"En ese momento me robaste el aliento
"Sería mejor si pudiéramos regresar a aquel tiempo" Dijiste
¿Estos sentimientos son los restos de mi amor hacia ti?

Todas esas cosas que por ti vi
Y también las cosas que me hiciste ver
¿Todas esas las vi junto a ti, verdad?

No te preocupes siempre lo entendí

Podemos ver las luces, no llores más"¹

• ── ◦ ◦ ── •

—Entonces, ¿Nos odias?

Harry miró a Lupin y Sirius, quienes reflejaban una profunda preocupación en su gesto, porque temían la respuesta que Harry iba a pronunciar. Como no pudo continuar sosteniendo la mirada de ambos hombres (o solo no quiso hacerlo), quedó con la vista clavada en la ventana, cuyo paisaje daba a la pared de ladrillos del edificio del lado.

—No, solo estoy... ¿Confundido? —supuso Harry. Él no era bueno con las palabras, esa era Hermione, quien expresaba sus ideas con claridad; Harry, en cambio, estallaba— Lo lamento, no sé si es la palabra correcta.

Los sentimientos de Harry eran un lío, la percepción de esos hombres eran de modelos a seguir, en lo que quería llegar a convertirse a futuro. Los idealizaba tanto, que la posibilidad de que mantuviera, tan siquiera, una relación con una mujer, le parecía vulgar y absurda.

De por sí, Harry creía que no tenía idea de lo que era el amor. Sentía una fuerte atracción hacia Cho, pero no estaba enamorado de ella ¿O Sí? Su definición de amor era distinta, aunque tampoco deseaba comenzar a explicarla, porque solito acabaría metiéndose en una encrucijada.

Sirius se sentó a su lado, traía pantalón de chándal y pantuflas, otorgándole un aspecto casero. Con calma, se dedicó a quitarle pequeños rastros de nieve que Harry, tenía en su polerón. Lupin, por su lado, se apoyó contra la pared, asintiendo ante la declaración de Harry.

—Tú y yo nos parecemos —aseguró Lupin. Harry levantó la vista del suelo y se fijó en el hombre, en específico, los ojos de Remus: Brillaban con un aire sobrenatural y sublime—. A veces, somos incapaces de expresar lo que sentimos, a pesar de conocer las palabras para decirlo. —Harry, metió sus manos dentro de sus bolsillos, ya que no sabía dónde tenerlas. Sus extremidades se encontraban frías, a pesar de que una particular calidez lo comenzó a abrigar—. A diferencia de Sirius, o incluso tu padre. Si... Tu padre es el mejor ejemplo: James desde el primer día dejó claro a todas las personas, sean desconocidas o no, que Lily sería "su chica" ¿Me sigues?

—Supongo que, entonces mi papá no era tan parecido a mí.

—Te equivocas Harry, —susurró Sirius, quitando la última escarcha del alborotado cabello de Harry— eres tan parecido a James, que dijiste lo mismo que nos contestó cuando se lo contamos.

Se quedó de piedra. Lupin sonrió, y Sirius apretó los hombros de Harry.

—Las mismas palabras no, pero la idea es la misma: "¡No pueden estar juntos!, ¡siempre pensé que Lupin sería un monje!" —imitó Sirius, sacándole una risa tonta a Harry—, y Lupin le contestó: "Mira, estoy seguro de que si, Lily hubiese terminado con cualquier otro bastardo, Tú ibas a ser el monje".

No comprendió como lo hacían, pero Harry, de un momento a otro, pudo atar los cabos correctos. Todo ese asunto del amor de pareja no era lo que a Harry le convocaba, porque las decisiones de Sirius y Lupin, solo eran de ellos y como deseaban vivir su vida amorosa.

Lo que ellos temían era haber desafiado la confianza de Harry que tanto les había costado construir. No querían perder ese lazo que los ataba y hacía que el chico quisiera verlos cada verano.

—James estuvo enfadado con nosotros un buen tiempo; se sintió traicionado —recordó Lupin, sentándose en el costado libre de Harry—, Lily terminó por hacerlo entrar en razón, porque ella era si; una bomba.

—Harry a lo que queremos llegar...

Si, si, eso era.

