Sin Miedo, Hacía Adelante.
Beatrice sujeta mi mano y, a lo lejos, observo cómo Alsten está ocupado dirigiendo a los soldados de artillería en la tarea de bajar los cañones.
La escena es una muestra de organización y eficiencia, con el equipo de Crusch trabajando coordinadamente para desplegar las piezas de los cañones mágicos.
Estos cañones tienen un aspecto peculiar, que combina elementos medievales con toques modernos, destacando por sus detalles luminosos en rojo y su apariencia que roza lo futurista.
En contraste, mis cañones son de mayor tamaño y quizás no tan elegantes como los cañones mágicos de Crusch, pero nuestros cañones militares no se quedan atrás. Quizás carecen de ciertos detalles estéticos, pero lo más importante es su potencia explosiva.
Mientras nos acercamos a Alsten, él realiza un saludo militar con una expresión seria.
—¡Mi general! El transporte ha sido un éxito, cinco cañones y la versión especial están listos para su uso.
Mis ojos se posan en los tres dragones que acompañan los carruajes. Son imponentes criaturas de cuatro patas, adaptadas para cargar con grandes cargas.
Los carruajes, completamente modificados con ruedas y bases metálicas para soportar el peso, evidencian que el proceso fue laborioso.
Los soldados se adelantaron mucho antes que nosotros, saliendo a altas horas de la mañana, pero está claro que todo ha funcionado de manera eficiente y efectiva.
—Esos carruajes... —Wilhelm dirige su mirada hacia los carruajes con cierta sorpresa, y después de unos momentos de análisis, añade—: tres dragones es la elección adecuada.
—La madera no aguantaría el peso —continúo explicándole—, por eso fue necesario desmontarlos en su caso. Pero lamentablemente, no podemos hacerlo con tanta facilidad en estos momentos.
Desmontar los cañones los volvería prácticamente inutilizables durante un tiempo, lo que hace que el mantenimiento sea excepcionalmente complicado.
La mejor solución fue la que tomamos, adaptando los carruajes con estructuras metálicas y añadiendo más dragones para distribuir la carga. Por ahora, es lo más práctico.
Quizás en el futuro, con avances como la máquina a vapor más compacta y ligera, podremos replantearlo.
El tiempo avanza y procedemos a montar todo en posición. Los cañones mágicos son estratégicamente ubicados para evitar cualquier interferencia con los cañones convencionales.
Ahora todo está listo, solo nos queda aguardar.
Los sanadores han establecido su campamento, y veo a Emilia junto a Beatrice y Félix. Crusch y yo nos encontramos en nuestros respectivos dragones, preparados y expectantes.
La tensión es palpable mientras aguardamos.
Dirijo mi mirada hacia Crusch, y en silencio me sumerjo en mis pensamientos.
No sé si la confrontación ocurrirá hoy, ni qué desenlace tendrá. Pero hay cosas que no se pueden evitar y que, sin importar lo que deseemos, deben acontecer.
Los caballeros están formados detrás de nosotros, manteniendo la distancia adecuada. Todos estamos erguidos, listos para la acción.
La ballena es un enemigo formidable, y el plan que tenemos es arriesgado.
La introducción de la pólvora ha sido un elemento valioso, pero si no fuera por la combinación con los cristales lamicta de fuego, su utilidad sería limitada.
En este mundo, existen individuos capaces de superar la velocidad del sonido.
Monstruos como la ballena pueden resistir explosiones de proporciones gigantescas. Aunque el árbol gigante logró abatir a la ballena, esta no es necesariamente la única forma de eliminarla.
Hay una táctica más práctica para derrotarla, aunque no involucra únicamente la pólvora.
La ballena es vulnerable al daño físico, a fin de cuentas, sigue siendo una criatura viva.
Los daños internos son más devastadores que los externos, lo que sugiere que proyectiles con cristales lamicta de fuego en su interior podrían resultar eficaces.
Los mismos cristales utilizados en los cañones de Crusch pueden ser aprovechados para esta estrategia, cristales de fuego de gran tamaño capaces de liberar una ráfaga intensa de maná.
El desafío principal reside en la precisión necesaria para alcanzar el punto vulnerable de la ballena.
Desde mi punto de vista, los ataques llevados a cabo en la novela no parecen haber afectado a la ballena de manera significativa, debido a la secuencia en la que se realizaron.
El mayor daño logrado fue cuando Wilhelm logró infligir heridas internas, permitiendo que saliera del interior de la bestia, o cuando arrancaron su ojo.
La fuerza de Wilhelm es indudablemente excepcional, pero difícilmente superará la potencia explosiva de varios kilogramos de estos proyectiles.
