PASIÓN E INTRIGA

PARTE 5

La manija sonó repentinamente, gracias a Dios, Óscar le había dado otra manta a André para que se tapara y no manchase su uniforme, quien apenas escuchó la puerta, cogió esa segunda manta y se tapó la cabeza y los hombros, Óscar continuaba con su chaqueta bien cerrada, su pantalón estaba bajado hasta sus rodillas, al igual que el del soldado. Con André tapado, parecía que la rubia estuviera sentada sobre un gran saco de papas… había que improvisar muy bien, sino serían descubiertos… otra vez.

Comandante buenas noches, iré a París esta noche para encontrar al general Boullié, llevaré los informes de la preparación de los soldados. –

Buenas noches capitán, procederé a buscar la escolta para que acompañe a la comitiva

Bu… Buenas noches coronel Dagout. El informe está listo, Jefe Soisson, entréguelo, está en el cajón al costado de usted. - Óscar tenía los codos apoyados en la mesa, con las manos que le tapaban la boca, respiró hondo para responder, se sintió aliviada de no haber desabotonado su saco, podía pasar desapercibida, sólo tenía que mantenerse impasible ante la tortura del placer.

Bien capitán, también elegiremos el castillo donde pernoctará la condesa. Estaré ultimando detalles y se los haré llegar.

Capitán ¿se encuentra bien? – Alain como siempre perspicaz, había notado cierto "rubor" sospechoso en ella.

Claro, Alain. –

Parece afiebrada, tiene las mejillas rojas, Jarjayes. Avisaré al doctor Lassone.

Mientras transcurría este diálogo, André luchaba por controlar su respiración. Con lo que pasaba debió haberse relajado y salido de Óscar, pero esa mezcla de peligro y placer, lo endurecieron más, había instantes que crecía mas dentro de la rubia, e involuntariamente apretaba la cadera femenina hacia él. Cada vez que esto ocurría, La rubia sentía una oleada de éxtasis, que se iniciaba desde su interior hacia todo su vientre, quería gritar, gemir, golpear la mesa, moverse de arriba abajo con desesperación, lo sentía palpitar, engrosarse y endurecerse, era víctima de una tortura deliciosa, exquisita. Peleaba por concentrarse, pero su mirada se perdía. Apretó sus puños con fuerza, mientras debajo de la mesa, sus piernas vibraban.

Con mucho esfuerzo logró responder.

No es necesario, Dagout. Puede retirarse. –

Con su permiso comandante.

Estaré comunicándome, apenas encuentre a André. No lo encuentro por ningún lado – Dicho esto, Alain se retiró junto con Dagout, con el cual continuó charlando.

No se percató, pero los militares no cerraron la puerta del todo, sólo estaba junta. Algo que Óscar no pudo reparar, obnubilada por tremenda agonía sabrosa. Pensando que estaban seguros, Óscar exclamó:

¡hazme terminar ahora, André! –

Algo que fue escuchado por Soisson y Dagout.

¿Escuchó eso? Es la voz de la comandante –

Si seguro le ha dicho a Grandier que termine otro informe, vamos a tomar un trago, yo invito jejeje – Alain lo entendió al instante, abrazó a Dagout para que distraerlo y alejarlo, pero el coronel, viejo, ya había adivinado todo.

Con que Grandier, ¿eh? Es usted un buen amigo, acepto la invitación, vamos

Jejejejejjejeje, eso -

Mientras tanto, aún tapado y dentro de ella, el ojiverde hurgó entre sus piernas, buscando aquello, ese punto donde Óscar perdía la consciencia. Lo encontró y apretó con cuidado, escuchando un gemido femenino profundo, que lo excitó más, apretó otra vez, logrando estremecerla toda. La rubia no paraba de vibrar, su cabeza la tiraba para atrás y regresaba, para atrás tenía las manos sobre la mesa, los ojos blancos, la boca abierta, sin gritar, no podía sino..

