Epílogo.

Un 7 de diciembre, años después.

La mañana de su cumpleaños fue inusitadamente fría para ese invierno prematuro que ya invadía las calles de Múnich. A pesar de la calefacción, la cama se sentía fresca y Genzo supo que la persona que había dormido en la otra mitad se había levantado hacía mucho tiempo. Todavía amodorrado, el joven se levantó y se puso una camiseta de manga larga; el reloj de su teléfono marcaba las 10 de la mañana, cosa que lo sorprendió dado que no estaba acostumbrado a dormir hasta tan tarde, y se dio cuenta también de que tenía algunos mensajes de WhatsApp esperando a ser leídos.

"Feliz cumpleaños, Wakabayashi", rezaba el mensaje que le había enviado Schneider. "Bienvenido a la adultez".

– Si serás –gruñó Genzo, aunque después sonrió–. Al menos yo ya acabé de madurar, a diferencia tuya.

"Joyeux anniversaire! (¡Feliz cumpleaños!)", decía el de Elieth. "¡Más te vale que estés listo a tiempo para tu fiesta sorpresa!".

– Si me lo dices, ya no es sorpresa –comentó Genzo en voz alta, tras reírse.

A ambos les agradeció sus buenos deseos y les aseguró que los vería en la noche, pues ya sabía que estaban organizando algo para él. A Wakabayashi le daba gusto que sus dos amigos, personas que hasta hacía relativamente poco no sabían de la existencia del otro, en ese momento fuesen una pareja estable y bien consolidada. Elieth continuaba trabajando en París junto a su padre, pero había anunciado que quizás la mandasen al consulado de Francia en Múnich para comienzos del próximo año, lo cual a Karl le parecía más que bien. Genzo solía comentarle con frecuencia que, si no hubiera sido por él, Schneider nunca hubiese conocido al amor de su vida, y si bien el alemán sabía que esto era cierto, no lo aceptaba abiertamente. En cualquier caso, cada que tenía un día libre, Karl viajaba de Múnich a París para ver a Elieth y otro tanto hacía ella, pero a la inversa, para verlo jugar con el Bayern. Y aunque ninguno hubiera hablado de eso, Wakabayashi los conocía lo suficiente a ambos para saber que lo suyo iba en serio.

– Me da gusto que ustedes lo hayan tenido más fácil –comentó el portero en voz alta, después de lo cual continuó leyendo el resto de mensajes que tenía pendientes.

Habían pasado más de dos años desde la muerte de Hatori y aunque la vida de Genzo no había cambiado tanto en cuanto a rutinas, sustancialmente había dado un giro de 180 grados. Cierto era que continuaba siendo el portero del Bayern Múnich y seguía cosechando éxitos tanto en este equipo como en la Selección de Japón, pero había un añadido importante en su vida, tan importante que él se preguntaba cómo había podido vivir sin eso antes. Más aún, se preguntaba por qué se había resistido tanto a recibir esa bendición, cuando era una de las mejores cosas que le habían pasado en su vida.

A esas alturas, una vez que hubo pasado la conmoción inicial y el polvo del terremoto que causó se asentó sobre los escombros, las secuelas de su rebeldía se hicieron presentes a intensidades variables. La comunicación que Wakabayashi mantenía con su familia era distinta, dependiendo del miembro de la familia del que se estuviera hablando. Y considerando que Genzo había decidido que no necesitaba seguir en contacto con ninguno, el que hubiera podido reparar sus relaciones rotas con algunos cuantos ya se podía considerar como una victoria.

