LXXX

Luego de ver una película juntos, Eleven acompaña a Mike hasta la entrada de la casa.

—Mike…, gracias. Perdón si… Si te sentiste incómodo…

El chico se encoge de hombros y se inclina para darle un casto beso; Eleven cierra los ojos y le responde.

—No te preocupes. Esperaba algo así. —Ella frunce el ceño ante sus palabras—. Bien, tal vez no la charla sobre los demonios y todo eso —admite con un suspiro—, pero sí me esperaba que intentara intimidarme o algo.

—¿Lo… logró? —pregunta Eleven, mitad en broma, mitad en serio.

Mike sonríe.

—No lo suficiente como para apartarme de ti.

Qué bueno, Eleven no dice en voz alta, sino que levanta el rostro y aprieta sus labios contra los de Mike.


La puerta se abre con tal fuerza que termina siendo azotada contra la pared.

—Oh, ¿Mike ya se ha marchado? —inquiere Henry sin siquiera dirigirle una mirada a Eleven, concentrado como está en la araña que camina sobre su mano mientras permanece sentado sobre un cojín.

—Tú… Tú…

El hombre reprime un suspiro y devuelve al arácnido a su frasco antes de voltear a mirarla.

—¿Yo qué?

—¿Por qué eres así? —cuestiona Eleven, y Henry advierte entonces las manchas rojas en sus mejillas y sus puños crispados a los costados de su cuerpo—. ¿Por qué es tan difícil que seas… que seas… no sé, decente?

—Hm. Soy de la opinión de que «decente» es solo otra manera de decir «mediocre».

Eleven lo observa boquiabierta.

—¡Henry…!

—Antes de que continúes —la interrumpe a la par que se pone de pie—, quiero dejarte en claro que el hecho de que acepte que tengas amigos o… novios, o lo que sea, no quiere decir que tengan que agradarme, o yo a ellos. Dicho esto, creo que me he comportado mucho mejor que decentemente, ¿no lo crees?

—Pero sí le agradas a Max —replica Eleven—. Y creo que… que ella también te… agrada…

Henry niega con la cabeza.

—Ah, pero Maxine es un caso especial. Es una jovencita muy inteligente, cuyos pensamientos son… curiosos. Intrigantes, por así decirlo. ¿Mike, en cambio? He visto charcos con mayor profundidad.

El pecho de Eleven se hincha debido a su intento de calmarse tomando enormes bocanadas de aire.

Wow, Henry. ¿En serio?

—En serio —ratifica con total sinceridad.

—Te dije… que ya no leyeras la mente…

—De Maxine, sí. —Henry lleva ambas manos detrás de la espalda y ladea la cabeza—. Y lo he cumplido, ¿o no?

La muchacha aprieta los labios y se cruza de brazos.

—Si te lo pido…, ¿dejarás las mentes de mis amigos en paz?

—Puedo prometerte no volver a leer la mente de Mike —le responde él—, pero me niego a hacer una promesa tan general. —Ante la expresión confundida de Eleven, se explaya—: Necesito estar al tanto de posibles peligros. Como ya he visto lo que necesitaba en el caso de Maxine y Mike, no tengo objeción alguna. Pero ¿amigos o conocidos tuyos cuyas intenciones desconozco? No. Imposible. Debo asegurarme de que estés a salvo, ¿entiendes?

Eleven exhala sonoramente.

—Sí… —Se lleva una mano a la frente como intentando calmar un invisible dolor—. Pero, igual…, ¿por qué trataste de asustar a Mike?

Henry enarca una ceja. Esta conversación está empezando a irritarlo…

—¿Asustarlo? No, tan solo quería que sus pensamientos se centraran en mi familia; deseaba conocer cuánto sabía. —Sus palabras son mitad verdad, mitad mentira.

—No le hiciste lo mismo a Max…

—Porque no tenía razones para dudar de ella; vi en su mente su sincero aprecio por ti.

Eleven se queda tiesa ante su elección de palabras. Tardíamente, Henry cae en la cuenta de que ha dicho algo inoportuno.

—Pero… ¿no en la mente de… Mike?

Sus ojos castaños brillan con algo parecido al miedo. Henry odia esa mirada en ella. Podría decirle la verdad: que Mike la aprecia, sí, tanto como un adolescente hormonal puede hacerlo. Que la piensa bonita e interesante, si bien común y corriente.

Que no la ve como lo hace él, como su igual, como la única persona que importa en un mundo repleto de escoria.

No obstante, eso la heriría, entonces, miente:

—Claro que también vi aprecio hacia ti. Es solo que estaba nervioso, naturalmente, y sus pensamientos se me presentaban desordenados… Es la razón por la que lo obligué a centrarse en lo que me interesaba.

Los hombros de Eleven se relajan a la par que se le escapa una sonrisa de alivio. Henry se muerde la lengua para no arruinarlo.

—Oh… Eso… Entiendo. —Aparentemente, es entonces cuando recuerda el punto central de la conversación—. Uh… Entonces…, ¿puedo invitarlo… más a menudo?

Es su forma de preguntar si lo acepta. Y sabe que ella está al tanto de su respuesta: después de todo, lo ha recibido en su hogar, ha conversado con él, y hasta lo ha dejado a solas con la persona más importante de su vida.

Empero, supone que quiere escucharlo de su boca, así que le sonríe al responder:

—Por supuesto.

—Pero… ¿actuarás como una persona normal?

Henry suelta una risita por lo bajo y asiente.

—Haré un intento —promete—. Tendrás que conformarte con eso.

Si la sonrisa de Eleven es un indicador fiable, ella está más que conforme.