Advertencia

**El siguiente capitulo tiene escenas de violencia moderada, así como de intento de violación, se recomienda discreción, sino es de su agrado, son libres de irse.

**Menores de edad, no leer... hablo en serio...

**Mucho texto

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Con la mirada fija en la oscuridad de la noche, en los jardines del exterior, bañados con la misteriosa, resplandeciente y plateada luz de la luna; Hypnos mantenía sus brazos cruzados sobre su pecho, mostrando serenidad de su rostro, todo lo contrario, a su alocado corazón, que golpeaba sus costillas en una alocada carrera, a su vez, sentía que su mente se abrumaba con la presión de la sangre en sus sienes.

Estaba más que seguro que Afrodita haría sin problemas su parte, ya que ella se encontraba comprometida con él. Junto con Thanatos, había conseguido convencer sin problemas a Zeus, de otorgarle su libertad, a pesar de ser una omega, y tal vez la omega más deseada por muchos de los seres que habitaban entre los parajes del lugar.

"¡No puede haber errores!"

El dios recostaba su hombro sobre el borde de la ventana, sin dejar de mirar en medio de los espesos arbustos que rodeaba con delicadeza ese hermoso jardín. Entrecerrando sus ojos al mismo tiempo que fruncía el ceño, una serie de crujidos comenzaban a hacerse presentes, junto con el siseo de ramas moviéndose.

Una figura vestida de color rosa se acercaba con cuidado, en el mismo instante en el que la bella deidad giraba su mirada de un lado a otro, avanzando con cautela.

Con un movimiento rápido los pasos de la diosa empezaron a deshacerse de la distancia, avanzando con zancadas aceleradas. Afrodita con algo en sus manos, se acercaba a la ventana. Hypnos poco a poco iba irguiendo su postura, con un forzado movimiento, intentaba relajar su cuerpo, queriendo mostrar su usual apariencia indiferente.

—¡Espero que esto sea más que suficiente! —Exclamaba la diosa frenando con cautela sus pasos, ladeando sus caderas y colocando una de sus manos sobre ella, sonriendo con una notable molestia en sus ojos—. ¡No puedo creer que fueras capaz de darme una tarea tan penosa! Después de todo, ¡¿qué tiene de especial esta hierba?!

Manteniendo su postura erguida Hypnos miraba fijamente a la diosa, que, con un ceño fruncido y sus labios distorsionados en una mueca, extendía sus manos, mostrando un puñado de hierbas verduzcas y pálidas, que se mecían en respuesta al brusco movimiento.

Imitando los movimientos, comenzaba a acortar la distancia con las decadentes hierbas, que la misma diosa le aproximaba con desgana.

—Esa hierba, tiene propiedades que son útiles —Hablando con seriedad, a la vez que las esquinas de sus labios comenzaban a elevarse con ligereza—. Disculpe si no le informo más de eso, pero es lo mejor para no involucrarla.

—Entonces, ya no hay necesidad de ayudarte.

Las comisuras de los labios del dios se elevaban con una ligereza, dibujando con dificultad una sonrisa casi desapercibida. Fingiendo deambular su mirada sobre los verdes arbustos, en un intento por no encontrarse con la de ella.

—Sólo hay una cosa más que podría hacer por mí —Refutando al mismo tiempo que volvía la mirada al rostro de la diosa, de manera superficial—. Únicamente pido que mañana, a medio día; lleve por un momento a Metis fuera de su área de trabajo. Es lo último que le pediré.

Con la mirada entrecerrada la diosa arrugaba su entrecejo, mientras tanto sus delicadas manos a los costados de su cuerpo, tomaba sus finas túnicas, estrujándolas con notable fuerza.

—¡¿En serio?! —Respondiendo con notable sarcasmo, la diosa movía sus delgaduchos brazos para colocarlos cruzados sobre la perfecta redondez de sus pechos—. Estas dispuesto a meterte con Metis; entonces ese ser es alguien… valioso, ¿no es así? Me está dando curiosidad saber quién es.

"No me equivocaba, es perspicaz. Sin duda, aun puedo engañarla."

