¡Hola!

Al fin ha pasado lo que llevaba tiempo viendo en internet: ¡El esperado abrazo entre nuestra preciosa pareja!

Ha sido tan precioso que por obvias razones mi mente ha comenzado a imaginar mil escenarios diferentes, que al final he tenido que escribir.

¡Y aquí lo tenéis!

Espero de verdad, de todo corazón, que os guste mínimamente.

Recordad que soy nueva en el fandom, y por ende todavía no conozco bien la personalidad de todos los personajes, aun así, me gusta pensar que en algún momento la actitud que describo en ellos, se hace realidad.

¡Nos leemos abajo!


Un abrazo y algo más

X

Una gran celebración era lo que en esos momentos se escuchaba en la costa de la Isla del Tesoro.

Tras la derrota de Ibara y sus secuaces, el reino científico logró recuperar el barco y a sus compañeros anteriormente petrificados. Los isleños, habiendo sabido al fin que quien estaba al mando y al que proclamaban como líder no era más que una farsa, se unieron de corazón al reino de la ciencia.

Solo bastó que llegara la noche y que alguien tuviera la gran idea de celebrar esa victoria para que todos asintieran ilusionados y miraran a su peliverde líder con ojos de cachorritos.

—Supongo que un día es un día. —respondió Senku.

Y pese a advertirles que a la mañana siguiente harían los preparativos para partir de nuevo a casa, todos lo ignoraron y comenzaron a festejar.

El joven muchacho no pudo hacer más que negar, suspirar, y tras unos segundos sonreír. Lo había logrado. Lo habían logrado. Y si habían podido hacer eso, podían hacer cualquier cosa.

—¡Únete a nosotros, Senku! —gritó Ryusui llamando su atención.

El muchacho oji-rojo soltó una pequeña risa y comenzó a caminar hacia sus compañeros observándolos con atención. Estaban felices, cansados quizás, pero felices, y aquello, aunque no lo admitiera abiertamente, causaba en él cierta alegría.

Pasó la vista por cada uno de sus amigos quienes charlaban, cantaban, bebían e incluso bailaban entre sí, pero al parar en ella, se dio cuenta de que pese a estar hablando tranquilamente con Kirisame y Gen, su mirada estaba puesta en él.

Fue un instante, un breve momento en el que ambos jóvenes se observaron como si no hubiera nadie más alrededor y como si la distancia que había entre ellos no fuera tan larga.

—¿Qué le pasa? —escuchó la joven de repente.

Kohaku parpadeó confundida. Giró la vista hacia un lado en dirección a su nueva compañera a la par que ladeaba levemente la cabeza.

—Ella es así. —oyó al otro lado, y siguiendo la voz, vio al mentalista mirándola con una pícara sonrisa. —Cuando nuestro líder aparece, da igual lo que esté haciendo, no tiene ojos ni oídos para nadie más que no sea él.

Kohaku sintió sus mejillas arder y negó rápidamente con la cabeza.

—¡N-No es así! —respondió de inmediato. —Solo me ha sorprendido ver que se uniera. Usualmente se negaría a hacerlo diciendo que tiene cosas más importantes que hacer.

—En eso tienes razón, Kohaku-chan. —afirmó el bicolor observando al recién llegado. —Es posible que solo quiera ver que estamos bien.

—¿A qué te refieres?

El joven muchacho se cruzó de brazos tal y como hacía normalmente, y apoyando su espalda en la barandilla del Perseo, soltó aquello que llevaba un rato rondándole por la mente.

—Todos nos petrificamos, ¿cierto? —Ambas muchachas asintieron. —El único que quedó "vivo" fue él. Puedo ver en su conducta que se siente ligeramente ansioso, preocupado…

—¿Qué intentas decir? —preguntó Kohaku intercalando la vista entre ambos chicos.

—Creo, si no me equivoco, cosa que no suele pasar nunca ya que soy demasiado observador.

—Al grano, mentalista. —Se apresuró a decir la rubia frunciendo el ceño.

No era tan ególatra como el rubio capitán, pero la chica sabía que si no lo detenía desde un principio, el bicolor podría estar un buen rato hablando de lo maravilloso que era por poder entender a la perfección el comportamiento humano. Y para ser sincera, no le apetecía escucharlo hablar de sí mismo.

—Creo que Senku-chan…—repitió. —… teme volver a quedarse solo.

