Respira con dificultad mientras lamenta todas las decisiones que ha tomado.
—¡Corran por sus vidas si no quieren morir, tortugas! —gritó a todo pulmón en un inglés bastante básico, esperando ser entendido, pero fue callados por gritos y retumbares que se hacían cada vez más cercano. Pequeños temblores que aumentaban cada segundo.
—¡Corredor humanitario, que patrañas! —Grita en japones mientras levanta a una mujer anciana que se tropezó. Inmediatamente chilla, se fracturó. El hombre maldice y con un pequeño refuerzo en su brazos y piernas, la sujeta como un saco de pétalos de flores.
Vuelve a gritar con más fuerza y toma la delantera. El camino había desaparecido y las explosiones se hacían cada vez más fuerte. Debía desviar a los civiles por un nuevo camino. No llegará al punto de encuentro en el tiempo dado, pero si las naciones no cumplen con sus promesas, él no tiene obligaciones. Así que se dirige a una ruta secundaria que había planeado junto al idiota si todo salía mal.
Al final todo salió mal, estupendo.
—¡Seguirme si no quieren morir!
Su familiar avanza con varios metros de ventaja, comunicándole si es necesario una desviación por algún proyectil que derribara alguna construcción, lo que pasó y lo obliga a cambiar de dirección.
Desciende por una pequeña colina y se interna por un árido paisaje, desviándose del área principal del conflicto. Si son lo suficiente rápido, podrían escapar del área de choque. Ese era el pensamiento que le mantenía cuerdo y le permitía correr, pero las explosiones no se detienen.
El choque de tambores.
Parecía que les perseguía.
Vuelve a gritar a todos los pobres bastardo que le seguían, los cuales en su mayoría eran mujeres, niños y ancianos, aunque estos últimos habían disminuido desde el comienzo de la carrera. No podía asistir a todos, tienes ambas manos ocupadas.
No pensó mucho en ello y les vuelve a bramar, aunque ya no sabía lo que pronunciaba o si incluso podría modular alguna palabra. Igualmente grita hasta perder su propia voz.
Y corriendo hasta que sus gargantas estaban secas como el desierto.
—Emiya… ¿Dónde estás?
El familiar chillo, pero no alcanza a reaccionar. Una onda expansiva los alcanza.
Matou Shinji grita por unos segundos, cae y pierde la audición, se golpea el rostro y levanta la mirada. Dirigió sus ojos hacía lo más heridos, poniéndose de píe y activo sus circuitos mágicos.
Una niña que se aferraba a su madre levantó el rostro lloroso y le suplicó.
—¡Doctor! ¡Mamá no escucha!
(*)
Emiya Shirou había decido ser un héroe, ser la persona que detenga el infierno que alguna vez consumió su alma. No ser como Archer, ser mejor. Ser el mismo hombre que salvó a una persona que se convirtió en un dulce recuerdo.
Pero está matando y no está en el lugar donde lo necesitan, en donde los jóvenes que alguna vez fueron como él están muriendo.
Distintas flechas surcan el cielo, como bravas águilas de cacería. Están apuñalan a distintos familiares, familiares que alguna vez fueron humanos. Decenas e incluso cientos de ellas son acribilladas a velocidades inhumanas.
Y en medio de toda la escoria, había un hombre, un magus. Un magus que aprovechó el estado de guerra para secuestrar a cientos de personas de los campamentos de refugiados. Hombres y mujeres que habían escapados del infierno y los volvía a intentar a un mundo de pesadillas sin fin, los volvía sus experimentos personales, los cuales constaban de una brutalidad inhumana.
Quimeras humanas y de especies fantasmales, pero estas no eran quimeras perfectas, eran abominaciones de ocho extremidades, humanas y fantasmales. Dos cabezas, cuatro brazos y piernas. Sus dorsos eran una masa amorfa indistinguible.
El verdadero horror de todo no eran las criaturas, es que mantenían cierta conciencia humana. Decidió darles paz a todos.
El magus se encuentra aterrorizado ante el poder desplegado en su contra. Varios NP de distintos rangos, desde espadas anti-personal a armamento antí-fortalezas, las cuales fueron usadas por un único hombre que acabo con todo su bestiario con la brutalidad descomunal de un tornado.
El trabajo de toda su vida, transformado en cenizas.