—No sé por qué deberían disculparse, ustedes no han hecho nada incorrecto— concluyó Harry—, me parece bien y en realidad yo les debo una disculpa por haberme entrometido donde no fui llamado. —Sirius hizo amago de querer agregar algo, pero Harry no lo dejó—. Son mi familia, la única que tengo, y si me distancio de ambos, por algo como esto, sería un completo imbécil

A Sirius se le humedecieron los ojos, y como no quería que Harry lo viera actuar patéticamente, se levantó de la cama y sacó su cabeza por la ventana, para tomar un poco de aire "fresco" (gélido, en realidad)

Sentía un extraño vínculo que los ataba a los tres, que en ese momento tiraba de ellos tensándose hasta el borde de lo racional. Harry juraba que casi podía tocar la conexión.

—Lupin... Tus ojos están brillando —señaló Harry, cuando Sirius cerró la ventana y Lupin se quedó mirando a la nada—, brillan mucho.

—Siempre están brillando ¿No es así, Lunático?

Lupin asintió y se frotó los ojos borrando todo rastro de destello. Revolvió el pelo de Harry y luego lo abrazó, hundiendo su nariz en el cuello del chico.

—No sé por qué brillan —murmuró—, desde que conocí a Sirius, que empezaron a brillar, y no se ha detenido. —Sirius se encogió de hombros—. Supongo que tiene algo que ver con las emociones, debido a que no puedo controlarlo.

La mente de Harry llegó al recuerdo de Draco, cuando miraba las estrellas emocionado, o le golpeaba el rostro, enfadado; dos emociones contrarias entre sí, pero que provocaban el mismo efecto.

—Lupin ¿A qué huelo? —preguntó Harry, cuando el hombre se despegó de Él.

Mmm... empanadas de calabaza, chocolate y, algo como, ¿humedad?

—¿Humedad?

—Si, siempre he intentado borrar esa fragancia de ti, pero es imposible —soltó Lupin, para sonrojarse al instante después—, lo siento. Yo solo...

—Acabas de condenarte tú solito, Remus —se burló Sirius, llenado un vaso con agua en un acto de magia—, ignóralo, Harry; Es su forma de "marcar", lo hace siempre.

La enfermería. Encajaba en lo que Sirius le declaraba, como si se tratara de un animal, Lupin rondaba por el lugar, rozando con las yemas de sus dedos las paredes, tratando de impregnar él sitió con su olor.

—¡Qué te den, Sirius! —bufó Lupin— ¡Ahora me dejaste en ridículo frente a Harry!

Olvidándose de sus divagaciones, Harry comenzó a reírse, sueltamente. Estiró sus brazos sobre su cabeza y se echó de espaldas contra el futón de la cama.

—¿Y Sirius? Seguro que huele a perro mojado.

Solo Sirius se río, ya que Lupin meditó la pregunta por un minuto. Tal parecía que Sirius, también estaba curioso por la respuesta.

—No lo sé.

Era la primera vez que admitía no saber algo, y Harry se impresionó de que ese "algo" fuera Sirius, una persona que conocía y era su pareja por más de la mitad de su vida.

—¿Es en serio o te estás burlando de mí? —inquirió Sirius, acercándose a Remus, tan cerca que hasta Harry podía oler el fuerte perfume masculino que siempre llevaba—, si estás pensando en algo pervertido... me lo puedes decir luego ¿vale?

—¡No me malinterpretes! Solo que no puedo explicarlo: Huele bien y mal al mismo tiempo, salado y dulce, divertido y temerario.

—Esos no son olores.

—Lo sé, es frustrante —soltó Lupin, sentándose en el colchón—, desde mis once años que sigo tratando de definir tu insidioso aroma.

Harry se arrodilló encima de la cama, asintiendo. Como no podía estarse tranquilo, inició un pequeño juego inconsciente de acomodar las almohadas de distintas formas.

—¿Y el ambiente?

—¡Harry, estás tratando a Lupin como un perro!

—Lo siento, es que me da curiosidad —se disculpó Harry, y Lupin le hizo un gesto cuya interpretación gestual decía que no importaba—, te haces el que no le interesa, aunque te mueres de curiosidad.

No respondió nada, lo que ayudó a Lupin a concentrarse. Hacía tiempo que no se enfocaba en eso: a solo examinar el ambiente. Tanto trabajo, excesivas preocupaciones y algo tan sencillo como lo era ponerse a reflexionar, acabó por convertirse en una odisea.

Abrió los ojos al momento en que su mente relacionó el olor. Sus ojos habían vuelto a brillar, y sin titubear, declaró:

—A Manada.

