El siguiente capítulo lo publicaré como muy temprano en febrero como muy tarde de febrero en adelante. Diciembre y Enero son meses complicados para mí y también me gustaría hacer una relectura del Prisionero de Azkaban para ver los eventos que han pasado y a los que no ya que estoy creando un AU a partir de ese libro. Así que si tienen alguna duda de eventos que no están seguros de que pasaron comentenmelo, pero yo por si acaso trataré de resolverlo todo en el próximo capítulo o como muy tarde el siguiente del siguiente.
sof77: Hola, muchas gracias por tu comentario . Me alegra mucho saber que te gustó la escena en la que por fin hacen la poción tranquilos.
Marizza Berry: Muchas gracias por tu comentario y muchas gracias a ti por seguir leyendo.
Moonlight: Normal que perdieras las esperanzas, me demoré como siete meses en actualizar. Muchas gracias por tu comentario y muchas por leerlo.
No soy dueña de Harry Potter toda su autoría a J.K. Rowling.
Muchas gracias por leer.
Lo menos malo:
Iban a destrozarle la vida a Teddy. Eso era lo único en lo que podía pensar, mientras Severus le hablaba sobre el nuevo decreto que había desvelado Umbridge. Su nombre iba a terminar junto con el suyo en el Registro de hombres lobos, un registro que todo el mundo mágico podía consultar.
Ahí terminaría todo.
No estaba seguro de que lo dejarían asistir a Hogwarts y si lo hacían, con los nuevos decretos, Teddy tendría que aguantar durante la semana de la luna llena a un supervisor, así como todos los días las burlas de sus compañeros que le recordarían que es un monstruo.
No podía hacerle eso.
Si la nueva normativa iba a aplicarles controles a los familiares más cercanos de los hombres lobos simplemente tenía que dejar de serlo. Ya había salido de casa con esa idea en mente. Lo mejor para Severus y Teddy era que él se alejase por mucho que le doliese.
Se apareció en Hogsmeade y se pasó toda la mañana en Cabeza de puerco consumiendo Whisky de fuego, los cuales no le ayudó en nada a dejar de sentirse triste, dolido y culpable.
Debería de haber aprendido de la experiencia con sus padres, les había arruinado la vida, los hombres lobo no podían tener una familia.
Todavía recordaba el momento en el que había encontrado a Teddy. Había sido un par de horas antes de que amaneciese, sus lejanos aullidos habían conseguido despertarlo asustado.
No había lobos en la zona en la que vivía, nunca los había habido, así que con toda seguridad tenía que tratarse de un hombre lobo. Un hombre lobo que tenía que detener antes de que sucediese una desgraciada.
Había forzado la puerta de su casa con rapidez y se había adentrado en el bosque detrás de sus aullidos. Le había costado un rato encontrarlo, no estaba acostumbrado a utilizar el delicado oído del lobo, ni ninguna de sus ventajas.
Se le había encogido el corazón al verlo por primera vez, era un cachorrito muy pequeño y delgado que se estaba dejando la garganta tratado de llamar a alguien, estaba claramente perdido.
El pequeño al verlo había tratado de huir asustado, pero al ver que no podía competir con la velocidad de un hombre lobo adulto había tratado de atacarlo, pensando tal vez que así lo ahuyentaría.
Toda su resistencia se terminó en el momento que amaneció y volvió a ser un niño humano muy delgado, de piel de un color grisáceo que lo hacía parecer enfermo y que no podía dar más de dos pasos sin caerse.
Lo primero que había hecho había sido transfigurar sin varita un par de hojas en una especie de saco con el que cubrirse y una manta finta con la que cubrió al pequeño que se revolvió nervioso asustado.
Había pensado que encontraría rápido a los padres del niño que acaba de encontrar si les importaba su hijo. Ese mismo día poco después de desayunar con Snape, se había ido a casa de sus padres a Londres con el pequeño dormido entre sus brazos y les había explicado la situación. Lo primero que le habían recomendado su padres era que llamase por teléfono a su actual jefe de trabajo y le dijese que no podría ir porque se encontraba muy mal. El resto del día se lo habían pasado con el televisor y la radio encendidas escuchando noticias donde en ninguna se habló de ningún niño desaparecido.
Severus se había presentado esa misma noche con un montón de periódicos locales de la zona de Gales en los que en ninguno se hablaba de la desaparición de ningún niño.
Así habían pasado los días.
Nunca encontraron una noticia sobre un niño desaparecido e irremediablemente perdió su trabajo en la cafetería muggle en donde trabajaba como camarero en la que a pesar de tener un sueldo bueno, no era proporcional a la cantidad de horas que tenía que trabajar.
