¡Hola y muy buenas! Esta parte va dirigida a quienes les interesa el fanfic más allá del sasuhina. Si te gustan las historias anexas te cuento que aquí habrá naruino y también se resolverá el destino final de Sasori y Kisame. Si por el contrario sólo te llama la atención la pareja principal entonces avanza a lo siguiente.

Dicho esto, este capítulo va dedicado especialmente a Jose-R3, a Azkipi y a todos quienes les guste el naruino. Ojalá que les agrade esta lectura :)

Al resto muchas gracias por leer y ojalá que también lo disfruten :D


Vocabulario:

Baladí: De poca importancia.


Esclava Sexual, Capítulo Cuadragésimo noveno


Como una rutina de entrenamiento, Ino se había levantado temprano por la mañana a fin de trotar por la playa. Cuando llegó a la susodicha se topó con la sorpresa de que Naruto ya lo estaba haciendo. Tras saludarse de una forma muy entusiasta, ambos apostaron a ver quién tenía más aguante contra el agotamiento. Fue una dura pelea que duró muchísimos minutos, ambos manteniéndose uno al lado del otro, pero finalmente, cuando asomó una serie de elevadas dunas, la rubia sintió que ya no podría subirlas. Dejándose caer de bruces sobre la arena, no tuvo más remedio que aceptar la derrota. El sudor le corría a mares y su aliento desbocado resonaba de tal forma que el sonido incluso le ganaba a las cercanas olas.

Apenas recuperó algo de aire, Ino necesitó comentar lo que le parecía digno de alabanza.

—Joder... —dijo mientras miraba esa fornida y atractiva espalda—, pensé que podía competir contra tu aguante, pero por lo visto no estoy ni cerca. Es increíble lo que resistes, Naruto.

Él se giró a verla con una sonrisa que, por agotamiento, apenas se le sostenía en el rostro.

—¿De qué hablas? —cuestionó con la voz ahogada mientras se daba un tiempo para recuperar el aliento—. Estaba rogando a los dioses que te cansarás luego porque ya no aguantaba más, de veras. —Riéndose graciosamente, se dejó caer de trasero al suelo—. Si no desfallecí antes fue de puro milagro.

—Coño, y yo que me estaba matando por mantener tu ritmo, casi me da un infarto por tu culpa —dijo riéndose también—. ¿Por qué no me dijiste que estabas tan fatigado como yo?

—Porque quería impresionarte.

—¿Impresionarme por qué? —indagó muy interesada.

«Porque un hombre siempre querrá impresionar a la chica que le gusta...»

—Por ego de guerrero. —Cambió la primera respuesta que llegó a su mente.

—Oh, entiendo perfectamente eso. —Le volvió a sonreír con el mismo encanto que antes.

Como Ino estaba demasiado cansada para caminar hasta el Uzumaki, decidió gatear los metros necesarios hasta llegar junto a él. Sus caderas se contonearon llamativamente, haciendo gala de una coquetería que nacía de forma natural.

Verla gatear de esa forma tan sensual sobre la arena causó una gran tentación en Naruto, pues las ropas húmedas por el sudor delineaban claramente sus pronunciadas curvas de mujer. Quedó tan embobado mirándola que apenas notó cuando ella llegó a su lado hasta sentarse muy cerca de él, tanto que las piernas y los brazos de ambos quedaron tocándose. Aquello hizo que el varón diera un pequeño respingo, alejándose un poco para romper ese contacto que iba a ponerlo nervioso.

El propósito de la blonda era hacerle ver que le agradaba mucho estar cerca de él, pero al parecer a Naruto no le sucedía lo mismo. ¿Acaso sería como Sasuke en eso? Éste detestaba profundamente que invadieran su espacio personal, tanto así que le tomó tres años lograr que la dejara acercarse a una distancia menor a dos metros.

—¿Huelo muy mal? —Ino convirtió su extrañeza en una broma mientras alzaba un brazo y se olfateaba una axila. Tal chanza le sirvió para disimular la decepción que le había causado el alejamiento de él.

—¡Por supuesto que no hueles mal, todo lo contrario! —Se apresuró a aclarar el que tenía el tono de rubio más chillón—. Perdóname, es sólo que no estoy acostumbrado a tener mujeres tan cerca mío. Me pongo un poquito nervioso.

Los luceros celestes se llenaron con un matiz de sorpresa. Y tras parpadear dos veces seguían del mismo modo.

—¿Y eso por qué? —atinó a preguntar con el ceño ligeramente fruncido.

—Porque a mí me gustan los hombres, así que me siento más cómodo con ellos.

La blonda sintió que el tiempo se detuvo y que por ende los latidos de su corazón también lo hacían. A ella le encantaba Naruto, le gustaba mucho de verdad, de modo que saber un dato así la descolocó completamente. Nunca se imaginó algo como eso o de lo contrario nunca habría puesto sus ojos en él. Ahora sí que no sabía qué decir, quedando su lengua retorcida de una forma extraña dentro de su boca. El imprevisible impacto había sido demasiado potente y le costaría asimilarlo.

—¡Te la creíste! —soltó él dando estridentes carcajadas—. No eres la única que puede hacer bromas —siguió riéndose a mandíbula batiente—. Debiste ver tu cara de estupor.

El rostro de Ino cabalgó fugazmente a través de una serie de muecas. Hasta ganas de darle un coscorrón le dieron.

—Pero qué broma tan maldita me hiciste... —dijo mientras se tomaba aliviada el pecho, sintiendo que el alma le volvía al cuerpo—. Lo dijiste de una forma tan seria que de verdad creí que pateabas para el otro lado —terminó riéndose a carcajadas también. Una de las cosas que más le gustaba de Naruto era que siempre encontraba la forma de hacerla reír. Quizás no era muy inteligente, pero tenía un ingenio muy vivo; una chispa especial.

—Ya era hora de que te dieran de tu propia medicina —dijo él manteniendo la jocosidad. Luego necesitó precisar algo que creyó necesario—. En todo caso no bromeaba con lo de que me pone medio nervioso tener a una mujer tan cerca —dijo sinceramente, apenas sosteniéndole la mirada.

—¿Y eso por qué? ¿Acaso en tu nación no eras un héroe aclamado por todas las chicas?

Además de su merecida fama como un guerrero valiente y justo, Ino sabía que era imposible que un físico tan trabajado y de buen ver como el de Naruto pudiera pasar desapercibido para los ojos femeninos. Mucho menos para ella, quien ya tenía un fuerte interés por él. Ahora mismo, fruto de su reciente esfuerzo, estaba sudado y a pecho descubierto mostrando sus fornidos pectorales. La cicatriz en forma de cruz que Sasuke le había incrustado allí lo hacía incluso más llamativo.

De repente el rostro del varón dejó su sonrisa a un lado, adquiriendo una seriedad poco común en él. Mientras tanto, sus ojos más azules que el cielo se dirigieron hacia el vasto mar. Observarlo mientras escuchaba los graznidos de las gaviotas junto a las olas, le provocaba una tranquilidad y un consuelo que otros bellos paisajes no lograban. Quizás fuese porque su reino no contaba con un océano, cosa que le ayudaba a apreciarlo con más fuerza que el resto de personas que sí podían observarlo a menudo.

—A decir verdad en mi país siempre fui despreciado y maltratado —dijo al sentir que ya podía controlar de buena manera sus emociones.

A pesar de que Yamanaka, como la hábil espía que era, tenía información sólida de que Naruto fue mal visto por sus compatriotas durante mucho tiempo, no pudo evitar abrir un poco sus ojos pues aún le era difícil de creer. ¿Cómo alguien tan bueno como él pudo recibir un trato tan injusto?

—¿Y eso por qué? —Se decidió a indagar más. Nada como conocer la historia de alguien a través de su propia boca.

Antes de comenzar a narrar la historia, Naruto agarró un poco de arena y la apretó con fuerza a fin de liberar la frustración que le significaba recordar.

—Mi padre fue un guerrero sobresaliente, el más fuerte de mi nación.

—Lo sé. Minato Namikaze se labró un tremendo prestigio.

—Sin embargo, todo ese prestigio se fue al tacho de la basura injustamente. Un día los mandamases le ordenaron ir a la frontera en pos de ganar una batalla contra el reino del suroeste, ignorando que había una ciudad asediada en que la gente muy pronto moriría de hambre. Él desobedeció la orden y prefirió salvar a esas personas en lugar de descartarlas como si fuesen simples desechos reemplazables. En mi nación eso fue considerado una traición a la patria, así que lo obligaron a realizarse un suicidio ritualesco. Si no lo hacía acabarían con la vida de mi madre por ser esposa de un traidor y con la mía por ser su hijo. Lo peor es que a ella sólo le faltaba un mes para darme a luz y, aun así, no tuvieron ninguna consideración hacia papá. Poco después mi mamá murió dándome la vida y, hasta el día de hoy, sigo pensando que el sufrimiento de perder a papá fue lo que complicó el trabajo de parto —dijo apretando con más fuerza la arena que aún estaba en su puño derecho.

Ino miraba la cara de Naruto desde su perfil. Hubiera querido verle los ojos de frente, pero no quería interrumpir el flujo de sus pensamientos ni esa visión que se concentraba en el mar. Estuvo a punto de acariciarle una mano a fin de consolarlo, pero se reprimió a último momento gracias a que unos minutos atrás, cuando las piernas y los brazos hicieron contacto al sentársele al lado, él se había alejado. No quería pasar por eso de nuevo.

—Después —continuó con marcada aflicción— recayó sobre mí el estigma de ser el hijo de un traidor, cosa que duró hasta mi adolescencia. Incluso durante mis tres primeros años de vida hubo mucha gente que pensó en matarme, pero un hombre llamado Iruka, el que me crió, abogó por dejarme con vida argumentando que matar a un bebé era maldad pura.

Ino enmudeció. Por largos segundos no supo qué decir ante algo tan escalofriante.

—¿Y aun así luchaste para proteger a esa gente que obligó a que tu padre se matara? ¿A esa misma gente que deseó asesinarte y que tanto te despreciaba? —cuestionó desplegando un tono de absoluto asombro—. Perfectamente pudiste iniciar una venganza muy parecida a la de Sasuke.

—Más de una vez pensé en tomar ese oscuro sendero, pero, si lo hacía, la gente hubiese pensado que siempre tuvieron razón en despreciar tanto a mi padre como a mí. —Sus luceros azules viajaron hacia los de ella ya sin la frustración de antes, compartiendo ahora una renovada y agradable serenidad—. Yo quería lo contrario: mostrarles a todos que el odio que me tenían era infundado y que papá hizo lo correcto al no sacrificar a sus compañeros. Lo que él hizo nunca fue un error y terminé demostrándolo. Me costó sangre, sudor y lágrimas, pero al final logré mi objetivo: ganarme el respeto de todos y limpiar el nombre de Minato Namikaze.

La charla se extendió bastante respecto al pasado, con una Ino que escuchó atentamente cada palabra. Después ella le devolvió la mano contándole sus propias dolencias espirituales, tales como el haber perdido a su madre siendo pequeña o el sufrimiento por su padre asesinado que aún seguía palpitándole con mucha fuerza a pesar de haberlo vengado. «Quiero creer que ahora nuestros seres queridos habitan en un mundo mucho mejor que este», fue el consuelo que arrojó Naruto tanto para ella como para él mismo. La fémina agradeció lo dicho, dejándose llevar por esa mística idea por un par de minutos.

Las incontables dificultades de la guerra les había impedido conocerse de esta manera tan íntima, mas ahora hablaban como dos grandes amigos que se comprendían a la perfección. Fue una de esas conversaciones especiales que se mantienen por siempre en la mente de los involucrados, aquellas que sirven para conocer el alma de una persona.

Cuando se hizo una pausa, Ino decidió indagar sobre otro tema.

—Oye, Naruto...

—Dime.

—Me gustaría preguntarte algo importante —anunció mientras comenzaba a juguetear con ese mechón que solía taparle el ojo derecho.

—Claro, puedes preguntarme lo que quieras que yo con mucho gusto te responderé —contestó tan afable como siempre.

Sobre ella cayó un inevitable pensamiento comparativo. Naruto era transparente, espontáneo y puro de corazón, alguien muy diferente a Sai, quien siempre parecía calcular el próximo movimiento o sus siguientes palabras. Y también muy distinto a Sasuke, el que era cerradísimo respecto a temas personales. Sólo desde que conoció a Hinata logró cambiar eso que a Ino siempre le pareció un defecto.

—¿Sakura fue tu primer amor, verdad?

—Sí —confirmó enseguida—, aunque nunca estuve con ella como pareja porque siempre me rechazó.

—No puedo entender por qué te rechazaba. Estoy segura que un hombre como tú podría hacer feliz a cualquier mujer.

Él regaló una sonrisa.

—Gracias por el consuelo, pero yo sí la entiendo. Seguramente fui muy cargante y chillón. Siempre quería llamarle la atención, impresionarla de formas bobas... Era inmaduro, aunque de todos modos creo que eso era lo normal en un chico de doce y trece años. —Cerró sus ojos un largo momento que se le prolongó más de lo esperado.

—Supongo, aunque no creo que Sakura fuese la reina de la madurez precisamente. —Trató de imaginarse a la pelirrosa con esos años. ¿Sería muy diferente a la actual?

—Ella también era muy inmadura, es cierto. Podría contarte un sinfín de cosas que lo prueban, pero nunca terminaría —señaló jocosamente.

—¿Y qué significó ella para ti?

Naruto se llevó una mano al mentón, masajeándolo mientras miraba la pálida arena. Buscó alguna piedra para lanzarla hacia el mar, mas ninguna halló.

—Pues creo que el primer amor te marca para siempre de una forma o de otra.

—¿Y de qué forma te marcó a ti? —continuó indagando sin dejar de mirarlo detalladamente.

—Por ejemplo tuve que hacerme muy fuerte para aguantar sus rechazos, mismos que siempre me dolieron aunque no lo demostrara. Creo que en ese sentido Sakura también me ayudó a forjar mi carácter.

—Ya veo... —Esta vez fue el turno de ella para acariciarse el mentón de un modo abstraído—. ¿Y todavía estás enamorado de Sakura? —lanzó por fin lo que podía definir el futuro de ambos.

