CW: Descripciones de violencia, muerte. Además de una gran cantidad de pensamientos depresivos. Leer teniendo en cuenta la sensibilidad del lector.
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"Reproduciré en mi cabeza
La señal de tu muerte.
Estoy tan contento de que esto haya terminado
No estoy impresionado
(te odio tanto, te odio tanto ahora mismo)
Peleaste tanto para derribarme
(te odio tanto, te odio tanto ahora mismo)
Pero ahora tengo mi camino
Dejaré que te quedes,
Ya que todo lo que puedo decirte es:
Que te odio tanto ahora mismo" ¹
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Las pisadas las hicieron temblar. El frío se filtraba por las finas paredes de la tienda para acampar, y los delgados piyamas ya no ayudaban. Era como si el invierno se hubiera adelantado.
Se escuchó una conversación, justo después del leve crujido de un montón de ramas. Ambas chicas intentaban respirar lo más lento que pudieron; eran ignorantes de la identidad de sus visitantes, quienes advirtieron la presencia de las dos, desde hace horas.
—¿Por qué padre siempre nos deja las sobras? —preguntó una voz seca y masculina—. Los muggles de atrás olían mucho mejor.
—Son las órdenes de padre —respondió la segunda voz, a pesar de sonar grave, se notaba que se trataba de una mujer—. Si prometes callarte, te dejo a la más joven.
—¿Dieciséis?
—Quince.
—Podría ser peor.
Unas largas uñas se clavaron por la tela de la carpa, rasguñando las paredes. Las chicas gritaron, pero tan pronto esto sucedió, la mujer agarró a la mayor y le torció el cuello, asesinándola al instante. El cadáver cayó sobre las piernas de la adolescente, quien notó plasmado en el inerte gesto, una expresión de horror.
—¿Hermano, cuánto tiempo ha pasado desde nuestra última cena? —cuestionó la mujer, sacando con una impresionante fuerza a la joven, que lloraba desesperada—. ¡Silencio! La carne se marchita con mucha facilidad... Tranquila... Tranquila, no llores más.
El hombre no respondió la primera pregunta, y en su lugar se dedicó a retirar el cadáver de la tienda de acampar, dejando a la mujer en el suelo.
—¿Quién era, pequeña?, ¿tú hermana, tu amiga?
No se escuchó ni siquiera el intento de responder. La mujer soltó a la muchacha con una sonrisa en el rostro. El hombre bufó molesto, cuando vio a la adolescente correr por los matorrales, y sin pensarlo demasiado, corrió a buscarla entre los árboles hasta aprisionarla contra un tronco; Clavó su mano dentro del vientre de la joven y con la última lágrima, la adolescente se desvaneció en los brazos de su verdugo, quien la llevó de vuelta al punto donde la mujer disfrutaba su singular "cena".
No pasó mucho tiempo antes de que una figura alta, forzuda y temible apareciera entre los arbustos. Los dos se levantaron del suelo, con la boca cubierta de sangre ajena.
—Hijos, les he repetido cientos de veces que, con la comida, no se juega.
Ambos se arrodillaron a los pies del recién llegado. Temblando, pero al mismo tiempo mostrándole el cuello, en un signo de vulnerabilidad y lealtad.
—Hijos míos, la manada los espera —perdonó el hombre, acariciando la cabeza de ambos adultos—. Terminen de comer rápido.
—Si, padre —contestaron ambos a una sola voz, antes de continuar devorando a ambas jóvenes.
Padre, caminó por entre los matorrales, con los ojos clavados en el cielo sin luna. Todos los meses lo mismo. Poco a poco, más lobos se fueron uniendo a su andar, hasta formar un extenso ejército de más de tres docenas.
Cuando sintió la presencia de todos, aulló a la luna y toda su manada lo acompañó en la fúnebre melodía.
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La frustración era tan inmensa, que Harry se fue a dormir con el estómago vacío, hambriento de venganza. No era rencoroso, o al menos eso creía hasta ese momento.
De todos modos, no se molestó en planificar una jocosa venganza, porque sabía que de eso ya se encargarían los gemelos Weasley sin ni siquiera preguntárselo. Draco, tendría que hacerle frente a la broma pesada que ellos le iban a jugar en cualquier momento, y Harry ya anticipaba aquello.
