Me costó mucho terminar este capítulo y eso que cuando dije que iba a publicarlo pronto era porque ya tenía escrita la primera parte. Fue una primera parte dura e inicialmente había pensado en una escena algo más fuerte, pero la dejé así.
Emmerline: Muchas gracias por tu comentario, espero haber cumplido tus expectativas con respecto a la escena y siento mucho la espera.
LouisTomlinson1: Muchas gracias por tu comentario. Me ha alegrado mucho.
Moonlight: Muchas gracias por tu comentario, espero que te guste este próximo capítulo. Aprecio mucho tus comentarios.
2005solagne1607: Me he tardado en actualizar, pero por fin lo he hecho, espero que con el próximo me tarde algo menos. Espero que la espera haya merecido la pena. Muchas gracias por tu comentario.
Muchas gracias por continuar leyendo esta historia, de verdad.
No soy dueña de Harry Potter toda su autoría a J.K Rowling.
Reunión:
La casa de Cokeworth estaba llena de polvo, tenía una plaga de ratas, en el baño tenía colocado solamente el lavamanos y el resto de la casa estaba sin amueblar a excepción de una vieja cocina de hierro que Snape había conservado.
Por lo menos estaba mucho mejor que la última vez que la vio con Snape hacía cinco años: Habían arreglado el tejado, hecho una escalera mucho más confiable que la hecha de palos que había y habían cambiado el suelo de madera podrida.
Para antes de febrero conseguiría hacer el lugar habitable.
— No me gusta esta casa. — dijo Teddy después de inspeccionarlo todo.
Como Remus suponía el minúsculo patio trasero lleno de malas hierbas casi tan altas como el pequeño no le había ayudado en lo más mínimo a que le gustase el lugar.
— Te gustará cuando veas el parque. — Trató de convencerlo Remus.
Pero tampoco eso fue suficiente.
Sus padres ya se habían ido para cuando regresaron a su casa a la una de la tarde. Su madre le había dejado una tartera con guiso junto a una nota que decía que los quería.
— ¿De verdad nos vamos mudar? — le preguntó Teddy mientras comían.
— No hables con la boca llena. Te puedes atragantar.
Teddy terminó de masticar y tragó lo que tenía en la boca.
— No me gusta esa casa. Yo no quiero vivir en ella. No vamos mudarnos, ¿Verdad? ¿Verdad? ¿Verdad?
Remus ni siquiera se molestó en contestarle. No importaba la opinión que tuviese Teddy o incluso Snape sobre mudarse, lo fundamental era que no descubriesen que su hijo era un hombre lobo.
— ¡Papá! — chilló Teddy. — ¡¿Verdad?!
Teddy infló sus mejillas como un pez globo al no obtener ninguna respuesta.
— ¡Si nos mudamos chillaré todos los días y golpearé todas las puertas!
— Hazlo y me conocerás de verdad enfadado.
Los ojos de Teddy brillaron de rabia.
— ¡Tú también eres malo!
Teddy apartó el plato lo más lejos que pudo de él salpicando parte de su contenido en la mesa, saltó de la silla y se encerró con un fuerte portazo en su habitación.
Ahora comprendía las contadas ocasiones en las que había llegado a desesperar a sus padres tanto que habían terminado azotándole el culo para acallarlo.
Recogió y limpió los platos.
Un furioso picoteo contra la ventana del salón-comedor llamó su atención. Sobre la repisa había una lechuza malhumorada con una carta en el pico.
Abrió la ventana para recoger la carta, pero la lechuza la dejó caer al suelo y le dio un fuerte picotazo en la mano.
— ¡Joder! — gritó tratando de liberarse del agarre del animal.
Tan pronto como consiguió soltarse la lechuza volvió a emprender el vuelo alejándose de la casa.
Sacó su varita de uno de los bolsillo de su pantalón vaquero y desinfectó la herida.
Miró la carta sobre la moqueta del suelo. El remitente era Corban Yaxley. Justo lo que necesitaba. La posible amenaza de un ataque de Greyback esa noche de luna llena no lo mantenía lo suficiente ocupado que tenía que seguir insistiendo en joderle más la vida.
Agarró la carta del suelo mánchandola con sangre de la herida. Toda su ira se esfumó al ver que la carta no estaba dirigida a él, sino a Severus. Debajo de su nombre había escrito la dirección de la casa dónde vivían.
