Bueno, aquí ando de nuevo, tarde mal y arrastró, pero ya era hora de poner mi granito de arena para entreteneros un poco en está cuarentena. ¿Cómo se encuentran?
Para este capítulo me gustaría comentar una anécdota: tarde como cerca de dos semanas para hacer la primera escena: la escribía, no me gustaba, la volvía a escribir, cortaba lo que me gustaba y la volvía a reescribir con las partes que me gustaban.
Sin embargo la segunda escena me salió casi toda ayer (hoy estuve acabando las último 250 palabras y retocando) en una hora .-. en un día de infierno donde tenía que entregar un informe, un boletín y hacer una prueba de química online con un dolor de estómago y cabeza terrible por apenas había dormido. (Eso sí cuando estaba escribiendo me sentí mucho mejor y más despejada)
Tenía las ideas, eso sí, pero no había sabido cómo estructurarlas.
Y ya está, fue algo curioso que me apeteció comentar.
Pero si me preguntan me fue todo bastante bien, menos el informe que fue de unas prácticas que no hice.
Un saludo, espero que estén todos bien y trataré de hacer un esfuerzo por traer el próximo capítulo lo más pronto que pueda.
Cuídense mucho.
Moonlight89: Hola, muchas gracias por tu comentario, a ver si se anima a quedarse porque lo que es este año se le viene bastante difícil a Lupin.
Sof77: Hola, muchas gracias por tu comentario, la verdad es que me gusta mucho que Remus y Severus se equilibren el uno al otro.
Luana: Hola, muchas gracias por tu comentario. No te preocupes, de verdad, no me molesta que no comentes sé lo mucho que cuesta hacer comentarios tan largos cuesta (por lo menos a mí sobre una historia), lo que sí los extraño muchísimo tus comentarios y estoy todo el rato pendiente del correo para ver si me llega uno de fanfiction. Me gustan mucho tus comentarios, son muy sinceros, muy educados y me ayudan a ver errores que tengo, así que te agradezco mucho el esfuerzo.
La verdad es que sí, tengo Wattpad y AO3. Y entre las tres plataformas la verdad para escribir me parece muy cómoda wattpad y me gusta mucho más, pero para leer historias y consumirlas prefiero AO3 (tiene un sistema de etiquetas que es maravilloso, además de lo que es fanfictions de Remus y Severus hay la cantidad de 2929 (a día de hoy y me entretengo por ahí bastante, eso sí el 99% de ellos en inglés, pero yo por lo menos con el traductor de google no tengo problema.)) Fanfiction, siendo sincera, salvo para subir capítulos y fanfics, no la utilizo mucho (hubo un tiempo que sí que no salía de ella de leer, pero después me ganó AO3).
La verdad es que a Teddy de momento no lo doy situado, lo tengo entre Hufflepuff y Ravenclaw, creo que más hacia Hufflepuff que Ravenclaw, pero a veces me parece demasiado vago para meterlo en Hufflepuff.
Y con lo que respecta a Snape siendo padre, creo que lo único que él aprendió de los suyos es como no debe comportase con su hijo. Eso sí, me gustó mucho la idea de que le regalará un puffskein, creo que Teddy se volvería loco de felicidad si ocurriera.
Con cariño, un saludo. Espero que te encuentres bien en estos tiempos de pandemia que vivimos.
N.A: No soy dueña de Harry Potter, toda su autoría a J.K. Rowling.
Cuchicheos:
Nunca había esperado terminar casi a las once y media de la noche del 2 septiembre en la taberna de Aberforth frente a un vaso de whisky de fuego.
La taberna estaba casi vacía salvo por dos hombres encapuchados que trapicheaban en voz baja en la mesa del fondo donde habían depositado sobre ella dos huevos de plata de Occamy sin eclosionar, una daga mortal creada a partir del colmillo de acero dentado de un snallygaster y un pequeño frasco que contenía a penas cinco mililitros de lo que su vendedor afirmaba que eran lágrimas de fénix. Aberforth ni siquiera les prestaba atención.
Había decidido acudir allí porque necesitaba estar solo y porque un único vaso de whisky de fuego le ayudaría a tranquilizarse. Ahora más que nunca necesitaba mantener la calma y pensar fríamente en lo que iba a hacer: si iba a renunciar o a esperar a que Albus Dumbledore lo echará presionado por los padres y alumnos.
