"Me apuñalaste por detrás
No pude creerlo.
Me estoy desangrando.
¿Quién me puede salvar ahora?
Podrías, haber sido al menos
Algo amable para dejarme dar la vuelta
¿Quién me puede salvar ahora?
Te lo pregunte ¿Quién me puede salvar?"¹
• ── ◦ ◦ ── •
—¡Enervate! —Exclamó Snape tan pronto dejó el cuerpo de Draco recostado sobre su pecho acomodado en la silla de su despacho.
Draco abrió los ojos de golpe, curvó la espalda por reflejo y tosió sangre encima de la superficie. Intentó levantarse, pero cayó al hacer el primer esfuerzo; sus extremidades no tenían fuerza alguna.
Los sentidos estaban a flor de piel, con su visión periférica atendió la presencia que lo acompañaba, sin reconocerlo. El olor metálico de su propia sangre se mezclaba con el húmedo aroma de todo el lugar.
—¡¿Quién-?!
—¡Silencio! —Interrumpió Snape tomándole el mentón para levantar su rostro y examinarlo a detalle—. Pupilas dilatas, rasguños... ¡Abre la boca!
Obedeció sin decir nada, tener al único profesor que soportaba gritándole de esa manera provocaba que no tuviera el valor de recriminarle.
Snape visualizó sus dientes, se percató de las sutiles heridas que tenía su labio inferior hasta la comisura de su boca. Buscó la parte que más le intrigaba: Los colmillos.
Era casi imperceptible la diferencia: más grandes y afilados que lo usual, brillaban con el reflejo del foco como si tratasen de perlas blancas y las encías lucían enrojecidas. Demostrando que esa característica era forzada y antinatural.
Soltó su rostro y de un momento a otro sacó la pócima que llevaba consigo. Un poco más tenso llevo la botellita a la boca de Draco y le ayudo a Draco a beber el líquido.
Tenía un sabor repugnante y después del primer sorbo, comenzaron las arcadas que fueron ignoradas por el profesor. Cerró los ojos con fuerza y continúo bebiendo, obligando a su cuerpo a aceptar la poción lo mejor posible.
Cuando ya no quedó ni una sola gota de pócima, Snape se dio vuelta y comenzó a buscar en sus estanterías algún ungüento que ayudara con las heridas de la espalda de Draco. Al hallarla, acercó un banquito y en silencio se preparó para curar los rasguños.
Contrariado Draco no recordaba mucho de lo que aconteció, pero con dolo ver las marcas por todo su cuerpo y el profundo dolor que se extendió con rapidez; era consciente que no era para nada una buena noticia.
—Profesor —Susurró percatándose, por la iluminación del despacho: ya era de día y había pasado toda la noche fuera del colegio— ¿Qué sucedió?
Con un algodón y sin advertirle, Snape aplicó alcohol desinfectante. Draco reprimió una queja y apretó con sus palmas sus muslos desnudos en un vago intento de, suprimir el dolor.
—Es normal que no recuerdes nada —Explicó Snape, cambiando el algodón con uno limpio—. Tu mente intenta bloquear los sucesos traumáticos.
—...
—Draco has sido mordido por un licántropo.
Al escuchar esa palabra, ahogó una exclamación. Vio sus extremidades, notando una capa de lanugo rubio que cubría por completo sus brazos. Al llegar a las manos, en lugar de sus cuidadas uñas; unas largas garras de tres centímetros, con las cutículas llenas de tierra y sangre.
—N-No es gracioso, profesor — Tartamudeó con los ojos llorosos—. Está mintiendo, es una clase de truco suyo.
Cuando trató de morderse el labio inferior para tranquilizarse, se hirió a sí mismo. El sabor metálico de su propia sangre lo enloqueció.
Se levantó de la silla, apartando de un fuerte empujón a Snape quien se encontraba preparado para un arrebate de furia contenida.
