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VOY A VOLVER;
a hacerte llorar

O4

"But I crumble completely when you cry
It seems like once again you've had to greet me with goodbye
I'm always just about to go and spoil the surprise
Take my hands off of your eyes too soon"

¿Cuándo fue que Buttercup y Butch comenzaron a ser novios? ¿Cómo fue?

Ambos se conocieron a los ocho años, cuando a los chicos les faltaba un jugador para tener su equipo completo. El partido de fútbol contra los de la otra clase resultaba un evento fascinante para unos chicos muy competitivos.

Butch intentó convencer a su hermano Boomer, pero él se negaba porque, en realidad, no tenía ganas de jugar, ignorando por completo el dolor de estómago que estaba sintiendo. Fue entonces cuando Brick reparó en la presencia de la niña que acompañaba a sus hermanas a atrapar mariposas.

—¡Síguela, Buttercup! —exclamaba una niña pelirroja.

La niña morena corría tras una mariposa anaranjada, pero sin tener éxito alguno, porque el insecto era más ágil que una niña de ocho años con un no tan desarrollado sentido del equilibrio.

—Butch —dijo Brick—, ¿y una niña no puede jugar?

—No creo que las niñas puedan aguantar las patadas de los hombres —respondió Boomer en lugar de su hermano.

—Boomer, no tienes derecho a hablar porque no vas a jugar.

Ante las palabras de Butch, Boomer se amurró, se cruzó de brazos y miró hacia el campo de juego. Brick parecía estar mirando a un grupo en específico, así que Butch decidió mirar en su dirección.

Buttercup había atrapado con éxito la mariposa para el disfrute de sus hermanas, hasta que una inocente Bubbles la libera. Las otras dos niñas se molestaron debido a que el juego se había arruinado, pero Buttercup, muy decidida, dijo:

—¡Correr no es problema para mí!

Fue entonces cuando Butch, por mero impulso, por tener ganas de ganar, por esa infantil competitividad, esas ganas que tenía un niño de ocho años de ganar un amistoso juego de fútbol en contra de otros niños, sin pensarlo lo suficiente en ese momento, corrió hasta aquella niña y se le paró en frente enseñándole el balón.

—Este es el mejor balón del mundo —dijo él—. Podrá estar roto, pero es potente cuando lo porta un grandioso jugador.

—¿Y a mí qué me importa? Por tu culpa se me va a escapar la mariposa.

—¿No quieres jugar? Tendrás el privilegio de patear esta pelota y, en mi equipo, ganarles a unos inútiles. Me llamo Butch.

La niña se le quedó mirando estupefacta, observó a sus hermanas quienes estaban algo entusiasmadas por lo que estaban presenciando y luego miró hacia donde se encontraba el resto de los niños.

—Me llamo Buttercup. Acepto jugar contigo.

¿Cómo iba a saber, un pequeño niño de ocho años, que esa niña que accedió a jugar fútbol con él, sería la mujer a la que querría entregarle su completa vida?

Diez años después de ese encuentro, ambos estarían sentados en el muelle de Townsville, disfrutando de las olas, la brisa marina y un suave beso que no podía ser arruinado por el aire salado. Ese beso fue la mayor emoción que ambos sintieron ese día, incluso más que la premiación en la ceremonia de graduación, donde Buttercup, junto con sus hermanas, fue galardonada por su mérito académico.

Con los flashes en la cara, el aplauso de los asistentes, vestida por última vez con su uniforme escolar, Buttercup no solo estaba sonriendo porque logró su propósito de lograr excelentes calificaciones para entrar a la universidad, ella sonreía porque, por fin, el chico que le gustaba desde los diez años había confesado que el sentimiento era mutuo y la había besado.

A partir de recuerdos vagos, Buttercup logra su independencia y se hace dueña de un departamento cerca de su campus universitario. Estudiar medicina le demandaba mucho tiempo, y prefería estar cerca de su casa de estudio que de su cálido hogar familiar. Por supuesto, no es como si estuviese completamente sola, pues su flamante novio hacía aparición casi todos los días.

Buttercup sonreía cada vez que escuchaba la cerradura de su puerta. Sabía quién era aquel, deseoso de entrar. Siempre le traía la compra que a ella le costaba hacer, o la que pedía por delivery y recibía en la conserjería del edificio.