Lo que más le molestaba, era la arbitraria postura de Umbridge en el problema. Esa mujer era una bruja, en el sentido tanto literal como figurado de la palabra. Con solo recordar su vestido, a Harry ya le comenzaba a doler la cabeza. Se rozó el dorso de su mano, sintiendo la cicatriz que Umbridge le dejó tras tantos castigos.
Lo de Draco era una inmadura estupidez. Lo de Umbridge era maldad, en su estado más puro de la materia.
Se alegraba de que los partidos se celebraran los sábados, porque tenía el domingo completo para descansar. Harry se levantó de la cama a medio día y pretendió hacerse el desinteresado cuando, Hermione, le preguntó si quería ir con ella a Hogsmeade.
—¿Por qué no vas con Ron?
La chica se encogió de hombros y respondió—: No lo he visto en toda la mañana. Debe estar deambulando por ahí... Después de lo de ayer, supongo que querrá estar un tiempo a solas ¿No? —dedujo Hermione, poniéndose una larga bufanda de Gryffindor—. ¿Seguro que no quieres acompañarme?
—Con el espectáculo que montó Angelina ayer, creo que también voy a necesitar un poco de espacio...
—Entiendo, veré entonces si Ginny y lunática Lovegood, quieren ir —comentó Hermione, forzando una sonrisa. Harry le respondió colocando en la cabeza de su amiga, un gorro que combinaba con la bufanda—. No te culpes más, Harry. ¡Tú, únicamente, estabas defendiendo a Ron! Eso comprueba el tipo de persona que eres.
Harry sacó el mapa del merodeador y comenzó a buscar entre los nombres de los alumnos a todos los Weasley. Ginny esperaba cerca de la entrada, acompañada por Luna y Neville.
—¿Un insensato con problemas de autocontrol?
Fred caminaba por el patio del colegio, acompañado con Angelina: Se habían arreglado. George, Lee y un grupo de nombres que desconocía, deambulaban por la biblioteca. Negocios, supuso Harry, antes de que Hermione le quitara de sus manos el mapa.
Con un dedo señaló el nombre de "Ron Weasley" que se encontraba estático en algún pasillo del colegio.
—Si, y también un excelente Gryffindor que cuida a sus amigos —concluyó Hermione, abrazando a Harry—. Ya sabes lo que tienes que hacer. ¡Los veo en la tarde!
Cuando Harry se quedó solo en medio de la sala común, subió deprisa a su cuarto para vestirse y sacar de su baúl, los paquetes de cigarrillo sellados, que no había sentido la necesidad de utilizar hasta ese momento. Dando una última ojeada al mapa, fue trotando entre los pasillos, hasta dar con Ron, quien miraba por la ventana, ausente y meditando en sus pensamientos.
—Te perdiste.²
Su amigo no se sobresaltó, pero levantó la mirada a Harry y lo saludó sin ganas.
—Me gustaría estar perdido en este momento —dijo Ron, apegando su frente contra el frío cristal. Las vistas daban justo al patio y pudo ver a Hermione que salía acompañada hacia Hogsmeade—. Al menos así tendría algo más de que preocuparme.
Se sentó en el otro extremo de la banca, y tuvo el impulso de querer consolar a Ron con un abrazo, pero se limitó a darle un par de palmadas en el Hombro. Eran mejores amigos, pero el tema, contacto físico íntimo, estaba reservado para situaciones de vida o muerte como: matar a un basilisco o derrotar a un grupo de acromántulas.
Era consciente que Ron cargaba con una maldición que, Harry, deseaba portar. Ser el hermano del medio, en una familia grande, donde todos los miembros destacaban por razones distintas, quedándose eclipsado, casi a diario. Solo por ser como era Él, Ron. El problema era que Harry no sabía cómo empatizar con su amigo, lo intentaba, pero crecer sin padres, con un primo que desde el día uno le dejaron en claro que era más importante que él; eran obstáculos que no podía ignorar.
