"Oh, ya no soy un niño

Y todo ha cambiado

No hay nada en mi corazón

Y hay un rayo en mi cerebro

Asi, que presten atención niños,

Escuchen lo que digo.

No escuchen al cerebro

y sigan sus sueños" (1)

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Ese día caía sobre Hogwarts un clima precioso, con un aire fresco, que emanaba un indiscutible olor a primavera en el epítome de su esplendor y era casi imposible estar malhumorado.

Al menos, si no eras Harry Potter, podías continuar con tu vida tan tranquilo como quisieras; en cambio, el chico no disponía posibilidad alguna de disfrutar del buen tiempo, ya que le tocaba asumir una de las consecuencias de sus acciones despreocupadas (o con las cual sacó conclusiones apresuradas).

Tocó la puerta del despachó del profesor Snape, después de la última sesión de castigos por el incidente con la ED. La mano aún le ardía de dolor, pero lo lograba soportar gracias a los recuerdos de las ocasiones anteriores.

Snape levantó una ceja en cuanto lo vio plantado ahí afuera, con el cabello revuelto y los ojos evitando cualquier tipo de contacto visual.

—¿Qué necesitas Potter? —preguntó Snape, con un seseante tono de voz—. Aunque me lo pidas, no pienso recibir tu tarea pendiente desde diciembre.

—Profesor, yo... —murmuró Harry, agachando la cabeza— venía para mi lección de Oclumancia.

—Pensaba que lo habías dejado, Potter. Creo que incluso recuerdo las palabras que me dijiste: "¡No pienso volver a esas clases de lavado mental!" ¿me equivoco?

Harry negó con la cabeza y se mordió el labio nervioso.

—Bueno, cambié de opinión. Además, el profesor Dumbledore, me ordenó que siguiera tomando las clases.

—¡Qué coincidencia! Me dijo lo mismo. ¡Entra! Antes de que me arrepienta.

Harry soltó un breve suspiro, pero no sonrió porque en realidad no deseaba volver a tener esas clases con Snape. Le parecían tormentosas. Lo hacía para seguir la orden de Dumbledore. El hombre creía que era importante que continuara aprendiendo a cerrar la mente y, cuando Dumbledore tenía una corazonada, esta solía ser cierta.

Harry quiso confiar en lo que el profesor quería, así que dejó la mochila al lado de la silla, bebió agua y se sentó; despejando la cabeza de todo pensamiento, al mismo tiempo en que el profesor Snape, alzaba la varita en su contra.

Por el contrario, de lo que creía, ahora lograba defenderse un poco mejor.

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Harry hace cinco días que no sufría alguna pesadilla, era un récord que se rompió esa noche. Era cierto, esas lecciones lo dejaban en un estado mental tan débil, que cualquier estímulo, lo dejaba con las defensas bajas.

Lo recordaba bien, fue una pesadilla breve y dolorosa, como las que solía maquinar: Draco se encontraba arrodillado frente a Voldemort, con la espalda llena de cortes recientes y sangrantes, en un estado entre humano y bestia. Harry quiso gritar, pero pronto se percató que él era uno de los causantes de esas heridas. No comprendía que gimoteaba Draco, más compartía el dolor de las cadenas de plata que le quemaban los tobillos y muñecas. El sueño acababa en un destello verde, dejándole el mensaje claro a Harry.

Despertó con la espalda húmeda y de golpe, como no pudo conciliar el sueño de nuevo, palpó el colchón hasta dar con el espejo, llamando a Draco que no respondió. Era tarde y él estaba siendo impertinente. Se puso las pantuflas y se sentó frente a la chimenea con el texto de historia de la magia.

Si Draco lo leyó por tercera vez, aquel texto no podía ser tan malo.

Sin embargo, leyó: "Desde la antigüedad que la comunidad mágica se ha esforzado en hallar novedosas formas para castigar a los magos y brujas, que han decidido saltarse las normas establecidas por el Wizengamot; dejando a Azkaban como un panorama agradable frente a las torturas aplicadas en el pasado..."

Harry levantó las piernas, se las llevó al pecho y se quedó pensando en lo doloroso que se veía el estar a los pies de Voldemort, sabiendo que pedir clemencia solo ocasionaba en Él, que el sádico deseo creciera.

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Con un afanoso cuidado, Daphne se pintaba las uñas con dos esmaltes distintos. Hermione escuchaba sin prestar atención a la práctica de la presentación de Pansy, que continuaba leyendo el papel con las cosas que debía decir el viernes.