Casi un minuto después, Jean Cinetg se acercaba para pedir permiso a la comandante, abrió la puerta y la encontró con los ojos desorbitados, un hilo de baba caía despacio se sobresaltaba, atrás de ella un bulto se levantó inclinándola más.

Alain, Alain! ¡la comandante está poseída! ¡Horror¡ - Jean corrió hasta afuera de las barracas, logró alcanzar a Soisson justo antes que subiera al coche.

¡Jean! ¿Qué has dicho?! –

Es la comandante, hay un bulto detrás de ella que se mueve, y ella tenía la cara bien rara –

¿de qué habla soldado? – Dagout se asomó por la ventana de la carroza

Estas muy agotado por lo que has tenido que aprender, vamos a tomar un trago a París yo invito – Le hizo un gesto a Dagout para que no le haga caso a Jean.

Está bien – Jean subió a la carroza y se calmó.

En la oficina de Óscar, André se levantó y la inclinó en el escritorio, haciendo que la cara de la rubia tocara la madera de ello. Se movió con ansias, mientras el orgasmo femenino continuaba, minutos después, llenaba el canal femenino de su esencia caliente.

Después del "incidente" los días de nuestros héroes pasaron rápido, entre el trajín de las barracas, la mansión y algunos llamados a Versalles. Óscar y André trataban siempre de encontrarse en las noches para tocar el cielo y regresar con caricias ardientes y palabras llenas de amor.

En las barracas, André tuvo mucho cuidado de adiestrar a los elegidos para la escolta personal de la condesa, incluyendo a Alain, que en secreto era instruido por su compañero para poder presentarse y comunicarse como es debido ante una noble. El ojiverde fue muy estricto con la limpieza y el uso del lenguaje, ya que los soldados eran "eruditos" en palabras soeces. Con mucha paciencia, tuvo que enseñar a escribir bien sus nombres a cada uno y a utilizar los servicios en una mesa. Fueron días agotadores, pero necesarios. Cada dos días, Alain entregaba un informe detallado con los avances del adiestramiento.

Al fin, llegó el día del arribo de la condesa, un carruaje muy elegante rodeado de 15 asistentes se presentó en la entrada de París, lugar de encuentro con los miembros de la compañía B. Óscar, André, Dagout, Alain y los demás, estaban ya instalados para recibir a la comitiva, con todo preparado. Uno de los asistentes abrió la puerta del carruaje y con mucho cuidado, ofreció su mano para que otra, delicada y femenina, la usara de apoyo, en instantes, la figura grácil de una mujer elegante se asomó entre los escalones, era Arllette de Fourtabant.

La condesa De Fourtabant era una mujer mayor, pero muy atractiva, con un rostro precioso, y un cuerpo conservado, su cabello era castaño al igual que sus ojos, la piel pálida era acariciada suavemente por el sol dándole una textura de porcelana. En su mirada aparecía intermitente, un brillo especial, que delataba su profundidad de pensamiento, y su capacidad de percibir más allá de lo tangible.

No sólo Óscar, si no todos y cada uno quedaron impresionados ante la presencia de la hermosa y sensual condesa. Sin embargo, un mal presentimiento asaltó el corazón de Óscar, una punzada en el corazón, casi nunca lo sentía, pero esta vez fue diferente.

Bienvenida sea usted Condesa, me alegra que haya llegado a salvo. Soy el comandante Óscar Francoise de Jarjayes, para servirla. - Con una reverencia, besó la hermosa mano.

Me da mucho gusto conocerla Comandante Jarjayes, he escuchado mucho de ud. Todos resaltan su gran talento para las actividades militares. Por supuesto, yo estaba ansiosa por conocerla.

Me dedicaré a ser merecedora de sus elogios condesa.

Usted es merecedora de ello y mucho más Comandante. Ahora deseo conocer personalmente a cada uno de los jóvenes con los que voy a interactuar este mes. Sé que no es habitual que una condesa solicite ello, pero es mi forma, ud comprenderá.

