"Las estrellas en el cielo
Pensaba que eran mías
Como si me pertenecieran
Allá arriba, construir un cohete de aire
Y llevarlas a casa
Pero todo fueron mentiras
Sueños que hice en la mitad de la noche
En algún momento y lugar
Bueno supongo que murieron." 1
• ── ◦ ◦ ── •
—Acérquense todos, por favor —llamó la profesora Sinistra—, quiero enseñarles una cosa.
Draco dejó su cuaderno y se encaminó a la parte delantera de la sala de clases. Jessica, por primera vez, se ausentó. Un acto, que en una clase normal no llamaría demasiado la atención, en aquel reducido grupo de estudiantes, que faltara la alumna más curiosa, hacia que el ambiente se sintiera vacío.
Sinistra, esa noche estaba más arreglada que de costumbre, traía un turbante morado a modo de diadema, dejando que toda su melena de rizos cayera como una cascada. El vestido iba a juego con el turbante, al igual del maquillaje, con el cual que lograba disimular sus sutiles arrugas en torno a la comisuras de sus ojos; y las joyas en tonos plateados brillantes.
La profesora, puso encima de su mesa una gran bola que flotaba sin necesidad de soporte. Era de un color azul marino y distintos aros color dorado daban vuelta alrededor de la esfera. Sinistra tomó su varita de la mesa, que era de un profundo color negro y elegante, y apuntó al artefacto.
Durante los primeros segundos no sucedió nada, algo que hizo aumentar la expectación de sus alumnos, pronto, la esfera comenzó a aclararse hasta mostrar lo que guardaba en su interior.
La imagen era extraña de representar, sin embargo, Draco, en el momento en que se mostró el interior de la esfera, hubiese podido gritar a los cuatro viento lo que veía. No emitía ruido, pero si lo hiciera, se imaginó es que hubiese soltado un agudo sonido. El objeto te hipnotizaba y llamaba a tocarlo, a pesar de que, cuando un alumno de Ravenclaw alargó la mano, la profesora se lo impidió.
—No pueden tocarlo —aclaró—. Lo que ven frente a sus ojos es una bola mágica, y no, no tiene nada que ver con la videncia.
Draco se enderezó, al igual que el resto de los alumnos. Aquel objeto ejercía ahora una extraña fuerza sobre suyo, que lo empujaba para atrás.
—Eso que están sintiendo es mi magia —explicó la profesora—. Este objeto tiene la cualidad de almacenar la magia del portador y expresarlo de forma visual. Solo yo puedo acercarme a la bola y tocarla.
Quiso acercarse, y tuvo que forzar la vista para lograr murmurar algo que no fuera una simple exclamación. Era extraño, como una pintura abstracta de la cual, en el momento que la conoces sabes de inmediato su significado, pero tan pronto le quitas el ojo de encima, te has olvidado de todo el sentimiento.
Eso era la forma de la magia. Algo que no se puede racionalizar.
No obstante, por alguna razón, Draco vio en esa bola algo tan maravilloso como macabro. Colores nuevos y al mismo tiempo sus favoritos.
—Eso... así es el interior de una estrella ¿Verdad? —sugirió Draco. La profesora abrió la boca impresionada, y para evitar problemas extrajo su magia de la bola sin responder. Draco pestañeó y se frotó los ojos, confundido—. ¿Qué? Lo... siento.
—Quédate al final de la clase, Draco —pidió la profesora, guardando su varita—. Como mencionó su compañero, mi magia tiene forma de estrella, específicamente del interior de una. Sin embargo, no es común que cualquiera pueda identificar la magia de otro mago. Por ejemplo, señor Corner, podría decirme que es lo que vio.
El chico asintió. Draco reconoció haberlo visto dentro de la sala de menesteres hace un rato. Pronto se acordó de la forma, casi obsesiva, de estar pegado como una lapa a Ginny Weasley, por lo que comprendió que se trataba de su desgarbado y dependiente novio.
—Fueron como luces; azules y rojas —contestó el chico sin vacilar—. Creo que lo increíble es esa presión que me empujó hacia atrás, cuando quise tocar la bola.