Shirou de un saltó reforzado, patea su estómago, haciéndolo volar por varios metros y en un movimiento diestro, dos espadas cercenan sus extremidades.
El mago se retorcía.
—Tienes suerte, escoria—Shirou se posiciona sobre él, apuntando con una pistola.
—¡Tú! —chilla el magus—fuiste enviado por la asociación y esas espadas… ¡Lo sabía, eres el Monstruo de Acero!
Niega con la cabeza—. Te necesitan con vida. No sé qué harán contigo, pero espero que reflexiones sobre lo que ha pasado aquí. Recuerda que esta brutalidad es solo tú culpa y si te vuelvo a encontrar, no importa que mi contratista o tu supliques por tu miserable vida, lo de hoy solo será como una visita al dentista. Recuérdalo.
Lo noquea con un puñetazo en la sien.
Emiya Shirou observa el abrumador paisaje, en donde la ceniza y el fuego bailan con naturalidad. Los cadáveres son carbonizados y el aíre quema sus pulmones.
—Aquí estamos de nuevo.
La imagen de su padre frente a sus ojos, una promesa que no puede cumplir.
Una pintura de Caster, una promesa…
Pero está vez no hay nadie que lo levante, poque no a caído y sigue caminando.
(*)
Hace la entrega del magus con un contacto de Luvia e inmediatamente sigue su camino. Confía en que Luvia hará la transacción. Ella es su contacto principal con la asociación y todo trabajo es a través de ella. Aún lo mantienen marcado por la guerra de hace nueve años.
Conduce un viejo camión al punto de encuentro con Shinji, no era el único, también había obtenido un par más, los cuales conducían unos voluntarios de los campamentos de refugiados que están dispuesto a ayudar. No llega al punto de encuentro, le comunicaron que el área del corredor humanitario había sido violada con una hora de antelación.
Shirou maldice en japones y cambia su camino, revisa el mapa y sigue por una carretera hasta el punto de encuentro. Llega a un punto y en un movimiento ágil, desvía el camión y con un sopetón se interna en la árida tierra, levanta una estela de polvo.
Avanza por horas, aumenta sus nervios y el vacío en su estómago. Sigue avanzando hasta que se oscureció y una llama en el desierto le hizo acelerar. Se detuvo al lado de las llamas y baja inmediatamente. Observa un grupo de unos 45 civiles y entre ellos estaba su amigo, Shinji.
El chico está manchado en sangre, la que no es suya. Varias personas se le acercan con todo tipo de heridas, le pide ayuda a algunos de los civiles que le ayuden a formar una fila, dándole prioridad a los más heridos.
Al avanzar entre los pobres ciudadanos, completamente agotados y entristecido, le dirigieron todo tipos de miradas y cuando saco del camión, mantas y comidas, muchos se abalanzaron con devoción, pero algunos no tenían la fuerza para levantarse solos. repartía la carga, asegurándose que los heridos también recibieran lo necesario. No había espacio para llevarlos a todos y tendrían que esperar al siguiente grupo de camioneros.
Así que lo mejor que podía hacer, era esperar. Cruza la mirada con su amigo, pero cada uno tiene un papel. Shinji es un doctor y vuelve a su trabajo, ayudando a cerrar las heridas en muslos de una anciana.
Pasa una hora repartiendo, aceptando agradecimiento y consolando lo más posible a los menos estables. Observa que su amigo que se estaba limpiando las manos. Una niña de ojos llorosos se aferraba a él y al pasar los minutos comienza a dormitar.
Shirou se sienta a su lado y esperó que la niña se durmiera. La acaricia paternalmente en su mejilla hasta que su sueño se hizo profundo.
El familiar de Shinji, lo único que queda de Sakura, se movió con sigilo y se ubica sobre la niña como un gato que consolara a su dueño.
—¿Capturaste al objetivo? —suspiró Shinji. Le habló en japones.
—Si. No hubo sobrevivientes.
—Lo pasamos mejor, al menos hubo sobrevivientes.
Observa a su alrededor. Estas personas estaban condenadas a ser enterradas en el fuego cruzados. Están salvadas, pero aun así se da cuenta de algo. No estaba en el lugar correcto. Eso es lo que siente.
—¿Cuestionando tus ideales? —bosteza Shinji.
—No, simplemente me doy cuenta de que estaba en lugar incorrecto, pero no lo digas, lo entiendo. No se puede salvar a todos y lo que hice fue lo correcto. Alguien tenía que hacerlo.
