Capitulo 34: Un día perfecto debe ser.

La noticia de la inminente boda de Elsa Winter y Hans Westergaard se propagó como un reguero de pólvora por todo Arendelle, desencadenando toda una cascada de opiniones y conjeturas. En todos los rincones de la ciudad, las voces de la gente no dejaban de murmurar, y las opiniones sobre el enlace eran tan variadas como los colores de un arco iris.

Muchos consideraban que la única nieta de Runeard Winter, estaba para cosas mejores que contraer matrimonio con el decimotercer hijo de los Westergaard, que si bien era de una familia igualmente influyente, era una unión inusual e intrigante, además de ser muy repentino. Otros, por su parte, sostenían que la boda tenía una lógica aplastante, dada la trascendencia de ambas familias en la sociedad local. El rumor se expandía por las calles, tiñendo las conversaciones de misterio y anticipación.

Sin embargo, la realidad detrás de este compromiso era conocida solo por unos pocos privilegiados. Los preparativos para la boda no se hicieron esperar, eran meticulosos, sin escatimar en detalles. A pesar de que no sería un evento "público", se esperaba que el día fuera perfecto en todos los aspectos.

En la familia Westergaard, la noticia era un bálsamo para algunos y un enigma para otros. Hans, el hijo menos destacado y apreciado por su familia, estaba a punto de casarse con la que quizás era la soltera más codiciada de la alta sociedad de Arendelle. Si bien esto era motivo de celebración para los Westergaard, también estaba teñido de sorpresa y un poco de incredulidad.

Mientras tanto, en la familia Winter, los sentimientos eran encontrados. Runeard, el patriarca, parecía estar satisfecho con la situación, como si fuera la culminación de un plan meticulosamente trazado. Sin embargo, Agnar y su esposa Iduna seguían con emociones encontradas. Estaban atrapados entre la tradición y la conveniencia, y la felicidad de su hija se veía eclipsada por un acuerdo que les resultaba amargo.

Y luego estaba Elsa, la protagonista involuntaria de este drama. A simple vista, parecía resignada a su destino, con una mezcla de angustia y apatía que la consumía poco a poco. La decisión de casarse con Hans Westergaard no había sido suya, y en su mirada se reflejaba la sensación de que su vida estaba en manos de fuerzas mayores, que la empujaban hacia un futuro incierto y, en cierto sentido, aterrador. La resignación se había apoderado de ella, y mientras Arendelle se preparaba el evento del año, Elsa luchaba por encontrar un rayo de esperanza en medio de la tormenta que había envuelto su vida.

Pero entre las sombras de esta novela se encontraba otra "protagonista", alguien cuyo corazón latía en sincronía con el de Elsa; la joven pelirroja llamada Anna Summer. Ella era quizás la única persona que podía comprender verdaderamente lo que Elsa estaba atravesando, sin embargo, el tiempo y las circunstancias habían transformado lo que alguna vez fue una conexión sólida en un abismo entre ellas.

Mientras la ciudad se llenaba de rumores sobre la boda, la universidad no estaba exenta de chismes. No era un secreto para nadie que esas dos chicas habían tenido una relación, y aunque ambas habían tratado de mantenerlo en la oscuridad, la verdad era un murmullo constante en los pasillos de la institución. Anna, con su naturaleza efervescente y su afán de mantener la armonía, se convirtió en una especie de mediadora, intentando calmar la tormenta de especulaciones que giraban en torno a ellas. No obstante, lo hacía más por inercia que por auténtico interés.

Anna había llegado a un punto en el que ya no luchaba por lo que había tenido con Elsa, porque lo veía como un recuerdo lejano que se desvanecía con el tiempo. La pasión y la ternura que una vez compartieron se habían vuelto tenues y difusas. La vida las había llevado por caminos separados, y a pesar de los esfuerzos de Anna por apaciguar la situación, no podía evitar sentir que una parte de su corazón se perdía en el abismo de lo que solía ser su relación con Elsa.

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Anna se encontraba en la cafetería de la universidad, rodeada por Rapunzel y Olaf. La conversación, en su mayoría, era superficial, una manera de llenar el vacío que había en sus vidas, un hueco que la relación de Anna con Elsa había dejado. Anna estaba lidiando con clases que le parecían más tediosas de lo habitual, y cada día parecía ser una batalla cuesta arriba. La boda de Elsa era el elefante en la habitación, un tema incómodo que nadie se atrevía a mencionar en su presencia. La verdad era que Anna no quería ni oír hablar de ello, pero en el fondo, estaba afectando cada parte de su vida.