Incluso en ocasiones donde ella llegaba tarde a casa, era recibida por los aromas más placenteros que puede apreciar una persona cansada de su propia rutina. La cena lista la llamaba para rendirse ante ella, y ante el chef quien, deseoso, esperaba por probar los labios de su amada antes de cenar.

Por supuesto, Buttercup intentaba ignorarlo, pero incluso siendo tan joven como lo era en ese momento, sabía bien que su novio, su adorado Butch, estaba cayendo rendido ante una fuerza que no podría controlar.

Cerraba los ojos y apretaba los labios, se quería convencer a ella misma que las constantes idas al baño de él era porque "había bebido demasiada agua". Por ningún motivo quería admitir que él entraba una sustancia blanca a su hogar y la consumía sin vergüenza alguna, solo con una puerta separándolo de ella.

"Nunca se me ha perdido dinero", pensaba ella. Pero eso no significaba que no pudiese conseguirse, de alguna u otra manera, los recursos necesarios para poder cubrir la cuota que necesitaba para adquirir su preciado… ni siquiera tenía ganas de llamar a esa cosa por su nombre.

Una parte de ella se aferraba a una desgastada y oxidada esperanza; la otra, se oxidaba con ella.

"¡Voy a cumplir mi sueño!"

Recordaba aquella expresión que ambos dijeron para comunicar distintas noticias. Ella, cuando fue aceptada; él, cuando logró conseguir los instrumentos para poder formar una banda con sus hermanos. La fortuna parecía estar llegando a ellos lentamente, pero cada uno tenía metas distintas y sueños distintos.

Esa relación que ambos tenían, y que tanto se esmeraba Buttercup por cuidar, se empezó a quebrar en ese momento, pero claro, ninguno de ellos sabía aquello. Vivir en la ignorancia fue involuntario, por supuesto, hasta que todo empezó a salir a la luz.

Todo el dinero que Butch y sus hermanos ganaban tocando en pequeños bares, se destinaba a sus placeres. Era su dinero, para eso trabajaban, sí, pero el caer en los excesos, a vista y paciencia de cualquiera, era un desastre y un completo mal vivir.

Drogas y alcohol. Alegría y Bohemia. Necesidad y voluntad.

Butch tenía los recuerdos mezclados, no podía crear una apreciación cronológica dentro de su dañada mente. La memoria parecía fallarle y solo le mostraba lo que él necesitaba rememorar en dicho momento para sentirse menos culpable.

En su cabeza, el celebrar con alcohol no era un problema; el intentar con otras cosas, tampoco lo era, de todas formas "es algo limitado, no indispensable". Qué error, qué estupidez.

En una de las fiestas después de que tocaran, Mitch, quien los acompañaba algunas veces cuando terminaba temprano sus clases, les decía recurrentemente:

—Deben tener cuidado con lo que consumen, no vaya a ser que les traiga problemas.

Butch, quien sabía que Mitch no era un mal tipo, sino que un completo iluso por estar enamorado de Buttercup, no tomaba en serio las palabras de él, lo consideraba una provocación, así que solamente le respondió:

—No lo digas como si fuera algo que me pusiese violento. Solo me acelero un poco, pero luego me calmo —y empinó la botella de cerveza para beberse el resto que le quedaba.

Palabras potentes dichas por el idiota más grande del planeta.

Mitch sabía que Butch tomaba esa actitud con él porque lo veía como una amenaza, a pesar de que el chico no fuese alguien que intentase cosas para acercarse a Buttercup, es más, siempre le aseguró a Butch que él ya no sentía esas cosas por ella, porque solo la veía como una incondicional amiga. Pero Butch no le creía, más bien, a él le parecía cómodo tener a alguien a quien odiar, con quien descargar su malestar en caso de que las cosas saliesen mal con Buttercup.

Porque Butch es un idiota que no se daba cuenta de sus errores; él no cometía errores, el resto sí. Si él peleaba con Buttercup, la culpa sería de ella y de su amistad con Mitch, por supuesto que sí. Esa es la salida fácil, y la más conveniente para alguien como él.

Aunque él no se consideraba como un patán, como un cabrón, como un… descorazonado. No, él era un simple incomprendido que todo lo hacía por cumplir sus sueños y por hacer feliz a la chica que tenía a su lado, a aquella que escogió como compañera de vida.

—Un anillo.

