo.

Un hombre adulto.

Un hombre que acababa de aparecer en uno de los extremos del salón, usando una larga capa negra y su cabello largo y rubio pegado a la cara, que llevaba varios días sin afeitar…

Lucius Malfoy estaba delante de todos, y sus fríos ojos recorrían a todos los adolescentes con la mirada mientras iba buscando entre ellos. Tenía una expresión psicópata en el rostro, la expresión de un demente… Había una varita en su mano, y apretaba sus dientes, lleno de furia.

-¡Es él! -dijo una voz.

-¡Es Lucius Malfoy!

-¿No estaba prófugo de la justicia…?

-¿Él hizo que nos fuéramos volando?

-Oh, por Merlín, ¡nos está capturando! -chilló una chica.

Los susurros recorrían todo el salón. Pero el mago no decía nada. Parecía estar muy concentrado buscando… y buscando…

En ese momento, Madame Maxime y Karkaroff, ambos aun desnudos, se adelantaron, sacando sus varitas y preparándose para confrontarlo.

Pero Lucius fue más rápido.

-¡Corpus contractia! -el mago agitó su varita con un movimiento circular y extraño, y de pronto el enorme y alto cuerpo de la directora de Beauxbatons empezó a contorsionarse de formas extrañas… Se oyeron chasquidos espantosos, como si los enormes huesos de su cuerpo se estuvieran quebrando, y la mujer chilló de dolor, un alarido espantoso, mientras su cuerpo se comprimía y reducía de tamaño hasta quedar hecho una bola inconsciente en el piso, con sus extremidades, cabeza y torso unidos como si su cuerpo entero se hubiera convertido en una bola de goma.

-¡DESMAIUS! -gritó Karkaroff, agitando su varita hacia el mortífago. Pero este fue más rápido, otra vez:

-¡Incinera totallus! -salió una llamarada de la punta de su varita que golpeó a Karkaroff en el pecho, provocando que este también empezara a gritar. El hombre cayó al suelo mientras gritaba y se sacudía como si se estuviera prendiendo fuego, pero lo cierto era que no había ningún fuego allí. Segundos después, quedó inconsciente también.

Los gritos de horror recorrieron todo el salón. Reinó el caos. Ahora había llantos por doquier, gente que trataba de huir de allí, gritando despavorida… Pero era inútil. No había dónde correr. Nadie tenía una escoba, y saltar del carruaje a esa altura sería una muerte segura…

Lucius, el único mago adulto allí presente, apuntó su varita hacia todos ellos. Los chicos y chicas se abrazaban y lloraban, desnudos y asustados, a medida que la varita del mago desquiciado los apuntaba uno a uno, amenazándolos por turnos.

Harry apretó su varita con fuerza, sintiendo que su sangre empezaba a hervir…

-¿Qué quiere? -le preguntó Neville en voz alta, armándose de valor, pero pálido-. ¿Por qué nos ha secuestrado? ¿Qué quiere de nosotros? -Katie, que estaba a su lado, se abrazaba a él, apretándole el brazo con fuerza.

Lucius no respondió. Siguió recorriéndolos con su varita, hasta que esta encontró a Harry, donde se detuvo más tiempo. Las miradas de ambos quedaron conectadas durante varios segundos. Harry lucía furioso y decidido. Estaba listo para luchar.

-Voy a decir esto una sola vez, y si me obedecen entonces nadie morirá -la voz de Lucius era irreconocible; se lo veía más desquiciado que nunca, totalmente sacado-: ¿Dónde está Hermione Granger?

Mientras tanto, en otra parte del carruaje, lejos de allí, Draco corría a toda velocidad, con una destreza física que ni él mismo hubiera creído que tenía, abriendo las puertas de los dormitorios de las chicas de Beauxbatons de un tirón, saltando sobre sus camas y abriendo puertas del otro lado, para meterse a otros cuartos, y seguir huyendo… huyendo de los disparos que resonaban sobre su cabeza, porque Emma no se daba por vencida y corría tras él, dándole caza.

Logró perderle el rastro. Luego de varios minutos donde no la vio más tras él, se metió en un dormitorio más grande que los otros, el número "35". Y se ocultó en el pequeño baño privado que este tenía… Su rostro le devolvió la mirada en el espejo: Un rostro agotado, que luchaba por recobrar el aire. La lucha por la supervivencia era dura, y ni siquiera tenía una varita para defenderse mediante magia…

Necesitaba una escoba. Emma solo lo quería a él. Si conseguía huir del carruaje, entonces todo terminaría. Pero, ¿dónde podían guardar sus escobas las alumnas de Beauxbatons?

Oyó ruidos del otro lado de la puerta, en el dormitorio. Su corazón dio un vuelco…

De regreso en el salón principal, todos miraban aterrados al hombre que los amenazaba con su varita, inmóviles. Hasta que entonces se oyó una nueva voz, rompiendo el tenso silencio:

-Alto -era una voz severa y firme, que no mostraba ningún tipo de alteración.

Todos se volvieron hacia el otro extremo de la sala. Un murmullo de sorpresa recorrió a la multitud cuando todos vieron aparecer a Severus Snape con su varita en alto, apuntándola directamente hacia Lucius Malfoy.

-Severus -dijo este-, ¿qué crees que haces?

-Suelta tu varita ahora mismo y entrégate, Lucius -dijo Snape, serio-. No querrás batirte a duelo conmigo.

La llegada de Snape los había tomado por sorpresa. Nadie sabía que el profesor hubiera estado allí esa noche.

Hermione estaba aún en la zona de los sofás, oyendo la escena con el corazón latiéndole a toda velocidad. Ginny y Luna se habían acercado a ella muy lentamente y se habían posicionado firmes a su lado.

-No te preocupes, Hermione -dijo Ginny, que ya tenía su varita lista-. Ese hombre no va a tocarte de nuevo.

-No mientras nosotras estemos aquí contigo -dijo Luna, del otro lado de ella.

Al frente de todos, Lucius apuntó su varita hacia Snape con una sonrisa que no tenía ni pizca de gracia, sino que exhibía una auténtica rabia asesina.

-Es traición, entonces… Supongo que siempre lo imaginé… El doble agente… ¿Desde cuándo sirves a Dumbledore, Severus?

