¡Ugh! –gruñi cuando el muro de roca exploto y una gran cantidad de nieve entró para aplastarme contra las paredes de la cueva.
El golpe con seguridad me rompió las costillas, trate de usar mi magia para crear un campo que me permitiera soportar la fuerte avalancha pero estaba demasiado agotado para hacerlo; fue una suerte que el frío haya adormecido el dolor, de otro modo no estoy seguro de haber sido capaz de concentrarme lo suficiente para notar la cadena que colgaba sobre mi cabeza.
Viendo mi oportunidad, como pude estire el cuello en un impulso de adrenalina y mordí la cadena con tanta fuerza que senti mis dientes chirriando contra el metal, aferrándome mientras la nieve trataba de arrastrar mi cuerpo para sepultarlo; la velocidad poco a poco fue disminuyendo, la misma nieve había bloqueado la entrada, dejándome en la oscuridad.
No fue hasta que deje de sentir movimiento que finalmente solté la cadena, escupí la sangre y el oxido que se acumularon en mi boca e inmediatamente comencé a usar los cascos para desenterrar la parte inferior de mi cuerpo.
Estaba temblando incontrolablemente, presumiblemente más debido a la adrenalina que al intenso frío que me quemaba los huesos, aún así era algo que debía aprovechar para salir pronto de esta situación o me quedaría sin el impulso suficiente para mantener el dolor a raya.
Hice que la punta de mi cuerno se iluminará tenuemente para ver tan siquiera por dónde estaba caminando, en mejores condiciones hubiera usado magia para calentarme, pero solo producir esta luz ya me estaba friendo el cerebro, después de todo habían sido unos dias bastante duros.
Al menos esperaba haber perdido a los centauros, con algo de suerte esos idiotas pensarian que había muerto y marcharían de regreso a lamerle las pelotas a Grogar, Canter, el bastardo traidor me había tendido una emboscada en la cordillera Yaket hace ya una semana.
Debí haber sospechado de su mensaje pidiendo refuerzos, demasiado fatalista, demasíado lamentable, y aunque no dudaba de la capacidad del carnero para provocar un enorme daño, Canter era orgulloso y necio por naturaleza, dificil era imaginarlo pidiendo ayuda de manera desesperada; ironicamente puede que haya sido eso mismo lo que lo hizo parecer una verdadera emergencia.
"¡BRAAM!"
La cueva tembló por las fuertes detonaciones sofocadas que se desataron sin aviso desde el exterior, por supuesto que ellos no se detendrían hasta ver mi cadáver. Me recosté contra la pared, luchando por mantener los ojos abiertos, cabecee una vez, dos veces más, y sentí como me fundía en la fatiga mientras un suspiro involuntario relajaba todos los músculos de mi cuerpo.
"¡BRAAM!"
'¡¿Qué estás haciendo?!'. –me reprendi mentalmente cuando el ruido de las explosiones cada vez más cercanas me desperto –'Demonios, ¿desde cuándo estos idiotas tienen hechizos explosivos tan poderosos?'.
Tenia que salir de esto, no iba a morir por el deseo retorcido de un monstruo carente de alma; estába enojado, no, estaba realmente furioso y la sangre me hervía, ese maldito oportunista vendido, despellejarle vivo y colgarlo del cuello con su propio cuero era lo que le haría si lo encontraba.
Salem había muerto en la guerra confiando en la unidad de este grupo, Canter se había defecado en eso, nos condenó a todos, nos vendió a sangre fria y ahora las fuerzas de Grogar nos habian cazado como perros hambrientos.
Mi cuerno chisporroteo como un nido de avizpones, en medio de la oscuridad dando un brillo fantasmal de color rojo, aún tendido en el suelo sin poder mover el cuerpo la nieve a mi alrededor comenzó a derretirse, se oyó otra explosion y algunas piedras pequeñas cayendo sobre mi melena por los temblores.
La luz se retrajo para concentrarse deslumbrante sobre la espiral de mi cuerno, otra detonación, está vez mucho más cercana me hizo caer de lado en un lento deslizamiento sin recistencia, más no perdí el enfoque y mantuve la vista al frente, el siguiente estallido iba a ser el que destaparía la entrada; pero no sabían que yo ya los estaba esperando.
Magia excitada se agitaba salvaje dentro de mi cuerpo, impaciente de salir en un deseo de muerte nacido de la ira, la nariz me empezó a sangrar de manera exagerada; en el hipotético caso de sobrevivir a esto, estaba casi seguro de que quedaría mágica y mentalmente discapacitado por el resto de mi vida, pero eso ya no me importaba, solo quería hacerles daño.
Finalmente, el tapón de nieve y roca reventó con un estruendo violento que mando escombros en todas direcciones, el viento frio del exterior golpeo mi rostro. Escuchando pasos acercarse me prepare para desatar el hechizo a penas viera el característico pelaje rojo de los centauros.
–¡Encontre algo!, –escuche gritar con voz rasposa al que en ese momento supuse que era uno de los rastreadores –¡Hay una cueva aqui!.
Ya no podía aguantar el hechizo por más tiempo, sudando por el esfuerzo mientras me desangraba por la nariz maldije entre dientes al jodido imbecil que aún no se había acercado lo suficiente al interior.
–¡Voy a entrar! –finalmente dijo y al instante una sonrisa feroz se formo en mi rostro al saber el infierno que estaba a punto de caerle encima a este bastardo.
Una yegua de tierra relativamente joven de pelaje gris y vestimenta extraña entro a trompicones por el terreno irregular que era la pila de granizo, llevaba puesto un casco pequeño de color blanco que solo alcanzaba a cubrir la parte superior de su cabeza, ridículo y de aspecto lustroso con un círculo de luz que parecía estar incrustado en la parte frontal.
Abrí los ojos sorprendido cuando la vi, ¿en dónde habían quedado los centauros?, ¿y qué hacía un poni terrestre en medio de la cordillera Yaket?, ¿era esto un truco?, ¿que son esas ropas?, ¿es para distraerme y hacer que baje la guardia?, ¿debería atacar?. Cuando la mujer me noto abrió la boca en un jadeo, nos miramos en un tenso silencio de tres segundos donde solo se oia el silvido espeluznante de la magia hirviendo que estaba reteniendo, amenazando con explotar y pulverizarme si no la soltaba.
Tomando una decisión, me arriesge sofocando la energía acumulada para cancelar el hechizo, al instante mi visión se puso en blanco mientras caía al suelo como un títere sin cuerdas haciendo que mi cabeza chocara contra el suelo, me sacudí violentamente y apreté con fuerza la mandíbula, la desesperacion de no poder controlar mi cuerpo fue aterradora.
–¡TRAIGAN RAPIDO A LA DOCTORA!, ¡HAY UN PONI HERIDO! –grito en pánico mientras sentía como trataba de inmovilizarme para que dejara de estrellar el cráneo contra el piso encharcado.
Por más extraña y sospechosa que hubiera sido la situación, al menos ahora sabía que esto ciertamente no parecía tratarse de una trampa, fue un consuelo ver algo de esperanza luego de estos siete días de persecución constante. Odiaba tener que hacer esto, pero por el momento le confiaría mi destino a estos desconocidos.
Ahora, lo único que quería, era dormir.