El estómago se le revolvió ante el tercer vaso de whisky de fuego que se tomó en Cabeza de puerco. Ante la noticia del nuevo decreto que Umbridge pretendía sacar se había marchado de casa sin desayunar y su cuerpo comenzaba a protestar de que solo le estuviese metiendo alcohol.
Se fue de la taberna de Aberforth hacia Las tres escobas para comer algo. Todavía no se sentía con el valor suficiente para volver a casa y decirle a Severus que lo mejor para él y para Teddy era que se alejasen de él.
Severus no tendría ningún problema en alejarse de él, no estaban casados, podía largarse en cualquier momento a la casa que le había quedado tras la muerte de sus padres en la la calle de Spinner's End, en Cokeworth.
No iba a mentir: le habría gustado casarse con él, pero tampoco había sido algo en lo que hubiese tenido demasiadas esperanzas, casarse con un hombre lobo solo le traería problemas. Además el propio Severus tampoco estaba interesado en casarse nunca con nadie. Casarse para Snape solo era una forma de atar a alguien en una relación en la que ya no había amor.
Alejarse de Teddy iba a llevarle algo más de tiempo, pero no difícil. Severus solo tendría que quitarle la patria potestad de Teddy y siendo Remus un hombre lobo en un juicio se la quitarían con facilidad.
Alguien tendría que haberle hecho entrar en razón cuando se le ocurrió la idea de adoptar a Teddy un mes y medio después de tenerlo en casa. Deberían haberle convencido de que lo mejor era criarlo como su hijo sin papeles legales de por medio, así por lo menos cuando tuviese once años podría asistir a Hogwarts aunque fuese legalmente como un huérfano. Pero no había tenido a nadie que le hubiera hecho desistir: sus padres habían estado más felices que él ante la idea, Snape había huido de su idea de ser padre cada vez que la menciona enfrascándose en nuevas pilas de periódicos tratando de ganar así tiempo y Albus... Albus había estado más que dispuesto a ayudarle a adoptar al niño después de contarle como lo había encontrado y como llevaban casi dos meses sin noticias de sus padres.
Albus Dumbledore y Minerva McGonagall habían sido los únicos (además de los padres de Lupin) que sabían de su relación antes de adoptar a Teddy, pero no porque Snape o él se lo hubieran contado, sino porque a Albus se lo había comentado Aberforth después de haberlos pillado en su taberna entrelazarse las manos debajo de la mesa cuando estaban solos; y Albus, puesto que Minerva era la profesora con la que mejor se llevaba Severus, se lo había contado a ella.
"Ese cerdo, ¿Quién iba a pensar que es el hermano pequeño de Albus Dumbledore trabajando en un sitio de mala muerte como ese?" — Lo había maldecido Snape al enterarse.
Remus por su parte se había reído lo más grande. Cabeza de puerco era el único lugar en el mundo mágico que Severus había considerado seguro para tener citas, pues era un lugar frecuentado por lo económico que era y principalmente porque su camarero hacia la vista gorda de toda la mercancía que se trapicheaba en su establecimiento, entre otras cosas ilegales. Allí, incluso habían tenido lugar alguna de las reuniones más importantes en el reclutamiento de mortífagos. No era de extrañar que Albus Dumbledore hubiese tenido tanta información durante la primera guerra mágica.
Después de terminar de comer en Las tres escobas dio un paseo por Hogsmeade, compró algunas chucherías para Teddy y para él en Honeydukes y se tomó un último vaso de Whisky de fuego en Cabeza de puerco para darse valor.
Para cuando regresó a casa Severus y Teddy acababan de irse a Hogwarts para hacer una poción que Teddy creía que ayudaría a su abuelo a calmar sus dolores y levantarse de la cama.
— ¿Ya has comido? ¿Quieres que te preparé algo?
— Mamá, ya he comido. Estate tranquila, ¿Sí?
Su madre estaba en el comedor haciendo punto de cruz sobre una camiseta de Teddy. El modelo que estaba utilizando era el de un perro, pero por los colores diferentes que había escogido estaba seguro de que estaba tratando de hacer un lobo.
Soltó un suspiro exasperado. Era justo lo que necesitaba Teddy una camiseta con un lobo que en cuanto se la diese su abuela trataría de llevarla puesta hasta para dormir. Ya tenía suficiente con el lobo de peluche y con que se dedicase a dibujar lobos la mayoría del tiempo.
Teddy se sentía orgulloso de ser un hombre lobo y Remus era incapaz de hacerle entender todos los problemas que conllevaba serlo. Tal vez no entendía que los hombres lobos transformados podían ser verdaderas bestias sin control porque nunca lo había experimentado de manera consciente gracias al Wolfsbane. Tendría que dejarlo algún mes sin él para que comenzase a darse cuenta de la realidad, así también Teddy aprendería a apreciar más la poción que Severus le hacía todos los meses y puede que dejase de hacer que suministrársela fuese una tortura.
