"Lo protegeré todo con mis pequeñas manos
todo lo que he amado
y todas las maldiciones que han caído sobre mí
todos los sentimientos que he amado

Con mi luz lo protegeré todo
todo lo que he amado" ¹

• ── ◦ ◦ ── •

Aquella misma mañana, Hermione llegó al n.º 12 de Grimmauld Place. Tenía el gesto preocupado, y lo primero que hizo apenas se reencontró con los Weasley que bajaban a desayunar, fue abrazar a Ron.

Se colgó, literalmente por su cuello, y Ron que casi pierde el equilibrio. Se tuvo que enderezar para soportar el peso de Hermione, pero una vez fue por completo consciente de la situación que vivía, entrelazó sus brazos alrededor de la cintura de su amiga, dedicándose a jugar con sus rulos.

Harry, veía toda esa situación sentado desde la cocina. Sorbía calmado la leche de chocolate, con una sonrisa que le costó ocultar. Cuando sus amigos se separaron, decidieron actuar como si nada hubiese ocurrido, pero a Harry no le importaba. Ese momento había sido suficiente para darle ánimos de continuar con el día. Algo que necesitaba, porque ni siquiera se atrevió a probar bocado de la masa negra que Sirius sirvió para desayunar.

—¿No se suponía que todos viajan el sábado? —preguntó Fred, saludando a Hermione con un delicado beso en su mejilla.

—Si, pero como no los vi en la mañana; me preocupé —contó Hermione, examinando el pan tostado (quemado a decir verdad) que estaba servido—, en especial después de que Neville me dijera que ustedes desaparecieron en medio de la madrugada. —Se sentó en una de las sillas, y con un suave movimiento de varita, se sirvió una taza de café—. Así que fui donde la profesora McGonagall, que me derivó a Dumbledore, y él me dio el permiso para regresar antes por traslador.

Remus fue el último en llegar. Saludó a Hermione, y miró con desagrado la comida, por lo que sin pensarlo dos veces, quitó los alimentos de la mesa y en su lugar puso las cajas de cereal que estaban guardadas junto a la leche.

—¡Yo cociné eso con todo mi amor! —reclamó Sirius, poniéndose de pie, al mismo tiempo en que Remus, dejaba en la mesa unos cuantos platos de cerámica para los cereales.

—Sirius, ya es suficiente con una persona en San Mungo. No necesitamos más enfermos —sentenció Lupin, quien con la inminente ayuda de Ginny, dejó las cajas de leche. Todos se abalanzaron a servirse los cereales, pero luego se percataron que faltaban las cucharas—. ¡Me olvidé! Lo siento.

Fue por un milisegundo, sin embargo, con solo abrir el cajón de los servicios y rozar con el índice la cuchara, Lupin apartó la mano ferozmente. Todos se sorprendieron y se quedaron en silencio. Sirius se levantó de su asiento, tomando las manos de Remus, viendo como en la yema del dedo, estaba coloreada de un intenso color rojo.

—Estoy bien, no es nada.

—Ginny, ¿Puedes sacar los servicios por favor? —la chica asintió y mientras contaba los utensilios no dejó de examinar al par—. ¿No me estabas diciendo que no querías que nadie más fuera a San Mungo?

—Cállate, Sirius.

Harry observó la cuchara que Ginny le extendió y comprendió la situación. Era de plata refinada, como la mayoría de la loza. Suponía que tenía que ver con la riqueza de la familia Black, pero de cualquier modo le sorprendió como una muestra de aquel metal podía ocasionar tal efecto en un hombre lobo.

Lupin terminó por utilizar la cuchara desechable que Sirius le pasó. Todos se limitaron a comer el desayuno en silencio y no se volvió a mencionar aquel asunto. Cuando el reloj marcó las once en punto, se escuchó el ruido de la chimenea encendiéndose.

La señora Weasley apareció en medio de la sala, limpiándose las cenizas de su vestido y el cabello. Sus hijos dejaron de comer al instante, y corrieron a abrazarla. La mujer repartió besos a cada uno y luego le llegó el turno al resto. Harry con Hermione recibieron un inmenso abrazo que casi les quita el aliento.

Dejando el desayuno a medias, decidieron de forma unánime que ya era momento de marcharse. Nadie quería esperar más de la cuenta, así que dejaron a Sirius y Lupin comiendo, mientras ellos se terminaban de arreglar para salir.