—No importa su identidad. Sólo quiero lo mismo que tú —Mintiendo con una voz sin titubeos fijaba su miraba en los ojos de ella manteniendo su sonrisa aparentemente inocente—. No estoy dispuesto a aceptar que ella elija a mi compañero.

¡¿Qué dijiste…?!

La diosa abría los ojos de par en par mientras su rostro iba perdiendo notablemente ese encantador rubor que siempre la acompañaba. Su hermosa mirada no podía dejar de observarlo, así como su labio inferior comenzaba a temblar, dando la impresión de que había palabras que no conseguían salir de su boca. Un ligero jadeo se escuchaba en medio de la fría noche, y así como si nada, la confusión y la compasión se veían mezclándose en su rostro y ojos.

"Fue fácil…"

—Es por eso —continuando con sus hábiles palabras mostrando una entera determinación sin apartar la mirada del rostro incrédulo de Afrodita—, le ayudé, ya que entendía su situación.

Soltando un sonoro suspiro la diosa, en un intento de recuperar la compostura de su rostro, agachando la cabeza y girándola a otro costado, dejaba que el silencio se desplazara a cada rincón del sitio.

—De acuerdo —Contestando de repente, al mismo instante en que la diosa volvía la mirada hacia el dios—. No obstante, si algo sale mal, negaré todo.

—No te preocupes. Yo asumiré toda la responsabilidad.


La luz del sol entraba por las grandes ventanas de sus aposentos, golpeando con fuerza todo su resplandor en su rostro austero que con sus fríos ojos dorados, Hypnos se había mantenido observando el avances de la luz sobre la penumbra de la noche. El momento que tanto había esperado, se acercaba a pasos agigantados, provocado por el inminente paso del tiempo mismo.

Volviendo la mirada hacia su costado zurdo, un pequeño escritorio de rústica madera, al lado de un montón de pergaminos apilados de una manera cuidada y una pulcritud envidiable; se encontraba un cuenco lleno de un aun humeante liquido amarillento pálido y nítido.

La infusión de las mismas hierbas que Afrodita le había entregado esa misma noche estaba lista.

Pronto aquella deidad a la que estaba destinada, la bebería y así podría conseguir lo que más anhelaba; con un pequeño margen de error, Hypnos casi podía sentir como su objetivo estaba cerca. Tanto, que sentía como sus dedos hormigueaban como si estuvieran a punto de acariciar la piel desnuda de Zeus. Sin embargo, sabía que había un detalle que podría arruinar todo.

Recordaba como el gran Regente de los Dioses, en el mismo instante en que se había encontrado a Afrodita, se dirigía directamente hacia una peculiar habitación, que cumplía con el único propósito de encerrarlo; lejos de los alfas y de los omegas en lo más recóndito e inexplorado del Olimpo, y que Hypnos y Thanatos eran quienes sabían el uso de ese lugar.

El celo del alfa estaba cerca, lo impresionante de eso, no era saber que la misma naturaleza del dios, le había dado la oportunidad perfecta para actuar; si no era saber que, durante el mismo, en ese breve periodo de tiempo dejaba de lado a Metis, en lugar de seguir saciando su primitivo y lujurioso instinto. Y, aun así, si la información dada por Afrodita era cierta, ella estaría ocupada por auxiliarlo.

Moviendo sus pies hacia el pequeño escritorio sin rastro de duda, y extendiendo sus largos brazos hacia este, tomaba el cuenco con el peculiar líquido, que se mecía con rapidez.

Una familiar presencia se acercaba a la puerta de su habitación, frunciendo el ceño con fuerza, el dios del sueño giraba su cuerpo hacia la espaciosa ventana. Cuando unos ligeros golpes se escuchaban estrellándose en la pesada puerta de su estancia.

—Oye, Hypnos —la voz de Thanatos y los ligeros golpes desde el otro lado de la puerta captaban su atención, y presionando con fuerza su quijada y arrugando más el ceño, el dios volvió su cuerpo hacia la entrada—, abre.

"¡¿Por qué no abres la maldita puerta?!"

Poco a poco comenzaba a presionar con fuerza el cuenco en sus manos, meciendo el recipiente con un ligero temblor que irradiaba desde su ya tenso cuerpo. Ignorando la voz de su hermano, el joven dios giraba con un aire indiferente hacia la ventana, inhalando con profundidad la fresca brisa que se azotaba en su cara.