Por eso, como Harry no sabía que palabras utilizar, se quedaba en silencio, escuchando las quejas de su amigo. Afirmando todo lo que despotricaba, para hacerlo sentir mejor. Fueron minutos en los que Ron estuvo a punto de romper en un llanto de impotencia, de querer ser otra persona, pero se contuvo. Como siempre lo hacía. No lo juzgaba, al final de cuentas, Él hacia lo mismo.
—¿Te sientes mejor, ahora? —preguntó Harry. Ron asintió con lentitud—. Iba a ver a Carmichel, un chico de Ravenclaw, que quedó de enseñarme algo... por si me quieres acompañar.
—No suena para nada sospechoso —comentó Ron, recuperando su sentido del humor—, voy contigo, no tengo nada mejor que hacer.
—No me juzgues.
Ambos se pusieron en pie rápido, Ron agarró a Harry por el cuello y frotó sus nudillos contra su cabeza, revolviendo el cabello de su amigo en todas las direcciones.
—Como si pudiera juzgarte por algo. ¡Ayer estuviste increíble! —exclamó, soltándolo—. Ese idiota de Malfoy se lo merecía. De repente te vi encima de él, dándole la paliza de su vida, ¡Fue algo inolvidable!
Caminaron por los pasillos desiertos del castillo, y Harry verificó si el chico estaba en su sala común. Lo vio paseando por algún lugar de la torre Ravenclaw y, Harry recordó que le había dicho que siempre estaba ahí. Apresuró el paso, ansioso.
Siempre sucedía lo mismo. Harry se sentía, un poco más cómodo caminando con Ron que con Hermione. Los silencios, su amigo, los llenaba siempre con murmullos agradables, o su risa contagiosa. Hermione, en cambio, trataba de suprimir las instancias blancas, con comentarios acerca de los estudios. Algo que, en lugar de resultar siendo una plática agradable, se convertía en una clase en formato audio.
Llegaron frente a la puerta de Ravenclaw, con Ron riendo por una broma propia. Harry se acercó al águila y esperó paciente a que la estatua dijera el acertijo que lo dejaría pasar, aun sin ser de la casa. No sabía si era un método demasiado seguro, pero sin lugar a duda, lograba marcar una diferencia en materia intelectual.
"¿Qué es la cosa que entre más grande sea, menos se verá?"
La estatua repitió la pregunta, después de un par de minutos donde los chicos se quedaron estáticos sin saber que responder, hasta que no volvió a hablar. Harry se volteó y miró a Ron.
—A mí no me mires, por algo soy Gryffindor —sentenció, encogiéndose de hombros—. Hermione ya sabría la respuesta.
Ron intentó con cosas al azar, Harry le pidió un "comodín" a la estatua, pero ella no le hizo ni el mínimo caso.
Trataba de recordar los libros de acertijos que le regalaban a su primo, y este ni siquiera tocaba. Era ese tipo de pregunta que saldría en alguna de sus páginas con la respuesta justo al lado, pero mientras más intentaba recordar consideraba que los hechos que conocía se deformaban.
El ave repitió una vez más el acertijo, pero los dos chicos estaban tan enfocados en responder que no se percataron que la estatua lo había dicho porque había llegado otra persona.
—La oscuridad.
Harry se volteó al reconocer aquella dulce voz, Cho Chang le sonreía con la alegría más vasta del mundo. Solo aquello le bastó para que se olvidara por completo del motivo de su visita, y en su lugar, se quedara embobado mirando a la chica, aun cuando la puerta a su espalda ya se hubiera abierto de par en par.
—¿Quieren pasar? —preguntó Cho, acercándose a la puerta. Ron asintió y le dio un puntapié a Harry para que despertara de su ensoñación—. Creo que no debería dejarlos entrar... pero todos están en Hogsmeade, así que será nuestro secreto.
Entraron cautelosos, y admirando la sublime sala común de Ravenclaw. Que por los muebles de mármol, colores blancos y azules, parecía la sala de estar de un castillo. Dentro, como Cho Chang predijo, no había nadie más que ellos tres, y un par de gatos (mascotas de algunos alumnos), que dormitaban en algunos rincones del sitio.
—Buscamos a ¿Calderón? ¿Cervantes? —probó Ron, quien había dirigido toda su atención a una mesa de ajedrez muy refinada—. ¡Wow! ¡Es el tablero de ajedrez mágico más bonito que he visto!