—Yo soy Draco. Draco Malfoy —Se alarmó, poniéndose en una postura defensiva—. Sangre limpia ¡No soy un maldito monstruo!
—Cálmate Draco —Dijo Snape, con la varita en un agarre firme—. No me hagas hacerte más daño.
Draco gruñó emitiendo sonidos que el mismo desconocía podía hacer. Por más lesiones que tuviera, se sentía vivo como nunca.
Se fijó en como Snape levantaba su varita contra él. Con la adrenalina mezclada con la rabia, esquivó el hechizo rasguñando la silla que se interponía entre ambos.
—¿Por qué me está haciendo esto profesor? —Cuestionó sin quitarle ojo de encima—. Yo no he hecho nada malo.
Snape no respondió y en un movimiento rápido le lanzó la capa negra, confundiendo a Draco. Segundos después Snape ya tenía ganada la discusión.
—¡Desmaius! —Gritó Snape, dando de frente contra Draco.
El chico se tambaleó y evitó la fuerte caída gracias a Snape quien alcanzó a sostenerlo. Lo levantó hasta la camilla y acabó de curar las heridas en un silencio lleno de dudas.
Vendó a Draco y lo vistió con ropa ligera. Recostándolo de costado cubrió el cansado cuerpo con una manta.
Antes de salir de su despacho, escribió una nota que dejo encima de la mesa que decía:
"Descansa y cuando ya no tengas más sueño. Búscame, yo te diré que hacer ahora."
• ── ◦ ◦ ── •
Escóndete.
• ── ◦ ◦ ── •
Aún tras un mes de los sucesos, Harry no se recuperaba en lo más mínimo.
Las curiosas miradas del resto de los estudiantes lo perseguían por todo el colegio; buscaban culpable sin escuchar las razones.
La ceremonia del torneo, como era de esperarse se canceló y los estudiantes de las escuelas continuaban merodeando por los pasillos de Hogwarts. Hablaban a sus espaldas y nunca le dirigían palabra alguna.
Se alegraba de tener a sus amigos siempre consigo, algo que le ayudó a sobrellevar el día a día tratando de sentirse menos cómplice.
El premio de los mil galeones de oro le parecía un insulto, luego de recibir la bolsa; la abandonó dentro de su baúl sin certeza de que hacer con el dinero.
Según Ron, alumnos de Slytherin comenzaron a esparcir rumores sin sentido provocando que, en cuestión de pocos días, Harry notara los efectos.
Eso no le sorprendió, con lo que Rita Skeeter se aseguró de escribir durante todo el año, aquel último evento era como la cereza del pastel.
—Tu solo ignóralos —Sugirió Ron diciéndolo con soltura—. No saben qué hacer con su vida así que, la del resto les parece mucho más atractiva.
Decirlo era mucho más sencillo. Todavía no soportaba la mirada lúgubre de Cho Chang cuando se cruzaban en alguna clase. Lucia fuera de sí misma y enojada con él.
La pandilla de Draco, para su asombro se limitaron a vigilarlo cuando se encontraban en los pasillos. Sin dirigirle ninguna palabra. Draco nunca los acompañaba y aunque Harry tampoco lo había visto durante unas largas semanas, decidió no darle tanta importancia. Encontrándose seguro que cual fuera el motivo de su ausencia no le era importante en su vida en aquel instante.
Los padres de Cedric, al menos, accedieron a verlo y eran los más comprensivos acerca de los sucesos. De alguna forma Harry les sirvió como desahogo emocional y alguien n quien confiarle todos los logros de su hijo.
—Aún me acuerdo cuando fue elegido prefecto de su casa —Relató la señora Diggory con melancolía— Estábamos tan orgullosos de él que hasta hicimos una fiesta.
Harry en cierto punto tuvo que dejar de escucharlos. Saber todos esos datos que desconocía de Cédric, humanizaba más su recuerdo; provocando que el luto fuera más doloroso.