— ¿Estás bien? ¿Quieres hablar?— le preguntó su madre. — Tu padre me ha contado lo de la nueva ley para los hombres lobos.
Remus se quedó callado.
— Nadie en casa vamos a permitir que se te inculpe de morderlo. — continuó su madre. — Ni tampoco vamos a dejar desamparado a Teddy.
— ¡Mamá, yo no lo infecté! Yo... Voy a estar bien.
Remus iba a estar bien, si conseguía evitar que descubriesen que Teddy era un hombre lobo, él iba a estar perfectamente.
— Lo que más me preocupa es que registren a Teddy... ¿Qué clase de padre soy si no puedo protegerlo?
Ver lo avejentada que se veía su madre con cincuenta y cuatro años le dio ganas de llorar.
Desde que lo habían mordido con cinco años habían tenido que dejar atrás su casa en Cardiff para comenzar a vivir en diferentes ciudades y pueblos de Reino Unido con el fin de que los vecinos magos que hubiese por la zona no descubriesen que era un hombre lobo y lo denunciarán. Las noches de luna llena sus padres se la habían pasado totalmente despiertos y alerta por si su monstruoso hijo conseguía escapar de la habitación donde lo encerraban y pudiera atacar a alguien.
Habían pasado años muy malos por su culpa y solo habían podido descansar por fin de él cuando el mismísimo director de Hogwarts, Albus Dumbledore, decidió aceptarlo en su colegio a pesar de conocer su condición, pues el hombre lobo que lo había infectado no escondía lo que le había hecho y había llegado a Dumbledore a través de uno de sus espías.
A partir de entonces solo tenían que aguantarlo los dos meses de verano, pues siempre que las vacaciones de Navidad tenían luna llena evitaba ir a casa.
Sus padres lo habían protegido todo lo que habían podido a cuenta de su salud.
— Remus, cariño. — escuchó a su madre llamarlo. No podía verla con los ojos empañados en lágrimas como los tenía.
Hope lo abrazó, se encogió con las rodillas para poder esconder la cara en el hueco de su cuello y llorar como cuando era un niño. Su madre comenzó a acariciarle la espalda para tratar tranquilizarlo.
— Eres un buen padre y que Teddy termine registrado no va a cambiarlo. Tú también has terminado registrado. Eso no significa nada sobre ser buen o mal padre. Nadie va a ser mejor que tú para criar a un hombre lobo, tú has aprendido de los errores que cometimos tu padre y yo.
Su corazón se encogió ante las palabras de su madre. No era precisamente lo que esperaba escuchar. Los siete años que había vivido en Hogwarts habían sido los mejores de su vida, antes de comenzar a conocer a Severus. Gracias a que ellos se habían sacrificado para que no lo registrarán había tenido es oportunidad y por nada del mundo quería privar a Teddy de una experiencia como la que había tenido él.
Se separó del abrazo de Hope.
— Todo va a estar bien, cariño. —lo confortó Hope mientras le acariciaba la mejilla. — Vas a ver que sí. Dios aprieta, pero no ahoga.
Cuando se tranquilizó, su madre volvió a sentarse y continúo haciendo el lobo sobre la camiseta. La observó hacer punto de cruz.
Después de terminar sus años de estudiante en Hogwarts se había negado a volver a casa con sus padres, no quería destrozarles más la vida. Se había unido a la Orden del Fénix y con ello Dumbledore le había permitido seguir usando la Casa de los Gritos durante las noches de luna llena. En aquel tiempo había estado viviendo entre la sede de la orden y las casas de sus amigos y el único contacto que había mantenido con sus padres había sido a través de cartas cada vez que ellos le escribían.
La situación había llegado a tal grado que con 21 años sus padres habían decidido comprarle la pequeña casa de campo en la que vivían actualmente para tratar de tener más contacto con él.
— ¡Papá! — escuchó la voz de Teddy.
Dirigió su mirada hacia la chimenea y allí estaban Teddy y Severus.
Abrazó a Severus en cuento lo vio.
— Creo que ya sé como solucionar este gran problema. — le susurró Lupin al oído. — Dice que les harán controles a los familiares más cercanos a un hombre lobo, así que solo tenéis que dejar de serlo. Tienes que quitarme la patria potestad de Teddy.
Se separó de él. Eso era lo mejor para Teddy y para Snape. Tenían que alejarse de él antes de que les arruinase la vida.
Severus se mantuvo impertérrito ante la solución que acababa de proponerle. Un escalofrío le recorrió la espalda, no había nada que le preocupase más que Severus no mostrase ningún tipo de emoción.
— ¡Papá! ¡Papá! — chilló Teddy tirado de los bajos de su túnica demandando su atención.
— ¿Qué quieres? — dijo tomando al pequeño en brazos.
— Hice la poción para curar al abuelo.
