69


Bella

El sábado despertamos temprano y Edward y yo desayunamos juntos, como se ha hecho costumbre. Otra vez comemos wafles, de los congelados y tomamos una ducha juntos, pero sólo porque Edward se coló a mitad de mi champú.

Tenemos grandes planes para este fin de semana.

El primero, pasar el día en La Push, la playa más cercana a Forks, junto a Emmett y a Rosalie mientras Edward les toma "sus trascendentales últimas fotos como novio y novia" y segundo, mañana iremos a comprar las cosas necesarias para la habitación del bebé.

Tal vez tengamos suerte y podamos avanzar un poco ahí.

Emmett decidió pasar por nosotros sin que se lo pidiéramos y pronto está tocando el claxón. Luego de un momento, suena el timbre.

Edward va a atender la puerta, pasando la toalla por su cabello y entonces escucho las voces de Rose y Emmett.

Uso un vestido veraniego amarillo y dejo mi cabello suelto. Cuando voy a la sala, Emmett resopla.

—Finalmente, ¿por qué tardaste tanto?

Le frunzo el ceño.

—¿De qué hablas? Nunca te pedí que vinieras.

Trepamos a la camioneta de Emmett luego de que Edward acomoda su equipo en el maletero y pronto estamos en camino a La Push.

El trayecto está lleno de música a todo volumen y de las risotadas de Emmett, que también contagia a Rosalie. Eventualmente, cuando Edward deja de besarme, también reímos y nos deleitamos de lo estúpido que Emmett puede llegar a ser.

Cuando llegamos a la playa, Rose y yo caminamos juntas hasta el sitio en donde quieren tomarse las fotografías.

El lugar está parcialmente despejado, considerando que es sábado y que el cielo está cerrado. Las personas que pasean por ahí son mayormente de la reservación Quileute de la zona y nos sonríen al pasar.

—¿Qué hay del clima? Creí que preferirías el sol y todo eso.

—Decidimos que no importaba. Y, de alguna forma, el cielo nublado y grisáceo es parte de nosotros, ¿no lo crees? —comenta, echándose el cabello hacia atrás.

Asiento.

—Es una buena manera de verlo.

Emmett y Edward se quedan atrás y vienen riendo entre ellos. Emmett está cargando el tripié de Edward sobre su hombro y su andar es totalmente relajado. Rose sigue mi mirada y sonríe, picándome el costado.

—Me alegra que se lleven bien—comento, antes de que ella pueda decir algo.

—¿Van a casarse ustedes dos? —ignora mi comentario y se cruza de brazos, sacando la cadera.

Bufo una risa y la miro de soslayo.

—No hemos hablado de eso… no enserio, pero estamos viviendo juntos.

Rosalie frunce el ceño y les echa una ojeada.

—¿Acaso no lo hacían ya?

—Viviendo juntos realmente. Compartiendo cuentas y todo eso.

—Oohh—chifla—, ¿y? ¿quieres hacerlo? ¿o quieres dejarlo al aire?

Me encojo de hombros y peino la arena con mi pie.

—¿Honestamente? Quiero hacerlo—acepto—. Muero por hacerlo, quiero tenerlo sólo para mí y para siempre, ¿sabes? —ella asiente, comprensiva—, pero intento no pensar mucho en eso. Si lo hago, no podré sacármelo de la cabeza y no necesitamos más presión. La otra noche apenas me estaba preguntando si me gustan los pimientos.

—Mmm, lo entiendo, Bella—Rose me frota el brazo—. Tienen mucho que aprender el uno del otro.

—Y me aterra ser una estadística más, ¿sabes? Otro noviazgo con un bebé en el medio. La sola idea de imaginarlo con alguien mientras nuestro hijo apenas está creciendo me saca de quicio. Lo quiero todo con él… sea lo que sea.

Rose me sonríe y disimuladamente nos alejamos cuando ellos están acercándose. Ni siquiera lo notan, continúan charlando y riendo.

—¿Se lo has dicho? Todo eso.

—No—sacudo la cabeza—. Justo ahora todo se siente como demasiado. ¿Te imaginas lo que pensaría si le digo que lo quiero por siempre y que quiero todo con él? Ugh—me estremezco.

—¿Crees que él no lo quiere?

