Send your partner a romantic text.
«La caricia es un lenguaje. Si tus caricias me hablan, no quisiera que se callen.»
—Mario Benedetti.
Yoruichi sería honesta al decir que nunca le habían gustado ciertas escenas de los doramas y los animes, los que veía cuando estaba muy aburrida o tenía insomnio. Había visto cientos de veces esa escena emocional en la que la pareja se encuentra en el metro para despedirse, preparándose para pasar quién sabe cuánto tiempo sin verse, el muchacho sujetaba con fuerza a la chica como si no quisiese dejarla ir nunca y esta lo asía reprimiendo las lágrimas. Esa clase de escenas la empalagaban tanto que la hacían querer vomitar.
Por otra parte, nunca había visto hasta ahora a Soi Fong y Jon despidiéndose. La mayoría de las veces la capitana llegaba con ella decaída, o llamaba a su mejor amiga para tratar de sentirse mejor. Pero Yoruichi a veces solía pensar que la mirada de la capitana era muy similar a la de las muchachas de esos Doramas, quienes después de despedir a sus enamorados miraban al resto del mundo como si algo les faltara. No negaría que se sentía un poco mal por Soi Fong pero, ¿Qué haría ella? ¿Decirle que rompiera con Jon? Aunque eso siquiera fuese una opción, Yoruichi sabía que Soi Fong no era ya una chiquilla, sino una adulta responsable que desde el inicio aceptó estar con el joven héroe aunque fuese de lejos. No se involucraría en algo que su discípula decidió y que, pese a la melancolía de la separación, era evidente que la hacía feliz.
En esta ocasión; Yoruichi veía desde lejos a la pareja en el balcón que mantenía sus manos entrelazadas. Soi Fong usaba su uniforme y haori, él su colorido traje de superhéroe —lo llamaba así más como burla que otra cosa por más que él sí lo sea. Es que suena tan caricaturesco—. Ambos parecían estar conversando de cosas simples, parecían tranquilos, pero Yoruichi sabía por la tensión en los hombros de Soi Fong que algo no estaba bien.
Ella, con el hombro apoyado contra la pared observó cómo Soi Fong y Jon se posicionaban frente a frente, aún tienen las manos entrelazadas, y luego se dieron un abrazo. Jon se inclinó de tal forma que la capitana pudiese rodearle el cuello con los brazos, y él le rodeó la diminuta cintura con los suyos, se miraron a los ojos y la chica le plantó un suave beso en los labios antes de separarse. Seguido de esto Jon se soltó y se elevó, se despidió con la mano de ella y a velocidad impresionante desapareció en el aire.
Si lo pensaba, la verdad a la morena se le hacía triste, y hasta un poco lindo.
Cuando los hombros de Soi Fong decayeron como si estuviese dejando ir un largo suspiro y luego se dio media vuelta, para ver a su maestra con sus melancólicos ojos grises Yoruichi hizo una mueca.
—Ay, creo que me voy a enfermar.
Muy triste y algo linda la despedida, pero nada le quitaba lo novelesco en su opinión. Soi Fong frunció el ceño.
—¡Soi Fong! ¡Oye, Soi Fong!
La capitana se despertó lentamente sintiendo un peso rebotar sobre ella, abrió con cuidado los ojos y vio a Yoruichi en su forma felina dando brincos sobre su abdomen. Soi Fong se frotó los ojos y se pasó la mano por la frente, los mechones de su flequillo se revolvieron más que antes, y después se apoyó en sus codos para erguirse un poco.
—¿Qué pasa, Yoruichi-sama?
—Vi tu calendario y quiero saber algo —Yoruichi dejó de saltar en el vientre de Soi Fong y la miró con sus enormes ojos dorados.
—¿Me despertó solamente para averiguar sobre mi calendario?
—Sí.
—¿Por qué no esperó a que me despertara por mi cuenta?
—Porque me iba a aburrir esperando —dicho esto el gato negro saltó del vientre y de la cama de Soi Fong. Ésta rodó los ojos, y como ya no tenía sueño apartó las sábanas que le cubrían las piernas y se levantó.
