Aqui esta mi nueva adaptación espero les guste.
**Los personajes son de Stephenie Meyer y la historia al final les digo el nombre de el autor
CAPÍTULO VEINTIDOS
Asheville
Lunes, 19 de marzo09:00a.m.
―¿Qué diablos es todo esto? ―Explotó Jasper cuando se encontró de nuevo con una calle del centro de Asheville bloqueada por una multitud vociferando. Era un pandemónium, apenas por debajo de un motín en toda regla. Jasper enfiló el Mercedes de Edward a lo largo de la carretera y la congestión de gente. Agitaban algunas pancartas denunciando la brutalidad policial. Casi todos los rostros eran negros. Cada rostro era duro y enojado.
Edward sacó su teléfono celular del bolsillo y marcó el número que había usado para hablar con el Agente Especial Emmett MaCarty cada dos horas durante la noche.
―Estamos a dos cuadras de la estación de policía, MaCarty, pero no podemos acercarnos. Tienes un motín en la maldita calle.
―Lo sé ―respondió MaCarty brevemente―. Enviaré una patrulla a su encuentro y los acompañará el resto del camino. ¿Ya han comido?
―No. ―Edward miró hacia atrás al asiento trasero―. ¿Tienes hambre, Ethan?
Los ojos de Ethan se mantuvieron centrados en la multitud fuera de su ventana.
―No.
―Tienes que comer, hijo ―dijo Jasper con suavidad.
―Me haría vomitar ―respondió Ethan inexpresivamente, todavía centrado en la escena exterior.
―No, gracias ―dijo Edward en su teléfono y le dijo MaCarty el lugar en que actualmente se encontraban estacionados.
Cinco minutos más tarde apareció una patrulla y comenzó a abrirse camino a través de la multitud que gritaba, con las luces intermitentes, dirigiendo a Jasper, Edward y Ethan a un aparcamiento de la estación de policía. Edward salió del asiento del pasajero delantero con un gemido. Su cadera le dolía, le explotaba la cabeza y tenía dolores agudos en la columna vertebral. Había elegido conducir, el primer vuelo desde Chicago llegaba a Asheville después de las diez y media. Cómo llegaron una hora y media antes valió la pena cada minuto de incomodidad que había sufrido durante el viaje de doce horas. Ethan salió detrás de él y sin decir palabra le entregó su bastón.
Habían compartido preciosas y pocas palabras con el muchacho durante el viaje. Ahora apretó el hombro de Ethan y los dos caminaron por las escaleras juntos, Ethan refrenó su paso al ritmo de la dificultad de Edward. Jasper fue el primero en subir las escaleras y abrió la puerta para los otros dos.
―¿Dónde podemos encontrar al Agente Especial MaCarty? ―preguntó Edward, al oficial uniformado de la recepción. Era surrealista de alguna manera. El hecho de saber que veinticuatro horas antes su vida había estado a punto de ser perfecta. Había sostenido a Bella en sus brazos, su propuesta de matrimonio seguía siendo un hermoso sueño.
Y ahora... Él negó con la cabeza, negándole la entrada a las horribles imágenes en su mente. Bella lo necesitaba fuerte. Ethan lo necesitaba fuerte.
Se dejaría caer en pedazos cuando ella estuviera a salvo en sus brazos. Cuándo. Cuándo.
―Arriba ―respondió el oficial, mirándolos a todos, pero especialmente a Ethan con evidente interés. Sus ojos repararon en el bastón de Edward―. El elevador está a la derecha.
Un rumor lleno sus oídos cuando el ascensor se abrió, de inmediato se silenció cuando entraron en el recinto de los detectives. Edward se percató de las miradas curiosas que seguían a Ethan, cruzó la habitación y se dio cuenta de que muchos de estos policías lo habían estado buscando siete años atrás, creyendo que estaba secuestrado o muerto.
Tres personas salieron de la oficina abierta en el extremo de la habitación, dos hombres, uno con hombros anchos y el otro mas flaco, . Una mujer estaba entre ellos y los miró a los ojos con compasión.
El mas grande dio un paso adelante, extendiendo su mano derecha.
―Soy el Agente Especial MaCarty, de la Oficina Estatal de Investigaciones. Estos son la Teniente Ross y el Detective Volturi. ―Se encontró con la mirada de Edward y la sorpresa se registro en sus ojos―. ¿Lakers?
Edward asintió con la cabeza.
―En otra vida. ¿Han encontrado a Isabella? MaCarty negó con la cabeza.
