Hola, buenas, felices fiestas. Muchas gracias por leer, me gustaría pedirles, si no es mucha molestia y quieren, si podrían comentarme que les está pareciendo la historia.

No soy dueña de Harry Potter, toda su autoría a J.K Rowling.


Comienzo (I):

Si solo todo hubiera quedado en la anécdota del cementerio no habría pasado nada, no tendría ese extraño sentimiento de culpa por estar haciendo sufrir a alguien que le importa ahora que el señor Tenebroso ha estado a punto de regresar, pero tan solo dos días después de aquel suceso Remus Lupin tenía que aparecerse en Hogwarts con una sonrisa débil en los labios, luciendo un moratón en la mejilla izquierda como si fuera una medalla y una caja con diferentes infusiones.

—Tenemos que hablar.— dijo nada más entrar en su despacho con una caja de madera de gran tamaño entre sus manos.—He traído té para acompañar, como no sabía cual era tu favorito he comprado un surtido.

Había fruncido el ceño y lo había mirado con cara de asco.

—Lupin, no tengo nada de que hablar contigo. — hizo una breve pausa y miró el traje desaliñado de Lupin. — Además ahora precisamente que se ha disuelto la orden no estas en tu mejor momento para desperdiciar el poco dinero que tienes. — dijo con una sonrisa maliciosa.—No creo que vayan ofreciendo trabajos así porque así a sucios hombres lobo.

Lupin soltó un bufido, apoyó la caja sobre la mesa y sacó de su túnica un bolígrafo que transfiguró en una tetera.

—De hecho tengo trabajo, no te preocupes por eso.— apuntó con su varita al interior de la tetera . — Aguamenti. —un chorro de agua salió de su varita llenándola con agua.— Aunque me habría encantado poder ser profesor como tú. — dijo con un encogimiento de hombros. Volvió a susurrar otro hechizo que hizo que de su varita salieran llamas azules y que el contenido de la tetera hirviera en unos pocos segundos. — ¿No tendrás por casualidad dos tazas?

— No. — dijo de forma cortante, a pesar de que tenía un juego escondido en uno de los cajones de su escritorio.

Lupin apoyó la tetera en la mesa y volvió a buscar entre sus bolsillos de donde sacó dos dados que con un rápido toque de varita convirtió en dos tazas.

— No puedo creer que Dumbledore te haya dejado entrar aquí. — dijo mientras veía a Lupin abrir la caja y coger una bolsita de manzanilla y otra de menta-poleo. — Aunque pensándolo bien siempre tuvo una debilidad por su hombre lobo mascota.

Remus frunció el ceño molesto con sus palabras, pero no respondió, llenó su taza con agua y cuando estuvo cerca del borde se detuvo, apoyó la tetera sobre la mesa y miró a Snape que no parecía dispuesto a coger ninguna infusión de la caja, se miraron durante largo rato a los ojos en silencio hasta que por fin Snape emitió un suspiró cansado, desvió su mirada de él y cogió una bolsita de té rojo que metió en la taza.

— Quería disculparme como es debido. — dijo Lupin echando agua en la taza de Snape.

— No quiero tus disculpas. — dijo de manera fría. Lupin volvió a posar la tetera— Además ya he escuchado suficiente.— dijo mirándolo con odio.

— Solo esperaba una reacción de ti. — dijo llevándose la mano izquierda hacia donde estaba el moratón en su mejilla. —De verdad que siento no haberlos detenido en sus bromas... — la mirada de Snape le causó un escalofrío por toda la columna vertebral.

— Por supuesto, Lupin, tú nunca estuviste metido en nada. — escupió Snape en un tono envenenado que consiguió que un nudo se formará en la base del estómago de Lupin.
Snape dio un sorbo al té, hubo un tiempo en el que habría creído que Remus Lupin había sido diferente a sus amigos, después de todo había visto algo en Lupin que le recordaba a él mismo. — ¿Sabes? Si estás aquí por el simple hecho de que quieres que me vuelva a tirar en tus brazos llorando...