Aquella mañana había comenzado con una pila de cartas sobre su plato en el desayuno y con dos vociferadores que se había obligado a silenciar acabando rojo de la vergüenza y con el animo por los suelos.
Ni siquiera había podido desayunar, pues dentro del bullicioso ambiente del Gran Comedor ya había observado que en una pequeña parte de la mesa de Slytherin (capitaneada por Draco Malfoy) ya habían comenzado a señalarlo y a mirarlo con asco.
A lo largo de la mañana sus clases habían decaído significativamente en número de alumnos y para su última clase una alumna de Slytherin de séptimo año se había armado de valor para preguntarle si eran ciertos los rumores que estaban circulando sobre que era un hombre lobo. No fue capaz de negarlo y para las clases de la tarde ya no se presentó nadie.
Como Severus había predicho lo que más le debía de preocupar era que Lucius Malfoy se enterase de que estaba dando clase y abriese su gran bocaza para airear que era un hombre lobo.
A mediados de agosto aquella amenaza no le había parecido nada comparada con tener que enfrentarse a Sirius Black, pero ahora que había pasado y la realidad lo había golpeado , lo cierto era que se sentía incapaz de hacerle frente a todas las consecuencias que traería.
Se abrió la puerta de entrada de la taberna, alguien entró y Remus apartó la vista de su vaso para ver que se trataba de Hagrid. Lo saludó y volvió de nuevo la atención hacia su vaso.
Hagrid ocupó la silla que estaba justo en frente de él. Apoyó sobre la mesa una botella polvorienta de whisky de fuego sin abrir que acababa de comprarle a Aberforth y sacó de sus bolsillos una gran taza.
Remus se fijó en que tenía los ojos rojos e hinchados de haber estado llorando.
— Lo siento mucho, es todo culpa mía.
— Hagrid, ¿De qué estás hablando?
El enorme hombre delante de él se encogió un poco y se deshizo en un mar de sollozos y lágrimas, mientras con palabras entrecortadas trataba de contarle sobre el incidente de Malfoy con un hipogrifo en sus clases y el juicio que había tenido ayer.
Al principio le fue difícil entenderlo, pero a medida que avanzaba Hagrid fue tranquilizándose y ordenando sus ideas paulatinamente.
— … Es culpa mía. — dijo mientras sacaba un gran pañuelo de tela de sus bolsillos y se sonaba con gran estruendo la nariz. — Todo es culpa mía: que vayan a sacrificar a Buckbeak, que hayan descubierto que eres un hombre lobo y que ahora duden de la salud mental de Albus.
— Hagrid, no es culpa tuya. —trató de sonar tranquilo, pero su voz sonó en un tono amargo que fue incapaz de contener. —Solo fue un desafortunado accidente. Los Malfoy solo se están aprovechando de él, llevan años tratando de hacer quedar a Albus como un viejo chiflado y con lo que respecta a mi problema, estoy seguro de que el señor Yaxley solo estaba esperando el momento oportuno para contárselo.
Hagrid llenó su taza hasta el borde, vaciando casi la mitad de la botella y le dio un gran trago.
— Pero… De verdad que lo siento.
— Hagrid, por última vez, no ha sido culpa tuya. Era cuestión de tiempo que se supiese, en unas semanas habría venido un supervisor y dudo mucho que hubiera sido precisamente discreto sobre mi condición.
Hagrid le dio otro gran trago a su taza.
— Debió de ser un golpe muy duro que te mordieran. — comentó Hagrid.
Lupin hizo una pausa y bebió un largo trago de Whisky de fuego con el único propósito de darse valor.
— El golpe no fue tan duro, me mordieron cuando tenía cinco años. Yo ni siquiera era consciente de lo que suponía hasta que me hice un poco más mayor.
Hagrid terminó de otro gran sorbo el contenido de la taza y repartió lo que le quedaba en la botella entre su taza y el vaso de Lupin.
— No lo sabía, como habías asistido a Hogwarts había pensado que te habían mordido mucho después.
— No, no, que va. Fue por mí que Albus mandó plantar el sauce boxeador, protege un pasadizo que durante las noches de luna llena usaba para llegar a un lugar seguro donde no podía lastimar a nadie. Fue en la famosa casa de los gritos, yo le di el nombre. — sonrió sin humor.
— Albus Dumbledore es un gran hombre.
— Lo es.
Se abrió la puerta de entrada de la taberna dejando entrar un aire gélido, los dos hombres que habían ocupado la mesa del fondo se fueron.