—¿Qué te pasa, Anna?— preguntó Olaf con una expresión de preocupación en su rostro.

—No es nada, Olaf. Solo estoy un poco cansada hoy— Anna trató de sonreír, pero sus ojos revelaban su tristeza

De repente, Kristoff se les unió, irrumpiendo en la conversación con un entusiasmo que no pasó desapercibido.

—¿Qué te tiene tan contento hoy, Kristoff? —preguntó Anna con una sonrisa forzada.

Kristoff, sin percatarse de la sensibilidad del tema, anunció:

—No van a creerlo ¡Voy a trabajar como camarero en la boda de Elsa y Hans! ¡Va a ser genial! Dicen que la paga va a ser bueno y...

La noticia dejó a Anna en un incómodo silencio, mientras Rapunzel le lanzaba una mirada de advertencia a Kristoff y le daba un leve golpe con su pie por debajo de la mesa.

Kristoff, al darse cuenta de su error, se disculpó rápidamente:

— ¡Lo siento, Anna, no me di cuenta! Yo no quería...

Anna, tratando de parecer tranquila, alzó la vista y le respondió a Kristoff:

—Está bien, Kristoff, no te preocupes. Y felicidades... Supongo.

Olaf, con su tono usualmente optimista, quiso comprender los sentimientos de Anna:

—Anna, sabes que puedes contar con nosotros, ¿verdad? No necesitas guardar todo esto solo para ti.

Rapunzel, con un toque de preocupación en su voz, añadió:

—Exacto, Anna. Si necesitas hablar o desahogarte, estamos aquí para escucharte.

Anna suspiró profundamente y, tratando de ocultar la turbación que sentía, respondió con una sonrisa forzada:

—Gracias chicos por su preocupación, pero no quiero ser una carga para nadie. Elsa ha tomado su decisión, y no hay vuelta atrás.

A medida que la hora del receso llegaba a su fin, la cafetería comenzaba a vaciarse, pero Anna permanecía sentada en silencio, contemplando su taza de café ya frío.

En ese momento, un hombre peculiar se acercó a la mesa y se sentó a su lado. Era el rector de la universidad, el tío de Elsa, y su aparición inesperada la tomó por sorpresa.

El rector inició la conversación, aunque su tono se mostraba respetuoso y preocupado:

—Anna, deberías estar en clase. —Comentó en voz baja, expresando una comprensión no verbal hacia su situación.

Anna guardó silencio, sin mostrar ninguna reacción. El rector continuó, consciente del impacto de la situación:

—Lamento mucho cómo se ha desarrollado la situación entre mi sobrina y tú. A mi también me tomó por sorpresa por todo este asunto de la boda, nunca me hubiera imaginado que las cosas llegarían a este punto.

Anna finalmente rompió su silencio y, con voz apagada, preguntó con timidez:

—¿Va a asistir a la boda, profesor?

El rector asintió, revelando una nota de sorpresa en su voz:

— Sí, he sido invitado. Fue una sorpresa recibir la invitación, en realidad.

El tío de Elsa se levantó de su silla y, aunque Anna podía ver una expresión indecisa en su rostro, no dijo nada más. Estaba a punto de salir de la cafetería cuando Anna se apresuró a alcanzarlo. El rector se detuvo y observó a Anna con curiosidad mientras ella luchaba por encontrar las palabras adecuadas. Su mirada era un enigma.

Finalmente, Anna se aventuró:

—Profesor, tengo un favor que pedirle— El rector esperó, atento. —Necesito asistir a esa boda, ¿puede ayudarme a entrar?

El rector entrecerró los ojos, tratando de descifrar las verdaderas intenciones de Anna. Con un tono serio y comprensivo.

—Anna, ¿sabes lo que me estás pidiendo? Entiendes que si mi padre llega a verte en ese lugar, las cosas no terminaran nada bien.

—Entiendo los riesgos, profesor. Pero necesito estar allí. Por favor.

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La actividad en el antiguo castillo de Arendelle nunca había sido tan intensa como en este día tan especial, recordando los tiempos de la monarquía. El majestuoso palacio, una joya arquitectónica, se encontraba en plena transformación para albergar la boda de Elsa y Hans. Ambas familias, los Winter y los Westergaard, habían utilizado todas sus influencias para asegurarse de que este evento fuera digno de los libros de historia.