—Eso, es solo una medida preventiva del objeto. Si hubieses llegado a tocarlo, podrías haber absorbido el fragmento de mi magia. Como podrán haberse dado cuenta, es un artefacto bastante peligroso si es usado de mala manera —dijo la profesora, calmadamente—. ¿Alguien quiere ver qué forma adopta su magia? —varios estudiantes levantaron la mano, no obstante la profesora se fijó en Draco, que no lo hizo— ¿Corner? Claro, inténtalo.
Por alguna razón que Draco no comprendió, mientras sus compañeros dejaban un fragmento de su magia para examinarlo, Draco lograba identificar, con un poco de esfuerzo, que era. No lo dijo en voz alta, para no causar más revuelo, pero cada cinco minutos la mirada de la profesora se devolvía a él, que apartaba los ojos para frotárselos.
Al término de la lección, la profesora Sinistra le sonreía con ternura. Draco destransformó su telescopio, lo volvió a unir al llavero de su bolso y, en silencio, los dos esperaron hasta que el ultimo estudiante se fuera de la torre de astronomía.
—¿Tiene algún evento, profesora? —preguntó Draco, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón.
—¿Una dama debe tener un pretexto para vestirse elaboradamente? —contratacó Sinistra, sin alterarse. Draco se encogió de hombros e hizo un mohín con los labios, sin saber que decir—. Aunque estas en lo correcto, Draco. El profesor Firenze y yo iremos de paseo tan pronto termine aquí.
—Entonces debe estar apurada. Si quiere me puedo ir.
—No, querido, no quiero que te vayas. Tampoco estoy contrarreloj, los centauros son criaturas bastante pacientes, es una virtud de la cual aprendo un poco cada día —dijo Sinistra—. Me di cuenta de que tú también posees un, ¿Cómo decirlo?... ¿Don?... si Don, para poder identificar la magia del resto.
—¿Es demasiado extraño?
—Si y no. Hace tiempo, estos artefactos se encontraban en el ministerio ya que servían de "prueba definitiva". El único problema es que, obviamente, solo funcionaba con personas mágicas —contó. Acercándose a Draco, que se mantuvo rígido en su lugar. Sinistra era de ese tipo de mujeres que no reconoces que son altas hasta que está parada a tu lado—. Un problema, si consideramos que necesitaban algo contra gente muggle.
—¿A qué quiere llegar con esto, profesora? —cuestionó Draco, tratando de no sonar nervioso—. Hasta el momento, solo me ha demostrado que el ministerio es un servicio incompetente.
—Eres un licántropo, Draco, ¿me equivoco?
Draco se quedó con las palabras en la garganta, y la mochila al borde de caerse. La profesora se sentó en su escritorio, manteniendo su sonrisa amable.
—Solo los licántropos híbridos, pueden identificar la forma de la magia de otras personas. En su tiempo, el ministerio utilizaba esta capacidad tan especial de algunos hombres lobo para ayudarlos a identificar si la persona estaba mintiendo en algún juicio o no —aclaró Sinistra. Draco, volvió a acomodarse el bolso, y luego se revolvió el pelo—. La magia es variante y siempre estará conectada con el mago. Antes de un juicio le pedían que dejara un fragmento de su magia en el artefacto y solo el licántropo era capaz de identificar si la magia se tornaba de otro color, por ejemplo.
—No tenía ni idea.
—Claro, esto sucedió hace siglos. Cuando los hombres lobos mantenían una buena relación con el ministerio. —Draco asintió, sacando sus manos sudorosas de sus bolsillos—. Ahora, es otra historia.
Ambos se quedaron un momento en silencio, la profesora agarró su botella de agua y le dio un largo sorbo, mientras Draco se miraba los pies.
—¿Puedo ver la forma que adopta mi magia, profesora?
La mujer asintió, y le dio el espacio del escritorio para que pudiera hacer su experimento.
La sensación era arrebatadora y, como no era consciente de la cantidad de magia que era necesaria poner, al par de segundos se separó. Miro expectante el resultado de todo ese asunto, se acercó a la bola para escuchar algo, solo para darse cuenta de que no oía nada. Solo veía.