Incluso en tierra, es un desafío abrumador, tomando en cuenta el alcance de la explosión. Por supuesto, no entraré en detalle sobre bombas modernas, y mucho menos mencionaré dispositivos nucleares o superiores.
No tengo la intención de llevar a cabo una batalla prolongada; es fundamental acabar con la ballena a través de un plan meticuloso.
Sería imprudente enfrentarla de otro modo.
De hecho, tengo planes de contingencia en mente. Mi percepción cambió tras la evasión de ese disparo por parte de Wilhelm. Es evidente que necesito ajustar varios aspectos de la pólvora actual.
Ahora, en vista de la confrontación inminente con la ballena, esta necesidad se vuelve aún más urgente.
Mantener armas que no estén a la altura de las circunstancias es un error.
Estancarme en los recursos tecnológicos de mi propio mundo resulta insensato. Muchos individuos en este mundo tienen la capacidad de esquivar ciertos tipos de proyectiles.
La velocidad promedio del sonido es de 344 metros por segundo, mientras que una bala de 9 mm de una pistola común puede alcanzar los 360 metros por segundo.
Si bien no son muchos quienes pueden superar esa velocidad, ello implica que hay personas capaces de hacerlo, ya sea a través de bendiciones divinas o habilidades físicas excepcionales.
Esto no significa necesariamente que una bala sea ineficaz contra estas personas.
Un disparo preciso en la cabeza puede ser definitivo.
La epidermis sigue siendo más delgada que la energía liberada por una bala, al menos en el caso de los humanos. No puedo afirmar con certeza respecto a los semihumanos, pero en el caso de los humanos, eso parece improbable.
Incluso si alguien sobreviviera a un impacto en el corazón, la ausencia de actividad cerebral resultaría fatal.
Sin duda, moverse a velocidades tan elevadas no hace que esquivar sea una tarea imposible, pero ciertamente representa un reto significativo.
En un combate cuerpo a cuerpo, sería indudablemente difícil enfrentar a alguien capaz de desplazarse a grandes velocidades, tal como Wilhelm.
Los cañones pueden volverse inútiles si uno tiene la capacidad de detectarlos, pero eso no necesariamente anula la eficacia de las armas en su totalidad.
Como ingeniero, mejorar y adaptar objetos con base en el conocimiento es parte intrínseca de mi enfoque.
La magia, sin duda, puede subvertir la eficacia de objetos físicos, pero al combinar ambos enfoques se pueden compensar las limitaciones.
El nuevo prototipo de pólvora es un ejemplo de este proceso; mediante los cristales lamicta, logro acceder a niveles de potencia de fuego que la pólvora negra convencional no puede proporcionar.
Mi búsqueda de obtener acero es un componente clave de esta estrategia, ya que el refuerzo de las armas me permitiría fabricar calibres más avanzados y balas aún más veloces que los rifles de mi mundo, sin sacrificar eficiencia energética.
Según mis recuerdos, la bala más rápida propulsada por pólvora en mi mundo alcanza velocidades cercanas a los 1000 metros por segundo.
Esto pone de manifiesto que la pólvora sigue siendo un factor limitante, a pesar de mejoras en su formulación.
Los rieles magnéticos son una posibilidad para superar esta barrera, pero por el momento, esa es una opción inalcanzable.
Estoy seguro de que en este mundo existen individuos capaces de superar el Match 4.
La magia permite eliminar la fricción del aire, lo que hace plausible superar incluso un Match 5, donde la resistencia del aire se convierte en un obstáculo significativo.
En comparación, mis balas están actualmente por debajo de Match 1, ya que el hierro, evidentemente, no soporta la alta concentración de lamicta de fuego. Por eso, el desarrollo de armas más avanzadas, capaces de resistir tal potencia, resulta crucial.
Si lo logro, podría tener balas capaces de enfrentar incluso a oponentes como Wilhelm.
O al menos eso es lo que espero lograr.
La batalla se presenta como un desafío monumental, y estoy plenamente consciente de la importancia de superarlo.
No hay espacio para dudas en mi mente; el éxito de este plan es vital para la vida de tantas personas, y una sola incertidumbre podría desencadenar una serie de eventos desastrosos.
El peso que llevamos Crusch y yo sobre nuestros hombros es abrumador, pero extrañamente me reconforta el hecho de que ella comparta esta carga conmigo.
Con ella a mi lado, sé que entiende mi situación y mis emociones.
Una sonrisa se forma en mi rostro, captando su atención. A medida que hablo, su mirada se dirige hacia mí.
