"Tengo mucha rabia, tan acumulada
Y tú tan virgo, no sintiendo nada
Y yo en el piso aunque esté parada
Escapando de esta peli de terror que me tiene cansada
Eres el peor, te deseo lo mejor
Que te pique una araña, dónde no puedas rascarte
Y te tropieces con la piedra que tú me lanzaste" 1
• ── ◦ ◦ ── •
Entre los lujosos servicios y los refinados manteles, las personas invitadas desentonaban en el ambiente. Desgreñadas, malolientes y con las ropas raídas, se servían sin limitación de los platos servidos en la mesa.
Las personas que de verdad se fusionaban con naturalidad eran contadas con las manos y ninguna de ellas hablaban entre sí, cohibidas por el terror, cuidando cada palabra que decían.
—Cissy, pásame el pollo —pidió una mujer de largo y espeso cabello negro, con lo dientes marchitos y el plato lleno. Narcisa asintió entregándole la comida—Oh... ¿Por qué no has comido nada
—No tengo hambre, Bella —respondió Narcisa—, yo estoy bien.
Tanto Narcisa como Lucius Malfoy, tenían los platos limpios y relucientes, sin embargo no eran los únicos, en la punta de la mesa, el lugar donde, usualmente Lucius se sentaba, estaba Voldemort, que apreciaba a sus comensales con una sonrisa en los labios.
Cuando ya todos se sirvieron, y llevaban la mitad consumido, Voldemort elevó una copa para llamar la atención. Sin excepciones, dejaron los utensilios en la mesa y dirigieron su atención al hombre.
—¡Queridos amigos! Me alegra que, por fin podamos reunirnos en condiciones. Primero y antes que todo, me gustaría agradecerle a Lucius Malfoy y su esposa, por habernos permitido celebrar esta reunión en su hermosa casa —habló Voldemort, fuerte y claro. Las personas comenzaron a aplaudir e incluso Bellatrix llenó las mejillas de Narcisa con besos—. Calma, por favor. Hoy día, también tengo que comunicarle una nueva adhesión a nuestra elite de unas personas que, tras largas negociaciones han accedido. —Varios de los mortifagos presentes comenzaron a susurrar cosas entre ellos, sin embargo Narcisa y Lucius bajaron la cabeza, siendo conscientes de quienes se trataban.
La puerta principal se abrió con solo el gesto grácil de Voldemort. Un gran grupo de, a lo menos veinte personas entró.
Si de por si la gran mayoría de los mortifagos presentes recién salían de Azkaban, estas personas parecían haber pasado toda su vida viviendo en lo salvaje. Traían ropa hechas de cuero curtido, pero con un fuerte olor animal, las pocas mujeres tenían el cabello larguísimo o cortado a navajazos, pero se veían más pulcras que los varones.
Los mortifagos se dieron cuenta al instante de quienes se trataban. Fenrir Greyback, se abrió paso entre su gente y se detuvo al frente del grupo, acompañado de las únicas dos personas que lucían como humanos civilizados; Un hombre buen mozo trajeado y una chica joven, de liso cabello oscuro.
—Démosle la bienvenida a esta nueva extensión de los mortifagos —informó Voldemort— ¡Los carroñeros!
En la mesa principal, solo unas cuantas personas aplaudieron, entre ellas Bellatrix que no dejaba de golpear la mesa contentísima. De los licántropos todos se abrazaron entre sí. Antes de sentarse a la mesa de comedor que el señor tenebroso se dispuso a alargar aún más, le enseñaban a Greyback su nuca descubierta en un gesto de sumisión.
El último en unirse fue Greyback, que dejó su pesada piel de oso encima del respaldo de la silla, saludó de un fuerte apretón de mano a Macnair, quien dejó la mano estática, sin saber que decir.
Lucius se levantó de la mesa alzó la varita y sirvió la siguiente tanda de comida; toda casi cruda. Los licántropos quisieron servirse ansiosos, pero Greyback los detuvo.
—Hijos, no actúen tan apresuradamente. Mi señor, muchas gracias por su hospitalidad, ¿podemos comenzar, por favor? Porque la mayoría de mis cachorros, hace años que no se sirven un festín.
—¡Claro! ¡Disfruten! ¡Ustedes también amigos mortifagos!
Cuando la comida reanudó Narcisa no supo con qué tipo de personas se había relacionado. Luego vio a Lucius que se encogió de hombros y se sentó. Cambió su foco de visión, percatándose de que aquel muchacho atractivo, era de los únicos que no comían con las manos, usaba la servilleta de la forma adecuada.