Al instante reconoció el lugar, la forma y el sentimiento. No era cualquier sitio, era el reflejo de la luna llena en el estanque cerca de su casa. Por primera vez, desde la mordida, pudo enfrentarse a una luna llena sin temor, ni nerviosismo; estuvo seguro de que podría quedarse toda la eternidad mirando la imagen mostrada sin aburrirse.
Entonces, la profesora le dio un empujón lo suficiente fuerte como para pasar a rozar la bola por accidente. La imagen se esfumó y toda esa magia pasó del objeto a él.
—Un objeto, bastante peligroso. Su creador murió de sed, después de pasar, tres días, sentado mirando la imagen plasmada —dijo Sinistra, poniéndose un par de guantes para mover la bola del escritorio a una repisa—. ¿Qué viste?
—Usted no vio nada entonces. —la mujer asintió y se acomodó su colgante— ¿Sabe porque puedo ver esas cosas? Es extraño, casi como ver el alma de la otra persona.
—Supongo que está relacionado con los sentidos desarrollados, no veo otra explicación lógica.
La vista. No, no podía ver en la oscuridad o a través de objetos. Draco podía ver algo aún más terrible y fantástico.
La magia, en su puro estado de la materia.
—El profesor Firenze también lo sabe. Lo descubrió cuando estábamos en clase de adivinación —reveló Draco. La profesora cerró bajo llave la bola y los dos se quedaron viéndola.
—¿Y que estaba buscando el profesor Firenze?
—Quien del salón era el mejor estudiante de astronomía.
La profesora soltó una risa y se acercó a Draco con los brazos extendidos. Lo abrazó con sinceridad, sin miedo y cariño. A Draco le costó un par de segundos asimilar lo que sucedía, ya que se quedó con las manos suspendidas en su espalda antes de responder el gesto.
—No eres mi mejor estudiante, sin embargo tienes el potencial para serlo. La astronomía en ti; es natural.
—¿Qué me quiere decir con eso? —La mujer se separó un par de centímetros y observó sus ojos antes de volver a abrazarlo—. ¿Natural?
—Los licántropos son los seres más afines con la astronomía, Draco. Ellos tienen algo, que hasta el astrónomo más experimentado envidia: una brújula interior.
Draco retrocedió dos pasos, se miró las manos, y luego comenzó a palpar su cabeza, el corazón, las piernas. Sin entender nada.
—Lamentablemente, no puedo seguir diciéndote más, ya sabes, por lo de la regulación mágica —concluyó la profesora—. Aunque hay un libro que te puede servir; "Lobos y estrellas". El problema es que la única copia se perdió hace eso de dos décadas. Solo lo leí una vez, porque era parte de la "sección prohibida".
—¿Por qué me dice todo esto? —cuestionó Draco, con el cejo fruncido. Sinistra flaqueó por un segundo el gesto, pero pronto se recompuso—. Y no compro eso de que soy "especial".
—No quiero volver a cometer los mismos errores del pasado, Draco —contestó Sinistra—. El mundo es un pañuelo, por eso me enfoco en estudiar el universo, para poder ampliar los horizontes de mi vida. Creo que ya deberías irte, querido y, por supuesto, que tu secreto está a salvo conmigo.
Draco asintió, pero antes de bajar las escaleras se detuvo.
—Profesora ¿Su mejor estudiante es Jessica?
La mujer sacó de su gran bolso un lápiz labial y sonrió mientras se lo aplicaba.
—Una chica muy lista ¿No opinas lo mismo? —dijo Sinistra cerrando el labial—. Una pena que no nos haya acompañado esta clase, siempre es divertido contestar sus preguntas.
—No me ha respondido.
—Si, Draco. Pero como profesora no puedo ir gritando a los cuatro vientos quien es mi mejor estudiante —sentenció Sinistra—. No obstante, es sorprendente la capacidad de Spooner con la astronomía. Llegará lejos, de eso estoy segura.
La mujer tomó la varita y comenzó a guardar el equipamiento mágico que no formaba parte del aula.
—Nos vemos, profesora. Al menos ahora tendrá un tema de conversación en común con el profesor Firenze.