Las pupilas en esos ojos azules se contrajeron un par de segundos. Tras un parpadeo retomaron su tamaño normal.

—Uf, creo que no pudiste hacerme una pregunta más complicada que esa —dijo sonriendo de una forma extraña. Luego alzó su vista hacia el cielo como buscando que éste le diese una respuesta.

—Si no quieres contestar no hay problema —señaló comprensivamente, pese a que por dentro pedía a gritos que no la dejara con la duda.

—No se trata de eso, sino a que ni siquiera yo mismo estoy completamente seguro de la respuesta. —Se rascó la cabeza justo en la coronilla para después revolverse el pelo en señal de frustración—. Mira, a veces, cuando estoy con Sakura, la mente me trae momentos que había dejado en el rincón más profundo del pasado, cosas que ya había olvidado... O quizás el término más apropiado es «superado». Pero cuando una persona que antes querías con todo tu corazón vuelve a estar cerca tuyo constantemente, es difícil ignorar al sentimiento que una vez te marcó el alma entera. Aunque no me guste, debo reconocer que cuesta mucho dejar atrás a alguien que significó tanto para uno.

Ino guardó silencio mientras sentía que una opresión se depositaba en su pecho y en la boca del estómago. Permaneció muda al ver que Naruto parecía seguir hilvanando palabras en su mente. Adivinó que seguiría explayándose.

—Sin embargo —continuó él, dispuesto a puntualizar algo importante—, en esto siempre he pensado que lo mejor es dejar atrás el pasado y avanzar hacia el futuro. Para mí el amor no correspondido es un obstáculo que hay que saltar, una puerta que hay que cerrar, una cortina que hay correr. De lo contrario nunca podré feliz porque seguiré pegado en algo imposible.

La soldado sintió que el corazón y el estómago se le aligeraban de repente. Lo recién oído le decía que aún existía una esperanza.

—Concuerdo en eso. No vale la pena perderse años enteros o toda una vida por cumplir un amor imposible —apoyó la Yamanaka, recordando lo que llegó a sentir por Sasuke—. Así como no podemos esperar que haya agua en un desierto, tampoco podemos esperar el amor de una persona que simplemente no nos registra.

—Lo mismo pienso yo. Amar al ser equivocado también es amor, pero es uno incompleto. Y a mí me gustaría un amor completo, uno que me corresponda de la misma forma que yo. —Afirmado esto, se dio el tiempo de disfrutar una refrescante y prolongada brisa marina que oreó sus cabellos y secó el sudor yacente en su pecho.

«Te entiendo tan bien...», se dijo Ino recordando otra vez al Uchiha. Aquello la hizo dar un suspiro con sabor a nostalgia.

Entretanto una serie de recuerdos afloró en la mente del retoño de Kushina, naciendo en él una peculiar sonrisa que mezcló pesares y alegrías. Después de vivir una guerra que lo cambió para siempre, esos años de aventura y adolescencia asomaban demasiado lejanos ya.

—Me acuerdo que desde pequeño siempre me esforcé por conquistar a Sakura —mencionó con una sonrisa triste—, pero, por más que lo intentaba, jamás pude lograrlo. Quizás por eso todavía siento, aún hoy en día, que algo quedó inconcluso entre nosotros; que no pude cerrar al cien por ciento mi historia con ella.

—Al final un conflicto no resuelto es como una puerta trancada que impide avanzar hacia donde queremos —comentó la chica soldado.

—Mejor no lo pudiste decir. Tal vez ese es mi problema. —Exhaló e inhaló de una forma tan intensa que cualquiera supondría que contuvo la respiración por dos minutos—. Queramos o no, y tal como te dije antes, al primer amor es difícil olvidarlo porque siempre nos marca mucho.

Ino levantó su mano izquierda hacia el hombro contrario, lo sobrepasó hasta alcanzar el omóplato y entonces comenzó a darse un masaje. Sentía un nudo de nervios justo allí y no supo si atribuirlo al desgaste físico o a un poco de tensión por lo decisiva que sería esta charla.

—¿Y crees que podrás olvidarla? ¿Crees que podrás solucionar tus dudas sobre Sakura? —Aunque intentó evitarla, su voz salió ansiosa igualmente. Que la respuesta fuera un «no» o, peor aún, que de lleno le dijese que aún amaba a Sakura la impactaría de un modo fuerte.

—Puede decirse que ahora, al encontrarla de nuevo, resucitaron algunas dudas que ya pensaba despejadas. —Volvió a ensimismar su mirada, regresándola a su tono más vivo alrededor de un minuto después—. Me explico: yo estaba seguro de que había dejado atrás a Sakura, pero a día de hoy me cuesta definir qué es lo que realmente siento. De todos modos prefiero que, por sanidad mental, mis afectos románticos hacia ella queden completamente atrás.

Un silencio intenso se posó entre los labios de Yamanaka. Le costó deshacerlo.

—¿Y por qué te enamoraste de Sakura? ¿Qué la hacía tan especial para ti?

—Siempre me han gustado las mujeres de carácter fuerte y ella lo es. Además me encantaba que sacara la mano a pasear cuando se cabreaba.

—¿En serio eres así de masoquista? —Se preguntó Ino, imaginándose que le daba unos buenos latigazos para conquistarlo.

Naruto se carcajeó. Luego la risa derivó hacia una sonrisa.

—Lo último era broma —explicó alegremente—, pero lo de que me gustan las damas de carácter fuerte sí es cierto —aclaró.

—Eso igual es raro en todo caso. A los hombres les gustan las mujeres sumisas, que sepan bien cuál es su lugar, que obedezcan su palabra como si fuese ley y que acepten de buena gana su papel secundario en la sociedad.

—Pues yo soy al revés, encuentro que en varias cosas las mujeres son mejores que los hombres y no se me cae ningún diente por decirlo. Creo que la clave para un futuro más próspero no es que un sexo se imponga al otro como ha sucedido hasta ahora, sino que colaboremos codo a codo como iguales. Eso haría un mundo mejor.

Lo dicho parecía muy lógico y de simple sentido común, pero en la época de Naruto era una blasfemia total. Que un hombre pensara de esa manera caía en lo extraordinario y aquello Ino lo valoró en su justa medida y con una gran sonrisa de por medio.

—Pienso exactamente lo mismo que tú. No somos inferiores o superiores sino complementarios.

De pronto a los dos les llamó la atención un par de gaviotas que empezaban a pelearse quien sabía por qué. Sobre la roca en que estaban ninguna comida había, mas los picotazos iban y venían. ¿Acaso la violencia formaba parte de cada organismo vivo en el planeta?

—Una pregunta.. —anunció Ino dejando de lado a las aves tras un rato—. Si Sakura ahora mismo se te declarara diciéndote que te ama y que desea estar contigo... ¿Qué le dirías?

Naruto gesticuló expresiva sorpresa ya que la pregunta le fue muy inesperada. Nunca se había planteado algo como eso por lo imposible que le parecía.

—Eso nunca pasaría —dijo esbozando una animada resignación.

—¿Pero si pasara?

El de pelo como oro llevó una mano a su mentón, dándose todo el tiempo que necesitaba para llegar a una conclusión.

—Perdona que haya tardado en responder, pero ni yo mismo sé muy bien qué le diría. Me inclino a pensar que la rechazaría, es muy probable que así sucediera, pero tendría que vivir eso para saberlo con total certeza.

Ese «me inclino a pensar que la rechazaría, es muy probable que así sucediera» fue más que suficiente para que Ino aunara esperanzas de que, ayudándose mutuamente, ambos podrían soltar para siempre la cadena amorosa que aún los unía a Sakura y Sasuke.

—¿Sabes? Creo que el tiempo hace durar aquello que nos duele para que abramos los ojos y decir basta ya. Basta porque ya sufrí suficiente.

Naruto asintió mirándola fijamente.

—Por eso mismo decidí dejar de lado a Sakura. Amarla me hacía mal.

—Y a mí me parece la mejor decisión porque si caes de nuevo con ella puedes volver a sufrir mucho. A veces hay que ponerle un límite al amor porque si no se convierte en una obsesión, una tan potente que puede llevarte a una infelicidad sin remedio, incluso a la locura. —Al Uzumaki le sorprendió que Ino hablara con tanto conocimiento del tema. A partir de eso dedujo que ella también debió amar a alguien con toda el alma—. El amor es algo muy tentador —continuó ella—, lindo, esperanzador, fantasioso inclusive, pero también muy peligroso y, justo por eso, hay que tener mucho cuidado con él. Cuando te atrapa te lleva al fondo y cuesta mucho hallar la salida.

—Lo sé. Precisamente por eso, cuando concluya la guerra, me gustaría buscar la felicidad con alguien más. Sin embargo, el amor es tan complejo y riesgoso que a veces preferiría nunca más enamorarme.

—Te entiendo tanto... —dijo Yamanaka para luego dar un suspiro—. Sin embargo, creo que el amor sólo es peligroso cuando te enamoras de la persona equivocada.

—Es que ahí está el problema: el amor no siempre escoge a la persona que nos corresponderá o a quien no nos hará daño. Muchas veces pasa que nos enamoramos del sujeto incorrecto —puntualizó bajando su cabeza con una mueca de decepción—. Y otras tantas veces somos nosotros la persona incorrecta para el otro.

—Por eso amar es un salto de fe hacia esa persona que consideras especial. Confías en que nunca te hará daño, pero sólo el tiempo podrá contestar si eso es cierto o no.

—En mi caso el tiempo dejó claro que Sakura no era la chica para mí, pues nunca quiso ser mi pareja. E incluso si hubiésemos estado juntos siempre tendría miedo de que me terminara en cualquier momento de arrebato, miedo de aburrirla, miedo de que estuviese conmigo sólo por insistencia o compasión.

—Entonces ahí está la prueba más clara de que Sakura no es la chica indicada para ti.

—¿Por qué lo dices? —levantó una ceja al no entender del todo.

—Mira, tu comentario me hizo recordar una frase que leí alguna vez. Creo que era de Platón. Sé que puede parecerte raro que una guerrera sepa de filosofía —acotó de forma risueña—, pero, como espía, muchas veces tuve que interpretar el papel de una dama culta y versada en ese tipo de temas.

—Eres increíble, Ino. Yo jamás habría podido trabajar como espía. Me habrían descubierto enseguida —dijo riéndose.

Ella se dejó contagiar por su risa. Luego continuó con lo que tenía pendiente.

—La cita de la que te hablo decía algo así como... —Se dio varios segundos para recordarla bien, pero, al no llegar lo que buscaba, removió su mente a través de un coscorrón—. ¡Sí, ya me acordé! —anunció efusivamente—. «Aquel que ama sintiendo temor no ha sido perfeccionado en el amor, porque el verdadero amor nunca engendra temor». Y esa clase de amor que no da ningún miedo sólo se logra con la persona correcta —concluyó mirándolo con alegría. Junto a él solía estar de ese modo.

El retoño de Kushina se puso a reflexionar, cosa que le tomó más tiempo del recomendable. Aun así no se preocupó pues Ino siempre era muy paciente con él. Sakura, en cambio, ya estaría apresurándolo mientras le decía que era un cabeza hueca.

—Me va a explotar la cabeza si sigo pensando tanto, ya siento que hasta echo humo —bromeó animadamente al tiempo que se la oprimía con ambas manos desde las sienes. Luego soltó la presión y continuó con más seriedad—. Llegué a la conclusión de que esa frase es muy linda, pero hasta yo, que soy un iluso remedio, sé que un amor así de perfecto es fantasioso —replicó por fin—. Queramos o no, uno siempre va a tener cierto miedo al pensar cosas como estas: ¿me será fiel?, ¿se estará aburriendo de mí?, ¿me dejará?, ¿por qué ya no hablamos tanto como antes?, ¿podremos durar hasta el final de nuestros días?

«Yo siempre te sería fiel. Jamás me aburriría de ti. Nunca te dejaría. Siempre hablaría mucho contigo. Y sé que duraríamos para siempre si ambos trabajamos para ello», fue la respuesta de Ino a cada una de esos miedos. Los labios le quemaban por decírselo, pero se aguantó las ganas. Necesitaba más tiempo para saber que Sakura ya no tenía influencia en la vida de Naruto, que no sería como un fantasma que pusiera en riesgo una futura relación con él...

—Puede ser medio fantasioso, sí, pero qué lindo sería tener un amor que no te dé ni una pizca de miedo porque tienes una seguridad total en el otro. Sería «genialoso» y yo creo que eso, aunque difícil, sí puede existir —afirmó con una sonrisa amena.

—Me gusta que seas tan positiva —la felicitó mientras alzaba el pulgar—. Lo único que yo sé es que encontrar un amor fuerte y duradero es una verdadera bendición. Una que quizás yo nunca tenga...

—¿Pero cómo dices eso? —alegó decididamente—. Sé que más temprano que tarde serás feliz con alguien que te valore como el hombre increíble que eres.

Naruto rio de una forma que Ino nunca le escuchó antes. Era tenue pero jocosa al mismo tiempo. Si ella tuviera que definirla de algún modo, la llamaría una risa resignada.

—Sakura nunca pensó que yo fuese un hombre increíble, pero muchas gracias por decírmelo.

—Ella es una tonta. Y por eso mismo me alegro mucho de que ya la estés dejando atrás. —Quiso hacer una pausa para oír la respuesta de él, pero una curiosidad afloró en su mente y decidió lanzarla antes de que se le olvidara—. Por cierto una pregunta que me acaba de llegar... ¿Cuál fue el momento clave en que decidiste superar a Sakura?

—Dejé de perseguirla cuando me di cuenta de que incluso algo tan grande como el amor debe tener un límite. Se llama dignidad.

—Concuerdo totalmente —aprobó Ino sin necesidad de agregar más. Él ya lo había dicho todo.

—Cuando entendí eso seguí con mi vida, aunque siéndote sincero me costó mucho. De hecho, muchas veces me sentí débil porque me daban ganas de llorar ante la sola idea de tener que olvidarla. Fueron días muy duros para mí. Me sentía débil y eso me avergonzaba.

—No debiste sentir eso. Llorar por amor no te hace débil, sólo significa que amas de verdad y eso es valiosísimo. No cualquier persona tiene esa facultad.

—¿De verdad lo crees? —preguntó con un brillo iluminando sus zafiros de intenso azul.

—Lo creo con la fuerza de los siete mares.