—Pero lo que te atormenta es ser únicamente la mano ejecutora.
Los recuerdos de Archer, que se vuelven tan difusos con los años. Tal vez así es como el los sentía. Sus manos ejecutoras, un guardián de la humanidad o, mejor dicho, un ejecutor de la humanidad.
¿Acaso va por el mismo camino? No, el no caerá en la misma espiral de Archer. Porque sabe cómo termina y no caerá en falsas promesas, sin importar lo bajo que caiga y la desesperación le consuma. No cayó ante las mentiras del grial y de Medea, no caerá en nada.
Aun así, el sentimiento que tiene en su corazón es pesado.
—Si. Eso es lo que pasa.
—¿Temes volverte una máquina para matar?
—No es eso. Como decirlo, temo el volverme insensible. Aun cuando no había nadie vivo aparte del magus, el campo de ruinas que dejé era igual al del incendio y eso me hace pensar. Si la amenaza es mayor, si consideró que no hay otra opción. ¿Seré el creador de un nuevo incendio de Fuyuki?
No hay respuesta por parte de su amigo. ¿Con que tipo de cara puede ver a Medea?, piensa Shirou. Ella le dio está oportunidad, como alguna vez se la dieron su madre y su padre. Siente que no debe pensar y solo actuar, pero eso no es lo que ellos deseaban para él.
—Pero aún así lo intentaras o ¿Me equivoco?
—¿Intentar?
—Intentaras salvarlo a todos.
—No se puede salvar a todos—esa es la verdad que tuvo que aceptar.
—Si, pero eso no significa que no lo intentaras. ¿Cierto? No puedes salvarlo a todos, pero lo intentaras. Ese es el tipo de persona que eres.
—¿Intentar salvarlos a todos? —¿Es lo que soy? Piensa. Es el quien decidió ir a matar en vez de ayudar a los civiles, eligió la muerte antes que la vida.
—Emiya, realmente le estas dando demasiadas vueltas. Recuerda que no era omnipresente. Decidiste ir tras a un loco asesino. Existía la probabilidad de que aún hubiese civiles con vida. Elegiste ir por él e hiciste todo lo que estuvo en tus manos, pero tampoco los abandonaste. Hiciste lo mejor que pudiste y me enviaste a mí ahí, junto a los camioneros que vienen a salvar a todo los que se encuentran aquí, incluso llegaste antes y por eso varios de ellos podrán sobrevivir la noche. No te exijas de más Emiya, tú no eres Superman e incluso él necesita la ayuda de otros.
Lo que dijo… tiene tanto sentido. ¿Por qué se está haciendo esa pregunta? Bueno, lo había pasado bastante mal y todo salió mal. Aun así, salvó a los que pudo e hizo lo que él consideraba que era lo correcto. No debe olvidarlo. No es un asesino indiscriminado, eso fue lo que hizo que salvara a Medea, eso es lo que le ha permitido continuar.
No es Kiritsugu.
No es Superman.
Es simplemente Shirou, un desconocido que es feliz salvando a las personas, aunque a veces tengan que recordárselo.
¿Qué es lo que puede hacer Emiya Shirou en un mundo tan caótico e impredecible? ¡Lo que pueda!
—Gracias Shinji, necesitaba que alguien me recordada esas palabras—expresó en un tono animado y su amigo le sonríe—lo que me sorprende es que sigas aquí. Estoy seguro de que este estilo de vida es algo que nunca imaginaste.
Matou frunce el ceño.
—Y lo es, mi yo de hace nueve años estaba planeando estar en los lugares más alto de la asociación de magus, como el representante de los Matou y el vencedor de la quinta guerra por el Santo Grial.
—Pero somos unos trabajadores de medio tiempo, los cuales tienen más enemigos que contratistas en la torre.
—Al menos tenemos a Edelfelt, me sorprende que prefirieras salir con la ejecutora de la iglesia en vez de ella.
—Shinji…
Le ignora y sigue hablando
—Tús romances con figuras importantes no ha disminuido los asesinos ocasionales que nos encontramos y principalmente ahora, cuando la Sexta Guerra se está acercando.
—No nos quieren ahí.
—Si, por eso será más divertido quitarle el lugar de Master a la asociación.