—Estamos felices que el último deseo de Cedric fuera estar con nosotros —Sonrió Amos Diggory, sollozando—. Muchas gracias, Harry. Por cumplirlo.
Asintió levantándose a la vez que los Diggory. Harry se apresuró en entregarles la bolsa de dinero. Ambos la miraron y declinaron la oferta, abandonando la cafetería.
Se metió la bolsa de galeones en el bolsillo de su túnica. Se sentía terrible y marcado de por vida.
A pesar de que nunca fue el mejor amigo de Cedric. Aun cuando se molestó al enterarse que salía con la chica que le gustaba.
Cedric le dejó una huella más grande de lo que pensó en primera instancia.
Harry sentía que esa noche, Lord Voldemort terminó con uno de los mayores de los secretos del universo. Apagando una estrella en ese inmenso universo.
• ── ◦ ◦ ── •
Un par de horas antes de la cena de fin de año, Harry, recibió la mala noticia del lugar donde tendría que pasar sus vacaciones de Verano; En Pivet Drive junto a sus agradables tíos y primo. Por más que intentó cambiar su destino, Dumbledore le replicó que Sirius ahora mismo no podría hacerse cargo suyo durante ese lapso.
Harry metía pertenencias con pesadumbre dentro de su baúl de viaje, mentalizándose de la pesadilla que iba a revivir. Ron, recostado en su propia cama le acompañaba mientras relataba algunas cosas sin sentido.
—Nos seguiremos escribiendo —Le aseguró Ron—. Mis cartas tal vez tarden en llegarte, pero no te podrás librar de mi tan fácilmente.
Harry asintió y cerró el cajón de la maleta, suspirando.
—Y si... ¿jugamos una partida de ajedrez? —Sugirió Ron al escuchar la clara desmotivación de su amigo—. Aún nos queda tiempo antes de la cena.
—Voy a pasar, tengo sueño —Respondió, yéndose a su propia cama quitándose los zapatos y los lentes—. Despiértame cuando sea hora de ir a comer.
—Claro.
Un silencio total llenó la habitación. Harry tenía una nube de pensamientos densa y sin resolver. Todo ese tiempo tras los sucesos no parecía curar nada las heridas.
Hermione le propuso que tal vez debiera comenzar a escribir un diario para poder asentar sus pensamientos y comprender las emociones del día a día, pero cuando lo intentó se quedó en blanco frente al pergamino en blanco. Ahora comprendía lo complicado que era ponerse a escribir un relato.
Prefería refugiarse en sus pensamientos divagantes, a pesar de que nunca terminaba en ningún lugar. Con mil caminos sin descubrir, perdido durante horas y horas.
Al momento que Ron se dedicó a despertarlo, Harry continuaba con los ojos bien abiertos, la única diferencia que sus piernas estaban acalambradas y sus labios resecos.
Se levantó y volvió a ponerse los lentes.
A través de la ventana de la sala de Gryffindor, notaba que todavía no anochecía. El cielo adoptaba con lentitud un tono naranjado y por lo menos le quedaba aun una hora de día disfrutable antes de que se todo se sumiese en la oscuridad.
En el comedor la decoración era lúgubre e incolora, contrastando con creces los recuerdos que poseía acerca de años anteriores referente a lo que era la cena de fin de año, sin las guarnirlas y estandartes que colgaban sobre las largas mesas de los colores de su respectiva casa. Lo más triste de ello era lo vacío de algunas mesas que brillaban por la ausencia de un número considerable de alumnos. (sobre todo en la de Hufflepuff)
Supuso con rapidez que era una muestra de respeto a Cedric. Se sentó cabizbajo en su lugar de siempre, fijándose en Hermione, la cual ya se encontraba sentada.
—Harry ¿Cómo te sientes? —Preguntó su amiga por vigésima vez en el día. A pesar de que sus intenciones eran hechas con bondad a Harry ya le agobiaba esa exagerada preocupación por Él.
