Capítulo 53

El atardecer enrojecía el horizonte mientras el sol iba ocultándose tras las leves ondulaciones de la lejanía, perdidas de la vista de Sally cuando la ranchera roja giró.

El vehículo destartalado de Rust se detuvo en el parking del restaurante de carretera, ya más que familiar para ambos. Sin decir nada, el rubio miró su reloj de muñeca, contemplando que aún faltaban 15 minutos para la hora en la que Sally había citado al narcotraficante.

No estaba seguro de que aquello resultara, ni siquiera porque aquel hombre empatizara con el objetivo de la mujer. No obstante, ella parecía segura y decidida a arriesgarlo todo por intentarlo, y aquella decisión no había cambiado un ápice desde que mandó el mensaje con el móvil del policía.

La morena había rogado al mexicano que le diera una oportunidad de hablar solos los dos, porque estaba segura de que él era el único que podría ayudarla a resolver el crimen de su hermana. Había rogado su ayuda por última vez, citándolo en aquel lugar a última hora de la tarde.

La voz de Sally distrajo a Cohle de sus pensamientos, haciendo que la contemplara.

-Debes irte, Rust. Aunque Ricardo no venga, sus hombres le dirán si he cumplido con mi palabra. Tengo que esperar yo sola si aparecen, que vea que voy en serio del todo.

-Sí, está bien. Puede que incluso tengan a alguien por aquí vigilando, aunque sólo sea para matarnos.

-Lo descubriremos pronto, supongo. -Agregó con ironía, pasando a abrir la puerta para salir, deteniéndose ante la voz del hombre.

-Ten cuidado, sobre todo con lo que dices. No prometas nada que no puedas cumplir.

-Lo sé, tranquilo.

-Llámame si no aparecen, o cuando termine todo si finalmente os veis. Iré a por ti.

Tras asentir a la vez que murmuraba un gracias, Sally amagó de nuevo con salir del coche, pero se detuvo en seco para girarse de nuevo hacia él.

No pudo reprimir la necesidad de besarlo como despedida ante lo que se avecinaba. Si iba a morir aquella noche, no quería hacerlo pensando en que podría haberlo hecho y se había achantado, como tantas otras veces.

Apenas se hubo separado del expolicía, la camarera salió del vehículo finalmente, susurrando que él también tuviera cuidado. Caminó sin mirar atrás, hacia la zona del parking donde solían darse los encuentros, escuchando poco después el motor de la camioneta volver a la vida para alejarse.


Sally volvió a mirar el teléfono, fijándose en la hora tras ver que no había recibido nada. Había pasado casi una hora y empezaba a dudar.

Casi había oscurecido por completo, y contemplaba sentada en un bordillo en el extremo del parking, a los pocos transeúntes que entraban o salían del local.

La mujer se puso en pie en cuanto reconoció uno de los vehículos oscuros del narcotraficante, tirando su cigarro al vislumbrar que apagaba las luces y se quedaba parado cerca de la salida por donde había entrado. Sin pensarlo, Sally se dirigió hacia el coche al conocer el ritual.

Sin decir nada abrió la puerta trasera, intentando que su nerviosismo no se reflejara en su cuerpo, que sentía rígido a pesar de haber aceptado en su interior cualquier cosa que pudiera pasar.

Tal y como esperaba, ni el conductor ni el hombre que se hallaba sentado a su lado, y conocía, habían dicho una palabra. Ella se limitó a hacer un leve gesto de cabeza a modo de saludo al intercambiar una mirada con su acompañante, quien le mostró aquel saco oscuro que iba a cubrir su cabeza.


Sally caminó aún con la cabeza tapada, guiada por aquel hombre que la sujetaba de un brazo al sacarla del coche. No escuchaba nada alrededor, salvo las pisadas de ambos sobre la hierba, el leve chirrido de una puerta al abrirse poco después, y de nuevo el silencio.

Tras sentarla en una dura silla, destaparon su rostro finalmente. Como había supuesto, estaba en la cabaña del bosque, y Ricardo se hallaba frente a ella con rostro serio, y una pistola sobre la mesa. Habló de forma dura, centrando sus ojos en los de ella.