Sin preguntar, tiró a Harry del brazo y lo obligó a sentarse frente suyo, para jugar una partida.
—Eddie Carmichel —agregó Harry, moviendo una pieza cualquiera, porque solo le prestaba atención a Cho—. Es por lo de la última vez.
Entendiendo enseguida, Cho subió por las escaleras que subían hasta las habitaciones y Harry siguió jugando sin ánimos. ¿Se había cambiado el corte de cabello? ¿O era que estaba maquillada? Porque para Harry, Cho lucia incluso más hermosa que las veces anteriores.
Pasaron pocos minutos antes de que Eddie bajara conversando con Cho. Contrastaba con la habitación, al lucir desaliñado y flojo. Harry se levantó del asiento y saludó con la mano a Carmichel, quien se la estrechó amistosamente.
—Escuché lo del quidditch, una verdadera pena que no puedas jugar de nuevo—dijo Eddie y luego posó sus ojos en Ron—. Weasley ¿no? Un placer, Eddie Carmichael, a tus servicios. —Ron estrechó su mano algo desconfiado—. Bueno, ¿Qué les trae por aquí?
Harry sacó de su polerón y le enseñó los paquetes que traía encima, El chico frunció el ceño, sin comprender del todo.
—Vine a que me enseñaras como encenderlos —declaró Harry. Por una razón que ni el mismo comprendía, un sentimiento de vergüenza le hizo tartamudear—. Tu m-me dijiste que viniera ¿Recuerdas?
—Si, si, ¡Vale, entonces salgamos a dar un paseo! —sentenció Eddie, agarrando al instante por los hombros a ron, como si fueran amigos de la infancia—- ¿Cómo me dijiste que te llamabas, Weasley? Conozco a los gemelos ¡Sus productos son una pasada!
Notaba a Ron algo nervioso, pero Harry lo ignoró y dejó que Eddie tomara la delantera. Volteándose en sus talones, Harry se dirigió a Cho Chang.
—¿Quieres venir con nosotros?
—Tengo que estudiar para mi clase de Aritmancia —denegó Cho sin quitar la sonrisa de su rostro—, para la próxima será.
El chico asintió y ambos se quedaron por un par de segundos contemplándose. El corazón de Harry bombardeaba sangre con una fuerza apremiante. Era el cabello semirrecogido.
—Podríamos ir la próxima semana a Hogsmeade ¿Te parece? —formuló Harry—. Solo tú y yo. Como amigos, claro.
—¡Claro! ¿Vienes por mí o...?
—En la entrada, el próximo sábado, entonces. —El corazón de Harry parecía a punto de salir corriendo de su cuerpo, se sentía atontado, como si estuviera bajo los efectos de alguna extraña pócima—. Tu pelo te queda bonito así.
La chica no respondió, se dio media vuelta, con las mejillas sonrojadas y se despidió de Harry a los pies de las escaleras. Agitando su mano con suma delicadeza.
Harry salió de la sala común a trote, para alcanzar a Eddie, quien ya tenía ganada la confianza de Ron. Ambos esperaban platicando, muy cómodos el uno con el otro.
Eddie los dirigió por tramos del castillo desconocidos. Que estaban en el mapa, pero Harry nunca se preocupó de su existencia. En pocos minutos estaban en el punto más alto de la torre Ravenclaw. Un balcón cuyo acceso estaba prohibido, y que lucía como si nadie hubiera subido ahí en siglos, porque la vegetación ya se había apropiado de gran parte de las estructuras.
Se acercaron a los bordes de la estructura, para ver todo el castillo en su máximo esplendor. Ron se afirmó de la barandilla, impresionado del paisaje. Pero al apoyarse contra a la estructura, un gran trozo de piedra se desmoronó.
—No se afirmen, por algo está prohibido subir aquí —explicó Eddie, mirando de reojo la parte de barandilla que Ron rompió—. El lugar se cae a pedazos, pero cuando subo a fumar nunca ha pasado nada.
Harry le entregó los cigarros y Eddie abrió el paquete con maestría. Se puso un cigarro en los labios, le devolvió la cajetilla a Harry y con solo tocar la punta del puro, esta se encendió.