Levantó la cabeza y esbozó una media sonrisa, solo para que su amiga se quedara tranquila—. Bien, solo un poco agotado.
Se quedo en silenció observando los rostros de los estudiantes. Dándose cuenta de que la mayoría era envuelto por esa aura triste y/o el miedo plasmado en el rostro. Sus ojos fueron a donde Ravenclaw, pero Cho Chang todavía no llegaba.
La mesa de Slytherin en cambió tenia a casi todos sus presentes. Quienes (a ojos de Harry) sonreían con malicia y burla. Eso comenzó a Hervirle la sangre. Decidió buscar a Draco, solo para reafirmar su mala impresión de Él.
Pero Draco se mostraba nervioso. Con ambos puños con firmeza sobre la mesa. Era obvio que algo no iba bien del todo. Sus amigos le hablaban, él solo los ignoraba. Jugueteó con los cubiertos y cuando se dio cuenta que Harry lo observaba; frunció el cejo con fuerza y luego alzó la vista. Se levantó con los ojos desorbitados y huyó del comedor con las manos en los bolsillos fingiendo indiferencia.
—Es un maldito —Susurró Harry, para que Hermione y Ron fueran los únicos oyentes—. Ni siquiera tiene el mínimo interés en escuchar lo que Dumbledore tiene para decirnos.
—¿Draco? —Cuestionó Hermione, Harry murmuró una afirmación—. Estoy segura de que nunca lo había visto tan demacrado, supongo que será por lo que presenciaste en el cementerio.
—Si, pero yo vi a su Padre —Aseguró Harry, enfatizando en lo último—. No creo que Lucius le haya dicho algo acerca de eso a Malfoy.
—Su padre es cercano a la política, de seguro que el ministro le habrá contado sobre tus acusaciones —Explicó Hermione, extendiendo la servilleta sobre su falda escolar—. Draco se ausentó por un par de semanas después de lo que ocurrió ¿recuerdas?
Asintió sin convicción, le dedicó tanto tiempo pensar en si mismo que lo que sucedía a su alrededor perdió importancia y tampoco sentía motivación alguna en pelearse con Draco y arruinar su jornada por completo.
—Bueno de seguro que habrá escuchado algo, con lo metiche que es.
Harry creyó que Hermione era la que tenía la razón. Al final de cuentas él tampoco es que tuviera contraargumentos convincentes para pensar lo contrario a su lógica.
Dumbledore hizo sonar su copa cuando todos los estudiantes llegaron a sus respectivas mesas. Un silenció se esparció por el comedor.
Escuchar lo que Dumbledore tenía que decir era desgarrador, como si reviviera esa noche a la perfección. Se permitió el lujo de ser otro oyente. Ignorando que era el protagonista de casi todos los sucesos.
Las miradas se volcaron en él durante el discurso de Dumbledore algo imposible de pasar en alto. La mano de Hermione agarró la suya en modo de apoyo por debajo de la mesa.
—Recuerden a Cedric Diggory. Recuérdenlo si en algún momento de su vida tienen que optar entre lo que está bien y en lo cómodo
Harry levantó la vista de los platos e hizo contacto directo con Dumbledore, era como si esas palabras hayan sido hechas para él.
A través del ventanal que, coronaba la pared ubicada sobre la mesa de los profesores; una tímida luna llena se alzaba en todo su esplendor y el fuego de las velas que aún faltaban por encenderse, lo hicieron por acto de magia.
—Recuerden a Cedric Diggory.
Se mordió el labio y vio los deliciosos platillos que se materializaban en frente a sus ojos, pero tan solo agarró la ensalada de zanahoria puesto que, no sentía demasiada hambre. La culpa ya le llenaba el estómago.
En algún lugar de su mente ya albergaba el recuerdo de Cedric, como si el también estuviera ahí con ellos. Riendo y disfrutando de esa última cena.