—¡No me están poniendo atención! —reclamó Pansy—, ¡¿Cómo lo estoy haciendo?!

—Te sale muy... interesante, preciosa —contestó Daphne, soplando el esmalte fresco—. ¿Qué es lo que tengo que decir yo, Hermi?

Hermione levantó la mirada del texto cerrado y le indicó con el dedo, las partes divididas. A Daphne le tocaba lo sencillo, presentar, introducir, concluir y, sobre todo, hablar lo suficiente para que el público se interesara en lo que les tocaba contar; de todas formas, Hermione envidiaba (solo un poco) (o al menos eso es lo que se repetía), la gran capacidad de improvisación de Daphne y como un error lo transformaba, al instante, en una analogía de lo que buscaba decir.

Aquel salón de clases tan escondido era uno de los lugares preferidos de Hermione para estudiar. Ubicado en el quinto piso, pequeño y con una única ventana que dejaba entrar los zigzagueantes rayos de luz que la luna llena emitía esa noche, en especial, solitaria.

Sabía, que en ese momento, Draco vivía una de sus transformaciones (quizás por eso Pansy gozaba de un aire de estar en cualquier otro lugar) y estaría en ese estado durante las horas siguientes. Cuando la luna dejase de ser orgullosa y se ocultara.

Las chicas llevaban desde la hora de la cena ahí. El paquete de galletas de Hermione iba por la mitad y aún continuaba pensando en algunas formas para abrir el libro de la sala de menesteres.

Daphne se acercó al frente y disertó, pareciendo un pato con las manos tan alejadas de ella, tratando de contener cualquier impulso de hacer algún movimiento brusco que le arruinara la manicura. Pansy le deslizó a Hermione una nota por encima de la mesa.

"¿Qué es lo que te come la cabeza?".

Hermione dio un suspiro y contestó en la nota:

"Lobos".

Pansy asintió y tocó el texto haciendo amago de querer abrirlo, pero no pudo.

Para cuando Daphne terminó, la chica se volvió a sentar, aplicándose una última capa de brillo, mientras Hermione disertaba sin errores.

—Creo que dominamos bien el tema —dijo Hermione—, tal vez, Pansy deberías probar otros métodos para aprenderte tu parte. El viernes no tendrás notas de apoyo.

Las dos chicas comenzaron a discutir, sobre quien lo hizo peor. Daphne cerró los esmaltes y con el fuerte olor del solvente de estos aun clavados en las narices de las tres, apagó todas las luces, dejando la sala a oscuras, de no ser por la iluminación que entraba desde la ventana y se derramaba encima de la mesa de las chicas.

—¡Miren mis uñas! —exclamó Daphne, levantando las manos—. ¡Brillan en la oscuridad! ¿A que es genial?

Hermione bajó la mirada al texto, sintiendo como algo en el cambiaba. Cerró la boca de repente, e hizo la acción de abrirlo, dándose cuenta de que ahora, si podía hacerlo.

—Magia condicionadora —identificó Hermione—. ¡Tengo que irme!

La chica se levantó de un salto, agitó la varita haciendo que todo el material escolar, que le pertenecía, se guardaran por magia dentro del bolso, el cual se colgó encima; para acabar se llevó el gran libro contra el pecho, en un intento de resguardarlo de perderlo.

—¡No puedes irte! Todavía no terminamos aquí —reclamó Pansy.

—¡Por Dios, Pansy! Hasta a Daphne le sale más natural que a ti, si alguien debe practicar eres tú. ¡No puedo continuar perdiendo mi tiempo!

Hermione se fue de la sala apresurada, mientras las chicas de Slytherin se miraban entre ellas con una expresión confundida, que decía algo como: "¿A qué Dios se refiere?".

Llegó tan rápido como pudo a la torre Gryffindor, subió hasta la habitación de mujeres y dejó todas las cosas encima de su cama, ignorando a Parvati y Lavender que se entretenían sacando predicciones desde unas cartas de Tarot. Cerró las cortinas, con Crookshanks despertando de un sueño que lucía ser bastante agradable.

La cama de Hermione era la única que detrás del respaldo, daba a una ventana, cuyo paisaje era la luna (o el sol, todo dependía de la hora) y, en las noches como aquella, acostumbraba a cerrar las cortinas para poder dormir. Extendió el libro encima de la colcha, procurando iluminar tanto como pudo las páginas.