"¡No permitiré que arruines esto, Thanatos!"

Haciendo caso omiso de sus pensamientos, el dios comenzaba a desvanecerse, al mismo tiempo que un crujido pesado a sus espaldas se hacía presente cuando su cuerpo inmortal se desvanecía por completo.


De un lado a otro, Metis recogía los pequeños desperdicios de hierbas cocidas que quedaban en el recipiente donde había preparado la infusión. El delicado olor ondeaba con desenvoltura por toda la habitación, llenando todo de un agradable aroma; y moviéndose con un ritmo apresurado de un lado a otro, dejaba que mechones rebeldes de sus largos cabellos violáceos se tambalearan con sus movimientos apresurados por los bruscos movimientos de su cuerpo, saliéndose con rebeldía de su peinado.

Sabía que el celo de Zeus estaba a punto de iniciar, y, por ende, estaría encerrado en esa habitación; pues debido a que él era un alfa dominante y puro, debía prepararse para la llegada de su celo.

Deméter, Poseidón y Zeus, era los últimos alfas puros que existían y tomaban sus precauciones para no lastimar a discreción. Por otro lado, Zeus, al ser dominante, hacía que la pureza de su sangre lo convirtiera en una criatura completamente fuera de sí, manipulado a voluntad por su instinto, y cada estímulo del exterior sería un detonante, llegando a ser un ser completamente inestable.

También debía ser importante, tomar precauciones, ya que tenía conocimiento de que un alfa en pleno celo no era capaz de razonar. Se mantenían a la defensiva, además de ser enteramente violentos con otros alfas, y podría ser, incluso un peligro para un simple omega. Desde el inicio estaba más que consciente de sus motivos, por eso se alejaba de cada ser del lugar.

"Un cálido anochecer, donde sus manos temblorosas sostenían con dificultad los jirones de tela de sus irreparables túnicas, temblando y con el rostro bañado en lágrimas, aun trataba de cubrir la desnudez de su pecho.

"Y en frente de él un dios con los ojos desorbitados, que, en lugar de palabras amables, salía un gruñido desde lo más profundo de su garganta.

"A la vez, Deméter y Poseidón lo tenían sostenido, cada uno sujetando uno sus brazos jalando con fuerza, en un notablemente dificultoso, para alejarlo de ella.

"La delgada figura de Hestia se acercaba, y sin dudas, se arrodillaba a su lado. De un momento a otro, los brazos de la diosa la rodeaban dejando que sus ondulados cabellos castaños cubrían parte de su rostro.

"Sin espera, las lágrimas se desbordaban, en cálidos torrentes que rodeaban por sus lívidas mejillas, llena de sollozante lamento. El miedo sacudía con fuerza su cuerpo, su mente abrumada por la salvaje criatura que se había abalanzado sobre ella que no era el dios gentil que había conocido."

Sacudiendo su cabeza, los rebeldes mechones de su cabeza rozaban la piel de su bella cara, que con una cosquilleante caricia la devolvían a la realidad de la fría habitación. Bajando con renuncia la mirada, miraba aquel cuenco con el líquido dorado, tranquilo y nítido.

"¡Está listo!"

Acercando sus manos al cuenco sobre la pequeña mesa, en medio de los despedazadas hierbas y trastos que se encontraban arrumbados por todo el lugar. Sabía, que el celo de un alfa era algo que no podría inhibir por completo, sin embargo, al menos ayudaba a calmar un poco esa iracunda reacción.

Una sensación amarga llenaba y punzaba su pecho, odiaba verlo así, sufriendo por su propia naturaleza. Sin embargo, todo ese bello sentimiento que inundaba su ser no era la única razón por la que había traicionado a Cronos, sino también el ser un testigo acallado de las atrocidades que el titán cometía, y que necesitaba ser castigado; aunque el precio por hacerla fuera señalado como traidora por la eternidad.