— Ahora, ¿Qué vas a hacer? ¿Renunciarás?
— De momento no lo sé. Tal vez, al final, ni siquiera necesite renunciar, puede que sea el propio Consejo Escolar el que me eche alegando que hay una centena de niños traumados por mi presencia en Hogwarts.
Aberforth chistó por lo bajo detrás de la barra, aparentemente concentrado en limpiar unas copas sucias con un paño aún más sucio.
— Aberforth, ¿Tienes algo que aportar? — preguntó Lupin de mal humor y con amargura, pues sabía de primera mano que prestaba más atención a sus clientes de la que aparentaba.
—Sí, si vais a venir a beber aquí evitad comerle el culo a Albus, ¿Él un gran hombre? Me lo creeré cuando los escarbatos dejen de perseguir oro.
—Claro, es mejor que los que vengan aquí se lo coman a Voldemort.
Hagrid se estremeció al escuchar aquel nombre, pero Aberforth ni se inmutó.
— ¿Vas a compararte con gente descerebrada? Sí, ¿Por qué no? Si eres capaz de decir ese nombre en alto. — Levantó la vista de la copa y miró a los ojos a Remus. —¿Queréis un consejo? Dejad de lameros las heridas, los dos, pero en especial tú, Lupin. Por este bar he visto hombres lobo que si te oyeran te darían una patada en los huevos por no saber valorar lo que tienes y que te matarían por tener tan solo una pequeña parte de lo que tienes.
Se quedó callado ante las palabras de Aberforth y se terminó de un solo trago todo el contenido de su vaso, haciendo una mueca de dolor mientras el licor le bajaba por la garganta.
— Así que Lupin, hazles un favor a ellos y a ti y trata de mantener la cabeza bien alta.
Después de aquellas palabras no tardó mucho en abandonar Cabeza de Puerco, la taberna de Aberforth, apretando fuertemente los dientes y los puños.
Hagrid fue detrás de él. La frialdad que se respiraba en el aire de Hogsmeade hacía notar la clara presencia de los dementores.
Hagrid y él a penas intercambiaron un par de frases más antes de despedirse en su cabaña donde Fang esperaba ansioso la vuelta de su dueño.
Debían de ser cerca de las dos de la mañana cuando por fin regresó a su habitación en las mazmorras.
Se le borró de un golpe la rabia que Aberforth había causado con sus palabras cuando al encender las velas de la lámpara no vio a Teddy en su cama, dónde debería de estar y dónde había estado la última vez que lo había visto, tapado hasta la cabeza con las mantas completamente enfurruñado con él porque no estaría para acostarlo y con Severus porque no le iba a leer ningún cuento a menos que por cada dos páginas que le leyese Teddy leyera una.
Buscó rápidamente con la mirada a Severus, sin conseguirlo, pues el dosel de su cama estaba completamente corrido, ¿Podría ser qué...?
Con el corazón todavía en un puño descorrió el dosel con un rápido movimiento de varita para ver a Teddy acurrucado al lado de Severus abrazando a Gris, mientras que Severus lo rodeaba con el brazo manteniéndolo cerca de él.
Suspiró aliviado, perder a Teddy habría sido justo lo que había necesitado para concluir el día.
Se apresuró a lavarse los dientes y a ponerse el pijama para unirse a ellos dos en la cama.
...
Tenía que ser obra del mal karma que había acumulado a lo largo de su vida para que de entre todos los mocosos que había en el mundo tuviera que tocarle uno tan hábil como Neville Longbottom, tan racional como Lunática Lovegood y tan educado y humilde como Harry Potter.
Sí, definitivamente tenía que ser eso.
No había otra explicación para que Teddy fuese incapaz de saberse todavía para que servía un bezoar, los doce usos de la sangre de dragón, la diferencia entre el acónito púrpura y el azul y los usos del tejo tras estar casi una semana machacándoselo.
Tampoco había ido mucho mejor las dos veces que lo había puesto delante de un caldero, pues la primera vez se había quemado los dedos con él y en su segunda vez había sido incapaz de mantener la cuenta de siete cucharadas de virutas de aluminio para preparar una sencilla solución hidratante para la piel, pues había terminado por echar las dos últimas muy escasas porque no se acordaba de si llevaba cinco o seis cucharadas causando que en la poción no espesase.