Observó con atención la carta unos segundos, antes de apuntarle con la varita y comprobar que no llevaba ninguna maldición. Se había vuelto ya un comportamiento asiduo en él desde que recibía cartas y cartas de padres enfurecidos porque a su hijo le estuviese enseñando un hombre lobo, pues varias de esas cartas habían estado maldecidas con el fin de que abandonase su puesto. Había sido mucho peor al principio de curso, pero todavía ahora casi dos meses después continuaba recibiendo cartas de padres quejándose y alguna que otra carta maldecida.
La carta de Yaxley estaba limpia. La abrió, aunque no estaba destinada a él. Era una invitación para quedar a cenar el domingo con el propósito de ponerse al día con todo lo que había cambiado su vida esos últimos once años.
Arrugó la carta y la arrojó a las llamas de la chimenea.
Severus se pondría furioso si lo hubiese visto hacer eso. Su relación ya estaba lo suficientemente mal como para aún encima ponerse a discutir si debería ir o no a comer con ese cretino. Aunque haber quemado esa carta no iba a detener a Yaxley, si de verdad hubiese querido entregársela al propio Snape habría mandado a su lechuza a buscarlo y no a dejársela en casa. Tal vez la siguiente si se la enviase directamente a él.
Se le erizó la piel de recordar como había manoseado y tratado a Snape. Definitivamente no iba a dejar que quedase solo con Yaxley y menos sabiendo que era un experto en realizar la maldición Imperius.
Tal vez lo único que estaba buscando Yaxley era que lo atacase para considerarlo una amenaza y matarlo. Por el momento la falta de ganas no era lo que lo detenía.
Dirigió su atención a la habitación de Teddy, la puerta todavía continuaba cerrada. Había demasiado silencio para que su hijo estuviese haciendo algo bueno.
Llamó a la puerta dando dos golpes y la abrió. El cuarto se encontraba vacío, Teddy se había escapado por la ventana utilizando la silla de su escritorio.
No podía haber ido muy lejos, alrededor de la casa había un encantamiento de seguridad que no le permitía alejarse más de quince metros de ella.
Saltó por la ventana y dio un recorrido por el jardín buscándolo.
— ¡Teddy! — Lo llamó sin obtener respuesta.
No lo encontró por ninguna parte. ¿Habría sido capaz de atravesar el encantamiento con un estallido de magia accidental?
De mal humor y con el corazón latiéndole con fuerza contra el pecho entró en la casa. Agarró la parte de arriba del pijama de su hijo que estaba encima de la cama y la olió.
El rastro de su olor lo llevó justo debajo del naranjo. El enfado se le pasó de golpe al encontrarlo subido a la rama más alta agarrado fuertemente al tronco. Llevaba puesta su mochila roja.
Le costó que se soltase del árbol, pero una vez que lo logró lo hizo descender hasta sus brazos. Teddy se retorció hasta que lo dejó sobre el suelo, aún así lo mantuvo sujeto por los hombros.
— ¿Cómo subiste allí arriba?
— Subí subiendo. — dijo tratando de liberarse del agarre de Remus.
— ¿Trepaste hasta allí?
Teddy asintió y Remus lo soltó. No había sido ningún estallido de magia accidental, no había ningún peligro de que se elevase sin querer.
Teddy se giró y se dirigió de nuevo hacia el naranjo para volver a escalarlo. Remus lo detuvo.
— ¡¿Qué estás haciendo?!
— ¡No quiero mudarme! ¡Voy vivir allí hasta que prometas que nunca nos iremos de esta casa!
— ¡Vas a acabar haciéndote daño!
Lo agarró en brazos mientras Teddy volvía a retorcerse para que lo soltase.
— ¡No es justo! — chilló el pequeño cuando Remus lo llevó a casa.
Teddy comenzó a pegarle con los puños en el hombro y con las piernas en el abdomen.
Remus lo bajó en medio del salón, lo agarró por el brazo y le dio una fuerte bofetada que le dejó la mejilla roja. Casi al instante se sintió culpable de haberlo hecho, ni siquiera lo había pensado, simplemente quería que Teddy se detuviera. ¿Así también se habían sentido sus padres?