Sus deseos son órdenes Madame. Permítame acompañarla. - Óscar cogió nuevamente la mano de la condesa y con delicadeza intachable se acercaron al lugar donde los soldados esperaban.

Sargento Alain de Soisson

Condesa, es un honor tenerla con nosotros.

Alain de Soisson estará visitando al regimiento cada 3 días para el debido informe, si usted lo dispone, se quedará más tiempo. – Una amplia sonrisa se dibujó en el bellísimo rostro de la condesa, casi imperceptiblemente su mirada había recorrido el cuerpo bien formado de Alain, un nuevo brilló apareció en sus ojos.

Soldado André Grandier.

Es un honor conocerla Condesa.

André Grandier puede apoyarla con cualquier gestión administrativa que ud requiera.

– Perfecto. Su conocimiento será muy útil. Mi asistente es muy eficiente, pero necesitará apoyo con otros documentos requeridos para sostener una comunicación adecuada con la milicia.

Soldado Francois Armand. Experto en armas de largo alcance.

Soldado Dressell Lassalle. Experto en armas y rescate.

-Que hermosos ojos tiene usted Lassalle, que azul tan intenso.- Otro brillo especial apareció en la mirada de la condesa. -Usted me acompañará en el carruaje.

- Lo que usted desee condesa. -Lassalle se ruborizó por los halagos, era la primera vez que una mujer como ella, le decía un cumplido como ese.

- Soldado Gautier Magné. Experto en combate cuerpo a cuerpo.

- Soldado Fernand Chardin. Experto en armas.

-Soldado Normand Levallois. Experto en armas.

- E.. E.. Es un placer Condesa. – Normand estaba completamente ruborizado. Arllette de Fourtabant, sonrió ante su nerviosismo. – Es usted un joven apuesto Normand.

- G.. G.. Gracias condesa.

-Soldado Olivier Dumont. Experto en armas y combate cuerpo a cuerpo.

- Soldado Phillippe Vierne. Experto en armas.

- Soldado Tristan Candau y Pierre Mercier. Expertos en armas de largo alcance, combate cuerpo a cuerpo y rescate.

- Me siento segura con tan excelentes guardias. Comandante. Voy a dirigirme al Palacio de Rambouillet que será el lugar de mi residencia, con el permiso de sus majestades.

- Bien condesa. Vamos a su carruaje. – Óscar la ayudó a subir con mucho cuidado. Volteó y se dirigió hacia los soldados. – Alain, dispón que Lassalle suba al carruaje. Los demás se movilizarán acordonando a la comitiva, entendido?. –

- Si, comandante.- - ¡Lassalle!, sube a la carroza.

- Si, jefe Soisson-

- Los demás, rodeen el carruaje.-

- Alain- Lassalle había salido del vehículo.

La condesa tiene instrucciones para André-

- André, acompaña a Lassalle. -

André entró a la carroza junto con Dresselle, en su camino, había mirado de reojo a Óscar para que sepa que no tenía de que incomodarse…. Era necesario, él la conocía muy bien.

Con todo en su sitio, se dirigieron hacia la residencia de la Condesa.

Tengo entendido que fue ud asistiente de la Comandante Jarjayes. Debe conocer mucho los movimientos de la corte.

Si Condesa, después me enlisté en el ejército, para servir a mi país. – André cambió el tema con rapidez, para evitar una indiscreción.

¿Qué, me cuenta de ud Lassalle? ¿Creció en Paris?

Si condesa. Nací y crecí en Paris.

¿Alguien más de su familia tiene sus ojos?

Mi madre y una de mis hermanas, condesa.

Oh ya veo…- Dirigiéndose a André con una sonrisa, le dijo - debemos entrevistarnos después del almuerzo, hay unos documentos que me gustaría que redactara.

Como usted disponga, Condesa.