Soi Fong siguió descalza a su maestra felina hasta el calendario colgado en su pared, pero cuando vio la página y el número en el que estaban su expresión se entristeció.
—Se acerca el doce de octubre, Yoruichi-sama —murmuró ella.
—Sí ¿Cuál es el problema? —inquirió Yoruichi con su voz masculina.
—Es mi primer aniversario con Jon.
—¡Uh la la!
El instinto natural de burla de la mayor se activó sin siquiera tener en cuenta el tono apagado con el que la capitana le había dicho aquello. Al instante tomó su forma humana y con una gran sonrisa sarcástica se le acercó a la menor.
—Primer aniversario. Que interesante, Soi Fong —la morena apoyó su codo sobre el hombro de la capitana, quien ni se inmutó—. Nunca me has contado esa historia ¿Fue algo discreto o algo grande? Ese chico llama la atención simplemente por existir pero a la vez es demasiado tímido ¿Se besaron? ¿Con lengua o sin lengua?
—Y él no vendrá.
Soi Fong no tuvo que gritar para que esa frase callase a la morena y borrase la sonrisa de su rostro.
—¿No llegará a celebrar su aniversario?
—No —contestó la más baja.
—¿Por qué?
—Retomó sus clases esta semana, además de que Damian y Dick lo necesitan para desmantelar una banda de mafiosos polaca —la joven caminó hasta su armario para buscar su uniforme.
—La vida de ese hombre parece salida de una película de acción —comentó Yoruichi.
—Lo sé —contestó la capitana, en tono más triste de lo que pretendía mientras se metía en su baño.
Yoruichi no pudo evitar hacer una mueca de dolor ¿Soi Fong sola? ¿En su aniversario? Eso era deprimente cuando menos.
Se preguntó si era por eso que el ambiente el día anterior, cuando los vio despedirse era más triste de lo normal. Se preguntó si de lo que estaban hablando antes de abrazarse era de eso, de que Jon faltaría a una fecha tan significativa para cualquier pareja como lo era un aniversario por causa de sus ocupaciones. Si era por eso que durante todo el día notó a la muchacha tan decaída, más de lo normal cabía aclarar, porque Soi Fong siempre solía ponerse triste después de despedirse de Jon, entonces Yoruichi no la culpaba en lo absoluto.
La mujer morena escuchó la puerta del baño abrirse, ni se había dado cuenta de que había estado pensando en eso todo el rato.
—¿De eso hablaban ayer? Antes de que Jon se fuera —fue lo primero que le preguntó Yoruichi a Soi Fong cuando está salía con el corto cabello mojado, envuelta en una toalla y oliendo a shampoo de jazmín.
La capitana frunció el ceño: —¿Qué?
—De lo de su aniversario —contestó Yoruichi.
—Sí.
—Lo siento —volvió a decir Yoruichi de modo más sincero.
Si ella se solía sentir desanimada cuando celebraba sola su cumpleaños con Kisuke, lo que ya era más o menos una costumbre, no imaginaba lo que era para Soi Fong no poder reunirse con su novio en su primer aniversario, no el segundo ni el tercero, el primero.
Soi Fong suspiró. —No importa, Yoruichi-sama. De todas formas yo también estaré ocupada.
—Pueden cuando menos hacer una videollamada. No es como verse cara a cara pero es algo.
—Él me sugirió eso —la joven sonrió mientras se ocultaba tras las puertas de su armario para vestirse—. Me prometió que me llamaría cuando terminara su redada y veríamos una película.
—¿Sólo eso? —preguntó la morena.
—No sé qué más tenga planeado Jon —dijo la capitana desde la puerta todavía—. Pero ya tengo listo su regalo.
—¿Su regalo? ¿Qué es?
—¿Por qué se lo diría? —respondió Soi Fong con un tono que le hizo a Yoruichi fruncir el ceño.
—Que grosera —espetó Yoruichi.