Teddy se llevó la mano a donde lo había golpeado, los ojos se le llenaron de lágrimas y le tembló el labio inferior.
Le soltó el brazo causando que Teddy corriese a encerrarse en su habitación dando un fuerte portazo.
— ¡Ey! — dijo yendo detrás de él. — ¡Te azotaré de nuevo como trates de volver a escaparte!
Se detuvo en el umbral de su habitación al ver que no estaba tratando de volver a huir por la ventana todavía abierta. Teddy se había metido en la cama y se había tapado para llorar debajo de las sábanas y de las mantas. Su mochila roja había sido abandonada en el suelo.
Se dirigió a la ventana, la cerró y la bloqueó con magia para que Teddy no pudiese abrirla.
Contempló los tres árboles que había en la parte trasera. En el minúsculo patio de la casa de Cokeworth no había sitio para ellos, como mucho podía llegar a plantar uno y si se las ingeniaba con encantamientos extensibles hasta dos.
Los observó por un momento más hasta que se acordó de lo que Teddy le había pedido por Navidad.
Se sentó en la cama cerca de su hijo.
— En la nueva casa te dejaré tener cinco gallinas en el patio.
El llanto se detuvo y Teddy asomó la cabeza de debajo de las mantas para mirarlo. Hizo aparecer un pañuelo y le limpió las lágrimas y los mocos.
— Tampoco es como si nunca más volvieras a ver tus árboles. Podrás venir todos los fines de semana que quieras y si no puedes venir yo te los cuidaré. Te lo prometo. — dijo Remus mientras Teddy gimoteaba. — Te gustará la nueva casa cuando esté terminada.
— ¿Y por qué no las gallinas aquí? Hay mucho espacio.
— Solo te dejaré tenerlas en la nueva casa.
Teddy no dijo nada y volvió a esconderse debajo de las mantas.
Remus lo dejó tranquilo hasta que llegó la hora de darle el Wolfsbane.
Para cuando Severus regresó de Hogwarts Teddy todavía seguía bebiéndose su poción sorbito a sorbito.
Teddy saltó de la silla y fue a recibirlo.
— ¡Pai, pai! ¡Hoy vi dos zorros y una rata así de grande! — dijo mientras separaba sus manos para indicarle más o menos el tamaño del animal.
Snape se rió y se acuclilló para quedar más o menos a la altura de su hijo.
— Yo una vez, con un par de años más que tú, logré ver una rata tan grande como un conejo.
— ¡¿De verdad?!
Snape asintió y le acarició con cariño la mejilla que todavía tenía roja por el golpe.
— ¿Qué te ha pasado aquí? — preguntó Snape con tranquilidad. Teddy titubeó. — Prometo que no me voy a enfadar.
— Papá y yo brigamos.
— ¿Y te pegó?
— Y yo a él.
Snape se levantó del suelo y miró a Remus con odio.
— ¿Le pegaste? — le preguntó Snape con frialdad.
— Sí, lo hice. ¡Perdí la paciencia! ¡Estaba insoportable y no paraba de tratar de trepar hasta la rama más alta del naranjo diciendo que se iba a quedar a vivir allí hasta que decidiésemos no mudarnos!
— ¡Hubieses amenazado con cortarle el árbol par detenerlo! ¡No pegándole!
Teddy dio un chillido ante la respuesta de Snape.
— ¡Pai, no lo cortes!
— Lo cortaré como vuelvas a subirte a él y ahora vete a terminarte tu poción. Después escribirás cien veces que no se pega y tu padre también.
— ¿Tanto te molesta que le hubiese pegado? Solo fue una bofetada — presionó Lupin haciendo que Snape apretase los dientes. — Mis padres lo hicieron ocasionalmente conmigo y tampoco salí tan mal.
— Un método infalible. Yo también me críe con él. Cada vez que mi padre consideraba que mi madre o que yo habíamos hecho algo mal nos pegaba. Era raro el día que no lo hacía.
— ¡No compares! Son dos situaciones diferentes. ¡Tu padre era un maltratador! Mis padres no me han llegado a pegar más de diez veces a lo largo de mi vida.
Snape se acercó a Remus. Sacó su varita de su túnica y lanzó un rápido Muffliato.