Él sonrió de oreja a oreja.

—Ino, es tan grato conocer a alguien que es capaz de entender lo que se siente. En cambio mis amigos me decían que había millones de chicas mejores que Sakura, que me fijara en otra y santo remedio. Eran muy insensibles —recordó viejos tiempos con una curva nostálgica aflorando en sus labios. Lastimosamente muchos de ellos ya estaban muertos, Shikamaru Nara incluido.

—O aparentaban ser insensibles para verse fuertes. Es uno de los problemas del género masculino, ¿no?

—Es posible; nos guardamos muchas cosas para lucir machos aunque estemos destrozados por dentro. De hecho nunca había hablado de este tema de una forma tan abierta con nadie. Eres la primera persona que me entiende a fondo y te agradezco mucho eso. De hecho es como si supieras muchísimo acerca de esto.

—Es normal. Después de todo los dos compartimos la misma situación.

La frente de él necesitó comprimirse.

—¿Cuál? —atinó a preguntar ya que no comprendió del todo lo dicho por ella.

—Ambos nos enamoramos de alguien que no nos correspondió... —contó mirando hacia el horizonte marino, apareciendo sobre las olas la vaporosa imagen de Sasuke Uchiha.

Los orbes de él se abrieron bastante.

—¿Lo dices en serio? —necesitó confirmarlo. Le parecía inverosímil que alguien tuviera un gusto tan malo como para rechazar a la soldado. Yamanaka Ino, con sus destacadas virtudes y su indudable belleza, le parecía una mujer prácticamente irresistible.

—Es en serio —confirmó moviendo su cabeza a la vez que volvía a darle la mirada.

—¿Quién fue el tarado que no quiso corresponderte? ¿Es alguien que yo conozca?

A Ino le encantó el tono empleado por Naruto. Sonaba indignadísimo.

—¿No lo adivinas?

—Ni idea... —De repente abrió sus ojos y le llegó un escalofrío que le atravesó la médula y le llegó hasta el coxis—. Espera... no me digas que te enamoraste de... Es que no puede ser. Se me hace muy difícil de creer...

—Sé que se te hará muy sorprendente, pero así es.

—¿En serio te enamoraste de Chouji? —Pensó en aquel gordito con el que se habían hecho muy amigos durante los dos meses de asedio, añadiéndose también los otros dos meses de guerra convencional.

Ino casi se cayó de espalda. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantenerla en rectitud. Y si hubiera estado tomándose un café lo habría escupido de golpe.

—Chouji es como un hermano para mí y sé que yo significo lo mismo para él.

—¿Entonces de quién?

—¿De verdad no lo adivinas?

—De verdad que ni idea. ¿Es alguien que conozco, cierto?

—Sí, lo conoces, aunque no podría decir que ustedes dos son amigos precisamente... —Le dio la pista más obvia, quizás así Naruto por fin despabilaba.

Él llevó una mano a su mentón y, tras quemarse el cerebro pensando alrededor de un minuto, por fin halló la certera respuesta.

—Espera, ya lo tengo —dijo chasqueando sus dedos al estar ya muy seguro de acertar—. ¿Acaso es Sai? He visto que ustedes dos hablan mucho últimamente... —dijo con celos, mismos que Ino, lejos de interpretar con justicia, atribuyó a la desconfianza que muchos aún tenían sobre quien fue el soldado más leal a Danzo.

—No se trata de Sai, lo conozco hace poco de hecho. Él pertenecía a la división de asesinos ocultos de Raíz y yo soy líder de la Legión Relámpago, así que nunca coincidíamos. Y hemos hablado harto, es verdad, pero eso no significa que esté enamorada de él —necesitó aclararlo. No quería que Naruto tuviese una idea equivocada.

—Entonces quién puede ser... —musitó para sí mismo—. ¿Juugo tal vez? —Lanzó mientras se rascaba la cabeza como si fuera el hábitat de algunos piojos—. Él me cae bien, pero es muy introvertido.

Ino estuvo a punto de estrellarse una palma en la frente. Se aguantó las ganas a duras penas.

—No. A Juugo lo conozco hace varios años, pero sé muy poco de él porque es muy reservado con todos —explicó lo que saltaba a la vista—. Un mudo habla más que él —añadió graciosamente para luego continuar con lo importante—. El hombre del que me enamoré tiene el cabello negro y nunca se peina... —Pista más fácil no podía haber y sólo entonces Naruto pareció reaccionar plasmando un asombro total en su cara. Era despistado y mucho, pero hasta él tendría que darse cuenta de qué hombre era.

—Ahora mismo debo parecerte un tonto, pero es que se me hace muy difícil imaginar algo así. De veras.

—Es comprensible que así te suceda, no te preocupes.

—¿Entonces se trata de Sasuke Uchiha, verdad? —Le costó mucho soltar aquel nombre. Fue como si la lengua se le quemara sólo por pronunciarlo.

—Ya era hora de que acertaras —confirmó sonriente.

—Es cierto, debí sospecharlo desde un principio. Todavía me es difícil de creer, pero en el fondo es evidente. Siempre defendiste a Sasuke con un ahínco que sólo una enamorada podría tener.

—Seguramente. Aunque creo que una amiga también puede defender con uñas y dientes a un amigo, eh.

—En eso tienes razón —concordó enseguida, recordando como él defendió a Sakura cuando golpeó accidentalmente a Hinata—. ¿Pero cómo es posible que hayas podido enamorarte de alguien como él? ¿Por qué amar a alguien como el Uchiha?

La hermosa blonda comenzó a contarle la historia de cómo Sasuke la había salvado de ser violada y asesinada, explicándole como sus sentimientos, a través del tiempo, mutaron desde el agradecimiento hacia un profundo e inevitable amor.

—Si Sasuke no me ayudaba en ese momento, habría dejado este mundo de una forma realmente pavorosa. —Necesitó abrazarse por lo maléfico del recuerdo, enterrándose las uñas en los brazos de una forma casi espasmódica—. Me salvó arriesgando su pellejo a pesar de que yo le era una completa desconocida —dijo cerrando así su emotivo relato.

Naruto, quien estuvo muy atento a la narración que en ningún momento interrumpió, tragó profundo por todo lo que escuchó y por el tono tan sentido que Ino utilizó. Desvió su mirada hacia el mar, observando el sinuoso movimiento de las olas que morían contra la espumosa orilla. Lo confesado por Ino era probablemente lo que necesitaba para empatizar con Uchiha como nunca pudo antes.

—Ahora entiendo por qué le eres tan leal, cualquiera lo sería en un caso así —señaló tras deshacer la conmoción—. Nunca imaginé que Sasuke hiciese algo como eso porque siempre lo he visto como un demonio al que no le importa nadie, pero si Hinata se enamoró de él alguna razón tuvo. Si a Sakura le llegó a gustar por algo fue. Juugo también me contó que él lo liberó de la prisión en que Orochimaru lo tenía encerrado. Y si tú te enamoraste de él no tengo más remedio que aceptar que tiene cierta luz entre tanta oscuridad —concluyó con voz apagada. Era evidente que le resultaba decepcionante tener que deshacer la imagen diabólica que siempre le atribuyó a su archienemigo.

—Mi compañero ha cometido atrocidades, es cierto, y puede que no merezca perdón por las cosas que hizo, pero no fue él quien derramó la primera sangre. Por lo menos yo nunca vi que Sasuke le hiciera daño a alguien sin un buen motivo de por medio. Diciéndote esto no pretendo justificarlo, pero entiendo perfectamente el porqué de su venganza.

Naruto siguió hundiéndose en su gran decepción. Era muy frustrante darse cuenta de que ya nunca más podría verlo de la misma forma que antes. Ya no podría enquistarle con tanta fuerza esa vil aura de demonio sádico, de monstruo implacable, de ser infernal al que necesitaba matar por el bien de la humanidad.

—Lo que me pasó sólo se lo conté a una amiga llamada Karin, a Hinata, a mi papá y ahora a ti —interrumpió Ino los pensamientos de él—. De favor te pido que no se lo digas a nadie más. Es un secreto y algo que aún me duele recordar a pesar de que no alcanzó a concretarse lo peor.

—Por supuesto, Ino. Yo soy una tumba sellada e imposible de profanar —dijo mientras usaba sus dedos para echarse un cierre imaginario sobre los labios—. Lamento mucho lo que tuviste que vivir. Da muchísima rabia que existan tipejos así de malnacidos. A mí como hombre me da mucha vergüenza de género, si acaso se puede decir de esa forma.

—Esos eran más demonios que hombres. Lo bueno es que ya están bien muertos.

—Ojalá esos malditos engendros estén sufriendo en el infierno —aseveró convirtiendo su mano diestra en un puño muy apretado.

—Espero que así sea.

Ambos se tomaron muchos segundos para saborear el ondisonante oleaje. Ellos, al contrario del mar, permanecieron en total quietud.

—Ahora que sé lo que Uchiha hizo por ti —comentó tras el largo lapso—, puedo entender mucho mejor lo que sientes por él.

—Qué bueno que así sea. Como ves yo también he tenido que luchar para dejar atrás mi enamoramiento y, al igual que tú, también derramé lágrimas en secreto. —Hizo el gesto de quitarse algunas como un modo de ejemplificar lo dicho—. Con el tiempo me esforcé para ver a Sasuke solamente como un amigo, pero nunca lo logré del todo. Esa fue una de las razones por las que alenté a Hinata a que iniciara un noviazgo con él. De esa forma podría olvidar mi amor por él definitivamente.

—¿Y ha funcionado?

—Sí —dijo sin necesidad de cavilar—. Al principio me dolía saber que estaba con ella, pero ese dolor fue disminuyendo más y más a cada día que pasaba. De hecho estoy muy contenta por Sasuke y por Hinata. Ellos hacen una pareja lindísima.

—Es bueno que tu corazón esté sanando así de bien. Para mí el dolor que causa el amor es más fuerte que cualquier daño físico. Éste tarde o temprano se sana o cicatriza, pero las heridas del alma pueden permanecer por siempre.

Ino lo miró extrañada. Naruto podía ser un distraído, pero parecía entender muy bien todo lo referente a los sentimientos. A su juicio él era mucho más listo de lo que aparentaba.

—En todo caso para mí lo más doloroso fue cuando Sasuke inició algo con otra chica que tú no conoces. —Se refería a Karin—. Sé que para él fue algo sin mayor importancia, pero, aun así, verlos besándose me provocaba una quemazón en el pecho que apenas lograba disimular.

—Qué horrible —expresó de inmediato mientras arrugaba el entrecejo—. Tuvo que ser muy fuerte vivir eso.

—Lo fue.

—Por suerte yo jamás vi a Sakura besándose con otro, pero sé muy bien que eso también me habría calcinado el alma —dijo dando un hondo suspiro—. Lo que no me cabe en la cabeza es cómo diablos Sasuke se atrevió a hacer una tontería tan grande como rechazarte. Y luego ese sinvergüenza dice que yo soy el tarado —recriminó con llamativo enojo.

Ino sonrió contenta al verlo verdaderamente molesto. Si decía eso era porque él no la rechazaría, ¿verdad? ¿O sólo lo decía para subirle el ánimo?

—A Sasuke nunca le confesé lo que sentía.

El de pelo áureo pestañeó muchísima sorpresa.

—¿Y eso por qué?

—Él nunca mostró siquiera un mínimo de interés hacia mí. De hecho me trataba igual que a un hombre, de modo que para él sólo era un soldado bajo sus órdenes y nada más que eso. Si le decía que me enamoré de él sólo habría arruinado la relación de camaradería que forjamos.

—Me cuesta mucho entender que te tratara igual que a un hombre cuando es evidente que no lo eres —reprochó tal conducta como si tuviese a su archirrival enfrente—. En fin, supongo que jamás podré comprender a un tipo como él. Somos demasiado diferentes.

—Eso es verdad. Ustedes son como fuego y hielo, polos completamente opuestos.

Se hizo una necesaria pausa a fin de asimilar todo lo que se habían contado hasta ahora. Ella aprovechó de hacerse un trío de discretas trenzas; Naruto, en tanto, dejó caer su espalda contra la arena mientras sus brazos se cruzaban detrás de su cabeza a modo de almohada. Disfrutó con los ojos cerrados de los rayos del sol dándole calor a su piel, manteniéndose así durante un lapso prolongado.

—Oye, Ino... —anunció el lanzamiento de una pregunta. Esta vez sería el turno de él para saber si podía ir más allá con la soldado, de modo que volvió a erguir su espalda mientras su mirada azul se clavaba en la celeste—. Me dijiste que el dolor del amor no correspondido estaba sanando bien en ti... ¿Pero entonces qué sientes por Sasuke actualmente?

—El gran amor que tenía por él ya es cosa del pasado. Para mí siempre será una persona muy importante y el primer hombre al cual amé, pero, honestamente, ahora es sólo un amigo al que aprecio mucho.

—¿Y cómo lograste eso? —preguntó impactado—. Es muy difícil ser sólo amigo de alguien que amas. La amistad no puede calmar la pasión que uno lleva por dentro. Se sufre mucho, mucho de verdad. Por lo menos a mí me ha costado mucho ver a Sakura de esa forma.

—Quizás pude lograrlo porque conviví poco con Sasuke. Incluso en las campañas bélicas, salvo contadas excepciones, hablábamos lo estrictamente necesario. Siempre fue muy insociable, así que me resigné a ser nada más que una compañera de armas.

—Ya veo... —comentó sintiendo que su corazón se alegraba al punto de latir con más fuerza—. ¿Sabes algo, Ino? Es bueno encontrar a alguien que puede entender la frustración y el dolor que se siente que no te correspondan.

—Tal como lo dijiste antes, el primer amor siempre te marca de una forma o de otra. Es lógico que te entienda muy bien.

—¿Y crees que alguna vez se puede superar al primer amor? O más bien dicho —quiso corregir—, ¿a la sensación de que un amor quedó inconcluso porque ni siquiera empezó? A mí eso me llenó de frustración durante mucho tiempo y creo que, aun hoy en día, todavía siento un poco de eso.

Ino sonrió. En sus labios había resignación revuelta con esperanza.

—No somos los primeros ni seremos los últimos que tengan un primer amor no correspondido, pero, a modo de consuelo, creo que es mucho peor cuando tu primer amor te decepciona o te traiciona siéndote infiel. Eso sí debe ser más doloroso que lo nuestro.