— Ellos descubrieron que era un hombre lobo en mi segundo año y me aceptaron aunque para el resto de la sociedad siempre haya sido, soy y seré un paria destinado a hacer daño hasta a las personas que más quiero. — confesó de repente Lupin mirando fijamente a su taza con tristeza. — Ya sé que no es una disculpa, pero, hubiera dado mi vida por ellos, estuvieron trabajando muy duro para convertirse en animagos y acompañarme en las noches de luna llena desde que lo descubrieron. — una sonrisa cruzó el rostro de Remus ante el recuerdo. Snape apoyó las manos en sus rodillas y las apretó con fuerza. — En su quinto año lo lograron y las noches de luna llena de quinto a séptimo fueron las mejores de mi vida.

Snape liberó sus doloridas rodillas de su agarre, agarró rápidamente la taza con el té rojo y se bebió el contenido ya tibio en dos tragos.

— Y a cambio de esos buenos momentos tú eras su maldita arma.

Remus negó con la cabeza.

— No, por supuesto que no. — por unos instantes recordó el olor de Snape al entrar en el túnel que lo llevaría a la casa de los gritos, olía a miedo y preocupación, los gritos de James también se colaron en su recuerdo, aunque el lobo lo había ignorado concentrándose únicamente en el olor de Snape. — Eso fue una muy mala broma por parte de Sirius,—dijo frunciendo el ceño.— Jamás te hubiera puesto en peligro... Ni a nadie.—tardó en añadir haciendo que entre esos segundos el corazón de Snape comenzase a latir con fuerza.
Snape le devolvió la taza.
— Ya hemos hablado suficiente, Lupin, no quiero tus disculpas y ahora si no te importa, lárgate, tengo cosas más importantes que hacer.

...

Revolvió por trigésima vez la menta-poleo que se había hecho, no tenía intención de bebérsela, los sucesos ocurridos aquel día de principios de junio de 1992 le habían formado un nudo en el estómago.

Apoyó la cuchara sobre un paño que tenía sobre la mesa de su despacho y se pasó los dedos de la mano izquierda por el grasiento cabello engrasándolo más.

Había mantenido una expresión impasible mientras Albus les había relatado a Minerva McGonagall y a él los sucesos ocurrido con Harry Potter, la piedra filosofal, Quirrell y Voldemort.

Volvió de nuevo a coger la cuchara y siguió revolviendo la infusión sin intención de tomársela, no habría querido creerlo, aunque lo sabía, él volvería, le habría gustado mantener aquellos diez felices años como a muchos otros para siempre.

Había sido su año más duro en Hogwarts desde el momento en que Dumbledore había reunido a todos los profesores para pedirles que realizaran pruebas para proteger la piedra filosofal de alguien y aquello se había acrecentado desde el momento en el que el troll destinado a la prueba de Quirrell había escapado y alguien mediante un maleficio casi había matado a Harry haciéndolo caer de su escoba y todo aquello había llegado a su máximo auge cuando Dumbledore unas horas atrás les había comunicado que Lord Voldemort habría estado todo el año en Hogwarts escondido detrás del turbante de Quirrell. No mentiría si dijera que sospechaba de él, pero, un escalofrío le cruzó la espalda, había imaginado que una vez ese infeliz consiguiera la piedra iría corriendo hacía el lugar donde estuviese escondido Voldemort para prepararle el elixir de la vida.

"Se está haciendo más fuerte, si ha conseguido poseer su cuerpo, se está haciendo más fuerte". — se llevó las manos a la cabeza ante ese pensamiento.

Sabía lo que ocurriría cuando regresará, tendría que volver a jurarle lealtad aunque ahora las cosas eran mucho más diferentes que cuando tenía dieciséis años y lo único que buscaba era destruir el mundo.

Cerró los ojos, el malestar en su estómago seguía creciendo, si estuviera solo y a nadie le importará lo que le sucediera, no se encontraría tan triste y tan mal como lo hacía en aquel momento, en el fondo todo era culpa suya, debió rechazar a Remus Lupin cuando tuvo su oportunidad o en lugar de pegarle un puñetazo ante la tumba de Lily le hubiera lanzado la maldición asesina o si lo hubiera echado de su despacho cuando quiso hablar con él o si Albus Dumbledore no lo hubiera contratado a mediados de marzo del año de 1982 para cubrir la baja de la profesora Charity Burbage en la asignaturas de Estudios Muggles para pasar tiempo con uno de sus hermanos al que le habían diagnosticado la viruela de dragón en estado muy avanzado y ya incurable o si no hubiera tomado la decisión durante su estancia en Hogwarts como profesor de acompañarlo en las noches de luna llena como un lobo transfigurado con el pretexto de ayudar a controlarlo. Sus mejillas enrojecieron ante el recuerdo.