De repente, unos ligeros golpes se estrellaban en la gruesa madera de la entrada, Metis casi de inmediato, viraba la cabeza y su cuerpo hacia atrás, escuchando con cuidado como los golpes volvían a escucharse con más fuerza. Dando zancadas hacia la entrada, la titánide extendía su mano hacia la misma, para abrirla con un sonido rechinante y estridente.

Tras dejar la puerta abierta, una hermosa diosa con unas túnicas inusualmente blancas y ceñidas a su delgada cintura se quedaba de pie, un paso atrás del marco de la entrada.

—¡Afrodita! —Exclamando mientras subía el tono de su voz, abría los ojos de par en par, sobresaltando su cuerpo—. ¡¿Q-qué te… trae por aquí?!

—Quería hablar contigo de algo importante.

—¡Claro! —Contestando al mismo tiempo que movía su cuerpo hacia un lado; con la mente en blanco, e ideas desconcertadas en su cabeza—… Pasa…

Al percibir sus palabras, la diosa hacia más notable la cara de asombro que tenía en el rostro, sus ojos marrones brillaban, por la emoción de que Afrodita, por primera vez, se atrevía a iniciar una conversación, y por el otro lado, el inevitable desconcierto que no podía evitar sentir.

En su mente, sabía que no era sencillo, que ella se acercara por voluntad propia, empero, quería usar esa aparentemente única oportunidad para intentar aclarar toda clase de malentendidos, sabía de la idea que la diosa tenía de ella, y al lograrlo, podría seguir con una convivencia pacífica.

—¿Podríamos ir a otro lado? —Replicando con un tono ansioso, la diosa movía su mano hacia su rostro, colocando sus dedos pulgar e índice en sus fosas nasales, al mismo tiempo que lo ladeaba con una cara arrugada y llena de desagrado—. Es que… el olor me molesta un poco.

—De acuerdo…

Con una visible renuencia la titánide se acercaba al umbral, atravesándolo en un fluido paso, para que en un golpe sordo cerrara la puerta de tras de sí, iniciando a caminar con lentos pasos, recorriendo el largo pasillo, que se encontraba llenos de ángeles que se iban desplegando a lo largo del mismo, estando un poco más transitado de lo normal.

En un día normal, todo en el Olimpo era una constante rutina; sin embargo, los cambios en ella, era evidentes cuando Zeus se encerraba por la llegada de su celo. La razón era evidente, estando en un mundo con mucho esfuerzo del dios, a la vez, de la casi inexistente inestabilidad en su reino, su presencia era primordial, cualquier flaqueza en este punto crítico de su regencia.

—Y bien, ¿de qué querías hablar?

Rompiendo el silencio del pasillo, Afrodita había juntado sus manos sobre su vientre, Metis miraba como sus dedos retorcían las telas de sus túnicas con una ligera desesperación.

—Yo… ah —jadeando con fuerza, Afrodita volvía su cabeza hacia su rostro, Metis sólo podía mirarla como se mordía con fuerza el labio inferior—, quería pedirte que si podías darme un… una infusión más fuerte para mí celo…

—Afrodita, ya hemos hablado de eso.

—Claro que lo sé —exclamaba exagerando el movimiento de sus manos, Metis empezaba a entrecerrar sus ojos ante el extraño comportamiento de ella.

Un largo e innecesario silencio empezaba a inundar el lugar. Metis comenzaba a sentirse incómoda con aquella farsa de conversación, fijando su mirada en el rostro pálido de la diosa, mientras seguía mordiendo con un evidente aumento de fuerza en su labio inferior.

—Si no tienes más que decir —desmoronando el silencio, Metis volvía su cuerpo para intentar reanudar su trabajo—, me retiro…

—¡No! —Una fuerte y repentina exclamación salía de la boca de la diosa, a su vez uno de sus brazos se veía envuelto por un par de pequeñas manos cálidas—. ¡De acuerdo, te lo diré!

Metis volvía su mirada, de la nada abría los ojos de par en par, y sus ojos marrones podían ver el rostro sonrojado de Afrodita, que resaltaba con fuerza, al mismo tiempo que el agarre de la diosa disminuía con lentitud.

—¿A qué te refieres?