— Ah, que bien, ¿La has hecho tú solito?
— No, tuve un poco ayuda de pai. — Teddy se revolvió nervioso entre sus brazos queriendo que lo soltase. — ¡Pai, vamos! Tenemos que dársela al abuelo.
— Primero tenemos que ver si el abuelo se encuentra mejor. — dijo Snape con tranquilidad. — Y si no lo está o se encuentra peor se la daremos.
Teddy se revolvió aún más nervioso entre sus brazos haciendo que lo dejase en el suelo, una vez que lo hizo el pequeño salió corriendo hacia la habitación de su abuelo.
— Severus. — habló Hope. — ¿Lyall podrá tomarse esa poción sin problemas?
— Tranquila. Lo tengo controlado.
Severus se dirigió a la cocina ignorándolo por completo. Lo siguió.
Snape llenó un frasco con agua y puso la tetera con agua a calentar.
— Si me quedo descubrirán que Teddy es un hombre lobo y le destrozarán la vida. Las leyes para los hombres lobos se están endureciendo... Que me vaya será lo mejor para vosotros.
— ¿Qué te vayas será lo mejor para nosotros? — preguntó Severus con frialdad. — ¿Abandonarnos es la mejor solución que has podido pensar?
— No voy a abandonaros, te pasaré dinero para mantener a Teddy y trataré de veros todos los meses.
— ¡Vaya, que generoso! — se burló Snape. — Pero no pienso que eso arregle nada.
— ¡Severus, es lo mejor! Si me quitas la patria potestad de Teddy. No tendrá que pensar controles, no lo descubrirán y no tendrás que preocuparte porque me culpen de infectarlo.
— ¿No lo descubrirán? ¡Sé racional, Lupin! No puedes protegerlo para siempre, tú has pasado por lo mismo. Es cuestión de tiempo que lo descubran. ¡Pon la razón por delante de los sentimientos!
— ¡No pienso dejar que lo registren siendo un niño! ¡¿Cómo va a poder ir a Hogwarts si todo el mundo sabe que es un hombre lobo?! ¡¿Quieres que los demás niños lo señalen como un monstruo y tenga que soportar a un supervisor?! ¡¿Eso es lo que quieres?!
Los ojos negros de Snape ardieron como el carbón y su rostro se contrajo en una fea mueca de rabia.
Hubo un fuerte golpe contra la puerta de la cocina. Ambos se giraron para mirar a Hope.
— No gritéis que se os está escucha en toda la casa. — Habló Hope.
Remus maldijo por lo bajo y sacó su varita para hacer un rápido Muffliato.
Su madre lo observó con atención, Remus estaba a punto de echarla de la cocina para que los dejase seguir discutiendo cuando habló:
— ¿No estarás pensando en abandonarlos? Tienes la mala costumbre de salir huyendo cuando crees que harás daño a las personas que quieres.
— ¡Mamá, no voy a abandonarlos! — gritó Remus encolerizado.
— No, eso solo es una palabra muy fea para referirse a lo que vas a hacer. — se burló Snape mientras quitaba la tetera del fuego.
Remus miró con enfado a Severus y a su madre. Era justo lo que necesitaba tenerlos a los dos en su contra.
— Remus, es solo cuestión de tiempo que todo el mundo descubra que Teddy es un hombre lobo. — trató Severus de hablar con tranquilidad mientras se hacía un té. — Has pasado por eso. Recuérdalo, cuando entraste a Hogwarts, ¿Cuánto tiempo tardaron en descubrirlo Potter, Black y Pettigrew? ¿Un año? Tuviste suerte de que decidieran callarse la boca, no puedes saber si Teddy contará con esa suerte. Y aunque la tuviera de todas formas a ti terminaron por pillarte en uno de tus trabajos. Es imposible que no lo descubran y más ahora con las normas nuevas que saldrán.
— Me llega conque no lo descubran mientras sea menor de edad...
Snape dejó caer con fuerza la tetera sobre la encimera.
— ¡Lupin, imbécil! No es el hecho de que tarden más o menos en descubrirlo. ¡Van a descubrirlo, entiéndelo! ¡ Y vas a estar muy jodido si eso pasa! No hay manera de demostrar que tú no lo has infectado, la única forma de evitar que te echen la culpa es echándosela antes de que lo descubran a otro. Tenemos que fingir que un hombre lobo nos ha atacado.
La ventana de la cocina se rompió junto con el vaso en el que Snape se había hecho un té.
— ¡Yo no lo mordí!
Reventó la bombilla junto con los platos y vasos que estaban en el escurridor.
— ¿Y crees que a alguien en el ministerio le importará? Tienen un niño que de la nada apareció mordido,¡¿A quién crees que culparán?! ¡Al hombre lobo que para comenzar lo encontró y con eso pueden considerarte una amenaza y matarte!