En la amplia explanada del castillo, el ambiente festivo estaba comenzando a tomar forma. Adornos lujosos adornaban cada rincón, y algunas extravagancias se dejaban ver aquí y allá. Los meseros y decoradores corrían frenéticamente de un lado a otro, asegurándose de que todo estuviera perfectamente organizado. No se permitiría ningún margen de error, y el día de la boda debía ser impecable en todos los aspectos.

Los primeros invitados comenzaban a llegar, luciendo trajes y vestidos elegantes que estaban a la altura de la majestuosidad del castillo. La atmósfera estaba cargada de anticipación y emoción, ya que todos estaban ansiosos por presenciar la unión de dos familias poderosas. La tensión y la curiosidad flotaban en el aire mientras los invitados conversaban entre ellos, esperando con gran expectación el inicio de la ceremonia.

Entre los invitados, no pasaba desapercibida la presencia de los 12 hermanos mayores de Hans. Murmuraban entre ellos sobre la boda, algunos mostrando asombro y escepticismo ante la idea de que Hans estuviera a escasas horas de casarse. El repentino compromiso de Hans y Elsa era un tema de conversación inagotable para los hermanos mayores, quienes compartían sus opiniones y expectativas con sus colegas invitados.

Por otro lado, la familia de Elsa parecía mantener la compostura y la serenidad en medio de la agitación. Agnar, el padre de Elsa, se mantenía en segundo plano, observando el escenario y a los invitados con una expresión serena. En cambio, el abuelo de Elsa, un hombre respetable y anciano, no dejaba de saludar a los demás asistentes con una sonrisa y gestos amables, como era de esperar en un evento de tal magnitud.

Sin embargo, la "paz" de Agnar se vio abruptamente interrumpida por una figura en particular: su hermano menor.

—Hermano, qué forma tan inusual de volver a encontrarnos —dijo el hermano menor de Agnar con una sonrisa tensa.

—Veo que al final decidiste asistir. Ojalá las circunstancias hubieran sido diferentes —respondió Agnar, manteniendo su formalidad.

—Sí, ya lo creo

Los dos hermanos se adentraron en una conversación sobre Elsa y la situación en la que se encontraba. Entre susurros discretos, expresaron sus inquietudes y reflexiones sobre el matrimonio planeado para Elsa.

—¿Estás seguro de todo esto, Agnar? Dudo mucho que de verdad Elsa quiera algo como esto.

—Las cosas son como son, querido hermano. Además ella...

Antes de que Agnar pudiera responder, fueron interrumpidos por la figura imponente de Runeard, el abuelo de Elsa. Su presencia generó un silencio momentáneo entre los tres hombres.

—Elsa ha tomado su decisión. Deben aceptarlo —dijo Runeard, con firmeza en su voz.

—Padre...— dijo el hermano menor de Agnar mirando al imponente hombre.

—Hijo... Te recuerdo que estás aquí porque fue Agnar quien me lo pidió. No olvides eso —sentenció, dejando claro que su presencia no se relacionaba con el deseo de estar allí.

La escena entre los hermanos Winter y Runeard fue observada de cerca por una figura singular entre la multitud, una pelirroja que se camuflaba como una invitada más. Anna, con una mezcla de nervios y determinación, se desplazaba entre los invitados como una sombra curiosa. Vestida con elegancia pero tratando de pasar desapercibida. Kristoff, su amigo y confidente en esta misión secreta, la seguía de cerca, llevando una bandeja con copas y tratando de mantener la compostura.

—¿Estás bien, Anna? ¿Estás segura de que deberías estar aquí? Podrías meternos en problemas —preguntó Kristoff con preocupación, mientras intentaba mantener su actitud discreta como mesero.

Anna intentó tranquilizarlo con una sonrisa forzada y asintió, aunque sus ojos delataban la inquietud que sentía.

—Estoy bien, Kristoff. Solo continúa con tu trabajo, ¿de acuerdo? —le dijo en voz baja, tratando de no atraer miradas indiscretas.

El rubio frunció el ceño, sin convencerse del todo. Se negó a alejarse y preguntó:

—Anna, ¿por qué decidiste venir? Deberías estar lejos de todo esto.

Anna respiró hondo antes de responder, eligiendo sus palabras con cuidado.

—Hay algo que necesito hacer, Kristoff. Confía en mí, todo saldrá bien —dijo con determinación, tratando de infundirle confianza.