Quien fuera la persona que hubiese encantado ese libro, no quería que el contenido fuera visto, en específico, por hombres lobos. La plata y ahora con el contenido visible en luna llena. Eran condiciones demasiado concretas.

Hermione supo que gozaba de esa luna llena para leer todo el texto, antes de esperar un mes completo, por lo que se preparó para no dormir. Sacó una libreta para hacer apuntes y mientras se quitaba los zapatos y la corbata, dejó que sus ojos se enfocaran en la dedicatoria.

"Para todos aquellos que continúan creyendo que son monstruos en una sociedad pulcra. No es así. Todos somos monstruos, lo que nos diferencia es que nosotros si podemos hacer algo para controlar a la bestia".

La primera anotación de Hermione en esa libreta fue la frase, luego que el libro era anónimo y por último, que el autor(a) era un(a) licántropo.

Estiró los brazos y comenzó a leer ese larguísimo texto; para darse cuenta de la razón por la cual ese libro dedicado a licántropos se encontraba hechizado en contra de ellos.

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Los ojos de Madame Pomfrey lo decían todo. La mujer se arrodilló con temor frente al adolorido cuerpo de Draco; dolor el cual alcanzaba unos niveles tan catastróficos, que hasta el roce del algodón contra las heridas, resultaba en una verdadera tortura.

Tuvo que beber un brebaje de color azul, que le quitó por el momento todo rastro de dolor, envolverse en una bata médica y casi correr con Madame Pomfrey a la enfermería; antes de derrumbarse encima de una camilla para volver a gemir de agonía.

Cuando acabó con las curaciones que se le hicieron eternas, Draco apoyó la cabeza contra la almohada, convencido que no iba a ir a clases ese día. Madame Pomfrey le sonrió con los ojos llorosos, mientras arreglaba el par de costillas rotas y trataba de que el primer (gran) corte, que le cruzaba el rostro no dejara una cicatriz demasiado visible.

Pronto se quedó dormido, pero no supo que lo hizo hasta que se despertó. Con la vívida preocupación de Pansy encima de él.

—¡Draco! ¿Te duele mucho? Anoche la luna era gigantesca...

Pans, no ahora. No fue una luna muy agradable —contestó Draco, volviendo a cerrar los ojos—. Ve a clase, por favor.

—Ya terminaron por hoy.

—¿¡Qué?! ¿Madame Pomfrey sigue aquí?

La mujer apareció con una bandeja repleta de comida de aspecto exquisito. Junto a Pansy acomodaron a Draco con la bandeja encima de las piernas. El chico bostezó, antes de tomarse casi todo el jugo de golpe.

—La señorita Parkinson me dio a entender que ella es consciente de tu condición —dijo Pomfrey, tan educada que Pansy se sonrojó—. Por eso mismo la dejé pasar. Aunque tendrá que irse tan pronto termines de comer; debes descansar tanto como puedas, aun si eso significa que no vas a clases la semana completa.

Pansy, durante ese periodo, tampoco preguntó en exceso. Draco entre mordiscos murmuraba monosílabos con un tono anestesiado; algo que hizo que Pansy tampoco se sintiera del todo segura con las respuestas que Draco le daba. En cierto punto, volvió a entrarle el sueño, así que le quitaron la comida (que dejó a medias) y entre ambas mujeres volvieron a acostarlo en la camilla.

—Dile a Jessica que lamento no poder ir hoy en la noche —pidió Draco, tomando la muñeca de Pansy, cuando se marchaba—, gracias por preocuparte y venir.

—Ni siquiera me lo agradezcas; soy tu amiga, vendría aunque tan solo te sangrara la nariz.

Pansy salió de la enfermería, dándole un suave beso en la frente. Madame Pomfrey, instantes anteriores de que Draco volviera a dormirse, le dijo:

—Te lo dije.

—¿Qué cosa?

—Que eras un buen chico. (2)

Draco soltó un bufido divertido y sonrió.

—Si, tiene razón. Gracias por habérmelo dicho.

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Hermione, tras recibir la información de que Draco se encontraba internado en la enfermería, supo que era trascendental contarle las últimas novedades a Harry. Por el simple hecho, de que todo ese texto resultaba tan valioso y complejo, que no aguantaba el silencio.

Quería asegurarse de que lo leído no fue una mala pasada de su imaginación.

Harry aparentaba una gran falta de sueño (algo que no era del todo falso). Nadie se hallaba al corriente de que Draco estaba enfermo, en realidad, Hermione era consciente de ese dato, porque Pansy se lo contó.