El chico le guiñó un ojo y levantó su copa de vino hacia Narcisa, antes de darle un mordisco a su carne. Desde entonces, y durante toda la cena, Narcisa no pudo dejar de pensar en que aquel hombre tenía un bizarro parecido a su Draco.
Sin embargo, esa similitud no recaía en lo físico, era en los gestos, en la elegancia del muchacho; lo humano que lucía entre medio de esas criaturas y como de su ser daba la impresión de ser un mago poderoso.
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Subió el último tramo de escaleras justo antes de que estas cambiaran de lugar. Draco lo esperaba sentado en uno de los bancos, con las manos metidas en su bolsillo y el mentón alzado en un gesto intimidante.
—¿Y Filch? —preguntó Harry mirando a sus alrededores. El conserje no estaba por ningún lado.
—Contactos Potter —contestó Draco, poniéndose de pie—, venga ahora muéstrame esa curiosa sala.
—Me estás diciendo que sacaron a Filch de esta zona, por tu culpa —comentó Harry, impresionado—. ¡Eso es asombroso!
—Solo los martes, jueves y sábado, por las tardes Ha...—bufó Draco—. Llámalo cortesía, Potter. Como veras también tengo una imagen que mantener intacta.
Harry sonrió y comenzó a guiar a Draco por los enrevesados pasillos. Draco casi nunca iba por esa zona, porque no necesitaba hacerlo. Al menos no ahora que la sala de adivinación quedaba en el primer piso. Solo era consciente que en ese sector se hallaba uno de los tantos baños de chicos y el despacho del profesor Flitwick. Todo se sentía vacío, al menos hasta que se percató de la gran multitud de alumnos de Ravenclaw y Gryffindor que se encontró merodeando hacia la dirección contraria a ellos.
—No puedo decir donde, pero nuestras salas comunes quedan por aquí —mencionó Harry, escondiéndose detrás de una estatua, por unos segundos antes de continuar avanzando— Es por aquí.
Una firme pared de ladrillos se mostró frente a ambos. Draco frunció el cejo sin comprender demasiado que era lo que Harry le quería mostrar, al menos hasta que de forma mágica y sutil, se comenzó a dibujar en las piedras una puerta que en un par de segundos quedó utilizable.
Harry llevó su mano a la manilla y, con poco esfuerzo, entró a la imponente sala de menesteres. Draco lo siguió maravillado por la habitación frente a sus ojos; era inmensa, con distintas estanterías, antorchas encendidas y una imponente masa de muñecos como los que el profesor Flitwick utilizaba para sus clases de encantamientos.
—¿Esa es la única entrada? —cuestionó Draco, dándose media vuelta para ver la puerta que ya se desvanecía.
—Puedes entrar por cualquiera de las cuatro paredes. Sin embargo esa es la principal —explicó Harry, encendiendo la lampara central del lugar—, el resto de las formas, las utilizamos como vías de escape. Aunque, ahora tu estas custodiando la sala.
Draco asintió y sacó las manos de sus bolsillos—. Sigo pensando en que esto no es parte del trato ¿Qué gano yo a cambio de custodiar... todo esto?
—Tienes razón, supongo que también te puedo enseñar algo de utilidad —razonó Harry, sacando su varita—. Ya te pediré la información que me debes, pero mientras estemos en las clases, tú puedes participar, aunque tendrás que salir antes de que terminen para decirnos si hay peligro.
—Los expulsarían a todos si los descubrieran.
—Si lo piensas bien, tú también te meterías en algún que otro problema, Malfoy.
Draco se paseó por las librerías en silencio, mientras pensaba en la propuesta de Harry. No recordaba haber visto la gran mayoría de los textos en la biblioteca, aunque sí reconoció un par que estaban en su casa. Sobre todo aquellos libros que trataban de artes oscuras, hasta que sacó un libro encuadernado con cuero, que lucía ser viejísimo, acerca de astronomía.
—Está bien, voy a estar en tus clases, Potter, pero si me doy cuenta de que eres un asco de profesor, no tendré pelos en la lengua en decírtelo ¿comprendes? —Harry se encogió de hombros, al mismo tiempo en que Draco se apartó un mechón de cabello de su rostro—. Entonces, ¿Quiénes forman parte de... lo que sea que es esto?
—Somos la ED, y ya conocerás a los miembros.
