Agradezco el apoyo. Espero que os guste este final. Gracias.

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VOY A VOLVER;
a verte llorar

OX

I'm going back to 505
If it's a seven hour flight
Or a forty-five minute drive
In my imagination
You're waiting lying on your side
With your hands between your thighs
And a smile

Las flores abundaban en aquella capilla. Blancas, como si fuera una forma de simbolizar la pureza del alma del difunto; rojas, para simbolizar la pasión; amarillas, porque era un color que armonizaba con su entusiasmo. Pero la verdad es que ninguna de las flores lograría rescatar la esencia vital de una persona como Butch.

Brick y Boomer recibían a los asistentes, agradecían los pésames y observaban con detenimiento a todo aquel que se acercaba a darle la última despedida a su hermano. No es como si Butch fuese una persona amigable, pero al parecer hizo buenos gestos con varias personas, especialmente aquellos adultos mayores de su residencia, quienes habían insistido en pagar para que el velorio fuese en la capilla, de esa manera retribuir su buen comportamiento, además de los constantes arreglos florales con los que buscaban honrar su memoria.

Buttercup también estaba presente, en primera línea, observando el féretro casi sin parpadear. No tenía la cabeza gacha, no lloraba, menos sonreía por cortesía, simplemente estaba sentada, observando aquel cajón en el que se encontraba su… fallecido novio.

La llamada de aquella noche, lo que iba a ser una noche de celebración por haber aprobado sus asignaturas, terminó siendo un suplicio colmado de llanto, desgarros y un pertinente desmayo.

¿Bubbles? ¡Hola! ¿Qué sucede?

Buttercup, no sé cómo decirte esto.

¿Pasó algo?

Sí… Uhm, hermanita, esto es difícil…

Me estás asustando, ¿qué ocurrió?

Es Butch.

¿Qué pasó con Butch?

Tuvo una recaída.

¿En serio? Pero acaba de salir de rehabilitación.

Lo sé, pero… es que eso no es todo.

¿Qué más pasó?

Tuvo una sobredosis… Buttercup, Butch murió.

Y ahí estaba ella, sentada en primera fila, prestando atención al féretro mientras que otros la juzgaban. "No se le ha visto llorar", "¿Ella era la novia?", "de seguro lo engañó", "¿Por qué está aquí? ¿Acaso ahora se siente arrepentida?", "Si sabía que tenía un problema, ¿por qué no le ayudó?"; entre otros comentarios, todo porque cuando Buttercup se acercó al ver el cadáver de Butch, dentro de ese cajón cubierto con un vidrio, ella no mostró reacción más allá de un suspiro.

Bubbles y Blossom estaban con ella, a cada lado, pero ambas chicas eran las que dedicaban miradas de desaprobación a aquellos que no estaban haciendo más que criticando a su hermana. Buttercup estaba destrozada por dentro, solamente no se sentía cómoda demostrando sus sentimientos frente a gente que no conocía.

Brick y Boomer, en tanto, también estaban completamente devastados, y sabían muy bien que su cuñada estaba en la misma situación. Ellos jamás cuestionaron el amor que se tenían ambos, es más, Buttercup llamaba constantemente a los chicos para conocer los avances que tenía Butch, y si bien nunca se lo comunicaron directamente a él, por peticiones de los especialistas, eran conscientes de que el apoyo que le brindaba Buttercup lo estaba sintiendo Butch, de alguna u otra forma; después de todo, la razón por la que él quería mejorar era precisamente para poder retomar su destrozada relación con Buttercup. Siempre Buttercup, no podía imaginarse una vida sin ella.

Claro, ahora era ella la que se tenía que imaginar una vida sin Butch.

Luego del velorio, vino el funeral. No llovió, es más, tuvieron un agradable clima soleado. Lastimosamente, el ambiente no se llevaba con la instancia.

Pese a la invitación realizada por Brick y Boomer, Buttercup decidió no almorzar con ellos, se excusó diciendo que debía volver porque al día siguiente debía rendir exámenes. La verdad es que no tenía nada, solo quería estar en soledad.

Junto con Blossom, tomaron el avión de vuelta a Townsville. Blossom la animaba, le ofrecía dulces, los cuales aceptaba porque, en realidad, no se le podía negar un dulce a su hermana a menos que quieras soportar un berrinche. Agradeció cada gesto que la chica tuvo con ella, se rio de sus bromas, aceptó las invitaciones a comer en el aeropuerto mientras esperaban el vuelo y, por supuesto, accedió a que la maquillara un poco para evitar que la gente comentara. Se dejó mimar por su hermana mayor, y ambas agradecieron aquello.

Pero cuando llegaron a Townsville, Buttercup insistió en que debía estudiar, y si bien Blossom no la quería dejar sola, terminó por acceder.