—¿Este muchacho le teme a algo? —inquirió la oji-verde con cierta sorpresa. —Es decir, no se le ve muy fuerte, ni tampoco tiene pinta de saber defenderse, y aun así, no parece tenerle miedo a nada.

—Exacto. —asintió Gen posando su vista en Kohaku. —No lo parece porque no lo demuestra. Siempre ha sido así, ¿verdad?

La rubia asintió cruzándose también de brazos.

—Tampoco tiene tiempo para hacerlo, al fin y al cabo tiene mucho trabajo que hacer, como él dice. —contestó con un leve suspiro.

—Y aun así está aquí. —añadió Gen con una sonrisa. —No tiene tiempo para nada, como él dice, y aun así está aquí.

Kohaku quiso indagar en el porqué de esas últimas palabras, y quizás también en el porqué de aquella extraña sonrisa dirigido a ella, sin embargo, antes de poder mencionarlo, la voz de la chica a su lado la detuvo.

—No por mucho tiempo. —añadió Kirisame. Aquello llamó la atención de los otros dos, quienes, girando su vista hacia el frente, vieron la figura de Senku caminar hacia el interior del barco desapareciendo entre la sombra de la noche. —Se ha cansado rápido.

—Se va…—murmuró la rubia.

El Asagiri posó su vista en ella y sonrió levemente al verla mirar con anhelo el camino por el que se había marchado su líder.

—Kohaku-chan. —La llamó. Ella giró la cabeza en su dirección. —Senku-chan no necesita estar con nadie, necesita que alguien esté con él. ¿Entiendes lo que quiero decir?

La nombrada parpadeó confusa ante esas palabras. Le sorprendía ver que el muchacho había pensado ahora lo mismo que ella hacía tiempo.

—Ja, lo sé. —respondió ella con cierto orgullo. —Quizás no soy una mentalista como tú, pero sí que soy observadora con aquellos que me importan.

Y a paso decidido comenzó a caminar por el mismo lugar por el que lo había hecho el peliverde.

—Una cosa más. —alzó la voz el bicolor. Kohaku giró la vista hacia atrás para escucharlo con atención. —Cuando nos enteramos de que os habían descubierto y que habíais sido petrificados, Senku no dijo nada. Al menos no durante el primer minuto.

—¿Eh? —soltó ella ladeando levemente la cabeza.

—No dijo nada porque estaba intentando calmarse. —añadió el joven.

—¿Calmarse? —repitió la rubia. —¿No siempre lo está?

Una leve risa surcó los curvados labios del chico.

—No viste su rostro. Estaba enfadado. —contestó. Y mostrando una pequeña sonrisa, añadió: — Y aunque suene mal, no creo que fuera por Ginro.

Durante unos segundos, Kohaku se mantuvo quieta en el lugar observándolo con atención antes de asentir en silencio y comenzar de nuevo su andar.

Una vez su figura se perdió de la vista del muchacho, Kirisame soltó:

—¿Seguro que estos dos no están saliendo?

Gen soltó una pequeña carcajada, e incorporándose de la barandilla, comenzó a caminar hacia sus ruidosos compañeros con la chica a su lado.

—No lo están. —respondió. —Pero que no te sorprenda si alguna vez, dentro de unos años, lo informan.

—No lo haría. Se ve de lejos que ambos están enamorados. —comentó con un ligero rubor en sus mejillas.

El muchacho negó rápidamente.

—No se trata de eso, o al menos no de momento. —rectificó.

—¿No están enamorados? —inquirió con sorpresa la oji-verde. Ante la negativa del chico volvió a preguntar: —Pero sienten algo el uno por el otro, ¿verdad? No es imaginación mía.

—No, no lo es. Me encantaría decirte que sí, que se aman. —respondió con una leve sonrisa. —Pero eso es algo que solo ellos dos saben. Lo único que yo puedo decir es lo que veo a diario. Y es que ambos tienen una increíble conexión que nadie entiende, pero que a la vez todos comprenden.

Y con esas palabras en mente Kirisame observó una última vez el lugar por el que esos dos muchachos se habían marchado.

X

Nada más adentrarse en el interior del barco, Kohaku comenzó a caminar hacia el pequeño laboratorio esperando encontrar a su peliverde compañero haciendo de las suyas. Sin embargo, tras llegar al lugar, se sorprendió al ver que no fue así, que Senku no se encontraba allí.