—Tal vez a ti no te parezca un mal método para educar, pero yo jamás voy a levantarle la mano ni a permitir que tú se la levantes. No voy a dejar que mi hijo sufra lo mismo que sufrí yo. Si lo quieres educar, nada de golpes, lo castigas. — Hizo una pequeña pausa. — Vuelve a pegarle y me aseguraré de que no lo vuelvas a ver nunca más. Aunque eso es lo único que buscas últimamente.
Eso era lo mejor para Teddy, pero...
— Ya te he dicho que quiero seguir viéndolo. Una o dos veces al mes. — Snape lo miró con intensidad. — No volveré a pegarle.
— Más te vale.
Snape hizo aparecer delante de él un tintero y un pergamino con el encabezado : " No volveré a levantarle la mano a mi hijo"
— ¿Lo de copiar cien veces iba en serio? Ya no soy ningún niño.
— Lo sé, pero debes darle ejemplo a su hijo. Siendo un hombre lobo no se puede permitir el lujo de perder los papeles y golpear a la gente.
Snape levantó el encantamiento y se dirigió hacia Teddy que se había quedado estático observando como se desarrollaba la discusión entre sus padres. Agarró a Teddy en brazos, le dio un beso en la mejilla que tenía roja y lo llevó de vuelta a su silla para que continuase bebiendo la poción.
Cuando Teddy por fin se la terminó casi media hora después, Snape hizo aparecer aparecer un lápiz y un par de folios donde el primero tenía el encabezado: "No pegaré nunca más a nadie".
— Debes copiarlo cien veces como lo hizo tu padre.— dijo Snape enseñándole las líneas que había escrito Remus.
— Cien veces son muchas veces. — Trató de discutir Teddy.
Remus se frotó la adolorida muñeca.
— Tiene razón, terminará doliéndole la mano. — abogó Lupin por él.
— Seguro que no le duele más que la bofetada que le diste. Cien veces lo copiará.
— No puedes ponerle a un niño de cuatro años el mismo castigo que a un adulto de treinta y tres años.
Una sonrisa cruel se formó en el rostro de Snape.
— ¡Oh, bien! Teddy copiará treinta veces, pero en su lugar tu copiarás ciento cuarenta más. Si no quieres hacerlo el pequeño animal salvaje copiará sus cien frases.
—¡Hala! — soltó el pequeño. — ¡Cuántas frases para papá!
Teddy lo observó con atención esperando su respuesta. Remus volvió a coger el pergamino y la pluma y continuó escribiendo, tenía que llegar a doscientas cuarenta frases ahora.
— Bien, treinta copias entonces, Teddy, pero la próxima vez que pegues a alguien papá no te va a librar de parte de tu castigo.
Remus levantó la vista para observar a Teddy agarrar el lápiz y comenzar a escribir muy lentamente la primera frase. Nunca en su vida lo había visto escribir tan lento y era muy posible que estuviese haciendo tiempo esperando a que anocheciese para transformarse en lobo y no tener que hacerlo.
— Eres un auténtico bicho. — comentó Snape mientras le revolvía el cabello al pequeño.
Lupin sonrió antes de volver a concentrarse en sus propias líneas.
Le tomó por sorpresa que cuando estaba casi llegando al final Snape le diese un beso en la mejilla.
— Echo de menos que me escuches y que lleguemos a un acuerdo. — le susurró Snape antes de levantarse para irse a la cocina a preparar la cena.
(...)
Le tomó por sorpresa recibir una carta de Corban Yaxley el miércoles por la mañana invitándolo a cenar en su casa ese mismo domingo 31 de octubre.
En un primer momento se había sentido tentado de romper la carta en mil pedazos, pero no lo hizo.
Se la guardó en el bolsillo interior de la túnica.
Como había pensado Greyback no había atacado durante la noche de luna llena, pero sin embargo lo que más le preocupaba era que El profeta no le habían dedicado ni una sola línea más al incidente, como si el Ministerio nunca hubiese enviado a decenas de aurores a montar guardia en Hogsmeade y en el callejón Diagon por su culpa.
Los días posteriores tampoco se le dedicó nada.
Había sucedido lo mismo durante la primera guerra mágica, se habían ignorado por completo los primeros ataques del Señor Tenebroso con el fin de tratar de mantener a la gente tranquila.