—Avísame cuando te vayas a clases mañana. Yo pasaré por ti.

—Estaré bien —respondió Buttercup, pero Blossom se apresuró hasta ella para abrazarla.

—Por favor.

—Está bien, acepto.

Buttercup correspondió aquel abrazo; no sabía si es porque ella lo necesitaba, o en realidad era su hermana. De todas maneras, ambas tuvieron un momento de calma antes de que una de las dos se dejara llevar por las emociones.

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Buttercup abrió la puerta de su departamento, fue directo a la cocina para poder prepararse un té antes de tomar los medicamentos que le recetaron para conciliar el sueño. Su cuerpo necesitaba alimento, pero su mente estaba negándose a recibirlo. Tuvo el consuelo de que, al menos, comió algo con su hermana, sin embargo, sabía que no sería suficiente, necesitaba algo más, o las píldoras le podían pasar la cuenta.

Un té y una rebanada blanca de pan; nada más, no quería recibir nada más. No se le apetecía nada, pero qué podía hacer, tomarse los medicamentos con el estómago vacío podía caerle mal, como si ya no se sintiese lo suficientemente miserable.

Oh…

El pedazo de pan que tenía en su boca pasó por su garganta como si se tratase del objeto más duro que hubiese podido consumir. No sabía cómo digerir dicho alimento sin sentir que quería vomitarlo, escupirlo lo más lejos que fuese posible. Había algo dentro de ella que quería deshacerse de muchas emociones, por lo que lo manifestaba rechazando cualquier cosa que ingresase a su cuerpo.

—No —dijo en voz alta—, no, no, no…

Buttercup se sumergió en una miseria encerrada en cuatro paredes, donde por las desesperadas lágrimas que caían por sus mejillas sentía que pronto todo se hundiría, y ella se ahogaría en ese lugar.

El llanto, aquello que nos desespera por las dificultades que se presentan para respirar, es, al mismo tiempo, un recordatorio de que lo que sentimos es real, nos transporta a un lugar específico en el mundo. Buttercup así lo sentía, porque estaba segura de que nunca podría olvidar la agonía, angustia y desesperación que estaba experimentando en aquel oscuro departamento.

Estaba ahí, en el suelo, luchando por ponerse de pie, pero su cuerpo no respondía, es más, no lo iba a hacer. Limpiaba sus mejillas e ignoraba el rastro de máscara de pestañas que se impregnaba en sus dedos. Su celular comenzó a vibrar, y en un acto de rabia, desvió la llamada, y la otra, y la otra, hasta que apagó el móvil y lo lanzó a un lugar cerca del sofá. Qué importaba si se rompía, ella lo estaba, algo material no iba a reparar su corazón.

Solo Butch podría hacerlo, solo él, pero era imposible que eso ocurriera. El idiota se había muerto, la había dejado con la esperanza de volverlo a ver cuando estuviese sano, pero no, él acabó con su vida sin oportunidad alguna de verse por última vez.

—¡¿Por qué?! ¡¿No podías esperar un poco más?! ¡Seis meses! —gritaba con dolor—. ¡¿No fueron suficientes unos putos seis meses?!

Quizás fue la rabia que su corazón sentía, una de las tantas emociones que estaba experimentando en ese momento, pero de manera inmediata, se puso de pie y caminó con desespero hacia su habitación, con un solo propósito: encontrar la campera que Butch había dejado en su hogar. Era lo único que le quedaba de él. Se rehusó a recibir, por parte de sus hermanos, alguna de las pertenencias, debido a que sabía que todas aquellas estarían manchadas con el polvo blanco que había gatillado en la herida que no cicatrizaría pronto.

En cambio, esa campera la conservaba desde que salieron de clases, una campera de color verde oscuro, que ya estaba algo desteñido por el paso del tiempo. Esa campera era especial, se la cedió cuando se quejó del frío y nunca, jamás, se la devolvió, pero eso Butch lo había asumido, es más, siempre le decía: se te ve demasiado bien.

Apretó la campera contra su pecho y se dejó caer, de rodillas, frente al armario, rodeada de la ropa que hubo desparramado para poder encontrar el tesoro que anhelaba tener entre sus brazos.

Nada le iba a devolver a Butch; nunca podría verlo de nuevo; solo le quedaban los recuerdos en esa habitación y una campera que seguía impregnada con su perfume. Él no iba a volver, y eso, para ella, era algo bastante duro de asumir.

—¿Cómo pudiste ser tan tonto? —se lamentaba—. ¿Por qué no pediste ayuda? ¿Por qué te dejaste tentar?

"Te hacía demasiado daño", pensó, porque el llanto y el cansancio eran tales que no podía hablar en voz alta sin sentirse exhausta.

