Campanadas de Nieve y Piedra
9 d.C.
Espoleó a su caballo una vez más, el animal aceleró atravesando el bosque como una flecha siguiendo a los perros que perseguían al ciervo que buscaban. ¿Era esto una señal de los dioses?
No lo sabía, pero decidió pensar que sí. Un ciervo blanco había sido avistado hace tres días y la noticia había corrido hasta llegar al Eyrie donde él se había estado preparando para su boda. Madre estaría furiosa por haberse escapado pero que mejor que una capa de ciervo blanco para regalar a su futura esposa o eso es lo que le diría.
Esposa, su esposa, la futura señora del Eyrie y quien se convertiría en la madre de sus hijos. Por años había sabido que se casaría con ella pero una cosa era saberlo y otra llevarlo a cabo.
Nunca se habían conocido, ella había estado toda su vida en el Norte y él en el Valle. No tenían nada en común, ella adoraba a los dioses antiguos y él a los siete.
Necesitaba tiempo para pensar y cazar siempre lo ayudaba, por eso el ciervo blanco fue una bendición, fue un momento que podía tomarse para él sin que nadie lo distrajera sino fuera porque Jonos había decidido acompañarlo.
Su hermano cabalgando a su lado tenía una mirada concentrada en busca de cualquier signo de que estuviesen cerca del ciervo, el deber de los perros era cansar el animal mientras que ellos lo matarían con sus arcos y evitar dañar la piel.
Los sirvientes y otros compañeros nobles se habían quedado atrás ya que él y Jonos estaban concentrados en cazar al ciervo. ¿Le gustaría a ella?, seguramente, a todas las damas les gustaba cuando alguien les hacía un regalo, especialmente uno como este.
Pero madre todavía estaría enfadada por haber sido abandonada por ellos con toda la organización de la boda.
"¡Jonos!" Gritó haciendo que su hermano desacelerara a su caballo reduciendo el ritmo y permitiéndoles hablar. "Dirígete al tronco hueco yo seguiré a los perros"
"Solo quieres el ciervo para ti" Mencionó su hermano. "Pensaba que quien lo encontrase se lo quedaría"
"El ciervo no irá por la colina del grajo. Tu estarás más cerca de él." Era cierto, sin embargo, lo único que él quería era tiempo para pensar lejos de madre y del Eyrie.
"Más te vale no robarme el ciervo" Su hermano refunfuño espoleando a su caballo y desapareciendo entre los árboles, él se quedó quieto viéndolo irse.
Él era señor del Eyrie, una vez rey y lo había perdido por un vuelo en dragón. En ese momento no se había dado cuenta de lo que significaba, de lo que acababa de perder.
"Soy la primera persona en alcanzar el Eyrie en miles de años, tengo a tu hijo a mi lado y un dragón. Ríndete o sufrirás las consecuencias"
Esa había sido la amenaza nunca dicha pero implícita de la reina Visenya cuando madre lo encontró junto a la reina con su dragón detrás de ellos.
Ahora sabía que fue el mejor desenlace, que habría hecho Visenya si madre se negaba a una amenaza tan clara? Los habría quemado a todos? habría reducido a cenizas al Eyrie?
Él era un niño y no se había dado cuenta, todo en lo que podía pensar era en si madre le permitiría montar en el dragón de la mujer amable. Recordaba el vuelo en dragón, nunca lo olvidaría pero todavía sentía que no había valido la pena.
Espoleó a su caballo, ya le había dado suficiente tiempo a Jonos para adelantarse. Puede que Jonos quisiese el ciervo, pero su hermano también se quejaría si sentía que lo había dejado ganar.
Atravesó el bosque ignorando la colina del grajo y siguiendo el sonido de los perros. Que raro, sonaban más cerca de lo que deberían. Acaso Jonos ya había atrapado al ciervo y estaba de vuelta? Debía de haberse quedado más tiempo pensando de lo que imaginaba.
Animó al caballo a ir más rápido esperando ver a su hermano cargando al ciervo encima del caballo con una sonrisa orgullosa en su rostro por haber atrapado a tan preciada presa. Lo que no esperaba era encontrar al ciervo vivo, atrapado entre la pared de un risco y los perros.