Eiji reanudó conversaciones con su hermano menor sin hacerle ni un reclamo, cuando se le pasaron el enojo y el rencor, y lo trató como si no hubiese sucedido algo extraordinario, como si Genzo nunca se hubiera rebelado contra su padre por culpa de su tía política; al comienzo, Genzo se preguntó qué estaría ocultando su hermano tras esa fachada de falsa inocencia, pero después de hablar con él en varias ocasiones, concluyó que Eiji estaba siendo sincero pero no sabía cómo actuar con él tras lo sucedido, así que decidió seguirle el juego y llevar la fiesta en paz. Ambos habían tenido suficiente drama como para el resto de sus vidas y, de todos, Eiji siempre había sido el que se tomaba las cosas con menos seriedad, ni caso tenía seguir atascado en el pasado. Eiji hábilmente evitaba hablar de forma directa de los temas escabrosos, así como tampoco preguntaba cuestiones que pudiesen molestar a Genzo, pero sí sabía cómo informar a su hermano de lo que quería que se enterara. Genzo estaba de acuerdo en charlar con Eiji de vez en cuando y averiguar a través de él lo que sucedía en Japón, pero se negó rotundamente a soltar información sobre la ahora llamada doctora Del Valle. En teoría, a Eiji no tendría por qué importarle lo que le sucediera a la joven a partir del momento en el que se repartió la herencia, pero Genzo creía que su hermano estaba más interesado en ella de lo que pudiera esperarse.

"Feliz cumpleaños, Gen-chan", se leía en el mensaje de Eiji, escrito con una evidente burla. "Espero que, para variar, no la pases solo. Quizás nuestra tía quiera hacerte compañía ya que también anda por Europa. ¡Bien podrías preguntarle!".

"Al menos no me llamó 'hermano menor'", pensó Genzo, enfurruñado. "No me queda duda de que Eiki tiene espías por acá, sólo así podría estar tan enterado de cosas que no debería".

El portero estaba casi seguro de que Eiji sabía la verdad sobre Lily y que sólo se estaba haciendo el tonto, aguardando a que su hermano se dignara a sincerarse. Sin embargo, Genzo no quería caer en su trampa, no todavía, aunque estaba consciente de que, tarde o temprano, tendría que revelarle la verdad a Eiji sobre su relación con Lily.

Con respecto a Shuichi, las cosas no habían sido tan relajadas como con Eiji, así que a Genzo no le sorprendió que no le hubiese enviado un mensaje de felicitación. Es más, ni lo esperaba. Durante las primeras semanas tras su partida de Japón, Shuichi dejó agresivos y furiosos mensajes de voz en el buzón de su hermano, indignado como estaba por su irreverente actitud, pero Genzo no devolvió ninguno y con el tiempo las llamadas se detuvieron. En otras circunstancias, quizás algunos años antes, Genzo habría respondido a cada mensaje con una actitud retadora, pero ahora no consideraba que valiera la pena perder el tiempo en situaciones sin solución. Genzo no iba a contarle a nadie lo que sabía de Shuzou, pero tampoco iba a disculparse con él, lo que hizo que las interacciones con Shuichi se quebraran de manera definitiva, pues éste seguía creyendo que Shuzou había actuado bien en todo momento y que Lily había tenido la culpa de muchas de las cosas que ocurrieron. Esta situación llevó las cosas a un punto muerto (que no se habría resuelto ni aunque Genzo le contara la verdad a Shuichi, pues estaba negado a ver la realidad), con la consecuencia de que los dos hermanos acabaron por separarse, pero era un daño colateral que Genzo estaba dispuesto a soportar.

Había muchos otros mensajes más de felicitación, incluidos el de Hermann Kaltz y el de su antiguo entrenador, Tatsuo Mikami. También Misaki y Eriko lo habían felicitado, cada uno por su cuenta, y Genzo se sintió agradecido de que las cosas con ellos hubieran mejorado sustancialmente en los últimos meses.