Por su parte, Soi Fong rodó los ojos con diversión. Eso le pasaba a su maestra por pasarse de curiosa. Cerró el armario una vez se anudó el cinturón amarillo y regresó al baño a cepillarse el pelo húmedo y los dientes.
Jon siempre decía que le encantaba el aroma de su cabello. Eso fue lo que pensó mientras se acomodaba el flequillo con el peine.
—¿Le escribirás una carta?
Soi Fong no esperaba eso. Se asomó por la puerta con una ceja alzada.
—¿Una carta?
—Sí, una carta —repitió Yoruichi en tono sarcástico— ¿Tú y Jon nunca se han mandado cartas?
—Claro que sí.
—Entonces no será difícil para ti hacerle una carta de amor a Jon... Como el testamento que escribiste para Kisuke hace años.
—¡Por millonésima vez. Esa no era una carta de amor! —replicó Soi Fong a lo que su ex-mentora estalló en carcajadas.
Para ser franca, la idea de dejarle una carta a Jon se le quedó metida en la mente a Soi Fong incluso después de que su maestra se fuera. Sí le dejaba notas a Jon, pero era muy rara vez porque ella apenas sabía reconocer sus propios sentimientos, más difícil todavía era expresarlos en palabras.
Pero decidió que lo haría, la ocasión lo ameritaba.
Por desgracia el rato pasaba y no se le ocurría nada. Había pensado en escribir la carta mientras estaba haciendo su papeleo, pero entre reportes y solicitudes se había olvidado por completo de eso y las pocas ideas que tenía las acababa desechando por considerarlas incoherentes, demasiado cursis o incluso espeluznantes.
Sin más opciones, agarró su celular e hizo una videollamada, apoyó el teléfono en la pila de papeleo que tenía pendiente y esperó la respuesta.
Contestó una mujer de largo y rizado pelo azulado sujeto con una diadema brillante, brillantes ojos rasgados azules y mejillas y labios sonrosados. Sonrió al instante de ver a la capitana trabajando.
—Hola, Soi-chan. Me sorprendió que tú me llamaras —saludó la mujer.
—Hola, Mei-chan —contestó Soi Fong, firmó la hoja que estaba leyendo, la puso sobre la pila completa y luego miró a la pantalla—. Odio decir esto pero... Necesito tu ayuda.
—¿Tú necesitas mi ayuda? —Mei tenía una ceja muy alzada y una expresión algo altanera, una que le hizo fruncir el ceño a la capitana.
—No empieces a presumir. Es que estoy desesperada.
—Eso no te pone en mejor posición, Soi-chan —replicó Mei a lo que la joven bufó, aunque con las mejillas coloradas.
Para hacer tiempo la capitana volvió a tomar una hoja y fingir que leía con atención, aunque desde la primera letra ya sabía que era sólo un reporte más sin nada interesante. Firmó rápidamente y apartó la hoja.
—¿Y bien? —habló Mei desde la pantalla. Soi Fong tomó aire por la nariz y la volvió a mirar.
—La cuestión es que pronto será mi primer aniversario con Jon y...
—¿Su primer aniversario? ¡Eso es tan lindo! Recuerdo cuando me dijiste que...
—¡¿Por qué todos me interrumpen cuando digo esto?! —dijo bruscamente la comandante.
Mei se calló y sonrió culpable al notar la vena marcada en la frente de su amiga.
—Lo siento.
—En fin —continuó Soi Fong—. Pronto será mi primer aniversario con Jon, pero él no podrá venir porque...
—¿No vendrá a su aniversario? —repitió Mei.
—¡Déjame acabar, Mei Ling! —Soi Fong suspiró con frustración, Mei alzó ambas manos en señal de rendición o como queriendo apaciguarla— No, no puede venir, y yo tampoco puedo ir a verlo. Pero acordamos vernos por videollamada y tengo su regalo listo.
—¿Qué es? —preguntó Mei.
—¿Por qué te lo diría? —contraatacó Soi Fong a lo que la otra mujer hizo una mueca.
—Qué grosera.
—Yoruichi-sama me dijo lo mismo —rió Soi Fong, Mei sólo rodó los ojos.
