El país del Fuego y del Rayo conservaban lazos amistosos, una alianza que había perdurado por mucho tiempo hasta que llegó la disputa por una tierra rica en gases y minerales, situada en medio de ambos países. Este conflicto de intereses ha desencadenado una guerra desastrosa, fría y sangrienta. Y en las filas de la milicia del país del Fuego, se encuentra la doctora Sakura, una mujer insegura, hija de un general retirado, quien carga con el peso de ser la hija primogénita. En el campo de batalla, Sakura no espera nada más que cumplir con los deseos de su padre, pero allí encuentra más que los medios para ser digna ante sus ojos. Encuentra el amor en un sargento de ojos negros que parece estar viviendo en un infierno.


prólogo

A la distancia solo se podía escuchar las alarmas de nuevos bombardeos, el sonido de los todoterrenos acercándose cada vez más al puesto de atención médica y el ruido de urgencias: los sonidos de las máquinas, los quejidos de los pacientes y los susurros del personal mientras curaban y atendían a los heridos. Me sentí como la primera vez que salí al campo de batalla, abrumada, tratando de enfocarme, pero con el miedo nublando todos mis sentidos. Solo podía escuchar un pitido irritante y agudo mientras la vista se me nublaba. No voy a poder hacerlo, pensé, me dejaron un cargo y no voy a poder hacerlo. No puedo dirigir este equipo de cirugía en campaña. El país del Rayo avanza y solo deja más heridos. Los equipos y las camillas médicas están utilizados casi todos en su totalidad. ¿Qué haremos con los nuevos heridos? No vamos a poder salvarlos.

Ese curso de pensamiento de manera rumiante e intensiva comenzó a causar la falta de aire. Me iba a desmayar, estaba segura. La capitana al mando iba a huir de sus responsabilidades desmayándose. Uno, dos, tres pasos, iba a caer.

-¡Sakura! -Ino me zarandeó mientras me llamaba. -No es momento de paralizarte, la general Tsunade confió en ti. Yo confio en ti. Tú puedes, amiga. La miré directamente a los ojos. Ino confía en mí, y más importante, mi comandante confía en mí. No puedo negarme a esta misión. Espabilé y comencé a caminar lentamente, intentando que el paso firme y decidido se desarrollara antes de llegar a la entrada de la tienda.

-¡Prepárense, escuadrón! ¡Se acercan los todoterrenos, seguramente con más heridos! ¡Personas estables que se puedan mover, pasen a la segunda tienda! -Comencé a ordenar mientras me armaba de fuerza. -¡Aquellos que ya fueron curados y necesitan descanso, por favor, usen sillas de ruedas! -¡Despejen todas las camillas, las vamos a necesitar! ¡Todo el personal disponible, al frente! ¡Ya! ¡Ya! – Ordené lo último mientras divisaba los primeros soldados del primer todoterreno.

-¿Qué tenemos?-Pregunté a la persona que se acercaba con uno de los combatientes cargado en su espalda, porque sí, la realidad es que en el campo de batalla los heridos no llegan en camillas, llegan como pueden o a veces, no llegan . -Múltiples heridas de bala -¡Una camilla! -Exigí mientras examinaba al soldado. Tenía heridas de balas en ambos costados de su estómago y varias heridas en sus extremidades. Había perdido mucha sangre y no tenía ningún tipo de vendajes. -¿Por qué no tiene ninguna clase de auxilios médicos? ¿Qué hizo el equipo médico especializado?

En cada batalla, en cada misión y en cada escuadrón enviado a la guerra, siempre se tiene en cuenta varios soldados con conocimientos médicos. Esto se hace con el fin de reducir bajas. No necesitan estar al frente de la lucha, pero sí atentos a auxiliar y cuidar de sus compañeros. -Bombardearon toda la base de la fuerza especial… -Comenzó a explicarse el soldado rubio que sostenía al soldado herido -y comenzaron con la ubicación del equipo médico, su objetivo era…