―No, pero hemos detenido a la actual novia de Witherdale. ―Miró por el rabillo del ojo a Ethan―.
Lo siento, hijo. Tú debes ser…
Los labios de Ethan estaban fruncidos.
―Ethan Swan.
MaCarty alzó una ceja sorprendido por la ferocidad en la voz de Ethan.
―Está bien. Ethan será. El nombre de la novia de Witherdale es Victoria Sutherland. Ella es…
―MaCarty miró a Ethan―. Ella está embarazada de Witherdale, pero él no lo sabe. Ella se niega a decir dónde está, aunque se contactó con ella para que se reuniera con él esta mañana.
Ethan se puso rígido.
―Entonces, ¿él está aquí? MaCarty suspiró.
―Él estuvo ahí. Tiene que haber sabido que estaríamos vigilando. Se deslizó a través de nuestra red.
Jasper se acercó a una ventana que daba a la calle y a la multitud enardecida que se encontraba en verdadero peligro de convertirse en una turba.
―¿Qué pasa con los disturbios?
La Teniente Ross dio un paso adelante.
―A medida que se investigaba la desaparición de Mary Grace y Jimmy… ―arqueó una ceja en dirección de Ethan, cortando la protesta del niño―. Eso es lo que has sido durante dos semanas, hijo. De todos modos, mientras investigábamos tu desaparición, se encontró evidencia de que tu padre había utilizado una fuerza excesiva al interrogar a un joven afroamericano sospechoso.
―Miró a Ethan constantemente―. El sospechoso fue encontrado muerto.
Los labios de Ethan se curvaron con desdén.
―¿Sólo uno?
Ross parecía desconcertada.
―¿Qué significa eso?
―En primer lugar, él no es mi padre, Teniente Ross. En segundo lugar, bebía. Cuando bebía, hablaba. Yo era sólo un niño pequeño, pero yo sabía que había matado.
―Ethan entrecerró los ojos y miró a Ross, a MaCarty y a Volturi que aún estaba en silencio a un lado―. ¿Qué están haciendo para encontrarlo? ¿Qué están haciendo para asegurarse de que no mate a mi madre?
MaCarty medio se sentó en la esquina de un escritorio.
―No sé dónde la ha llevado. Queremos que trates de recordar cualquier lugar al que pueda ir. Ethan se pasó la mano por el pelo corto y rubio.
―Yo tenía siete años ―dijo con frustración apenas controlada―. Le diré lo mismo que le dije a Spinnelli…
MaCarty levantó la mano.
―Ya hablé con Spinnelli. Quedó impresionado por tu madurez. Espero verla ahora. Necesito tu ayuda, Ethan. Quiero encontrar a tu madre viva tanto como tú. Quiero que vengas conmigo a tu antigua casa. ¿Nos ayudarías a buscar cualquier cosa que pudiera ser un indicio de que tu pa… . de dónde Witherdale pudo haber ido?
Ethan palideció, y luego suspiró y miró a Edward.
―No puedo volver allí, Edward ―susurró―. No puedo.
A Edward se le apretó el corazón, sabiendo lo que Ethan y Bella habían experimentado en esa casa. Lo acurrucó a su lado, lo rodeó con el brazo y apretó.
―Yo no te dejaré, Ethan. Te lo prometo.
Ethan dejó caer su barbilla al pecho, luego enderezó la columna y cuadró los hombros.
―Está bien. Vamos.
MaCarty se volvió hacia la teniente Ross.
―¿Puedes prescindir de Aro? Sé que necesitas estar aquí para controlar la... ―Hizo un gesto hacia la ventana.
Ross miró hacia la ventana y asintió con la cabeza.
―Vayan. Pero me llaman si surge algo.
Asheville
Lunes, 19 de marzo10:00a.m.
―¿Está bien? ―susurró Jasper.
Edward vio que Ethan deambulaba por la pequeña sala de estar, medio aturdido, tocando adornos, cuadros, un jarrón de aquí, un trofeo allá. ¿Qué estaba recordando? ¿De qué horrores se estaba llenando su mente?
―No ―murmuró Edward―. No lo está. ―Miró a MaCarty y a Volturi de pie junto a la puerta del frente―. Me gustaría que no tuviera que hacer esto, Jasper.
Jasper se encogió de hombros con inquietud.
―Es por esto que vino. Quería ayudar a encontrar a su madre.
El corazón de Edward se encogió, y luego subió como una bola por su garganta.