No solo sentía rabia y pena, también sentía culpa. De seguro, si ella hubiera estado más al pendiente de su evolución, si lo hubiera ido a visitar, quizás esta historia sería otra. Sin embargo, como si fuese cierto, la voz de su cabeza, ocupando los vivos recuerdos de la voz de Butch, le dijo:

"No es tu culpa".

Pero era difícil no culparse en ese momento, en donde sentía que merecía todo tipo de desprecio, donde el recordar las miradas acusadoras de los asistentes al funeral eran el reflejo de la realidad que sus hermanas y los hermanos de Butch querían evitar que ella enfrentara por el cariño que le tenían.

Esa noche, fue aquella en donde más lágrimas hubo derramado. No se dio cuenta cuándo logró conciliar el sueño, pero al despertar, se sintió agotada. No había descansado, y sabía que no lo haría hasta mucho tiempo más. Su mente no tenía calma porque su corazón estaba quebrado en miles de pedazos.

Tenía que hacer algo. Ese día, se metió a la ducha y se preparó para ir a clases. Sí, estaba destruida, pero de una cosa estaba segura: la vida se había detenido para Butch, no para ella.

Al salir y prepararse, volvió a la sala para encontrar su celular. Por suerte, había caído en la alfombra, así que lo único dañado fue el protector de vidrio que tenía en la pantalla, nada que impidiera usarlo. Lo encendió y comenzaron a llegarle mensajes y los registros de las llamadas desviadas mientras estuvo apagado. Sus hermanas, por supuesto, le habían marcado y mandado mensajes.

Bubbles (19:03)

"Si necesitas hablar, por favor, recurre a nosotras"

Blossom (19:44)

"Te daré tu espacio, pero por favor, cuando leas esto, avísanos que estás bien"

Hasta que reparó en un mensaje de Brick. Al leerlo, las lágrimas volvieron a brotar.

Brick (22:35)

"¿Cómo estás?"

"Con Boomer encontramos algo"

"Butch escribió muchas cartas mientras estuvo internado"

"Te escribió una a ti"

"Viajaremos a Townsville en tres días, ¿crees que podamos vernos?"

Buttercup no demoró en responder con un simple y claro: sí.

A pesar de tener el corazón colapsado por la angustia, Buttercup tenía un ritmo de vida que no podía ignorar, una meta que cumplir. Debía afrontar la situación, incluso cuando sus compañeros de clase sabían por lo que estaba pasando, porque el chisme es lo más rápido de difundirse, sentía que debía dar un ejemplo de superación.

Su profesor de internado se acercó a ella y, en privado le dijo:

—Puedes tomarte un descanso. Debes vivir tu luto.

Pero ella, sonriéndole amable, negó con la cabeza.

—No puedo, profesor, porque estaría fallándole también a él.

Y es que era así. Butch se había esforzado demasiado por sus sueños, ella debía hacer lo mismo para esforzarse por los suyos. El profesor simplemente asintió y le recordó que, en caso de sentirse mal, podía hablar con él para tomarse un descanso.

Buttercup discrepaba, porque el luto lo vivía entre las paredes de su hogar, y el estar enfocándose en cumplir sus sueños de sacar la carrera de medicina la mantenía con la mente ocupada. De alguna forma, lograba despejar la cabeza, aunque sea por unos ínfimos minutos, del dolor que la acompañaba.

Brick y Boomer llegaron a su casa, le aceptaron la invitación a comer, sobre todo porque también tendría la visita de sus hermanas. A pesar de estar completamente tristes y devastados, la cena fue tan amena que las risas se presentaron para agregarle cierto calor a la situación.

Los hermanos estaban tomándose un descanso de los escenarios porque necesitaban otro miembro, pero, de momento, no querían buscar. El bar les permitió seguir asistiendo hasta que pudiesen retomar sus actividades, y Boomer les comunicó que se encontraba escribiendo una canción.

—Siempre se te han dado bien las palabras —señaló Buttercup—. Estoy segura de que asombrarás a tu audiencia.

—Lo soy —dijo el chico—, pero también lo era Butch.

Se generó un silencio cargado de melancolía, pero no hubo espacio para reflexiones, porque, de manera inmediata, Boomer se puso de pie para tomar su mochila y de ahí sacar el pequeño sobre que contenía la última carta que le escribió Butch.

—Esta es para ti.

Buttercup recibió la carta y sonrió tristemente. No iba a leerla en frente de todos, y si bien estaba demasiado entusiasmada con la idea de enterarse sobre las últimas palabras que su fallecido novio le había dedicado, no quería romper la velada.

Una vez se fueron, luego de un cálido y fraternal abrazo, Buttercup tomó la carta, se sentó en el sofá y la leyó. No era particularmente larga, era bastante concisa, pero las lágrimas no tardaron en caer por sus mejillas, sin embargo, ella tenía una sonrisa en su rostro.