-Que nadie sobreviviera. -Completé, una estrategia utilizada con mucha frecuencia últimamente. Lo que comenzó como un conflicto de intereses entre el país del Fuego y el país del Rayo, terminó en lo que tenemos hoy: una guerra sangrienta donde el día a día es contar bajas. -¿Cuántos heridos faltan? - Le pregunté al ahora enfocado rubio de ojos azules. Aunque intento no ser ese tipo de médico frío que ve a sus pacientes como números y grados de cansancio en un día, ya que al final atendemos muchos soldados en un día, a veces es muy difícil no hacerlo, mientras intentamos ser rápidos y efectivos, es muy difícil saludar y de verdad empatizar con quienes atendemos, también porque la mayoría están en muy mal estado cuando llegan. -Pulverizaron toda nuestra base, sobrevivimos los que estábamos en las tiendas detrás, pero mientras nos retirábamos tuvimos que enfrentarnos a unos cuantos enemigos de infantería. Solo hay dos heridos y solo sobrevivimos cinco. -Lo escuchaba atentamente mientras me miraba. Aunque sus ojos no me transmitían nada.

-¿Y todos esos todoterrenos que están llegando? ¿Quienes vienen en ellos? -Pregunté curiosa. Es cierto que la general Tsunade se había retirado hacia el cuartel general por órdenes de los altos mandos, pero me dejó órdenes en donde me especificaba prepararme para los múltiples heridos porque se suponía que llegarían. Hoy era el golpe del país del fuego, un golpe decisivo para poder ganar esta guerra.

-Ordenamos la retirada de todas las tropas aledañas. No sabíamos si el enemigo tenía más bombas de ese tipo que podían arrasar con todo. Tuvimos mucho miedo… No pudimos continuar con el plan. -Su voz se quebró, y yo cierro los ojos intentando ahuyentar los horribles escenarios que me llegaban a la mente. Por favor, que esta guerra termine pronto, imploré al cielo. -Por favor, doctora. -Enfoqué mi mirada de nuevo en él. Les comenté que sus ojos no me transmitían nada, pero ahora ese par de ojos azules añoraban salvación. -¡Por favor, doctora, salve al Sargento Uchiha! -Su grito desesperado no alarmó a nadie. Todos ya estábamos acostumbrados a los gritos de desesperación, a los llantos de negación y a los quejidos. Estaba acostumbrada, pero esta vez, esos ojos me trasmitieron algo. Suspiré, estaba a punto de romper una regla que nunca se debe romper como médico.

-¿Cómo te llamas, rubio? -Pregunté. -Soy Uzumaki Naruto, sargento del escuadrón de fuerzas especiales, doctora. – Y aunque no era ningún alto mando, el sargento Uzumaki se levantó derecho y colocó su mano derecha junto a su sien. Me sorprendí y no sé por qué lo hice, pero procedí a hacer lo prohibido para un médico. -Te prometo, Uzumaki, que salvaré la vida del sargento Uchiha.

Prometer una vida. No pensé en la magnitud de la estupidez que acaba de hacer, pero lo hice y lo cumpliré. -¡Traigan otra camilla que hay otro herido! ¡Ino te encargo al siguiente! ¡Los demás ayuden en lo que se les necesita! - Daba ordenes a diestra y siniestra mientras me subía en la camilla en donde habían colocado al soldado Sasuke y comenzaba con el RCP. Hoy no vas a morir, Sasuke, no te conozco, pero debo cumplir una promesa. -¡Despejen trauma uno! ¡Y tráiganme una maldita bata, no quiero bajas hoy! – Solo son dos y se lo debemos a Uzumaki, por todos sus compañeros perdidos en batalla hoy, les salvaremos estas vidas. No pensé en nada más. Ese día no pensé en nada más que en salvarle la vida a este soldado y desear con mucha fuerza que el otro soldado también pudiera salvarlo.