Era una bestia magnífica, una cierva de un tamaño sorprendente y con un carácter terrible. Cada vez que uno de los perros se acercaba demasiado esta respondía haciendo sonar sus pezuñas contra el suelo al intentar golpearlos.
Había esperado que Jonos fuese quien lo cazase, la prometida de su hermano Kyra Redfort se había estado quejando en los círculos de damas de que Jonos no le prestaba atención. O eso le había dicho madre.
Regalarle una capa de cierva blanca repararía la relación entre ellos dos. Además no es que lady Kyra no tuviese razón, Jonos la había estado descuidando.
Pero ahora él tenía a la cierva frente a él, distraída por los perros y sin percatarse de su presencia, nunca tendría una oportunidad mejor. Tal vez regalarle esto a su futura esposa ayudaría a suavizar el comienzo del matrimonio. Realmente quería que fuese lo mejor para ambos.
Y una parte de él también deseaba los derechos a fanfarronear sobre la caza de tan majestuosa bestia. Sería una buena historia para contar durante el banquete de bodas.
Ahora que se había convencido a sí mismo, preparó su arco y sacó dos flechas. Una de ellas la llevó a su boca y la sostuvo con los dientes. Mientras que la otra la llevó a la cuerda del arco.
Tensando la cuerda se tomó un momento para respirar por la nariz era hora. Debía matar a la bestia el tiro debía ser lo más certero posible, cuello o cabeza. No podía fallar, debía buscar la mejor oportunidad.
Esta vino cuando uno de los perros se acercó y le mostró los dientes al ciervo haciendo que este golpeara una vez más el suelo. El perro se apartó y el ciervo se quedó parado en el sitio donde habían impactado sus pezuñas.
Disparó la flecha y esta acertó en la parte baja de su cuello, la cierva se tambaleó pero todavía le quedaba guerra ya que ahora herida buscó abrirse camino a través de los perros lanzándose en estampida contra ellos.
Sacó la segunda flecha de sus dientes y la puso en el arco tensando una vez más la cuerda. Los perros fueron lentos para apartarse del camino de la bestia provocando que se vieran enredados en un montón de patas haciendo tropezar a la cierva.
Soltó la segunda flecha que voló por el aire hasta que llegó una vez más al cuello del animal esta vez más arriba que la primera flecha. Jonos era mejor que él en el combate cuerpo a cuerpo, pero él era mucho mejor en el arco y se sentía orgulloso de esto.
Pero no había tiempo que perder, la cierva estaba desorientada por las dos flechas y la maraña de perros en las que se había visto envuelta. Pero no tardaría en liberarse.
Saltó de su caballo y sacó la lanza de su espalda corriendo a toda velocidad llegando hasta la cierva que había logrado ponerse de pie. Ella no lo vio venir, atacó desde su costado con la lanza enfrente suya y con toda su fuerza la enterró en el costado del animal.
Si alguien lo hubiese visto lo habrían llamado suicida, pero estaba solo quería llevarse esta bestia a casa.
La cierva berreó cayendo al suelo por la fuerza con la que la había empujado cuando enterró la lanza en su cuerpo. Esta intentó volver a levantarse solo para que sus piernas le fallaran y se desplomó en el suelo.
A su alrededor los perros ladraron felices, pero la cierva todavía seguía viva tenía que acabar con su sufrimiento. Se acercó para sacar su lanza y volver a clavarla en ella.
La cierva desde el suelo pataleó alejándolo, parece que no lo iba a hacer más fácil pero no tenía ninguna otra opción. ¿Dónde estaba Jonos?, debería haberlo encontrado ya por los ladridos de los perros.
Una vez más se acercó a la cierva tomándola por sorpresa y sacando la lanza haciendo que el animal soltase un gritó de dolor, pero sin darle tiempo a respirar reunió todas sus fuerzas y volvió a clavar la lanza esta vez en lo que él supuso que era su corazón.
La cierva soltó un último berrido de dolor, su último suspiro y se desplomó. Había ganado, la victoria era suya.