Agarró a Snape con fuerza por el brazo izquierdo.
No tenía ningún derecho a recriminarle exponerse a la muerte después de que él hubiera hecho lo mismo. En ese momento tenía ganas de arrancarle el guante que llevaba puesto y subirle la manga del brazo izquierdo hasta el hombro para exigirle una explicación sobre lo que llevaba más de tres semanas escondiéndole.
— Lupin, ¡¿Qué haces?! ¡Suéltame!
Lo soltó inmediatamente como si se hubiera quemado. Snape se frotó con la mano derecha la zona donde acababa de soltarle.
No había querido darle importancia al tema del anillo desde que Dumbledore se lo había devuelto con un nuevo uso. Severus ya no iba a volver a sufrir daños y eso era lo único que debería importarle, pero era incapaz de ignorar el daño que ya le había hecho el ataque de Yaxley.
Estaba seguro de que Severus había hecho ese amuleto para protegerlo en caso de que Sirius Black lo atacase y visto que Black había matado a sus dos mejores amigos sin ningún miramiento; al final ese amuleto solo había sido creado para dar su vida por la de él. Como si su vida no valiese nada.
— ¿Sabes qué, Lupin? Haz lo que te dé la gana. — dijo Snape malhumorado antes de abandonar la cocina y encerrarse en su sala de trabajo.
— No creo que lo mejor sea que te marches. — habló su madre.
— ¡Mamá, por favor, no te metas!
— Remus, piénsalo. ¿Qué crees que le hará más daño a Teddy? ¿Qué un montón de desconocidos lo traten mal por ser un hombre lobo o que tú, siendo su padre, lo abandones?
— ¡No lo voy a abandonar! Trataré de verlo todos los meses y le mandaré dinero para que no le falte de nada.
No soportaba la mirada de decepción que le estaba dando su madre, así que dejó de prestarle atención para concentrarse en reparar todo lo que había roto.
(...)
Lupin era un imbécil y un cobarde.
Daba igual lo mucho que se esforzará en demostrarle que había cambiado, en las situaciones difíciles siempre sería ese crío que se quedaba mirando a sus mejores amigos mientras lo acosaban.
La rabia que sentía dejó pronto paso a lágrimas y se derrumbó sobre la silla de su escritorio en su sala de trabajo.
Si Lupin quería largarse que lo hiciese, él no iba a detenerlo, pero eso no iba a cambiar el hecho de que no iba a poder proteger a Teddy para siempre por mucho que lo quisiera. Era solo cuestión de años, la bomba de Umbridge solo había reducido su tiempo a meses.
Lupin tenía su tormentosa experiencia ocultándolo y parecía que no había aprendido nada de ella.
Había tenido suerte en Hogwarts de que Black, Potter, Pettigrew e incluso él mantuvieran la boca cerrada sobre su condición, pero una vez acabados sus estudios se lo había pasado de trabajo en trabajo tratando de ocultar que era un hombre lobo, y aún así no pudo evitar que con 24 años le llegase una denuncia anónima de hombre lobo de la que le fue imposible escapar. Tuvo que inventarse en aquel momento que había sufrido un ataque de hombre lobo dos meses atrás y que había decidido no comunicarlo porque no quería que se le discriminase por su condición. Habría sido un problema muy grave para sus padres y para el propio Albus si se llegase a saber que llevaba infectado desde niño y que aún por encima se le había permitido asistir a Hogwarts.
Lo que sí no pudo evitar fue la multa que le pusieron por no comunicar inmediatamente el ataque de hombre lobo que avergonzado había tenido que pedir ayuda a sus padres para que le ayudasen a pagarla.
Una vez que lo habían registrado solo había sido capaz de encontrar trabajo en el mundo muggle, el mundo mágico parecía haberle dado la espalda por completo.
El mundo mágico no quería ni aceptaba a los hombres lobos y tal vez lo mejor para Teddy sería integrarlo en el mundo muggle como si fuese un squib.
Cuando por fin estuvo más calmado decidió salir de su sala de trabajo a la hora de cenar.
No se le hizo extraño que esa noche hubiese de cenar la comida favorita de Teddy: huevos fritos y espaguetis con tomate. Como si eso fue a compensar lo que iba a sucederle.
Lyall también se había levantado de la cama para unirse a la cena con ellos. Era el único que cenaba un plato de sopa del que se llevaba de vez en cuando una cuchara a la boca para mojar los labios.
El incómodo silencio de la cena fue roto por Teddy que decidió aprovechar el momento para hablar de lo mucho que le gustaría tener gallinas en el patio porque pondrían huevos y así podría comer huevos todos los días.
Snape resopló ante su idea, si fuera por Teddy llenarían la casa de bichos de los que al final tendrían que encargarse Remus y él.