• ── ◦ ◦ ── •

Sus padres decidieron no volver a mencionar el tema, ni el de Bellatrix o el de Greyback, algo que carcomía a Draco por dentro. Era consciente que ellos ya habían hablado, en privado, ambos tópicos, pero no querían compartirlo con Draco.

A pesar de que estaban relacionados con Él.

Narcisa, en cambio, optó por dejar el collar guardado y volver a su modesta bisutería. Lucius pasaba cada día menos tiempo en casa y Draco, solamente, lo veía a la hora de la cena, unos veinte minutos antes de que él dejara la mesa y se encerrara errático en su estudio.

Esa situación tan desapegada, le quitaba todas las ganas de querer hacer algo durante el día, además, por miedo no se atrevía a salir al jardín trasero. y después de haberse terminado todos los libros que le parecían interesantes de la biblioteca (en especial astronomía), solo quedaba a su disposición hacer tarea; podía ser un estudiante de excelencia académica, pero seguía posponiendo la hora de abrir los libros de texto y ponerse a estudiar para los exámenes.

Marcaba con una cruz cada día que pasaba, sin querer regresar a Hogwarts. El año pasó sin pena ni gloria y al verse frente a la primera Semana de enero, los primeros efectos maniáticos de la próxima transformación lo volvían más susceptible a cualquier cambio de humor.

Llevaba tomando la poción mata lobos, religiosamente, con su madre recordándole cada día su dosis. Pero la pócima no lo ayudaba a controlar la ansiedad que se aferraba su consciencia y no quería dejarlo ir. Todos los días estaba hambriento, irritado, cansado y, sobre todo, triste; como si ya no tuviera las fuerzas necesarias para poder levantarse de la cama.

Hacia el esfuerzo por Narcisa. Solo por ella se metía a la ducha y le daba su saludo de los buenos días, ya que no quería preocuparla más de la cuenta. La mujer, también parecía agotada y estresada, con el cabello rubio volviéndose más canoso y nuevas arrugas que adornaban su entrecejo fruncido.

En sí, las cosas en su casa no iban bien. Por eso mismo, cuando un búho atravesó el comedor a la hora del desayuno y una carta cayó sobre el plato vacío, Draco se sorprendió.

Draco adoraba la letra de Pansy, era refinada, ordenada y elegante. Examinó el tipo de papel escogido y luego de comprender la invitación, observó a su madre que esperaba que le comentara acerca de la carta.

—Es una invitación —aclaró Draco—, Pansy quiere que hoy vaya a su casa a cenar.

—Parkinson... Hace tiempo que no veo a la madre de Pansy, eran gente sensata. —mencionó Narcisa, dándole un sorbo a su café— Ellos se mudaron ¿no es así?

—Si, se fueron a Kensington.²

—Precioso, un lugar muy hermoso. —Mientras Narcisa hablaba el búho se posó en la mesa, mirando con sus inmensos ojos el frasco lleno de avena—. Claro, ve. Mientras no se te haga demasiado tarde está bien —sentenció Narcisa—. Pansy, era una niña muy bonita, me acuerdo de que estabas enamorado de ella de pequeño.

—¡Mamá, por favor!

—No sé de qué te alarmas, solo estamos los dos. Además ¿Cómo no voy a acordarme de ella? Era casi como tu obsesión por Potter, cuando recién entraste a Hogwarts —recordó su madre, mientras Draco ponía los ojos en blanco, y materializaba una hoja de papel con un sencillo movimiento de varita—. Que Potter hizo esto, hizo esto otro ¡Lo mismo con Pansy!

Draco terminó de redactar su confirmación y sacó un puñado de semillas para dárselas al ave mientras ataba la nota en su pata. Cuando el Búho acabó, se fue volando de la mansión a una velocidad impresionante.

—No compares a Pansy con Potter, mamá —alegó Draco, sirviéndose, por fin, una rebanada de pan—. Son situaciones muy distintas.

La mujer sonrió para sí misma, y no comentó nada más para no continuar avergonzando a su hijo. El desayuno concluyó con tranquilidad y antes de que Draco se levantara de la mesa, Narcisa dijo:

—Creo que lo que más recuerdo, es que mientras me hablabas tan emocionado sobre ambos, estabas siempre con una sonrisa en el rostro. —Narcisa acarició la mejilla de su hijo, e impregnando su perfume en el ambiente, se sentó en el sillón de terciopelo negro—. Draco, solo quiero que seas feliz.