—En eso tienes mucha razón. Hay cosas peores.

—Además tengo la seguridad de que tarde o temprano llegará la persona correcta para nosotros dos.

—¿De verdad lo crees? En ocasiones he oído que existe gente que sólo ama una vez en la vida. Y a veces tengo miedo de que yo sea una de esas personas... —dijo mientras le llegaba un extraño estremecimiento. No supo si fue sólo interno o también se notó exteriormente—. Por ejemplo mi maestro, Jiraiya, siempre me dijo que estuvo con muchas mujeres pero que solamente a una amó.

Ino guardó profuso silencio, puesto que lo dicho por Naruto lo ameritaba. Jamás se le había pensado por la cabeza la idea de seguir amando a Sasuke aunque ya estuviese con otro hombre, por lo cual necesitaba reflexionarlo con mayor dedicación. Era un asunto más complejo del que parecía y, precisamente por ello, su cerebro tuvo que invertir más energía para obtener una contestación bien hilvanada.

—Amar una sola vez en la vida suena muy bonito e idealista —inició por fin su argumentación—, pero creo que pocas personas tienen tanta suerte como para quedarse eternamente con el primer amor. Yo creo que para la mayoría de la gente, nosotros incluidos, el primer amor es una etapa más en la vida, una que se debe superar para poder volver a amar como antes. Tú muy bien lo dijiste antes: no podemos quedarnos pegados en lo que alguna vez sentimos, hay que seguir avanzando para encontrar a esa persona que permanecerá con nosotros por el resto de nuestros días. Y estoy convencida, de verdad que lo estoy, que a ambos nos espera algo muy bueno en el futuro, un amor que nos hará brillar como nunca antes imaginamos.

Metafóricamente hablando, Naruto quedó babeando. Le había encantado la respuesta de su amiga; era como si de un empellón le hubiera sacado todas las dudas de encima respecto a dos cosas: su capacidad de volver a enamorarse y el sentimiento que ella le provocaba, mismo que iba acrecentándose a cada día. Le gustaba cómo hablaba, cómo razonaba, cómo lucía, cómo sonreía, cómo echaba bromas. En realidad todo de ella le gustaba, cosa que con Sakura jamás le llegó a pasar pues le disgustaba que a veces fuera tan rabiosa. En cambio Ino también tenía su carácter, pero era más comprensiva.

—No sé qué decirte, salvo que tus palabras me han parecido excelentes —felicitó alegremente el varón—. Concuerdo contigo: para amar de nuevo, primero hay que abrirse a hacerlo. Nada obtengo pensando que nunca más sentiré por alguien lo que llegué a sentir por Sakura, así que voy a pensar positivo y creeré firmemente que el segundo amor será mucho mejor que el primero... ¡De veras!

A la Yamanaka le encantó verlo tan reanimado. Que Naruto estuviese así la ponía contenta a ella también.

—Es muy curioso que ambos hayamos vivido situaciones parecidas, ¿no te parece? —opinó ella sobre tal extrañeza.

—Por lo visto somos dos fracasos en el amor —contestó riéndose con ganas.

—Pero eso hace que empaticemos mucho con el otro, pues ambos hemos atravesado por lo mismo. Nos conecta aún más.

—Es cierto, de veras.

Ino, sintiendo que su cuerpo le pedía abandonar su estado de reposo, se levantó y comenzó a elongar despreocupadamente. Sin perder siquiera un ápice de equilibrio, levantó la pierna izquierda por encima de la cabeza con una facilidad alucinante y luego, alternando el pie de apoyo, hizo lo mismo con la pierna contraria. Al principio Naruto admiró esa tremenda elasticidad con ojos inocentes, pero luego tuvo que mirar hacia el mar para evitarse una seguidilla de pensamientos pervertidos.

—¿Te apetece trotar un poco más? —Lo invitó ella cuando concluyó su precalentamiento.

—¡Claro! —aceptó el varón poniéndose en pie de un grácil salto.

Reanudaron la competencia de resistencia, aunque esta vez no trotaron todo el tiempo uno al lado del otro. Por ejemplo, Ino gustaba de quedarse más atrás para disfrutar la visión que le ofrecía la espalda desnuda del Uzumaki. Era fornida, amplia, de hombros rectos, con omóplatos curtidos de tantas batallas y músculos que relucían en cada movimiento. «¿Realmente es una espalda humana? Más parece la de un dios», se dijo sin rubores de por medio, aunque, mantener mucho su rato su mirada ahí, sí que la ponía un tanto inquieta. ¿Tensión sexual, acaso?

Otras veces Naruto se quedaba atrás para darse un cambio de ritmo que aliviara sus pulmones y entonces se fijaba en el hermoso, brillante, y largo pelo rubio de la soldado, llamándole la atención como su cola de caballo, a cada zancada, se movía rítmicamente de un lado a otro como un péndulo. Su heterosexualidad, además, muchas veces le desvió la mirada hacia esos glúteos que seguían destacando a pesar de que sus pantalones no eran apretados.

En cuanto fueron más allá de la zona de dunas, Ino avistó a lo lejos algo que le llamó mucho la atención y que la hizo correr en lugar de trotar. Su objetivo era una linda, colorida y solitaria flor. Apenas llegó con éstas se agachó de tal modo que sus manos se posaron en sus rodillas y su columna adquirió una posición casi horizontal, causando que su trasero quedara en un primer plano espectacular. No lo había hecho a propósito, mas, cuando se dio cuenta de que sus nalgas iban a lucirse ante la mirada de Naruto, desechó la idea de enderezarse. Era una soldado feroz, pero ser coqueta formaba parte de su naturaleza femenina más íntima y tanto más si la «víctima» era aquel hombre que mucho le gustaba.

«Se te va a caer la baba», añadió juguetonamente en su mente mientras se inclinaba aún más.

—¿No te parece una lindura? —preguntó empleando un doble sentido clarísimo.

—Eh..., sí... —concordó el de pelo mostaza, aunque no estaba refiriéndose a la flor precisamente.

—No sé cómo ha podido nacer aquí. Es rarísimo que una de ellas pueda aguantar la salinidad del mar. ¿A qué se deberá?

Como al cabo de varios segundos no recibió respuesta, Ino giró discretamente su cabeza hacia Naruto. Los ojos azules no subieron lo suficientemente rápido y, por ello, alcanzó a captar que en éstos hubo un brillo de embobamiento e incluso de fascinación. Sus glúteos, en definitiva, habían conseguido el efecto esperado. Eso significaba que físicamente sentía atracción hacia ella, por lo menos de esa parte. Tal cosa la hizo sonreír internamente.

—Naruto, ¿estabas viendo la flor u otra cosa? —preguntó haciéndose la inocente. Quería ver cómo reaccionaba él ante su pregunta. ¿Le diría que no? ¿Se pondría rojo por la vergüenza? ¿Aceptaría que estaba viéndole la cola? ¿Le daría un educado halago?

—Perdóname, Ino, la verdad es que no me fijé en la flor sino en tu parte trasera... —admitió alzando su mirada azul hacia la celeste de ella—. No quería faltarte el respeto. Los ojos se me fueron solos, de veras —explicó a la vez que un notorio sonrojo le pintaba los carrillos.

A la Yamanaka le gustó mucho su honesta y educada reacción. ¡Si hasta le había dado innecesarias disculpas! En todo caso que Naruto fuese así de caballeroso no la sorprendió, lo que sí lo hizo fue verle un lado tímido que ella desconocía y que se le antojaba tan adorable como tierno. Él tenía un carácter tan seguro como el de un león y, aun así, era capaz de ruborizarse.

—No es nada malo para mí, así que no te preocupes —dijo sonriendo al tiempo que se erguía y colocaba su cuerpo de frente a él—. Las mujeres también somos mironas, sólo que lo disimulamos mucho mejor. Además sé que a un hombre no se le puede pedir que deje de ser hombre. Es normal e instintivo que miren aunque a veces se les pasa la mano y se vuelve incómodo, pero créeme que contigo jamás me sentiría de ese modo. Todo lo contrario, me siento muy bien a tu lado.

De repente necesitó desviar su celeste mirada mientras sus mejillas adquirían un inusitado calor. Casi no podía creerse que estuviera sonrojándose. ¿Hacía cuánto que no le pasaba eso? ¿Y hacía cuánto, también, que no sentía mariposas en el estómago?

—Gracias por ser tan comprensiva. Créeme que yo también me siento muy bien a tu lado —comentó un Naruto que comenzaba a ponerse nervioso, pero que quiso devolverle sus palabras.

Ambos, vergüenza por delante, miraban hacia cualquier cosa que no fuera los ojos del otro. Sin embargo, y como por arte de magia, los zafiros de distinta tonalidad volvieron a perderse en la profundidad de un afecto que iba acrecentándose a pasos agigantados. La química entre ellos emergía con una complicidad abrumadora, tanta que si Naruto tuviese más experiencia hubiere sabido que este era el momento preciso para decirle cuánto le gustaba y contarle la serie de cosas bonitas que comenzaba a sentir por ella. Sin embargo, no se le ocurrió mejor idea que arrojar lo siguiente:

—¿Está muy bonito el clima, verdad?

Ino parpadeó perplejidad.

—Eh... sí, para ser un día de invierno es un lindo día —contestó mientras se rascaba la base de su cola de caballo.

—¿Te parece si trotamos de regreso? —propuso él con voz ligeramente más aguda.

—Claro —aceptó enseguida, dándose cuenta de que Naruto no parecía ser un hombre atrevido en estas lides. ¿Tal vez ella no le gustaba lo suficiente? ¿O quizás la mujer tendría que tomar la iniciativa en esta ocasión? Generalmente así sucedía cuando un hombre era muy distraído, excesivamente caballeroso o más tímido de la cuenta. Y que el Uzumaki tuviera las dos primeras cualidades no la sorprendía en lo absoluto, pero sí que lo hacía descubrir que también parecía tener la última.

Mientras volvían al trote juntos, Naruto pensaba en qué hacer cuando se detuvieran. Lo cierto es que los rechazos de Sakura le habían generado algunas inseguridades respecto a su atractivo como hombre y por eso dudaba que una mujer como Ino, alguien tan linda, carismática e inteligente, pudiera fijarse en alguien tan diferente a Sasuke como él lo era. Los gustos de la guerrera debían ir hacia sujetos con el mismo perfil de su archirrival: fríos, ariscos, insociables, poco dados a sonreír y con un alto nivel de inteligencia. Hombres que eran todo lo contrario a él. Ahora que lo pensaba bien, bajo esos parámetros resultaba muy difícil que su persona le gustara a la Yamanaka. Más factible era que Sai lo hiciese.

El trote duró casi tanto como el anterior, de modo que esta vez se pusieron de acuerdo para finalizarlo en un empate. No valía la pena seguir desgastándose por sus orgullos cuando estaban a puertas de una batalla decisiva contra Danzo.

Se sentaron de frente al mar para darse un último descanso antes de tener que regresar a sus deberes militares. Esta vez fue Naruto quien se acercó a ella hasta que brazos y piernas se tocaron, intentando dejarle claro que le gustaba estar a su lado. La arquera agradeció en su interior aquel gesto.

—Ino, te puedo hacer una pregunta personal.

—Desde luego.

—¿A ti te gusta Sai?

Difícil pregunta que tenía una respuesta de igual cariz porque ambos le gustaban en aspectos distintos. Siendo totalmente sincera consigo misma tenía que aceptar lo siguiente: tanto Sai como Naruto la atraían y, por ende, la idea de estar con ellos al mismo tiempo le sonaba más que tentadora. Pero por un tema de evidente respeto y lealtad hacia la pareja, este mundo no estaba hecho para tener un romance con dos hombres a la vez sino con un solo.

¿Entonces a cuál prefería?

Sai tenía a su favor que, físicamente hablando, le era más lindo y sensual. Además su inteligencia destacaba y su avidez por descubrir a fondo los sentimientos humanos le parecía encantadora. Quería aprender de verdad, podía notarlo claramente. Aun así, su instinto le seguía diciendo que él estaba más interesado en follarla que en tener un romance serio; que continuaba viéndola como un objeto sexual más que como una persona a la cual querer. Y, pese a que tenía muy claro que la culpa no era de él sino del cruel desapego afectivo que le inculcaron en Raíz, ese daño psicológico, inevitablemente, le provocaba inseguridades muy difíciles de resolver. Le era imposible predecir cómo evolucionaría más adelante o tener siquiera una idea de qué y cuánto podría esperar de él. Sai era una completa incógnita, tanto así que verse compartiendo una vida juntos le resultaba un ejercicio de imaginación muy dificultoso.

¿Cómo poder proyectarse a futuro con un hombre casi estéril emocionalmente?

Con Naruto, en cambio, le sucedía todo lo contrario: visualizar una vida felizmente armónica y rellena de amor aparecía como algo que fluía de una manera tan fácil como natural. Él era alguien alegre, motivador, noble, entusiasta, resiliente... Un héroe de la vida real.

Tenía la total seguridad de que él jamás le haría daño de forma intencional y eso ya de por sí implicaba un tremendo valor. Con el de ojos azules sí podía verse formando una familia y ser felices hasta el fin de sus días. Era como si juntos provocaran una alquimia destinada al éxito total. Así lo sentía.

Para su gran sorpresa, el dilema terminó despejándose de una manera menos complicada de la que auguró en un principio. Eso sí, pensó en acomodar bien sus palabras antes de darle una respuesta a Naruto, pues decirle que tanto él como Sai le gustaban podría generarle una mala impresión respecto a ella y, en el peor de los casos, incluso descartarla como futura pareja. Pero justo cuando aplicaría tal idea, reculó y decidió arrojar toda la verdad pues el hombre a su lado se merecía eso y mucho más.

—Te seré completamente sincera —dijo tras dar un ruidoso suspiro—: Sai me parece un tipo interesante y misterioso, tiene cosas que me agradan y otras que no, pero si junto lo malo con lo bueno creo que lo último termina ganando. Sería una mentirosa si dijera que no me resulta atractivo. Me gusta hasta cierto punto.

—Ya veo...