—Es una buena idea, cariño, pero para tener gallinas hay que tener un cobertizo donde guardarlas. No puedes meterlas en casa cuando llueva. — trató de persuadirlo Hope.
— Pero eso puede hacerse con magia, ¿A que sí? — preguntó Teddy mirando a sus padres y a su abuelo.
— Sí, sí que puede hacerse, pero terminarías aburrida de ellas a los dos días y después tendríamos que hacernos cargo nosotros. — comentó Severus.
— Eso no es verdad, además yo soy muy responsable... ¿A que sí, abuela? Díselo a pai.
— Tú responsable ¿En qué? — dijo Severus.— Si dejas siempre todas las tareas que se te mandan a medias.
— Porque olvídanseme, pero de cuidar a las gallinas acordaríame todos los días.
Estaba a punto de responderle cuando la ventana del salón se rompió dejando entrar el frío aire de fuera.
— Dejad de discutir, por favor. — Los cortó Remus. — Teddy lo de tener gallinas o no lo hablaremos si tal como regalo de Navidad.
— Pero para eso falta mucho tiempo.
— ¡Teddy! Lo hablaremos para Navidad. — Lo avisó Remus mientras se levantaba de la mesa para arreglar la ventana que había roto. — Hacedme el favor y tratad de llevaros bien vosotros dos.
El resto de la cena se la pasaron en silencio.
Al terminar Remus hizo volar los platos vacíos hacia la cocina. Lyall todavía se quedó frente a su plato de sopa, revolviéndolo con la cuchara y manteniendo la vista fija en él.
— Lavo yo los platos y tú te encargas de acostar al niño. — comentó Remus mirando a Severus.
— Pero papá leeme el cuento. — intervino Teddy. — Él hace mejor las voces.
— Claro que sí, Teddy. Que de eso se encargue el mejor padre del año. — se burló Severus.
Teddy se le quedó mirando sin entender porque le había dicho eso.
— Acostarlo los dos que los dos sois sus padres. Ya lavaré yo los platos. — habló Lyall.
— Sí,eso, acostarlo los dos. — lo apoyó Hope. — Ya nos encargamos nosotros de los platos.
Severus se tomó un momento para mirar a Remus y después a Teddy.
— Bien. — dijo antes de dirigirse a la habitación de Teddy.
Por lo menos esa noche no gastaría la voz.
Le puso el pijama y lo acostó en la cama mientras dejaba a Lupin decidir que cuento iba a leer esa noche.
Se tumbó en el lado izquierdo de la cama al lado de Teddy y dejó que Remus ocupase el lado derecho.
Lupin leyó Los músicos de Bremen y cuando terminó le ofreció el libro.
— No, continúa. Tú lees mejor. — le escupió enfadado.
Teddy se abrazó aún más fuerte a Gris.
— No brigueis. Yo solo no quería que me obligaras a leer contigo.
Severus lo miró. No dudaba de que de verdad a Teddy le gustase más como leía Remus. De hecho le gustaba más jugar con Remus, le tenía más confianza a Remus y se llevaba mejor con Remus.
Remus era a todos los aspectos para Teddy mejor padre que él y aún así Lupin pensaba abandonarlo. Si se marchaba iba a hacerle tanto daño a Teddy y más daño iban a hacerle ambos si se ponían a discutir delante de él.
Lupin volvió a ofrecerle el cuento y está vez lo tomó. Leyó la segunda historia y cuando terminó le pasó el libro a Remus para que él leyera la tercera.
Siguieron pasándose el libro hasta que Teddy se quedó dormido a la mitad del cuarto cuento.
— Severus, Teddy y tú sois lo que más quiero en este mundo, pero quedándome...
— Cállate, no hablemos aquí de esto. Espera a estar por lo menos fuera de su habitación.
Salieron de la habitación de Teddy solo para descubrir que no eran los únicos que se estaban peleando. Desde el salón-comedor podían escuchar los susurros de la discusión que mantenían Hope y Lyall en la cocina.
— Treinta y seis años trabajando en el departamento de regulación y control de las criaturas mágicas y no puedes aportar nada. Hombre, fuiste hasta el jefe del departamento los últimos cinco años antes de prejubilarte, ¿De verdad crees que la idea de tu hijo es lo mejor que pueden hacer?
— Mujer, ellos son los padres y son los que tienen que decidir que es lo mejor para su hijo. No deberíamos meternos en esto.
— ¿Y no puedes tratar de aconsejarle por lo menos? ¿Lyall, lo que va a hacer Remus es la mejor opción?
Le dio igual que Hope y Lyall estuvieran manteniendo una conversación privada. Agarró a Remus del brazo y lo arrastró hasta la cocina donde ante la perpleja mirada de sus suegros cerró la puerta y lanzó un rápido Muffliato para evitar que lo que dijesen se escuchase fuera de las paredes de la cocina.