Escuchó unos ruidos por encima suya pero no le dió importancia se acercó para sacar la lanza y cargar a la cierva en el caballo aunque dudaba que aguantase, tendría que esperar a que llegase ayuda para cargarla.
Algo golpeó su bota una piedrecillas habían rodado hasta él,los ruidos se hicieron más fuertes y vió con horror como un desprendimiento de rocas rodaban hacia el desde el risco a su izquierda.
Soltó un gritó de sorpresa y saltó, no sabía en qué dirección todo lo que quería era alejarse de las piedras. Por un instante voló por el aire solo para caer al suelo y hacerse daños en las rodillas. Se tapó la cabeza con los brazos como si eso fuese a evitar que una piedra le aplastase la cabeza.
Las rocas llegaron abajo, las escuchó rodar y rezó a la bruja para que desviase su curso y no le aplastaran. No sabía si lo había escuchado pero cuando el ruido cesó las piedras se habían detenido y él seguía vivo.
Podría haber muerto pensó, las rocas lo habrían aplastado y solo encontrarían su cadáver bajo las rocas. Madre habría llorado y su prometida se habría quedado sin marido.
Pero estaba vivo, le encendería una vela a la bruja cuando llegase a casa y solo por si acaso al extraño para que mantuviese su mano alejada de él. No quería tentar a su suerte.
Se levantó, con las manos raspadas por la caída y las rodillas adoloridas por el golpe, pero estaba de una pieza. Los perros se lanzaron sobre él haciéndolo tambalearse. Pobrecitos debían de haberse asustado.
Cuando volviese a casa se aseguraría de que comiesen bien, se lo merecían por haberle ayudado en la cacería. Y hablando de cacería caminó en dirección a la cierva, parece que se había salvado.
Esta sería una historia de cacería para recordar, pero la adornaría un poco. Podría decir que mientras las piedras caían sobre él, se acercó a la cierva y le asestó un único golpe con su lanza atravesando el corazón. Sí eso sonaba mejor que ser casi aplastado por rocas.
"¡Ronnel!" El grito vino desde algún lugar entre los árboles, era la voz de Jonos, parece que por fin había aparecido.
"¡Aquí!" Gritó en respuesta.
Su hermano no tardó en aparecer, venía caminando sin su caballo sus pantalones cubiertos de tierra y daga en mano. Los perros se lanzaron en busca de caricias por un buen trabajo pero su hermano los ignoró caminando hacia él con la daga en su mano.
"Escuché tu grito y pensé…" El rostro de Jonos estaba lleno de preocupación, él le ofreció una sonrisa tranquilizadora.
"Estoy bien, hubo un desprendimiento pero los dioses debieron evitar mi muerte" Dije señalando a las piedras. "¿qué pasó, por qué tardaste tanto?"
"Mi caballo pisó mal y acabó con la pierna enredada con una rama seca, tropezó y se partió la pata, casi me aplasta. Tuve que sacrificarlo" Él explicó señalando la suciedad en sus ropas, notando ahora la sangre en ellas. "Parece que ambos casi morimos"
Madre habría estado devastada si escuchase tal noticia, Jonos le puso la mano en el hombro con la daga todavía en la otra mano y le ofreció una mirada culpable. Parece que ambos habían pensado en lo mismo.
Escuchó unos ruidos una vez más desde el bosque, voces de personas y le dió la espalda a Jonos. "Parece que nos han encontrado" Dije mirando en dirección a los árboles esperando verlos. "¡Por aquí!" Grité.
Me di la vuelta solo para encontrarme a Jonos muy cerca de mí con la daga todavía en su mano asustandome haciéndome dar un paso atrás. "Baja eso" Le dije.
Jonos hizo una mueca extraña bajando la daga y dirigiendo su mirada a la cierva. "Parece que te adelantaste" Dijo, la envidia era evidente.
"Sí, parece que hoy tuve mucha suerte. Lo siento, a tu prometida le habría encantado un regalo como ese."
"Olvídala, deberías pensar en la tuya. Seguro de que se alegrará de que su futuro esposo demuestra ser tan capaz de proveerla de tan bello regalo."
Jonos le sacó una sonrisa. "Eso espero" Y lo decía de corazón.
Ya tenemos al novio, la siguiente es la novia