―Quiero encontrar a su madre ―susurró con voz ronca, viendo como Ethan se hundía en un sillón, en su mano la foto de un niño sosteniendo un larguero de peces.
Edward tomó otra foto sólo para mirar a una sombría Bella adolescente sosteniendo un niño sonriendo, sus expresivos y encantadores ojos asustados. Una ola de realidad lo golpeó y con ella un miedo tan grande que le temblaron las rodillas. Había vivido ahí. Él le había hecho daño ahí. Él podría estar dañándola en ese momento. Podría estar haciéndole lo mismo a ella que les hizo a todas las otras mujeres.
Ella podría estar muerta. Podría no volver a verla nunca.
Temblando, Edward se acercó a la silla más cercana y dejó caer su cuerpo en ella, cubriéndose el rostro con las manos. Las últimas palabras que le había oído decir habían sido: "Sólo tienes que irte". Desesperado, deseó volver atrás
―Tenemos que encontrarla, Jasper. ―Rompió la voz de Edward―. No puedo...
―Había una cabaña ―dijo Ethan de repente.
Edward levantó la vista para encontrar a Ethan sin soltar la foto, una expresión lejana en su pálido rostro.
―¿Qué dijiste?
Ethan pareció salir repentinamente de su ensueño. Se volvió con los ojos afilados hacia MaCarty y Volturi.
―Había una cabaña, en las montañas. Él me llevó allí un par de veces. A veces íbamos de caza.
―Hizo una mueca al recordar―. Yo odiaba la caza. ―De repente su voz se debilitó y sonó como un niño pequeño―. Yo odiaba matar venados. Le rogaba que no matara a la madre de los ciervos bebés. ―Ethan tragó―. Se reía de mí. Me decía que no fuera un maricón en ciernes.―Tragó de nuevo, audiblemente―. Que un poco de sangre me endurecería.
―Se quedó callado por un momento y Edward sintió que su mundo se inclinaba. Quería que Ethan recordara algo, cualquier cosa que les llevara a Bella―. A veces nos gustaba ir a pescar. ―Ethan sostuvo la imagen para poder verla. Un joven Jimmy Witherdale estaba en la foto, sosteniendo los peces lejos de su cara, alegre―. Este fue mi quinto cumpleaños. No capture nada. Estos son sus peces. Él los pescó y me los dio.
―Cerró los ojos―. Me dijo que al menos podía fingir que era un hombre. A veces iba allí... ―Hizo una pausa, sus labios se movieron, pero no salió sonido alguno. Se aclaró la garganta―. A veces le gustaba ir allí después de que él… ―Se puso de pie y se volvió al grupo observándolo ávidamente―. A veces, después de que él había golpeado a mi madre, desaparecía por unos días, hasta la cabaña. Él no quería mirarla, me decía. Ella era... fea. Inútil. Se iba y me hubiera gustado que nunca volviera. ―Sus hombros se hundieron―. Pero siempre volvía ―susurró con voz entrecortada―. Siempre.
―¿Sabes dónde está la cabaña, Ethan? ―preguntó MaCarty, la tensión hacía sonar dura su voz.
Nuevamente, Ethan se puso rígido y pareció hacer una pausa. Edward esperó, su aliento atascado en la garganta. Con la esperanza de que Ethan diría "por supuesto" y abriría el camino. En su lugar Ethan negó con la cabeza.
―No ―contestó en voz baja. Demasiado bajo―. Nos llevó mucho tiempo llegar allí, lo recuerdo. Sin embargo, no recuerdo dónde.
El intestino de Edward se retorció. Witherdale estaba por ahí y no sabía dónde. Él podría estar lastimándola en ese mismo momento. Apretó los puños. Él era incapaz de hacer algo. Maldito sea el infierno.
Luego Ethan se volvió y se encontró con la mirada de Edward, sus ojos azules llenos de culpa, angustia y miedo.
―Lo siento, Edward ―susurró, su voz sonó tan infantil que rompió el corazón de Edward―. Lo siento mucho. Él tiene a mi mamá y yo no puedo encontrarla. Edward, por favor, que hagan algo. Él la va a matar. ―Lo último fue dicho en un susurro ahogado, apenas audible, pero puso a Edward sobre sus pies.
Edward se levantó y extendió su mano, casi hizo una mueca de dolor cuando Ethan apretó lo suficiente para hacer presión en sus articulaciones. Tiró y el hijo de Bella se echó en sus brazos.
―Lo siento, Edward ―exclamó, y Edward lo meció suavemente―. Yo le prometí que cuidaría de ella y no lo hice.