-Siempre -le contestó Snape, sin pestañear ni bajar su varita-. Todo lo que ha pasado lo he organizado con Dumbledore… Deberías estar agradecido, Lucius. Debimos entregar a tu hijo a Azkaban hace tiempo, pero decidimos darle una segunda oportunidad. Incluso después de que asesinó a Montague, Dumbledore quiso darle otra oportunidad… Creyó que podría redimirse… Verás, yo fingí querer ayudarlo, encanté a Granger con el maleficio Coactus Labia a pesar de que Dumbledore y yo sabíamos que no sería una experiencia agradable para ella… Pero lo hicimos porque de esa forma hemos logrado que Draco hiciera un juramento inquebrantable que Dumbledore estaba muy interesado en que hiciera: Esa noche, Draco me juró mantenerse en el buen camino de la magia y no volver a realizar maleficios imperdonables nunca más en su vida…

Hermione, que oía cada palabra desde allí, en ese lugar apartado donde Lucius aún no la había visto, quedó pasmada. ¿Dumbledore había estado detrás de todo eso? ¿Dumbledore, queriendo darle una segunda oportunidad a Draco? A pesar de que este había matado, de que había hecho toda clase de cosas horribles, ellos habían querido ayudarlo, convertirlo en una buena persona…

Pues ha funcionado, pensó entonces, sorprendida. Aun recordaba vívidamente la conversación que acababa de tener con él momentos atrás.

-¿Dices que Dumbledore quería mantener a mi hijo a su lado y que por eso lo manipularon y lo engañaron para que jurara esas cosas? -Lucius se veía indignado-. ¡ES MI HIJO, SEVERUS, Y ÉL SE CONVERTIRÁ EN EL MAGO QUE YO QUIERA QUE SEA!

-Precisamente eso temía Dumbledore -dijo Snape, impasible y con su rostro inexpresivo-. Que lo convirtieras en alguien como tú… Pero ya no hay nada que puedas hacer. Gracias al juramento inquebrantable que me ha hecho, Draco no puede hacer magia negra nunca más en su vida o morirá. Así que no podrá convertirse en alguien como tú, Lucius… Y confío en que tampoco querrá hacerlo. Y tú tampoco podrás continuar haciéndolo, porque esta vez te han condenado de por vida a Azkaban… Así que todo ha terminado, Lucius. Matar a Granger no te servirá de nada. Acepta la derrota. Baja tu varita ahora mismo y entrégate.

Pero Lucius lanzó una carcajada horrible que hizo eco sobre las cabezas de todos los adolescentes.

-No lo creo, Snape… Si tú mueres, entonces el juramento inquebrantable que te hizo mi hijo quedará sin efecto… Luego de que te asesine, Draco será libre nuevamente. Y créeme que se convertirá en alguien como yo… ¡EN UN NOBLE MAGO SANGRE PURA COMO SU PADRE, QUE SABE LO QUE LE CONVIENE, Y NO EN UNA SUCIA RATA TRAIDORA COMO TÚ!

-No puedes derrotarme, Lucius… Sé sensato y baja tu varita…

-¡HA LLEGADO TU HORA, TRAIDOR! -furioso, Lucius dio un paso hacia él-. ¡AVADA KEDAVRA!

Snape esquivó el rayo de luz verde apartándose a un lado con elegancia, provocando que su túnica negra ondeara tras él.

Y entonces se desató el duelo.

En ese momento, Draco miraba hacia la puerta del baño donde estaba escondido, preparándose para atacar. No había más salidas de allí. Estaba atrapado. Oía pasos del otro lado, acercándose a donde estaba él...

Sin nada más con qué defenderse, Draco tomó un frasco de jabón líquido de vidrio del lavamanos y los afirmó con ambas manos, preparándose para golpear a Emma con él en cuanto irrumpiera en el cuarto de baño.

El picaporte empezó a girar…

Y entonces la puerta se abrió y Draco se encontró cara a cara con alguien inesperado.

-¿Pansy? -dijo, sorprendido.

-¿Draco? -Pansy Parkinson arrugó el entrecejo al ver la imagen de Draco, aun desnudo, aferrando un frasco de jabón con cara de pánico. Ella también estaba desnuda, despeinada y desarreglada. -¿Qué haces aquí, oculto en un baño?

-¿Y tú?

-Vine a esconderme. Hay todo un alboroto en el salón…

-Me están siguiendo -dijo él, aliviado de que no fuera Emma-. Una mujer quiere matarme. Necesito una varita. Yo…

Pero entonces oyeron nuevos ruidos en el dormitorio, tras ellos.

Draco y Pansy se volvieron hacia allí, juntos. Draco aferró su frasco de jabón con más fuerza…

Y entonces apareció: Emma Watson, la mujer diabólica con esa expresión que inspiraba terror, acababa de ingresar al dormitorio, apuntándolos a ambos con su arma muggle.

Y en ese momento, los ojos de Pansy se abrieron de par en par con una sorpresa descomunal. Parecía como si acabara de ver a un fantasma. La mujer también se la quedó mirando, y de pronto su rostro se transformó también… Ninguna de las dos parecía poder creer lo que veían sus ojos…

-Tú… -susurró Emma, luciendo más psicópata que nunca.

Pansy empezó a respirar con mucha dificultad, a medida que los fantasmas se adueñaban de su cuerpo y el terror le helaba la sangre…

En el salón, todos los chicos y chicas contuvieron el aliento y saltaron a un lado. Los maleficios que Snape y Lucius se lanzaban entre sí eran tan potentes, tan poderosos, que los alumnos tenían que saltar al suelo de cabeza para refugiarse de las maldiciones desviadas, que les pasaban por encima peligrosamente…

Dándose cuenta de esto, Snape usó un segundo dentro de su ataque para conjurar una especie de pared mágica entre Lucius y él y todos los demás. De esta forma, los alumnos quedaron detrás de esta pared semi-transparente, que bloqueó todos los maleficios que los dos magos adultos se lanzaron entre sí, protegiéndolos. Sin embargo, la pared tuvo un efecto secundario: ninguno de los chicos podía ayudar a Snape en la batalla ahora, ya que la pared les impedía meterse en el duelo.

En uno de los extremos de la pista de baile, donde la mayoría de los chicos y chicas se habían apretujado juntos, Ron se había acercado a Fleur, que lucía aterrorizada, como todos.