— A tu hijo pueden matarlo y al mío le van a hacerle mucho daño tanto como si matan a su padre como si decide abandonarle, así que yo por lo menos si que quiero oír tu opinión. Si yo le quitó la patria potestad a Remus y él se marcha de nuestras vidas, ¿Evitará eso que Teddy tenga que pasar por los controles?
Lyall los miró nervioso.
— Hombre… Es muy idealista pensar que no pasaréis por ninguno. En el Ministerio saben que mínimo habéis estado dos años conviviendo y tal y como está la normativa... Ni a Teddy ni a ti es posible libraros del primer control.
Remus se llevó las manos a la cara y comenzó a maldecir en voz alta.
— Pero sería como mucho un control. — Continuó Lyall. — Dumbledore y algunos amigos que tengo en el departamento podrían ayudarnos a pasarlo.
— En conclusión que seguimos como al principio, abandonarnos no va a cambiar nada. — Se burló Snape.
Remus se apartó las manos de la cara y lo miró enfadado.
— Prefiero jugármela a esperar un único milagro que comenzar a esperar uno cada tres meses.
Le dieron ganas de abofetearlo con fuerza y hacerle entender a golpes el grave riesgo al que se estaba exponiendo sin tener ninguna seguridad de que saldría bien.
— ¿Y si no tenemos ese milagro? — dijo Snape con frialdad. —A Teddy lo descubren de todas formas y al tratar de ocultarlo a ti te consideran inmediatamente el responsable de infectarlo. Es una muerte asegurada. ¿Verdad, Lyall?
Lyall dio un pequeño brinco ante la pregunta. Toda la atención volvió a centrarse en él
— Pues… Para bien o para mal no hay manera de demostrar que lo ha mordido… ¿Verdad?
— ¿Y eso sirve de algo en tu experiencia?
— En un juicio normal para nada, pero si lo lleváramos al Wizengamot para tener un juicio tan riguroso como el de los mortífagos… Podrían considerarlo inocente.
Snape no pudo evitar reírse.
— ¿Esa es la mejor opción?
— Muchos mortífagos quedaron libres de los cargos siendo culpables, es una opción viable. — dijo Remus.
Tratar de convencer a Remus era como darse contra una pared una y otra vez y ya empezaba a estar cansado de que le hiciese tanto daño.
— Ninguno de los mortífagos que fueron al Wizengamot quedaron libres de los cargos como mucho se les redujo la condena entregando a otros…
— ¡Más a mi favor!¡Joder, que yo no lo mordí! — se defendió Remus. — ¡E ir a juicio será nuestra última opción, nada de eso pasará si Teddy pasa el control!
Si había alguna posibilidad de que no registrasen a Teddy, Remus iba a ir tras ellas sin importarle las consecuencias. Le iba a dar igual todo lo que le dijese.
— Severus, es lo mejor que podemos hacer. ¿Qué otra opción mejor tenemos? ¿Fingir un ataque?
— Por lo menos es una opción segura. La tuya es como lanzar una moneda al aire y esperar a que caiga por el lado deseado.
— ¿Una opción segura a consta de qué, Severus? De arrojar a nuestro hijo a un basilisco. No tienes ni idea de lo cruel que puede ser la gente con los hombres lobos.
Snape se abrazó a sí mismo. Odiaba la forma en la que Remus le estaba hablando, como si a él no le importase nada lo que le sucediese a su hijo.
—No soy un hombre lobo, pero sé muy bien lo cruel que puede llegar a ser la gente. A ti en la escuela jamás te colgaron boca abajo, ni te quitaron los calzoncillos en público, ni te humillaron delante de nadie.
Por no hablar de que había formado parte de los mortífagos donde había quienes tenían como pasatiempo matar muggles solo porque podían hacerlo. Él mejor que nadie sabía hasta donde podía llegar la crueldad humana.
La mirada de enfado que le estaba dedicando Remus desapareció y su rostro se suavizó.
— Jamás voy a dejar que Teddy pase por lo que yo pasé. Me encargaré de castigar a todo aquel que le haga daño en Hogwarts.
Remus se quedó callado y bajó la cabeza avergonzado. Todavía se arrepentía de no haber hecho nada en esa época por ayudarlo.
— Será mejor que nos vayamos a dormir. — Habló Hope. — Lo veremos todo más claro mañana después de consultarlo con la almohada y podremos tomar una decisión.
Lyall asintió de acuerdo con su mujer.
— De todas formas ya sea fingir un ataque o quitarle la patria potestad a Remus no es algo que podamos hacer ahora siendo tan reciente la noticia del nuevo decreto. Decidáis lo que decidáis tenéis por lo menos hasta diciembre para comenzar a ejecutarlo.
Lyall y Hope se fueron a su habitación mientras Remus y él se metieron en la tienda.