El único problema con el que se encontraba ahora era Ron. Ahora que las prácticas de quidditch ya no eran tan intensas como los meses anteriores y los TIMO fijados al final de mes; Ron volvía a ser parte del trío. Con más participación que nunca. Algo que alegraba a Hermione, porque lo veía con frecuencia, pero al mismo tiempo le molestaba para momentos como aquellos; cuando deseaba hablar en privado con Harry.

Según Ron, entre los tres, los secretos no tenían lugar... O eso le gustaba creer.

Sin duda alguna, las mejores excusas se le ocurrían a Harry, ya que Hermione se ponía algo nerviosa al mentir; en especial, cuando a quien le debía mentir era Ron. Odiaba engañarlo, le dolía tanto que después no lograba verlo a los ojos de mera vergüenza.

Esa tarde, con los libros en pilas dispuestos en el suelo de la habitación de hombres de Hogwarts (puesto que Madame Pince vetó el acceso de Ron a la biblioteca por el resto del año escolar), los chicos intentaban estudiar sin lograrlo. Harry no dejaba de batallar contra el cansancio, Hermione pensaba en el libro y Ron trataba de convencer a Harry para que jugaran una partida de ajedrez mágico.

Hermione y Harry hicieron contacto visual por un instante; la chica abrió los ojos y le señaló un texto, seguido del broche de prefecta plateado. Harry asintió, estiró el cuello y dejó que un bostezo contagiara a Ron.

—Ron, estoy cansadísimo, ¿Por qué no dormimos un rato?

Hermione miró a los chicos que casi le pedían autorización.

—Bueno, yo igual estoy algo cansada —respondió Hermione, viendo como Harry le guiñaba un ojo y se acostaba en la cama de Ron— Yo me quedo con la cama de Harry.

Ron se encogió de hombros, se quitó los zapatos y el cinturón, antes de recostarse de lado en su cama. Rozando espaldas junto a Harry. Debían quedarse hasta el momento cuando Ron comenzara a roncar, el estado cuando su amigo se volvía igual de imperturbable que una roca.

Harry y Hermione, realizaban un esfuerzo considerable al no dormirse a pesar de que las camas eran comodísimas. Cuando escucharon el primer sonoro ronquido, se levantaron de las camas y salieron de puntillas de la habitación. No obstante, no se fueron de la sala común, porque no era necesario. Hermione lo guio por el pasillo que daba con la alacena de la torre Gryffindor; Un lugar donde podían conversar sin ser molestados.

Era un espacio tan enano que Harry se acordaba de la claustrofóbica sensación del primer cuarto, que tuvo debajo de la escalera en Pivet Drive; y Hermione, que no era, en especial, una chica pequeña, chocó varias veces antes de acomodarse en esas cuatro paredes. De todos modos, al menos cabían los dos bien apretujados.

—Pude abrir el libro —anunció Hermione. Tan pronto cerró con llave la puerta e insonorizó el espacio—. Aunque no lo podrás leer hasta el próximo mes.

—¡¿Qué?! ¿Por qué?

—Quien sea que haya encantado el libro, no quería que lo leyera un hombre lobo; El libro se puede abrir solo si está bajo una fuente natural de luz lunar, proveniente de la luna llena.

—¡Qué demonios! ¿Pero por qué? ¿Qué tipo de contenido debe tener un libro como para que lo censuren de esa forma?

La chica se sentó en el polvoriento suelo, contra la puerta y las piernas dobladas, Harry la imitó frente a ella, una expresión preocupada le adornaba el rostro.

—Magia, Harry; Magia de la más avanzada. No es precisamente oscura, pero ni tú ni yo podemos hacer ese tipo de magia, porque es específica para los hombres lobos.

—¿Cómo? Espera un minuto. ¡¿Me estás diciendo que los lobos tienen superpoderes?!

—Te acuerdas de que hablamos sobre que los licántropos tal vez puedan llegar a tener una "fuerza sobrenatural"; estábamos en lo cierto. Si que pueden y es peligrosísima. Estamos hablando de magia no verbal y sin varita. Se trata de una magia primitiva, salvaje y, por completo, basada en la astronomía.

—¿A qué te refieres con eso?

—La magia de los lobos toma como pilar el "reloj interno" que poseen en sintonía con la luna —explicó Hermione, sacando la libreta llena de anotaciones—, el libro lo explicaba bastante bien. La luna, al ser un astro tan inmenso, es como un átomo cargado de una magia muy antigua y poderosa; La mordida, aunque se nos diga que es una enfermedad... ahora ya no puedo estar del todo segura de que sea algo malo.