Sinistra volvió a reír con soltura y Draco bajó las escaleras, escuchando como sus risas, lentamente se transformaba en un llanto leve. No se detuvo ni aminoró el paso, porque era consciente que él no podía hacer nada para limpiar las lágrimas del pasado de la mujer.
• ── ◦ ◦ ── •
—Solo dile a Ron que te sientes enfermo.
—Por dios, Mione. Si le digo eso a Ron, él va a querer acompañarme hasta la enfermería para asegurarse de que no me voy a morir.
Hermione extendió un suspiro y se recostó encima de la cama de Harry, dejando en la mesa de noche todos sus pesados libros.
—Entonces no le digas nada, solo vete —replicó, acomodando su cabello encima de toda la cama. Hary se sentó a su lado, quitándole del rostro un par de mechones rebeldes—. Yo voy a hacerlo así.
—Ya, pero ¿y después? Ron es muy susceptivo, Mione
La chica rodó los ojos y tiró del brazo de Harry, haciendo que este cayera a su lado. Se volteó con los ojos entrecerrados.
—No, es decir, sí. Se molesta con facilidad, pero no se da cuenta de los detalles, Harry—aseguró—, me estás diciendo todo esto porque no quieres hacerlo. No soy tonta.
—Es que...
—¿Qué...?
—Siento que últimamente, me he involucrado demasiado con Malfoy —declaró Harry, quitándose los lentes un segundo para frotarse sus ojos—. No creo que sea adecuado.
—¿Tiene algo que ver con ese "trato" del cual te referías?
—No.
—¿Entonces de que se trata todo ese asunto de "No quiero entrometerme"? ¡Demonios Harry, en segundo te infiltraste en Slytherin solo para poder sacarle información a Draco!
—Ya, pero, no es lo mismo.
En la habitación de chicos, reinaba la típica calma de un día agradable de primavera. Por un recoveco de la ventana entraba todo el aroma fresco de los árboles y no hacia ni frio o calor. Hermione se desabrochó la corbata de su uniforme, se quitó los zapatos y se hizo un ovillo encima de la cama de Harry. Según su perspectiva, la cama de los chicos era, al menos, dos veces más cómoda que la suya.
Aparte, por alguna razón que no comprendía, el olor a desodorante masculino y perfume barato de Ron convertía ese cuarto como uno de sus lugares favoritos de todo el colegio. Estaba dentro de su top diez, mínimo.
No le gustaba demasiado la habitación de mujeres, porque apestaba a los inciensos o las velas aromáticas que Parvati encendía todas las noches (para alinear los karmas), y estaba tapizada con los posters de los chicos de las Boy bands favoritas de Lavender. Al menos, en la habitación de chicos, se distinguía de quien era cada espacio, y los hombres tenían esa habilidad de no querer entrometerse en el área personal de sus amigos.
—Harry, ¿desde cuándo hemos seguido las reglas? —cuestionó Hermione—, me estas ocultando varias cosas y no te estoy obligando a que me las digas, solo deseo saber de qué se trata eso de "Escuchar a los lobos".
—¡Pudo haber sido situacional!
—¿Recuerdas lo que dijeron? —Harry asintió y se lo dijo—. Si aun lo tienes presente, no pudo ser mera coincidencia.
Harry se levantó de su cama y abrió su baúl, Hermione ni se inmutó, solo se quedó viendo de reojo los movimientos de Harry.
En sí, no sabía muy bien lo que buscaba, la carta de Dumbledore se hizo trizas tan pronto acabo de leerse y con ello la única prueba de su punto de vista. Al menos, el comenzar a rebuscar en su cosas le sirvió para refrescar sus pensamientos.
Se quedó mirando la fotografía; en donde salían los tres a las afueras del castillo. Luego de volver a maravillarse de los sentimientos del recuerdo evocado por ese fragmento del pasado, cerró su valija con apremiante fuerza.
—Dumbledore me dijo que no me entrometiera con Malfoy, por el tema de mis visiones, que pueden ser peligrosas —confesó, regresando a la cama—. No para mí, sino para él. Lo más probable es que Voldemort no sepa nada acerca de la condición de Malfoy, y si se llegara a enterar por mi culpa...