—¿ED? ¿Siglas de qué? ¿Estúpido dementor, tal vez? —se burló Draco. Harry se limitó a rodar los ojos—. ¿Ya lo superaste, Potter? Porque en tercero solo bastaba mencionarlos y te ponías a llorar.
—Déjame decirte que tercero tampoco fue un año muy glorioso para ti ¿Cómo esta tu nariz? Te quedó algo chueca después de esa paliza de Hermione... —Draco soltó un gruñido y se mordió el interior de su boca. Harry pensó en si revelarle el significado exacto de las siglas de la ED, sin embargo consideró que, nada que tenga que ver con Dumbledore, le haría gracia a Draco—. Entidad de Defensa.
De los labios de Draco salió un leve ruido afirmativo antes de que se escuchara como la puerta volvía a materializarse a su espalda. Ambos chicos se dieron media vuelta. Hermione acompañada por Ron entraron a la sala, quedando gélidos al ver a Draco.
—¡¿Pero que carajo?! —gritó Ron, apuntando a Draco con su varita, quien no se inmutó—, ¿Qué mierda hace Malfoy aquí?
—Ron, tranquilízate, yo lo invité —aclaró Harry, con los ojos puestos en Hermione—. Él y yo... hicimos un trato.
—¿¡Un Trato?! —repitió Ron—. Y una mierda, ¡¿Acaso hechizaste a Harry, Malfoy!? ¡Finite!
Sin embargo, nada sucedió. Harry continuó con su cejo fruncido y Draco ensanchó la media sonrisa que tenía en sus labios.
—Así que a esta clase de simios le enseñas como volar —dijo Draco con sorna—, no puedo decir que me impresionas. ¡Oye Weasley! Creo que "mierda" es una palabra que te queda un poco grande ¿no lo crees?
—Eres un imbécil.
—No quiero continuar mal gastando mi tiempo con una persona con la mentalidad de un niño de primaria. —Draco, le dio un vistazo a Hermione de pies a cabeza. La chica no se inmutó, en su lugar, le susurró algo a Ron—. Entonces, Granger es tu pretexto de estudiante de honor. Al menos no seré el peor si Longbottom también está metido en tu club de fans, Potter.
Hermione quiso responder algo, pero Harry negó con la cabeza y se dirigió a Malfoy, sin pelos en la lengua.
—Mira, Malfoy, si no te callas en este instante, tendrás que ir largándote...—Susurró Harry, haciendo que Draco se mordiera la lengua. Luego juntó sus manos complacido y les dijo a sus amigos—. Creo que con eso estaremos bien. Ron, Mione, ayúdenme a preparar la sala. Malfoy tu... puedes sentarte donde quieras.
Draco se quedó inmóvil apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y los ojos puestos en Harry. Ese lugar tenía una carga de magia incalculable, algo que lo puso de los nervios. El libro de cuero de sus manos olía a antigüedad, que se entremezclaban con el olor chicloso de Granger y el césped recién sesgado de Ron.
Harry, como siempre, predominaba en todas partes, pero ya estaba acostumbrado a no alterarse cuando se encontraba con él.
La puerta se abrió varias veces desde entonces. Entraron estudiantes que él no conocía, pero que ellos si lo conocían a Él. Todos, sin excepción, al darse cuenta de su presencia en la sala, abrían bien los ojos y comenzaban a murmurar cosas inentendibles.
Harry tuvo que interponerse cuando los gemelos Weasley llegaron a la sala y le lanzaron un hechizo que pudo esquivar justo a tiempo. Por la expresión de sus rostros, notaba el resentimiento y la ira, que deformaban sus alargadas facciones.
Cho Chang entró junto a su amiga que reconoció gracias al expediente que Umbridge le enseñó; Marieta Edgecombe. A sus espaldas entró la hermana de Ron, junto a la niña rubia de Ravenclaw, quien fue la primera que, al verlo ahí, le dedicó una sonrisa amable. Le cayó bien al instante, a pesar de haber escuchado en más de una ocasión, como Pansy se refería a ella como "Lunática"
—¡Hola Longbottom, gracias por venir! ¡Nos faltaba gente para rellenar! —exclamó Draco, guiñándole un ojo. Neville lo miró por un instante, antes de soltar un suspiro e irse donde Harry. Este último trataba de calmar las llamadas de atención de sus amigos, pero al escuchar el insulto de Draco, le mostró el dedo de en medio—. ¡Pero si estaba siendo amable!