Cuando Ron fue el último en lavarse los dientes. El grupo salió por la puerta principal, siguiendo a la señora Weasley por las calles de Londres. El vecindario muggle sorprendió al grupo, casi por completo. George no paraba de reírse cuando veía un gnomo parado en el jardín de la entrada, y Ron se maravillaba con la moda femenina de las distintas mujeres que cruzaban por la avenida.

—¡Wow, no tenía ni idea de que las escuelas muggles, permitieran usar las faldas tan cortas! —exclamó Ron, siguiendo con la mirada a un grupo de colegialas de casi su misma edad. Fred y George le guiñaron un ojo a un par, y las chicas no evitaron comenzar a reírse—. Harry ¿No crees que en el colegio también deberían dejar utilizar el uniforme como quisiéramos?

—¡Ronald! —exclamó Hermione, dándole un golpe en la nuca—, ¡Dejen de preocuparse por cosas tan poco... trascendentales!

Su madre, que prestaba poca atención a los comentarios de sus hijos, los llevó por distintos callejones hasta llegar al frente de una tienda de ropa muggle. Frente al local, que lucía que hace siglos que no abría, Molly tocó la ventana en un ritmo particular, hasta que la puerta se abrió. El inmenso grupo entró a la tienda, donde aparte de ropa de segunda mano, había dos maniquís enfrente de la recepción.

Molly se paró frente a los maniquís. En un acto de magia, las vitrinas se cerraron. Se encendió la luz y la prenda de ropa que estaba tocando Ginny, se esfumó de su mano.

—Vale, Fred y George primero —indicó Molly, cruzando la falsa recepción—. Es lo mismo que en King's Cross. Si les da demasiado miedo, pueden cerrar los ojos.

Uno a uno cruzaron la pared de ladrillos y frente a sus ojos se materializó el hospital, o al menos la recepción de esta. El lugar era de un color blanco intenso, que llegaba a ser excesivo y si te quedabas mirando las paredes por mucho rato, te mareabas. En las sillas solo habían unos cuantos magos y brujas, con distintas patologías, pero que no lucían demasiado graves; Como el de una bruja que tenía sujetada de la mano a su hijo cubierto de ronchas de color rojo, pero el niño jugaba como si nada.

Frente al gran mesón dos magos revisaban revistas mágicas, con poco interés en los recién llegados. Molly, quien fue la última en cruzar, se dirigió a ellos sin apuro.

—¡Hace tiempo que no estaba aquí! —Dijo George al grupo. Fred asintió, recordando lo mismo que su hermano—. Fue cuando te di a comer esa semilla ¿Te acuerdas?

—¡Cierto! Teníamos como ocho ¿No? —concordó Fred, rozando con sus dedos las paredes del hospital— Recuerdo que esa semilla terminó por germinar en mi estómago y tuvieron que operarme para sacar la sandía. —Ron abrió los ojos e intentó rememorar aquella situación—. Pero parece que le hicieron una buena remodelación. Antes no tenían esos parlantes.

—¡Espera! ¡¿Me estás diciendo que esa sandía que comimos creció dentro de Fred?! —Interrumpió Ron—¡Demonios! fue la mejor que he comido en mi vida, y ahora me están diciendo que me comí... ¡A mi Sobrino!

Tuvieron que esperar unos cuantos minutos, hasta que la señora Weasley terminó de justificar porque venía un grupo de personas tan grande a ver a una única persona. Luego de recibir la tarjeta verde, Molly los dirigió a través de los interminables pasillos, pero mientras pasaban por más unidades, las patologías parecían ir poniéndose peores. El personal médico pasó de ser jóvenes recién graduados a sanadores con amplias ojeras y canas en todo el cabello, con un aspecto mucho más experimentado, en las duras peleas que, diariamente, debían curar.

Por fin se detuvieron frente a una puerta, fuera al departamento de "mordidas". La señora Weasley entró y todos la siguieron algo inseguros.

Las habitaciones eran normales, iguales a cualquier hospital corriente. Con la única excepción, que en la que estaba el señor Weasley, solo contaba con el espacio para habitar a un enfermo más.

Arthur leía "el profeta", con una venda que cruzaba casi toda su cara. Al oír la puerta abrirse y casi a toda su familia entrar, su rostro se iluminó y dejó, de inmediato, el periódico a un lado. Sus hijos lo saludaron con besos y suaves abrazos, ya que cualquier movimiento y roce le dolía. Harry y Hermione, se sintieron un poco fuera de lugar, pero no fue hasta que el Señor Weasley se quedó esperando sus abrazos que Harry se percató, por primera vez, que Arthur ya se había convertido en un padre para Él.