Shirou suspira y el familiar parece despertar, acercándose a shirou y acostándose en sus piernas. Shirou lo acarició, aunque la sensación es extraña. No es una maldición como los familiares del grial, si no una creación más cercana a un vacío, que se siente acuoso. Lo único que les dejó Sakura y es un familiar muy cariñoso que le hace sonreír.
—Realmente pareces deseoso de esta guerra, Shinji.
—No es que este deseoso. Simplemente tengo otra expectativa. Si todo sale bien, podríamos desmantelar el grial.
—Si, por eso debemos invocar a Medea lo antes posible, si un magus puede hacerlo, es ella…
Volver a invocar a Medea. Pero no es la misma que conoció. Solo es una copia creada por el grial, una copia de la Medea que quedó grabada en la historia. La bruja que fue invocada durante la Quinta Guerra…
Extraña a Medea, a la que conoció y llegó amar por un corto periodo.
—Realmente creo que te puedo leer la mente ¿Estas preocupado por que tú ex se de cuenta que estuviste saliendo con otras chicas en los últimos diez años? Será divertido de ver.
—¡No es eso! Es que no es la misma Medea que conocí…
—¿Te molesta que ya no sea una niña? Ya sospechaba tus malos gustos Emiya.
—Shinji, cállate.
El hombre levanta los hombros con indiferencia.
—Solo estoy preocupado por que invocaremos a la Caster original de la quinta guerra, no la que conocí. Aunque estoy seguro de que la persona que conocí es la misma, por lo que no debería preocuparme, pero no sé si podré encontrar la mujer que me ayudo.
—No lo sé, no la conocí en profundidad, pero si lograste confiar en ella, estoy seguro de que podrás hacerlo otra vez.
Shirou afirma. Habla con verdad. ¿Con que cara miraría a Medea si no confía en ella? Vio su pasado y aunque callera en una espiral de autodestrucción, la chica que conoció le cuidó hasta el final y eso es lo que importa. Quiere verla otra vez, porque tiene la oportunidad de hacerlo, aunque no sea la misma, quiere conocerla.
—Tienes razón. No tiene sentido pensar en ello, aunque debería preocuparme cuando invoques a Saber y vea que tú eres su Master.
—¡Ey! Seré un buen Master para Saber, tú deberías preocuparte por lo que dirá cuando vea que la cambiaste. Yo no soy el hombre que tiene problemas con mujeres en este dúo.
Shirou niega la última afirmación. No le gusta su reputación de mujeriego, porque no es verdad ¿Cierto? Eso es lo que él cree o quiere creer, pero al mirar el pasado, puede que esté tapando el sol con su dedo, pero prefiere ignorar esa conversación.
—Primero deberías encontrar una mujer con la que puedas tener problemas.
—¡Oye! La única razón para que siga aquí es que no he podido encontrar una mujer con la que sentar cabeza.
Emiya ríe. Recuerda algunos intentos de su amigo, algunos salieron mejor que otro, aunque generalmente eran nefastos.
—Lo sé, te agradezco que seas mi amigo, incluso cuando hemos caminado por en los lugares más inhóspito.
Matou no reacciona, lo piensa y responde serenamente.
—Yo soy quien debería agradecértelo. Fuiste mi amigo incluso cuando nadie más lo fue y después del trauma de la guerra, realmente sentí que no había nada en el mundo para mí. Seguirte fue un capricho que le dio sentido a mi vida. No tengo el espíritu de un héroe, pero si el de cuidar a las personas que pertenecen a mi vida y por mucho, sigues siendo de las más importante en mi vida.
Levanta el puño en su dirección, con confianza y una sonrisa. El familiar reaccionó y está vez fue hacía las piernas de Shinji.
—Has sido todo un caso con tendencias suicidas, pero has resistido cada golpe y te has vuelto a levantar. Realmente eres un hombre de acero.
Shirou responde el puño con el propio y una amplia sonrisa. Agradece todos estos años que le apoyó antes de caer. Ha confiado su espalda muchas veces en Shinji desde que era pequeños y aunque el destino los alejó alguna vez, este les volvió a unir.
—Realmente somos unos idiotas, pero no estamos solos.
El silbido del viento atrae su atención. En la distancia escala una estela de polvo bajo la luz de la luna. La cual brilla con intensidad. Siempre en alto, siempre vigilante. La luna acompaña a los dos hombres y aunque sus destinos fuese ser heridos, sus corazones brillan valientemente.
El Fin