» La mordida te hace capaz de utilizar ese tipo de magia. Usar ese átomo de energía como una segunda batería, más fuerte que tu magia inicial.

» Harry... la transformación es una especie de anticuerpo. El momento en que ese átomo se carga al máximo es en luna llena y, para impedir que ese mago o bruja utilice esa magia demasiado fuerte, que podría terminar por matarlo, lo obliga a convertirse en un lobo. Por eso mismo, es imposible revertir o cancelar la transformación, porque si eso ocurriera, lo más probable es que ese licántropo, muriera o no sé... ¿Explote? Es muy raro todo.

—Vaya... eso explicaría muchas cosas... ¿Pero cómo funciona eso de controlar la magia de la luna? —cuestionó Harry, más perdido que antes—. ¿Me estás diciendo que Draco tiene "poderes místicos de la luna"?

—Más o menos. Es un nombre algo patético, tal vez deberíamos trabajar en encontrarle uno mejor. —Hermione apuntó a la caja que estaba al lado de Harry, el chico la agarró, percatándose de que era una caja llena de barritas de cereal—. Ahora... este reloj interno que ellos poseen es de los licántropos, nada más. Ningún ser mágico ha podido imitarlo, porque es una capacidad añadida a la licantropía y aunque, la mayoría de los astrónomos más capacitados, han logrado aprender acerca de este don, quizás logremos utilizar un cuarto, aproximadamente, de la magia que los hombres lobos sacan de la luna.

—¡¿Solo un cuarto?!

—Y estamos hablando de un mago del nivel de Dumbledore.

Los chicos sacaron un par de barritas (Hermione primero revisó la fecha de caducidad) y se las comieron en silencio; Harry continuaba asimilando la información. Ahora comprendía la razón por la cual ese libro fue escondido y "protegido" (por no decir prohibido) de aquella manera tan insistente.

—¿Qué tipo de poder estamos hablando? ¿Magia oscura?

—Estamos hablando del ámbito que sea Harry. El lobo que comprende ese reloj de interior y se guía basándose en él, sabe que cuando no hay estrellas: la magia curativa es más poderosa, y cuando la luna está en menguante, se aparece con facilidad —ejemplificó la chica, tomando otra barrita—. El poder es ilimitado, aunque eso es porque el autor del libro no terminó de escribirlo.

—¿Cómo?

La chica dejó escapar un suspiro, algo frustrada ante las intervenciones inútiles de Harry—. La mitad de las hojas que viste que tiene, están en blanco. El libro es tan viejo que está escrito a mano. El autor es anónimo y aunque busqué en el archivo de la biblioteca acerca de personas que murieron en el siglo X, con las características de un licántropo, fue imposible. La inquisición lo hizo imposible; mataban a toda persona que fuera única.

—Si el libro es anónimo y está escrito hasta la mitad, significa que...

—Es ilimitado, porque el autor nunca conoció el límite del poder. (De su propio poder). Mi teoría es que nunca podrán alcanzar la máxima fuerza de la luna, debido a la transformación —teorizó la chica—. El libro en sí es como una guía para hombres lobo, acerca del tipo de magia que deben emplear respecto a la posición específica de las estrellas y la luna en ese momento. En el último capítulo te enseña a hacer magia sin varita, pero no está terminado.

—¿Dijiste la mitad? —Harry se puso de pie, agarrándose de las repisas—. Eso son muchas páginas.

—Para que veas. Los licántropos tal vez no son tan monstruosos...

Harry se quedó mirando los enmarañados rizos de la chica y la ayudó a ponerse de pie.

—Si lo son... unos aprenden a controlarse, esa es la diferencia —dijo Harry—. ¿Hay algo más?

—Si... usaban una terminología extraña, como de castas. Alfa, beta, omega —recordó Hermione—. Decía que para cada nivel el poder variaba una cantidad impresionante.

Harry tragó en seco, se lamió los labios y preguntó:

—¿Qué tan fuerte es un alfa?

El alfa es el más fuerte. Porque tiene un mayor dominio de sí mismo (o eso se supone), el poder de un alfa se caracteriza por la furia y la expresión de sentimientos... Aunque, el omega era quien lograba regular esta fuerza para, en pocas palabras, hacer que no perdiera la cabeza —explicó la chica, hundiendo los dedos en su pelo, comenzando a hacerse una trenza—. El autor, decía... Espera, lo tengo acá anotado: "Un alfa sin omega es como un barco sin capitán; está condenado a hundirse" ... Bastante explícito ¿no?