—Ve al grano, pequeña —espetó la de ojos azules.
—Quiero que me ayudes a escribirle una carta a Jon.
Dos minutos de silencio, o un minuto, quién sabe. Pero Soi Fong habría jurado incluso que notó un arbusto rodante pasar por su oficina, o quizá fue alguna bolsa de galletas vacía que Omaeda tiró por ahí.
—¿No le has escrito cartas a Jon antes? —cuestionó Mei.
Soi Fong sintió que la vena volvía a marcarse en su frente.
—Sí, pero esto es diferente —replicó—. Es una carta de aniversario, nuestro primer aniversario, y no quiero que se lea como una nota cualquiera. Es sólo que no sé cómo escribir algo diferente a todo lo que he escrito.
Mei por un momento no dijo nada, se mordió una uña pensativa.
—¿Qué te ha hecho sentir Jon hasta ahora, Soi-chan? —preguntó Mei de la nada.
—Pues... Me siento bien —explicó confundida la joven—. Es dulce conmigo, está a mi lado siempre aunque no esté conmigo, siendo un mocoso me ha enseñado un montón de cosas que yo sola jamás hubiera concluido, me abraza cuando lo necesito incluso desde lejos y...
Mei negó con la cabeza.
—Eso sólo dice que te sientes bien con él, Soi Fong, y es perfecto que así sea. Pero también te sientes bien con Shihoin-san o conmigo ¿Cierto?
—Sí —contestó Soi Fong.
—Y no te gustamos como te gusta Jon ¿O sí?
—No, claro que no.
—Entonces...
Mei fue interrumpida por el llamado de un hombre. Su esposo. Mei silenció la llamada un momento para responder y Soi Fong pudo ver parte del cuerpo del hombre en la cámara del teléfono. Soi Fong sonrió con burla cuando vio como este hacía un gesto discreto con la mano, en señal de que reconocía que había alguien al teléfono, y luego agarró a Mei por el mentón y se inclinó para plantarle un beso. Todo delante de Soi Fong. Después él se separó y se fue ignorando por completo la expresión atónita de la de ojos azules, Mei volvió a encender el micrófono justo a tiempo para escuchar la carcajada que soltó Soi Fong, tal que golpeó su escritorio con la mano y luego con la frente.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué tiene de raro?! —preguntó Mei, roja y con la voz una octava más aguda de lo normal.
—Aioros... Aioros sabía que yo estaba viendo —respondió Soi Fong con dificultad entre sus risas. Alzó la cabeza para ver a Mei
—¿Cómo sabes? —interrogó Mei a la defensiva.
—Me hizo una seña —la capitana se irguió e imitó con su mano el gesto de Aioros—. Marcando territorio al parecer.
Soi Fong sabía por qué lo decía. Era más o menos un hábito que el esposo de su amiga parecía tener sólo cuando Mei estaba hablando con Soi Fong. Se aparecía de pronto y la abrazaba o la besaba delante de ella. Con una actitud que a Soi Fong le hacía pensar que Aioros intentaba demostrarle algo.
Igual posesividad, Dios los cría y ellos se juntan. Pensarlo hacía reír más a la comandante.
—Ay, cielos... Qué risa —murmuró Soi Fong secándose las lagrimitas que se le habían salido. Suspiró y se acomodó en su silla— ¿Qué decías antes?
Ésta vez fue Mei la que suspiró.
—¿En qué estaba? Ya me acordé —la mujer también se acomodó y tomó aire—. Como te iba diciendo: Puedes sentirte bien con cualquier persona sin tener lo que tienes tú con Jon ¿Qué otras cosas sientes cuando estás con él que no suceden conmigo o con Shihoin-san?
Soi Fong lo pensó un poco y respondió.
—Mi corazón late más rápido de lo normal, me siento feliz de tan sólo verlo aunque esté en una pantalla. No me considero muy cariñosa, pero cuando me abraza no quiero que me deje ir nunca. Pensar en él y en cuándo podré volver a verlo me da ganas de seguir mejorando y hasta de hacer el papeleo de noche, y aunque a veces dudo porque estamos a kilómetros del otro cuando lo tengo frente a mí siento que vale la pena.