El sabor de esas dos palabras todavía estaba presente en su boca cuando las recordaba. Algodón de azúcar y refresco de cereza. Una combinación particular pero no inusual, es solo que, cuando él le hizo el regalo, ambos volvían de una feria, ella con un algodón de azúcar, él con un refresco de cereza.

—No te estoy pidiendo matrimonio —le dijo Butch al ver la expresión nerviosa que tenía la chica en ese momento—, pero quiero que lo tomes como una promesa de estar juntos por mucho, mucho tiempo.

No recordó la respuesta de la chica, es que ni siquiera estaba seguro de si así se había dado la situación. ¿Fue así? ¿O fue algo más frívolo? ¿Él estaba sobrio o estaba drogado? Pero había refresco de cereza… ¿o no? Buttercup había comido algodón de azúcar… ¿o esa fue la chica con la que le fue infiel por un desliz accidental?

¿Por qué se le hacía tan difícil recordar estas cosas? Su falta de memoria en algo tan importante solo aumentaba la ira que sentía dentro de sí. Buttercup estaba en frente de él, consumida por la angustia y por los nervios, mientras que él estaba consumido por su propia droga.

—¡Vete! ¡Llamaré a seguridad!

—¿Y qué estás esperando? ¡Venga, hacedlo! ¡Que vengan a por mí! Tú me debes escuchar.

—¡Que te den!

Y fue cuando sintió los brazos rodeándolo para sacarlo de las dependencias de su novia. Ella lo miró, Butch no apartó sus ojos de los de ella, y entonces cayó en cuenta de que alguien había acudido al rescate de la chica. No eran personas conocidas, seguramente fueron vecinos. Él se resistió, gritó, amenazó con golpes, pero fue en vano, porque fue sacado del edificio y lo tomó la policía.

Cuando sus hermanos fueron a buscarlo, se dio cuenta de que Buttercup no se había comunicado con ellos para saber de su estado.

—Soy la peor persona del planeta —dijo esperando que sus hermanos dijeran algo al respecto.

Pero solo el silencio fue lo que acompañó a las palabras de Butch.

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—¡Yo no quise hacerlo!

El llanto de Butch inundó el departamento, tanto Boomer como Brick intentaba sujetar a su hermano, sin embargo, no tenían éxito alguno. Butch se removía de sus agarres hasta quedarse en el piso, en posición fetal y aferrado a la alfombra gris.

Era una escena bastante impactante para cualquiera, nunca nadie podría imaginar ver a Butch en ese estado. Parecía retorcerse por el dolor emocional, no lograba articular una palabra luego de aquel desgarrador grito, no era capaz de expresar siquiera con señas dónde sentía el dolor, aunque cualquiera podría saber la respuesta a eso.

Ambos chicos se sentaron junto a su hermano y le dieron un silencio confortable para que él se sintiera a gusto y dejara fluir sus emociones. Caricias en el cabello y palmadas en la espalda, eso era lo único que podían hacer Boomer y Brick para apoyar a aquel desconsolado hombre preso de sus propios actos violentos.

Butch no sabía que sus hermanos habían pedido ayuda de, aquel ellos creían, la persona indicada para tratar sus penas del corazón. Bubbles llegó al departamento trayendo consigo unas bolsas de té para que Butch se pudiese relajar. Estaba reacio a recibir cualquier cosa, sin embargo, por la insistencia de la chica, terminó aceptando beber de aquella bebida caliente con un potente aroma y sabor a hierbas. Su cuerpo se terminó relajando y cayó rendido en su cama, preso del sueño.

Brick y Boomer agradecieron a Bubbles, sin embargo, ella estaba preocupada y les expresó su malestar.

—Hablé con Buttercup —dijo ella—, y no está para nada bien.

—Quizás deberíamos hablar con ella y comentarle cómo se encuentra Butch —sugirió un agotado Boomer.

—No creo que sea una buena idea, es muy probable que ella igual esté vulnerable y el saber que Butch está mal solo le juegue en contra.

Bubbles asintió en afirmación ante lo dicho por Brick, mientras que Boomer suspiró agobiado y se dejó caer en el sofá.

—¿Qué podemos hacer? —se preguntó mientras frotaba sus ojos—. ¿Cómo es que terminamos así?

—No debimos haber dejado a Butch solo —afirmó Brick—. Debimos estar más al pendiente de él.