―Sshh... ―Edward le dio unas palmaditas en la espalda y miró a Jasper en busca de apoyo. Su hermano asintió con la cabeza y Edward entendió que las palabras tenían que venir de él. Él buscó profundamente y las encontró, se obligó a creer en ellas―. Esto no es tu culpa, Ethan. Tu mamá es muy fuerte. Ella sobrevivió antes.
Ella es fuerte, no te olvides. ―Edward volvió sus ojos al propio MaCarty, que estaba junto a la puerta, con una expresión sombría―. Haga algo ―dijo Edward en voz baja. No era una petición.
La mandíbula de MaCarty se tensó.
―Obtén una lista de los bienes inmuebles propiedad de Witherdale o cualquiera de los miembros de su familia ―indicó a Volturi. Su teléfono móvil sonó y él lo sacó de su bolsillo―. Entonces llama Zafrina y le dices que tenemos una pista.
―Sostuvo el teléfono en la oreja― ¿Zafrina? Estábamos…
Edward vio que cada onza de color desaparecía del rostro de MaCarty. Su corazón se detuvo y Ethan se alejó, sintiendo la tensión.
―¿Qué pasa? ―Exigió Edward. Ethan era una pálida sombra.
MaCarty no dijo nada. Era como si se hubiera desconectado por completo. Volturi lo sacudió.
―MaCarty, ¿qué es? ―sacó el teléfono de la mano inerte de MaCarty―. Zafrina, ¿qué ha pasado? ―Volturi, también, se puso pálido―. No. ¿Cuándo? ¿Y los niños mayores? ―Cerró los ojos―. Pensé que tenía veinticuatro horas de protección en su casa. ―Logró recuperar el control de sí mismo―. Zafrina, Ethan Swan recuerda una cabaña. ¿Se puede investigar cualquier propiedad que posea Witherdale en las montañas? ―Se desconectó y tiró a MaCarty en el sofá y lo empujó hacia abajo, luego miró a Ethan y Edward.
―El hijo de seis años de edad del Agente MaCarty, ha desaparecido. Alguien lo robó de su cama y la tía de Emmett está con hipoglucemia, llena de sedantes. Sus hijos adolescentes se despertaron y encontraron que el niño había desaparecido y al oficial de guardia muerto a tiros en la puerta de atrás. Witherdale estuvo en la casa de Emmett la semana pasada, hablando con su niño pequeño. ―Volturi agarró la barbilla de MaCarty y tiró de su rostro, hasta que MaCarty miró hacia arriba.
― Lo vamos a encontrar, Emmett, antes de que pueda hacerle daño a tu hijo.
MaCarty parpadeaba, su expresión de madera.
―Él lastimó a su propio hijo, Aro. ¿Por qué no iba a lastimar a mi bebé?
Durante un largo rato nadie dijo nada. Entonces Jasper se aclaró la garganta.
―Tenemos que encontrar la cabaña ―dijo en voz baja―. ¿La novia sabe dónde está?
―Si lo sabe, seguro como el infierno que será mejor que me lo diga. ―Emmett apretaba el puño cerrado.
Volturi negó con la cabeza.
―No,Emmett. No estás en condiciones de hablar con ella. Ve a la estación, yo iré a hablar con Victoria. ―Su rostro se endureció―. Lo vamos a encontrar, Emmett. Y vamos a traer a Alec de vuelta.
―Quiero hablar con su novia ―dijo Ethan, su voz firme una vez más―. Necesito hablar con ella, Detective Voltrui, por favor.
Volturi asintió con la cabeza.
―Muy bien, entonces. Tom, tú y los tuyos vendrán conmigo. Emmett, te dejaré en la estación y llevaré a estas personas al centro de justicia para visitar a la señorita Sutherland.
Oeste de Carolina del Norte Lunes, 19 de marzo
10:30a.m.
Bella dejó que su cuerpo se hundiera en el suelo sucio y duro. Su cabeza latía pero cuidadosamente controlaba las lágrimas que obstruían su garganta. Si lloraba, su nariz estaría demasiado cerrada para respirar y su boca estaba cubierta por gruesa cinta adhesiva plateada. Respiró por la nariz, la tos asfixiante amenazaba con robarle el aire. Cada respiración que hacía traía una bocanada de polvo. Cada respiración que daba era una tortura.
Se dio la vuelta y miró a través de la pequeña nube de polvo que subía y bajaba. El niño sin nombre todavía respiraba. Tenía que tener la misma dificultad que ella para respirar, pero él no había hecho un solo sonido desde que habían llegado a ese infierno que James consideraba Shangri- La.