—Si el plan no funciona, siempre hay un plan de respaldo que nunca falla. Si la situación lo demanda, simplemente lo ejecutamos.
Ella sonríe, pero suspira con un dejo de preocupación.
—Es una locura, destruir un monumento histórico.
—Mejor eso que permitir que un enemigo histórico siga viviendo.
Esta experiencia en la capital me ha revelado muchas verdades. Hay una serie de tareas que debo abordar, y aunque la carga es grande, tengo la confianza necesaria para enfrentarla.
Mi confianza también radica en la posibilidad de contar con Crusch a mi lado a futuro; su participación facilitaría enormemente el desarrollo del plan.
Si la tenemos de nuestro lado, podríamos acceder a información interna, conocer las dinámicas que se juegan en el trasfondo.
Incluso si llegamos a perder la batalla, la alianza que podríamos formar podría darnos oportunidades para liderar en otros aspectos: económicos, militares, políticos.
La idea de finalmente vivir una vida tranquila, después de tantos momentos oscuros, me motiva profundamente.
Sin embargo, un silencio inquietante comienza a cernirse sobre nosotros, acompañado de una sensación extraña en mi pecho.
Poco a poco, notamos cómo las nubes comienzan a cubrir el cielo que antes estaba despejado. El cambio de un ambiente soleado a una atmósfera cargada de lluvia se vuelve palpable.
—La lluvia sería un problema —confieso, mientras Crusch parece mostrar cierta preocupación en su rostro.
La niebla mágica de la ballena es algo que solo conocía por representaciones animadas, por lo que no puedo compararla directamente con lo que estoy presenciando.
La altura en la que nos encontramos dificulta sentir el maná de manera precisa.
—La niebla es el maná de la ballena. Si estas nubes son su origen, eso implica que... —Crusch no logra terminar su frase antes de que un grito interrumpa nuestro diálogo.
Un sonido extraño, similar al que he escuchado a través de mis auriculares, resuena en el aire.
Es un rugido profundo que penetra en los corazones de todos como una espada afilada. Sin previo aviso, nos damos cuenta de que estamos siendo observados.
El sonido, sin lugar a duda, es el característico llamado de una ballena.
Las miradas se dirigen expectantes hacia el cielo, y una niebla densa comienza a descender de las nubes, transformando el día que antes lucía hermoso en una oscuridad desesperanzadora.
La tensión se apodera del aire y una orden se desliza entre mis labios.
—¡Preparen sus armas! —gritamos en un unísono, mis ojos clavados en el oscurecido cielo, consciente de que el enfrentamiento es inminente.
Nuestra formación consta de trece cañones mágicos y seis cañones físicos. Aunque tenemos un poderoso arsenal, la certeza es que nuestras armas no serán suficientes para causarle daño real.
Mi hipótesis sugiere que la razón detrás de la supervivencia de la ballena se debe a que el daño físico previo no fue lo suficientemente intenso como para complementar su vulnerabilidad mágica.
Por lo tanto, mi plan es que la combinación de pólvora y lamicta haga su trabajo haciendo dañó interno, mientras que los proyectiles de Crusch infligirán un daño físico y mágico simultáneo.
La expectación es palpable, pero Grímnir, en su impaciencia, resopla y arranca un trozo de césped con su pata. Es obvio que ella también está lista para actuar.
Sin embargo, en mi caso, he decidido reservar mi habilidad de vuelo.
Volar es un poder que no quiero revelar tan pronto.
Incluso en Irlam, esta capacidad está rodeada de secreto. Son muy pocos los que pueden volar, por lo que es esencial que mantenga este don en el anonimato.
Mostré que puedo controlar el peso, pero no he dejado entrever mi capacidad de vuelo.
Dudo que muchas personas tengan conjeturas precisas al respecto, y eso es algo que prefiero mantener.
En medio de la tensión, un grito agudo despierta nuestra atención. Todos giramos instintivamente, nuestros ojos se clavan en la dirección señalada. Fue en ese instante que la vi por primera vez.
Un terror absoluto se apoderó de mi corazón, y por la expresión en el rostro de Crusch, sé que ella también está impactada por lo que estamos enfrentando.
La criatura se alza en el aire, realizando una danza aérea acompañada de chillidos ensordecedores que parecen cortar el aire con su intensidad.
Nos quedamos atónitos, sin emitir una sola palabra, mientras el temor comienza a envolver el ambiente.
La ballena que enfrentamos supera en tamaño a cualquier otra que haya visto. Las ballenas grandes generalmente miden entre veinte y treinta metros, pero esta abominación parece sobrepasar los cincuenta metros.