—No hablen como si ustedes no tuviesen el mismo problema de adicción —regañó la chica, a lo cual Brick negó con la cabeza.

—No lo entiendes, Bubbles, esto no se trata de quién es más o menos adicto; se trata de que Butch no es capaz de dimensionar el poder de sus palabras, mucho menos es capaz de darse cuenta de lo que puede hacer. Es un idiota, pero con letras mayúsculas.

—Butch no tenía los mismos objetivos que nosotros —añadió Boomer—. Brick y yo no tenemos una relación que cuidar, él sí; pero Butch estaba deseoso de dejarse llevar por los placeres que estaba conociendo, por eso le mintió a Buttercup sobre la distancia entre las ciudades y, por supuesto, le pidió ese estúpido acuerdo de una relación abierta.

Los chicos hablaban como si nada, pero ninguno imaginaba que Butch estaría escuchándolos. Si bien se había dormido, se despertó de sobresalto al tener una pequeña pesadilla en donde caía al vacío. Pudo escuchar parte de la conversación: los excesos, las chicas con las que se involucró, la vez en la que tuvo miedo ya que una chica le dijo que tenía atraso en su período, o también cuando tuvo una pelea por los malos negocios en la compra de estupefacientes.

Escuchando aquello, Butch se dio cuenta de que él tenía un problema grave, y que ese problema gatilló en la decisión que tomó Buttercup, aquella de la cual se enteró por la misma boca de la hermana de ella:

—Buttercup no quiere saber nada de Butch; está muerto para ella.

Y no podía ser de otra forma, Butch lo sabía. Él fue una mierda de persona, no midió las consecuencias de sus propios actos, solo se fijó en su bienestar y su satisfacción personal. No consideró el daño colateral de sus deseos y arrebatos infantiles. Había cruzado una línea que no tenía vuelta atrás.

No importaba lo muy arrepentido que estuviese en ese momento, porque el daño ya estaba hecho. ¿Podría empezar de nuevo? No parecía posible, no es como si Buttercup le dejase pasar esta situación.

Butch decidió interrumpir la conversación de sus hermanos y su, digamos, cuñada. Todos ellos le miraron con estupefacción, con preocupación y con cansancio; había sido un problema hacerlo dormir, pero parece que eso no ha funcionado, porque ahí estaba, de pie, con los ojos hinchados y el corazón en su propia mano.

—Debo hacer algo.

Los tres presentes en esa sala estaban preocupados de mantenerse serenos para así no mortificar a Butch; la declaración de él, en cambio, resaltaba que todavía seguía exaltado por una situación que no le era posible manejar.

—Todo fue mi culpa —continuó diciendo mientras era consumido por la angustia que se hacía notar en su voz—. He cometido errores y, sin darme cuenta, la he cagado. No tengo control sobre mí, soy un desastre. Este no es el hombre que debe estar al lado de Buttercup.

Silencio en la sala, Butch sintió que así es como le querían decir que siguiese desahogándose, que le iban a escuchar lo que fuese necesario.

—Soy una mierda de ser humano. ¿Cómo se me pudo ocurrir decirle tanta estupidez junta? ¡El problema era yo! ¡Siempre fui yo! ¡Yo tengo un problema! ¡No soy sano!

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Bubbles con un tono de voz bastante comprensivo.

—Quiero ir a rehabilitación. Quizás eso no garantice que Buttercup vuelva a mi lado, pero al menos habré intentado mejorar por ella.

—Debes hacerlo por ti también, hermano —señaló Brick—. Si mañana mantienes esta decisión, Boomer y yo te acompañaremos, pero no lo hagas solo por Buttercup, piensa en ti.

—Lo haré por ambos.

El silencio era predominante en esa sala, sin embargo, no parecía haber ni un rastro de algo incómodo en la conversación. Los tres chicos miraban a Butch con un atisbo de esperanza, ya que la pequeña reflexión que había hecho fue un impacto positivo para ellos, sobre todo porque indicaba que se avecinaba un cambio positivo en el comportamiento de su hermano.

No podría salir algo mal, no lo veían posible.

Bubbles, en completo silencio y discreción, le envió un mensaje a su hermana.

Bubbles (23:07)

"Irá a rehabilitación"

"Dijo que quería ser un hombre digno de ti"

No esperó la respuesta de ella, pues sabía que no lo haría. Buttercup estaba en su propio proceso de recuperación, de sanación, así que Bubbles guardó nuevamente su móvil y se concentró en seguir acompañando a Brick y a Boomer en el cuidado de Butch. Esa noche sería difícil.