Tras la plática que tuvo con ella en Japón, Eriko había calmado su personalidad irascible, quizás llevada por el duelo y por el nacimiento de su segundo hijo, al cual Hatori ya no alcanzó a conocer. Ella seguía siendo la misma mujer altanera y egocéntrica que había sido siempre, pero había reconocido sus errores y estaba en proceso de perdonarse a sí misma por haberse dejado llevar por su inmadurez y haber abandonado a su padre. Al menos, ya había aceptado el hecho de que entre Hatori y Lily había habido un amor sincero y que ella hizo lo mejor que pudo dadas las circunstancias. Por supuesto, Eriko jamás reconocería esto ante Lily, pero que fuese capaz de dejar sus rencores ya hablaba mucho del cambio que se estaba operando en ella. Genzo fue a visitar a los Misaki cuando nació su segundo hijo (al cual eligieron llamar Hatori) y después de eso volvió a ir a Francia unas cuantas veces más, pero Eriko nunca había hecho el intento de visitarlo en Alemania y Genzo creía que era lo mejor.

Con respecto a la casa de Hatori, Taro y Eriko aún no habían decidido qué hacer con ella, pues Misaki ya tenía bien establecida su carrera futbolística en Francia y Eriko estaba demasiado habituada a la vida en Europa, pero definitivamente no iban a venderla.

– Estamos pensando en que quizás podríamos mudarnos cuando me retire del fútbol, cuando nuestros hijos sean mayores –le había dicho Taro a Genzo alguna vez–. Tanto a Eriko como a mí nos gustaría pasar nuestros años de retiro en Japón y la casa de mi suegro sería un buen sitio para hacerlo, yo podría dedicarme a entrenar a grupos infantiles y a Eriko le gustaría explotar su faceta de diseñadora. Por supuesto, primero tenemos que asegurarnos de que los niños terminen la educación básica o que por lo menos puedan ya mantenerse por su cuenta en donde sea que quieran vivir, pero ésa es la idea. Mientras tanto, mi padre y Bisbrian podrían usarla durante un tiempo, él tiene la idea de pintar otra vez el Fuji y ella quiere fotografiar varios de los muchos paisajes hermosos que hay en Japón.

A Wakabayashi le parecía que ése era un buen plan, a Eriko le hacían falta todavía algunos años de duelo y le convenía pasarlos lejos de la casa en donde vivió con sus padres, en donde ambos pasaron sus últimos días de vida. Sin embargo, no le quedaba duda de que, en el futuro, Eriko podría volver y ser muy feliz en el hogar que Hatori reservó para ella, aunque quizás la fecha de retiro se prolongaría un poco más, pues a los pocos meses a Genzo le llegó la noticia de que la joven estaba embarazada por tercera ocasión.

Mientras terminaba de leer el último mensaje, llegó la felicitación de Kana, que causó sensaciones encontradas en Genzo, no tanto por el mensaje en sí como por lo que había estado pasando con su madre en los últimos meses. Tras mucho insistir (o quizás no tanto) y una sutil manipulación, Genzo consiguió que su madre aceptara visitarlo en Alemania; al comienzo, Kana permanecía en Europa sólo durante unos cuantos días, pero conforme fue haciendo más visitas ya aceptaba quedarse por varias semanas, una vez que encontró el valor que le faltaba para contrariar a su marido. En sus primeros viajes, Genzo se encargaba de acompañarla a todos lados, pero después la misma Kana encontró su rumbo y fue adaptándose a Alemania y al alemán mucho mejor de lo que su hijo creyó que haría. Esto en sí no era motivo para preocuparse, al fin y al cabo era lo que el portero quería, lo que lo inquietó ligeramente fue que, en uno de sus viajes, Kana se reencontró con Tatsuo Mikami, el ya tan conocido antiguo entrenador personal de Genzo, quien resultó ser un viejo amigo de la infancia. Una cosa había llevado a la otra y, aunque ninguno de los dos lo había confirmado, todo parecía indicar que entre Mikami y Kana se había establecido un amorío que prometía alterar aún más los cimientos de la frágil estabilidad de la familia Wakabayashi. Genzo no sabía cómo debía sentirse con respecto al hecho de que su madre y su antiguo entrenador estuvieran juntos, pero estaba consciente de que era el menos indicado para juzgarlos. Al menos, Mikami y Kana eran muy discretos al respecto y nunca aparecían juntos delante de Genzo, incluso se tomaron la molestia de felicitarlo por separado.