Deberían de haber aprendido, silenciar el problema no iba a hacer que desapareciese.
Y si existía ese problema era imposible que Dumbledore lo desconociese. Lo sabía todo desde el principio y estaba jugando con ellos.
Los estaba utilizando.
Se le revolvió el estómago ante ese pensamiento. Al único que podía utilizar era a él. Él era quién se había equivocado, quién se había unido a los mortífagos, quién por su culpa habían matado a Lily.
Lupin nunca había hecho nada malo. Era un buen hombre y un buen padre. No se merecía que Dumbledore lo utilizase.
Fue incapaz de reunirse con Albus hasta el sábado por la mañana cuando los había citado a Remus y a él en su despacho.
Lupin le sujetó la mano, mientras que con la otra tamborileó nervioso con los dedos sobre su rodilla.
Dumbledore se encontraba vertiendo con tranquilidad té de una tetera en tres tazas.
— Los conoces, ¿Verdad? ¿Conoces todos los decretos de la nueva normativa para los hombres lobo? — preguntó Remus cuando por fin terminó de servir el té.
— Sí, conozco todo lo que tienen.
— ¿Hay algún decreto más que le afecte a Teddy? ¿Cómo el de las familias o el que mencionó Bones?
— Remus. — dijo Albus con cariño. — Es un hombre lobo todos los decretos le afectan.
Vio a Remus tensarse ante las palabras de Dumbledore.
— No lo es, al menos a ojos de Ministerio de Magia todavía no.
— Lupin, ¿qué decreto mencionó Bones? — preguntó Snape con frialdad.
Remus siguió con la mirada clavada en Dumbledore.
— Ninguno del que tengáis que preocuparos ni Teddy ni tú. Ya lo he solucionado. Van a controlar la venta del acónito para el Wolfsbane mediante unas cartillas que asignaran a todos los hombres lobos registrados, pero os pasaré mi parte todos los meses. Lo más importante es que vosotros dos estéis bien.
— Remus, ¿qué estás pensando hacer?— preguntó Dumbledore con curiosidad.
— Lo que es mejor para mi familia y para todos. Habrá muchos problemas si descubren que Teddy es un hombre lobo por culpa de los controles que piensan hacer. Si dejo de ser su padre... si me alejo de ellos... ya no tendrán que tenerlos... y si los tienes serán muy pocos y tú puedes ayudarnos a pasarlos ¿Verdad, Dumbledore?
Dumbledore dirigió su atención hacia Snape esperando que dijese algo, pero él se mantuvo callado. Lo que tenía que decir ya se lo había dicho a Lupin cientos de veces.
Se hizo un largo silencio hasta que Albus dijo con voz suave:
— Me temo que por mucho que lo intentemos, solo será cuestión de tiempo que descubran que Teddy es un hombre lobo.
Lupin le apretó la mano al escuchar decir a Dumbledore lo que él ya estaba cansado de repetirle.
— ¡Le destrozarán la vida si lo descubren! ¡No lo dejarán asistir a Hogwarts...!
— Remus. — dijo Albus. — Mientras yo sea director podrá asistir a Hogwarts sin problemas...
Lupin le soltó la mano y se levantó de golpe haciendo que la silla se cayese hacia atrás golpeando el suelo con fuerza.
— ¡¿Y qué pasa con los comentarios de odio que tendrá que soportar de los otros niños?! ¡Ya como profesor es duro soportarlos y es una mierda, pero como niño... como niño...! ¿Y si no lo soporta? ¿Y si se suicida?— Se le llenaron los ojos de lágrimas. — ¡¿ Y todo para qué?! ¡¿Para qué no me culpen a mí de haberlo mordido?! ¡Yo no lo mordí! ¡Y si descubren que Teddy es un hombre lobo dentro de quince o veinte años me enfrentaré al juicio que sea para defender que no he sido yo! ¡ Incluso al Wizengamot si hace falta!
Hubo un murmullo de desaprobación entre los retratos del despacho por como Remus le estaba hablando al director.
Albus se mantuvo imperturbable.