Les contó todo lo que podía decirles acerca del ataque, el resto, dijo que era un tema confidencial de la orden. Luego volvió a mirar a Harry, con los ojos inundados en lágrimas:

—Pero tengo que agradecerle mi vida a Harry, porque de no ser por él, quizás yo hubiese muerto —dijo Arthur, formando con los labios una tierna sonrisa—. Harry, eres de las personas más maravillosas que he conocido.

Sin saber muy bien que decir, Harry agradeció y bajó la mirada a sus pies.

Después de eso, toda la familia Weasley se acomodó alrededor de la camilla de Arthur y comenzaron a hablar sobre asuntos familiares. Harry fue a la puerta, y se fijó como, a través del pasillo, merodeaba una persona con el cabello rubio que parecía perdida.

Lo interceptó, para indicarle que, si estaba perdido fuera a la recepción, no obstante, se quedó de piedra al ver de quien se trataba. Gilderoy Lockhart, le sonrió sin reconocerlo y con una mirada lunática.

—¿Quién eres? —preguntó Lockhart—, bueno no importa. ¿Sabes dónde estamos?

—En San Mungo.

—¡Fabuloso! ¿Y qué es eso? —Harry lo miró anonadado, y se mordió el labio nervioso—. ¿Es como una escuela?

—No, es más bien...

Pero no alcanzó a responder, porque una sanadora pálida y alta se apareció por el pasillo, muy preocupada. Respiró aliviada cuando vio a Lockhart hablando con Harry.

—¡Por Merlín! ¡Muchas gracias, caballero! —agradeció la bruja, provocándole un leve sonrojo a Harry—, ¡¿Gilderoy, cuantas veces te tengo que repetir que no puedes ir por ahí?!

—¿Quién es usted, jovencita? Bueno, da igual —consideró Lockhart, agarrando del brazo a la enfermera—. Tengo hambre, ¿Vamos a comer helado?

Ambos se alejaron de Harry, quien decidió volver a entrar a la habitación de Arthur, considerando que, lo más sensato que podía hacer en ese instante, era quedarse donde debía estar. Atrapó a Hermione y le relató lo de Lockhart, algo que su amiga respondió riéndose de su desgracia.

—¡No es gracioso! Pensé que se iba a acordar de mí.

—Supongo que el hechizo le ocasionó Alzheimer severo —puntualizó Hermione, entre risas—. Como cien veces peor, eso sí. Ya que no se debe acordar ni una pizca de ti.

Volvieron a mimetizarse con los Weasley, y Harry se relajó escuchando la voz de Arthur relatándole las historias familiares que recordaba. Se contagió de la felicidad del momento y la alegría que le ocasionó volver a ver al señor Weasley tan recuperado.

Posó su vista en cada cabeza roja. Ron sonreía con levedad, Ginny jugueteaba con su cabello, escuchando atenta a su padre; Los gemelos no dejaban de hacer bromas y Molly, tenía su mano entrelazada con la de su marido.

La mente de Harry viajó a primero, frente al espejo de Oesed, y comparó la calidez que su corazón sentía en aquel instante con la ilusión que el espejo causaba en Él. Mientras escuchaba la calmada voz del Señor Weasley, cerró los ojos e imaginó que su padre era quien decía esas palabras.

"—Por esa estupidez, fue que ella se fijó en mí ¿Lo pueden creer? —dijo James, agarrando por los hombros a Lily. —, pero no me arrepiento de nada, ella fue mi mejor elección"

Volvió a abrir los ojos, dándose cuenta de que no era nada más que una fantasía. Pero tampoco se disgustó, ni un poco, de la situación que vivía en ese pequeño cuarto de hospital.

Porque, el mejor lugar donde podía estar era ahí. Con su familia encontrada.

• ── ◦ ◦ ── •

¿Quién era él como para recriminarles nada? Si toda la vida, tuvo todo lo que quiso.

Era domingo, la última vez que había visto a su padre había sido ayer en la noche, y parecía más preocupado que otra cosa. Era la primera vez, que Draco no tenía ganas de contarle las aventuras que había vivido en la escuela a sus padres, pero sabía que también era la primera vez que eran, de verdad, necesarias.