Harry suspiró con pesadez y, al minuto de meditarlo, dijo—: Draco es Alfa.

—¿Cómo sabes eso?

—Larga historia, arriesgada y que prometí que no iba a decir nada, pero... Lupin también lo es y... un tal Greyback. ¿Sabes quién es?

—Ni idea, pero voy a buscarlo. —Hermione sonrió divertida antes de agregar—: Veo que Draco y tú se están volviendo más cercanos... como para hacerse promesas.

Agh. Lo haces sonar tan desagradable, nosotros hacemos tratos. No promesas. (Es distinto),

Hermione negó con la cabeza y salió de la alacena, estirando los brazos y sintiendo más sueño que antes.

— ¡Wow! ¡Esto es tan emocionante! ¿No te parece? ¿Quién crees que sea el omega de Lupin? ¿O el de Draco? Eso es como estar predestinado de por vida.

—¿El libro no decía como identificar a un omega?

—No, una lástima. Aunque esto de los hombres lobo tiene algo muy romántico de por medio. Imagínate, tú estás destinado a conocer a un omega que logre menguar el mar cuando esta tormentoso. —Hermione dejó escapar un suspiro soñador y se acercó al oído de Harry—. Tal parece que esto es el misterio más pequeño que hemos descubierto.

Harry asintió y volvieron a la habitación. Harry se apresuró a acostarse encima de la cama y recibió una mirada enojada de Hermione. Que cayó en cuenta acerca de Ron, quien continuaba durmiendo imperturbable, con una sonrisa boba en los labios.

—Te odio.

—No mientas, Mione —recriminó Harry, en voz baja—. En realidad me adoras.

La chica se quitó los zapatos, la chaqueta y la corbata; para recostarse al lado de Ron, quien ni se inmutó.

—Descansa.

—Como si ahora pudiera hacerlo.

Harry cerró los ojos y Hermione lo imitó. Ron se dio media vuelta y tan pronto sintió el cuerpo de Hermione a su lado; se reacomodó para poder abrazarla como si se tratara de una almohada. Esa era una de las manías, preferidas de Ron; le encantaba dormir como un oso. Por eso Harry se negaba a compartir cama con el chico.

Hermione luego de la impresión inicial, y las cosquillas de los suspiros de Ron contra su cuello, a diferencia de Harry; estuvo segura de que no le molestaría servir de almohada de Ron, por el resto de su vida.

• ── ◦ ◦ ── •

—Lo siento tanto, traté de hacerlo lo mejor que pude, querido.

Draco se quedó un largo instante con el espejo reflejando su rostro. Como durmió todo el día, ya no conservaba ni una pizca de sueño en su sistema. Madame Pomfrey, en cambio, se dedicaba a hacer la última ronda de curaciones antes de irse a la cama.

Sus ojos delinearon la cicatriz que le cruzaba el rostro de forma diagonal y violenta. Desde la ceja derecha hasta desvanecerse debajo de la oreja izquierda. Se encontraba sorprendido de que el lobo, no se hubiese arrancado el ojo.

Madame Pomfrey, en realidad sí que hizo el mejor esfuerzo, ya que cuando llegó esa misma mañana, aquella larga herida era acompañada por veinte más pequeñas que logró desvanecer. El labio continuaba con un par de rasguños que terminarían por irse, pero esa cicatriz lo acompañaría el resto de su vida; así que mejor le valía ir acostumbrándose a ese rasgo tan peculiar y que generaría muchas preguntas.

—Está bien, puedo acostumbrarme —murmuró, bajando el espejo y cerrando las manos en puños, forzó una sonrisa sutil—. ¿Cómo esta atrás?

La expresión de la enfermera lo decía todo, cambió los vendajes, y le dio un suave beso en la coronilla.

—Sigues siendo un chico muy hermoso —aseguró Pomfrey, entregándole la camisa de piyama, que Draco se sacó para las curaciones—. Lo bueno es que ya no te duele ¿no?

—Un poco de incomodidad, nada más.

—Entonces mañana ya podrás asistir a clases —dijo la mujer, desvaneciendo los vendajes sucios—. Sigo sin entender... el mes pasado fue solo un machucón.