—Yo… quiero hacer las cosas bien. Zeus, me dio la libertad de elegir a mi compañero —Con la mirada en el suelo y la vergüenza añadido a su tono de voz, similar al de una niña admitiendo una travesura, hablaba con rapidez—. Sólo… no quiero que mi estúpido celo lo arruine…

—Lo siento, Afrodita —Hablando con firmeza sentía como la presión alrededor de su brazo había desaparecido por completo—. Si lo hago, a largo plazo podrías dañar tu cuerpo. E incluso con un compañero, sería imposible que concibas un hijo, ya que tu celo… ya no aparecería más. Así que, espero que entiendas.

Volviendo su cuerpo con lentitud reanudaba su camino y con una notable zancada se alejándose de la diosa.

Perdiéndose en el largo pasillo, no podía dejar de pensar en la apariencia lamentable de Afrodita. En más de una ocasión, había sido testigo de la manera tan firme en la que Zeus, rechazaba su petición y de la rabia y frustración que se quedaba arraigada en la mirada de la deidad.

Sus pasos calmados y titubeantes la habían llevado a su lugar de trabajo, donde un par de figuras armadas con su Glory y serenas esperaban inertes. Aquiles y Odiseo giraron el rostro al escuchar sus pasos, y con una solemne expresión, inclinaban la cabeza en su presencia. Sin un auténtico entusiasmo, comenzaba a levantar las esquinas de sus labios, formando una forzada sonrisa, al vez que inclinaba la cabeza en respuesta.

—Hemos venido por usted —Aquiles rompió el silencio fijando su mirada amarilla en su rostro—. El dios Zeus quiere verla.

—Está bien —Respondiendo con seriedad, Metis retomaba su camino, hacia la puerta de su área de trabajo.

Con un ligero empujón, se escuchaba el fuerte rechinido, la puerta se abría dejando ver como cada cosa estaba en el mismo sitio en el que la había dejado. Sus pequeños pasos acortaban el espacio con a la pequeña mesita de trabajo, donde el cuenco de la infusión permanecía exactamente en el mismo sitio, con ligeras ondas deslizándose en la superficie del líquido.

Extendiendo sus manos tomaba el cuenco con cautela, para luego en un movimiento fluido girarse a la puerta donde los ángeles la esperaban con paciencia.


Sentado con las piernas cruzadas y su espalda recostada en el tronco de un viejo árbol en medio de un claro, tan alejado del templo en el lugar donde debía estar, Hypnos miraba con seriedad el cielo que poco a poco se estaba inundando de tonos anacarados y rojizos.

Una delicada brisa vespertina soplaba con fuerza, despeinando su largos cabellos dorados que revoloteaban con el mismo, aspirando con delicadeza el fresco aire, sentía como su cuerpo, cubierto de túnicas blancas e inmaculadas, lentamente se relajaba. Habían pasado algunas horas desde que Afrodita había logrado alejar a Metis de su área de trabajo, y de acuerdo con sus cálculos, la infusión ya había sido bebida.

Lo único que le quedaba ahora, era esperar a que hiciera efecto y poder tener lo que siempre había anhelado.

Cada minuto transcurría con una desesperante calma, que a su vez poco a poco el avances de la noche, volvía a cubrir cada rincón del firmamento junto con el intermitente y tintineante de las estrellas que resplandecían encandiladas.

"Exactamente, fue en una noche así."

Los pensamientos del dios comenzaban a divagar en su cabeza, esa noche en particular, era parecida con una inigualable precisión. En un movimiento rápido, el joven dios se levantaba con tranquilidad, para volverse y comenzar a rodear el viejo tronco, andando con precaución entre la espesa arboleda, acercándose a cada paso a su inevitable encuentro.

"Los largos y rebeldes cabellos de su madre ondulaban con él, mientras ella, inerte dejaba a la vista su cosmos, como lenguas de un fuego azulado ardiente que movía vacilante y ralentizado sus delicadas túnicas. El cielo claro y nítido, parecía que iba tiñéndose de tonos naranjas y rojizos, que con el pasar de los minutos se tornaban sin remedio, en un manto oscuro.

"El joven dios miraba fijamente el magnífico poder de su madre, ella de pie en una colina con los parpados cerrados con suavidad, mientras mantenía sus brazos y manos extendidas hacia afuera.