Solo entonces recordó que la herida que Ibara le había hecho en su brazo izquierdo, todavía no había sanado.

Sin darle muchas más vueltas se encaminó hacia la enfermería con la idea en mente de que quizás se estaba cambiando el vendaje. Las heridas no fueron graves, más si profundas. Aquello ocasionó que su brazo sangrara aun más de lo que debería, y por ende llevara más de cuatro vendas en lo que iba de día.

Una vez allí parpadeó confusa al ver el lugar oscuro, silencioso y vacío.

¿Dónde estaba?

El único sitio que quedaba era su habitación, y a decir verdad no recordaba ni una sola vez en el que el muchacho hubiera estado allí.

Durante el viaje a la Isla del Tesoro, había dormido en el puente de mandos pese a las constantes insistencias de Ryusui de usar el camarote que había diseñado solo para él. El poco tiempo que habían estado juntos desde que despertó, le bastó para saber que el peliverde era un chico que apreciaba la tranquilidad, por lo que pensó que tener un lugar en el que poder trabajar con calma le vendría bien.

—"No tengo tiempo para estar yendo y viniendo de una habitación a otra. Si me quedo aquí me ahorro cuatro minutos cada día. Cuatro minutos que puedo invertir en trabajar. Así que no, no voy a usar ese lugar. Que lo use alguien más si quiere". —Fue su tajante respuesta.

Obviamente, ante esa conocida y temida actitud del muchacho, nadie volvió a mencionárselo, y nadie uso dicho lugar. Tenían una pequeña pero firme esperanza de que Senku cambiaría de opinión en algún momento.

Kohaku creyó que quizás ese era el momento, que tras todo lo ocurrido en la isla y tras su imparable victoria, el chico necesitaba, aunque fuera un día, un pequeño descanso.

A paso lento recorrió el largo y oscuro pasillo donde los camarotes de todos los integrantes, exceptuando el del capitán, se encontraban. Y pese a no saber dónde estaba ubicado con exactitud la habitación del chico, la joven siguió sus instintos y caminó hasta el final, donde una de las puertas, ligeramente entreabierta, dejaba escapar una leve cortina de luz.

Con cuidado, posó la mano sobre el pomo y empujó lentamente hacia adelante haciendo el menor ruido posible. No sabía si el muchacho estaba allí, y si lo estaba, tampoco sabía si estaba durmiendo. De ser así, prefería evitar despertarlo.

Un silencioso suspiro se escapó de sus labios al encontrarlo por fin.

Allí, sentado en el suelo, bajo el umbral de la ventana, se encontraba Senku observando el nocturno y estrellado cielo.

La luz estaba apagada, sin embargo, el brillo de la luna entrando por la escotilla era suficiente para que, junto con su increíble visión, la muchacha pudiera ver con total claridad su entorno y el marcado y serio rostro del muchacho.

—"Puedo ver en su conducta que se siente ligeramente ansioso, preocupado…" —recordó las recientes palabras del mentalista.

Kohaku cerró los puños con fuerza evitando así, la tentación de hacer algo que pudiera molestar al muchacho. Estaba allí para ayudarlo, no para agobiarlo.

Con cautela dio un paso hacia al frente cruzando por fin el umbral de la puerta. El suelo de madera crujiendo bajo sus pies llamó la atención del chico, quién, con la más pura tranquilidad, giró la cabeza en su dirección haciendo que los ojos de ambos se encontraran.

Nuevamente, los dos muchachos se observaron, y esta vez no había nadie alrededor, y la distancia que había entre ellos, no era tan larga.

—Leona… —pronunció el chico tras un gran momento de silencio. —¿Qué haces aquí?

Por un instante, Senku se sorprendió al encontrar allí de pie y sin decir ni una sola palabra a la muchacha. Aun así, pese a eso, segundos después, se sintió extrañamente aliviado.

— Venía a ver cómo estabas. —respondió ella entrando por completo a la habitación y cerrando la puerta tras de sí. —Pensé que tu vendaje necesitaba ser cambiado.

Aquello había sido una pequeña pero cierta mentirijilla que la chica se había sacado de la manga y que al mismo tiempo, Senku no dejó pasar.

—Oh, entiendo. —pronunció él. Y sin que la rubia se lo esperase, una pícara mirada y sonrisa adornó su rostro. —¿Y puedo saber dónde están las vendas?