—Sin embargo, hay otro hombre que me gusta más que Sai. Es una persona con la cual me encanta estar y que ha hecho que mis sentimientos se eleven hasta altitudes difíciles de alcanzar. —Le fue curioso que una soldado de élite como ella, una que ya había sido capaz de enfrentar a los guerreros más feroces que pudieran conocerse, Hidan y Sasuke incluidos entre ellos, pudiera sentir que la garganta se le apretaba y que el estómago se le revolvía sólo por hablar abiertamente del potente sentir que empezaba a germinar en su corazón—. Ese hombre me encanta porque es la persona más inspiradora que he conocido en este mundo, alguien a quien admiro mucho —añadió mirando directamente a Naruto, esperando que entendiera que estaba refiriéndose a su persona. Aun así, y a pesar de los nervios que ahora mismo la consumían, si él no era capaz de captarlo entonces no dudaría en decírselo de una forma todavía más clara.

Uzumaki solía ser un soberano despistado, pero su cerebro comenzó a esbozar la posibilidad de que ese hombre del que hablaba Ino fuera él. Eso hizo que sus latidos se aceleraran y que las manos empezaran a sudarle desde las yemas y las palmas. En todo caso aún tenía dudas; ¿quizás la soldado hablaba de alguien más y él sólo estaba malinterpretando las cosas? No quería pasar por el sufrimiento del rechazo otra vez, pero Ino parecía estar dándole indicios concretos de que le correspondería. Sakura jamás hizo eso y aun así se arrojó un montón de veces a conquistarla... ¿Acaso Ino no se merecía lo mismo? ¿Acaso no valía la pena luchar mucho más por ella que por Sakura?

—Oye, me gustaría pedirte un consejo... —anunció Naruto tras ingerir un cúmulo de saliva.

—¿Un consejo? —dijo sorprendida.

—Sí, es que tengo un problema.

—Pues dime de qué se trata. Yo estaré encantada de ayudarte.

—Lo que pasa es que últimamente conocí a una mujer que me interesa mucho, una que de verdad me encanta porque tiene muchas virtudes, pero por eso mismo dudo que ella se fije en mí. Además, creo que esa chica tan especial se merece a un hombre que esté comprometido al cien por ciento con ella y no alguien que aún no puede olvidar del todo a su primer amor. Quiera o no, Sakura aún tiene una pequeña porción de mi corazón entre sus manos. ¿Crees que debería decirle lo que siento de todos modos?

La hija de Inoichi quedó intrigada. ¿Naruto se estaba refiriendo a ella misma o a otra persona? Quería pensar que la primera alternativa era la correcta, pero la frase «tiene muchas virtudes» la hizo dudar. No se consideraba una chica virtuosa, por lo menos no del modo tradicional que solían exigir los hombres. Con suerte sabía cocinar algunas cosas básicas, su carácter fuerte intimidaba o molestaba a muchos, tejer no sabía y su forma de hablar no es que exudara la delicadeza de una dama.

«En fin. No quiero devanarme la cabeza dudando, así que daré mi consejo como si pudiera aplicarse a mí o a otra mujer».

—¿Sabes? Yo creo que esa chica entendería que el primer amor no es fácil de olvidar, por eso no va a sentirse ofendida de que aún sientas algunas cosas por Sakura.

—¿En serio?

La fémina asintió de manera muy firme.

—Dudo mucho que eso vaya a molestarle. Es más: si esa chica ya es tan especial para ti, entonces te ayudará a olvidarte de Sakura para siempre.

—¿Lo crees de veras?

—De veras —contestó usando la misma muletilla de Naruto con una bella sonrisa.

El retoño de Kushina sonrió ampliamente. Necesitaba urgentemente esa respuesta.

—Eso es bueno, pero con la mala suerte que tengo dudo mucho que ella me corresponda... —dijo recordando las múltiples ocasiones que había visto a Ino con Sai.

—Sea quien sea, yo pienso que esa mujer de la que hablas también está muy interesada en ti. Sólo Sakura es incapaz de valorar como corresponde a un hombre tan especial como tú. —A lo dicho, sintió que su corazón empezaba a darle brincos en el pecho.

—Se nota que eres una buena amiga, Ino. Muchas gracias por el consuelo.

—No es un consuelo sino la absoluta verdad. Eres un hombre muy valioso y, por eso mismo, es muy probable que esa chica que te gusta corresponderá tus sentimientos —arguyó deseando con todas sus fuerzas ser ella la afortunada.

—¿De veras? —atinó a preguntar tras parpadear sorpresa.

—De veras —contestó sonriéndole.

Naruto, mientras un semblante más alegre se apoderaba de él, miró hacia una nube del horizonte cuya forma le recordó el rostro de Sakura. Curiosamente, nunca tuvo problemas en declararse a la pelirrosa una y otra vez, pero, por alguna extraña razón, realizar lo mismo con Ino le hacía sentir que el estómago se le inflamaba y que el cerebro se le achicaba. Para aplacar sus nervios inhaló de un modo muy profundo, dando la impresión de que se disponía a bucear hasta llegar al fondo marino. De hecho, una ballena lo habría felicitado por acumular tanto aire en sus pulmones siendo apenas un simple humano.

—Oye, Ino, me gustaría decirte algo muy importante... —anunció el de mejillas marcadas, mismas que empezaban a colorearse un poco.

—¿Tiene que ver con la chica que te gusta?

Él sintió que sus labios estaban resecos, así que produjo un poco de saliva que su lengua utilizó para rehumedecerlos. Seguía nervioso.

—Sí. Lo que quiero decir es que...

Ella no alcanzó a saber lo que Uzumaki iba a contar, pues lo interrumpió poniéndole la mano en la boca hasta el punto de casi sellársela herméticamente. ¿Él se confesaría? ¿O le diría que le gustaba otra chica? Fuese cual fuese la respuesta, Ino «necesitaba» con todas sus fuerzas ser la persona que se declarara. Con Sasuke jamás lo hizo y quería sacarse de encima esa espina que cargó por muchos años, demostrarse a sí misma que no fue por tenerle miedo al rechazo.

—Naruto... —susurró su nombre como si tuviera el más dulce de los sabores—. Hace poco me dijiste que somos dos fracasados en el amor... ¿No crees que juntos podemos convertir ese fracaso en una victoria?

«¿Acaso te refieres a...?»

El de pelo mostaza no pudo continuar su frase mental porque no podía creérselo. Trató de responder algo, pero la mano de Ino prohibió sus palabras. Por lo visto ella aún no terminaba de hablar.

—Sí, Uzumaki Naruto, tú me gustas mucho —confirmó ella ante esos ojos que gritaban incredulidad, dispuesta a seguir saltando el precipicio que separaba su alma de la de él—. Eres alguien que me inspira una serie de cosas muy bonitas, admiración inclusive, tanta que estoy segura de que este mundo sería muchísimo mejor si hubiese más gente como tú. —Quiso sentenciar lo dicho dándole un apasionado beso en este mismo instante, pero no quería pecar de irrespetuosa. Él todavía tenía que asimilar lo que sucedía, de modo que remataría su declaración con más palabras rellenas de emoción—. No sé si te pasa lo mismo, pero yo siento que muchas cosas nos conectan de una manera fuerte, que una relación seria podría funcionar, que algo trascendente y muy genial podría nacer entre nosotros.

No le fue difícil hacerle saber sus sentimientos, las palabras emergiendo de una forma tan natural que a ella misma le sorprendió. Y es que con él sentía una confianza a toda prueba; sentía, de verdad que así era, que él jamás le haría daño ni siquiera estando bajo amenaza de muerte.

¿Cuál era la razón?

Simple y llanamente porque Naruto era un hombre extraordinario; una persona virtuosa que servía como un ejemplo a seguir; un héroe que inspiraba a todos los que lo rodeaban.

Muy emocionada, la florista quitó por fin su mano de la boca de él. Trató de leer su mirada azul y su lenguaje facial. A su juicio ambas cosas le decían que sí había un interés mutuo, que él también deseaba algo serio con ella...

Y ansió con toda su alma que tal presagio estuviese en lo cierto.

—Yo no sé qué decirte, Ino... —dijo tras una montonera de segundos y como si le hubieran robado el aliento. Su rostro además estaba sonrojado, cosa rara en él—. ¿En serio un tonto y feo como yo le puede gustar a una chica tan linda como tú?

Las facciones de ella reflejaron diáfana extrañeza.

—Bueno, quizá no seas el hombre más inteligente del mundo —admitió lo evidente—, pero eso lo compensas siendo muy ocurrente, simpático, noble, valiente, determinado. Todo eso de ti me encanta... —De repente tuvo la nerviosa impresión de que se le iban a caer los pantalones, por lo cual necesitó ajustarse más el cinturón—. Y sobre lo de que eres feo... ¿de dónde diablos sacaste esa tontería? Eres muy guapo.

—Sakura me dijo varias veces que las marcas de mi cara me afeaban. Y no la culpo, sé que son muy raras.

—Pues para mí eres lindo. Y estoy segura de que el noventa y nueve por ciento de las chicas con ojos opinarían lo mismo que yo.

Dejando al asombro atrás, Naruto atinó a responderle con una oportuna y dulce sonrisa. La afirmación de Ino surgió con tanta seguridad que, aun sin estar del todo de acuerdo, ponerla en entredicho era una misión difícil.

—Aceptaré tus palabras, Ino, pero sigo creyendo que aquí sólo hay una persona realmente linda y llena de virtudes: tú. Cualquier hombre se volvería loco por ti, de veras.

Ino se volvió ruborosa como pocas veces, aunque, más que por las palabras en sí, fue por el tremendo brillo de honestidad que reflejaba el semblante varonil.

—Muchas gracias por tu cumplido... —dijo con voz tan titubeante como avergonzada. Su mirada estaba gacha, aunque volvió a alzarla antes de hablarle otra vez—. ¿Pero qué me dices? ¿Te gustaría que seamos novios? ¿O crees que sería mejor esperar hasta después de la guerra?

Los sentidos de Naruto se abstrajeron de todo lo que no fuera Ino Yamanaka, sintiendo que su corazón estaba más vivo que nunca. Que, de algún modo, ya no palpitaba amargura por los cinco años de nefasta guerra sino una exótica y entrañable felicidad. Esos luceros celestes que lo miraban como alguien muy preciado se alzaron como el cielo más bello de la primavera, recordándole que otros ojos que tenían el color del jade jamás lo hicieron sentir así: estimado, querido, valorado.

Aun así...

—Ino, tú me pareces una chica increíble, linda, fuerte, inteligente, graciosa, carismática... Eres simplemente perfecta. Me encantaría ser tu novio, pero, aunque te parezca tonto, sigo pensando que tú te mereces a un hombre que pueda entregarse al cien por ciento a ti. Alguien como tú no puede tener menos que eso y ahora mismo yo no podría darte todo de mí. No te sería justo. Por eso creo que, para poder estar contigo como debe ser, primero tengo que arrancarme del alma los últimos rastros de Sakura o podría hacerte daño. Y si eso sucede nunca me lo perdonaría.

Contrario a lo que pudiera pensarse tal réplica no decepcionó a Ino, sino todo lo contrario: le confirmó que Naruto era el hombre correcto. ¿Si no lo era por qué sentía que sus ojos estaban humedeciéndose? ¿Si no lo fuera por qué estaba tan conmovida con sus palabras? ¿Si fuese el equivocado por qué sentía que el corazón se le desbocaba como un corcel galopando a toda velocidad? Sai era más lindo y más inteligente, pero, como él mismo se lo dijo, su intención principal era llevarla a la cama. El rubio, en cambio, la veía como una mujer a la cual cuidar en lugar de un objeto sexual. Esa nobleza la impresionaba mucho más que cualquier cualidad que tuviese el castaño oscuro.

Como la arquera se perdió en sus pensamientos, Uzumaki se decidió a retomar la palabra.

—Mi código de guerrero siempre ha sido el de proteger al inocente y, con mayor razón aún, el de proteger a mis seres queridos. Tú ya estás entre esas personas, Ino —aseguró solemnemente, temblor de voz mediante—. Si ahora mismo estamos juntos quizás pueda hacerte daño, pero si me das un poco más de tiempo sé que al final dejaré a Sakura completamente atrás. Estoy segurísimo de que entonces podré dedicarme entero a ti como debe ser. —Suspiró con sonriente ilusión—. ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo acerca de esperar?

—Por supuesto que no es algo tonto si eso es lo que sientes —apoyó de manera muy firme—. Te entiendo perfectamente y estoy de acuerdo en que debemos estar juntos cuando estés completamente listo para ello. Iremos paso a paso para que ninguno de los dos termine sufriendo.

—¿Entonces no te molesta esperarme un poco más? —dijo sorprendido con su reacción. No esperaba que Ino se lo tomara de una forma tan comprensiva, mas le encantó que así fuese.

—¿Molestarme? Todo lo contrario, te doy muchas gracias por preocuparte por mí. Ahí se nota que eres alguien muy bueno e íntegro...

Naruto sintió como sus mejillas se acaloraban.

—Sólo trato de hacer lo correcto, nada más que eso. Y creo que cualquier hombre con dos dedos de frente actuaría igual.

—Y además eres modesto, amor mío —bromeó sonriendo con gran alegría, misma que sus ojos zarcos también demostraron.

El varón, invadido por una timidez colosal, se preguntó si su corazón podría derretirse porque, de seguir así, eso es lo que terminaría pasando.

—Ya hablando en serio... —precisó la pelilarga, retomando un talante que le hacía honor a lo dicho—, entonces tú te sacarás de encima lo que aún sientes por Sakura y yo me alejaré de Sai paulatinamente para hacerle entender que mi única elección eres tú. Si todo va tal como lo planeamos estaremos juntos después de la guerra.

—Me parece perfecto, ¡de veras!

Ino se acercó con su meñique estirado a modo de sellar lo dicho como una promesa. Naruto, con una sonrisa de por medio, no dudó en enlazar su dedo al de ella.

—De todos modos si después de la guerra aún sientes algo por Sakura a mí no me importaría. Estoy segura de que yo puedo hacer que la olvides para siempre —dijo repleta de reluciente confianza.

—Y yo creo que tienes razón, Ino, porque me encanta tu forma de ser. —Se atrevió a decir con menos vergüenza que antes.

