Él estaba sentado observando por su ventana como las gotas de lluvia caíanperdido en sus pensamientos, perezosamente se levantó y tomó uno de sus tantos libros de su estante y volvió a sentarse en el mientras leía.

Para ella esta era una vista cotidiana, ella era una hermosa muñeca de porcelana, con cabellos oscuros, piel cremosa y ojos azules, llevaba un hermoso vestido color beige con azul, sus cabellos estaban bien peinados en un moño alto y tenía una franela con un lazo azul decorándolo, sus mejillas eran de un rosa que resultaba sus ojos y estaba sentada siempre en la misma posición, en un estante mirando en dirección a un sillón de cuero marrón cerca de una gran ventana.

Ella no supo cuando fue que empezó a tener conciencia, pero desde ese día, nunca dejo de ver al rubio que estaba frente a ella, aquel chico tenía los ojos verdes, como esmeraldas, su mirada siempre estaba vacía, como si le faltará algo y no supiera dónde encontrarlo, siempre vestía bien, con trajes y de manera formal, en todo el tiempo que lo vio, sólo una mujer mayor que él lo visitaba, pero un día esa mujer ya no volvió nunca, ese día lo vio llorar, lloraba tanto, desgarradoramente y ella sentía impotencia porque era incapaz de alzar su mano y secar esas lágrimas, era incapaz de moverse y abrazarlo, era incapaz de hablar y consolarlo.

Desde ese día nunca más vio en sus ojos felicidad.

El chico era muy cuidadoso con la limpieza, cuando esto pasaba, la tomaba con cuidado y limpiaba su base, cuando esto pasaba ella no podía evitar ponerse nerviosa, si no fuera una muñeca seguramente que su rostro estaría completamente rojo.

A veces él se paraba cerca del estante y la miraba, acariciaba su cabeza y si su vestido tenía alguna mota de suciedad lo limpiaba.

Hubo un tiempo en el que el chico llegaba muy tarde a casa, se dejaba caer en el sillón y se quedaba dormido allí mismo, esto se repitió varias veces, aunque ella no sabía cuánto ya que no era conciente del tiempo, para ella siempre era hoy o ayer, nunca hace un año o hace cinco años.

Una vez, la casa del chico se llenó de gente, era algo nuevo y fabuloso para ella, aunque no podía escuchar lo que decían podía ver como el chico estaba más malhumorado que otros días, pero con el tiempo se fue soltando más. Uno de los invitados se acercó a ella y la observó con admiración, seguramente preguntándole al chico dónde la había conseguido y esas cosas, él la tomó suavemente y le sonrió, una sonrisa nostálgica y triste, se la paso al chico que tenía cabello oscuro con las puntas azuladas y este rió y la regreso a su dueño luego de unos instantes, la velada fue larga y cuando todo se fueron él regreso su vista a la muñeca, la tomó y fue al sillón, allí se acomodo y la abrazo suavemente hasta quedarse dormido.

Con el tiempo, ella vio como él cambiaba, ya no era tan solitario, siempre estaba ese chico y otros más a su alrededor, su rostro también había cambiado, ya no se veía como un joven, se veía mayor y su cabello también empezó a hacerse más claro.

Él tiempo seguía pasando y ella admiraba cada vez al hombre frente a ella, ahora sonreía más y se veía feliz, un día él se sentó en el sillón viejo de siempre mientras miraba la gran ventana, ella no lo sabía, pero los años ya habían pasado y habían llegado a su fin, él durmió y nunca más volvió a abrir sus ojos...

Ella se quedó mirando el mismo sitios, vió como algunos entraban a la sala y lloraban, pero nunca más lo vio a él de nuevo y sin que ella se diera cuenta una lágrima cayó por su mejilla...