-Fleur, escúchame -le susurró Ron, aferrándola por el brazo-. No sabemos a dónde va el carruaje, a dónde lo ha enviado este loco. ¿Y si quiere matarnos a todos? Tenemos que hacer que los caballos desciendan el vuelo y regresen a Hogwarts… ¿Cómo podemos hacerlo?

Los azules ojos desorbitados de Fleur giraron hasta encontrar los de su novio.

-Es impogsible -le susurró, espantada-. ¡Madame Maxime los conggtrolaba!

Todos observaban a través de la pared mágica semi-transparente cómo Lucius y Snape se lanzaban serpientes conjuradas mediante magia, océanos de agua gigantesca en torbellinos, bolas de fuego ardiente… Era un verdadero duelo de magia muy avanzada…

Pero algo andaba mal. Lucius estaba superando a Snape. Por muy avanzada que fuera la magia del profesor, Lucius estaba logrando que sus poderosos maleficios superaran a los suyos…

-¡AAAAAAHHHHHHHHHHH! -con un aullido feroz y de locura total, Lucius lanzó un maleficio de magia negra poderosísimo que consistió en una especie de nube negra que cubrió a Snape por completo, y que este no supo cómo eliminar. La nube lo envolvió y lo arrastró por el suelo, llevándoselo lejos de allí. Los intentos de Snape por forcejear contra esta o eliminarla mediante magia fueron inútiles, y lo vieron esfumarse por uno de los pasillos, siendo arrastrado hacia otra parte del carruaje, derrotado…

-¡Vamos, ven cognmiggo! -le dijo Fleur a Ron al oído en un susurro aterrado, mientras le tiraba del brazo-. ¡Debegmos ir a la cabina de mando! ¡Quiggzás podamos controlagg a los caballos desde allí y acegglos descender!

Ambos caminaron discretamente hacia una de las salidas del salón opuestas a donde estaba el mortífago y desaparecieron juntos por allí, metiéndose entre los pasillos del carruaje que Fleur conocía a la perfección.

Lucius empezó a reír como loco. Ahora todos los adolescentes lo miraban con profundo terror. Todos estaban pensando lo mismo: Si el mismísimo Snape no había podido con él, usando toda esa magia avanzadísima, entonces ninguno de ellos, que apenas sabían realizar un Expelliarmus más o menos decente, tenía chance alguna…

-Todo ha terminado -dijo Lucius, poniéndose serio de nuevo y apuntando su varita hacia la pared mágica conjurada por Snape, que seguía allí-. Entreguen a Hermione Granger ahora mismo… o iré matándolos a todos, uno por uno, hasta que lo hagan.

En la habitación "35", Emma sonrió de tal forma como si el evidente terror en la cara de Pansy se le antojara especialmente placentero.

-Vaya, vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí?

Pansy trató de endurecer su expresión, pero no podía ocultar el hecho de que su rostro se había puesto blanco como el papel. Su corazón había empezado a golpear contra su pecho con una violencia tremenda. No recordaba haber sentido tanto miedo en años.

Esto no es cierto, pensó la chica, que no decía una palabra. Esto no es real… Solo es una pesadilla…

Draco ahora estaba confundido. Emma ya no parecía interesada en él. Se le cruzó la idea de aprovechar para atacarla, pero la única arma que tenía era el frasco de jabón.

-Cómo has crecido, Judy… Pero eres tú… ¿No es así?

-¿Judy? -Draco arrugó la frente mientras miraba a Pansy. Esta siguió sin decir nada, poniendo mucho esfuerzo en realizar cada respiración.

-Y una bruja… -Emma inclinó un poco la cabeza de lado mientras la miraba con esa sonrisa que era más bien una mueca burlona-. ¿Quién lo hubiera dicho de ti? Yo no, definitivamente. No daba ni dos libras por ti, la verdad. Eras la niña más insoportable y detestable que haya conocido…

-¿De dónde conoces a la madre muggle de Hermione y por qué te llama Judy? -preguntó Draco, volviéndose hacia Pansy totalmente confundido.

Pansy parpadeó varias veces. Hasta olvidó que ella era la única persona allí con una varita en la mano, que podría haber usado perfectamente para defenderse. Con el shock grabado en su rostro, se volvió hacia Draco con una expresión de abstracción y sorpresa muy inusual en ella.

-¿Hermione? -susurró. Entonces volvió a mirar a Emma, con la misma cara. -¿Hermione es tu hija…?

Las piezas empezaron a encajar en el rompecabezas en su mente…

Mi tía, Emma Watson, estaba casada con mi tío, pero también tenía una segunda familia con otro tipo muggle que nunca conocí. No sé ni su nombre, pero supe que hasta tenía una hija con él... No creo que él supiera todo lo que ella hizo… lo mierda que era esa mujer…

Pansy y Emma se miraron fijamente, a medida que la tensión iba creciendo entre ellas.

-¿Qué ocurre, Pansy? -preguntó Draco.

-¿Pansy? -Emma acentuó su sonrisa-. ¿Qué pasa, Judy? ¿No les has contado tu historia familiar a tus amigos? ¿Ni siquiera les has dicho tu verdadero nombre…? Vaya, vaya… Qué sorpresa… Qué sorpresa, de verdad… Cuando le cuente a tu padre… Cuando le diga que te he encontrado, luego de todos estos años… Esta vez no escaparás, mocosa.

Ante la mención de su padre, pareció que Pansy reaccionó de pronto. Su rostro se transformó gradualmente. El shock inicial de ver a esa mujer se transformó en una actitud reactiva, de acción; y toda la confusión, la sorpresa y el horror se transformaron en ira.

-No vas a decirle nada de esto a mi padre… -dijo Pansy entre dientes, que de pronto fue consciente de que la varita que sostenía en su mano era mucho más poderosa que el arma muggle que sostenía su tía. La expresión en su rostro continuó transformándose, con cada vez más y más ira. -Porque yo no soy una "chica buena", como tu hija Hermione… No, claro que no…

Los ojos de Pansy empezaron a lanzar chispas de una forma tan brutal que Draco dio un paso hacia atrás, internándose nuevamente en el baño… Emma empezó a levantar su arma, apoyando el dedo en el gatillo…

-…Porque no saldrás de este carruaje con vida, puta de mierda -le espetó Pansy, apuntando su varita directo hacia ella-. ¡AVADA KEDAVRA!