—Y a mí la tuya. Por eso mismo creo que ambos seríamos muy felices juntos. Yo me esforzaría para que lo fueras porque me pareces un hombre extraordinario e inspirador de cosas buenas, uno de esos a los que cuesta mucho encontrar y que, si los encuentras, ya están ocupados por otra mujer.

—No creo que yo sea para tanto, incluso me cuesta imaginar que yo esté a la altura de una mujer tan genial como tú, pero muchas gracias por tenerme tan bien considerado.

—Te lo has ganado.

—Debo advertirte, eso sí, que tengo muchos defectos: soy terco como mula, muy llevado a mis ideas, medio impulsivo..., pero juro que cuando me entrego lo hago con todo lo que tengo.

—Yo tampoco te ocultaré ninguno de mis defectos, pero creo que mis virtudes los compensan de sobra. Modestia aparte, creo que valgo mucho la pena.

—No tengo ninguna duda de eso.

Ino curvó sus labios y él apreció aquella sonrisa con ojos maravillados. Ella era líndisima desde la punta de sus cabellos hasta el último dedo del pie. Pensando en ello, recordó algo que ahora mismo le contaría a la florista, espadachín, espía y arquera.

—Mira, ¿te cuento algo de todo corazón?

—Claro.

—Para mí Sakura siempre fue el ejemplo máximo de belleza, pero la primera vez que te vi entendí que ese lugar lo ocuparías tú. Eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos y después, al conocerte, me di cuenta de cuán valiosa eres como persona.

Ino ingirió saliva al sentirse tímida. Esa era una cualidad casi inexistente en ella, pero Naruto la hacía sentir avergonzada y en las nubes al mismo tiempo. Otros hombres ya la habían halagado con mucha efusividad, pero los ojos brillantes de él, la sonrisa en su rostro, la manera en que la miraba, simplemente la derritió.

—Gracias... —musitó con voz apenas audible.

De repente ambos sintieron que ya habían hablado demasiado; que, pese a lo acordado hacía tan poco, era hora de tomar acción. Había que sellar la promesa de estar juntos de otro modo. No jalándose el dedo meñique sino de otra forma mucho más deliciosa. Eso era lo que sus ansiosas bocas exigían. La tensión sexual se acrecentaba entre ellos, sus cuerpos adquiriendo un flujo de sangre efervescente y sus miradas capturando el reflejo más luminoso de sus almas. Necesitaban besarse ahora mismo, conocer el sabor del otro a fin de memorizarlo eternamente.

—Ahora mismo tengo muchas ganas de besarte... —confesó ella superando a la vergüenza que estaba abordándola. No sabía si le estaba avisando de que lo haría o si estaba pidiéndole permiso para hacerlo.

—Esto... me encantaría, pero sé que te decepcionaré porque yo jamás he dado un beso. Dudo que lo haga bien.

Ahora sí que Ino abrió muchísimo sus ojos. El estado atónito en que se sumergió, logró anular al deseo.

—Perdona si te parezco una entrometida..., ¿pero eso también quiere decir que eres virgen aún? —dedujo por lógica. Era altamente probable que alguien que nunca había besado lo continuara siendo.

—Sé que es raro a mis veinte años, pero soy más puro que un ángel eunuco —dijo riéndose animadamente.

Ino pestañeó todavía más asombro. Según sabía ser virgen en la veintena era prácticamente una deshonra para un varón, una prueba de su poca hombría, pero a Naruto incluso le parecía gracioso. En serio que ese hombre nunca dejaría de sorprenderla.

—¿Y eso por qué? ¿Demasiado ocupado con la guerra de los cinco años?

—Bueno, la verdad es que en ese sentido creo que pienso como mujer —dijo encogiéndose de hombros. Las pupilas de Ino, como acto reflejo, se expandieron y contrajeron sucesivamente—. Quizás te suene medio marica, pero no me gustaría coger sólo por placer sino por amor. Y es que para mí el sexo también significa entregar una parte de mi alma a la chica con la que esté. Por eso no me gustaría hacerlo con cualquiera. Quiero que sea algo inolvidable, significativo, ¿me entiendes?

—Claro que lo entiendo —dijo moviendo su cabeza afirmativamente de modo inconsciente.

—Supongo que soy más tonto y emocional que el resto de hombres, pero no me avergüenzo. Hay cosas mucho peores que ser un iluso idealista.

—Pues yo encuentro maravilloso que pienses así; eso te hace distinto, especial. Deben ser poquísimos los hombres que piensen como tú, o por lo menos yo nunca había conocido a ninguno antes. Además, y aunque no lo creas, yo también soy virgen porque tengo la misma perspectiva que tú.

—Desde luego que te creo completamente. Las mujeres suelen ser más cuidadosas con eso porque, por regla general, les es muy significativo.

—Sí, para mí lo es por lo menos. Tal como tú, tampoco me gustaría hacerlo con cualquiera. He besado antes, pero la virginidad sigue siendo un tema muy valioso para mí.

—Pues yo pensé que te ibas a burlar de mí por ser tan cursi.

—Para nada —enfatizó renegando con su cabeza—. Es una decisión muy respetable sin importar el género. No por ser hombre significa que no puedas esperar a la persona adecuada. También tienes ese derecho —le dijo sonriendo al llegarle una idea que se le incrustó en la mente cual diamante en un anillo, misma idea que expresaría abiertamente a pesar de que podría resultar vergonzosamente comprometedora, empero, Naruto le generaba una confianza única—. Si esto avanza como ambos esperamos pienso que sería muy lindo perder la virginidad juntos. Sería algo demasiado tierno y excitante a la vez...

De un sopetón Naruto se puso más rojo que un tomate maduro. Ino, tomando conciencia de que se le había ido la mano con la sinceridad, hasta inventó un nuevo color en su rostro.

—Por favor olvida lo que dije. —En señal de negación, necesito mover sus manos por delante efusivamente—. ¡Qué vergüenza! —exclamó tapándose la cara con las palmas mientras sus hombros se movían alternativamente.

A Naruto le gustó mucho que Ino, pese a esa gran seguridad que solía emanar de su semblante, también tuviera su lado tímido. A su parecer eso la hacía aún más adorable.

—Como soy inexperto no estoy seguro de que pudiera hacerte gozar en tu primera vez. —Rascándose la nuca, y todavía con un brillante sonrojo en su cara, decidió proseguir el tema intentando dejar pudores patéticos de lado. Después de todo ya no eran niños sino adultos que tras, tantas desgracias, habían madurado anticipadamente.

La florista clavó sus bellos ojos celestes en los de él. La forma calmada y segura en que él le habló, logró aquietar su ataque de vergüenza por completo. Curiosamente, reflexionó lo mismo que su compañero: eran adultos que podían hablar sobre temas de índole íntima con madurez y sin tapujos.

—Bueno —carraspeó antes de continuar—, un hombre experto en fornicar tiene ventaja en dar placer, pero el hecho de entregarnos mutuamente y de aprender juntos a hacerlo se me hace algo mucho más significativo y valioso.

«De hecho me suena mucho más tentador que hacerlo con Sai», se dijo a sí misma, esta vez teniendo la precaución de ser más reservada para no ofender a quien tenía enfrente.

—¿Lo dices en serio?

—Totalmente.

Nuevamente la química se hizo absoluta entre ellos, causando que los dos se olvidasen por completo del mundo que los rodeaba. Del mar incluso podría salir una morsa dispuesta a convertirlos en su almuerzo y ellos no la habrían notado. Y eso, tomando en cuenta que eran guerreros que solían mantener un estado de alerta constante, era simplemente increíble.

—Ino... —tambaleó su voz a pesar de lo corto que era tal nombre—. Ojalá que la guerra termine pronto para que me enseñes a besar...

Le encantaría aprender porque

—Y a mí... me encantaría enseñarte ahora mismo... —aseguró ella con una ternura despampanante.

Le fue curioso: ya había besado a varios hombres que engatusó durante sus misiones de espionaje, pero ahora mismo se sentía extrañamente nerviosa, tal como si fuese la primera vez que daría un beso.

—Hazlo entonces por favor...

«Hazlo porque este lugar tan bonito es ideal para besarnos por primera vez, un sitio mágico que permanecerá por siempre en mi memoria. Hazlo porque siempre pensé que mi primer beso le pertenecería a Sakura, pero tengo la certeza de que contigo será muchísimo mejor. Hazlo porque eres tan única y especial que, incluso si fueras mi enemiga todavía, moriría feliz siendo asesinado por ti».

Lidiando contra los nervios, y a sabiendas de que en esto ella debía tomar la iniciativa, acercó su rostro al de él hasta quedar a tan solo un par de centímetros. Sus narices hicieron contacto al igual que sus respiraciones alterándose alrededor de ellos, captando las fragancias agradables que despedían sus cuerpos aún cubiertos por límpido sudor. Naruto sintió como saliva se le acumulaba y la tragó sin hacer ruido. Su boca se entreabrió dispuesta a recibir a la de la fémina, ambos mirándose atentamente hasta que cerraron los ojos prestos a unir sus labios bajo el alero de la delicia.

Lo que ninguno de los dos sabía era que a lo lejos, y lanzada sobre la arena para pasar desapercibida, una pelirrosa los estaba observando desde hacía un buen rato. Quería pedirle a Naruto que retomaran el entrenamiento, cosa que habían dejado de lado por culpa de las contingencias bélicas. Lo que no se esperaba era que él y la blonda estuvieran tan juntos el uno del otro y, por lo que podía apreciarse desde su perspectiva, a míseros segundos de darse un beso. Sinceramente nunca pensó que su amigo caería en los brazos del romance estando en plena guerra, pero, por lo visto, el innegable atractivo de Ino corrompió esa premisa que el blondo había arrojado más de una vez...

¿El terrible pinchazo que ahora mismo sentía en su pecho eran celos, verdad? Tenía que ser eso porque de otro modo no podría explicarse ese dolor punzante que la estaba sofocando. Se llevó las dos manos, una sobre otra, hacia el sitio adolorido. Trató de aquietar a su corazón desbocado, pero éste no quería hacerle caso alguno. De repente su boca necesitó abrirse para jalar más aire hacia los pulmones, mismos que parecían habérsele achicado a la mitad de su tamaño.

Incapaz de aquietarse e incapaz de seguir mirando esa complicidad que la hería, alzó su mirada hacia el cielo mientras sentía que ganas de llorar acudían a ella. ¿Por qué? ¿Acaso ahora sí sentía amor por Naruto? ¿O era tan solo el capricho de ver que perdía a ese hombre que siempre la persiguió una y otra vez?

—Dudo que un capricho me haga doler tanto el pecho, dudo que uno pueda sentirse tan hiriente... —Sus dedos se engarfiaron justo entre la mitad de sus modestos senos.

En un arrebato, uno digno de su temperamento impulsivo, cerró el puño y comenzó a correr hacia ellos dispuesta a detener lo que estaba a punto de acontecer. Incluso tuvo ganas de darle una miríada de puñetazos a Ino, molerle la cara hasta afeársela para siempre. No sabía qué tal era la blonda en combate cuerpo a cuerpo, de seguro era muy buena, pero aun así le gustaría desafiarla de todos modos. Aunque perdiese por paliza contra ella, por lo menos se llevaría de regalo un par de fuertes golpes suyos.

De súbito su acelerada carrera se detuvo y, como si hubiese perdido todas sus fuerzas de raíz, se dejó caer de rodillas al suelo. ¿Qué excusa podía emplear para detenerlos? «No la beses, Naruto, no lo hagas porque justo ahora me di cuenta que te amo». «No la beses porque me muero de celos a pesar de que siempre te rechacé». «No la beses porque yo te merezco más que ella».

—Siempre he sido una egoísta... —Se criticó a través de un susurro mientras se apretaba los nudillos de la zurda con la mano contraria—. Esta es la oportunidad que tiene Naruto para ser feliz y yo sólo pienso en quitársela. —Bajó su mirada hacia el piso a la vez que miraba como sus manos, ahora abiertas en lugar de cerradas, se hundían en la arena hasta desaparecer—. ¿Ya desperdicié mi oportunidad, verdad? Yo no me merezco estar con él después de todas las cosas que le hice...

«Pero el amor no se trata de merecimientos sino de sentimientos», le dijo la otra criatura que habitaba en su mente. «Él siempre te amó y nunca es tarde para corresponderle. Tú eres la mujer de su vida, siempre lo has sido».

—Si eso fuera cierto no estaría a punto de besar a Ino —le respondió a su alter-ego mental. Luego, mientras miraba la escena que tanto la lastimaba, suspiró sonoramente—. No tiene sentido que trate de interponerme a estas alturas. No sería justo para él. Me duele mucho, pero, para bien o para mal, ahora soy mucho más madura que antes. Tengo que demostrar esa madurez dejándolo ser feliz. Él se lo merece más que nadie en este mundo.

Dicho esto, se giró dispuesta a marcharse con algunas lágrimas burbujeando en sus ojos, pero justo entonces notó la cabalgata de alguien más que se dirigía hacia los dos rubios de distinto tono.

—¿Acaso es... Sai...?

En efecto, no sería Sakura quien interrumpiría el beso sino el recién mentado, quien apresuró a su caballo pinchándole las espuelas. En la lejanía los que se iban a besar tuvieron que interrumpir aquel acto ante la vehemencia del recién llegado. El frenazo que pegó el corcel incluso les lanzó arena a ambos.

—Comandante Yamanaka —habló fríamente el castaño, su rostro sin demostrar emoción alguna—, en el sector cuatro se han visto patrullas de Danzo. Esperamos sus órdenes.

Ino se quitó la arena de encima, cerró los ojos y se masajeó los párpados como si tuviese la vista muy cansada. De su semblante podía deducirse que sentía un gran fastidio.

—Sai, ¿no podías hacerte cargo de eso sin tener que consultarme?

—Ya di mis órdenes, pero los soldados quieren que los guies en persona.

Una mueca de decepción se clavó firmemente en el rostro de Ino, obligándola, de paso, a dar un sonoro suspiro. Tendría que explicarle a Sai, lo antes posible para no ilusionarlo, que Naruto era el hombre con el cual deseaba estar. ¿Cómo se tomaría eso el de Raíz? Antes habría jurado de pies juntillas que a él le daría lo mismo, pero debía reconocer que actualmente se comportaba de un modo menos frío. Su sonrisa falsa también había quedado atrás, cambiándola por una más humana. Aun así dudaba mucho que Sai estuviese realmente interesado en ella, por ende no creía lastimarlo con su decisión.