Pero sin duda lo que más detestaba de Teddy era su carácter cuando se enfadaba. Si fuera uno de sus alumnos se habría ganado rápidamente en su primera clase un castigo para todo el curso. No aceptaría jamás en su aula un comportamiento como el que había presenciado hoy tras una discusión, de nuevo, por su incapacidad de hacer con letra legible cuatro miseras carillas de caligrafía. El malcriado mocoso, enfadado, había terminado por coger uno de los libros con las páginas bastante maltratadas de su estantería, lo había abierto y lo había acusado de que aquellas anotaciones que había escritas en los márgenes tampoco se entendían nada.
Le dieron ganas de pegarle la lengua al paladar con un hechizo por insolente, pero no lo hizo, ya tenía suficiente al ver al pequeño aterrorizado bajo su mirada.
— ¿Hoy por qué estáis discutiendo? — fue el saludo que dio Remus al entrar en la habitación.
— Esta letra tampoco se entiende. — dijo el mocoso con su larga lengua abriendo aún más la página del libro.
Tal vez después de todo si que debería haberle pegado la lengua al paladar por un rato.
Lupin se acercó a ellos, miró achinando los ojos las páginas del libro que le enseñaba Teddy y finalmente comentó:
— Severus, cuando tiene razón, tiene razón. Esa letra parece escrita en un idioma que solo tú puedes descifrar.
— ¿De parte de quién estás? — escupió con enfado.
— Del que tiene razón, por supuesto. — dijo Lupin antes de dirigirse hacia la mesa para comenzar a corregir (seguramente), las cinco redacciones que traía bajo el brazo.
Se aguantó las ganas de contestarle, no había sido una buena semana para él desde de que toda la escuela se enterase de que era un hombre lobo. Había terminado por decidir que un elfo doméstico le llevase sus comidas a su despacho para huir públicamente de las cartas y vociferadores que le estaban llegando y de las miradas de miedo, odio y asco. Sus clases tampoco iban bien, en ninguna de ellas había pasado del número de ocho alumnos, siendo a las que más asistencia había las de quinto y séptimo año.
Enfadado le arrancó el libro de las manos a Teddy y se dirigió a sentarse justo en frente de Lupin para comenzar a copiar las anotaciones que había en el libro en una hoja que haría copiar al pequeño hasta que le doliese la mano de tanto escribir.
También aquella semana estaba siendo diferente para él, era extraña, estaba sintiendo más cuchicheos a su espalda de los que solía sentir.
En un primer momento había pensado que Lucius Malfoy, después de dos años callado, por fin había encontrado el momento perfecto para airear fuera de su grupo de confianza que tenía una relación con un hombre lobo y que juntos habían adoptado lo que parecía ser un muggle.
Pero no había llegado ni una sola carta hacia su persona recriminandole que era un mal ejemplo para sus estudiantes, viviendo como vivía una vida de perversión y muy poco ortodoxa.
Había terminado por intuir que seguramente seguían hablando de Lupin, pero se había equivocado completamente cuando ayer, por fin, había sido acorralado en la sala de profesores por Pomona Sprout, Filius Flitwick y Bathsheda Babbling.
"— ¿Cómo no nos has dicho que tenías un hijo de cuatro años? — fue Pomona Sprout la primera que habló."
Así que ese había sido el origen de tanto cuchicheo.
"— Tenemos que enterarnos antes por los alumnos, que por ti. ¿Sabes? No te mataría habernos dicho eso después de doce años trabajando juntos. — continuó Bathsheda Babbling.
" — Severus, ¿Cuatro años sin decirnos nada? ¿Estabas esperando el momento en el que entrase a Hogwarts? — lo bombardeó Flitwick."
" — Primero que nada, no han sido cuatro años. — contestó Severus. — Han sido dos, el niño es adoptado."
Aquella afirmación había dejado a sus tres compañeros sin aliento, seguramente habían pensado que Teddy no había sido planeado y que seguramente habría surgido de alguna noche con alguna mujer.
Bueno, era adoptado, pero definitivamente no era como si lo hubiera planeado, había aparecido casi a las puertas de su casa y nadie lo había reclamado como suyo. ¿Qué otra cosa podría hacer hecho con un pequeño infectado de licantropía? En cuanto el Ministerio se enterase lo hubieran considerado una amenaza y lo habrían matado. No habrían podido hacer otra cosa por él, no habrían podído ponerlo en un orfanato por los claros peligros que supondría para los otros niños y ningún mago (salvo Lupin y él) estaría lo suficientemente loco como para adoptar a un hombre lobo sabiendo lo caro que era conseguir el Wolfsbane o lo difícil y costoso que resultaba elaborarlo.