Pero el maleficio no funcionó. Jamás había pronunciado uno antes en su vida, y al parecer su ira asesina no era suficiente para lograrlo. En cambio, solo unas inútiles chispas verdes cayeron de su varita a pocos centímetros de distancia, y en cambio Emma Watson aprovechó para alzar su arma y darle tres disparos directo en el pecho.

Y todos dieron en su objetivo.

-¡PANSY! -gritó Draco, al ver que las balas impactaban en el pecho de la chica y salpicaban sangre al aire.

Pansy cayó hacia atrás, contra la pared, y su varita resbaló de entre sus dedos…

Harry dio varios pasos hacia atrás mientras miraba alrededor, buscando a Hermione con la mirada. Hacía un rato que la había perdido de vista, y eso era algo bueno. Sabía que, aunque tuviera que pelear contra Lucius Malfoy y contra todo el mundo, no dejaría que entreguen a Hermione. Daría su vida si era necesario, pero jamás lo permitiría…

Nadie dijo nada. Nadie estaba buscando a Hermione. Todos en el salón miraban a Lucius en silencio, aterrados y expectantes, pero nadie empezó a buscar a Hermione para entregársela. Ni siquiera los de Slytherin. Hasta Crabbe y Goyle se quedaron mirando hacia adelante, fijamente, en lugar de buscar con la mirada a Hermione entre la multitud…

Algunos se habían dado cuenta de otra cosa, también: que estaban todos desnudos. Sin el encantamiento de Draco dominándolos, ahora muchos se tapaban los penes, los pechos y las entrepiernas con las manos, avergonzados. Todos recordaban todo lo que había pasado esa noche, pero ahora recién podían tomar conciencia de ello. La mayoría, luego de todas las fiestas que habían vivido, se imaginaba que tenía que haber habido magia de por medio para lo que había ocurrido esa noche…

Así que, tapándose sus partes con las manos, todos miraron con temor a Lucius, pero sin hacer nada más…

-¡HE DICHO QUE ME ENTREGUEN A HERMIONE GRANGER! -bramó Lucius, escupiendo saliva al gritar, ya sin Snape allí para detener sus locuras, totalmente enfermo y fuera de sí-. ¡ESTOY HABLANDO EN SERIO, IMÉBECILES! ¿CREEN QUE NO LOS CONOZCO? ¡SÉ EXACTAMENTE QUIÉNES AQUÍ SON HIJOS DE UNOS SUCIOS MUGGLES INMUNDOS, Y EMPEZARÉ MATÁNDOLOS A TODOS ESOS HASTA QUE HABLEN! ¡DIGAN AHORA MISMO DÓNDE ESTÁ HERMIONE GRANGER O VOY A MATAR AL PRIMER MUGGLE INMUNDO EN TRES… DOS… UNO…!

Hermione quiso incorporarse del sofá tras el cual Ginny y Luna la escondían, pero estas dos se lo impidieron, tirando de ella hacia abajo.

Lucius apuntó su varita hacia adelante, a pesar de que aún tenía la pared mágica delante, pero no llegó a pronunciar ningún maleficio.

Porque en ese momento, salida de un pasillo que se abría detrás de él y más allá de donde estaban todos los demás, apareció la mismísima Verity, y con un alarido de furia se lanzó encima de su padre de una forma muy rápida y sorpresiva, rodeándolo con las piernas y ahorcándolo con un brazo mientras le arrebataba la varita de la mano a la vez.

-¡MUERE, HIJO DE PUTA! -gritó Verity a todo pulmón, transformada por completo, ahorcándolo con todas sus fuerzas, logrando que el rostro del mago se pusiera rojo. Lo había tomado por sorpresa y logró quitarle su varita, aunque al ser Squib la adolescente era incapaz de usarla. Pero continuó atacándolo de forma muggle, ahorcándolo con todas sus fuerzas, mientras el hombre saltaba y giraba en el lugar, tratando de retomar el control y quitarse a la chica de encima…

-¡VERITY, NO! -Harry se lanzó hacia adelante con su varita en alto, lanzándose hacia allí sin que le importara más nada, tratando de ayudarla… Pero fue incapaz de atravesar la pared mágica. Al llegar a ella, simplemente chocó contra esta como si fuera una pared sólida y no pudo pasar. Aunque sabía que era inútil, apuntó su varita hacia la pared y trató de lanzar un maleficio hacia Lucius, pero este solo rebotó contra la pared mágica, sin poder pasar del otro lado…

-¡ESTO ES POR MI MADRE Y POR TODAS LAS MUJERES DE LAS QUE HAS ABUSADO EN TU VIDA, TROZO DE MIERDA! -bramó Verity en su oído, con la voz quebrada, totalmente diferente a lo normal… Estaba casi tan loca como él, apretando su garganta con todas sus fuerzas, dispuesta a darlo todo por matar a ese hombre, a su propio padre, al mago que había hecho de la vida de su madre un infierno, y también de la de tanta gente…

-¡FINITE! -gritó Harry, apuntando su varita hacia la pared mágica, pero también fue inútil. Esta no desapareció. No sabía con qué clase de magia la había hecho Snape, pero el finite no surtió efecto alguno. Seguía allí, firme y sólida como si estuviera hecha de roca.

Por un momento, pareció que Verity iba a ganar. Resultaba ridículo e incluso absurdo que luego de ganarle una batalla de magia avanzadísima a Snape, Lucius fuera a perder contra una Squib, pero eso parecía ser exactamente lo que estaba pasando… Quizás fuera por haberlo tomado por sorpresa, pero Lucius estaba quedándose sin aire, con su rostro rojo como un tomate; y no tenía fuerzas para arrebatarle su varita mágica de regreso. El inútil esfuerzo que hacía por quitarse a la chica de encima solo estaba consiguiendo que se quedara sin aire de forma aún más rápida, lo que sumado a la fuerza increíble con la que Verity lo ahorcaba, apretándole la garganta con el brazo con tanta fuerza que parecía querer arrancarle la cabeza del resto del cuerpo; hacía parecer que en cualquier momento finalmente iba a quedarse inconsciente y desmayarse, derrotado…

Pero nadie iba a derrotar tan fácilmente al gran Lucius Malfoy.