Remus se puso el pijama mientras él ajustaba el despertador para que sonase a las dos menos diez de la madrugada para ponerse con el Wolfsbane. Le quedaban menos de tres horas de sueño.
— Lo siento.
Severus levantó la vista del despertador y miró a Remus.
— ¿Por qué? — Le increpó Snape.
— Por haber dicho que tu… Solución para este problema era como arrojar a Teddy a un basilisco. Sé lo mucho que quieres a Teddy y los dos estamos tratando de tomar la mejor decisión para él… Lo siento.
Remus se tumbó en la cama. Debería cambiarse, pero no podía hacerlo delante de Lupin. Todavía tenía la zona de la mano y el brazo izquierda algo amarillenta del moratón.
— Eres un buen padre. Sé que Teddy va a estar bien contigo.
— No sé si te has dado cuenta, pero Teddy y yo no nos llevamos bien. Somos como el agua y el aceite.
— Tenéis discusiones por tonterías. Es algo normal en una relación padre e hijo.
— ¿Algo normal? ¿Y por qué no discute tanto contigo?
— Porque tú eres más estricto, pero en el fondo los dos os queréis mucho.
— ¡Lupin, el amor no puede con todo! — dijo con rabia.
— ¿Qué es lo que te molesta tanto?
Se quedó callado ante su pregunta.
— ¿No puedes decírmelo acaso? — preguntó Lupin enfadado. —Ese es el principal problema de nuestra relación. Mis problemas son nuestros problemas, pero tus problemas son solo tuyos.
— Me molesta que vayas a abandonar a Teddy. Eso es todo. Me voy a dormir al sofá. — dijo agarrando su despertador, un camisón del armario junto a una manta. — Si vas a marcharte tendrás que acostumbrarte a dormir solo.
Remus no lo detuvo.
Se desvistió en el pequeño salón-comedor y se puso su camisón. Dejó su ropa doblada en una esquina del suelo cerca del sofá junto al despertador y se tumbó cubriéndose hasta la cabeza con la manta.
Tenía ganas de volver a llorar. Alejó esa sensación de él dibujando círculos con los pulgares sobre la suave manta.
No le había mentido a Lupin lo que más le molestaba era que iba a abandonar a Teddy. Las únicas veces que lo vería sería las veces que Remus fuese a verlo para acallar su conciencia hasta que por fin llegase a la conclusión de que su presencia solo les traería problemas.
Entonces serían Teddy y él solos. Ellos dos que ya de por sí se llevaban como el agua y el aceite. No quería ni imaginárselo cuando su relación estuviera dominada por la ira y el dolor que sentiría Teddy cuando se diese cuenta que su padre favorito lo había abandonado.
Teddy y él iban a terminar como había terminado él con su padre: largándose de casa a los dieciséis años.
Se frotó el antebrazo izquierdo donde estaba la marca oscura. Aquella decisión le había salido tan bien.
Había sido en el verano después de su quinto año escolar, Lily ya no le hablaba y con ello ya no le quedaba nada bueno en Cokeworth. Lo único que le quedaba era hambre, peleas con su padre, golpes y algunas noches durmiendo en un descampado.
Había tenido suerte de que Lucius y su padre decidieran acogerlo en su mansión durante los dos meses de verano.
" — Es una vergüenza que seas tú quién haya tenido que marcharse de la casa" — le había dicho Lucius aquella noche mientras desempacaba en la gran habitación, donde le habían dejado quedarse, las pocas cosas que traía. " — Deberías haber maldito a tu padre para echarlo tú de allí."
"— Claro y lo mejor que obtendría sería que me expulsaran de Hogwarts por hacer magia siendo menor de edad."
" — Severus, conociéndote tú habrías acabado en Azkaban". — había dicho Lucius. " — Es tan injusto, como dice el Señor Tenebroso, que seamos nosotros quiénes no tengamos derechos y quiénes tenemos que escondernos, mientras que ellos son las criaturas inferiores."
En aquel tiempo creía que unirse a los mortífagos era lo mejor para terminar con todas aquellas leyes absurdas que habían hecho los magos para proteger a los muggles y que los desfavorecían tanto. Su madre, sin ir más lejos, por casarse con un muggle había tenido que renunciar al uso de la magia debido al Estatuto Internacional de Secreto y por hacerlo, aún por encima sus abuelos la habían desheredado. Todo ello la había convertido en una mujer amargada e infeliz que había terminado por morir de inanición cuando él tenía trece años.
Aquel verano había comenzado a hacer pociones que utilizaron los mortífagos en diferentes misiones y para cuando estaba a punto de entrar a Hogwarts decidió finalmente unirse a ellos y tomar la marca oscura.
El despertador sonó indicando que era la una y cincuenta de la madrugada. Se levantó sin haber descansado nada para continuar con el Wolfsbane.