Draco estaría en grave peligro, SI es que ahora no lo está. Quiso decir, pero se guardó esa última parte, concluyendo la oración en un tenue silencio.
Volvió a ser tirado por Hermione, y esta vez quedó recostado encima del vientre de la chica, formando entre ambos una especie de T. Las manos de su amiga se hundieron en su cabello y como si se tratara de un gato, Harry dejó que le acariciara la cabeza. Esa simple acción era capaz de brindar un efecto relajante, que lo hizo liberar la tensión de sus hombros y enfocarse en su amiga.
—En teoría, no vamos a ver a Draco. Nos quedaremos escondidos en la casa de los gritos, escuchando —razonó Hermione—. Y si me percato de que estas teniendo uno de tus "ataques" te puedo aplicar un desmaius. Sabes que soy buena con ese hechizo. Además, tampoco pretendía que nos quedemos toda la noche. Solo diez minutos.
—¿En serio?
Hermione rio ante la ingenuidad de Harry, tirando de su pelo—. No me digas... Es una misión absurda si nos quedamos toda la noche ahí afuera. Solo debes llevar el mapa, tu varita y capa. Estaremos unos cuantos minutos.
—Ah... creo que ahora ya no me parece una tan mala idea —dijo Harry, cerrando los ojos—, entonces ¿Cuándo es luna llena?
—El nueve de marzo, es decir, este sábado.
Harry asintió bostezando. La puerta de la habitación se abrió, dejando entrar a Neville, que venía cargado con una planta que se agitaba como si bailara salsa. Ninguno de los chicos se atrevía a acercarse a la parte del cuarto de Neville, por la cantidad de plantas que cuidaba al lado de la ventana y por el lazo del diablo que criaba, como si se tratara de un hijo en una maceta al lado de la mesa de noche.
Nadie sabía que tan seguro era eso, solo Neville, y de cualquier modo, tampoco pretendían descubrirlo.
—Hola Harry —saludó Neville, para luego caer en cuenta en Hermione, se quedó de piedra un par de segundos— ¿Hola Hermione? ¿Qué? No ¿Cómo entraste aquí?
—En realidad, cualquier chica puede entrar al cuarto de hombres —aclaró Hermione, sentándose en la cama. Harry solo se movió para poner la cabeza encima del regazo de la chica—. En su caso, es distinto. Los chicos no pueden ingresar a la habitación de mujeres ¿No te parece algo machista, pero al mismo tiempo conveniente?
—Claro —contestó Neville sin saber que decir con exactitud. Dejó la planta encima del alfeizar de su ventana—... ¿Has visto a Luna? La llevo buscando desde hace un buen rato.
—Puede estar dándole de comer a los thestrals —sugirió Harry, con los ojos aun cerrados—. Siempre anda metida en el bosque prohibido.
—¡Por Merlín! Ya le he dicho que no debe ir merodeando por ahí sola —maldijo Neville, sacando un par de muestras de distintas plantas que se metió a los bolsillos—, ella es demasiado...
—¿Excéntrica?
—¿Lunática?
—Iba a decir inocente, pero esas palabras también le quedan —concluyó Neville, con cierto tono soñador—. ¿Creen que...? No, nada. —Neville se sonrojó de forma invasiva, Harry abrió un ojo y luego miró a Hermione, que sonrió—. Mejor voy a buscarla.
—¡Oye Neville, antes de que te vayas! —llamó Hermione, dejando de acariciar la cabeza de Harry por un instante—. El acónito era el ingrediente principal de la poción matalobos ¿verdad?
—Si, la profesora Sprout tiene una planta gigante bajo cuidado especial. Sus hojas son muy toxicas, ¿sabes?
Neville terminó por salir de la habitación de forma apresurada, justo después de que el reloj marcara las cuatro en punto. Harry, se levantó en el momento en que Hermione, igual se ponía de pie.
—A Neville le gusta Luna —comentó Harry, estirando los brazos. Hermione, por su parte, se dedicaba a ver las imágenes que Ron colgó encima del respaldo de su cama—. Aunque, Luna no se si sienta lo mismo por Él, es un poco impredecible.