Mei asintió y sonrió con profunda ternura, podría ser porque notó cómo la voz de Soi Fong iba cambiando de atropellada y dudosa a dulce a medida que hablaba, o porque vio sus ojos brillosos y mejillas sonrojadas.
—Eso es lo que podrías decirle en la carta, u otras cosas. Decirle cómo te has sentido con él a lo largo de este año y qué piensas de seguir con él en el futuro.
—No sé cómo decirlo —replicó Soi Fong.
—No te obligues a escribir algo muy sentimental porque no eres así —respondió Mei con los ojos llenos de ternura—. Date tiempo y te aseguro que las palabras llegarán solas a tu mente.
—Si tú lo dices —Soi Fong hizo una mueca, dudosa.
Mei se giró a ver detrás de ella, como si estuviese atendiendo al llamado de alguien. Luego le dijo a su amiga.
—Tengo que irme, Soi-chan. Te hablo en la noche.
—Aioros te va a cobrar algo ¿No es así? —la capitana sonrió con malicia al ver que la otra mujer volvía a ponerse colorada.
—No digas tonterías. Adiós.
—Adiós, Mei-chan.
Su mejor amiga cortó la llamada, y Soi Fong suspiró, borró su sonrisa y sin ya otra cosa qué hacer o decir, reinició su trabajo. Aunque Mei le había dicho que las palabras le llegarían por sí mismas seguía teniendo esa inquietud intacta en el pecho. Ella no era una persona conectada con sus sentimientos aunque tenía muy claro su cariño hacia Jon. Había llamado a Mei precisamente para que ésta le dijese qué hacer al respecto puesto que la otra mujer era el sentimentalismo caminando, y aunque le había dado más o menos una idea. No había ayudado demasiado, en su opinión. Soi Fong terminó considerando la idea de dejar lo de la carta para otro momento y dejar solo el regalo. A Jon le habría de encantar de todos modos.
El tiempo pasó, sólo se escuchaba su respiración y el ruido de su pluma sobre el papel. Omaeda no estaba molestándola, sus soldados estaban entrenando afuera y por el momento las solicitudes estaban cerradas. Era un rato de paz como pocos que la capitana tenía para poder trabajar. Y ésta, aunque trataba de concentrarse en el reporte que estaba leyendo no lo conseguía. Su mente se iba a otro lugar, sentía algo atorado dentro, como cuando uno tiene un montón de cosas para decir y tiene que decirlo antes de que sea demasiado tarde y aquello se marche, y eso aumentaba cuanto más miraba el papel y la pluma en su mano.
Soi Fong se levantó de golpe de su escritorio, buscó en uno de sus estantes una hoja por completo en blanco, regresó a su lugar, tomó su pluma y comenzó a escribir. Algo totalmente ajeno al papeleo que todavía le faltaba, algo de lo que seguro se avergonzaría más tarde o cuando menos lo consideraría incoherente con ganas, algo de lo que si Yoruichi, Mei o la Asociación de mujeres Shinigami se enterasen no podría ni mirarlas a los ojos. Pero en ese momento no le importaba nada, ni la reputación que tenía por mantener, ni las bromas de su maestra ni los molestos cánticos de sus compañeras. Solamente era algo que le nacía hacer porque sí.
Porque se trataba de Jon.
Cinco días pasaron y llegó el once de Octubre. Era la mañana en la que tendrían que viajar al Norte de Polonia, donde se encontraba el escondite del líder de aquella dichosa banda al margen de la ley. Su padre fue muy claro cuando dijo que debía levantarse tempranísimo para poder prepararse sin ninguna prisa, encontrarse con él en la casa de sus padres y luego volar a Polonia para esperar ahí a Bruce, Damian y Dick, quienes llegarían encubiertos en un Jet privado —¿Qué tan discreto podía ser un Jet privado de millones de dólares perteneciente a la familia Wayne? Ni Clark ni Jon ni el mismo Dick tenían la respuesta pero Batman y el nuevo Robin sabrían lo que hacían—. De antemano Jon había enviado un correo a la directiva de la Universidad justificando su ausencia prolongada por "problemas familiares", aunque el plazo máximo que le habían permitido era de dos semanas y el héroe sabía muy bien que después tendría que batallar muchísimo para poder ponerse al corriente con todo lo explicado en su ausencia. Pero quería ser positivo, valdrían la pena algunas noches sin dormir de Jon Kent si eso significaba que un grupo de personas crueles sería encerrado luego de años esquivando la justicia.