-¡NOOOOOOOOOOO! -con un aullido furioso, Lucius finalmente logró quitársela de encima. Levantó a Verity con sus dos brazos fuertes y musculosos y entonces lanzó su pequeño y delgado cuerpo desnudo volando por el aire, hasta que la chica aterrizó a varios metros de distancia bajo la mesa que tenía los barriles de cerveza de manteca, desapareciendo de la vista bajo el mantel…

Lucius parecía un animal enfurecido y peligrosísimo. Buscó con la mirada por el suelo, pero su varita no estaba por allí…

-¡MOCOSA ESTÚPIDA! -gritó, con la vista clavada en la mesa bajo la que su hija había ido a parar-. ¡ASQUEROSA SQUIB DE MIERDA…! ¡LE DIJE A LA PUTA DE TU MADRE QUE DEBÍAMOS ASESINARTE EN CUANTO SUPE LO QUE ERAS! ¡UNA INÚTIL E INSERVIBLE SQUIB, UNA DESHONRA A LA MAGIA, UNA VERGÜENZA PARA LOS MALFOY…!

Pero entonces el mantel de la mesa se corrió y Verity apareció en escena de nuevo.

Y exhibía una rabia inhumana, incluso mayor a la de antes.

La mirada de Verity era tan feroz que incluso daba más miedo que la del mago…

Tenía la varita de él en la mano y sus ojos lanzaban unas chispas psicópatas, asesinas, irreconocibles. La mirada de Verity ponía los pelos de punta con un efecto incluso mayor al de Lucius…

-Te lo juro, Lucius Malfoy -le susurró, llena de cólera, marcando cada palabra con un profundo énfasis-, que pagarás con tu vida por todo lo que has hecho… Y morirás como el cerdo inmundo que siempre has sido… Y nadie nunca va a extrañarte, jamás…

Y entonces Verity alzó la varita hacia el hombre, que rompió en carcajadas.

-¡Una Squib apuntándome con una varita! -se burló Lucius, sin dejar de reír-. ¡JA, JA, JA, JA…!

Pero entonces, ella gritó:

-¡AVADA KEDAVRA!

Y, para sorpresa de todo el mundo, su varita emitió el chorro de luz verde esmeralda más potente que nadie hubiera visto nunca en su vida, y el maleficio salió disparado hacia Lucius como un cañonazo, con una potencia que generó una ventisca que despeinó a todos los que estaban más cerca de allí, incluso a través de la pared mágica…

Lucius saltó a un lado justo a tiempo, esquivando el maleficio. Cuando se incorporó del suelo, sus ojos mostraban una mezcla de sorpresa e ira renovada. Ya no había rastros de burla en su rostro.

-¿Cómo…? ¿Cómo es posible…?

Pero no había tiempo para preguntarse eso, porque Verity ya atacaba de nuevo, usando la varita del propio mago, que no tenía con qué defenderse.

-¡AVADA KEDAVRA!

Otro potente rayo de luz verde. Pero, esta vez, Lucius estaba preparado: saltó ágilmente a un lado y hacia adelante, y corrió a toda velocidad hacia ella. Verity dirigió la varita hacia el hombre una vez más, pero él fue más rápido…

No llegó a pronunciar el maleficio una tercera vez. El hombre, en solo un segundo, saltó como una hiena sobre ella, derribó su pequeño cuerpo desnudo al suelo, aplastándolo con el suyo, y le quitó de la mano su propia varita…

-¡DAME ESO! -le gritó, apartándose de ella mientras la apuntaba él a ella ahora-. ¡ME DA IGUAL QUE PUEDAS HACER MAGIA AHORA…! ¡NACISTE COMO UNA INÚTIL SQUIB DE MIERDA Y POR LO TANTO MORIRÁS IGUAL DE INÚTIL E INSERVIBLE!

Le dirigió una mirada de ira mientras la apuntaba directo al pecho. Verity, derrotada en el suelo, le devolvió una mirada feroz que no mostraba debilidad alguna, con dignidad hasta el último segundo.

Todos los demás observaban la escena desde el otro lado de la pared mágica sin poder hacer absolutamente nada para ayudarla…

-No sabes cómo he disfrutado cogerme a la puta de tu madre… -le dijo Lucius entonces, en voz más baja, mirando a Verity mientras le sonreía de la forma más perversa-. Debiste aprender de ella, que cerró la boca todos estos años para proteger su puto culo… No solo naciste sin magia, sino también sin instinto de supervivencia… Y me da igual que ahora puedas hacer magia. Es hora de que todos aprendan que no somos más que lo que éramos al nacer. Nuestra sangre, nuestra familia, lo son todo… Si naces sangre sucia, o Squib… de igual forma mueres.

-¡NOOOOOOOOOO! -gritaba Harry, como en cámara lenta, con el rostro contorsionado por la desesperación mientras golpeaba la pared semi-transparente con los dos puños como loco, con su largo cabello negro agitándose en el aire mientras gritaba a todo pulmón-. ¡NOOOOOOOOOOOO!

Pero no había nada que pudiera hacer.

-¡AVADA KEDAVRA!

Lo último que vieron de Verity fue esa misma mirada de furia, que jamás le dio el gusto de quitar, hasta el último segundo… Y entonces sus ojos se apagaron, luego de que el rayo de luz verde conjurado por Lucius Malfoy la golpeó de lleno...

Y Verity quedó desplomada en el suelo, aun desnuda y con los ojos mirando ahora hacia la nada…

Y Harry sintió que el mundo se desplomaba a sus pies... Todo lo que oía era el susurro del viento, mientras el carruaje de Beauxbatons atravesaba los cielos a toda velocidad, impulsado por sus caballos alados… Y Verity había muerto… La chica que había conocido en una soleada tarde, bebiendo helados, la chica que tenía una vida feliz en Londres, una vida en la que todo iba bien hasta que él, Harry, irrumpió en ella… Y ella ahora estaba en el suelo, fría y sin vida, y Lucius Malfoy se reía enfermizamente de pie ante ella, ante su cadáver…

-¡AAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH! -oyeron un nuevo grito de guerra, un grito de furia que hizo que todos apartaran la mirada del cuerpo de Verity y la dirigieran en cambio hacia el pasillo tras Lucius, donde alguien nuevo corría a toda velocidad, sosteniendo una varita mágica bien en alto.