—Las lunas están bien, supongo —murmuró, mordiendo un brócoli con pocas ganas—. Duelen, pero creo que ya me estoy acostumbrando.

Narcisa se limpió la boca con la servilleta de tela y miró a Draco con seriedad—. Detállame, Draco, quiero que me cuentes todo lo que recuerdas.

Lo hizo, o al menos dijo todo lo que consideraba correcto. Lo del profesor Lupin, sus padres ya lo sabían, porque habían necesitado su permiso para que Draco pudiera pasar una noche con Él. Asumir también los riesgos que eso significaba, pero recalcando en los beneficios que traía consigo.

Seguía pensando en esos beneficios. Recordaba haber llegado esa noche, dos horas antes de costumbre, y el hombre bebía té de un termo. Con solo verlo, a Draco le llegaron las memorias de tercer año, y como se refirió peyorativamente, al que ahora iba a ser su "salvador". Así mismo, rememoró las clases que tenían de vez en cuando con distintos profesores suplentes, y porque era el único profesor que comía sin los utensilios de plata, y en su lugar (como Él) usaba de acero.

El acero lucía como la plata, pero brillaba mucho menos y se oxidaba con mayor facilidad. Pero se alegraba de que, Dumbledore, incluso tuvo la consideración de hacer los cambios, por más pequeños que estos fueran.

—Con el señor Lupin, fue curioso, supongo —relató, jugueteando con la comida que poco a poco, se le estaba haciendo menos apetitosa—Es decir, me dio consejos y tal, pero no creo que les importe demasiado a ustedes, porque son cosas... ¿Lobunas?

—Draco, mírame a los ojos cuando me hables —ordenó Narcisa, dándole una vuelta a su anillo de matrimonio. Draco levantó los ojos encontrándose con la mirada acusadora de su madre—. Todo. Dime todo.

Draco, no podía decirle que No a su madre. Porque la amaba. Era la mujer más importante de su vida, y lo único que deseaba era regresar a esa sonrisa del pasado. Esa que siempre tenía cuando lo mimaba de niño.

De todas formas, se guardó los mayores secretos dentro suyo. En esa cajita que nunca había abierto a nadie, y tampoco tenía planeado hacer. Enfatizó en lo amable que el hombre fue, y trató de alargar la plática lo suficiente para que su padre se aburriera de la redundancia de su hijo, y acabara levantándose de la mesa.

Él fue el último en levantarse, y tan pronto lo hizo, le dio las buenas noches a sus padres y se fue a su habitación. Donde, una vez recostado en la cama, se quedó durante unas largas tres horas, dando vueltas encima de las sábanas.

No dijo nada acerca de Harry, a pesar de que lo que más temía era que él abriera su bocaza acerca del asunto.

No dijo nada acerca de que, la sangre lo estaba volviendo demente y que la carne animal, poco a poco le estaba pareciendo insípida.

No dijo nada acerca de su pequeño problema con los olores.

No dijo nada acerca de lo que encontró en los libros de astronomía.

Porque no necesitaba hacerlo. Todavía no. Y sus padres tampoco podían sacarle los testimonios de su boca, sin usar métodos ilegales contra su propio hijo.

Despertó, después de un par de horas de sueño y solo porque escuchó el rasguño de un ave contra su ventana congelada. Draco miró la carta que el búho traía en el pico y se levantó de la cama con curiosidad. Sacó su varita, utilizó un poco de magia para derretir la nieve acumulada en el borde del marco, y deslizó el cristal para dejar que el ave se precipitara dentro de la habitación.

Dio un pequeño vuelo, dejó caer encima del escritorio la carta y, volvió a salir del cuarto. Draco cerró la ventana, tomando la reciente mensajería.

"Para Draco Malfoy, Mansión Malfoy, cuarto número cinco.

Remitente: El verdadero Alpha" ²

Su sangre se heló, y volvió a dejar la nota en la mesa. Se sentó, quedando unos extensos diez minutos, debatiendo entre sí abrirla o no. Podía quedarse con la intriga y continuar con su vida, o resolver si sus sospechas eran ciertas.

¿Qué demonios significa eso de "Alpha"? Recordaba haberlo leído en algunos textos, para referirse a letras del alfabeto griego, así mismo, rememoraba algunos otros textos, más ligeros y muggles, donde las criaturas fantásticas, solían clasificarse a través de esa nomenclatura.

Pero eran cuentos de hadas. Relatos fantasiosos creados por muggles que imaginaban el mundo mágico sin tener una pizca de magia en el interior.