Jon se estiró, giró el cuello como queriendo quitarle tensión y se puso de pie, abrió su clóset en donde metía su mochila dispuesto a empacar algunas pertenencias. Pero se topó con el calendario colgado en la puerta de este, el que por paz mental había tratado de ignorar toda la semana, y al fijarse en el día que era no pudo contener la tristeza que sintió.
Pasaría su aniversario con Shaolin rastreando a un grupo de criminales en otro país, en lugar de estar con ella. Cuando se lo dijo ella lo entendió, siempre lo hacía, incluso le advirtió que no permitiera que eso lo distrajera en su deber o en plena pelea. Pero su último abrazo se sintió más amargo de lo normal, su último beso se sintió nostálgico, dolió un poco. Y a diferencia de ella él no podía fingir ser fuerte al respecto. Siempre dolía igual apartarse de su novia, y más aun en un día como ese.
Jon bajó la mirada como si el calendario lo hubiese insultado o se estuviese riendo de su desgracia en su cara, y mantuvo la cabeza baja mientras sacaba todo lo que iba a llevarse a la misión. Cuando tuvo su mochila lista y llena sobre su maleta se metió al baño para ducharse sin siquiera molestarse en verse en el espejo, seguro tendría el cabello revuelto y los ojos hundidos por el sueño aún presente, y sin más se metió a la ducha sin fijarse en la temperatura del agua.
Cuando salió se vistió con su traje de Superman, aunque procuró ponerse pantalones de chándal oscuros, una chaqueta negra con capucha encima y sus lentes. Ya le había sucedido que a esas horas se topaba a algunos de sus vecinos que regresaban por esas horas de reuniones o fiestas, o que salían para asistir a sus clases en las horas más tempranas, y estos casi lo habían atrapado cuando se iba volando o con su llamativo traje de héroe. Podría decirles que iba también a clases o algo parecido, aunque sería mentira.
Jon pensó que quizá podría subir a la azotea para poder emprender vuelo cómodamente.
En efecto, se encontró con algunas personas mientras bajaba las escaleras, un trío de muchachos ebrios que subían sosteniéndose uno sobre el otro, dos muchachas que lo siguieron con la mirada riendo con picardía hasta que él desapareció de su vista, el conserje del edificio que lo saludó, y otra muchacha que olía a alcohol pero parecía muy consciente de sí misma.
En la recepción el encargado lo llamó diciéndole que tenía un paquete y una carta. Jon primero revisó su celular y tras ver que todavía tenía unos minutos se acercó a preguntar.
—Tengo prisa así que no puedo recibir el paquete ahora, puede pasarme la carta —le dijo el muchacho, a lo que el recepcionista asintió, buscó en las gavetas donde guardaba el correo de los inquilinos y sacó un sobre para pasárselo a Jon.
—Es de una tal Shaolin, pero no tiene apellido ¿La conoces?
El hijo de Superman sintió que su corazón daba un salto, y rápidamente aceptó el sobre, le agradeció al hombre y salió corriendo del edificio ignorando los gritos del recepcionista diciéndole que firmase en evidencia de que había recibido su correo. Jon corrió por la acera vacía con una energía que antes no tenía, hasta la casa de sus padres. Ni siquiera se dio cuenta de que ya había llegado hasta que casi se estrelló contra la puerta, y con su respiración agitada, abrió el sobre y desdobló la carta de Shaolin. A medida que leía su rostro se iba arrebolando más, el corazón se le aceleraba pidiendo de nuevo correr o volar, pidiendo ir a buscarla, el calor que no tenía ninguna relación con sus poderes lo cubría y de repente pensaba que la misión no podía ser tan pesada.