Harry replicó algo, no obstante Draco lo ignoró ya que su atención volvió a dirigirse a la puerta. Jessica entró tratando de meter el menor ruido posible; la niña se fijó en Draco quien alzó la mano para saludarla. Jessica se quedó viendo a Draco por un largo instante, hasta que se mordió los labios y continuó caminando.
—¡Bien supongo que ya estamos todos aquí! —exclamó Harry, abriéndose paso entre sus compañeros alterados—. ¡Como se abran dado cuenta, tenemos a alguien nuevo en la ED! Alguien inesperado.
—Y malhablado —agregó Neville.
—Molesto —se le unió Ron.
—¡Racista! —gritaron los gemelos al unísono.
—Si, pero no vamos a ponernos a clasificar a Malfoy ahora —terminó Harry, parándose al lado de Draco, que sonreía con autosuficiencia—. ¡Demonios! ¿Al menos podrías defenderte un poco?
—Un placer.
Cuando la discusión iba a retomar en su punto inicial, Hermione trajo la hoja con la inscripción de los miembros y su pluma. Todos vigilaron los movimientos de la chica y los de Draco, quien tomó la pluma y leyó el papel con una ceja alzada hasta lanzar una risa.
—¿Entidad de defensa, Potter?... No está bien decir mentiras, ¿sabes?
En toda la habitación se guardó un silencio sepulcral. Harry le enseñó la mano a Draco, justo en el dorso; desde la semana de castigos con Umbridge, después de su entrevista en "El quisquilloso", la mujer le hizo recalcar su legible cicatriz que decía: «No debo decir mentiras»
—Lo tengo bastante claro, Malfoy. Es decisión tuya, no pienso obligarte a hacer nada —habló Harry mirando a cada uno de los miembros, Draco se fijó en Jessica que, entre medio de alumnos más altos, lograba esconder su presencia sombría—. Lo que estamos haciendo aquí, no es por mí. Es por cada uno. Solo buscamos aprender algo que de verdad nos sirva, algo que, lamentablemente Umbridge no nos quiere enseñar. —Harry posó su índice en el broche de la brigada que Draco traía colgado en su uniforme—. Escoge si quieres irte y seguir el trato que hicimos, o al menos sacar algo de provecho de todo esto.
Draco puso su mano encima del broche un instante. Era un banderín de color verde con negro, que en su caso decía; JEFE DE LA BRIGADA: DRACO M. Miró por un momento los ojos de Harry que denotaban sinceridad y firmeza, dándose cuenta de que ese brillo lo tenía cada uno de los presentes, incluido Jessica.
Se arrancó el broche, para meterlo dentro de su pantalón, y con la pluma firmó el papel frente a todos que se mostraron sorprendidos.
—¿Por qué todos me miran así? Tampoco soy TAN malo —bramó con una sonrisa, para luego acercarse al oído de Harry y murmurar solo para el—. ¿Acaso no recuerdas que yo siempre escojo la compañía adecuada?
—Bienvenido —respondió Harry—. ¡Ahora, todos, practiquemos el patronus durante la clase de hoy! Quienes tengan problemas, o nunca hayan conjurado uno, conmigo; Hermione ayúdame por favor.
Más de la mitad de los estudiantes siguieron a Harry y Hermione, y Draco tuvo que aceptar que, aunque el patronus era un encantamiento super atractivo, nunca se puso a pensar en cómo realizarlo. Se percató como el resto de los estudiantes disfrutaban invocando su criatura, algo que a Draco comenzó a ponerlo de los nervios.
Harry les enseñó a todos el movimiento de varita adecuado y en lo que debían de pensar; el recuerdo feliz más fuerte que tuvieran. Asintió y todos se pusieron en orden, pero Draco pronto se dio cuenta de que nadie quería ponerse al lado de el para practicar. Jessica decidió colocarse a su lado, sin decir nada y comenzó a practicar sumergida en un silencio impropio de ella.
Seguía molesta.
Tuvo que pararse un momento a pensar, con exactitud, cual podía ser su momento más feliz. Tenía bastantes memorias felices, como la primera vez que se subió a un crucero o cuando en una navidad le llegaron más de un centenar de regalos, pero al momento de realizar el encantamiento, ni siquiera una chispa de magia brotaba de su varita.
Se volteó a Jessica y la miró. Ella intentaba una y otra vez el encantamiento sin fruto alguno.
Decidió, entonces que el patronus no le agradaba para nada; demasiado subjetivo para su gusto.
—No esperaba verte por aquí, Draco —comentó Hermione.
—¿Tu amiguito no te dijo nada? —contestó Draco, bajando su varita—, pensé que eran unidos como uña y carne.