Kristoff asintió a regañadientes y la dejó continuar su camino entre los invitados, perdiéndose estratégicamente en la multitud. La incertidumbre y la intriga se mezclaban en el aire mientras Anna se adentraba en la complejidad de la boda.

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Elsa se encontraba sola en una de las habitaciones del majestuoso castillo, rodeada por el lujo y la opulencia que caracterizaban el evento. Su mirada se posó en el vestido de novia cuidadosamente colgado, esperando ser usado en la ceremonia que estaba por llevarse a cabo. El vestido, elegante y radiante, representaba mucho más que un simple atuendo nupcial. La rubia contempló las telas delicadas y los detalles meticulosos, pero su mente estaba lejos de imaginar la vida matrimonial que aquel vestido simbolizaba. En contadas ocasiones, Elsa se había permitido imaginar cómo sería su propia boda, pero la realidad que se presentaba ante ella era muy diferente a cualquier fantasía que hubiera creado. Un suspiro escapó de sus labios mientras se alejaba del vestido, buscando un momento de tranquilidad frente a una ventana que ofrecía una vista impresionante del fiordo.

El exterior, sereno y majestuoso, contrastaba fuertemente con el torbellino de emociones que Elsa guardaba en su interior. La tranquilidad del fiordo escondía a la perfección el misterio y la complejidad de su situación. La joven rubia platino, atrapada entre las expectativas de las familias y sus propios anhelos, se encontraba en una encrucijada que no sabía cómo resolver.

La paz momentánea que Elsa experimentaba en la contemplación del fiordo fue interrumpida por el suave crujir de la puerta al abrirse. Un giro rápido la llevó a encontrarse con la figura de su madre, Iduna, quien ingresaba a la habitación. Sin embargo, casi de inmediato, la mirada de Elsa volvió a posarse en la ventana, evitando el contacto visual.

Iduna, a pesar de notar la negativa de su hija, decidió avanzar por completo hacia la estancia. Sus ojos se posaron en el hermoso vestido de novia, y una leve sonrisa de nostalgia apareció en su rostro.

—¿Sabes algo? Siempre te imaginé vestida de novia, tu padre y yo entregándote en el altar... Sabes, el día en que me casé con tu padre también estaba nerviosa y además... — comenzó Iduna.

—Si estás tratando de consolarme, madre, no está funcionando —respondió Elsa con frialdad.

Iduna suspiró, consciente de la dificultad para encontrar las palabras adecuadas que pudieran ayudar a su hija. Observó detenidamente la habitación, notando que cada detalle se había conservado a pesar del tiempo.

—¿Te has dado cuenta en qué habitación del castillo estamos? —preguntó Iduna.

Elsa giró la cabeza para mirar a su madre y simplemente encogió los hombros en señal de desconocimiento.

—Esta era la habitación de la reina Elsa de Arendelle. Aquí pasó muchos años de su vida. ¿Sabías que te pusimos tu nombre en honor a ella? —reveló Iduna, intentando encontrar un punto de conexión con su hija.

—¿Con que la Reina Elsa? No sé si realmente me pueda comparar con ella —murmuró Elsa, con la mirada perdida en algún punto distante.

—¿Por qué dices eso, hija? —preguntó Iduna, acercándose a ella con un gesto de preocupación.

—Porque ella hizo lo que quizás yo quiero hacer en este momento... Ella siempre quiso ser libre y lo logró, no estar atada a compromisos sin sentido, incluso si eso se tratara de gobernar —explicó Elsa, dejando entrever la carga emocional que llevaba consigo.

—En los libros de historia se cuenta que la Reina Elsa fue muy querida por todos, era benévola, justa, una gran monarca. Años después del incidente de su coronación, ella decidió dejar su cargo para irse a vivir al bosque, como tú lo dices, ser libre. Pero nunca dejó de preocuparse por su pueblo o por su hermana, siempre estuvo ahí —comentó Iduna, recordando la historia de la antigua reina.

—¿Por qué me estás contando todo esto, madre? —inquirió Elsa, buscando comprender el propósito de esa conversación.

Iduna se acercó a su hija y la abrazó con fuerza, como si quisiera transmitirle todo su amor y apoyo.

—Porque lo único que quiero es que seas libre, Elsa. Libre de todo esto, de las presiones, de las apariencias, de todo... —expresó Iduna con sinceridad.

Elsa contuvo sus lágrimas ante las palabras reconfortantes de su madre. Aunque no supo qué responder, le sonrió como si tratara de asegurarle que todo estaría bien.