Ambos hombres, admiraron la belleza y elegancia de la condesa. André empezaba a sentirse mal, pero rápidamente dio cuenta que sólo un ciego no podría mirar a la noble. Dresselle en cambio, no dejaba de mirarla, embelesado. Arlette de F. devolvió tal admiración con una sonrisa, sonrojando a Lasalle.

Llegaron al palacio antes del almuerzo, se dispuso un comedor para los soldados, esta vez almorzaron juntos incluyendo a Alain.

André que bien comías en la mansión Jarjayes.

El ojiverde sonrió con discreción, inmediatamente inició otro tema.

A la condesa le gusta Dresselle.

Siiiiii – contestaron todos- A ver tus dos luceros- bromeó Phillipe. Dresselle le respondió con un codazo.

A Normand le dijo apuesto- dijo burlonamente Pierre. – Esa belleza aparte de exquisita debe ser media ciega. Mira que decir que tienes una linda cara- Todos se mofaron.

Si es que a esto se le puede llamar cara- se burló Gautier, con sus dedos había levantado el mentón de Normand, que le retiró la mano de un palmazo..

Dejen de joder, carajo- habló Levallois sonrojado…

ya, joven apuesto- contestó Tristán. Todos rieron.

Los 3 días siguientes no hubo novedades, sólo paseos de la condesa siempre acompañada en la carroza por Dresselle y André. La condesa era muy simpática al relacionarse, rápidamente los soldados se sintieron a gusto con su compañía. Llegaban muy temprano en la mañana, se retiraban 5 de ellos a las barracas y los otros 5 se quedaban a hacer la guardia nocturna.

Alain de Soisson. Jefe de escuadrón.

Adelante, le avisaré a la Condesa de su llegada

Aquí espero.

Minutos después apareció tan bella como siempre Arllette de Fourtabant.

Es un gusto volverla a ver Condesa.- Alain hizo una reverencia

Es usted bienvenido, ¿está aquí por el informe?

Así es, ¿desea ud agregar algo?

Si, acompáñeme por favor.

Alain siguió a la condesa a su despacho, era un lugar muy elegante con muebles exquisitos, no quería admitirlo, pero estaba impresionado por tanto ornamento, era la primera vez que estaba en un lugar tan lujoso y sobretodo limpio, hasta el aire tenía un olor a rosas.

Tome asiento Jefe Soisson. Debo agradecerle por los soldados a cargo de mi custodia, hasta ahora su desempeño ha sido excelente. Sin embargo, es probable que necesite que Grandier se quede más días en la guardia nocturna, junto con Lassalle. Voy a tener visitas al teatro y necesitaré su compañía.

Bien Condesa no habrá ningún problema.

Deseo una copa de vino. ¡Joseph!

Si madame

Traiga una botella y dos copas de vino.

De inmediato, madame

Joshep es mi asistente personal, es inglés y muy eficiente. Seguro lo verá cerca a la escolta, espero que no haya ningún inconveniente.

Claro que no, Condesa. Se entiende la razón.

Bien, beba conmigo, jefe Soisson. ¿Puedo llamarlo Alain?

Por supuesto madame.-

Llámeme Arlette, al menos cuando estemos solos. Ahora cuénteme de usted, Alain ¿hay alguna mujer en su vida?.- Un brillo especial apareció otra vez en los ojos de la bellísima condesa.

En realidad, Arllette. Hay dos mujeres y ambas son muy importantes en mi vida. Una de ellas es mi madre y la otra es mi hermana menor Dianne.

Tiene una hermana, debe estar orgullosa de usted Alain.

Bueno, yo la quiero mucho. ¿Puedo preguntarle si usted tiene familiares?

Claro, si los tengo sólo que están en Austria, en un viaje de visita.

Deben extrañar a tan encantadora dama como usted Arlette.

La hermosa mujer sonrió por esas palabras, recorrió de nuevo con la mirada aquel cuerpo masculino y poderoso, pensó que le costaría más trabajo, pero sintió que había llegado el momento

Me gusta como dice mi nombre. Tiene labios muy atractivos, desde que lo vi Alain, yo quise…. Es decir, quiero ….. quiero sentir el sabor de sus labios…

Alain se sonrojó, al escucharla, nunca en su vida, ni en sus pensamientos más advenedizos, se imaginó estar en una situación como esta. Bebió toda su copa y se levantó abruptamente.