– Un detalle que agradezco –murmuró Genzo, quien a pesar de todo sonreía.

"Aunque tu padre no pueda enviarte un mensaje, te desea feliz cumpleaños con el corazón", añadió Kana después; sin importar lo que pasara, quizás nunca podría quitarse la costumbre de justificar las acciones de Shuzou. "Ya sabes que él siempre está muy ocupado y por eso no te escribe, pero lo haría si pudiera".

Por supuesto, Wakabayashi estaba al tanto de que Shuzou no lo felicitaba porque no pudiera, sino porque no quería.

Como era de esperarse, la relación entre Shuzou y Genzo estaba completamente rota y sin posibilidades de que pudiera arreglarse. Tras la amenaza que le hizo Genzo de contar lo que sabía si no dejaba en paz a Lily, Shuzou había intentado actuar el papel de víctima, esperando que con eso el mismo Genzo se sintiera culpable y se disculpara, o que bien alguno de sus otros hijos o su esposa lo forzaran a hacerlo. Sin embargo, él había subestimado la rebeldía de Genzo y el hecho de que estaba más allá de cualquier chantaje y/o reclamo. Además, si bien jamás lo admitiría, a Shuzou le había herido el que Genzo lo acusara de boicotear la relación de su hermano por pura envidia, básicamente porque era verdad. Hatori había tenido la suerte de encontrar el amor real no una sino dos veces, algo que Shuzou nunca pudo hacer ni una sola vez (por mucho que Kana fuese una buena mujer, el señor Wakabayashi no la consideraba el amor de su vida). Quizás, si hiciera un análisis de conciencia profundo, el hombre podría reconocer que, efectivamente, ésa era la raíz del problema que condujo a los eventos posteriores, pero Shuzou no fue capaz de verlo hasta que Genzo se lo echó en cara.

Sin embargo, Genzo no se negaba a la posibilidad de hablar con Shuzou en un futuro. Si el hombre en algún momento quería reconocer sus errores y recomponer el camino, Genzo estaría ahí para ayudarlo.

"Aunque puede ser que eso nunca ocurra…".

Una vez que hubo terminado de leer y de responder todos los mensajes, Wakabayashi se levantó y dirigió sus pasos hacia la sala de estar, en donde estaba seguro de que encontraría a su acompañante. Las puertas del balcón que se ubicaba detrás del comedor se encontraban abiertas, las cortinas ondeaban con el viento frío de la mañana y Genzo vislumbró a una mujer apoyada contra la barandilla, contemplando la ciudad. Ella se giró a verlo cuando escuchó sus pasos y le sonrió, de esa manera tan dulce que le hacía sentir a él que todo andaba bien en el mundo.

– Esperaba que durmieras un poco más –le dijo Lily–. Te tenía preparada una sorpresa de cumpleaños.

– ¿De verdad? –preguntó Genzo, enfrentándose al aire frío de la mañana–. ¿Qué cosa, si se puede saber?

– Un desayuno desnudo en la cama –respondió ella–. Pensaba quitarme la ropa y llevarte una bandeja con comida.

– ¿PERO QUÉ? –se atragantó Genzo y se puso de mil colores–. ¿Hablas en serio?

– Por supuesto que no. –Lily se echó a reír–. Me encanta que sigas cayendo en mis bromas a pesar del tiempo que llevas de conocerme.

El último par de años le había bastado a Genzo para conocer a Lily en su estado natural, por llamarlo de alguna manera, y darse cuenta de que era una persona con espíritu bromista, alegre y, en muchas ocasiones, sarcástico; a la doctora le gustaba burlarse de él en formas sutiles, aprovechando que Genzo solía creerse muchas cosas, además de que también hacía gala de un sarcasmo que se parecía mucho al suyo. Y aunque ella nunca se lo hubiese dicho, él estaba seguro de que Lily no mostró frecuentemente este tipo de humor con Hatori, parecía ser una faceta de su personalidad que sólo tenía la confianza de mostrar con Genzo.