Al día siguiente, la respuesta al mensaje de Bubbles llegó, sin embargo, apareció en el celular de Butch.

Buttercup (09:13)

"Búscame solo cuando estés completamente sobrio".

Nada más. Butch no se lo dijo a nadie, quiso tragarse aquel témpano él solo. Ese frío mensaje llegó de esa manera porque él la había cagado con anterioridad, así que no podía esperar algo cariñoso de su parte. Sin pensarlo, le mandó un mensaje de respuesta.

Butch (09:14)

"Volveré siendo un hombre nuevo"

Y esa fue la última vez que se comunicaron en seis meses.

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Butch salió de rehabilitación y lo primero que hizo fue volver a los escenarios en compañía de sus hermanos. Se veía bien, y al parecer sí se sentía bien. Los días que pasó en rehabilitación fueron los que lograron despertar en él un lado que estaba completamente muerto. Días difíciles en donde la abstinencia le ocasionó un daño tremendo, le dejó con algunas cicatrices en sus brazos y, por supuesto, desgastes anímicos que no sabía que tenía. Pero logró salir de ahí, le hizo bien, le hizo feliz.

Además, no hubo ni un solo día en donde los incesantes recuerdos de Buttercup llorando no lo mortificaran, pero no aquellos llenos de amor entre ambos, eran los recuerdos cargados de oscuridad y dolor los que le atormentaron desde el primer hasta el último día. Incluso si sonreía y reía en compañía de sus hermanos, Butch estaba hundido en una oscuridad que solo era visible una vez comprendieran a su corazón. Y él no pedía ayuda, y no tenía intención de hacerlo; él sentía que podía hacerlo por su cuenta.

Pero algo andaba mal, algo no le sentaba bien. Luego del primer show, pensó que podría convivir sin problema, sus hermanos le felicitaban y le extendieron una lata de cerveza sin alcohol. Todos estaban bebiendo, pero él solo estaba con esa bebida de cebada sin una mísera gota de alcohol. Butch sabía que era lo correcto, no debía caer en excesos, pero sentía que una cerveza normal no le haría daño, no pensaba que podría realmente caer en adicciones si solo bebía una lata.

Una lata, no pedía mucho, solo una.

—¿Adónde vas? —preguntó Brick al notar que Butch se había parado de la mesa.

—Por un cigarrillo —respondió enseñando su cajetilla—, ¿se te apetece uno?

—No, hermano, ve tranquilo.

Brick le guiñó un ojo y Butch sonrió. Cigarrillo en boca caminó hasta el área de fumadores, el ruido ensordecedor de la nueva banda tocando no impedía a que la mente de él estuviese completamente serena. Lo encendió, dio una profunda calada y exhaló a modo de relajo. Los cigarrillos no se les prohibieron, y, aunque parece raro, el alcohol tampoco, solo que lo tenía muy limitado.

Estuvo fumando en soledad por un par de minutos hasta que se acerca un chico, uno de otra de las bandas que tocaban en el bar. Le saludó y le ofreció un cigarrillo, pero aquel chico, cuyo nombre Butch no recordaba con claridad, se negó y simplemente le dijo:

—Tengo un toque.

No le importó que Butch estuviese ahí, ese chico sacó una pequeña bolsa transparente en donde el contenido blanquecino pareció resplandecer. Entró en una especie de desesperación, una que había pensado que podía controlar. El chico se echó un poco de aquel polvo en el dorso de su mano y lo inhaló con fuerza y rapidez.

—¿Te encuentras bien, colega?

Butch no le respondió, simplemente encendió otro cigarrillo para disipar la tentación que le estaba invadiendo.

—¿Quieres que te convide?

—Acabo de salir de rehabilitación —le responde con cierta dureza—. No voy a probar de esa cosa.

—Oh, ya veo —dijo el chico con decepción—. Por eso estuviste ausente.

—¿Acaso me conoces?

—Escuché de ti, sobre todo por las fiestas que montaban tú y tus hermanos.

Butch rio seco mientras que el chico sonreía algo tímido.

—Eso es del pasado. Yo cambié, y no pienso volver.

—Cada uno con su tema.

—Tú deberías alejarte de ese mundo. No te garantiza un bienestar.