ˏˋ ˎˊ
Querido Jon:
No sabes lo surrealista que se siente para mí el hecho de que hayan pasado ya cuatro años desde que nos conocimos, y un año desde que empezamos a salir. Para mí el tiempo pasa desapercibido, los cambios en mi vida desde hace mucho eran nulos, pasaba lento, monótono y silencioso. Me había acostumbrado a ese estilo de vida sin nada más que mi trabajo, lo que me da propósito para vivir.
En los últimos años en general todo en mi vida se fue desmoronando y de una extraña forma se transformó. Yoruichi regresó después de cien años y aunque me juraba a mí misma que la atraparía no fui capaz, los recuerdos me superaron, la estructura sobre la que el Seireitei entero se sostenía colapsó por completo, hice una amiga, una amiga que no se parece en nada a mí, una que con su sensibilidad excesiva me ha dado un hombro para llorar al que todavía no me he acostumbrado, incluso desde lejos, mi comandante murió, mis compañeros han cambiado.
El cambio más grande has sido tú. Supongo que ya lo sabrás desde el inicio.
Desde hace cuatro años que te conozco ha sido una montaña rusa de emociones. Entre tantas cosas extrañas y malas que sucedían también tenía que lidiar con un mocoso casi de acero que no me dejaba tranquila, que siempre quería saber más de mí, que se ponía nervioso cuando lo dejaba solo y otro montón de cosas que no te podría explicar por aquí. No te mentiré, intenté deshacerme de ti, algo que ahora me avergüenza cada vez que lo recuerdo, creí que tú con tu sonrisa tonta y charla en un japonés que aprendiste casi de la noche a la mañana interrumpías la poca tranquilidad que me podía permitir.
Pero cuando llegó la guerra contra Ywach, cuando tuve que pedirte por tu propia seguridad y paz mental que te alejases de mí y te vi a los ojos, llenos de lágrimas por mí. Supe que me había habituado tanto a tenerte a mi lado que no sabía si sobreviviría a ese ambiente lleno de dolor en el que faltabas tú.
Cuando decidí estar contigo sabía desde el principio lo que iba a suceder, sabía que cada vez que te despideras de mí iba a sentir ese mismo dolor que cuando te pedí que lo hicieras, sé que me aterran las despedidas y en ese momento también lo sabía, sé que volveré a sentir ese pavor de que un día me des la espalda y acostumbrado a mi ausencia nunca vuelvas a volverte hacia mí. Incluso me sentí estúpida porque va contra todo lo que siempre creí y dije creer, que es mejor crecer sola y alejarme de lo que sea que pueda arruinar mis barreras.
Lo sabía todo y aún así decidí estar contigo.
No quiero que olvides nunca esto. Durante todo este primer año, al principio siempre lloraba cuando te ibas, y volvía a sentirme estúpida. Yoruichi no decía nada, pero podía ver en su rostro que estaba preocupada por mí. Matsumoto me dijo que no iba a durar, que las relaciones desde lejos sobreviven cuando mucho ocho meses. Y llegué a pensar que tenía razón.
Pero decidí quedarme, porque nunca me has fallado en cuatro años que llevamos de conocernos, y confiaba en que no lo harías ahora. Porque mi cabeza y mi entorno me decían que saldría mal pero algo más me decía que podría salir bien, porque me enseñaste que a veces es mejor saltar a tientas que quedarse en la superficie y perderse un tesoro. Yo sabía que podría ser un desastre pero lo elegí, te elegí, ha pasado un año y ambos estamos bien.
Yo decidí quedarme, yo decidí quererte, y no me arrepiento de mi decisión. Cuando temas ofenderme por tus ocupaciones recuerda esto. A pesar de todo te quiero, te quiero con todo en contra, te quiero desde lejos, y estoy para ti esperando tu abrazo.
Shaolin.
ˏˋ ˎˊ