– Es que contigo ya no se sabe. –Él se rascó la nariz, avergonzado–. Me parece que es del tipo de cosas que sí harías.

– ¿Crees que me desnudaría para llevarte la comida? –preguntó ella, con una sonrisa pícara–. Me parece que, después de todo, sí me conoces mejor de lo que pensé.

Wakabayashi volvió a soltar una risa avergonzada y sintió la conocida punzada del deseo en el vientre. ¿Sería muy temprano para llevársela a la cama?

– ¿Qué haces aquí? Está haciendo mucho frío como para estar afuera. – Genzo se lo pensó mejor y decidió cambiar el tema.

– Oh, sólo estaba contemplando Múnich desde las alturas –aclaró Lily y se volvió para mirar nuevamente la metrópoli–. Es una ciudad hermosa.

– Lo es –aceptó Genzo–. Ha terminado por engancharme tras varios años de vivir aquí, aunque confieso que me gustaba más Hamburgo.

Lily Del Valle había pasado los dos últimos años yendo y viniendo entre Grecia y Alemania, repartiendo su tiempo entre su bien merecida soledad en su villa de Santorini y el departamento de Genzo en Múnich, quien había aceptado que ella todavía estaba en proceso de recuperación y que por lo tanto necesitaba su espacio. Si bien él se había dicho que iría a Santorini a pedirle que se mudara a Múnich, al final no lo hizo abiertamente y decidió que esperaría a que Lily estuviera lista, después de todo no era muy sano que ella se sumergiera en una nueva relación a tan pocos meses de haber perdido a su anterior pareja y mucho menos si esa nueva relación era con un familiar del difunto. En cualquier caso, en esos dos años Lily había encontrado la manera de adaptarse a la rutina de Genzo sin estorbarle, pero haciéndole sentir su ausencia cuando no estaba presente y ocasionando que él comenzara a creer que la necesitaba. Y tal vez así era. Ambos aprovechaban el hecho de que ni en Grecia ni en Alemania hubiera alguien que conociera su turbulento pasado (con excepción de Karl y Elieth, y ellos evidentemente no iban a revelar su secreto) y la pasaban bien sin complicarse demasiado la existencia. Lily incluso había evitado visitar a Genzo cuando Kana estaba de visita para prevenir cualquier suceso catastrófico, precaución que no estaba de más aunque él creyera que su madre no haría un escándalo si se enteraba de que su hijo menor seguía teniendo contacto con la viuda de su cuñado. Así pues, en ese momento Lily llevaba algunos meses hospedándose en el departamento de Wakabayashi, tomándose las cosas con calma, un día a la vez.

– ¿No extrañas Japón? –preguntó ella, curiosa.

– No, realmente –negó Genzo–. Ya no. Al principio fue difícil el cambio, con un idioma y unas costumbres tan distintos, pero ahora ya no me imagino viviendo en otro lugar que no sea en Alemania.

– Ya veo. –Lily le sonrió–. Supongo que yo también podría acostumbrarme a vivir aquí, si no es que lo hice ya.

– ¿Lo dices de manera retórica, como algo a futuro? –Genzo alzó las cejas.

– No exactamente –respondió Lily y se quedó callada un momento antes de continuar–: Lo he estado pensando mucho y ha sido bueno tomarme este descanso, pero creo que debo retomar mi vida en el punto en el que la dejé cuando Hatori murió. Ya es momento de hacer planes otra vez y creo que Múnich es tan buen sitio como cualquiera para hacerlo.

– En algún punto debes hacerlo, sí –habló Wakabayashi con cautela–. ¿Quieres empezar de nuevo en Múnich? ¿Qué hay de Santorini?