«Ojalá así suceda».

—Bueno, Naruto, el deber me llama. La lección quedará pendiente para otro día.

—Cuídate mucho, Ino. Y mil gracias por la conversación tan agradable.

La espía se subió al caballo por detrás de Sai y lo agarró de la cintura. El jinete le echó una mirada que Naruto percibió como asesina. No sabía de líos de faldas salvo por historias de ciertos compañeros, pero al parecer estaba a punto de vivir algo así en carne propia. Ese rostro era impersonal, pero si esos ojos no portaban un brillo de muerte entonces juraría que su apellido era Uchiha en vez de Uzumaki.

Entretanto Sakura, testigo de lo acontecido, volvió a reflotar la disyuntiva que parecía haber resuelto. ¿Era válido luchar por transformar a su amigo en algo más? ¿O era preferible retirarse porque ya era demasiado tarde?

—Por lo que veo quizás no todo esté perdido...

«¿Crees que podríamos ser una pareja feliz, Naruto?»


Para sorpresa de pocos, Kisame se había unido a la rebelión. Y para sorpresa de muchos, Sasori también lo hizo. Respecto al famoso tiburón, Ino y Sasuke lo convencieron de unirse a la lucha contra el rey gracias a una profunda conversación en que vengar a Itachi saltó a la palestra como la razón principal. En cambio las verdaderas motivaciones del escorpión estaban envueltas en un aura de misterio, pero eso poco importaba si eso significaba no tenerlo como enemigo.

La principal ventaja de tener a Kisame como aliado fue que, al ser el mejor almirante de los mares, prácticamente toda la flota del reino pasó a formar parte de la rebelión gracias a la lealtad que le tenían los infantes de marina. El problema era que esto no era tan útil como pudiera imaginarse, ya que desembarcar sobre los dos puertos de la capital resultaba imposible por culpa de las múltiples catapultas y balistas allí dispuestas. Intentarlo sólo habría sido un malgasto injustificado de hombres.

Tal coyuntura hizo que Hoshigaki ideara otro plan tan genial como arriesgado: atravesar el mar, atacar a Pain en su propio continente e impedir, por el máximo tiempo posible, que su invasión zarpara. Dar el primer golpe retrasaría lo suficiente a la armada del dios.

La peligrosa misión había salido a la perfección: mientras Pain se ocupaba conquistando a la última nación del otro continente, Kisame, Sasori, y el resto de hombres, se entretuvieron quemando muchas naves estacionadas y rompiendo los remos de otras tantas. Así habían conseguido retrasar la colosal invasión, aunque dos meses después la armada enemiga, ya muy bien repuesta, marchaba hacia el reino de Danzo como inexorable destino.

Incapaz de enfrentar a una fuerza tan enorme, el tiburón tuvo que emplear una guerra de guerrillas en altamar, propinando ataques furtivos de constantes idas y retiradas a fin de retrasar la invasión el máximo tiempo posible. Él y sus hombres se habían convertido en molestos zorros que, de ser desdeñados, podían cazar a varias gallinas. Así, las escaramuzas consiguieron retrasar algunos días más la invasión. Sin embargo, la flota del dios ya estaba muy próxima a la costa continental y, por ende, la hora del enfrentamiento final estaba más cerca que nunca.

Justo ahora, las galeras de Kisame estaban ancladas en el golfo de la isla rebelde que antes intentó someter en nombre del rey Danzo. El almirante de la flota se hallaba disfrutando relajadamente de su hamaca, misma que, gracias al sinuoso mar, se mecía una y otra vez sin necesidad de impulso alguno. Le encantaba esa sensación de balanceo como de cuna, quizás una forma de evocar algo que de niño nunca pudo disfrutar. Mientras tanto, su espada Samehada descansaba contra el mástil más cercano y, pese a los bamboleos, apenas se movía gracias a lo pesada que era.

Unos cuatro metros más allá dos pequeñas marionetas se movían como si tuviesen vida propia, cosa que causaba dosis de temor en los infantes de marina que veían el espeluznante espectáculo. Aquello no era asunto baladí pues tales sujetos eran muy diestros en el combate naval, especialmente entrenados para obtener el éxito en los abordajes y los desembarcos en territorio enemigo. Que sintieran algo como el miedo era prácticamente fantasioso, pero ver como Sasori movía sus títeres de una manera tan hábil en medio de tanto vaivén les resultaba estremecedor. Muchos rumoreaban que el escorpión capturaba almas y las encerraba en esas figuras de aserrín y madera a través de algún tipo de brujería. Seguramente muchos lo habrían acusado de ejercerla de no ser un guerrero de élite.

—Oye... —El tiburón esperó a que Sasori le diese su atención. Cuando la obtuvo, prosiguió—. Tras dos meses sigues sin decirme si lograste matar al escurridizo de Orochimaru. Ya que se acerca la batalla final deberías apiadarte de mi curioso corazón y contarme lo que hiciste.

Una de las marionetas de Sasori llevó una mano a su mentón, representando la reflexión que embargaba a quien lo manejaba.

—Está bien, te lo contaré por ser una ocasión muy especial...: lo capturé, pero como matar a un manco no me satisface lo encerré en una jaula y me divertí torturándolo. Le dejé agua aunque no comida, de modo que si no tiene los huevos para suicidarse morirá sufriendo de hambre.

Tal como él mismo lo explicó, Sasori, gracias a mover a toda su legión, había cumplido su objetivo de hallar a Orochimaru. Sin embargo, no hubo un duelo épico entre ellos ya que la ventaja de tener una mano extra fue demasiado grande para la serpiente. A cambio decidió torturarlo y encerrarlo al mismo modo en que él lo hizo con Juugo y otros «sujetos de experimentación».

—Ya veo —enunció Kisame mientras veía como las siniestras marionetas seguían moviéndose sobre la cubierta. Por supuesto a un hombre como él aquello ningún temor le generaba. Le parecía hasta gracioso—. En cualquier caso siempre me pregunté por qué odiabas tanto al alquimista.

—En una ocasión en que ambos íbamos a reunirnos, Orochimaru me hizo esperar alrededor de diez minutos. Desde entonces se ganó mi odio eterno.

—¿Sólo por eso? —cuestionó volviéndose ceñoso—. ¿No te parece que eres un poco neurótico?

—Si a ti te parece poca cosa es tu problema, pero yo tengo razones muy poderosas para que la impuntualidad me sea imperdonable. Si eres impuntual conmigo, te mueres.

No le dio la gana explicar que la causa de ese profundo odio hacia la gente que llegaba tarde era porque le recordaban cuánto tiempo esperó, en vano, a que sus padres muertos volviesen a casa. Hubiera preferido que su abuela le contase la verdad desde un principio en lugar de darle la falsa ilusión de que seguían con vida.

—Qué bueno que yo siempre llego a tiempo —respondió el tiburón con una de sus habituales sonrisas, agradeciendo que eso estuviese entre sus pocas virtudes. En todo caso dudaba mucho que Sasori fuera capaz de derrotarlo, pero tampoco podía asegurarlo con una certeza absoluta. El escorpión también era muy fuerte y subestimarlo sería un grave error.

De improviso la cabeza de la marioneta femenina se alzó, perdiendo su mirada hecha de botones en un par de gaviotas que volaban cerca una de la otra. Los dedos del pelirrojo volvieron a estirarse cuando su figura volvió a bajar la testa.

—Ya que estamos de curiosos déjame preguntarte algo, Kisame... —habló volviendo aún más oscura su voz—. ¿Por qué estás dispuesto a perder la vida con tal de defender a nuestro reino? No pensé que fueras de esos que se dejan engatusar por motivos tan sensibleros y carentes de sentido real como lo son el honor o la patria.

El almirante deshizo la cabecera que hacían sus manos, extendiendo la diestra hacia el vasto océano.

—Soy tan libre como el mar y el viento que sopla sobre él. Por eso siempre me definí como un hombre sin patria, sin ley, sin reyes, sin dioses, sin esposas, sin novias. —Dicho esto miró al cielo evocadoramente, sonriendo de un modo embelesado—. Sin embargo, con los años obtuve algo que nunca pensé tener y que, a diferencia de todo lo anterior, jamás coartó mi libertad.

—¿A qué te refieres?

—A la amistad.

La marioneta que emulaba a un hombre despegó la parte que hacía de mentón, simulando así una mueca de sorpresa.

—Me parece raro porque tipos de nuestra calaña sólo piensan en su propio beneficio. Somos egoístas por naturaleza y, que yo sepa, tal concepto no encaja con la definición de amistad.

—Deidara es tu amigo, ¿no? —refutó a través de una pregunta.

—No me hagas reír. Jamás sería amigo de alguien que tiene un visión del arte tan errónea. Antes muerto.

Kisame mostró sus dientes por medio de una amplia sonrisa burlona que iluminó su rostro. No necesitó decir nada para que Sasori interpretara perfectamente esa gestualidad.

—Si no quieres creerme, allá tú. Que Itachi Uchiha se haya convertido en alguien importante para ti no significa que puedas aplicar el mismo sentimentalismo en mí.

—Está bien, no te sulfures —Aplacó el enojo de Sasori borrando su burlesca sonrisa anterior, aunque su semblante continuó ameno—. El caso es que yo sí considero un amigo a Itachi y él siempre tuvo un concepto muy alto de la patria. Una vez incluso me dijo que sería capaz de matar a su propia familia, exceptuando a Sasuke, si con eso podía salvar la vida de los ciudadanos del reino.

—Algo muy irracional a mi parecer. Cualquier persona medianamente inteligente preferiría proteger a su propia sangre que a compatriotas que ni siquiera conoce en persona. Para la gente común y corriente su familia vale mucho más que miles de ciudadanos, ¿no es así?

—No para Itachi —repuso con total seguridad—. Para él se anteponía la idea de proteger al inocente, a los civiles, por sobre cualquier otra cosa. La única excepción a esa regla suya era Sasuke. Y en honor a ese ideal quiero hacer lo mismo por las personas inocentes que nada tienen que ver en los juegos de poder de reyes y emperadores. Quiero ayudar a protegerlos porque es lo que Itachi hubiera hecho —concluyó empleando un modo sorprendentemente solemne.

Se hizo un silencio significativo a raíz del tono usado. Poco después Sasori se limitó a decir un «Ya veo». Podía parecer poca cosa, pero, tratándose del marionetista, tal frase llevaba implícita la aceptación del argumento oído. No había cuestionamientos ni intentos por ridiculizar lo dicho y eso de por sí ya tenía un gran valor.

—Además me encanta pelear contra hombres muy fuertes, sujetos que sean capaces de ponerme al filo del peligro —continuó el tiburón, dispuesto a seguir explayándose alegremente—. Eso es lo que me hace sentir más vivo que nunca —concluyó mirando cariñosamente a su fiel espada, cuyo amoroso filo tantas cabezas decapitó.

—Vivir es luchar y luchar es vivir. —Sasori sintetizó todo en tal frase.

—Correcto. ¿Y qué mejor emoción que la de luchar contra un dios? Si tanta gente lo considera de esa forma es porque Pain debe estar a la altura de Sasuke y Naruto.

—Puede que más incluso —precisó el escorpión, quien seguía maniobrando hábilmente sus dos marionetas. Que el mar estuviera medio intranquilo no afectaba en nada el equilibrio de sus marionetas, prueba del extraordinario manejo que tenía de éstas.

Se hizo un breve silencio ante el peso de esas palabras. Resultaba un gran esfuerzo para la imaginación concebir la existencia de un hombre más fuerte que el Uchiha y el Uzumaki. Si tal cosa fuese cierta entonces Pain era alguien virtualmente invencible y, por ende, un verdadero dios sobre la tierra.

—Por cierto —anunció un Kisame dispuesto a desviarse hacia otro tema—, cuando Ino me encontró me dijo algo interesante.

—¿Qué cosa te dijo esa tonta? De seguro debe creerse la gran cosa por haber vencido al escuincle de Hidan.

—No me habló de eso, pero sí me recordó que después de conocer a Itachi yo disminuí mi sadismo. El mejor ejemplo es que dejé de lastimar a civiles y que, precisamente por eso, aún podía redimirme. Desde luego que yo le contesté que eso era imposible, pero ella me replicó diciéndome que si Sasuke podía hacerlo, yo también. Incluso me dijo algo tan loco como que yo tenía bondad. ¿Puedes creerlo?

—Es una boba muy ilusa. Después de todo el mal que has hecho no tienes ninguna posibilidad de redención. Y eso también nos incluye a Sasuke y a mí. Los tres cruzamos la puerta sin retorno. —Dicha su sentencia, hizo que sus títeres caminaran hasta el mástil y afirmasen sus espaldas allí.

A Kisame poco le importaba el arte del pelirrojo, pero le llamó la atención que pudiera mover esas figuras sin que él tuviese que acompañarlas. ¿Cómo podía controlar sus hilos a esa distancia de varios metros y para colmo en forma horizontal?

—Y en cualquier caso —continuó Sasori— a mí me dan igual los crímenes que cometí. A estas alturas de nuestras vidas buscar redenciones o tratar de ser «buenas personas» es una completa tontería.

—Pues, aunque te sea una tontería, yo he estado reflexionando las palabras de Ino y llegué a una interesante conclusión.

—¿Cuál?

—Creo que nunca es demasiado tarde para expiar las culpas. Y en mi caso la mejor manera de hacerlo es enfrentarme a Pain en pos de salvar a mi nación —aseveró con una seriedad que se acentuaba al ser Kisame una persona de lo más risueña.

—Te lo repito: nada puede resarcir los actos malvados del pasado. La maldad no puede transformarse en bondad.

—De todos modos no es la primera vez que hago actos bondadosos —precisó el tiburón—. Por ejemplo yo salvé a cientos de chicas de ser violadas.

El pelirrojo apretó las sienes en signo de extrañeza. La cifra dada era muy elevada.

—¿Y cómo salvaste a tantas?

—Con autocontrol —dijo con una brillante sonrisa, mostrando sus dientes más puntiagudos de lo normal.

A Kisame le pareció ver un tono de hilaridad en el semblante de Sasori. Tal rareza significaba que su broma había dado resultado.

—Ya veo —enunció Sasori, limitándose a responder sólo eso.