—Ni que tuviera ganas de seguir en este mundo.

—¿Qué quieres decir?

—Interprétalo como quieras —dijo el chico encogiéndose de hombros—. Voy a dejar esto aquí, si te vas a quedar procura que nadie lo tome. Pero si tú quieres un toque, no tendría problema en compartirlo.

El chico se fue, Butch pudo darse cuenta de los escalofríos recorriendo aquel cuerpo, y sintió que algo dentro de él le estaba haciendo una invitación. Sacó otro cigarrillo, el tercero, debía relajarse y olvidarse de aquella pequeña bolsa transparente que estaba escondida detrás de un roñoso ladrillo; una calada, otra calada, otra profunda y apestosa calada… nada, la vista seguía en ese puto ladrillo.

Un toque. Un toque. Un toque. Un toque. No se conformaría con un toque. No iba a probarla. Pero, ¿uno solo le haría daño? Probar un poco… No, no, no puede. ¿Y si…? No. No. No. No. No. La tentación no puede ganar. La tentación no es más fuerte. Pasó seis meses luchando contra eso. La tentación no podrá con él. La tentación no podrá con él. La tentación. La bolsa transparente estaba debajo de un ladrillo. No va a poder con él. La bolsa transparente rendía unos tres toques más. No va a ganar. No. No. No. No. Butch no va perder. Butch no va a descubrir el ladrillo. Butch no va a abrir la bolsa. Butch no va a…

Butch había probado de aquella droga de nuevo, e iba en búsqueda de más.

Se escabulló entre los otros músicos, encontró al chico con el que estuvo hablando y le rogó que le dijera dónde estaba el dealer.

No llevaba ni una semana fuera de rehabilitación y ya estaba cometiendo un gravísimo error. No se había comunicado con Buttercup, y, en el estado en que se encontraba, no consideraba que fuese apto enviarle un mensaje.

¿Cuánto se metió? No sabía, pero no podía parar; era como si su cuerpo necesitase reabastecerse de todo lo que se privó por durante seis meses. Estaba en compañía de aquel chico, todo era diversión y risas, hasta que escuchó los gritos de desesperación.

Las voces de sus hermanos hicieron eco en su cabeza. A Butch todo le daba vueltas, tenía energía, quería patear y golpear a quién se le cruzara, pero su cuerpo no estaba respondiendo. No lo entendía, debería tener energía como para botar un camión, ¿por qué es que estaba sintiendo que el corazón no le acompañaba?

A lo lejos, todavía a lo lejos, los gritos de sus hermanos llamándolo por su nombre le recordaban que seguía estando cuerdo. De pronto, una potente luz blanca le molestó en el rostro, como si estuviese en un baño o en un hospital.

—¡No me toquen! ¡Suéltenme, hijos de puta! ¡No! ¡No!

Gritaba para zafarse de los agarres de aquellos presentes en el bar, todavía no le llevaban al hospital, estaba tirado en el azulejo del baño, negándose al agarre para sacarlo de ahí y llevarlo hasta un taxi.

—¡¿Qué mierda hiciste?!

Butch miró hacia arriba y vio la llorosa expresión en el rostro de Boomer; pero detrás de él, como si se tratase de un espejismo, apareció la figura de una Buttercup adolescente, vistiendo el antiguo uniforme escolar y enseñándole el anillo que le hubo regalado tiempo después. No era real, Butch lo sabía, pero gritó el nombre de la muchacha como si realmente estuviese ahí.

—¡Que me suelten, hijos de puta! ¡Buttercup! ¡Estoy aquí! ¡Que me suelten! ¡Estoy bien! ¡Necesito abrazar a mi novia!

—¡No está aquí! —le gritó Brick intentando agarrarlo—. ¡Reacciona, joder!

—¡Déjenme solo!

—¡Butch!

Butch no fue consciente de la rotura de nariz que le causó a dos personas producto de sus codazos, mucho menos de la patada en la zona sensible que le dio a su hermano Brick.

¿Cuántas bolsas llevaba consumidas? No tenía la cuenta exacta, sin embargo, sabía muy bien que no era una cifra habitual; su corazón estaba más acelerado que de costumbre, y eso que no había corrido tanto.