Kohaku, levemente avergonzada, enmudeció, pues se dio cuenta de que él había descubierto su engaño, y para colmo demasiado rápido. Estaba claro que si venía a cambiarle el vendaje, tenía que haber traído vendas, y por ende se sintió más avergonzada aun al mismo tiempo que estúpida.

—Iba a traerlo ahora, en cuanto confirmara que efectivamente necesitabas el cambio. —Se excusó hinchando las mejillas a modo de enfado.

—Oh, entiendo. —repitió el peliverde sin quitar dicha sonrisa de su rostro. —¿Y has podido confirmarlo?

—No me has dado tiempo. —contestó ella ignorando el tono de voz del chico y posando la vista en su brazo izquierdo. La manga de su camiseta tapaba ligeramente la venda, pero, y pese a la poca luz del lugar, podía ver con claridad el tono diferente de color que había en lo poco que sobresalía. Había que cambiarlo. — Voy a ir a buscarlas. En seguida vuelvo.

Pero antes de poder tan siquiera girarse unos grados, la pequeña risa del muchacho llamó su atención. Con cierta duda, se quedó quieta en el lugar, observándolo confundida.

—Eres de lo que no hay, leona. — soltó con burla. —Con que hubieras dicho que querías verme, era suficiente.

—¡No soy una leona!

Y con ese reproche, la chica caminó hacia la puerta dispuesta a ir a la enfermería.

Una vez más, el muchacho la detuvo.

—No necesitas ir a buscar nada, leona. —comentó él mientras apoyaba su espalda en la pared. —Tenía pensado cambiármelo, así que he traído lo necesario para hacerlo. Está todo sobre la cama.

—¿Por qué no me has avisado? —regañó ella caminando hacia donde el chico había indicado.

Con cuidado lo tomó entre sus manos y se acercó al muchacho sentándose de rodillas frente a él lo suficientemente cerca como para poder trabajar cómodamente.

—¿Tenía que hacerlo? — preguntó él rascándose el oído con indiferencia.

—No necesariamente a mí, claro. —contestó ella con cierto fastidio. A veces, demasiadas para su gusto, el chico conseguía sacarla de sus casillas con esa apática actitud. —Pero es más que obvio que tú solo no hubieras podido cambiártelo. Necesitabas ayuda, fuera de quien fuera.

—Entiendo.

—Ya van tres veces que dices eso. ¿Qué es lo que entiendes? —inquirió frunciendo el ceño mientras mojaba un trozo de algodón en un extraño liquido pardo.

—Nada, nada. — aseguró él a la par que se quitaba el ya usado vendaje y se lo quedaba viendo con una mueca de disgusto. —No deja de sangrar. A este paso voy a terminar muerto.

Kohaku paró todo movimiento futuro, y alzando la cabeza para mirarlo le recriminó.

—No vuelvas a decir eso, Senku. No es gracioso.

El chico alzó las cejas confundido al verla regañarle de aquella manera. Su tono de voz era tranquilo, sin embargo, sus fruncidas cejas y los puños fuertemente cerrados, le indicaban que aquello le había molestado en gran medida.

Tras unos largos segundos de silencio, la joven continuó con su labor mientras que el peliverde solo la observaba ensimismado.

Esa azulada luz que la luna reflejaba tras el cristal de la bóveda iluminaba cada hermoso rasgo que la chica poseía, y por mucho que intentara luchar por no darse cuenta, Senku lo sabía. La había apreciado demasiadas veces como para no entender lo atractiva que era la chica, y no solo físicamente hablando.

Quería acercarse más, pensó.

—Leona. —llamó.

Y en cuanto la chica alzó la cabeza para recriminarle, su boca, anteriormente abierta, se cerró.

Kohaku por su parte también quiso hablar, más al posar la vista sobre él, enmudeció.

Aquellos ojos carmesí que tanto le gustaban y que la observaban fijamente, se entrecerraron ligeramente mostrándole la apariencia que el mentalista había visto con anterioridad.

—¿Qué ocurre, Senku? —inquirió con preocupación.

Entendía que pudiera estar cansado, herido e incluso confuso por todo lo ocurrido, al fin y al cabo ella tampoco podía creérselo. Aun así, era tan extraño que el chico que rechazaba cualquier descanso y regañara a cualquiera que tuviera unos momentos de quietud, estuviera allí sentado, parado y con el único propósito de observarla. Ni mezclas, ni ciencia, ni proyectos… Solo ella.