Lo pienso por un momento, observando a Edward. Emmett enterró su tripié en la arena y ahora apoya casualmente su brazo en él mientras le asiente a lo que sea que Edward le esté diciendo. Edward se pasa una mano por el cabello, echándoselo hacia atrás. Es tan guapo. Todo él. Es electrizante.

—Él fue el que sugirió vivir juntos y cuando hablamos de eso dijo algo así como que yo no era el tipo de chica que se conforma con cualquier cosa, que soy de todo o nada y dijo "si esto sale bien, dentro de tres años estarás lanzando indirectas sobre matrimonio" y no parecía aterrado con eso.

—Ah—Rose exclama, sonriente—¿lo ves? Tal vez él lo quiere también. Tal vez lo ve como una posibilidad. Eso es un pensamiento o una intención que dice mucho por sí misma. No está quedándose contigo por el bebé, incluso está dispuesto a llevarlo a otro nivel, Bella—ella me tranquiliza.

—¿Lo crees? —la miro, preocupada y juego con mis manos en gesto nervioso.

—Pero por supuesto—incluso asiente con su cabeza—. Todo saldrá bien. Lo que tienes que hacer es buscar maneras de conectar con él. Pasarán mucho tiempo juntos, pero su energía estará puesta en el bebé. Debes orientar esa energía a ustedes. ¿Te imaginas llegar a septiembre siendo una pareja maravillosa y fuerte? Si quieren estar juntos, harán funcionar todo.

—¿Sí?

—Mira quién te lo dice—lanza las manos al aire—. Lo tuvimos complicado luego de la noticia de la infertilidad.

Le hago una mueca y pico su abdomen.

—No sabes eso.

Ella aleja mi mano en un gesto juguetón y su sonrisa se borra muy rápido. Sus ojos azules se posan en el horizonte y se acomoda un mechón de cabello tras la oreja.

—¿Qué? —presiono.

Rosalie tarda un momento en responder y antes de hacerlo, lanza un suspiro.

—Dejé las pastillas desde que me enteré—murmura, su voz es pesada—y nada ha pasado.

—Rose, tal vez tu cuerpo está ajustándose…

Ella me corta.

—Soy yo, Bella, yo soy el problema.

—No eres ningún problema y eso no quiere decir que nunca podrás quedar embarazada.

—¿Y qué si arruiné mi oportunidad? Por tomar anticonceptivos.

—Eso es pura mierda—ahora la corto yo—, las "oportunidades" no se arruinan por tomar pastillas… ¿se lo dijiste a Emmett?

—Nah—responde y se limpia la mejilla. No estoy segura si está llorando, así que me planto frente a ella. Sólo fue una lágrima traicionera—, dejaré que él dé el primer paso respecto a esto… si es que se atreve a decir algo.

—Todo saldrá bien.

Rose me sonríe y lleva sus manos a mi abdomen.

—Todo saldrá bien contigo—enfatiza—, ¿cómo está?

—Bien—miro a sus manos, dándole un respiro por su melancolía—, ya quiero que sea mi próxima cita. Quiero saber más cosas de él.

—¿Han pensado en nombres?

—No—sacudo la cabeza—. Tal vez sea algo de último minuto.

Un chiflido llama nuestra atención y miramos hacia allá. Emmett nos apresura con un gesto de mano. Edward está dándonos la espalda mientras toma una foto del mar.

—No somos cabras como para que tengas que silbar—Rosalie dice cuando estamos frente a ellos.

—Pero vinieron, ¿cierto?

Ella rueda los ojos y lo golpea en la oreja. Edward ríe entre dientes y se gira, apuntándome con su cámara. Le sonrío y él toma una foto.

Rose chasquea los dedos.

—¡Hey! —demanda—tu lente es para mí. Yo soy la estrella hoy—y se lanza el cabello hacia atrás.

Edward toma otra foto y se carcajea al verla.

—Esta estará en tu boda. En el proyector—dice él.

Es una foto genial. El rostro de Rosalie está orientado hacia el cielo, tiene los ojos cerrados y una pose coqueta. Y luego estoy yo a su lado, con las manos entrelazadas al frente y viéndola con cara de disgusto.

—Ugh, controla tu envidia—ella me golpea el hombro.

—Quisieras.

—¡De acuerdo! —Emmett aplaude—. Terminemos con esto. ¿Dónde me quieres? —le pregunta a Edward.