• ── ◦ ◦ ── •
Draco corrió por el prado. El césped húmedo recién recortado acolchaba sus agiles pasos.
No era doloroso. No por ahora.
Era hermoso ver como el cielo nocturno iluminaba el suelo. Agradecía aquello como una guía que, le marcaba el trote.
Aun así, Draco no se sentía libre. Ahora era encadenado a su monstruosa condición o al menos eso le explicó Snape en su despacho.
"Esa noche, corre. Escapa de todo, vete lo más lejos que puedas"
Draco que buscaba ternura en sus palabras intentó convencerse de que decía eso tan solo para protegerlo.
Cuando en realidad su objetivo era proteger al resto de Él.
• ── ◦ ◦ ── •
Harry subió al expreso con la sensación de las sábanas de la cama pegadas en el cuerpo. Esa mañana se permitió dormir un poco más al darse cuenta de que no sentiría esa comodidad en un tiempo.
En el compartimiento donde siempre se sentaba con sus amigos ya se habían asentado tanto Neville como Ginny, Harry se acomodó a su lado, pero al intentar saludarla; ella roja igual que un tomate se puso de pie y salió con la excusa de que unas supuestas otras amigas las cuales ya la esperaban en otros lugares.
Hermione entró tranquila con un frasco de vidrio en sus manos. Lucia igual que siempre de no ser por la sonrisa victoriosa que se paseaba por sus labios.
El tren se puso en marcha y Harry se apoyó su frente contra la tibia ventana, apreciando el paisaje que se desdibujaba fuera. El colegio en pocos segundos no fue nada más que una mancha entre medio de los árboles. Creyó por un segundo que todo lo que hacia era igual de irrelevante que una piedra en el camino.
Pero ¿Cuál era la meta de ese camino?
El carrito repleto de dulces pasó y Hermione fue la única que compró algo: un ejemplar de "el profeta"
—¡Increíble! ni una sola mención a Harry otra semana consecutiva —Mencionó Hermione, pasando las páginas del periódico con fiereza.
Sin decir nada, Harry agarró el papel solo para comprobarlo. El titular no era nada llamativo o impactante. Harry la observo, ella le sonreía.
—Me sorprende que hayan silenciado a Rita Skeeter.
—Oh ten por seguro que esa arpía no escribió nada y no volverá redactar ninguna maliciosa noticia.
Hermione con muchas ansias le explicó como atrapó a Rita con las manos en la masa, enterrándose que era un animago no registrado. Harry la escuchó con bastante atención alegrándose para sus adentros, por fin una buena nueva tras tanto tiempo.
Justo en el momento que Hermione terminaba de explicar su plan de callar a Rita por al menos un año entero, cuatro figuras entraron al vagón de forma abrupta. Eran Crabbe y Goyle, dos chicos grandotes de Slytherin que, escoltaban a Zabini y Pansy. Estos últimos parecían molestos.
—Fuera —Ordenó Harry, siendo ignorado por completo.
—No nos interesa lo de esa periodista de pacotilla —Gruñó Pansy mirando con asco a Hermione—. ¿Qué me miras tanto, Grenger? Espero que te la pases bien con tu nuevo proyecto de ciencia.
Zabini dio un paso adelante y señaló a Harry con descaro—. Tengo una mejor noticia para ese periódico "Harry Potter vuelve a ser el numero uno y Cedric Diggory en un año será olvidado"
Crabbe y Goyle rieron con falsas y marcadas carcajadas. A Harry eso le irritó tanto que se puso de pie y empujó a Zabini, quien no se inmutó. Ron también se levantó del asiento y apuntando con la varita les dijo:
—Les doy tiempo para que se larguen y nos dejen tranquilos. Vayan mejor a incordiar a alguien igual de patéticos que ustedes.
— ¿O si no que Weas-?
Zabini no terminó de responder porque otra persona entró en la escena, era Draco. Por las bolsas debajo de sus ojos parecía no haber dormido nada y su cabello rubio era cada día más blanco.