Al final se decantó por la segunda opción, pero tan pronto desplegó la carta quiso haber escogido la primera.

Querido Cachorro:

Navidad se acerca, y tú ya eres parte de la manada. Deberías comenzar a alejarte de ese cruel mundo mágico que nunca te va a comprender. Porque solo nosotros somos como tú. Ellos nos temen, porque somos mejores. Nosotros te comprendemos, Draco.

¿Quisieras saber de quién es la sangre de esta carta? No la conoces, yo tampoco, pero ¿Lo hueles?

A que es exquisito, tengo buen gusto para los regalos que les hago a mis cachorros, en especial si se trata de un Alpha. Draco, ven conmigo, y conocerás lo que es vivir en manada. Serás mi única gamma y aprenderas todo acerca de tu verdadero poder.

Porque una vez que la manada se comienza a mover, es difícil alcanzarla. Ven conmigo el 24, afuera del bosque de tu mansión, Te estaremos esperando. Y si prefieres no venir, tendré que decirte que no soy un lobo paciente.

Té envíe un regalito, porque estoy seguro de que esos imbéciles padres que tienes no comprenden los gustos de un verdadero lobo. Hasta nochebuena cachorro.

En cierto punto, comenzó a temblar y en cuanto terminó de leer la carta, agarró su varita y la quemó. Las cenizas cayeron encima del escritorio.
La sangre de las palabras estaba seca, aunque aún desprendía ese ferroso olor. Su nariz tembló ante el aroma, pero trató deidentificar lo que estaba escrito, a pesar de las manchas de sangre que estabanesparcidos por la nota.

Greyback, estaba cerca, y lo peor era que, Draco, se hallaba solo. Posó su mano en su cintura y levantó la camisa del pijama, dándole un escalofrío al sentir sus gélidas manos rozar contra la piel. Acarició la cicatriz en forma de mordisco y comenzó a llorar.

¿Por qué la persona que le arruinó la vida trataba de contactarse con él?

Era repugnante. Todo lo que rodeaba la figura de Greyback le resultaba asqueroso. Lucius, en contadas ocasiones, había mencionado su nombre, recalcando en lo vulgar del sujeto. Draco, hasta esa mañana, todavía no confirmaba la identidad de su atacante, pero estaba claro.

Había sido Greyback, y ahora reclamaba un puesto ilegítimo como padre. Quería a Draco, únicamente, porque era él quien le dio la infectada mordida.

Escuchó de nuevo los rasguños del búho. Era negro y despellejado. En su pico, agarraba por un lazo, un paquete de color beige. Pero Draco ya no quería dejar al ave entrar. La criatura, ante la negativa, comenzó a golpear su cuerpo contra la ventana, y a emitir unos agudos gritos. Fue tal el bullicio, que Draco se levantó del escritorio y deslizó la apertura. El búho mordió su mano y dejó caer el paquete, que rodó hasta sus pies.

—¿Draco, estás bien? —Habló su madre desde afuera de la habitación—. ¿Qué fue todo ese ruido?

Aunque la mujer intentó abrir la puerta, Draco se lo impidió, apoyándose contra la entrada.

—¡Estoy bien! Solo fue un hechizo que me salió mal, lo lamento.

Sintió como Narcisa dejaba de insistir. Draco dejó escapar un largo suspiro.

—Bueno... ¡Baja a desayunar!

No respondió, porque se acercó al regalo. Olía pútrido y estaba húmedo. Lo agarró con asco en el acto y lo posó encima de la mesa. Tenía una tarjeta que lo único que decía era: "feliz navidad, cachorro" Se quedó viendo el regalo, hasta que decidió abrirlo con su varita apuntando la caja.

Apenas vio lo que era, salió corriendo de su cuarto hasta el baño para vomitar. Acabó derrumbándose en las baldosas del aseo, con los ojos llorosos y una sed apremiante.

Narcisa subió las escaleras preocupadas al oír el estado de su hijo. Aunque, antes de cruzar la habitación de Draco, se detuvo en el umbral de la puerta, percatándose de la caja que estaba sobre el escritorio de Draco. Entró cautelosa y cuando vio el contenido, se mordió el labio mientras chasqueba los dedos.

—¿Si, mi señora? —cuestionó un elfo doméstico que apareció de improvisto en medio de la habitación de Draco.

—Lleva esta caja al sótano y traslada el contenido a una bandeja.