—¿Y tú por qué has decidido acompañarme en esta misión prácticamente suicida? Aún no me has dado una razón.

Sasori le echó una mirada a sus marionetas y de un tirón las atrajo desde el mástil hacia sus pies. La pequeña figura masculina de madera empezó, con loable dedicación, a acariciar el largo pelo de su compañera.

—Los monstruos no necesitan razones. Por eso no es necesario entenderlos.

—Pero hasta un monstruo tiene sus motivos. Y yo ya te expliqué los míos.

El escorpión le echó una mirada al gato que se paseaba por la cubierta. Por lo visto le habían llamado la atención las marionetas, pues iba acercándose sigilosamente en posición de caza, casi arrastrándose por el maderamen. El pelirrojo le echó un gruñido animalesco y el inteligente felino comprendió que era mejor irse a buscar ratones por otro lado.

—Tengo varios motivos, es cierto —dijo mientras veía que el minino blanquinegro se alejaba—, pero te puedo asegurar que proteger al inocente no está entre ellos.

—¿Me los dirías?

—¿Te es importante oírlos?

Kisame asintió.

—En primer lugar Danzo no es un rival digno para mí, sólo un viejo de mierda que caerá ante Sasuke inexorablemente. Pain, en cambio... —No necesitaba añadir más.

—Una razón propia de un guerrero de tu talla.

—En segundo lugar capturar a Orochimaru hizo que me diera cuenta de una cosa: cada vez que cumplo una meta me siento completamente vacío; es como si no hubiese valido la pena el tiempo invertido. Y esa sensación se ha vuelto tan insistente que ha llegado al punto en que parece irreversible.

—Entiendo. Al final ese es el miedo de toda persona: llegar a sentir que su vida carece de significado, de motivaciones, descubrir que en el fondo está desperdiciando su existencia.

Sasori asintió.

—A pesar de que mi cuerpo todavía luce muy joven, lo cierto es que mi alma es la de un viejo. Tengo cuarenta años, pero he acumulado tantas experiencias que siento que he vivido ciento veinte. Tres vidas en una. La prueba de eso es que me siento harto de la vida. Por eso no me quejaría si muriese ahora mismo, de hecho me daría exactamente igual. Al fin y al cabo a todos nos llega la hora de descansar en paz.

—Es verdad que uno se cansa de vivir, sobre todo cuando has padecido mucho dolor o soledad en tu vida. Lo sé muy bien. Sin embargo, me gustaría que me expliques algo que me parece contradictorio... ¿Acaso tú no buscabas la inmortalidad? ¿Entonces por qué ahora te da igual vivir que morir?

—Por muchos años busqué la inmortalidad por el mero empecinamiento de lograr lo que nadie ha podido. Sin embargo, me di cuenta de que la vida es mucho peor que la muerte. Si mueres el dolor se acaba, en cambio si vives continúa.

—Por lo general ese pensamiento es al revés: la muerte es mucho peor que la vida. A la mayoría les gusta vivir, los hace felices tener ese don, y precisamente por eso ven a la parca como una enemiga.

—Sabes que para hombres como nosotros, que han tenido vidas de mierda desde niños, la existencia tiene un significado muy distinto a la felicidad. A mí por ejemplo, hace mucho tiempo que ya no me divierte matar ni torturar. Lo peor de todo es que ya ni siquiera el arte me motiva. Para mí la vida ha perdido su gracia porque cada día es igual de rutinario que el anterior: combatir, matar, y restregar mi arte a gente inculta que no lo entiende ni lo aprecia. Me levanto y me acuesto envuelto en el mismo sin sentido. Ya nada me estremece, nada me fascina, nada me mueve el alma y eso es igual que estar muerto. Al fin y al cabo terminé siendo como una de mis marionetas: un recipiente vacío que no tiene vida aunque pretenda tenerla. En el fondo soy una marioneta.

—Ya veo. Has caído en algo mucho peor que el aburrimiento. Eso puede superarse haciendo cosas que nos gustan o probando actividades diferentes, pero tú ya has caído directamente en la falta de emociones y del sentido en sí.

—Exactamente. Y eso quiere decir que si el sentido no está en la vida, entonces hay que hallarlo en la muerte o enfrentándola cara a cara —finalizó lo dicho cerrando un puño—. Quizás luchando contra un dios me sienta vivo nuevamente; quizás matando a Pain recupere la pasión por vivir. Y justamente por eso he decidido acompañarte.

—Entiendo muy bien lo que quieres decir. Como guerreros es nuestra naturaleza hallar el sentido de la vida en una batalla a muerte...

—¿Pero...? —adivinó que venía uno por el tono misterioso con el que había concluido Kisame.

—¿No crees que también hay una pizca de redención en quedarte aquí? No me creo del todo que tus motivos sean puramente egoístas.

El escorpión lo miró como quien mira a un demente.

—A mí no me pesan en la conciencia ni las muertes ni las torturas que hice. La vida es cruel por naturaleza y yo simplemente la imito. El arte siempre imita la vida.

—¿Malvado hasta el final, no?

—¿Qué sentido tendría dejar de serlo a estas alturas? Ya es demasiado tarde para redenciones o para expiar supuestos pecados que para mí no lo son. De absolutamente nada me arrepiento.

—Yo sí me arrepiento de muchas cosas y por eso mismo quiero creer en las palabras que Ino y Sasuke me dijeron, quiero creer que nunca es demasiado tarde para redimirse. Si no pude vivir como un hombre con principios, por lo menos intentaré dejar este mundo como uno. No moriré siendo un monstruo.

—Es una meta que respeto aunque me parece una insensatez. Nada de lo que hagas puede borrar tu pasado de asesino.

—Seguramente tienes razón y un hombre que se arrepiente a último momento no tiene ningún valor, pero lo haré igualmente —aseveró siéndole muy fiel a su convicción—. ¿Y quién sabe? Quizás haya una pequeña redención para nosotros si logramos matar a Pain, incluso para ti que ni siquiera la deseas. Aunque no te des cuenta o no quieras aceptarlo, sé que tus últimos residuos de humanidad también quieren escapar del torrente maligno que siempre guio tu vida.

—Tonterías.

—Probablemente lo sean... ¿Pero acaso no tiene más significado morir defendiendo un ideal que una muerte puramente egoísta?

—Para ti puede ser, pero a mí lo único que me importa es sentirme vivo luchando contra Pain. Sólo espero que le haga honor a su divinidad atreviéndose a pelear contra nosotros directamente.

—Ojalá así sea, pues quiero ver si las vísceras de un dios son distintas a las humanas... —dijo relamiéndose sádicamente—. Y si caigo ante él, por lo menos tendré el consuelo de que será a manos de una deidad y no contra un ejército de anónimos.

—Deidara diría que morir luchando contra un dios es muy artístico. Y aunque suele estar equivocado, en esta ocasión tendría a la razón de su parte.

—Ustedes y sus discusiones de arte... qué aburrimiento eran, en serio. Cuando me tocaban misiones con ustedes dos, lo único que deseaba es que las cumpliéramos lo más pronto posible para no oírlos más.

—No me sorprende tu comentario. El verdadero arte, aquel que es eterno, no es para cualquier pelafustán.

—Pues Deidara siempre ha dicho que el arte efímero vale mucho más que el eterno. —A sabiendas que tal comentario le molestaría al escorpión, replicó contenciosamente.

—El arte que defiende él dura muy poco y por eso nadie lo recuerda después. Algo que no perdura, o que pasa de moda, carece de sentido artístico.

—Lo que tú digas, Sasori, no voy a discutir por algo que en realidad no me interesa —zanjó muy sonriente—. Y por cierto... —añadiría algo importante—, eres libre de irte si quieres. Puedes luchar más adelante junto a Deidara en lugar de hacerlo conmigo. Nosotros dos compartimos muchas misiones, pero sé que entre ustedes hubo un compañerismo más estrecho que el que existió entre tú y yo.

Sasori le echó un vistazo al mar mientras recordaba las interminables discusiones que sostuvo con Deidara acerca de qué era el verdadero arte. Después de todo, por irritantes que fuesen, aquellos debates lograban remover un poco las fibras de su alma ya desapegada a la vida. Así también rememoró la despedida que se habían dado el uno al otro justo antes de tomar caminos distintos: él, el de luchar en mar abierto contra Pain y sus tropas. Deidara, el de reentrenarse para vengarse de la última derrota que Gaara le propinó.

—Con Deidara ya nos dijimos todo lo que teníamos que decir. Y estando juntos frente a las puertas de la parca, discutiríamos sobre cuál es el verdadero arte en lugar de concentrarnos en la lucha. Con él al lado mi fallecimiento no sería tranquilo, por eso siempre supe que no moriríamos juntos. Puedes llamarlo corazonada.

El escualo con forma humana no contestó; a cambio se relamió los labios pues el fuerte viento marino se los había resecado. De pronto el vigilante que escrutaba desde el mástil más alto, anunció por fin lo que todos los guerreros presentes estaban esperando.

—¡Almirante, la flota de Pain ya está a la vista! ¡Chocaremos con ellos en una hora!

Kisame abandonó su hamaca tranquilamente, se puso de pie, se calzó el arnés que le permitía portar su gran arma en la espalda y, finalmente, colocó a ésta en el lugar que le correspondía.

—¡Soldados! ¡Prepárense para la gloria!

—¡A su orden, almirante!

Los infantes de marina empezaron a corretear por estribor, babor, popa y proa. La bandera de combate, la cual lucía una calavera con una daga entre los dientes, se izó en los mástiles más altos de cada navío. Y como «victoria o muerte» era el lema que todos a bordo seguían a rajatabla, no existía ninguna bandera blanca de rendición.

Un lapso después, un mozuelo acercó la galera que comandaba para abordar la nave del almirante. Llevaba una bufanda de color rojo oscuro y muy larga, que se enroscaba en su cuello varias veces. Su dueño era el joven líder de la isla que se opuso al dominio de Danzo Shimura, habiéndose enfrentado a Kisame y sus tropas en varias escaramuzas. Sin embargo, ambos bandos dejaron su enemistad de lado y unieron fuerzas en vista de que Pain comprometía la seguridad del mundo entero.

El muchacho avanzó los pasos necesarios hasta llegar con Kisame y Sasori, quedándoles de frente. Su estampa era la de un adolescente impetuoso que se veía capaz de vencer a cualquiera.

—Yo también voy a luchar —anunció chocando un puño contra la palma contraria—. Han visto con sus propios ojos que, pese a mi juventud, soy un enemigo muy fuerte.

Lo dicho era en efecto muy cierto. Nadie podía negar que Konohamaru había demostrado su valía con creces.

—Chico, ¿qué edad tienes realmente? —preguntó el tiburón.

—Catorce años —dijo por inercia, aunque muy pronto se arrepintió de no haber guardado el secreto por más tiempo. O al menos, como alternativa, pudo agregarse dos años más.

—Reconozco que tienes una gran habilidad y unos huevos enormes, pero no tiene sentido que alguien tan joven como tú luche junto a nosotros porque esta vez no habrá regreso. A ti te espera un gran futuro como guerrero y aún tienes muchas cosas por vivir. En cambio los que iremos tenemos más de treinta años, una edad más que apropiada para morir en combate.

—Pero... —Su inminente protesta fue cortada de raíz por Hoshigaki.

—Si quieres ser de verdadera ayuda navega hacia el continente y avísale a Sasuke que el enemigo está muy cerca. Si aún no derroca a Danzo infórmale que deberá hacerlo en menos de cinco días o de lo contrario Pain acabará con todo lo que conocemos. Nosotros haremos todo lo posible por derrotarlo o por lo menos retrasarlo, pero ante una flota tan gigantesca tenemos clarísimo que las probabilidades están en contra nuestra. Dile eso al Uchiha y ayúdalo a recuperar el trono que, como legítimo nieto de Hiruzen, a ti te pertenece.

Konohamaru restregó sus dientes y apretó sus puños. Pasó un minuto entre refunfuños hasta que se ajustó más su bufanda y de mala gana se viró dispuesto a regresar por donde vino.

—Por cierto quiero pedirte un favor, muchacho —anunció Kisame, a lo cual el aludido se giró—. Te agradecería que te llevases al gato de este barco —lo indicó a estribor—. Tampoco tiene sentido que se quede a morir aquí. Se llama «Espadachín de la niebla» y es un excelente cazador de ratones. Te será muy útil.

Una vez que el nieto de Hiruzen llevó al felino consigo, le dio la orden a sus hombres de navegar hacia el continente a informar la mala nueva.

Mientras la nave de Konohamaru iba perdiéndose de vista al avanzar hacia el horizonte, Sasori decidió lanzar una pregunta a su compañero.

—Siempre me llamó la atención que te gustasen las mujeres feas. Si hasta te causaba gracia tu apodo de «coge feas». ¿Eres medio ciego o qué te pasaba?

—La belleza física es relativa porque está en el ojo del que observa. Y no es que yo sea una preciosura tampoco, así que tampoco podía ponerme exigente —explicó graciosamente el tiburón.

La flota de Kisame, movida sólo por el ímpetu de sus remeros pues el viento no era favorable en esos momentos, salió desde la bahía a encararse con la terrible armada de Pain. Pese a ello, en el rostro del tiburón destellaba una sonrisa permanente mientras Sasori seguía moviendo despreocupadamente sus marionetas.

Poco después, cuando los buques de Pain ya estaban a tan solo ocho minutos, apareció un fuerte viento cuyo sibilante sonido se manifestó más trágico y tétrico que nunca. Era como si quisiera darle asidero a terribles presagios. Sin embargo, a los dos élites y a sus soldados en nada les importó. Como hombres curtidos en mil batallas no le temían a nada...

Ni siquiera a un dios.


Continúa enseguida.


Notas Finales: Hola de nuevo. Obviamente este fic está centrado en el sasuhina, para mí eso es lo primordial, pero también me parece justo darles un final digno a personajes secundarios como Kisame y Sasori. Lógicamente no expandiré la lectura describiendo la batalla que sostienen contra Pain, pero sí les puedo decir que ambos cayeron como verdaderos guerreros. Creo que ese es un buen final para ellos.

Respecto a Ino y Naruto me es interesante lo de que ambos tuvieron un primer frustrado. Abordar ese tema entre ellos me pareció apropiado para que conectaran aún más ;D