—¡Lárguense los cuatro! —Gritó con desagrado. Los chicos se voltearon al escucharlo y como si fueran perros obedeciendo a su amo desaparecieron sin decir nada— Potter...Tu otra vez.
—¿Ahora que es lo que quieres Malfoy?
Draco lo miró ignorando al resto del grupo, se metió sus manos en el bolsillo de su pantalón y abandonó el compartimiento girando sobre sus talones.
—Nos vemos en el infierno —Se despidió con una fingida arrogancia—. No te olvides del bloqueador.
Harry saco la cabeza afuera para ver como a lo lejos Draco era abarcado por sus amigos quienes formulaban cientos de preguntas que se negaba a responder.
Segundos después por el mismo pasillo aparecieron los gemelos Weasley sonrientes como siempre.
—Hola Harry ¿Qué tal todo? —Saludó Fred. Harry volvió a sentarse en el asiento algo confundido.
Era consciente que algo de todo eso no encajaba bien. El Draco que conocía se hubiera unido a su pandilla. El Draco que recordaba trataba de lucir implacable, pero aquel sujeto que se presentó frente suyo ni siquiera se molestó en meterse la camisa dentro de los pantalones.
—Malfoy los otros imbéciles. Nunca se aburren —Explicó Neville a los recién llegados.
—¡Ves George! te dije que nos apuráramos ¡pudimos darle una lección a ese mimado de una vez por todas!
Harry les sonrió al verlos tan dispuestos a protegerlo. Ambos gemelos le dieron un par de palmadas en la espalda y, rápidamente, cambiaron el tono de la conversación a una divertida; sacándole más de una risilla a Hermione quien siempre se mostraba impasible cuando hablaba con ellos.
Al llegar a la estación Kings Cross Harry se decidió, por fin, a dar el siguiente paso. Interceptó a los gemelos antes que se fueran y sacó la bolsa de dinero que llevaba consigo.
—Tomen —Dijo Harry, extendiéndola la pesada bolsa—, Hagan con ella lo quieran.
—¿Qué? —Preguntó Fred examinado la bolsa.
—Agárrenlo, yo no la quiero ni la necesito.
—Te volviste loco. Ahí debe haber cómo mil galeones.
Harry obligo a que George que lo tomara y este lo aceptó sin mucho esfuerzo. Los dos desnudaron la bolsa para fijarse en que todo ese dinero era real.
—Hagan lo que quieran. Abran la tienda de chascos y logren sacarles algunas preocupaciones a todos, por favor —Pidió Harry. En el fondo se encontraba al corriente que, podrían ser las últimas risas que muchas personas tendrían —. Eso si no le digan nada a su mama que yo se los di y cómprenle a Ron una nueva túnica de gala que no de pena ajena.
Los chicos asintieron y luego le revolvieron el cabello.
—¡Increíble Harry! Ten por seguro que invertiremos este dinero de forma sabia.
—Hermano —Se dirigió Fred a su Hermano—. Con esto podremos hacer miles de prototipos.
Harry saltó del vagón muy animado, sabía lo que le esperaba al otro lado de la muralla del andén 9 ¾, pero sentía que no podía ser peor de lo ya vivido en el pasado.
—¡Adiós Harry! —Se despidió Hermione acercándosele y dándole un tímido, pero amistoso beso en su mejilla.
—Gracias, muchas gracias, Harry —Exclamó George y Fred, haciéndole señas.
Harry se dio media vuelta y cruzó la pared de ladrillos, luego que de caminar en soledad toda la estación hasta encontrar en el estacionamiento a su Tío Vernon, esperándolo dentro de su auto.
Harry metió sus cosas en la maleta sin su ayuda y luego subió saludándolo en vano, ya que el hombre le subió el volumen a la radio para no escucharlo.
Con una leve sonrisa bailando en los labios Harry se preparó para el verano más animoso de su vida.
