Capítulo 46

El mediodía había pasado hacía un par de horas, y como había esperado la pareja, las calles del pequeño pueblo se hallaban desiertas ante el calor del verano.

Aquel fue el momento para ponerse en marcha nuevamente, y abandonar el restaurante de carretera donde había parado tras el trabajo de interrogatorio de la mañana.

Apenas habían obtenido información útil sobre el asesino al hablar con los vecinos. Muchos eran nuevos, y los antiguos solo habían hablado de su difunta abuela, de que Jeff Carson casi ni pasaba por casa y salía mucho, así como que no tenía muy buena relación con la pobre anciana, quién al final había tirado la toalla con el chico.

A pesar de que los vecinos afirmaban que en la antigua casa hacía años que no vivía nadie, Rust y Sally no habían cambiado sus planes, dirigiéndose en aquella hora hacia el lugar para entrar sin ser vistos.

El silencio era el protagonista dentro del vehículo, algo que era de esperar, pero la camarera se sentía incómoda y sorprendida ante la actitud de Cohle. Era como si aquella mañana y la noche anterior no hubieran existido, volvía a parecer indestructible y confiado, sin atisbo de la vulnerabilidad que había presentado, aún incluso cuando habían amanecido abrazados en la misma cama, justo como habían caído dormidos. Sally era incapaz de entender aquello.

La mujer salió de sus pensamientos cuando la camioneta se detuvo, estacionando a un par de calles del lugar.

-Vamos. -Dijo el camarero al contemplar que no había nadie alrededor, haciendo que ambos salieran del coche.

Nadie dijo nada más, procediendo a lo que habían acordado con anterioridad. Sally se quedó junto al vehículo vigilando, mientras el rubio se dirigía a la parte trasera de la pequeña casa de una sola planta.

A penas pasaron más de un par de minutos cuando Sally sintió vibrar el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón corto, señal de que ya podía seguir a Cohle.

La puerta que comunicaba con la cocina de la vivienda estaba medio abierta, lo suficiente para que ella entrara sin tocar nada en el pequeño espacio donde aún estaba el rubio.

-¿Sabes? Da miedo ver lo rápido que puedes abrir una puerta ajena.

-Es una antigualla, una moderna sería mucho más difícil, muchas imposibles con mis métodos. Toma, póntelos.

La morena tomó los guantes de látex que le pasaba, observando entonces que él llevaba los suyos. El silencio volvió a invadir la zona nuevamente, y ambos comenzaron a examinar la casa, abandonando pronto la cocina.

El salón se hallaba en una ligera penumbra, permitiendo ver si necesidad de luz. La sala estaba llena de polvo y suciedad por el paso del tiempo. Sin embargo, Rust se acercó a una pequeña mesa frente al sofá, contemplando latas vacías y restos de cigarros sobre ella.

-Parece que alguien ha estado aquí y no hace tanto tiempo.

-¿Eso de ahí es un generador? -Preguntó la camarera al observar cerca del sofá grisáceo el aparato.

-Sí, eso es. No hay electricidad ni agua, por eso está aquí.

-Está claro que, si no es él, alguien merodea de vez en cuando. Fíjate en esas zonas de la mesa; apenas hay polvo, no como en las otras donde nadie ha tocado. No han podido pasar más de un par de semanas desde que alguien estuvo aquí.

Rust le dio la razón en un susurro, continuando con su inspección hasta abandonar la sala para encarar el corto pasillo y entrar en la primera habitación de las otras dos que había.

El dormitorio era tan austero en mobiliario y sucio como el salón. En la mesilla cercana a la cama individual había restos de alcohol y tabaco, algunas prendas de ropa de hombre tiradas en un rincón del suelo, y un armario viejo sin apenas contenido en el interior.

Sally observó algo sobresalir levemente de debajo de la cama, con lo que se agachó y miró debajo, encontrando varios papeles que recolectó antes de levantarse y poder leerlos, dándose cuenta pronto de que eran recortes de periódicos antiguos.

-Rust, mira.

El mentado se olvidó del armario para acercarse a la mujer, leyendo los titulares de aquellos recortes que le pasaba; todos eran de asesinatos de hacía años que atribuían a Carson, incluido el de Jessica.

-El más reciente es de la identificación de los restos de Elisabeth. -Susurró Rust casi de forma inconsciente.

-Sabemos entonces que no hace más de un par de meses, al menos, que debió venir por aquí. Tiene que ser él, ¿verdad? ¿por qué alguien guardaría estos crímenes concretamente? O estás investigando como nosotros o…

-Lo haces por ego, son tus logros. -Respondió él tras el mutismo abrupto de ella, pasando a mirarla antes de continuar. -Déjalo donde estaba y terminemos de registrar la casa, Sally. Esta noche en el club las cosas pueden ser más que productivas, hay que prepararse bien.

La morena asintió, tomando los papeles en sus manos para devolverlos a su sitio, continuando en silencio el examen del lugar con el corazón acelerado ante todas las cosas que pasaban por su mente.


Unas horas después de la caída del sol, la pareja se había puesto en marcha hacia el puticlub de carretera tras haber gastado toda la tarde en continuar con la investigación de Carson y Billy, así como preparando la coartada de Sally si lograban dar con él.

Finalmente habían decidido no separarse desde el inicio, con lo que entraron juntos en el amplio edificio de luz tenue, donde varios hombres se encontraban frente a la barra americana y la del propio bar.

Caminaron con discreción por un lateral de la sala, evitando el bullicio céntrico donde se encontraban las strippers y sus clientes, observando a su alrededor mientras se dirigían a la barra.

Sally trataba de controlar sus nervios, sintiendo cómo su corazón latía con velocidad, a causa del miedo y la expectación generados por aquella peligrosa aventura que le hacían sentir cosas tan contrastadas.

En cuanto pudo contemplar bien a las personas cercanas a la barra, la camarera notó que su pecho se constreñía por completo al encontrar al objetivo.

De forma automática, al observarse tan cerca del lugar mientras Billy hablaba con otro hombre y de vez en cuando miraba alrededor, Sally se acercó veloz a Rust atrayéndolo hacia ella y pegándose contra la pared.

-Está en la barra hablando con un tío. -Habló al tener al rubio de frente, pasando a abrazarlo para poder ver de nuevo a Billy.

-Cambiemos la posición; es el tío que está en la esquina derecha de la barra, el gordo de pelo rizado corto oscuro, sin barba, con la camiseta roja.

Rust asintió cuando ella se separó levemente, abrazando a la morena para fingir que se besaban y colocarse él contra la pared, mirando por encima del hombro de Sally.

-Lo veo, sí. ¿No has reconocido a nadie más?

-No, a nadie.

-Bien, pues empecemos con el plan, Sally. Me pondré donde pueda vigilaros. Al mínimo problema si te dice de largaros, llámame discretamente y no cuelgues.

-Sí, lo sé, tranquilo.

Ambos volvieron a separarse, contemplándose durante unos instantes. Rust encontró el miedo en el rostro de la camarera, quien no podía disimularlo aunque lo sonriera levemente antes de alejarse hacia la barra.