—Lo somos, pero no me dijo nada acerca de su "trato". No es de mi incumbencia, sin embargo, me resulta muy curioso.
—Eso es bueno, así tienes algo en que pensar en lugar de comenzar a entrometerte en asuntos que no te incumben.
Hermione suspiró, sin ansias de pelear. Se acercó a Draco y bajó la voz—. Son cosas muy distintas, Draco. Al menos ahora me doy cuenta de que no estas tan resentido como creía.
—Soy algo más que mi problema, Granger —sentenció Draco—, y no es necesario que se lo digas a Pans; ella ya lo sabe.
—¿Tienes problemas con el patronus?
—No necesito tu ayuda. Ya lo resolveré por mi cuenta.
El reloj encima de la chimenea marcó un cuarto para las siete, Draco guardó su varita dentro de su túnica y antes de irse le revolvió el cabello a Jessica. La niña sostuvo la muñeca de Draco con fuerza, con los ojos fijos en la corbata verde de Draco. Hermione solo se limitó a observar los acontecimientos.
—Nos vemos más rato, Jess —se despidió Draco, a lo que la niña soltó su agarre—. Suerte con-.
—Una no aprende a ser bruja, una es bruja —replicó Jessica, con dolor—. No es cosa de suerte, Draco.
Draco se quedó de pie a su lado, por un par de segundos, sin saber que decir. Negó con la cabeza y se alejó de la niña cuando volvía a intentar el encantamiento otra vez. Hermione lo alcanzó a la entrada.
—Draco.
—No digas nada. Esto es entre ella y yo; aprende a mantener tus narices en tus propios asuntos, Granger.
—Nadie puede arreglárselas solo.
La puerta comenzó a materializarse frente a ambos. Draco antes de salir soltó un bufido y dijo:
—Ya me lo dijeron una vez, y sigo de una pieza.
—¡Tal vez solo físicamente! Dime ¿Cómo te sientes?
Cerró la puerta antes sin responder, caminó por los pasillos fingiendo que vigilaba. Espantó a varios estudiantes sin propósito, hasta que no hubo ni una sola alma merodeando por los pasillos.
¿Cómo te sientes, Draco?
—Como si caminara sin destino.
Se sentó frente a la entrada principal y esperó. Cuando todos se fueron de la sala de menesteres excepto Harry, casi pudo identificar en su rostro la misma expresión perdida que los dos poseían sin siquiera saberlo.
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—¿De qué se trata todo eso entre Malfoy y tú? —cuestionó Ron, con los brazos en jarras y su dedo índice acusándolo—. Porque no me creo que una rivalidad de hace años se haya desvanecido de la noche a la mañana.
—Es cierto, sigue ahí.
—Ron, deja a Harry tranquilo —se interpuso Hermione—. Es entre Harry y Draco.
—Desde primero que llevo gastando mi preciado tiempo en hacerle la vida imposible a Draco y su pandilla de tarados. ¡Es absurdo!
—¡Dime Ron! ¿Y qué otra cosa hubieses hecho en todo ese tiempo? —contratacó Harry, cansado. Ron se mordió el labio sin saber que responder—. ¡Ves!, nada.
Un dolor atacó a Harry por improvisto, haciéndolo arrodillar. Los estudiantes que pasaban por el pasillo lo miraron confundidos, esquivándolo.
—¡Harry!
Trató de levantarse, a duras penas, sin embargo el dolor se intensificó. Era por la resistencia que ejercía que aquello le molestaba tanto. Se aferró por las piernas a Ron, mirándolo a los ojos. Debía enfocarse en lo real, en lo tangible.
«Bien hecho, pero luego veremos»
Dejó escapar un suspiro cuando pudo deshacerse del intento de control mental. Ron se arrodilló al frente suyo y le apartó el pelo de la cara a Harry.
—Tranquilo, sigue igual —aseguró. Harry dejó de sostener las piernas de Ron y cerró los ojos—. No sé qué tramas con Draco, pero no era para que te pongas así.
Hermione le dio un leve golpe a Ron y entre ambos ayudaron a Harry a ponerse de pie.
—¿Es muy malo?
—Creo que sí, pero no estoy seguro cuánto.
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1) El Peor: Cami.
Hola!
Me complace avisar, que en borradores, ya tengo escrita el último capitulo de quinto año. Todo es una locura, en especial porque a partir de este punto las cosas van comenzar a cambiar respecto al canon.
The Machine