"—Espero estés listo para el día de mañana —interrumpiendo a su hijo la diosa permanecía en su sitio sin titubear.

"—Lo estoy madre.

"Una débil sonrisa se alcanzaba a vislumbrar en su pálido rostro que se dejaba cubrir con parcialidad por las marañas de su oscuro y rebelde cabello.

"—Convivirás con… —interrumpiendo sus palabras, ella bajaba con lentitud sus delgaduchos brazos dejándolos a sus costados, a la vez que el cielo había terminado de pintarse de una oscura penumbra con pequeños destellos sobresalientes en la absoluta oscuridad—, algunos betas y omegas; debes saberlo desde ahora para hacerte a la idea, y no dejar que ocurran incidentes...

"Hypnos asentía con lentitud sin perder la vista de la diosa, mientras tanto Nix acercaba sus manos hacia el rostro del dios, para clavar su mirada en ella.

"—Serán instalados en una área exclusiva para los alfas —Moviendo su cuerpo, Nix comenzaba a girarse hacia su hijo, que con ojos fijos y ansiosos seguía sosteniendo la mirada, entre tanto colocaba suavemente sus manos sobre sus hombros—. Para ser honesta es una completa exageración.

"—Madre, no te estoy entendiendo…

"—Escucha con atención Hypnos. En el Templo Principal del Olimpo es el hogar de Zeus, que a su vez se encargó de dividirlo en cuatro secciones: el ala norte, donde estarás con tu hermano, el ala este y oeste donde residen los betas, incluidos los ángeles, y el ala sur donde viven los omegas.

"Esto ayuda a que los alfas y omegas estén completamente separados, así los alfas no son afectados por el celo de los omegas, y los omegas no serían atacados por los alfas en celo. Zeus no permite uniones, a menos que sea a través de un matrimonio; incluso los ángeles que se encuentran como barrera, tienen la orden directa de atacar a cualquiera ataque a algún omega.

"—De ser así, Thanatos no tiene oportunidad de atacar a los omegas —Contestaba en tanto que entrecerraba y bajaba la mirada cabizbajo.

"—Así es, sin embargo, cerca del ala sur, en la frontera, crece una hierba que provoca el celo en alfas y omegas, no obstante, según palabras de Metis, no hay ningún efecto en betas… si te digo todo esto, es para que tomes precauciones —Acercándose al rostro de su hijo, la diosa no apartaba la mirada que parecía angustiada, como si hubiese algo que no le pudiera decir—. Confío en tu madurez, sin embargo, debes tener cuidado, ya que, aun eres joven y… sé que nuevas sensaciones o estímulos puedan cegar tu razón. Protege a tu hermano, pero ten más precauciones tú… ¿Entiendes Hypnos?

"—Entiendo madre".

Con los ojos entrecerrados, el joven dios permanecía sereno, dejando que la brisa acariciara su rostro a la vez que se acercaba a aquella habitación en la que Zeus se encontraba recluido, deteniendo su caminar a poco pasos del lugar. De repente, un chasquido de una rama estremecía la apacibilidad del claro, que, con sonoros y jadeantes respiraciones, advertían su presencia.

Percibiendo en sus fosas nasales un familiar aroma a roble, era una satisfacción saber que todo salía de acuerdo con su plan; sin embargo, en un claro intento por querer su cuerpo sentía como este, con la intensidad de sus feromonas de alfa, su cuerpo había quedado completamente paralizado, mientras tanto un par de ojos azules como el gélido, lo observaban en medio de las sombras.

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**Holis '(*﹏*)′

**¿Que les pareció este capítulo? Espero les haya gustado,

**Amm llegamos al ansiado punto donde todo estalla...
bueno, donde comienza el desmadre
ヽ(≧□≦)ノ

**A partir de aquí es donde las cosas comienzan a ponerse más tensas y serias,
como comenté en la advertencia inicial a este fanfic serán temas fuertes y delicados.
Y cosa que también aclare es que se tomarán como lo que son, temas serios, sin romantizar, ni subestimar.

**También me estoy leyendo un par de fanfics omegaverse (de otro fandom) que trata estos temas,
y pues ammm no sé, quedé así (⊙ˍ⊙)