— No es ninguna broma ir al Wizengamot. Si dentro de quince o veinte años te enfrentas a uno podrías traerle muchos más problemas a tu familia, aunque salieses inocente de morderlo — dijo Albus con tranquilidad. — Un juicio de Wizengamot se basa en testigos, legeremancia y veritaserum. En ese orden si te llevan hasta el final. Tratarán de sacarte todo tipo de recuerdos si no se los dices tú. Sería un verdadero desastre que descubriesen que Teddy lleva siendo un hombre lobo desde que lo adoptasteis. Remus, una vez que se apruebe el nuevo reglamento las medidas contra los hombres lobos se van a endurecer mucho más. Se condenará hasta con tres años de cárcel a aquellas personas que sepan de un hombre lobo no registrado y no lo notifiquen al Ministerio. — Lupin palideció. — Y también se obligará a notificar al ministerio en un plazo de quince días sufrir una mordedura de hombre lobo en luna llena. De no hacerlo el nuevo hombre lobo será obligado a pagar una multa y tendrá que cumplir una pena de diez años en Azkaban.
Lupin se quedó petrificado ante las palabras de Dumbledore. Toda la ira que había tenido se había desvanecido por completo.
— Entonces... — dijo Remus con un hilo de voz. — ¿Lo mejor que podemos hacer es fingir un ataque de hombre lobo?
Albus Dumbledore asintió haciendo que le diesen nauseas.
—Remus, se acercan tiempos difíciles no solo por la amenaza de que Voldemort volverá, sino para los hombres lobos. Greyback ha tenido la suficiente confianza para salir de su escondite. Estás nuevas leyes no están siendo creadas sin razón.
Pudo ver en el rostro de Lupin una mueca de dolor.
— Por muy despreciables que sean los actos de Greyback es el único que está haciendo algo por los hombres lobos.
Lupin se llevó las manos a la boca y observó las reacciones tanto de Snape como de Dumbledore.
Snape no pudo evitar reírse.
— ¿Temiendo decir algo bueno de Greyback delante de un mortífago?
Lupin se sonrojó, pero estaba visiblemente más relajado.
— Ex-mortífago.
— Tengo que ser un espía, no puedo ser un ex-mortífago.
Ese era el momento. Sacó del bolsillo interior de su túnica la carta que le había escrito Yaxley y se la entregó a Dumbledore.
Lupin apoyó repentinamente las manos sobre sus hombros y la barbilla sobre su grasiento cabello, mientras Dumbledore abría el sobre y leía la carta.
— Deberías mantenerte alejado de este hombre. Acercarte a Yaxley es lo que menos te conviene.— Fue todo lo que dijo.
— ¿Y qué es lo qué más nos conviene? — preguntó con frialdad. — El resto de mortífagos han cortado por completo su relación conmigo desde que adopte a Teddy y descubrieron que salgo con un hombre lobo.
Albus Dumbledore dobló la carta y volvió a entregársela.
— No importa lo que opinen los mortífagos, lo más importante es lo que opine Voldemort y Voldemort es un hombre falto de convicción. Lo único que busca es poder y le da igual la forma de obtenerlo. ¿Piensas que de verdad él cree en la pureza de la sangre? Si lo hiciese no habría tratado de reclutar a los nacidos de muggles que eran poderosos como Lily Potter. Si lo pensase de verdad habría tratado de matar a Neville Longbottom, un sangre pura, en lugar de a Harry Potter un mestizo. Le dará igual a qué te dediques en tu vida privada, mientras le sigas siendo de utilidad y fiel. Y nadie le resultará más útil que alguien tan cercano a mí.
Snape clavó su mirada en los ojos azules de Dumbledore.
— Y a Greyback ¿O es casualidad que le hayas dado el puesto de profesor a Lupin y Greyback haya decidido salir de su escondite? Es algo muy tentador reclutar a un hombre lobo que está en una posición tan buena.
Dumbledore le sostuvo la mirada.
— Ahora mismo Greyback no es quién más me preocupa y hay asuntos más importantes que Greyback ahora mismo. El ataque de hombre lobo de Teddy lo fingiremos este mes que entra de noviembre.
— ¿No es demasiado pronto? — preguntó Snape sorprendido.
— No, es el mes perfecto y estoy seguro de que el propio Yaxley nos ayudará a realizarlo.
— ¿No hay otra forma? ¿Alguna que proteja a Teddy? — preguntó Remus con una voz rota.
— Lo he sopesado mucho, Remus. Está es la mejor opción para todos.