—Vale, pues te enseñaré cómo hacer el hechizo más sencillo del mundo.
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Con el comienzo de la semana, también iniciaron las insidiosas supervisiones de Umbridge hacia los profesores del colegio. Prestando especial atención a aquellos maestros que no apoyaban la administración del ministerio.
Sentado en el fondo del salón, sin hacer comentario alguno, Draco escuchaba atento a los comentarios de Umbridge hacia la clase de Snape. La mujer se paseaba por el salón, observando a cada estudiante preparar una poción crecepelo.
—Cuando el líquido se vuelva de un tono verdoso, estará lista —explicó Snape, revisando algunos calderos. Se detuvo en el puesto de Neville y luego se volteó a todos los estudiantes—. Lean bien las instrucciones: Cola de rata ¡No de Lagarto, Longbottom!
Terminó de agregar las púas de puercoespín y mientras revolvía el brebaje, releyó las instrucciones: "Tras agregar las púas de puercoespín, es normal que un olor a quemado aparezca en la pócima. Continuar revolviendo por cinco minutos, hasta que el olor merme, y dejar reposar por dos"
Lo malo de ser un hombre lobo y estar estudiando pociones, eran esas descripciones que incluían aromas. Al tratarse de una materia tan exacta, cada pequeño apunte era trascendental. Tomó su varita de la túnica con sutileza y murmuró un hechizo. Su olfato regresó a él, como un bombardeo, pero intentó prestarle atención al caldero.
—¿Es el profesor Snape, claro con sus lecciones, jovencita? —Oyó a Umbridge, a una mesa de distancia, conversando con Pansy y su grupo de amigas. Draco deseaba que no se acercará más, porque no se hallaba seguro de poder soportarlo.
—Creo que es un profesor muy... completo —respondió Pansy—. Sabe muy bien lo que hace, y a pesar de ser algo atemorizante, no considero que eso sea un defecto muy importante.
De la ecuación siempre se borraba la imparcialidad que tenía Snape en sus clases. Dando ventaja a los Slytherin por sobre Gryffindor. Algo de lo cual, hasta Umbridge estaba enterada, y por eso mismo, ni siquiera se molestó en pedirle la opinión a algún alumno de la otra casa. Recopiló unos últimos testimonios, se despidió de Snape, y salió con una postura arrogante de la Sala.
Cuando dejó de sentir aquel olor tan intenso ha quemado, Draco, inmediatamente se sentó en el banquillo, y ansioso susurró:
—Sine nidore.
Su situación era preocupante. No sabía si había desarrollado algún tipo de resistencia con el hechizo, o algo por el estilo, pero el efecto de este ya no era el mismo que las primeras veces. Neutralizaba los aromas más fuertes y los tenues los eliminaba. Ya no era como estar congestionado, era más bien como si todos los aromas estuvieran lejos de Él.
Era más cómodo; sí. Pero tenía miedo de que, poco a poco, el hechizo fuera perdiendo toda su fuerza en Él.
Cuando el tiempo pasó, se levantó perezoso de su asiento y fue a buscar uno de los frascos vacíos donde almacenar la pócima. Con solo pasar a unos pocos metros de la mesa de Harry, Draco se sintió debilitado, lo miró de reojo, percatándose que este también lo observaba. Harry frunció el cejo y Draco sonrió poniendo los ojos en blanco. Fue a buscar su frasquito y regresó a su mesa sin volver a fijarse en la mesa de Potter.
"Maldita sea, ya no funciona bien con Potter" Pensó Draco, mordiéndose el labio al recordar el tenue sabor de la sangre de Harry. "Otra vez tengo hambre..."
El líquido que hervía en su caldero no era perfecto. La densidad no era la adecuada, pero al menos no quedó del color fucsia que Goyle entregó. Vertió la cantidad suficiente en el frasco, le puso la etiqueta con su nombre, y cuando Snape pasó por los asientos recogiendo las muestras de todos, entregó la suya. Este agitó la pócima y negó con la cabeza al ver como el líquido gelatinoso, mientras se enfriaba, se volvía de un color verde opaco.
Ni siquiera, era ya bueno para una de las asignaturas en las que, se suponía, rendía de forma excelente.
