Renuncia de derechos: Cazadores de Sombras y todo su universo son de Cassandra Clare (y de algunos otros, como en Las Crónicas de Magnus Bane, en las Historias de la Academia de Cazadores de Sombras y en los Relatos del Mercado de Sombras). Lo demás es mío, por lo que me reservo su uso.

Advertencia: la presente es conocida como «historia fantasma» y forma parte del universo de «Las Armas del Destino / The Fates Weapons» («LAD/TFW»), conformado hasta ahora por «La aguda espada de dos filos» («Lae»), «Matados a espada» («Mae»), «La espada, el hambre y la peste» («EHP»), «Mazo, espada y saeta» («Mes»), «Marcados por la espada» («Marple», aún sin concluir) y «La santa espada» («Lse», aún sin concluir) las cuales se recomienda leer antes (preferentemente, en ese orden). Cronológicamente, la mayoría de los capítulos se ubicarán poco antes del inicio de «Lae». Habrá insinuaciones al por mayor de lo publicado de Cazadores de Sombras hasta la fecha, dando unas cuantas patadas al canon en el proceso; por lo tanto, sobre aviso no hay engaño.

Dedicatoria: Para todos los que se dedican en cuerpo y alma a algo en su vida. Las armas para triunfar siempre aparecerán en su camino.


Aviso: Este fic participa en el Reto Multifandom #68: "Las estaciones del año" del Foro "Hogwarts a través de los años".

Tabla empleada: Tabla de Invierno.


«Vivirás de tu espada, y servirás a tu hermano; pero cuando te emancipes, sacudirás el yugo de tu cuello.»

Génesis, 27: 40.


I. Malva – Ambición.

«Quieres saber que hay detrás de mí… eres eléctrica, colérica, sin definir…

Y sé muy bien por qué me odias tanto… te pareces tanto a mí…»

Te pareces tanto a mí, La Oreja de Van Gogh.

Si alguien le preguntara, Arya diría que siempre estuvo marcada.

Desde que nació, para empezar. No sabía a quién se le ocurrió nombrarla, pero en su primera infancia, resultó bastante obvio que había sido un fanático de cierta saga literaria y se preguntó si, con eso, trató de desearle algo para el futuro.

No creía que estuviera pensando en que se convirtiera en una cazadora de sombras, pero no se iba a quejar.

Le había encantado librarse del lúgubre orfanato donde creció, en las cercanías de Pescadero State Beach. Antes de eso, soñaba con ir a la escuela en San Francisco, que le parecía un sitio lleno de maravillas, pero las visiones de cosas extrañas que se guardaba para sí misma la hicieron dudar de su capacidad para lograrlo. Fue luego, cuando un par de tipos muy raros llegaron al orfanato y la eligieron de entre otros quince chiquillos, que pensó que realmente no estaba perdiendo la cabeza.

El Mundo de las Sombras fue una revelación, un estallido de información y de algunas de las maravillas que había creído que guardaba San Francisco. De hecho, la llevaron allí en primer lugar, a un sitio llamado Instituto sumido en la oscuridad en la mayoría de sus habitaciones, para hablar con unas pocas personas. Al final, todos aquellos extraños la miraban con la misma mezcla de escepticismo y lástima, como sabiendo que era lo que necesitaban, pero desconfiando de que fuera a aguantar.

Habría querido reírse en sus caras un año después, porque se volvió tan buena estudiante que se quedaron sin nada qué enseñarle en el Instituto de San Francisco, así que arreglaron su traslado a la Academa, en las afueras de la mismísima Ciudad de Cristal.

Para ese momento, Arya sabía mucho acerca del mundo en el que se había sumergido y lo que esperaban de ella tras la Ascención… si la sobrevivía. Claro, ella confiaba en que la Copa Mortal no la mataría, pero no era estúpida. Había repasado el proceso, sabía lo que podía ocurrirle, pero se negó a que eso la asustara.

Tampoco se permitió distracciones hacia el que se convirtió en su siguiente objetivo: ir al Escolamántico. Y cuando hablaba de "distracciones", se refería a "relaciones".

Xiaolang y Hans podían decir lo que quisieran, pero no se podía llegar lejos en la vida si no se tenía clara la meta a alcanzar, lo que a veces significaba pensar únicamente en una misma. A fin de cuentas, era lo que había estado haciendo toda la vida.

Pero el par de idiotas podían tener también algo de razón en que, por más que triunfaras, podría sentirse algo vacía si no compartía todo eso con alguien.

Ese alguien, pensó, podría haber sido Astrid Trueblood. Era hermosa, diligente y malditamente competente en lo que sea que emprendiera. La gente a su alrededor la miraba un poco raro, pero incluso eso se sumaba a su atractivo. Las miradas aumentaron cuando Astrid y su mejor amiga anunciaron que se harían parabatai, pero ninguna se dejó amedrentar por ello.

Oh, sí, Arya pudo haberse enamorado con fuerza en aquel entonces.

Pero su impulso a llegar alto le pasó factura.

Astrid confió en ella. Le reveló algunos de sus secretos, esperando contar con su apoyo y su amor, pero Arya decidió conforme a su cabeza y respondió en consecuencia.

—No puedo estar con alguien que no siga la Ley, Astrid.

Pensaba que había dejado claro su punto de vista. Creía sinceramente que Astrid lo vería por lo que era: que debía dejar de lado cualquier cosa contraria a la Ley y así, su relación avanzaría sin problemas. Esperaba sinceramente que nada fuera un obstáculo para sus planes con ella.

Astrid no lo tomó bien y fue demasiado tarde cuando Arya supo qué había estado mal.

Por eso, cuando Astrid terminó con ella, no se molestó en rogarle. Disculparse sí, porque se lo merecía, pero no insistió en que le diera otra oportunidad, o que cambiaría lo que hiciera falta con tal de permanecer juntas. No habría sido bueno para ninguna, y ambas lo sabían.

Su objetivo de ser Centurión permaneció, pero quedó pulido con el deseo de hacerle ver a Astrid que le había enseñado algo bueno al final.

Si no quería estar con alguien que rompiera la Ley, ¿por qué no ayudaría a cambiar la Ley?

Esa nueva meta sonaba demasiado lejana y ambiciosa, pero Arya iría tras ella sin dudar.