Sus palabras parecían sacadas de una canción de cuna, aunque no eran difíciles de comprender, es decir, eran bastantes simples. ¿Será que ella las dotaba de melodía y sentimiento? Podría ser, quizás era su forma de rendirle homenaje, ya que él era músico.

Qué dicha, hubo pensado luego de leerlo, sin embargo, una parte de su corazón se sumió en la tristeza mientras que la otra parecía algo optimista.

Esa noche, luego de leer la carta, tomó una decisión. Iba a cambiarse de casa, ya que no soportaba la idea de hacer su vida en un lugar cargado de recuerdos.

Las palabras plasmadas en la carta de Butch resonaban en su cabeza mientras caminaba hacia la universidad, mientras estaba en sus clases y se adentraba en el internado. Su vida comenzaba a tomar forma, de a poco, pero el recuerdo de él seguía latente.

La historia de ambos podría ser diferente, no obstante, Buttercup sabía que si había terminado de esa manera era por una razón, y que no podía echarse a morir.

A mi más amada, Buttercup

Las palabras resonaban y su corazón se calmaba.

¿Cómo estás? Espero que bien. Yo estoy feliz, lo he pasado bien estando aquí. No te miento, al principio fue difícil, pero la terapeuta siempre nos intenta motivar para seguir adelante.

Había leído esa carta tantas veces que la había aprendido de memoria.

Yo siempre quise ser un hombre que pudiese pararse dignamente a tu lado, pero en su momento me dejé llevar por las tentaciones que me llevaron a una oscuridad. Ahora quiero salir de ese lugar, por eso estoy aquí, entre paredes blancas y sumergida en conversaciones banales que son bastante aburridas pero necesarias para mi recuperación.

Buttercup estaba terminando de guardar lo más delicado en una caja pequeña. Le dio un pequeño recorrido a ese vacío departamento en el que resonaba el eco de sus pasos.

¿Sigues viviendo en el 505? Siempre me ha causado gracia el número, no es difícil de recordar. Quizás el destino fue generoso en ese sentido, era imposible de olvidar. En fin, no te aburriré más.

Una sonrisa apareció en el rostro de Buttercup una vez que cerró la puerta de aquella habitación. Se fue hasta la vacía sala, con la caja sujeta por su brazo derecho, se inclinó hacia el piso para tomar su mochila. Ya debía irse, el dueño del departamento estaba esperándola abajo para que hiciera entrega de las llaves. Ella, de manera optimista, le dedicó una pequeña mirada a esos ventanales descubiertos y a esa iluminada sala de estar.

Espero que nos veamos pronto. No tienes idea de lo mucho que te amo y lo mucho que te pienso cada día. Por favor, no me olvides, ¿sí?

Buttercup hizo entrega de las llaves y se encaminó hasta el auto, en donde la esperaba Blossom, quien la estaría conduciendo hacia su nuevo hogar, donde la esperaban Bubbles, Brick y Boomer, que se ofrecieron a ayudarla con la mudanza.

—¿Todo bien? —preguntó Blossom una vez que Buttercup se puso el cinturón de seguridad.

—Muy bien —respondió ella—. ¿Nos vamos?

Te amo, Buttercup. Atentamente, Butch.

Por el espejo retrovisor, Buttercup pudo ver cómo se alejaba el complejo departamental donde estuvo viviendo estos años. La música de su hermana no dotaba dicho momento con nostalgia, es más, sentía que de a poco se llenaba de esperanza para un mejor futuro.

Ya no tenía razón para seguir viviendo en ese lugar, con una dote agridulce por cómo fue su último encuentro con Butch. Ella merecía ser feliz, reinventarse, y aunque sabía que le sería difícil, no era algo imposible de lograr, por ende, debía partir con algo primero.

Con mucha nostalgia, susurró para sus adentros.

"Adiós al 505".

"Estoy volviendo al 505
si son 7 horas de vuelo
o 45 minutos conduciendo
En mi imaginación
Esperas acostada de tu lado
Con las manos entre tus muslos
Y una sonrisa"

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fin

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MisguidedGhost08: ¡Tía! ¡Me encanta que lo hayas entendido! Jajaja, precisamente, si bien no es que sea solo algo malo, al menos para los protagonistas, son las consecuencias y lo apresurado que puedes volver a caer dentro de tus errores una vez que los cometes. Gracias por tus palabras. ¡Un abrazo continental a la tierra argentina! PD: I'M ALWAYS JUST ABOUT TO GO AND SPOIL THE SURPRISE TAKE MY HANDS OFF OF YOUR EYES TOO SOON.

Gracias a vosotrxs, lectores anónimos, por darse el tiempo de leerme; espero no haberles defraudado.

¡Hasta la próxima!