– Santorini me gusta mucho, no lo voy a negar, pero más como santuario de relajación que como un lugar para comenzar de nuevo –explicó Lily–. Los meses que pasé allá me han servido de mucho para meditar y ponerme en paz conmigo misma y con el mundo, pero no me veo viviendo ni trabajando ahí para siempre. La villa que compré me gusta para dejarla como sitio de veraneo y descanso, podría ir allá cuando tenga tiempo libre y necesite relajarme, pero quiero probar suerte en otra ciudad. Así que, sí, quisiera probar suerte aquí, buscaré un departamento o una casa pequeña a la que me pueda mudar.

– O podrías quedarte aquí de tiempo completo. –Genzo tomó la oportunidad que se le estaba ofreciendo en bandeja de plata–. No tienes la necesidad de buscar algo más porque ya me tienes a mí.

Ella abrió mucho los ojos, desconcertada momentáneamente por el hecho de que él hubiera sido tan directo. Sin embargo, después aceptó que eso formaba parte del carácter de Genzo, no le gustaba andarse con rodeos y por lo mismo casi siempre hablaba con la verdad de frente. Y Lily tenía que reconocer que ésa era una de las cosas que más le gustaban de él.

– Lo había pensado, sí –admitió ella, quien decidió ir por el mismo camino de honestidad–. Pero me pareció que sería muy descarado de mi parte el pedirte que me dejaras mudarme contigo.

– Yo he querido sugerirlo desde aquella vez que fui a buscarte a Santorini –confesó Genzo, sin titubear–. Originalmente a eso iba, a pedirte que te vinieras conmigo a Alemania, pero no tardé en darme cuenta de que necesitabas tu espacio y opté por no presionarte. Me he estado conteniendo todo este tiempo, pero ahora que me dices que quieres comenzar de nuevo en Múnich, es momento de que te lo pida abiertamente: múdate aquí, hay espacio de sobra para los dos.

Genzo estaba siendo muy sincero y confiaba en que Lily aceptaría; de hecho, veía en sus ojos que le gustaba mucho la idea, aunque también había una sombra de duda detrás.

– ¿Estás seguro? –Lily alzó una ceja–. ¿No temes que eso te impida disfrutar al máximo de tu vida de soltero?

– No niego que disfruto mucho de mi soltería –sonrió él–, pero disfruto mucho más cuando estoy contigo. Schneider sabiamente me dijo alguna vez que, si algo nos enseñó Hatori, es que la vida es corta y no hay que perderla en titubeos.

Lily se quedó callada y se puso a contemplar el horizonte durante unos minutos, con una expresión melancólica. Genzo se preguntó si estaría pensando en Hatori o si sólo estaba considerando darle una respuesta.

– Supongo que eso es verdad –respondió ella, al fin–. Te diría que temo que no funcionemos tan bien si estamos juntos de tiempo completo en un mismo hogar, pero sonaría más a pretexto que a una preocupación real.

– Ya has pasado varios meses viviendo en mi departamento y nos las hemos arreglado bastante bien –replicó Wakabayashi–. Sólo hay que continuar como hasta ahora, viviendo un día a la vez.

– Y sin miedo a nada –completó Lily y sonrió abiertamente–. Dado que has sido tan convincente, no puedo hacer menos que aceptar. Eso sí, me niego a ponerle "Hatori" a nuestro primer hijo. O al segundo. O al tercero. O al cuarto. Y por supuesto, también me niego a recuperar el Porsche.