Salió del bar y se dirigió a algún lugar donde pudiese ver el espejismo de su novia nuevamente. En algún lugar la encontraría, eso es lo que se repetía constantemente en su cabeza. En algún lugar, en algún precioso y delirante lugar de esa apestosa ciudad lo encontraría. Si la vio una vez, la podría ver de nuevo.

—¡El anillo! ¡Me falta el anillo! —gritaba llamando la atención de los poco y casi nulos transeúntes que estaban alrededor.

Era de madrugada, la mayoría de aquellas personas estaban yéndose a sus hogares, por lo que ver a un chico corriendo a esas horas, y gritando, no parecía ser una buena señal.

—¡Buttercup, mi amor! ¡Amor! ¿Dónde estás?

¡Vete de mi casa!

Aquel grito de su novia resonó en su cabeza provocándole un pequeño dolor en el pecho. Angustia, suponía.

—¡Te amo!

¡Vete de mi casa!

—¡No me alejes de tu vida!

No hubo más respuestas automáticas de su cabeza. Pudiendo haber recordado los "te amo", ¿por qué tuvo que recordar aquel último y penoso momento? Cuando se dio cuenta, había llegado al parque de la ciudad; sin pensarlo dos veces, se adentró en él, pasando las cercas que lo protegían, se encaramó de donde pudo para poder ingresar, traspasando así la seguridad.

—¡Buttercup! ¡Buttercup!

Corrió, corrió, buscando en aquel oscuro parque a alguien que no estaba presente. Estaba desesperado, acelerado, el pulso de su corazón estaba a otro nivel, parecía un tambor retumbando en un espacio pequeño. Las estrellas se convertían en flechas según su visión, y la medialuna estaba ahí para recordarle el anillo con grabado de sus nombres que tanto le había prometido a Buttercup.

—¡Voy a ser famoso, Buttercup! ¡¿Dónde estás?!

Se quedó quieto al ver una figura infantil en el claro del parque. Lo único que podía escuchar era el flujo del agua de la fuente que parecía estar cerca. La niña era Buttercup, no había duda, era ella, pero a la edad de ocho años.

Butch se quedó estupefacto, y justo a su lado, pasó un niño, él de niño, quien se acercó con paso corto pero rápido hasta la niña.

Este es el mejor balón del mundo —dijo el niño provocando escalofríos en Butch—. Podrá estar roto, pero es potente cuando lo porta un grandioso jugador.

—¿Y a mí qué me importa? Por tu culpa se me va a escapar la mariposa.

—¿No quieres jugar? Tendrás el privilegio de patear esta pelota y, en mi equipo, ganarles a unos inútiles. Me llamo Butch.

Butch veía toda esa escena como un simple espectador, lo cual estremeció a su corazón. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, el aire pareció faltarle; sus rodillas flaquearon y quedó en el piso, arrodillado, mirando el final del espejismo que estaba presenciando.

Me llamo Buttercup. Acepto jugar contigo.

Lloró, lloró como si fuese su último día de vida, lloró como si mañana no tuviese la oportunidad de redimirse. Lloró, porque sabía, que había perdido para siempre al amor de su vida, debido a que no había sido capaz de mantenerse sobrio para poder recuperar a su amor.

Se estremeció en el suelo, en posición fetal, se entregó al llanto y al desespero. No sabía que aquella noche, en la tierra del parque, cubierto de polvo y bajo la acogedora luz de las estrellas y el velo de la medialuna, Butch le entregaría su último aliento a imaginar que volvía a tener ocho años, invitaba a Buttercup a jugar, sin embargo, pensaría mejor las cosas antes de hacerlas.

Lamentablemente, y en completa agonía, esa noche el corazón de Butch dejó de latir.

"Pero me desmorono completamente cuando lloras
Parece que una vez más tuviste que saludarme con un adiós
Siempre estoy a punto de arruinar la sorpresa
Quité mis manos de tus ojos muy pronto"

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MisguidedGhost08: ¡Tía! ¡Conozco ese audio! Me lo he aprendido de memoria, claro que me costó un poco por cosas de acento, pero ¡jaja! Me encanta. Lamento la demora, espero que te haya gustado. 505, nuestro tema.

Ziila: ¡Perdona! Estuve desaparecida, pero por ningún minuto se me pasó por la cabeza abandonar esta historia. Gracias por leerme, y valorar mi escritura. Una caricia al corazón fueron tus palabras. ¡Muchas gracias!

¡Hasta la próxima!