Draco era consciente de la razón de la bestialidad de esa ocasión, pero no escudriñaba el cómo decírselo a la enfermera sin meter a Harry y Hermione en problemas serios. Se encogió de hombros, haciéndose el desentendido de la situación.

El lobo estaba furioso porque los buscó toda la noche, y no encontró a nadie.

No, el lobo ardía en ira, porque buscó a Harry y Él no estaba.

—Ni idea.

—Bueno, descansa querido, mañana te despierto para que no llegues tarde a clases.

Draco agradeció y esperó a que la puerta se cerrara, tomó a tientas el espejo para volver a apreciarse.

¿Cómo se suponía que les explicaba a sus amigos la, para nada sutil, cicatriz? De por si haberse ausentado por un día completo, era lo suficientemente sospechoso; ahora si le sumaba lo de las heridas, era como agregarle condimentos a una mala comida, sabiendo que la empeorará aún más.

Escuchó la puerta abrirse y dos aromas reconocibles que lo hicieron suspirar cansado. Pretendió ignorarlos, pero en el momento en que se dirigieron a la camilla; Draco bajó el espejo y se quedó mirando a la nada.

—Potter y Granger, me parece un encantador fastidio tener que recibirlos esta noche.

Harry se sacó la capa de invisibilidad y se apresuraron a rodear la camilla. Lo pudo ver por la expresión de sus rostros, como ambos delineaban la cicatriz, antes de tragar en seco y pretender como si no hubieran pensado en nada.

—Yo opino que me hace ver más... temible —consideró Draco, tocando los surcos de la cicatriz—. ¿No es así? Quizás debería pedirles a mis padres que me transfieran a Dumstrang...

—No creo que temible sea la palabra adecuada —completó Hermione, sentándose al lado de la camilla—. Yo diría que te hace ver un poquito más interesante. Tal vez si dejaras de tener esa expresión molesta todo el tiempo, podría incluso considerarte atractivo.

—¿O sea que no soy atractivo? —cuestionó Draco, divertido—. Yo creo que muchas chicas no están de acuerdo con tu testimonio Granger. Tal vez la que necesita lentes eres tú.

—Bueno... si consideramos como chicas a Pansy, tu madre y abuela; sí. Son bastantes.

Harry soltó una risotada a lo que recibió una mirada acusatoria por parte de Draco, que se cruzó de brazos y arrugó la nariz.

—Como sea. ¿A qué vinieron?

Hermione rebuscó en el bolso que traía colgado, lo abrió para mostrarle el libro. Draco frunció el cejo, separándose un poco de la chica.

—Lo logré abrir. Quien haya hechizado el libro, no quería que ningún licántropo pudiera leer el contenido.

Posterior a esto, Hermione volvió a dejar el libro dentro del bolso y se dispuso a contarle todo lo que leyó. De vez en cuando, recurrió a las anotaciones, para citar partes textuales del libro; como si se tratara de dictar alguna tarea. En ningún momento fue interrumpida, porque Draco escuchaba deseoso de comprender todo lo que la chica le decía.

—También le conté eso que nos dijo el hombre —agregó Harry, haciéndose un espacio en la conversación—. Mejor dicho, yo no entendí demasiado de lo que ustedes hablaban, pero parece como si quisieran unirte a un club... o secta.

—A una manada —corrigió Draco, de mala gana (era culpa de la luna, que lo dejaba más susceptible que de costumbre)—. El libro... ¿Qué decía acerca de las castas?

—Solo las define, alfa, beta, omega, gamma y... delta. Únicamente, existen esos. Además de explicar que estas clasificaciones se comienzan a aplicar cuando se forma manada.

Delta. La palabra resonó en la cabeza de Draco; "De ellos no se habla". (3)

—¿Qué es un delta?

—El autor los define como licántropos que han perdido por completo la humanidad. Seres que son incapaces de volver a transformarse en humanos... Similar a una maledictus (4); aunque afecta a ambos géneros y en este caso se vuelven, para siempre en lobos. —Hermione se mordió el labio, como si se estuviera guardando algo importante— El autor recomienda asesinarlos... porque se atacan entre ellos.

Ah... por eso no se habla de ellos. De cualquier modo, lo que menos pretendía Draco era que todo ese lobuno asunto se le subiera a la cabeza.

—Vale, resumiendo: tengo poderes increíbles, de los cuales no tengo ni idea de cómo usar. Soy alfa, y... ¿No estoy enfermo?