" — Y segundo, — había continuado. —no me pareció algo sumamente importante para compartir." — había añadido por no decir que no le gustaba, ni le entusiasmaba para nada compartir su vida privada con todos ellos."
Justo en aquel momento le había caído una reprimenda de todos ellos de todas las cosas que era necesario compartir entre compañeros y más cuando llevaban trabajando doce años con ellos.
Teddy se sentó junto a él en el sofá, observándolo copiar en silencio. Cuando por fin terminó de escribir aquella carilla de folio, le tendió uno completamente en blanco a Teddy junto con un lápiz.
— Ten, quiero que lo copies. Está con buena letra y legible, así que ahora no tienes excusa para no hacerlo bien.
Había esperado que de nuevo se echase a él porque le estaba mandando escribir mucho, pero en su lugar Teddy tomó lo que le dio y se sentó encima de una pequeña caja de madera que había encima del sofá para alcanzar a escribir lo que le dio.
Haciéndolo arrepentirse de haberlo querido tener toda la tarde copiando. Decidió dejarlo tranquilo mientras copiaba y comenzó a hojear el libro que Teddy había cogido de su estantería.
Había estado escribiendo de forma mecánica y apenas se había enterado de que sus anotaciones eran sobre las mandrágoras.
Era un libro de herbología sobre descripciones, localizaciones y usos comunes en pociones de diferentes plantas mágicas.
Seguramente le había llamado la atención, como a las urracas, el lomo dorado y la portada que presentaba un árbol dibujado en el mismo tono dorado del lomo y un fondo en negro.
Volvió su atención a Teddy que continuaba escribiendo en el folio en blanco, más en diagonal que en línea recta. Debería de haber pensando en encantarle el lápiz para que le redirigiera las letras cada vez que se torciese.
Cuando llegó al final, copiando a penas dos párrafos y medio de lo que había escrito Snape en un inicio, Lupin le quitó la hoja antes de que le diera tiempo siquiera a darle la vuelta.
—Por hoy es suficiente, se terminó escribir y hoy tampoco nada de pociones, ya fue suficiente por toda está semana.
— ¿Cómo que nada de pociones?
— Severus, ya lo has presionado suficiente, lo único que conseguirás si sigues así es que termine odiando pociones. Además estarás perdiendo el tiempo si al final resulta ser un squib.
— No será un squib. — afirmó con seguridad. — Y aunque lo fuese, hay viejos libros que afirman que los squibs sí son capaces de elaborar pociones perfectamente si tienen las habilidades necesarias. No son muggles, son magos y brujas incapaces de exteriorizar su magia.
— Pero… si soy squib... — intervino Teddy. — ¿Querréisme? A Susie sus padres no la quieren por ser squib.
— ¿Quién es Susie? — preguntó Lupin.
— Es una niña de un cuento que me compró el abuelo: Susie squib. Sus padres no la trataban bien porque era diferente a sus hermanos y a sus padres: no era capaz de hacer cambiar al gato de color, hacer volar la ropa hacia el armario o hacer desaparecer las cosas. A Susie siempre la castigaban encerrándola en el sótano con una varita, un plato lleno de migas de galleta y con un vaso de agua. Tardaban siempre dos días en liberarla...
—¿Qué clase de historias te cuenta tu abuelo? — lo cortó. — Nadie te va a castigar ni a encerrar en ninguna parte por no poder hacer magia.
— ¿Ni a atarme las manos a la espalda? ¿Ni a tirarme por una ventana? ¿Ni a hacerme crecer los dientes como a los castores? ¿Ni a pegarme la lengua al paladar?
— ¿A Susie también le pegaban la lengua al paladar? — preguntó Snape consternado.
— No, eso último no.
— ¿Y cómo termina el cuento? — preguntó Lupin interesado.
— Al final acaba llevándosela una tía suya, prometiéndole que le ayudará a encontrar una vida mejor en el mundo muggle, un mundo donde nadie sabe de magia y se ignora su existencia... Pero yo no tengo ningún tío…
— Tampoco lo necesitas. Nadie te va a castigar por saber o no hacer magia, de la misma manera que no se te castiga por ser un lobo en luna llena.
— ¿Ni por no tener habilidades en pociones?
— Esas habilidades se adquieren. — comentó Snape dándole tres golpecitos suaves en la cabeza al pequeño.