James estaba dormido, por el momento. Después de conducir desde Chicago a Raleigh, y desde Asheville hasta la cabaña de la montaña, estaba cansado. Pero aún así, había encontrado la energía para comenzar su "reentrenamiento", como él lo llamaba. Ella se retractaría de todo lo malo que hubiera dicho de él. Le diría a su hijo que le había mentido. Le diría a la policía que él nunca había puesto una mano sobre ella. Le diría a la policía que había robado a su hijo y había huido y se había prostituido a sí misma por apenas veinte dólares.
Le diría a la policía que nunca había puesto una mano sobre ella. Bella habría sonreído ante eso si sus labios no estuvieran inmovilizados por la maldita cinta. Ella estaría feliz de decirle a la policía que nunca había puesto una mano sobre ella. Se sentaría allí y vería al fiscal de distrito a los ojos y le diría que nunca había tenido un ojo negro o un labio partido. Le diría eso y vería la mirada de asco del fiscal, sorprendido por su rostro todo magullado y maltratado. James estaba perdiendo la cordura. Se había olvidado que necesitaba tener la cara sin un solo moretón antes de que ella lo defendiera de la acusación de abuso conyugal. Había olvidado de tenerlo en cuenta muy a menudo en las últimas horas, pensó. Sus costillas dolían por los golpes que le había dado deliberadamente con las puntas afiladas de sus botas.
Lo recordaría, tarde o temprano, pero hasta que lo hiciera, cada moretón significaba por lo menos dos días más antes de que pudiera salir de su escondite y la demandara por sus mentiras. Dos días más hasta que pudiera salir de su escondite y buscara a Ethan. Dos días más para que Ethan se ocultara. Bella miró a la pequeña forma acurrucada en posición fetal en la esquina de la sucia habitación. Dos días más que la familia del niño se preocuparía por él, fueran quienes fueran.
Suspiró, sopló el aire por la nariz, no queriendo pensar en el daño psicológico que ya le había hecho al niño, pero no pudo evitarlo. Había sido robado de su cama, atado como un animal y en varias ocasiones lo vio maltratarla cada vez que ella negó con la cabeza, desafiante a las demandas de James. No era de extrañar que se hubiera acurrucado en posición fetal. ¿Qué dañaba más a un niño que ver a otro ser humano herido? Ethan nunca sería el mismo después de haberla visto sufrir durante años por la mano de James. Ella nunca sería la misma después de ver a su propia madre maltratada por su propio padre. Mientras yacía en el suelo recuperando sus fuerzas debatió la conveniencia de su estrategia. Tal vez ella debería ceder a las demandas de James, sólo por el bien del niño, cuyo nombre no sabía. Tenía que tenerlo en cuenta.
Por ahora tenían dos o tres días de tener que esconderse ahí, en medio de la nada. Por el momento tendrían un par de horas de paz. James estaba durmiendo, podía escuchar sus ronquidos claramente a través de la delgada pared que separaba la habitación del frente con su cama desvencijada.
Esas pocas horas tendrían que ser suficientes.
Asheville
Lunes, 19 de marzo 11:00a.m.
Zafrina se reunió con Emmett en el ascensor, con la determinación en el rostro.
―Estamos buscando, Emmett. Tengo grupos de búsqueda en el aire y un equipo de trabajo buscando su cabaña. Vamos a encontrar a tu hijo.
Emmett logró un movimiento de cabeza brusco, mientras seguía a Zafrina a su oficina. Cada una de sus terminaciones nerviosas estaba entumecida. Simplemente entumecido. Su bebé. Ese bastardo le había robado su bebé. Miró a su alrededor el recinto para encontrar la mirada de todos los oficiales fijas en su rostro. Todos lo miraban con compasión.
Ahora creían que Witherdale era el chico malo.
Finalmente.
Se necesitó que ese hijo de puta se robara a su hijo para hacer que esos pendejos, finalmente, vieran el sol en pleno día. Era tarde para las muestras de simpatía, demasiado tarde para reaccionar. La rabia se precipitó a través de él, y dejó de caminar. Deliberadamente se reunió con los ojos de cada hombre, cada hombre que apenas dos semanas antes lo había mirado con hostilidad y desconfianza, porque tuvo el descaro absoluto de acusar a uno de sus queridos locales de violencia conyugal. Conocían a Witherdale. Habían conocido a su esposa. Debían haber visto algo.