Sin saber que responder, Draco subió las escaleras hasta su habitación, tratando de encontrar dentro de él esa felicidad de la cual su madre le rememoraba con tanto fervor.

• ── ◦ ◦ ── •

Después de las últimas revelaciones, Harry quería sobrellevar el resto de las vacaciones en paz. Sin sobresaltos, pasando la mayor parte del día jugando ajedrez mágico con Ron, escuchando a Hermione preocupándose por los TIMOS, o comiendo biscochos hasta reventar.

El mundo, en cambio, tenía preparado algo un poco distinto.

Despertó temprano, porque no quería perder la costumbre de madrugar y se quedó un par de minutos mirando el techo de la habitación, escuchando los ronquidos de Ron. Terminó de levantarse cuando, en la planta baja, los platos comenzaron a hacer más ruido que su amigo.

Aun en pijama, bajó la escalera frotándose los ojos y aplastando su descontrolado cabello que se proyectaba en todas las direcciones. Esperaba encontrarse con los buenos días de la señora Weasley.

No fue así

Sin saber cómo, ni tampoco el porqué; Sirius y Snape estaban en medio de la cocina, viéndose el uno con el otro con rabia contenida. Según el reloj, eran a penas las ocho de la mañana y entre medio del café frío, Sirius apretaba el mantel con tanta fuerza que cada tendón de su mano se definía claramente.

El instinto de Harry lo hizo acercarse donde Sirius a la defensiva, pero tan pronto vio las ojeras de Snape quiso haber escogido la opción del escape.

—Potter.

Snape, a modo de saludo, solo dijo eso. Harry asintió desconfiado de su presencia en medio del cuartel general.

Snape estiró su brazo, para cubrir a Harry—. Ve a tu cuarto.

—No. Potter quédate aquí —Habló Snape desagradado— vine a informarle las indicaciones de Dumbledore, así que podrías ir yéndote, Black.

La magia tiene algo peculiar. Algunos magos con una relación turbulenta, al entrar en conflicto, su magia choca. Esa era la razón por la cual se estudia la magia: hacer que los niños aprendan a no estallar cosas según las emociones, en otras palabras, dominar a la magia y no viceversa.

Las tazas de la alacena comenzaron a temblar y en el lado de Snape, pudo ver como las agujas del reloj giraban cada vez más rápido. El ambiente se volvió pesado y Harry se sintió minúsculo, como si fuera claustrofóbico. Quería irse de nuevo a la cama.

—Yo soy su tutor legar, Severus —respondió Sirius, levantándose de la mesa—. Cualquier cosa que incumba a Harry, tengo que aprobarlo yo también.

—Seguro que eres un increíble apoderado, Black. Aquí, encerrado debes estar SUPER al pendiente de lo que sucede en el exterior ¿No?

Harry sintió el presentimiento de que, si no se atrevía a interrumpir esa discusión ahora, aquello iba a terminar con unos resultados desastrosos. Retiró la mano de Sirius que resultaba como una barrera entre Snape y Él, armándose de valor para poder defenderse por cuenta propia.

—Bueno, Sirius es parte de la Orden y como usted dijo, profesor: él no puede salir de la casa —meditó Harry, interrumpiendo a los adultos—. Supongo que no hay nadie mejor para guardar un secreto como este.

Identificó una media sonrisa que se posó en los labios de Sirius, pero no realizó ningún comentario. Snape hizo crujir sus dedos.

—Seré conciso; A partir del próximo semestre tomarás clases de Oclumancia, conmigo. Te veré el lunes a las seis de la tarde.

—¡¿Oclumancia?! —exclamó Sirius, dando un manotazo contra la mesa—. Creo que deje bien claro en la reunión anterior, que no deseaba que Harry se sometiera a tal martirio.

Harry ignoró el hecho de que no sabía que era la Oclumancia, pero tampoco encontró las palabras para expresar su descontento ante la idea de tener clases extra con Snape.

—Lamento decirte Black, que tu opinión no fue tomada en cuenta. Es una orden de Dumbledore y punto.

—¡Si me llego a enterar de que te aprovechas de esta idea para hacer que Harry la pase mal contigo, Quejicus, no pienso contenerme!