Condesa, el vino le está jugando una mala pasada, llamaré a su asistente.

No es necesario Alain, me siento embriagada, pero por usted, su imagen es fascinante. ¿Nunca se lo han dicho? – La mujer se acercaba lentamente, Soisson se sintió como una presa por primera vez.

Cuando estoy en mi despacho nadie me molesta, ni se quedan en la puerta, así que estamos solos. Además, le pedí que me llamara Arlette.

Arlette, este vino es fuerte, no debió tomarlo.- dijo tratando de moverse, pero por alguna razón, no pudo, su aroma era intoxicante.

Di de nuevo mi nombre, Alain.- ella estaba a un paso de él, su mirada castaña brilló. Hipnotizó al soldado.

Arlette….- habló obediente, quería reaccionar, insultar, recordar sus obligaciones y lo único que hizo fue esperar ansioso su piel….

Jamás he estado con alguien tan rudo como tú, déjame probarte…- Bésame Alain…

No podía creer lo que estaba pasando, aún no sabía si era un sueño o una pesadilla, había perdido la voluntad, se sintió como la marioneta de esa bellísima mujer, se reprochó por eso, no lo pudo evitar y acercó sus labios a los de ella…

Arllette rodeó el cuello de Soisson con sus brazos, mientras que él la acercó más a su cuerpo.

El beso continuaba, su aroma, sus labios, su belleza, - quizás así se siente el cielo, pensó-

No, que estoy haciendo – rompió el beso, se enderezó y con mucho cuidado cogió los brazos de ella bajándolos.

¿No te gustó lo que hicimos? - Lo miró coqueta, sus manos acariciaban su pecho por encima de la chaqueta.

Condesa, perdóneme, no sé qué me pasó –

Es el destino Alain, no luches contra él – lo miraba a los ojos, mientras le hablaba, esos ojos brillantes lo hechizaban.

Es usted una condesa y yo un soldado –

El deseo no entiende de clases sociales -

¡Arllette! Mandaré a revisar el vino con un buen catador, se lo prometo -

Esta bien, no forzaremos al destino, cuando vuelvas haremos el resto. – se alejó de él, dejando un aroma exquisito en el aire, que embriagó a Soisson

Debo pedirte que salgas por la otra habitación, tiene una salida al patio, sería más discreto, tu sabes. – le guiñó el ojo.

Como usted ordene Condesa. –

Cabalgando hacia las barracas, Soisson recordaba lo sucedido

- Como usted ordene Condesa…, soy un estúpido- se explicó Alain, burlándose de sí mismo - admito que lo disfruté y al parecer ella también, pero no por eso voy a creer que soy especial para una noble- - Aunque, su belleza es .. intoxicante.- Llegó a Paris y recordó la taberna del viejo Claude, sintió sed y fustigando su caballo, se dirigió hacia ese antro. -No hay nada que no se pueda olvidar con un buen trago. –

Casi llegando a la taberna, pudo divisar que un caballo se alejaba, un cabello rubio bien corto y una chaqueta negra, lo impresionaron

¿No es ese Joshep, el asistente de Arllette?

Finalmente llegó al lugar, descendió del caballo y lo ató dejándolo encargado. Al entrar, vio a Lucille, negociando con un cliente. La saludó con la mano, contento.

Hola, grandulón, veo que las cosas te salieron bien hoy.

Hola preciosa, se podría decir que sí.- La miró y sonrió

Vaya gigantón, ella debe ser muy hermosa.

Jajajaja si lo es, pero es una noble.