El muchacho no contestó a la pregunta. Se limitó a murmurar una vez más aquel sobrenombre que le había puesto a la joven. Y pese a querer advertirle como siempre que no era una leona, Kohaku se quedó allí frente a él a la espera de que cuando quisiera, hablara.

—Leona… —susurró nuevamente.

Hubo un breve instante en el que la chica siguió sin entender el porqué de su llamada, pero entonces, la voz de Gen resonó en su cabeza.

—"Estaba enfadado" —recordó. —"No necesita estar con nadie, necesita que alguien esté con él".

Si lo que el chico bicolor había dicho y lo que su propio instinto le indicaba era cierto, podía llegar a entenderlo. Aquella extraña actitud era totalmente lógica.

Y pese a no saberlo a ciencia cierta, Kohaku se dejó guiar por su criterio.

Alzó con cuidado su mano derecha, y sin aviso ni permiso, la colocó sobre la mejilla del chico. Senku, cual gato falto de amor, movió la cabeza de arriba abajo haciendo que el contacto se convirtiera en una caricia.

Ahora lo entendía. Lo que el muchacho quería, necesitaba era a ella. Su compañía.

—Estoy aquí, Senku. —comentó la joven a la par que le dedicaba una leve pero cálida sonrisa. —Estoy aquí.

Y antes de que el chico pudiera soltar una sola palabra, Kohaku irguió su cuerpo hacia adelante y rodeó el cuello del muchacho con sus brazos.

Senku por su parte abrió los ojos sorprendido por aquel acto. Aun así, lejos de quejarse, se dejó hacer.

Con tantos espectadores, no pudo corresponder al abrazo que le había dado la chica con anterioridad, pero ahora, estando totalmente solos en aquel lugar, podía hacer eso y más.

Con lentitud, el muchacho alargó los brazos rodeándolos con cuidado en la delgada cintura de la chica, y haciendo un poco de presión, la atrajo más hacia él escondiendo su rostro en los bien formados pechos de la joven.

—¿Tienes idea de lo qué estas haciendo, leona? —pronunció Senku segundos después.

—Abrazarte. —respondió ella con total naturalidad a la par que acariciaba con delicadeza los revoltosos cabellos del chico. —¿Te molesta?

Él negó.

—No hablo de eso. —corrigió.

Kohaku pudo notar el declive en el tono de voz, por lo que, alejando su cuerpo, agachó la mirada para observarlo. El joven líder la imitó, y separándose un poco, alzó la vista y posó sus ojos sobre los de ella.

—Senku… —murmuró. Y nuevamente colocó su mano sobre la mejilla del chico. —¿Qué ocurre?

—Todo esto es sumamente ilógico, leona. —respondió con una cínica sonrisa. —Estoy intentando luchar conmigo mismo para no querer estar a tu lado.

Ante esas palabras, las cuales todavía no terminaba de entender, Kohaku ahogó su asombro.

—¿A qué te refieres? —inquirió mientras intentaba apartar su mano, mano que tras no sentirla sobre él, Senku tomó. Sin previo aviso, entrelazó sus dedos con las de ella sorprendiéndola. —¿Senku?

—¿Tienes idea del miedo que pasé cuando Amaryllis llegó con la noticia de que te habían atrapado? —No tenía intención de revelar aquello, puesto que en ese momento había intentado calmarse para que sus compañeros no lo vieran dudar. Como líder y la persona más lógica que había allí, no podía darse el lujo de actuar de manera irracional. —¿Tienes idea de las miles de cosas que se me pasaron por la mente?

La muchacha parpadeó confusa.

Entendía que se hubiera preocupado, entendía que temiera por su vida. Lo entendía porque eso era lo que sentía ella cada vez que Senku ponía en riesgo su vida. Sin embargo, la diferencia estaba en que ella lo hacía por el cumulo de sentimientos que tenía por él, cosa que dudaba que fuera reciproco. Así que…

—¿Por qué? —preguntó desconcertada. —No pasó nada más que lo que ya sabes.

—No conocíamos bien al enemigo, no sabíamos casi nada de ellos, y aun así, te mandé a esa misión a riesgo de que algo te pasara. —soltó chasqueando la lengua.