—Bueno, si te ofreces así…—Edward dice, sacándonos una risa. Me recuerda a cuando Paul y Seth vivían con nosotros: bromas asquerosas todo el tiempo y ellos siendo vulgares.

Entre Edward y Rosalie, coordinan las posiciones y cuántas fotografías son suficientes con el mismo fondo. Luego de la primera ronda de fotos, Edward me mira.

—¿Estás cansada? Debí traer una silla para ti.

Lo tranquilizo con un gesto de mano.

—No, estoy bien.

—¡Edward! —Rosalie le grita y él se concentra en tomar la próxima foto. En esta, Emmett está cargando a Rose en su espalda y tiene una gran sonrisa en su cara mientras Rosalie alza los brazos al cielo con gesto divertido.

Es genial verlos. Creí que sería una experiencia incómoda -dada la reputación calenturienta de ambos-, pero es bastante natural y cautivante. Puedo ver también que Edward lo disfruta, está en su elemento y yo también tomo unas fotos de él porque verlo así de concentrado es increíblemente caliente.

Finalmente, luego de que Rose parece tener suficiente de ser el centro de atención, ella nos hace señas para acercarnos.

—Ve—Edward los apunta con su barbilla—, pondré el tripié.

Tomamos fotografías en grupo y luego Emmett se apodera de la cámara de Edward y él parece a punto de tener un aneurisma cada vez que Emmett la agita descuidadamente.

Él nos toma fotografías, luego de que Edward configura el lente.

—¿Puedes cargarla todavía? Deberías de cargarla—Rose le pregunta a Edward mientras me mira, con sus manos en la cintura.

La miro mal y ella se encoge de hombros.

—Tú eres la gorda—se defiende.

—Te odio—le ladro.

Pero Edward es el hombre perfecto y me carga estilo novia. Rodeo su cuello con mis brazos y le sonreímos a la cámara. Alzo mi brazo y nos divertimos.

—Colócate tras ella, Edward—Rose le ordena mientras aplaca mi cabello luego de que el viento comienza a alzarse—, oculta medio cuerpo tras ella y acaríciale la barriga.

Estamos sonriendo cuando Emmett gira la cámara hacia él a último minuto y abre la boca enormemente antes de disparar.

—¡Hey! —le grito.

Jugamos un rato más, tomando algunas buenas y otras increíblemente tontas.

—No nos acabamos el rollo, ¿verdad? —le pregunto a Edward cuando avanzamos hacia la camioneta.

Él ríe y besa el dorso de mi mano.

—No es de rollo, Swan.

—Sólo decía—le doy un caderazo y él sólo atina a rodear mis hombros con su brazo.

—Si me gusta una de nuestras fotos…—comienza—¿puedo publicarla en Instagram?

Es lindo que él considere subir una foto de los dos, dado que su perfil está lleno de fotos de él y de ninguna otra chica.

—Sólo si yo puedo subir una también.

—Bien—acepta.

Emmett conduce hasta el restaurante de mariscos y elegimos una de las mesas junto a las ventanas. Podemos ver la bahía y el horizonte y mientras esperamos nuestra comida, reímos con las fotos estúpidas.

—Luces como un perro—le digo a Emmett entre risas respecto a su pose de boca abierta.

—Ah, está es buena—Rose me muestra una en donde aparecemos todos—. Parecemos personas importantes que tendrían guardaespaldas—me dice.

—Esta es la mejor—opina Edward y todos coincidimos.

Emmett tiene las manos en los bolsillos, Rose sacó su cadera, Edward se está alejando el pelo del rostro, echándoselo hacia atrás y mis piernas están cruzadas, la cabeza ladeada y el cabello volando en el viento.

—Si, incluso no me veo gorda. Déjame verla—tomo la cámara de sus manos y me entretengo un rato ahí.

Pero la gran toma del día se la lleva Emmett momentos después, cuando juega con sus camarones y se los coloca como unos colmillos mientras infla las aletas de su nariz.

xxx

El domingo dejo dormir a Edward un poco más. Yo estoy lista, terminando mi desayuno, cuando él entra a la cocina, bostezando (haciendo un gran alboroto) y tallándose los ojos, aunque su cabello está húmedo por la ducha.

—Si no te conociera, apostaría a que tuviste una noche de desenfreno y excesos—lo señalo con mi cuchara, balanceándome peligrosamente en el taburete de madera.