Genzo rio abiertamente, a pesar de que en el fondo se sentía aliviado de que Lily tampoco quisiera ponerle a uno de sus descendientes el nombre de su tío, en el remoto caso de que llegaran a tener hijos. Él no sabía si la mexicana había usado la broma para dar a conocer su opinión al respecto, pero estaba de acuerdo con ella en que sería mala idea llamar "Hatori" a alguno de sus vástagos. Con que Eriko lo hubiese hecho era más que suficiente, sería de mal gusto que ellos también lo hicieran. Con respecto al Porsche, ésa sí era una broma en toda regla, no sólo porque era inviable llevarse el auto a Alemania, sino porque en esos momentos ya le pertenecía a Yoshio. Tras muchas tentativas de Rémy Shanks de devolverle el vehículo a Lily, y un par de intentos más de regalárselo a Genzo (quien enérgicamente lo rechazó en ambas ocasiones, pues le parecía que ya había tenido suficiente con las "herencias" que le dejó su tío), al final Lily decidió comprárselo de regreso y regalárselo a Yoshio, la única otra persona en el mundo para quien ese Porsche tenía un significado especial. Un empleado de su rango podría verse arruinado con el simple hecho de intentar darle mantenimiento a ese auto, pero Hatori le dejó una muy buena pensión vitalicia a su fiel mayordomo antes de morir y Lily incrementó esa dote con parte del dinero de su herencia, así que Yoshio ya contaba con medios económicos suficientes para mantener el Porsche, lo que él quisiera hacer con el deportivo ya era asunto suyo.

– ¿Vamos a tener hijos, doctora? –preguntó él, con malicia–. No me opongo, por si acaso, que quede claro.

– ¡Yo qué sé! Lo dije por si acaso. –Lily se ruborizó–. No sé que ideas tengas al respecto, pero quería dejar eso en claro de una buena vez.

– Pues ya que estamos en eso, yo tampoco creo que sea bueno que alguno de nuestros hijos lleve el nombre de mi tío, quien también fue tu anterior esposo –señaló Genzo–. Y concuerdo en que es mejor establecerlo de una vez, aunque no sepamos todavía si vamos a tener hijos.

– Sí, es lo mejor –asintió Lily.

Ella volvió a mirar hacia el horizonte con esa expresión de melancolía que había inquietado a Genzo y éste decidió que lo mejor era no dejarlo pasar.

– ¿Todavía le guardas rencor? –preguntó Wakabayashi, con suavidad.

– ¿A Hatori? No –contestó la doctora–. Tras tanto tiempo de meditar a solas, por fin entendí que él sólo quería que estuviera segura y que fuese feliz, en ese orden. Es decir, sí quería mi felicidad, pero antes que nada deseaba que tuviese seguridad a toda costa. Me costó trabajo entenderlo, porque en eso éramos muy opuestos, pero para él la seguridad sólo podía provenir del matrimonio, estaba convencido de que, por ser mujer, iba a tenerla muy difícil siendo viuda y la mejor solución que se le ocurrió fue que me casara de nuevo. Supongo que, si hubiera tenido más tiempo y menos medicamentos en el cuerpo, lo habría pensado mejor, quizás hasta lo habría hablado conmigo o habría pensado en alguna otra salida más lógica, como el hecho de que yo me marchara del país para reiniciar mi vida en otro lado, incluso hasta podría haber pensado en otro "candidato" menos controversial para el puesto, pero no tuvo tiempo de hacer nada de esto. No hubo tiempo para nada. Sin embargo, yo sí tuve tiempo para pensarlo y por eso creo que no hay razón para que le guarde rencor. Aunque no lo haya hecho de la mejor manera, trató de protegerme después de su muerte.

– Me gusta la idea de ser el mejor candidato suplente que había al alcance –replicó Genzo, con cierto sarcasmo que hizo a Lily sonreír–. Pero ya hablando en serio, estoy de acuerdo en lo que has dicho, sus intenciones eran buenas; además, creo que mi tío sí estaba convencido de que tú y yo, eh, bueno, ya sabes, de que íbamos a enamorarnos de verdad y no sólo a fingir un matrimonio por conveniencia. No me preguntes por qué, pero esa sensación tengo.

– Es posible que lo creyera, sí –admitió Lily, tras pensarlo un poco-. A pesar de todo, él siempre fue un romántico sin remedio, así que no me sorprendería que soñara con que nos enamoráramos perdidamente y que fuésemos felices por el resto de nuestras vidas, quizás incluso era lo que buscaba. Hatori me dijo alguna vez que creía que el amor siempre es una bendición; aun el que llega por segunda vez, aun el que llega por error.