—¡Como si todo se tratara de Harry! —rechistó Snape—, considero que los dos estamos seguros de que se parece mucho a su padre; ¡Es tan arrogante que las criticas solo rebotan contra Él! (Rowling J.K, 2003, p.577)³

Las tazas dejaron de tiritar, al mismo tiempo en que Sirius apuntaba a Snape con su varita. El reloj también paró, pero solamente fue porque Snape esquivó un pequeño hechizo que dio contra el objeto.

Era una situación un tanto peculiar la que se encontró el Señor Weasley cuando entró a la cocina: Con ambos hombres apuntándose el uno a otro y Harry interponiéndose entre ellos.

—¡Mira Sirius, fresco como una lechuga! —En piyama, con pantuflas y una bata verde, Arthur traía en sus manos el ejemplar de "El profeta" y tan pronto se dio cuenta de lo que sucedía, se quedó quieto en el umbral de la puerta—. ¡Por las barbas de Merlín! ¿Se puede saber que está pasando aquí?

Sirius y Snape, se apartaron y guardaron las varitas, tal fue el bullicio ocasionado que bastaron un par de minutos para que el resto de la casa se enterara de lo que estaba sucediendo en la cocina. Luego de que los adultos repasaran lo acontecido, determinaron que dejarían a Harry, Snape, Sirius y Lupin; hablando solos.

Lupin, adoptó el papel de mediante, quien debía evitar que las cosas volvieran a calentarse y esta vez sí que terminaran a los golpes. Se sentaron en la cocina, invocaron un hechizo ensordecedor para espantar al resto de curioso y Lupin se limitó a empezar a hervir agua.

— ¿Por qué esas clases de Oclumancia no las puede dar Dumbledore? —preguntó Sirius con los brazos cruzados, intentando calmar sus nervios—. No es nada personal, Quejicus, pero no me agrada la idea de que seas tú quien sé las dé a Harry.

—Debe estar ocupado con otros asuntos, Sirius —respondió Lupin al ver que Snape no tenía ni la más mínima intención de contestar—. Además, Snape es buen profesor y en caso de que ocurra algo indebido, Harry deberá informarnos a nosotros ¿cierto?

Ante la mención de su nombre, Harry se enderezó y asintió varias veces. Lupin le guiñó un ojo y comenzó a preparar el té.

—Esto me deja claro quién de los dos tiene sentido común —dijo Snape con malicia. Lupin frunció el cejo, pero se mordió la lengua para no comentar nada. Debía mantenerse impasible—. Dumbledore me pidió que tratara un segundo asunto.

Poniendo los ojos en blanco, Sirius le hizo un gesto para que se apurara, Harry estaba al tanto de la mala relación de su padrino con Snape, pero nunca se había imaginado tal nivel de desagrado. Eran esas pequeñas acciones infantiles que los dos hacían lo que demostraban los roces del pasado.

—Es sobre Draco Malfoy —continuó Snape, sin ser interrumpido—. En esta habitación todos somos conscientes de la condición de Draco: Es un licántropo. —Harry dirigió sus ojos a Sirius, pero este no pareció sorprendido acerca de que Harry también supiera aquello—. Dumbledore me pidió que le entregara a Harry esta carta, donde habla sobre el tema. —Desde dentro de su capa, Snape sacó la carta y se la extendió por encima de la mesa—. Nada más me queda recordarle que, obviamente, no debe comentar nada a nadie sobre la enfermedad de Malfoy.

—¿Nada más? —replicó Sirius, chasqueando la lengua. Su pierna derecha se movía nerviosa bajo la mesa—. ¿Tanto misterio por eso? Lo de Draco, no nos incumbe, el problema es de Narcisa y su familia, ¡no nuestro! ¿Comprendes?

—Dales tus quejas a Dumbledore, Black. Él solo me pidió que le diera esa carta a Potter. —Snape, arregló su vestimenta y se acercó a la puerta—. A mí no me molesten con sus dramas familiares de pacotilla.

Sin despedirse, Snape salió de la cocina rompiendo el encantamiento y se fue de la casa. Sirius se quedó viendo la carta que Harry tenía entre sus manos, aun cerrada.

—¿Quién quiere té? —consultó Lupin, pero nadie le contestó—. Al menos deberías leerla ¿no crees?

Harry levantó sus ojos lánguidos, se encogió de hombros dejando la carta en la mesa, sin ganas de querer leer su contenido.

—¿Sabías que estaba al tanto de lo de Malfoy?

Sirius sacó una taza y permitió que Lupin le sirviera un poco de té, luego se sentó en la mesa, cerrando la puerta de la cocina al ver como las primeras cabezas indiscretas se asomaban para escuchar la conversación.