Alguien debió haber visto algo.
―Son unos bastardos hipócritas, cada uno de ustedes ―dijo Emmett con los dientes apretados. Zafrina le tocó el brazo.
―Emmett, este no es el momento ni…
Emmett se sacudió la mano de su brazo y se dirigió a la sala en general.
―Ustedes lo conocían. Lo vieron en acción. Ustedes conocían a su esposa. Ustedes deben haberla visto usar sus gafas de sol en invierno, blusas de manga larga en el verano. ―Giró y miró a un detective en cuya placa de identificación se leía G. West―. Usted, West. ¿Conocía usted a Mary Grace Witherdale?
West bajó los ojos.
―Sí.
―¿La vio con contusiones alguna vez?
West levantó los ojos y Emmett los vio llenos de culpa.
―Sí. James decía que era torpe.
―Y usted le creyó ―dijo Emmett con sarcasmo―. Usted lo creyó, ¿no? West bajó los ojos.
―Sí.
―Entonces usted es igual de culpable ―susurró Emmett. Repasó la habitación con su mirada furiosa, pero ni un hombre podía mirarlo a los ojos―. Todos ustedes son culpables. Entonces, ¿qué van a hacer al respecto? ―Apretó su puño y luchó por tragar el nudo que se estaba formando en su garganta―. Debido a que ustedes no hicieron nada entonces, han muerto… tal vez tres personas, tal vez más. Debido a que ustedes no hicieron nada entonces, es que ahora tiene a su esposa en sus manos una vez más. ―Dio una palmada con la mano sobre la mesa más cercana y se lanzó a su ocupante―. Él tiene a mi hijo en sus manos, maldita sea. ―Su voz se quebró y no le importó―. Así que, díganme ¿qué van a hacer ahora?
Ni un alma habló y Emmett bajó la cabeza, abatido.
―Vamos, Emmett―instó Zafrina, con voz suave.
―Espera.
Emmett se volvió para encontrar a uno de los detectives visiblemente tembloroso que se hallaba junto a su escritorio. Era Crowley, el detective que había conducido a un borracho Riley Biers a casa en su primer día en Asheville. Hacía dos semanas. Cuando su bebé aún estaba a salvo y Witherdale era sólo un nombre en un archivo.
―¿Qué, Crowley?
―Tiene razón. ―Crowley hizo una respiración profunda―. En casi todo. Yo conocía a Mary Grace, y conocía a Jimmy. Pensé que conocía a James. Estaba equivocado.
Sabía que James era un matón y que podría ser duro en los interrogatorios, pero nunca pensé que podía matar a sangre fría. Nunca vi a Mary Grace con moretones, pero la verdad es que nunca la miré realmente. Jamás sospeché que James podría ser...
Emmett esperaba.
―Perverso ―terminó Crowley con un encogimiento pequeño de hombros. Algunas cabezas asintieron a su alrededor―. No ayudé entonces porque no lo sabía. Ahora lo sé. Nunca fui a la cabaña con James. No lo conocía tan bien. Pero Biers lo hizo.
Se erizaron los diminutos pelos en la parte posterior del cuello de Emmett. Miró hacia el escritorio vacío Riley Biers.
―¿Dónde está?
―En casa ―respondió Zafrina―. De licencia, desde que Spinnelli encontró la prostituta muerta. Necesitaba tiempo para procesarlo. Le di el tiempo. Estará ante de junta de disciplina lo suficientemente pronto. ―Ella señaló a Crowley―. Tyler, quiero que lo traigas. Si él tiene un mapa, debe traerlo consigo.
Crowley se levantó y se puso la chaqueta.
―Lo más probable es que tenga que hacerlo reaccionar primero. Lo vi en la taberna de Punto
Dos anoche y estaba en el suelo, borracho. Tuve que llevarlo a casa.
Zafrina frunció los labios.
―Vierte un poco de café en su garganta y oblígalo a ponerse sobrio. Pero tráelo aquí tan rápido como sea posible. ―Se volvió a Emmett ―. Tu tía me llamó desde el hospital en Raleigh. Dijo que está bien y no debes preocuparte por ella, que te concentres en la búsqueda de Alec.
Sorprendentemente, Emmett encontró sus labios curvándose en una sonrisa.
―Ella es toda una mujer, mi tía Helen.
Asheville
Lunes, 19 de marzo 11:15 a.m.