Era Snape. Volvía a la batalla. Con ese grito de furia que sonó tan inusual en él, abandonando su calma habitual y reemplazándola por una furia brutal y hasta desesperada que ponía los pelos de punta, el jefe de la casa Slytherin se lanzó a la batalla contra Lucius otra vez.

Pero esta vez la batalla no duró mucho. Snape parecía haber quedado debilitado por el maleficio de la nube negra… No fue capaz de realizar grandes proezas mágicas como antes… Muy pronto, Lucius le sacó la ventaja y hasta consiguió desarmarlo, provocando que su varita desapareciera volando por los aires…

Lucius sonrió mientras apuntaba su varita hacia un desarmado Snape.

-Ahora Draco es libre de tu juramento… -dijo entonces, antes de gritar, otra vez: -¡AVADA KEDAVRA!

Y un nuevo rayo de luz verde golpeó de lleno a Snape en el pecho. Y este cayó muerto al suelo también, con su mirada apagándose igual que como había ocurrido antes con la de Verity…

En medio de la irrealidad de todo, Harry se preparó para desatar toda su furia asesina sobre Lucius. Porque, con Snape muerto, ahora la pared mágica tendría que desaparecer y entonces Harry se lanzaría finalmente hacia adelante, para luchar… Porque no importaba más nada... Vivir o morir no importaba, solo luchar contra Lucius Malfoy…

Pero, incomprensiblemente, la pared mágica no desapareció. Incluso con Snape muerto siguió allí, bloqueando el camino entre Lucius Malfoy y ellos.

-¡QUITA ESTA PARED, COBARDE! -aulló Harry entonces, desaforado, golpeándola nuevamente con los puños-. ¡QUITA ESTA PARED, LUCIUS MALFOY, Y LUCHA CONTRA NOSOTROS! ¡COBARDE DE MIERDA!

Muchos alumnos, no solo Harry, estaban de pie ante la pared mirándolo con rencor y furia, con sus varitas listas, esperando a que el mago hiciera desaparecer la pared para enfrentarlo. Otros, en cambio, lucían muy temerosos.

Pero Lucius no pareció muy convencido sobre remover la pared mágica tan pronto. Quizás pensó que no era conveniente luchar contra todos a la vez, aunque él fuera más poderoso.

-¡COBARDE! -gritó Neville, uniéndose a los gritos de Harry-. ¡VIL COBARDE! ¡ESO ES LO QUE ES USTED, LUCIUS MALFOY!

-¡ENTREGUEN A HERMIONE GRANGER AHORA MISMO O MATARÉ A MÁS Y MÁS GENTE HASTA QUE LA ENCUENTRE YO MISMO!

Y entonces, luego de ver morir a dos personas, entre ellas un experimentado mago como Snape; y de que los directores de las dos escuelas invitadas quedaran inconscientes en el suelo, en el caso de Madame Maxime con su cuerpo deformado y desfigurado, algunos alumnos finalmente empezaron a mirar alrededor, buscando con la mirada, buscando a Hermione… Entre ellos estaban, ahora sí, Crabbe, Goyle y algunos otros Slytherins, que empezaron a apartar gente del camino a los empujones mientras buscaban entre la multitud.

-¡Entréguenla!

-¡No queremos morir, que alguien la entregue!

Entretanto, Draco se había lanzado al suelo, había tomado la varita de Pansy y la apuntaba hacia Emma.

-¡DESMAIUS!

La mujer quiso dispararle a él también, pero Draco fue más rápido. Su maleficio derribó a la mujer muggle, que cayó hacia atrás contra la pared opuesta, inconsciente.

Draco se lanzó en picada sobre Pansy, cuyo pecho sangraba.

-Pansy… Pansy, resiste… Iré por ayuda…

Al estar desnuda, Draco veía claramente los tres lugares en la piel de Pansy donde las balas habían impactado, encima de sus pechos. La sangre roja brillante chorreaba por su piel...

Muy pálida y débil, Pansy giró su rostro hacia él.

-Mátala… -susurró-. Mátala, Draco… Sé que… Sé que tú sí podrás…

Draco estaba desesperado. Su frente estaba arrugada y lucía extremadamente angustiado.

-Vas a salvarte, Pansy… Solo, solo espera… Iré por ayuda… Iré corriendo…

-Mátala -insistió ella, abriendo mucho los ojos-. Por… Por favor.

-No puedo -dijo Draco en un susurro-. No… Lo siento… Hice un juramento… Iré por ayuda… No te muevas… Te prometo que todo estará bien.

Pansy asintió, cerrando los ojos. Con cada segundo que pasaba se veía más débil…

Draco corrió fuera del dormitorio a toda velocidad. Empezó a pedir ayuda a gritos mientras corría por los pasillos en busca de alguien, alguien que pudiera ayudar a Pansy. Pero no parecía haber nadie por allí…

-Aquí estoy -dijo Hermione entonces, poniéndose de pie ante todo el mundo, desafiante.

-¡NO!

-¡No, Hermione!

-¡No lo hagas!

Los murmullos recorrían toda la multitud. Hermione se había librado de Ginny y Luna y caminaba entre medio de todos hacia el frente, donde estaba la pared semi-transparente y Lucius, tras ella.

-¡Hermione, no! -le gritó Fred, tratando de detenerla también, pero Hermione se libró de él y continuó avanzando, decidida.

-Aquí estoy -repitió, al llegar contra la pared mágica. Se quedó mirando a Lucius Malfoy con sus ojos castaños fríos y apuntando hacia él llenos de decisión y firmeza. -Aquí me tienes.

-¡Nooooooooo! -gritó Harry, apartando a todo el mundo mientras se abría paso hacia ella, con pánico-. ¡HERMIONE, NO!

-Déjame, Harry -Hermione lo apartó de un empujón, sin dejar de mirar ferozmente a Lucius, que sonreía con la victoria marcada en su rostro.

-Muy bien… -dijo Lucius, y entonces agitó su varita y, de un solo movimiento mudo, hizo que la pared entera desapareciera.

Harry se lanzó de inmediato hacia él.

-¡EXPELLIAR…!