¿Qué? Gigantón no creí que fueras un títere

Jamás seré eso, mucho menos, de los nobles.- Habló molesto

Está bien lo que tu, digas. Imagino que hoy no la pasaremos juntos

Regresaré preciosa te lo prometo. Dime, cuando estaba llegando vi a un jinete rubio, ¿siempre viene por aquí? Lo que pasa es que le debo dinero y no quiero encontrarme con él, tu comprenderás.

Si, siempre viene, se encierra con el patrón en su oficina. Es muy guapo, casi tanto como tu amigo, el de la otra vez, ese que estuvo con la rubia.

Si, hasta a mí me gusta… jajajajajaja. Es un buen amigo mío. Dime viene todas las semanas o todos los meses.

Todos los meses y eso es lo último que diré… gratis.

Jajajajajaja, bien entiendo, Gracias preciosa, te invito un trago.

Me encantaría, pero tengo a un cliente esperándome, lo dejamos para otra vez… ah aún tengo el juguetito-

Alain hizo una mueca de dolor sobándose una de sus nalgas y luego sonrió. – Yo lo usaré en ti preciosa, prepárate. - Luego de tomar otro trago más, regresó a las barracas.

-Alain, ¿es cierto que la condesa necesitará hasta 3 soldados más en las noches aparte de la guardia nocturna? ¿te dijo la razón?

- No me lo comentó, comandante, pero si mencionó a Grandier y a Lassalle, parece que se ha encariñado con ellos, es más yo también deberé de quedarme.

- Pero y el informe? -

- Diablos, lo olvidé –

- ¿Qué?, ¿debo eemplazarlo, jefe Soisson?

- No digas tonterías, lo traeré pronto.

- Trae a André.

- Me temo que no podré hacerlo, él está en la guardia nocturna esta vez.

- ¿Qué? - La mirada de Óscar cambió. – ¿hasta cuando le toca esa guardia? -

- Hasta dentro de dos noches-

- Bien, eso es todo.

- Con su permiso comandante.

Óscar se quedó intranquila, un mal presentimiento embargó su corazón, por primera vez sintió angustia, no podía quitarse la idea de que su hombre, pasaría la noche en el mismo sitio con una mujer tan bella, aunque no dudaba de él, era consciente de que el gran encanto de André, no pasaba desapercibido. Recordó la forma en que lo miran las criadas, las meretrices, las nobles de la corte… Respiró hondo y se dirigió a su mansión. Trataría de descansar ya que los siguientes días serían muy trajinados.

-o-

Los demás soldados de la guardia nocturna, se disponían a empezar, cuando llegó un recado para André.

La condesa requiere de su presencia soldado Grandier.

Voy, inmediatamente.

El sirviente se retiró, rápidamente.

Cuidado André, es tarde. Mira que Normand aún no regresa y dijo que lo estaban llamando. – dijo Pierre

Seguro le dieron de comer y se atragantó. – respondió Armand. –Qué raro que no llamara a Dresselle, ¿no que quería ver brillar sus ojitos?- todos rieron.

No creo que me demore, ya vengo. – Dicho esto André se encaminó hacia el despacho de la condesa.

El lugar se encontraba un poco lejos, así que aceleró un poco el paso.

Justo antes del llamado de André, Normand había llegado al despacho, con delicadeza toco la elegante puerta.

Adelante- exclamó la hermosa Condesa

¿Me mandó llamar Madame?

Si, necesito conversar con usted, por favor siéntese. Tomaremos vino. Sírvanos.

Como usted diga. - Obedeció nervioso, casi derrama el vino llenando el primer vaso. – Tome-

Gracias, quisiera saber más de usted. Dígame ¿hay alguna mujer importante en su vida?

Al escuchar esta pregunta, empezó a temblar, su instinto le indicaba como podía terminar todo, y vibró con la idea. Miró su rostro angelical y se perdió en su mirada. Respiró hondo para concentrarse y contestó..

Sólo una hermana mayor.

Ella debe de sentirse orgullosa de usted.

No lo sé, tal vez si.

Llámeme Arlette.

Como usted mande Arlette.

Me gusta como dice mi nombre…