Iduna reconfortó una última vez a su hija antes de dejarla sola para que terminara de arreglarse para la ceremonia. La habitación quedó sumida en un silencio lleno de pensamientos y emociones mientras Elsa se preparaba para el evento. Una vez más, se encontró sola, inmersa en la magnitud de los acontecimientos que estaban por suceder. Su atención volvió a centrarse en el vestido de novia, visualizándose a sí misma caminando hacia el altar, de la mano de su padre, con Hans esperándola al final.

No obstante, esos pensamientos eran rápidamente eclipsados por los recuerdos de una persona en particular: su querida Anna. Imágenes de momentos especiales se agolparon en su mente, desde el día en que se conocieron hasta las risas compartidas durante el programa de radio escolar, pasando por las tardes en la terraza del edificio. Todo aquello parecía desvanecerse, transformándose en un recuerdo fugaz de un romance que nunca se anticipó.

Los pensamientos de Elsa fueron abruptamente interrumpidos por el sonido de un mensaje en su celular. Al coger el dispositivo y revisar el contenido, soltó un enorme suspiro, diciéndose a sí misma: "Es hora de acabar con esto". La determinación brillaba en sus ojos mientras se preparaba para lo que vendría.

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Una hermosa melodía llenaba el lugar, envolviendo a los invitados que se hallaban expectantes en sus respectivos asientos, ansiosos por presenciar la ceremonia que estaba a punto de comenzar. Todo parecía sacado de un cuento de hadas, y al fondo, destacando en un traje impecable, se encontraba Hans, esperando con una expresión de emoción contagiante. A su lado, su padre y uno de sus hermanos compartían ese sentimiento de orgullo por el menor de los Westergaard.

En contraste, la familia Winter se mantenía con una actitud más serena, a la espera de su única hija. La música cambió, indicando que era el momento esperado para la entrada de la novia. Los invitados se pusieron de pie, ansiosos por presenciar ese mágico instante, pero... este nunca llegó.

Los minutos transcurrían, cargados de incertidumbre, mientras murmullos se esparcían por el lugar. Nadie sabía qué estaba sucediendo; Elsa simplemente no aparecía. La expectación dio paso a la preocupación y, finalmente, a un silencio incómodo que se apoderaba del majestuoso lugar.

—Agnar, ¿me puedes explicar qué rayos está pasando? ¿¡Dónde está Elsa!? —preguntó Runeard, visiblemente molesto. Agnar permaneció estoico ante la pregunta de su padre, y su esposa también intentó obtener respuestas, pero igualmente se encontró con el silencio. No muy lejos de ahí, Kristoff también lucía confundido, pero pronto la imagen de Anna cruzó su mente. ¿Dónde se encontraba su amiga?

Mientras los presentes intentaban descifrar lo que ocurría, el sonido de un micrófono encendido captó la atención de todos.

—¿Hola? Probando, probando, ¿me escuchan? —una voz desconocida resonó en el lugar—. Creo que ahí se escucha bien, ¿podrían dirigir su mirada al frente por favor?

La confusión estaba en su punto máximo, y tan pronto como todos los invitados dirigieron sus miradas hacia el altar, donde incluso Hans parecía confundido, la misteriosa voz reveló su identidad: Anna.

—¡Hola! Buenas tardes, imagino que se estarán preguntando ¿Qué demonios está pasando? ¿Dónde está la novia? ¿Y quién es esta pelirroja que les está hablando? —Anna apareció frente a todos.

—¿Qué rayos estás haciendo, Anna? —preguntó Hans atónito.

—Oh, hola, Hans. Sabes, me es difícil, pero tengo que admitir que no te ves mal con ese traje… En fin, estoy aquí para darles un mensaje de parte de la novia, Elsa para todos —dijo Anna, dirigiendo su mirada hacia su familia, especialmente hacia su abuelo—. Así que, ¡disfruten el show!

Al decir esto, una enorme lona cayó detrás de ella. Luego, un proyector se encendió y comenzó a reproducir un video donde solo se veía un sofá. Después de unos segundos, una figura femenina apareció: era Elsa, sentada en el sofá y mirando directamente a la cámara.

—Hola a todos...

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NOTA DEL AUTOR: Hola linda gente que sigue esta historia, esto es solo para decirles una pequeña cosa... EL PROXIMO CAPITULO SERA EL ULTIMO DE ESTA HISTORIA. ;) *Se aleja en silencio*