• ── ◦ ◦ ── •
Llevaba un par de semanas asentado en la casa de los Vernon y la alegría que experimentó tras su despedida se esfumó con el paso de los días. Sobre todo, en las tardes/noches donde extrañaba pasar ese tiempo con sus amigos en la sala común de su casa.
Sus tíos, en cambio ya no le saludaban. Al menos eso significó que Harry dejara de preocuparse por agradarles o al menos por no acabar durmiendo fuera como un perro. Su Tia Petunia ya no le obligaba a realizar quehaceres en la casa. Pudiendo pasar todo el día encerrado dentro de la habitación si quería.
El problema que eso le provocaba un estado anímico bajísimo. Aunque el calor hacia eso casi una tarea imposible, podía hacer uso de unos sutiles encantamientos refrescantes que, al hacerlo a escondidas, resultaban insignificantes.
De todos modos, una extraña sensación de cansancio fue abarcándolo con más fuerza, cada vez las tareas personales básicas comenzaron se hicieron pesadas, como levantarse de la cama, lavarse los dientes, tomar desayuno o ducharse.
Vigilaba la ventana y mandaba a Hedwig de vez en cuando una que otra carta, pero no recibió ni una sola respuesta. Después desistió y optó por quedarse tumbado todo el día en la cama durmiendo o si animaba a salir, entraba a hurtadillas a la piscina local.
Pero una noche algo rompió con la rutina. Ese día empezó bien con el levantándose de la cama y duchándose tras no haberlo hecho tras cuatro días. Salió todo el día a la piscina y cuando regresó a eso de las siete su Tia se olvidó de su ley del hielo y le saludó.
—Hola Tia —Respondió Harry sintiendo su voz algo ronca, no recordaba la última vez que había hablado.
Ella pareció darse cuenta de su equivocación, asintió y se dio media vuelta. Harry no entendía por qué ahora le tenían esa manía.
Subió a su cuarto y se duchó por segunda vez para quitarse el agua de la piscina. Vistió un pijama limpio y alimentó a Hedwig.
Bajó a buscarse algo de comer y mientras preparaba un pan tostado con mermelada, tocaron la puerta. Su Tia estaba ocupada preparando algo en la cocina y sin quedarle más remedio le pidió en un tono de voz ronco:
—Ve a abrir la puerta.
El asintió y obedeció la orden.
Su primo al otro lado de la puerta entró, y vio como también venia con los brabucones de sus amigos. Petunia saludó muy alegre a los nuevos invitados, mientras que Harry en su lugar era saludado con puñetazos en el hombro que lucían amistosos, pero en realidad resultaban dolorosos.
Dudley se dio vuelta para buscar algo que le falta y luego empujó a Harry de la entrada y arrastró a alguien dentro con su gordo brazo sobre sus hombros.
—Pasa esta es mi casa —Mencionó Dudley. Harry se frotó el adolorido brazo, le quedarían muchos machucones—. Casi no has hablado ¿eres tímido? ¿Cómo te llamabas?
Harry frunció el ceño y se fijó en la persona que su primo trajo a la casa, sin ni siquiera saber su nombre.
Alto, delgado, bien vestido y con ese cabello rubio que ahora le rozaba los hombros.
—Malfoy —Agregó Harry para sorpresa de su primo. Draco volteó su cabeza abriendo los ojos al reconocerlo.
—Mi nombre es Draco y Malfoy es mi apellido —Aclaró Draco soltándose del agarre de su primo. Examinando las paredes de la casa y luego miró a Harry de reojo—. Siento que nos hemos visto en algún lado, gafotas.
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1)Who can save me now? _ANARBOR_
Lo que está en cursiva son algunos fragmentos sacados textuales del libro Harry Potter y el cáliz de Fuego, durante la escena del discurso de Dumbledore.
Si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentarios o compartiendo este fic con tus conocidos. Te lo agradecería un montón ('∩。• ᵕ •。∩')
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