La mejor opción para todos. Incluido para Dumbledore. Sintió la necesidad de decirle que seguro era mejor opción que se marcharán del país, que se fueran a otro de leyes algo más abiertas como Canadá, pero no lo hizo.
Albus Dumbledore no tardaría en invalidarla y ni siquiera tendría que recurrir a Harry Potter. Una vez que el Señor Tenebroso regresase, si no volvía inmediatamente a Reino Unido podría ver su fuga del país como un acto de traición. Lo mandaría matar a él y a toda su familia.
Lupin bajó cabizbajo las escaleras del despacho, lo perdió de vista en el segundo piso y Lupin lo volvió a alcanzar cuando estaba en las mazmorras.
Traía una bolsa llena de cartas que desparramó sobre la mesa de su habitación.
— ¡Leelas! Son todas de padres que me escriben diciéndome que soy una bestia y que no debería trabajar con niños...
— Remus, deberías quemar esas cartas. Nadie mejor que tú conoce la desinformación que existe sobre los hombres lobos en el mundo mágico.
— Por eso mismo sé que le van a hacer tanto daño a Teddy. Tenemos que buscar otra solución en estas semanas...
— Remus, por favor...
— Bien.—dijo con frialdad.— Supongo que te da igual. Albus y tú estáis de acuerdo en que inscribir a Teddy en el Registro de Hombres Lobos. Esta noche seré yo quién duerma en el sofá.
— Puedes dormir en la cama. Esta noche dormiré en Hogwarts. Acostaré a Teddy y volveré aquí. Después de todo debería controlar que no le pongas una mano encima si tus padres no han logrado convencerlo para que no se disfrace de lobo.
Los padres de Remus lograron convencer a Teddy para que mañana no saliese a pedir dulces disfrazado de lobo.
— ¡Papá! ¡Papá! — gritó Teddy al verlos salir de la chimenea. — ¡Mirame soy igual que tú! — dijo apareciendo vestido con una túnica azul oscura cubierta de estrellas y un gorro en punta con las mismas características.
Remus lo miró desorientado. Ni de iguales tenían el tono de color castaño del cabello.
— ¿De qué estás hablando?
— ¡Soy igual que tú! ¿Verdad, abuela?
Hope asintió risueña desde la mesa, mientras Lyall sacaba una foto de un viejo álbum familiar.
La fotografía era de Remus con unos tres años disfrazado con el mismo disfraz que llevaba Teddy en esos momentos.
— Recuerdo que llegue una noche a casa y tu madre te había vestido así. Resulta que ese día habías dado tu primer estallido de magia accidental. — dijo Lyall con una sonrisa.
Snape se quedó observando una fotografía donde un Lyall mucho más joven tenía a un Remus de tres años sobre sus hombros con ese mismo disfraz.
— Aunque Teddy todavía no lo ha tenido. — añadió Lyall
— Va a su ritmo, mejor así, es más tranquilo. — dijo Hope.
— ¿A qué es igual?— insistió Teddy.
Remus sonrió y miró a la fotografía y después a Teddy.
— Igual, tan igual que debería sacar una fotografía y ponerla en nuestro propio álbum de recuerdos.
— ¿Tenemos álbum?
Remus asintió y se metió en la tienda de campaña.
— ¿Tú también tienes álbum, pai?
— Yo no, el mío se perdió. — le mintió.
— ¡Oh!
Lupin salió con una cámara y con un álbum en la mano.
— Poneros en el sofá los tres que yo os hago la foto. — dijo Hope.
No quería aparentar ser una familia feliz cuando estaba tan mal con Lupin. Snape estaba a punto de negarse cuando Teddy tiró de su brazo.
Terminó por hacerse la foto. Teddy estaba en el medio y ellos dos a sus lados.
Había salido bien, aunque si estuviesen pasando por un buen momento estaba seguro de que Remus habría sentado a Teddy en su regazo y habría tratado de abrazarlos a los dos.
...
Nota: Supongo que a todo el mundo en algún momento por una gran rabieta sus padres han perdido la paciencia y les han pegado. Por supuesto no está bien, pero pasa y yo no puedo asegurar que a mí en un futuro (espero que lejano) cuando sea madre no llegue el momento que se escape un golpe.