—No es la primera vez que lo haces, Senku, y no será la última, espero. —respondió ella con falsa molestia. —Confías tanto en mí, en mi fuerza, y en que podré mantener la situación, que no dudas ni un segundo en hacerlo. Y estoy feliz por ello.

—Leona…

—Así que no pienses cosas ilógicas, Senku. Porque pase lo que pase, sea quien sea a quien nos enfrentemos, siempre volveré a tu lado. —proclamó.

El muchacho abrió los ojos con sorpresa viendo a la joven frente a él sonreírle con confianza, y justo allí sintió como la gravedad se hacía más fuerte.

Había muchas cosas negativas, muchos contras que le advertían de no hacer aquello que sin pensarlo ya había comenzado.

Las mejillas de Kohaku se incendiaron de mil maneras posibles mientras luchaba para que los fuertes latidos de su corazón no hicieran que se le saliera del pecho. Por un instante se sintió confusa, abrumada, y sus piernas, pese a tenerlas firmemente apoyadas en el suelo, las sintió desfallecer. Tuvo que posar una mano sobre el hombro del chico para no caerse hacia atrás ante lo que estaba sucediendo en ese preciso momento.

Senku, igual de veloz que un león, acortó las distancias que los separaban, y acercando su rostro al de la muchacha, posó sin miedo alguno sus labios sobre los de ella.

La chica pensó en un instante que sería un contacto de lo más inocente, un simple roce, un simple beso, corto, pero en cuanto sintió sus labios moverse y su mano aferrarse con firmeza a su cintura, todo pensamiento y duda que pudiera tener se disipó.

Era la primera vez de ambos, y estaban seguros de que cualquiera que los viera, pensaría que había sido ella la que había iniciado aquello y la que estaba tomando el control. Algo lógico debido a sus personalidades. Sin embargo, en esos momentos, quien tenía el mando de la situación, el rol de dominador era él. Una fuerte leona siendo sometida por un débil cordero. Gracioso.

Ella sabía que si lo deseaba, podría alejarse de él casi sin pestañear, pero francamente no era algo que quisiera. Aquello, ese momento, esos labios y su contacto, sí que los deseaba.

Un ligero suspiro se escapó de su boca al sentir la lengua de Senku entremezclarse con la suya, y solo entonces el muchacho pareció darse cuenta, pues con lentitud comenzó a alejarse.

Las respiraciones entrecortadas fue lo único que se escuchó en la habitación durante unos minutos.

No se arrepentía. Iba a tener dolores de cabeza con ello, e iba a maldecirse por ello, pero pese a todo, no se arrepentía. Y Kohaku menos aún.

Soltando un largo suspiro, Senku agarró la cabeza de la chica desde su nuca, y la empujó hacia adelante quedando ambas frente pegadas.

—Nunca más, leona. —soltó él. —Nunca más vuelvas a alejarte, y aun menos sin avisar.

—Senku… —fue lo único que pudo murmurar la chica.

Ambos sabían que no lo había hecho adrede, que no entraba en sus planes ser descubierta y posteriormente petrificada durante varios días, pero aun así, la sola de idea de que volviera a pasar asustaba al muchacho.

No estaba en sus manos que las misiones salieran a la perfección, y mucho menos cuanto tenían la mala costumbre de enemistarse con aquellos a quienes no conocían lo suficientemente bien. Aun así, Kohaku sabía que en esos momentos lo que Senku necesitaba era una promesa. Y aunque ella no precisaba eso para hacerlo, puesto que jamás tendría la intención de alejarse de él, asintió en silencio mientras, sintiéndose abrazar, se acurrucaba en su pecho.

—Siempre voy a estar a tu lado, Senku. —contestó. —Pase lo que pase, venga quien venga, mi lugar siempre estará junto a ti. Siempre voy a regresar.

—Digno de mi leona. —pronunció él soltando una pequeña risa.

Y sin decir nada, dejando que el tiempo pasara, las miradas de ambos atravesaron la ventana y observaron con calma, la luna y las estrellas brillar.

X


Cuatro días. Cuatro días escribiendo esta historia.

Personalmente hablando me ha gustado.

La parte del beso no estaba en mis planes, pero al final Senku se ha dejado llevar por sus instintos y ha obtenido aquello que tanto quería.

En fin, nuevamente espero que os haya gustado y si es así, me dejéis algún pequeño comentario diciendo que os ha parecido.

Gracias, y...

¡Nos leemos próximamente!