Salió del salón de clases apresurado, solo porque no podía soportar por mucho tiempo más la presión que ejercía esa clase sobre Él. Le agobiaba saber que iba a tener que regresar esa misma noche, para cumplir el castigo que se buscó.
Por los pasillos, rondó como si fuera un tigre. Hasta volver a hallarse con sus amigos, que cantaban la canción muy animados. La sangre de Draco hirvió. Sin pararse a pensar en las consecuencias de sus actos, se acercó a ellos, y golpeó con fuerza la pared, para llamar la atención de todos.
—Si esa canción vuelve a salir de sus malditas bocas —exclamó Draco, analizando cada rostro del grupo. Pansy era la única que permanecía tranquila—. Yo mismo les cortaré la lengua a cada uno ¿Comprenden? ¿O se los explico con manzanitas?
Tanto Crabbe como Goyle asintieron algo temerosos. Pero Nott y Zabini eran los únicos que se atrevieron a replicar.
—Eres un jodido hipócrita, Draco —comenzó Zabini, dando un paso al frente—. Si Potter te dejó esa bonita cicatriz, no es culpa nuestra. Es tuya. Tú creaste la canción, asume las consecuencias.
—¿¡Y quienes fueron los que me obligaron a hacerlo!?
—¿Acaso estás asustado, Draco? —sugirió Nott. Draco se volteó hacia el chico, e hizo rechinar sus dientes, cerrando su mano en un puño— Por lo que sé, Los gemelos Weasley están preparando una jocosa venganza. —El chico se puso cara a Cara con Draco. A pesar de que Draco era alto, Nott lo era aún más, obligando a Draco a elevar el mentón—. Si el capitán despide a sus tripulantes, se hunde solo con el Barco. No te recomiendo que te enemistes ahora con las personas que te apoyan.
Pero Draco no mordió el anzuelo. Sonrió con sorna y le dio una sutil mirada a Pansy, quien le respondió de la misma forma.
—¿Por qué debería asustarme de unos patéticos como son Potter, y los Weasley? —Dijo Draco arreglando el cuello de su camisa. Nott retrocedió dos pasos, claramente molesto, al ver que su provocación no había causado el efecto esperado—. Crabbe, Goyle, ¿De verdad van a creer las palabras del envidioso de Nott? No es por ofenderlos, pero solamente, quiero recordarles, que siempre voy a encontrar reemplazos más eficientes para cada uno. —Nott y Zabini se miraron entre ellos, pero no replicaron nada—. Quien quiera seguir en el bando correcto, los invito a que me sigan a Transfiguración. El resto, que se joda.
Se volteó sabiendo que todo el grupo, sin ninguna excepción, lo seguía. Los únicos chicos de Slytherin que se atrevían a desafiar el temperamento de Draco eran Zabini y Nott, pero ahora mismo sabían que habían perdido aquella batalla. Por otro lado, Draco era consciente de que aquel par no iba a detenerse, y si no se cuidaba las espaldas, iban a descubrir su pequeñísimo secreto.
Así que, si quería ganar esa partida, debía comenzar a planear su próxima decena de jugadas con anticipación.
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1) I Hate You So Much (Anarbor): Menuda joya de canción.
2) Te perdiste: Me he dado cuenta de que, todos los hombres que conozco suelen "perderse" por momentos. Se quedan mirando a la nada y no escuchan nada. Me parece supercurioso, porque yo suelo tener la mente superinquieta, y aunque lo he intentado, no puedo "perderme" en mis pensamientos. Siempre estoy atenta a lo que ocurre a mi alrededor. No sé si es algo único en la población masculina, pero siempre le digo eso a mis amigos o mi padre cuando se quedan quitos por un minuto o más, ajenos a todo.
¡HOLA!
Mi parte favorita del Drarry es la tensión sexual de ambos. Estoy intentando mi mejor esfuerzo en plasmarla en esta novela. Pero el tema de los olores es, extrañamente conveniente. XD
¿Tienen algun troupe/tema, que sea su placer culposo en el Drarry? Para que se hagan una idea, lo mio son los licántropos, y terminé haciendo este fic. JA,JA.
Si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentario o compartiendo este fic con tus conocidos. Te lo agradecería un montón
('∩。• ᵕ •。∩')
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