Mi garganta se tensa y trago saliva mientras cierro los ojos por un momento, intentando asimilar la magnitud de la situación.
La dura verdad se me hace evidente: subestimé la amenaza. Esto no será en absoluto una tarea fácil. He cometido un grave error al pensar que podría enfrentarla sin consecuencias.
—¡Artillería! —mi voz se eleva en un grito, sacando a mis soldados de su estupor causado por el terror— ¡Preparen los malditos cañones!
Mi mirada feroz se clava en ellos, y actúan con urgencia.
Las manos me tiemblan y mi corazón late con una intensidad que parece querer escapar de mi pecho. Me aborrezco por haber sucumbido a la cobardía, por haber subestimado esta amenaza de manera tan flagrante.
Somos solo ciento diez personas en contra de esta monstruosidad.
Es incluso posible que, en la historia, la ballena solo haya sido derrotada gracias a circunstancias creadas por el guion mismo.
Calcular la trayectoria precisa de una caída de árbol, infligir el daño necesario para que caiga en la dirección correcta, estos son cálculos casi imposibles de hacer en un momento como este.
Mi último recurso es un plan riesgoso, pero no está exento de fallas.
No tengo el peso del árbol, no puedo estimar la velocidad de su caída ni el ángulo adecuado para derribarla. La explosión provocada por el impacto del árbol también podría tener consecuencias catastróficas.
Este es mi último as en la manga contra ella, pero todavía tengo una preocupación latente: ¿y si ella es más fuerte de lo que imaginaba?
Maldición.
—¡Caballeros! —el rugido de Crusch resuena con determinación, su espada se alza en el aire— ¡Ataquemos!
Crusch carga su espada con maná, una luz azul rodea la hoja mientras adopta una posición de combate. La colosal ballena continúa en el aire, jugando con nosotros de alguna manera retorcida.
Crusch mira al cielo con ojos resueltos, y con un rápido movimiento de su espada, un chasquido agudo corta el aire. El golpe se desliza entre la densa niebla y en un parpadeo, la ballena emite un gemido de dolor.
Un torrente de sangre brota de su abdomen y la criatura se curva bajo el impacto poderoso. El enfrentamiento ha comenzado, y aunque estamos superados en tamaño y fuerza, la determinación de Crusch nos guía hacia adelante.
—Los ataques no van a causarle mucho daño, pero si queremos una oportunidad, necesitamos debilitarla lo suficiente para que descienda. —Dirijo mi mirada hacia Crusch, cuya expresión parece estar cargada de tensión.
Sus ojos están fijos en la ballena, y puedo sentir que está pensando en lo mismo que yo: enfrentar a una criatura de esta magnitud no es algo que se tome a la ligera.
—Sí, tenemos que superar esto —responde, su voz firme.
Los caballeros comienzan a gritar y avanzar mientras penetran en la niebla. Los preparativos se desarrollan tal como se planeó, con un grupo avanzando primero, dispuestos a sacrificar sus vidas si es necesario.
El plan debe funcionar.
A medida que la niebla se extiende, los magos utilizan cristales anti-maná para disiparla.
Mis manos tiemblan. Hasta ahora, he luchado principalmente contra seres más o menos humanos, e incluso las bestias mágicas no se comparan con esta monstruosidad.
La niebla envuelve el entorno, disminuyendo enormemente el campo de visión, todo esto mientras los magos trabajan arduamente para despejarla.
La matriz de cristales rodea artillería y el campo de sanación, es un punto que debe estar libre en todo momento, pero a pocos metros ya no se logra ver nada.
Hacía arriba la niebla es menos densa, permitiendo ver a la ballena, pero desde abajo sería imposible.
Tengo que encontrar fuerza en mí mismo, no puedo permitirme mostrar debilidad en este momento crucial.
—Oye, Crusch —interrumpo su avance, atrayendo su atención hacia mí—. Si logramos salir con vida de esto, me gustaría celebrar con una buena borrachera contigo.
Es una promesa que le ofrezco, una manera de fortalecernos mutuamente.
Ella abre los ojos en sorpresa y luego sonríe de manera espontánea. Sabe que mi intención es reducir la tensión que nos rodea.
La vida de todos depende de nuestras acciones, así que debemos mantener la calma y la determinación en medio de la adversidad.
—Por supuesto, si salimos de esto, asegúrate de cumplir esa promesa —dice, extendiendo su mano en un puño determinado.
Con una sonrisa, choco mi puño con el suyo.
En ese instante, tiro de las riendas de Grímnir, quien resopla con fuerza, lista para entrar en acción en el momento adecuado.