-No sé si entiendes realmente de qué va esto, o quizás piensas que por algún motivo no sería capaz de matar a una mujer, o a alguien inocente. ¿Crees que no voy en serio con lo de mataros si me tocáis los huevos, Sally? ¿Crees que estoy donde estoy por dar segundas oportunidades?

-No, claro que no pienso eso. Soy muy consciente de quién eres, y de que me he excedido en pedirte esto, y te pido perdón con verdadera sinceridad. Pero estamos aquí, has accedido, y no creo que sea para pegarme un tiro sin más, porque eso serían problemas que ahora ni siquiera tienes.

-¿Por qué no me hablaste cuando tuviste la oportunidad el otro día? Me estás haciendo exponerme.

-Lo siento, pero me mandaste secuestrar en mi casa y me pusiste una pistola en la cabeza; no estaba en mi mejor momento cognitivo, así que cuando pude superar el shock y pensar, recordé todo. Por favor, déjame explicarte, dame respuestas si las tienes y se acabó de verdad. No puedo ofrecerte mucho a cambio de tu ayuda, pero si puedo hacer algo lo haré. Tengo que encontrar a ese tío, y si no puedo hacerlo me dará igual que me maten ya, Ricardo. Ha pasado demasiado tiempo y estoy muy cansada.

El hombre meditó unos instantes sin dejar de escudriñarla, encontrando la sinceridad en aquella mirada que ya no tenía miedo. Finalmente habló, moviéndose en su silla para cambiar la postura.

-Hay algo que podrías hacer por mí, que está a tu alcance, y sería un buen intercambio por mi ayuda ahora.

-Te escucho. -Agregó con firmeza, a pesar de que el temor creció en su interior ante la incertidumbre.

-Tienes contacto con la policía, aunque sea de forma indirecta. No sé qué sabrán ellos sobre lo que habéis estado haciendo Rust y tú por aquí.

-Nada relacionado contigo, sólo con Billy. El único que sabe algo sobre ti es el tercero de nuestro grupo, el expolicía que trabajó con Rust en homicidios. Él es quien está en contacto con la policía, el que consigue la información confidencial a través del inspector que está llevando el caso del asesino de mi hermana y de tanta otras.

-Bien, eso es lo que me interesa. Quiero que le pases un chivatazo. Quiero joder una entrega de mi rival, otro mexicano que mueve lo suyo desde allí, y me la ha jugado robándome mucha coca. Sé cuándo y dónde va mover mi droga, así que quiero regalarle una buena redada que le joda un tiempo.

-Está bien, dime qué tengo que decir y haré lo que necesites.

-Bien, antes de irte dejarás un mensaje a tu amigo en su móvil. Te pasaré el texto para que lo leas simplemente. Ahora cuéntame que se supone que puedo saber sobre ese hombre al que buscas.

-¿Cuando pasó lo de la caravana de Billy, lo estuviste vigilando? ¿O antes de que se la llevara?

-Sí. Quise averiguar si me había dicho la verdad, o estaba desviando parte de mi material por otra vía, sin mi supervisión. Alejandro de hecho fue quién se ocupó de ello. -Dijo señalando al hombre allí de pie, vigilando. Sally habló al instante, mostrando parte de su ansia. Habló a la vez que sacaba un papel doblado de su bolsillo.

-¿Viste al tipo que se llevó entonces la caravana? ¿Era este tío de aquí? La foto tiene años, pero se le ve bien.

Ricardo hizo un gesto para que su subordinado obedeciera, contemplando la fotografía detenidamente antes de hablar.

-Sí, ese tío fue el que se llevó la caravana. Era verdad que se la había dejado a un amigo para un viaje, o eso fue lo que contó. Estuvimos vigilando el día que Billy dijo que le devolvería la caravana, y fue ese tío el que la dejó en su casa, y se quedó allí toda la noche. Nos fuimos antes de que amaneciera, así que no supimos más de él.

-Está aquí. El cabrón de Billy ha mentido todo este tiempo. -Susurró la camarera con la aprensión aprisionándola internamente, pero pronto aquello fue eclipsado por el deseo de llegar al final tras tanto tiempo.