—¿Si no me conocieras? —masculla, acercándose para robar comida de mi plato—. Vas a caerte.

—Si, ya sabes…—dejo de removerme en mi asiento—si no supiera que en realidad eres totalmente aburrido.

Él sujeta mi cabeza con una mano antes de dejar un beso en el tope.

—Cállate, Bella. No eres muy diferente que digamos—nota, yendo hasta la estufa—. Cuando te conocí eras divertida y parecía que siempre tenías planes… fue una estafa—dice, alcanzando una cuchara para comer directamente del sartén.

—Si, podría decir lo mismo—mascullo contra el borde del vaso antes de darle un trago a mi jugo de naranja.

Edward me entrecierra los ojos, pero no agrega nada más. Él termina de desayunar mientras yo cargo el lavavajillas.

—Eso estuvo delicioso—dice—, aunque frío.

—Hay un horno y un microondas, ¿sabes lo que es eso?

Edward suspira y me observa con ojos entornados. Exuda exasperación.

—Demasiado temprano como para que me saques de quicio.

Un rato después estamos en camino a la tienda del hogar y Edward alcanza un carrito. Me mira sobre su hombro, esperando que lo guíe.

—¿Qué vamos a comprar?

—Hice una lista—agito mi celular en respuesta y entonces nos dirigimos al pasillo de las pinturas.

A pesar de que es bastante claro lo que queremos, pasamos un buen rato ahí, comparando los diferentes tonos de verde y blanco.

Finalmente lo resolvemos y Edward carga las latas de pintura al carrito. Encontramos también una alfombra, estantes y una mecedora.

—Mira esto—dice él—, es linda. Deberíamos de comprarla. Puede ir en un rincón… o tal vez pueda sustituir el sillón que planeábamos tener.

—Me gusta—acepto—. Llevémosla.

Resolvemos que no es importante obtener todo ahora, así que volvemos a casa para, en realidad, tener algo de tiempo para hacer algo en la habitación.

Edward pone algo de música, pero no me deja hacer la gran cosa. Mientras él saca los muebles de la oficina al pasillo para cubrir el piso por posibles derrames de pintura, yo me concentro en vaciar mi librero y llevar las pequeñas decoraciones al resto de la casa.

—¿Qué haces? —pregunta cuando tomo algo de cinta para cubrir los bordes del piso.

—Ayudándote con esto.

—No—me detiene—, ¿por qué no mejor cubres los bordes de la ventana? Es más fácil.

Le ruedo los ojos a la parte trasera de su cabeza y estoy a punto de arrojarle la cinta.

—Soy perfectamente capaz de arrodillarme, gracias.

—Pero, ¿no vas a cansarte? O puedes ir abajo a acomodar tus libros en la sala.

—No, no voy a cansarme. ¿Qué onda con eso? —refunfuño y él me mira sobre su hombro, aun sosteniendo el plástico contra el piso—, ¿no puedo arrodillarme ahora?

—No creo que sea lo mejor—resuelve.

—¿Y por qué si fue lo mejor en la ducha el otro día?

Edward me da una sonrisa coqueta.

—Por razones satisfactoriamente convenientes.

—Cierra la boca.

Él no objeta más y juntos terminamos de cubrir el piso. Aunque tiene razón, mi cintura duele y pronto el dolor avanza a toda mi espalda.

—¿Estás cansada? —pregunta más tarde, cuando estamos atacando la cacerola llena de macarrones con queso y me ve frotar mis hombros.

—Algo.

—Puedes ir a la cama si quieres—ofrece.

—No, está bien. Se quita luego de un rato.

Finalmente somos capaces de hacer un avance. Edward se coloca una gorra y comienza con la pintura en las paredes mientras yo me concentro en pintar los bordes de la ventana y la puerta.

—No vayas al piso—ordena—. Eso lo podemos pintar después.

No discuto porque mi cansancio no se ha ido y en su lugar lo ayudo a pintar con el rodillo pequeño.

—No demasiado, Bell. Sólo un poco—me advierte cuando me ve zambutir el rodillo en la bandeja de pintura. Él se está limpiando la frente con la manga de su playera vieja.

—De acuerdo.

Puedo sentir su mirada en mí todo el tiempo. Observa mis movimientos, mi cara y el área que estoy pintando.