—Ajá. Me encanta esta fotografía —mencionó Hermione, señalando una foto que Harry le sacó a Ron y Hermione, durante el mundial de quidditch. Ron intentaba animarla, para que dejara de leer antes del partido—. Yo creo que Luna es mas de las que le gustan que la gente sea clara con ella desde un principio. Nada de rodeos. —Harry se acercó a la cama de Ron y le enseñó otra foto, sacada minutos tras ganar su primer partido de quidditch. Con una nota escrita con plumón que decía: "Potter, destrozó a Slytherin"—. ¿Sabes porque le pregunté eso a Neville?
—¿Para qué me diera cuenta de que no debo de comer acónito en ninguna circunstancia? —preguntó Harry, en tono burlón—. Lo único que recuerdo es que el acónito y la luparia son la misma planta. Agradécele a Snape y sus traumas de primero.
—Si me acuerdo, y no, no es por eso, Harry. —Hermione se sentó encima de la cama de Ron, quitando un polerón que el chico dejó encima de la colcha, desordenado. Lo dobló con delicadeza, solo para mantener las manos ocupadas en algo—. Es probable que Draco no este tomando poción matalobos, porque es muy compleja de preparar, un sorbo de una mala pócima y te mueres —explicó—. El próximo sábado hay dos posibilidades, que esté completamente sumido en la bestialidad del lobo, o tenga la mentalidad humana. De ser la segunda opción, eso significa que alguien le prepara la pócima con antelación.
—Snape, él sabe acerca de lo Draco.
—Aunque lo quisiera negar, es la única persona que se me viene a la cabeza. Sin embargo, estoy convencida de que no es así. ¿No te dijo Lupin que era de un sabor repugnante? —Harry afirmó con un vago sonido—. Yo creo que solo debe de tomar la poción en ocasiones específicas, porque hay que seguir todo un proceso tedioso.
—¿A qué quieres llegar con esto?
—Que hay que tener cuidado. El Draco que es lobo, no es el Draco que conocemos; ese que se cree malo, pero en el fondo no lo es.
—Yo sí creo que sea malo.
—Es un chico demasiado acomplejado que se deja influenciar por su entorno —aclaró—. De cualquier modo, ese día que casi ataca a Umbridge, yo pensé que te iba a morder. No puedes acercarte a él, Harry. Aunque escuches cosas hermosas salir de sus aullidos, o lo que sea. El lobo no raciona. Debes prometerme, que si digo que no hagas tal cosa, no lo harás. ¿Comprendes?
—Me dices eso porque no lo escuchas como yo. Era magia pura.
—Claro, pero como te lo dije, de ser necesario te dejaré inconsciente sin remordimientos —contestó Hermione, dejando el polerón doblado en el borde la cama.
La puerta volvió a abrirse, Ron entró con las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón, el cabello agitado, una sonrisa brillante. Pigwidgeon, su pequeña lechuza, estaba apoyada en su hombro, mirando con sus enormes ojos a todos lados.
—¡Hola! ¿De qué me perdí? —cuestionó, acercándose a su cama. Miró el tablero de imágenes y apuntó la fotografía que Hermione apuntó minutos atrás—. Esa es mi favorita.
La nota de la imagen decía: "Mione, dice que los libros son mejores que el quidditch. No le creo"
Hermione soltó una risita y Harry se levantó de la cama, algo conmovido y con la sensación de que sobraba.
—Ahora que me acuerdo, me olvidé de algo en la sala de encantamientos. Ya regreso ¿Vale?
—¿Pero si ni siquiera tuvimos encantamientos? —Harry le guiñó un ojo y le dio un golpe en la nuca—. ¿eh? ¿sabes qué demonios le pasa?
Hermione se fijó en la sonrisa en los labios de Harry y luego miró a Ron directo a los ojos.
—Ni idea, Ron. Ahora dime, ¿Por qué tienes a Pig contigo? ¿Acaso el pequeñín volvió a meterse en problemas?
• ── ◦ ◦ ── •
1) Genie in a Bottle: Rory Webley.
Hola!
Sinistra es un personaje al que le tengo un montón de ganas de explorar. Por el momento, la historia que tengo planeada para ella me parece bastante interesante… ¡Espero que a ustedes también les guste!
THE_MACHINE