No sé si alguna vez les ha pasado, entrar en modo automático. Creo que eso pasa con la mayoría de los cirujanos y siento que se puede evidenciar más en estas condiciones en donde todo es de vida o muerte. Pero cuando estamos en una sala de operaciones solo es el cuerpo en la camilla, nuestras manos con bisturíes y nuestra mente trabajando a mil, y eso fue lo que hice. Fue una cirugía muy complicada, seis balas y dos de ellas no tenían orificio de salida. Una de ellas impactó directamente en un riñón y lastimosamente se tuvo que extirpar. Tres de ellas no tocaron ningún órgano, pero se tuvo que parar las hemorragias. Lo complejo fue intervenir las dos balas sin orificio. Cuando te forman en la escuela de medicina militar, te capacitan especialmente para identificar el tipo de bala y la ruta más segura para extraerlas, pero no te hablan de la ansiedad que se debe manejar en situaciones extremas en donde no sabes con qué te puedes encontrar, en eso desconocido que está dentro del cuerpo del paciente. Porque si tienen armamento para pulverizar una unidad completa, no quiero imaginar qué clase de armas tendrán y con qué pueden bañar sus balas. Aún así, se pudieron extraer. No eran del tipo explosivo ni con veneno. No quiero ser rara con los agradecimientos que le doy a los dioses, pero agradezco al cielo que las balas que impactaron en ese soldado hayan sido de las más sencillas que he tratado. Casi me dan ganas de romper el protocolo y quedarme con ellas, para el recuerdo de una cirugía exitosa y de una promesa al parecer cumplida. Pero ya había roto muchas reglas hoy, bueno no muchas, pero sí una de las más importantes.

Aunque en nuestras manos dependan muchas vidas, no somos dioses. No podemos garantizar la supervivencia de una persona, mucho menos de un soldado. Deseo de todo corazón que solo el soldado Uzumaki haya escuchado esa promesa. La general Tsunade me destituiría del cargo si escuchara semejante violación a las normas viniendo de mí. Pero finalmente, la cirugía terminó. El soldado Sasuke en estos momentos reposaba en una cama, conectado a varias máquinas que se encargan de registrar sus latidos, presión y demás signos que indicaban que está estable, respirando, sobreviviendo y medianamente intacto. Me quedé con él toda la noche. Quería de verdad asegurarme de que estuviera bien en lo que se refiere a lo médico. Y fue una buena noche. No tuvo ningún episodio crítico y se le pudo quitar el respirador. No se escucharon más bombardeos, e Ino me trajo frutas para recuperar energías, no quería comer mucho hoy, el cansancio me dejó sin apetito. También me informó que el segundo soldado herido, resultó ser hermano de este paciente, pero está a salvo de la misma manera.

No obstante, algo me dijo que me hizo sentir inquieta. Se respira preocupación en el aire porque en este terreno no hay suficiente espacio para armar todas las tiendas correspondientes para los grupos que se retiraron, y, además, no cuenta con la suficiente estructura para pasar desapercibidos. Es decir, podemos ser un blanco fácil si el país del Rayo decide volver a atacar. Suspiré solo deseando que eso no suceda, que nos podamos acomodar en este pequeño terreno y todo se mantenga así hasta esperar nuevas órdenes. Volví de nuevo al soldado. Aunque ahora está pálido, se puede observar que su piel es muy blanca. Tiene el cabello negro, un poco largo para pertenecer a las fuerzas especiales. Tengo entendido que quienes pertenecen ahí deben pasar por un entrenamiento muy riguroso y además deben cumplir con las estrictas reglas que maneja la unidad especial al mando de Hatake Kakakshi, el coronel más joven de la milicia. Es poco habitual verlos con el cabello largo. Casi todos manejan el corte del sargento Uzumaki. Si este Sargento Uchiha llevaba el cabello de esta manera, es especial, o muy bueno en lo que hace, o un rebelde dentro de nuestras filas.

Revisado de nuevo sus signos vitales. Todo en orden para la cirugía de alto calibre que se llevó a cabo en su cuerpo. Me acerqué un poco a chequearlo. Tenía algunos mechones de su al parecer rebelde cabello en su frente. Decidí retirárselos, deseaba en serio que descansara tranquilo sin que nada le molestara. Eso fue lo único en lo que pensé antes de que él abriría los ojos y me atacara, tomándome del cuello, apretando duramente y con mucha fuerza, quitándome el aire, asfixiándome cruelmente.

-Ba…ta. - Fue lo último que pude decir antes de caer inconsciente. Y por eso, no debemos prometer vidas.


Bueno, hola, esta es una idea que tengo en mente hace mucho tiempo y decidí hoy plasmarla en un documento de Word. Amo esta pareja y espero que este fic sea fiel completamente a sus personalidades, espero que les guste mucho y que este primer adelanto haya sido de mucho interés. De verdad que siento mucha emoción y muchas ideas con esta historia.

Por otro lado, necesito urgentemente una beta lectora, si alguna persona esta interesada me encantaría que me dejaran un mensajito y ponerme en contacto con ellas.

Ansío leer que piensan.

cuidense mucho.