―Sra. Sutherland. ―Edward se encontró a sí mismo rogándole con voz entrecortada y siendo más que cuidadoso. Quería agarrar a la mujer y sacudirla hasta que soltara la verdad y era casi capaz de olvidar de que ella también era víctima de Witherdale. Cerró el puño sobre la mesa de la sala de entrevistas del Centro de Justicia y golpeó una vez―. Si usted tiene decencia nos dirá dónde se esconde. Por el amor de Dios, ¿dónde está la cabaña?
Victoria Sutherland se sentó a la mesa de entrevistas, con el pelo enredado y sucio, los ojos fijos en la mesa. Ella se negó a mirarlos, a ninguno de ellos.
―Quiero un abogado ―susurró, apenas lo suficiente para que la oyeran. El Detective Volturi negó con la cabeza.
―Usted no está bajo arresto, Sra. Sutherland. Usted es libre de contratar a un abogado por su propia cuenta, pero no estoy obligado a proporcionarle uno en virtud de la ley hasta que haya sido arrestada.
Victoria levantó los ojos cansados.
―Entonces, ¿por qué no puedo ir a casa? Volturi no movió ni un músculo facial.
―Porque usted está detenida como testigo material. Ya hemos hablado de esto varias veces antes. ―Casualmente apoyó su brazo sobre la mesa―. Puedo, sin embargo, acusarla de complicidad con un sospechoso de ser un criminal.
―James no mató a esas mujeres ―protestó ella, pero las palabras estaban cargadas, obviamente, de miedo en lugar de verdadera confianza―. No lo hizo.
Volturi simplemente levantó una ceja.
―¿Le dijo a usted eso? Victoria lo miró.
―Usted sabe que lo hizo. Escuchaba nuestro teléfono. Esa es la única forma de haber sabido del encuentro de esta mañana.
Volturi se encogió de hombros.
―Entonces, usted también sabe que nosotros sabemos que los dos estaban dispuestos a hacer algún tipo de intercambio de dinero. Que le dio dinero en efectivo para que huyera. Eso es complicidad con un delincuente sospechoso. ―Miró a Victoria bruscamente y Edward sintió un atisbo de esperanza. Tal vez Volturi podía llegar a Victoria. Tal vez, Victoria les diría dónde podían encontrar a Bella―. Ahora, Victoria, no quiere que su bebé nazca en la cárcel, ¿verdad?
Victoria palideció.
―No. Usted no me puede meter en la cárcel. ―Su mano instintivamente extendida a través de su abdomen―. No puede.
Victoria se encogió de hombros.
―No, pero un jurado de sus pares puede y lo hará. No es una suerte que estaría interesado en correr, si yo fuera usted. Así que usted puede decirme lo que quiero saber, o puedo ir a la Fiscal de Distrito con lo que sé. Es su elección. ―Volturi se detuvo y observó el cambio de las expresiones de Victoria mientras la mujer luchaba consigo misma y con su temor hacia Witherdale.
Edward miró por el rabillo del ojo como Ethan se inclinaba hacia adelante, con el rostro ceniciento.
―Sra. Sutherland. ―La voz de Ethan fue áspera―. Está esperando un bebé. ―Se aclaró la garganta― ¿Quiere que viva con un padre que le hará daño?
Victoria sacudió la cabeza, sus ojos brillantes por las lágrimas.
―James nunca le haría daño a un niño.
Ethan negó con la cabeza.
―No, señora. Usted está equivocada. ―Poco a poco se puso de pie y comenzó a desabrocharse la camisa―. ¿Él la golpea? Yo sé que él lo hace. ―Su voz se había vuelto aburrida, monótona―. Le pegó a mi madre. ―Otro par de botones se deslizaron por sus ojales―. Me golpeó a mí. Sí, lo hizo.
―Ethan insistió y Victoria empezó a negar con la cabeza vigorosamente―. Me golpeó con los puños. Me dio una patada con sus botas. ―Ethan tragó mientras sacaba el faldón de la camisa de la cintura, dejando al descubierto el vello rubio que empezaba a cubrir su pecho y otra vez Edward fue sorprendido por la juventud de Ethan y su madurez al mismo tiempo―. Pero la cosa empeoró, Victoria. ―Él se recogió la manga de un brazo―. Un día, él golpeó a mi mamá contra una pared y quedó inconsciente. Estaba a punto de golpearla de nuevo y me incliné sobre ella. ―No quitaba los ojos del rostro de Victoria―. Yo tenía seis años y lo único que podía pensar era en proteger a mi mamá. Ella estaba paralizada y caminaba con un andador. Estaba a punto de patear sus costillas y… ―Ethan levantó el brazo―. Vea de cerca, Victoria.