«— Fue diferente a estar con Sirius, James y Peter, pero mucho más... reconfortante. Gracias.— le había dicho la primera vez.
Él había fruncido el ceño y puesto cara de enojó ante sus palabras.

— Lupin, explica eso de reconfortante. — había dicho mientras lo seguía de vuelta a Hogwarts por el pasadizo que llevaba al sauce boxeador.

Lupin se había detenido en seco, se había girado y le había dedicado una sonrisa pícara.

— Depende, si lo hago ¿Me acompañarás la próxima luna llena?
—Vete al diablo, Lupin, con está vez he tenido suficiente— respondió lanzándole una mirada de odio. Lupin lejos de enfadarse volvió a sonreír y tiró de Snape en un abrazo del que Severus se apartó con brusquedad.
Remus rodó los ojos.
—Fue reconfortante porque por una vez el lobo y yo estuvimos de acuerdo en algo.— contestó.
—¿En qué? ¿En atormentarme?— Snape volvió a fruncir el ceño.— sin duda fue muy divertido que me persiguieras por toda la casa para terminar tumbándote sobre mi, si hay próxima vez seré un jodido erizo.
Remus no pudo evitar una suave risa.
—Si decides que haya una
próxima vez en lugar de un zorro o un erizo transfigurate en un lobo, no tendrás problemas y nos harás más felices a los dos.
—No voy a tomar el riesgo de que me ataques por invadir tu territorio, ya es suficiente conque me exponga a los riesgos de la transfiguración animal.— a diferencia de un animago no podía convertirse a voluntad, necesitaba de otro mago que lo devolviera a su forma original, además de que si pasaba demasiado tiempo en aquella forma terminaría por olvidar todo lo anterior a ser un animal.
—No te perseguí porque invadieras mi territorio.— Lupin dejó escapar otra suave risa.— La próxima vez se un lobo, confía en mí.— dijo sin añadir nada más aunque Snape lo hubiera preferido.»

...

Casi doce horas después estaba sentado en la acogedora sala de trabajo de su casa con Teddy durmiendo entre sus brazos, su pensadero se movía de un recuerdo a otro sin detenerse, varias veces se repitió el último recuerdo antes de que Lupin saliera del pensadero dando una voltereta hacia atrás.
Estaba pálido y apretaba los puños con fuerza, se fijo en Snape y en Teddy y trató de calmarse.
—Es increíble, sencillamente increíble.— susurró cruzándose de brazos con rabia.—Debemos convocar a la orden.
—Aún no.
—Ha estado en Hogwarts y ha estado cerca de ti y de Harry, Dumbledore debería convocarla.
—De momento es solo una sombra.
—Que ha estado cerca de ti y de Harry, puede volver en cualquier momento, aún tiene muchos devotos, mira a ese tal Quirrell. Eso es suficiente para mí.
Teddy emitió un pequeño gruñido, abrió los ojos y casi al instante volvió a cerrarlos abrazándose aún más fuerte a Snape.
Lupin los miró con cariño.
—Remus, regresará y no hay nada que podamos hacer para impedirlo.
—De momento ya lo hemos hecho, bueno, Harry lo ha hecho. — aclaró con una sonrisa.
Snape miró de nuevo al pensadero y después a Lupin, aquella era la manera que habían encontrado ambos para comunicar los sucesos de los que no querían hablar y que habían estado usando en los últimos años.
Lupin se llevó la mano derecha a la barbilla y miró molesto al pensadero.
—Habrá algo que podamos hacer, tal vez destruyendo los Horrocrux que tiene escondidos y que le han permitido sobrevivir a la maldición asesina.
—¿Y sabes que son? ¿Cuantos son? O ¿En donde buscar? Ni siquiera yo sé nada de eso.
Lupin se encogió de hombros y tomó asiento justo en frente de Snape.
—Remus, esperaremos...
—Hasta que no haya otra cosa que hacer.