Pero Lucius lo lanzó volando por los aires con un vago movimiento de varita, y Harry desapareció de la vista, cayendo encima de Fred y George, a lo lejos.

-¡DESMA…! -empezó Neville, pero Lucius le lanzó un maleficio que hizo que cayera inconsciente al suelo, con los ojos cerrados.

Luego de eso, nadie más intentó atacarlo. Hermione quedó enfrentada a él, ya sin paredes de por medio, y los demás simplemente se limitaron a mirar.

-Te dije que esto pasaría, Granger -dijo Lucius, sonriendo mientras la apuntaba directo al corazón, preparándose para matarla-. Te dije que no podías huir de mí…

Hermione quiso atacarlo, pero el mago sacudió su varita y al instante la de Hermione se soltó de sus dedos y cayó al suelo, dejándola desarmada y sin ayuda.

Lucius le dirigió una última sonrisa burlona.

-¡AVADA KEDA…!

Pero entonces alguien saltó sobre él, derribándolo a un lado.

Hermione dio un salto hacia atrás, con su pecho latiendo a toda velocidad. Todo el mundo se quedó mirando hacia donde había caído Lucius…

-¡APÁRTATE! -gritó este, furioso, quitándose a la persona que lo había lanzado al suelo de una sacudida. Era un muchacho. Lo apuntó sin miramientos con su varita y gritó: -¡AVADA KE…!

Pero se detuvo de súbito, con los ojos muy abiertos, al ver quién era.

-¿Draco? -susurró, sin poder creerlo.

Draco entonces apuntó la varita de Pansy hacia él.

-Este es tu fin, padre -le susurró, con su clásica expresión de asco que en otras épocas había reservado exclusivamente para Harry Potter-. Ya todo terminó. Suelta tu varita.

-Draco, no sabes lo que haces -Lucius tenía los ojos tan abiertos que se salían de sus órbitas-. ¡Has dejado que esta muggle te cague la cabeza…! ¡Que te haga olvidar quién eres…! Pero yo voy a enderezar tu camino… ¡Te juro que haré que seas un Malfoy de nuevo!

-¡NO QUIERO SER UN PUTO MALFOY! -gritó Draco, con su cabello sacudiéndose por el aire y sus ojos enrojecidos. Estaba fuera de sí. -¡YA NO VOLVERÉ A SER COMO TÚ, PADRE!

Entonces, los ojos de Draco vieron los cuerpos que había en el suelo, y el chico quedó helado. Vio a Verity, muerta… A Snape, muerto…

Entonces sus ojos se clavaron de nuevo en su padre, y no había piedad en ellos.

-Snape murió… -susurró Draco-. Mi juramento ya no existe… ¡AVADA KEDAVRA!

El chorro de luz verde sí salió de su varita. No era su primera vez conjurándolo. Pero su padre, una vez más, se apartó a un lado y lo esquivó con agilidad. Con un rápido movimiento de varita, logró desarmar a su hijo casi de inmediato.

Y en ese preciso momento, Harry apareció de la nada y saltó sobre él.

-¡NO! -Lucius volvió a hacer que Harry saliera volando por los aires, cayendo detrás de una mesa llena de copas de vidrio, que se hicieron añicos en el suelo-. ¡ENTIENDAN QUE NO PUEDEN CONTRA MÍ, MOCOSOS ESTÚPIDOS!

Lucius tiró con violencia del brazo de Draco, que intentaba recuperar sin éxito su varita.

-Hablaremos de esto luego -le susurró con una mirada asesina y desquiciada-. ¿Me oyes? ¡AHORA OBSERVA CÓMO SE COMPORTA UN VERDADERO MALFOY! ¡YA NO MÁS DE ESTA PUTA MUGGLE EN TU VIDA!

Lanzó a su hijo a un lado y volvió a apuntar su varita hacia Hermione, que seguía desarmada e indefensa.

-¡AVADA KEDA…!

Pero entonces se oyó el ruido explosivo de muchos disparos saliendo de una pistola muggle, y todos contemplaron conmocionados cómo un montón de sangre empezaba a salpicar desde el pecho de Lucius, a medida que muchas balas impactaban contra su cuerpo…

El hombre trastabilló hacia atrás, pero no cayó al suelo. Con una expresión de sorpresa tan exagerada que en otros contextos hubiera causado gracia, se giró lentamente en el lugar para ver quién le había disparado…

Pansy Parkinson avanzaba caminando con dificultad por el pasillo tras él, con la pistola de su tía firme en la mano y con las marcas de las balas aun en su pecho, pero de alguna forma arreglándoselas para caminar, a los tropiezos…

Le había disparado por la espalda, pero las balas habían atravesado a Lucius por completo y por eso todos vieron la sangre salpicar a través de su pecho.

Pansy continuó disparándole hasta que la pistola se quedó sin balas. Estas impactaron todas contra el mago, que fue tropezando más y más hacia atrás con cada disparo que impactaba contra su cuerpo…

-Tú… Tú… -Lucius se llevó una mano al pecho, de donde chorreaba la sangre-. Tú eras sangre pura…

Pansy le dirigió una media sonrisa.

-Soy hija de muggles, imbécil.

La chica llegó hasta donde estaba Draco y entonces cayó de lado, sin más fuerzas. Draco logró atraparla en el aire justo antes de que golpeara contra el suelo.

Todos miraban a Pansy, la gran heroína de la noche, que parecía estar al borde de la muerte.

-¿Estás bien? -le preguntó Draco, sosteniéndola en brazos. Ella volvió a cerrar los ojos y asentir, pero lo cierto es que el color de su cuerpo estaba abandonándola cada vez más…

Entonces todo el mundo volvió a mirar a Lucius.

Y no fue una imagen bonita...

Lucius estaba apuntándose a sí mismo con su varita, y a medida que lo hacía las balas iban saliendo de su cuerpo, y las heridas iban cerrándose…

-¡YA MUÉRETE DE UNA VEZ, VIEJO VIRGEN SIN INFANCIA! -George apareció corriendo, salido de la nada misma, y se batió a duelo contra él, lanzándole cualquier maleficio que se le cruzó por la cabeza. Pero Lucius desvió todos sus maleficios con su varita y lo lanzó volando por los aires igual que como había hecho con Harry antes.