—Hazlo suave, cielo. No te esfuerces demasiado.

—No lo hago.

Edward camina hasta mí y me rodea los hombros con un brazo. Deja un beso en mi sien y me pega a él.

—Se ve bien, ¿no? —pregunta, mirando alrededor—. Igual tenemos aún mucho tiempo para terminarlo.

—Si, luce bien. Si puedo avanzar en algo por las tardes lo haré.

Él comienza a darme una mala mirada.

—Usaré mi rodillo, ¿sí? Lo haré lento.

—Ehh…

—No voy a obedecerte, así que ni siquiera digas nada.

Él suspira, rendido y reanuda su tarea.

—Tampoco te esfuerces demasiado. No quiero que te desmayes por cansancio a media semana… jefe—añado, con una sonrisa.

Él gruñe.

—No estoy listo para eso—confiesa—. Tom era muy bueno, ¿sabes?

—Bueno, yo creo que lo harás bien—lo animo—. Y no intentes llenar sus zapatos. Haz tu propio camino, Edward. Después de todo, eres tú el que tiene el puesto.

—Y luego tengo que decirle a Caius sobre el líder… puedo sentir las miradas de todos, como un "elígeme a mí, ¡a mí!"

Me río entre dientes.

—¿Y ya decidiste?

Voy hasta él, del otro lado de la habitación y me apoyo en la pared, cuidando de no tocar la pintura fresca.

—Seh.

—Es Heidi, ¿cierto?

Edward no responde, sólo resopla una risa.

—¿Tiene eso algo que ver con el hecho de que fue la primera en llegar después de ti? ¿En que pasaron mucho tiempo a solas? —picoteo—¿En su cabello largo y ondulado?

Edward ríe y sacude la cabeza.

—Tiene que ver con que fue la primera en llegar—recalca.

—Pff, claro… ¿ligabas con ella?

—No—él me corta—. Nada de eso. Creo que deberías continuar con tu pintura.

—Esa respuesta me dice mucho—jugueteo.

—Claro, dice que no.

Entonces llega el momento de que Edward tenga que ir al bar. Él toma otra ducha y me observa mientras se viste.

—No vas a hacer nada más, ¿de acuerdo?

—Si, papá.

—Bell, lo digo enserio.

—Sólo voy a acomodar libros, ¿sí? Necesitaremos sentarnos en el sofá en algún punto.

Él sonríe y se revuelve el cabello.

—Bien.

Lo beso en la puerta, pasando mis manos por su espalda y entierro mi mejilla en su pecho, de pronto sintiéndome vacía y triste.

—Te veo más tarde, ¿de acuerdo? —Edward deja un beso en el nacimiento de mi cabello y frota mis brazos.

—Mm-hm.

Me da una leve sonrisa cuando sostiene mi rostro entre sus manos y deja otro beso en mi boca.

Enciendo la televisión para tener algún ruido de fondo mientras coloco mis libros en los estantes de la sala. Estoy increíblemente cansada, así que me apuro en dejarlos ahí sin seguir ningún patrón en específico y sólo puedo prepararme un tazón de noodles instantáneos antes de tirarme en el sofá.

xxx

Unas manos frías pasan por mi brazo al tiempo que escucho a Edward llamarme. Él deja un beso en mi hombro y me agita ligeramente.

—Bell, el desayuno está listo. ¿Tienes hambre?

Gruño, alejando la espesa bruma de mi cabeza. Tan pronto como estoy regresando a la consciencia me doy cuenta de que algo anda mal.

No puedo escuchar claramente las cosas que él está diciendo mientras continúa agitándome.

—…quedarte dormida, pero se está haciendo tarde.

Sólo atino a gemir mientras mi mente registra el dolor.

—¿Estás muy cansada?

Llevo mi mano a mi rostro, deseando frotarlo en un intento por despabilarme. Abro la boca, pero ningún sonido sale.

Duele.

Trago pesadamente.

—Ed…

—Vamos, bonita, despierta—con una palmada en el trasero, él sale de la cama.

Me giro sobre mi espalda y lo observo con ojos entornados. Él ya está vestido y me está alzando las cejas.

—No… no me siento bien—mi voz es pesada, rasposa y ronca y el dolor no se va.

Antes de cubrirme los ojos, en molestia por la luz, veo que los suyos van a mi abdomen y su rostro se descompone.