Ni Hermione o Harry supo qué decirle. Sin embargo, Hermione sacó un par de libros del bolso, los cuales le entregó a Draco.

El chico examinó los textos, dándose cuenta de que era la primera vez que leía esos títulos en su vida.

—Son lectura muggle —mencionó Hermione—. Frankenstein de Mary Shelly y Drácula de Bram Stoker(5). Creí que te interesaría leerlos.

—¿Por qué? —señaló Draco, con el índice puesto encima de la figura vampírica de la portada—. No es por nada, Granger, pero no soy un vampiro; pensaba que eso era lo que se encontraba más claro.

—Sí, pero tal vez puedas hacerte una idea de lo que es un verdadero monstruo.

—Greyback lo es, quien-ya-sabes lo es. Creo tener una noción de lo que es y no es un monstruo.

—¿Entonces tú crees que te asemejas a ellos?

Draco miró sus manos y volvió a tomar el espejo, para entregárselo a Hermione, mordiéndose el labio mientras continuaba pensando en que poco a poco se asemejaba más a la imagen mental que la población mágica poseía de un hombre lobo no transformado.

Harry posó su mano sobre el hombro de Draco y el chico se volteó para saber que era lo que quería.

—Tómalo desde este punto; ahora compartimos algo en común—indicó Harry, levantando el cabello de su frente. Draco no pudo evitar sonreír al ver la cicatriz en forma de rayo—. Además, aunque no lo creas, tú no eres malo. Tan solo pretendes serlo.

—¿Quién te asegura que no estás cayendo en la trampa de mi plan maestro para dominar el mundo?

Harry se rio entre dientes y se revolvió el pelo antes de meterse las manos dentro de los bolsillos del pantalón.

—Tú mismo, porque si me hubieras querido matar, ya lo habrías hecho; has tenido todo el año incontables oportunidades.

Hermione dejó el espejo sobre la mesa de noche y se acercó a Harry, tomándolo del brazo, mientras se ponían la capa de invisibilidad encima.

El instante antes de que los chicos desaparecieran, Draco entrecerró los ojos y se dejó caer sobre los almohadones. Sintió como la estela de aromas de ambos se alejaba. En la puerta, y antes que desaparecieran, Draco alzó la voz.

—Un monstruo es aquel que está dispuesto a matar para lograr sus objetivos ¿no?

—Es relativo —respondió Hermione—, depende del monstruo y de lo que quiere lograr. Debes diferenciar un monstruo del antihéroe.

—¿Ustedes están dispuestos a hacerlo? —preguntó Draco.

Pasaron largos segundos antes de que Harry respondiera.

—Tómalo del punto de vista que el monstruo no está dispuesto a hacer ningún sacrificio por el resto. —Draco mantuvo los ojos cerrados, escuchando la voz de Harry como si se tratara de magia—. Yo estoy dispuesto a morir por los que amo.

Escuchó como la puerta se abría y los chicos se fueron, Draco se dio media vuelta, para terminar susurrándose a sí mismo.

—Creo que podría matar por los que amo.

Monstruo, villano o antihéroe. ¿Qué era? Quizás solo era un chico buscando encasillarse en una etiqueta para definir su futuro.

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1)Kids: Current Joys.

2) Referencia al capítulo X: Enfermo.

3)Referencia al capítulo XXXVII: Revelaciones Lobunas.

4) Una maledictus son individuos del sexo femenino cuya sangre está maldita, lo que les permite transformarse a voluntad en alguna criatura, aunque con el tiempo las lleva a transformarse en una permanentemente. (Fuente Fandom)

5) Escogí ambos libros porque son los mejores ejemplos de dos tipos de monstruos clásicos. Frankenstein, que deseaba ser humano y Drácula, un ser que asesinaba por necesidad.

¡Hola!

Poco a poco, además, voy cerrando temas para poder abrir unos nuevos. Ya que ahora con el tema de la magia lunar sobre la mesa...

Q&A!

Pregunta Murtilla: ¿Qué tan fiera se pudo haber vuelto Draco en la cama? ¿Cuales son las opciones de oficio (si es que sobrevive? Harry superó a Cho. Hurra!

Respuesta: No puedo negar que no me dio risa la primera pregunta y me quedé un largo rato analizandola para poder descubrir como decirlo de la manera más, politicamente, correcta; como no encontré las palabras, solo diré que esa faceta se vrá más adelante.

Astronomo o investigador, pero me inclino mas por las primera opción.

Muchas gracias por comentar!

THE_MACHINE.