-¡Es inmortal! -chilló Cho Chang, con voz de idiota.

-¡SUS ESTÚPIDAS BALAS MUGGLES NO PUEDEN CONTRA MÍ! -gritó Lucius, exaltado-. ¡SU TONTA MAGIA ADOLESCENTE NO PUEDE CONTRA MÍ! ¡YO MATÉ A SEVERUS SNAPE, UN MAGO ADULTO MUY HÁBIL EN LA MAGIA NEGRA! ¡YO…!

Pero no pudo decir nada más, porque en ese momento todo el carruaje dio una sacudida brutal que lanzó a todo el mundo volando por el aire, incluso a él.

-¿Lo lograste, amogg? -preguntó Fleur.

Ron y ella estaban en la cabina de mandos, delante de todo, mirando por las enormes ventanas frontales a los caballos alados, que de pronto habían apuntado sus cabezas hacia abajo, plegado sus alas y emprendido un vertiginoso vuelo que iba hacia abajo, en picada…

-¡CREO QUE LOGRÉ ALGO! -aulló Ron, para hacerse oír por sobre el viento que ingresaba por las ventanas-. ¡Responden a estos comandos de aquí, eso está claro!

-¡Haz que bajen más leggnto, amogg! -gritó Fleur, desesperada, al ver que bajaban en picada y sin control.

Ron apretaba palancas y botones, pero los caballos continuaron bajando a toda velocidad, atravesando las nubes y descendiendo el vuelo de forma abrupta. De pronto la visión quedo clarísima ante ellos, saliendo del campo de nubes, y vieron la luz de las ciudades y pueblos debajo. El carruaje bajaba en picada hacia unos oscuros y montañosos campos…

-¡DETENGGLO, AMOGG!

-¡NO SÉ CÓMO HACERLO!

-¡AAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH!

En el salón principal, todos los adolescentes resbalaban desnudos por el suelo, cayendo unos sobre otros y gritando. Las luces parpadeaban de forma siniestra en el techo. El rugido del viento entraba por las ventanas. Todos eran conscientes de que estaban descendiendo el vuelo casi de forma vertical.

-¡VAMOS A ESTRELLARNOS!

-¡TODOS VAMOS A MORIR!

Luchando por abrirse paso entre la gente amontonada en el suelo, Harry se puso de pie y saltó encima de Lucius una vez más, que en ese momento alzaba su varita hacia Hermione de nuevo.

-¡NOOO! -Harry trató de quitarle la varita de nuevo y empezó a forcejear con el mago, mientras este hacía esfuerzos para quitárselo de encima.

-¡APÁRTATE, POTTER! -gritó este, mirándolo muy de cerca con sus ojos azules centellando con rabia-. ¡YA ME HARTASTE! ¡AVADA KEDAVRA!

-¡LO CONSEGUÍ! -gritó Ron, en la cabina de mando. Luego de tirar de una palanca, los caballos voladores abrieron sus alas y enderezaron el vuelo del carruaje, de nuevo de forma muy abrupta, a solo unos pocos metros de impactar contra el oscuro suelo del campo.

Todos en el salón volvieron a salir despedidos por los aires. El suelo volvió a quedar abajo, y el techo arriba.

En medio de todo el caos, Harry abrió los ojos. Seguía vivo. Pero hacía rato que había perdido su varita, y ahora veía claramente a Lucius Malfoy allí adelante, también vivo, enderezándose primero que nadie, con su varita firme en la mano y buscando a Hermione con desesperación, ya harto de todo, queriendo finalizar aquello…

Hermione había recuperado su varita. Se puso de pie y la apuntó hacia Lucius rápidamente.

-¡EXPELLIAR…!

Pero Lucius la desarmó de nuevo, casi sin esfuerzo.

Y ahora la tenía a punta de varita otra vez. Desarmada de nuevo. Y todo el mundo estaba en el suelo menos ellos dos.

Y nadie más podía ayudarla.

Y ahora sí que no había nada que hacer...

-¡AVADA KEDAVRA!

El maleficio asesino de Lucius Malfoy golpeó directo en el pecho desnudo de Hermione, lanzándola volando hacia atrás y haciéndola rodar por el suelo…

-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! -el aullido de dolor de Harry atravesó el aire y resonó en sus oídos por encima del zumbido del viento…

Pareció como si el tiempo se detuviera…

Lucius se enderezó, sacudiendo su largo cabello rubio y rompiendo en carcajadas delante de todos, victorioso.

Unas carcajadas crueles, despiadadas…

-¡SE LOS DIJE! -gritó, buscando a su hijo con la mirada-. ¡NO PUEDEN CONTRA MÍ! ¡YO HE GANADO! ¡Y TÚ, DRACO, REFLEXIONARÁS SOBRE TODO ESTO Y ENTRARÁS EN RAZÓN…! ¡Y LUEGO VENDRÁS CON TU FAMILIA DE NUEVO!

-Hermione

Harry tropezaba. No estaba herido, pero algo le impedía caminar. Sabía lo que le esperaba allí delante, y cada paso hacia allí se sintió como si fuera a ser el último paso que diera en su vida.

-Hermione, no…

Llegó junto a ella y se arrodilló a su lado. Y de inmediato rompió en un terrible llanto...

Porque no había dudas de que Hermione había muerto. Su rostro había quedado totalmente vacío. Sus ojos miraban hacia la nada, ausentes y brillosos. Su cabello castaño caía sobre el suelo, despeinado… No había latidos en su pecho desnudo…

Harry ya ni siquiera pensó en tratar de atacar a Lucius otra vez. Ya nada le importaba…

Se quedó allí, arrodillado junto a ella, llorando sin parar, a medida que algunos otros se acercaban también, conmocionados, sin poder creer lo que acababa de ocurrir…

Esta vez Hermione no se había salvado. Esta vez Harry no había llegado a tiempo. Esta vez no habría sanadores que la llevaran a San Mungo para su recuperación…

Draco se acercó también, trastabillando, y su grito de dolor resonó por toda la sala. Rompió en un llanto sin control él también, sosteniendo una mano de Hermione mientras lloraba más y más, sin parar…

De fondo, aun oían las crueles carcajadas de su padre…

Todo era terrible… Terrible pero real…

Y así finalizó la fiesta en el carruaje de Beauxbatons.