El portero se sorprendió al escuchar estas palabras, pues fueron las mismas que Hatori le dijo en el último sueño en el que se le apareció y nunca le habló a Lily de eso. Aunque recordaba bien lo sucedido, Genzo siempre creyó que ese sueño no era más que un recurso de su subconsciente para empujarlo a dejar sus dudas de lado, con todo y que, al despertar, se acordó también de que ya había soñado con Hatori antes, precisamente el día de la incineración de su cuerpo, aunque en aquella ocasión él se había limitado a sonreírle. Por lo mismo de que no creyó que fueran algo real (era absurdo pensar que los muertos pueden aparecerse en los sueños de los vivos), Genzo no le contó a Lily sobre esos sueños para no incomodarla (y para que no lo tachara de loco), así que escucharla pronunciar las últimas palabras de Hatori lo desconcertó. Lo único que se le ocurrió pensar es que alguien hubiese soltado esa expresión en los días en los que estuvo en Japón, aunque Genzo dudaba de que la hubiera pronunciado alguno de sus familiares y estaba casi seguro de que tampoco lo hizo Yoshio.

– ¿Ya me habías dicho esa frase antes? –inquirió Genzo, después de un instante de silencio inusitadamente largo–. Lo de que el amor es una bendición, sin importar cómo llegue.

– No, que yo recuerde –negó Lily, pensativa–. ¿Por qué?

– Por nada en particular –aseguró él–. Como dices, es una frase cursi de un hombre cursi.

"Te saliste con la tuya, al final de cuentas. Descansa bien, en donde quiera que estés…".

– Bueno, ahora sí puedo decir que me has dado el mejor regalo de cumpleaños posible –añadió Genzo, en un tono más alegre–. Saber que estarás aquí de tiempo completo me hace muy feliz, más de lo que te puedas imaginar.

– ¿Y te quejas de que tu tío era cursi? –Lily enrojeció otra vez y se echó a reír–. Bueno, al menos ya no tendré que quitarme la ropa para servirte el desayuno.

– Oh, nadie ha dicho que no puedas hacerlo también –replicó Genzo, con picardía–. Ése también es un excelente regalo, doctora. Y puedes hacerlo además en la comida y en la cena, no me molesta.

– Eres tremendamente descarado, Genzo Wakabayashi –soltó ella, tan feliz como él–. Pero está bien, es una de las cosas que más amo de ti.

Genzo la abrazó por la cintura y Lily le echó los brazos al cuello; ambos se dieron un beso muy largo y después ella apoyó la cabeza contra su pecho. En la quietud de esa fría mañana de invierno, con Múnich y un universo de posibilidades a sus pies, Genzo Wakabayashi se dispuso a disfrutar del mejor cumpleaños de su vida.


Comentarios finales:

– La frase "El amor es una bendición, aún el segundo, aún el que llega por error", fue tomada y modificada del libro "Las palabras que confiamos al viento", de Laura Imai Messina.

– Ya lo había anunciado hace varios meses en mi cuenta de Instagram y lo repito aquí ahora: éste será el último fanfic que escriba para el cumpleaños de Genzo Wakabayashi, al menos de manera planeada (de ahí que haya retrasado la publicación de los capítulos para poder subir este epílogo el 7 de diciembre y cerrar el ciclo). Tras diecinueve años ininterrumpidos y diecinueve historias, he llegado al fin a mi límite; en los últimos cinco años fue muy estresante pensar en una trama y esforzarme por terminar el fic a tiempo, al grado de que dejó de ser algo que hiciera por gusto y se convirtió en una obligación. Debido entonces a la ansiedad que esto me causa, considero que ha llegado el momento de parar. Gracias a los que se tomaron la molestia de leer mis divagadas año con año, esto no significa que dejaré de escribir fics, simplemente que, si lo hago, será porque quiero y no por compromiso. Quién sabe, quizás me arrepienta después y vuelva a escribir algo para esta fecha. ¡Hasta luego!