El elfo asintió y sin reclamar tomó la caja, para desaparecer instantes después. Narcisa se dirigió al baño, al abrir la puerta Draco miró a su madre, con los ojos en lágrimas, apoyando su debilitado cuerpo contra la firme pared de lozas. La mujer se agachó y comenzó a acariciar el cabello de Draco, con paciencia.

—E-Era su ma-mano —tartamudeó Draco, cerrando los ojos—, es repugnante.

—¿Fue Greyback, Draco?

Asintió y Narcisa apretó con fuerza el hombro de Draco. El chico miró los enfurecidos ojos de su madre.

—Mi niño, ¿Por qué tú? —murmuró Narcisa, dando tiernos besos en el cabello a Draco—, tranquilo.

Al estar entre los brazos de su madre, Draco se sentía pequeño. Era una sensación reconfortante. Trató de quitarse el olor de la sangre de esa desconocida y embriagarse del perfume de su madre, pero por más que lo intentaba, su mente seguía dirigiéndolo a esa dirección.

Le pareció curioso el hecho de que; la sangre de la mujer (que era muggle, porque no distinguía el timbre mágico tan característico), no se le hacía apetitoso, como el de Harry.

Pasaron al menos diez minutos, abrazados en el suelo. Con miedo de separase del uno y perderse en la confusión y la incertidumbre de que eran Vigilados. Narcisa terminó por recomponerse y le ordenó a su hijo que se arreglara. Draco atendió la petición de su madre, sin dudar y sonrió.

Bajó al sótano, para encontrarse con un grupo de cinco elfos domésticos, discutiendo acerca de los restos humanos. Al ver a Narcisa entrar, todos se separaron y se postraron a los pies de la mujer.

Igor, trae en este instante a Lucius —habló Narcisa firme—, dile que es urgente. —El elfo asintió y desapareció de la estancia—, Pixie y Trasgo, vayan al bosque de atrás de la casa y si encuentran a personas merodeando por ahí, quiero que se deshagan de ellos. —La elfina hizo una reverencia y se agarró de la mano con su compañero, antes de esfumarse—. El resto, continúen con sus quehaceres.

No pasó ni un minuto, antes de que Lucius se viera en el sótano de su casa. Tenía una expresión confundida y molesta; odiaba ser interrumpido en su trabajo.

Vio a su esposa señalarle la bandeja, el antebrazo de la mujer descansaba con su mano en un puño. Lucius, que no comprendió por qué había una extremidad descuartizada en su casa, le preguntó a Narcisa, quien le contó todo lo ocurrido.

Poniéndose un par de guantes, Lucius abrió el puño de la mujer, más interesado por quitarle el anillo de su dedo, y sin esperarse que en la palma de la mano tuviera un tatuaje: tres rayas diagonales, que comenzaban desde una medialuna.

Draco, quien por el rastro de olor, había encontrado a sus padres, bajó las escaleras cubriéndose la nariz. Volvió a ver la mano, ahora con menos angustia y se quedó con el símbolo de la palma grabado en su cabeza, con la sensación de haberlo visto antes.

Lucius se volteó a su hijo, puso su mano en el hombro de Draco, Narcisa tomó el anillo de la mujer y lo examinó con detención. Era dorado, con la inscripción "Sin importar el futuro, contigo siempre". Narcisa sonrió, debido a la coincidencia en el lema que había escogido aquella desconocida. Porque su anillo de matrimonio decía lo mismo.

Fulminó con un incendio, tanto la mano como el anillo. Los dos hombres vieron ese acto y asintieron con la cabeza.

Porque sin importar lo que sucediera el día de mañana, iban a estar juntos siempre.

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1.-Hadaya no Yuusha_ Vaudy.

2.- Quiero aclarar, que aunque estos términos son utilizados con frecuencia en los fanfic ABO/Omegaverse, Mi fanfic, no tendrá relación alguna con estos sistemas de poder. Más que la jerarquía, conocida (alfa Beta Omega /Gamma y otros, indefinidos) Aunque este tema lo iré explicando en capítulos posteriores.

¡Hola!

¿Les gustó que haya hecho la carta de Greyback en formato imagen? Estoy probando cosas, y de ser así, no tengo ningún problema en continuar creando multimedia para mi fic.

Si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentario o compartiendo este fic con tus conocidos. Te lo agradecería un montón

THE_MACHINE

pdt: Sorry por no haber podido actualizar a las 18 hrs :(