Edward miró y sintió que su estómago se revolvía. Cicatrices, débiles y redondas, llenando el interior del brazo de Ethan a partir de tres centímetros de su hombro y siguiendo hasta la axila, iguales en distancia.
Victoria palideció y bajó los ojos a la mesa.
―Le dije que me viera de cerca, Victoria ―replicó Ethan, su tono inmediatamente de autoridad. Victoria levantó la mirada, sus ojos se llenaron de lágrimas, horrorizados―. Mi mamá no sabe acerca de esto. Se lo he escondido durante años. Si ella supiera, se habría odiado a sí misma y yo no quiero que eso suceda. Pero escúcheme, Victoria. El hombre que está protegiendo me quemó con un cigarrillo por tratar de proteger a mi madre. Yo tenía seis años. ¿De verdad cree que va a tratar a su hijo con más respeto?
Temblando, Victoria bajó los ojos de nuevo a la mesa y un largo y agonizante minuto paso cuando ella misma se sacudió, sus brazos enlazados a través de su abdomen como si la acción pudiera proteger a su hijo por nacer. Por fin, levantó los ojos y en ellos, Edward vio la derrota.
―No ―susurró con voz ronca―. Dame un lápiz. Te voy a hacer el mejor mapa que pueda.
Volturi se levantó y tocó en el espejo de dos vías. Un oficial uniformado apareció en la puerta y se inclinó a escribir en su bloc de notas. Volturi arrancó la nota, dejando el borde en trozos desiguales.
―Llama a la Teniente Ross y pásale este mensaje. Necesito que un equipo de apoyo sea enviado a este lugar. ―Se volvió hacia Edward y Ethan―. Me temo que tendré que dejarlos aquí.
Ethan negó con la cabeza, la mandíbula tensa.
―No, nosotros iremos. Tal vez sea la única persona que pueda llegar a él, si esta tan obsesionado por encontrarme como dice todo el mundo.
Edward se levantó y cogió su bastón.
―Cada minuto que discutimos son minutos que podríamos usar para encontrar a Witherdale. Por favor, Detective Volturi, no perdamos más tiempo.
Volturilos miró con una mirada calma, incluso antes de inclinar la cabeza.
―Vayamos. Pero no me hagan arrepentir de decir que sí. Cuando lleguemos allí, permanecerán en el auto.
Oeste de Carolina del Norte Lunes, 19de marzo
11:30a.m.
Ella tomaría el asunto en sus propias manos, por así decirlo, y el primer paso sería recuperar el uso de sus manos. Había encontrado como herramienta el borde dentado de la estructura de aluminio de la ventana. Le tomó unos minutos preciosos arrastrarse, estilo oruga, para llegar a ella. Le llevó más tiempo colocar su cuerpo en posición para que el borde dentado se frotara contra la cuerda que unía sus manos detrás de la espalda. A mitad de su lucha, que trataba de mantener tan silenciosa como fuera posible, el niño rodó alrededor y abrió los ojos, viendo todos sus respiró hondo por la nariz y con cautela le hizo un guiño con el ojo que tenía menos hinchado, tratando de darle al niño un poco de esperanza.
Él le guiñó el ojo a su vez, y ella descubrió que transmitir esperanza funcionaba en ambas direcciones. Frotó las hebras de hilo más fuerte contra el aluminio, en búsqueda de un ritmo, hasta que finalmente el esfuerzo valió la pena.
La cuerda se rompió. Sus manos estaban libres.
Temblando, se sacó la cinta de la boca y dio una bocanada grande, llenando sus pulmones con aire húmedo que le pareció más dulce que el de un prado de primavera. Manteniendo la cinta, se arrastró hasta el niño, cuyos ojos estaban brillantes e interesados. Suavemente sacó la cinta de su boca. Él también respiró hondo.
―¿Quién eres tú, cariño? ―Susurró Bella.
―Alec. Alec MaCarty―susurró él―. Mi papá es policía.
Bella miró a la puerta entre las dos salas de la cabaña, preguntándose qué papel tenía el papá del niño en toda esa pesadilla, que había hecho para hacer de él un blanco de la formidable ira de James Witherdale. Si el papá del niño era un buen policía o uno malo. En realidad no importaba. La liberación de ese bebé era su primera prioridad.
―¿Eres un niño valiente, Alec? ―El niño asintió con seriedad―. Entonces esto es lo que quiero que hagas.
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