—Remus me lo comentó, no estoy enfadado; no fue tu culpa —señaló Sirius indulgente—, aunque te advertí que te mantuvieras alejado de Él varias veces.

—Ya, pero...

—No importa, Harry, de verdad. Yo y tu padre éramos igual de cabezotas a tu edad —concluyó dándole un sorbo al té—. Viene en la genética de un Gryffindor, pero te tendré que exigir que no le digas nada a NADIE. ¿Me prometes eso?

—No se lo he dicho a nadie.

—Y así debe quedarse, como un secreto. Es muy peligroso que esa información sea divulgada.

En la declaración de Snape, sus movimientos, dejaban implícitos que eso era un tema serio (¿cómo no podría serlo?). En Sirius, su voz se acallaba y tomaba cierto timbre avergonzado, muy distinto al de Lupin, cuando le explicó en la enfermería, demostrando que tanto tiempo compartiendo el mismo dilema, se había terminado por resignar.

El problema era que Harry, por más que supiera guardar secretos, siempre terminaban descubriéndose de una u otra forma; Tenía la habilidad de pasar desapercibido, pero Hermione poseía la astucia de un detective, y Ron todas esas ganas de charlar que, sin querer, terminaba mencionando algo inapropiado.

Harry se levantó de la mesa, con su carta en mano y salió de la cocina siendo perseguido por sus amigos que tenían tantas dudas como Él. Se encerró en la habitación exigiendo un poco de espacio personal y suspiró agotado.

Volvió a examinar la carta, con el sello personal de Dumbledore, y una pequeña nota que decía: Abrir en privado, cuando nadie esté escuchando.

Así era Dumbledore, precavido. Sabía que si no advertía, Harry hubiese abierto aquella carta en medio de la sala común de Gryffindor.

Se trataba de una vociferadora, o algo por el estilo. Conociendo a Dumbledore este nunca le mandaría un mensaje enfadado, pero suponía que el profesor quería asegurarse de que, una vez terminado el mensaje, se autodestruyera.

Dejó la carta dentro de su baúl personal, abrió la puerta y se sorprendió al notar que solo Ron y Hermione estaban esperando.

—Se fueron a desayunar —explicó Hermione, entrando a la desordenada habitación de sus amigos—. ¿Qué sucedió Harry?

—Comenzaré a tomar clases de Oclumancia con Snape, a partir del lunes.

Hermione cerró la boca y se sentó en la cama de Ron, dubitativa.

—¿Y lo de Malfoy?

—¿Qué cosa sobre Él?

—No lo sé, dijiste algo sobre que estabas al tanto de lo Malfoy, antes de que Lupin cerrara la puerta —dijo Ron, ansioso—¿De qué trata?

La mente de Harry navegó tan rápido como pudo, hasta que logró elaborar una excusa convincente.

—Sobre que me suspendieron del Quidditch, por SU culpa.

Ron se relajó y dejó de darle vueltas al asunto. Hermione, en cambio, entrecerró la mirada, aunque no hizo ningún comentario. Todo ese asunto ya le estaba pareciendo extraño. La actitud de Harry y las desapariciones de Draco; no podrían tratarse de simple casualidad.

La chica se levantó de la cama y se fueron a desayunar. Durante el resto del día Harry se planteó abrir la carta varias veces, pero decidió no hacerlo hasta estar seguro de que verdad nadie lo estaba escuchando.

Esa era la excusa, pero la realidad era que no quería afrontarse a lo que sea que Dumbledore le iba a decir.

• ── ◦ ◦ ── •

1. See the lights_ The oral cigarettes. Me encanta esta banda japonesa. Tienen canciones realmente asombrosas.

2. Kensington se trata de una de las áreas más lujosas de todo Londres.

3. En mi versión de Harry Potter y la orden del Fénix, la frase que dice Snape, aparece en el capítulo "24: Oclumancia" página n°577. Me pareció lo mas adecuado citar ese fragmento como corresponde.

¡Hola!

Con este capítulo, comienza oficialmente, el segundo semestre. Me he dado cuenta de que, si sigo a este ritmo, el fanfic va a alcanzar más de 200k de palabras ¡Una completa locura! Es la primera vez que escribo algo tan largo.

En fin, como siempre les pido: si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentario o compartiendo este fic con tus conocidos. Que siempre me ayuda un montón.

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