"Corre, corre como un animal conteniendo las lágrimas
para poder pasar una semana a la vez.
Asustado de las cosas que a veces soy
Tal vez debería decir algunas cosas que pienso, ahora (oh no)
Escorpio, pordríamos ser iguales
Eres tan bueno riéndote de las cosas que te afectan
Ojalá pudiera aprovechar tu confianza
Creo que es un poco divertido como minimizas todo" (1)
• ── ◦ ◦ ── •
Hace unas horas que ambos chicos salieron del bosque prohibido y, en ese preciso instante, lo que menos deseaban era volver a entrar. Ese sería un largo día.
Draco agarró a Harry del brazo, en un gesto que lucía ser para mantenerlo bajo control, pero en realidad era para tratar de indagar un poco más de las confusas intenciones de ambos.
Hermione guiaba al grupo, tratando de no parecer nerviosa al saber que Umbridge la apuntaba con la varita. La chica seguía los árboles marcados de Hagrid, con Draco preocupándose al notar como los llevaba donde Grawp.
¿¡Qué planeaba hacer!?
—¡Niña! ¡Te ordeno que me digas a donde nos dirigimos! —mandó Umbridge, presionando la varita contra la espalda de Hermione. Draco se percató que ese, en lugar de ser un gesto intimidante, era por mero miedo.
—El arma secreta de Dumbledore. Nos la mostró antes de que se fuera... cuando hicimos la organización secreta. ¿No es así, Harry?
Umbridge miró a Harry que asintió tratando de no vacilar—. Si, es demasiado grande.
Apuraron el paso, hasta que llegaron a la sección donde se suponía, Grawp debería estar, pero lo único que identificaron fue la cadena rota y las pertenencias de Grawp.
—¿Y ahora qué? ¡¿Dónde estamos?! —gritó Umbridge, con una voz en exceso chillona. Poniéndose de tras de Hermione para apuntar a los tres con la varita—. ¿Qué es esto?
—Es...
—¡Me mentiste! ¡Tú, sangre sucia! ¡¿Acaso te crees lista?! No lo eres, eres una basura, al igual que Potter. ¡Malfoy, acércate en este instante!
Quiso moverse, pero pudo ver como Grawp se acercaba en silencio donde Umbridge. Se mantuvo impasible, e incluso se afirmó más al brazo de Harry. La mujer les gritaba a los cuatro vientos que se acercara a ella, pero él conservaba los ojos en Grawp.
La sombra del gigante cubrió a la mujer, qué extrañada miró arriba y atrás.
—Le dije que era demasiado grande —mencionó Harry con una sonrisa. La mujer dejó escapar un grito que hizo alterar a Grawp con clara molestia.
—¿¡Que hace aquí un gigante?! —chilló Umbridge, pálida—. ¡Tu asqueroso ser! Dime que haces aquí en este instante.
Grawp se acercó a la mujer gruñendo, por la forma en la que fue llamado. Y cuando estuvo a un par de metros, Umbridge retrocedió aterrorizada.
—¡Se lo juro, si se sigue acercando voy a atacarlo! ¡Malfoy!
—¡Ruido! ¡Drany, cállala! ¡Hermy, cállala!
—Guarde silencio —dijo Draco—. Si no va a ser peor.
—¡¿Cómo voy a guardar silencio?! ¡Esto va a ser el final de Dumbledore! En cuanto se lo cuente al ministro...
No pudo terminar de insultar, porque una flecha le rozó la mejilla, clavándose en el árbol detrás de ella, Umbridge cayó al suelo, con el vestido rosa manchándose de barro y los ojos aterrorizados.
Draco se puso pálido, al ver a los centauros posicionándose en fila, mientras apuntaban con flechas. Harry abrió la boca, junto a Hermione.
—¡Centauros! ¡Malditos mestizos de mentalidad casi humana! ¿Quiénes de ustedes fue? ¡Estoy harta!
—Despertaste a nuestro amigo, humana —siseó un centauro, acercándose a trote suave; se trataba de quien lanzó la flecha y Draco no le pudo quitar el ojo de encima a esa destellante mirada celeste y el larguísimo cabello pelirrojo que le caía detrás de los hombros—. ¡Váyanse de nuestro bosque, estamos cansados de que humanos entren a perturbarlo!
—¡Bane! —llamó Harry, el centauro lo observó con paciencia—. Nosotros, ya nos íbamos...
—¡Nada que ver! ¡Bane te llamas, sucio mestizo! ¡Los voy a acabar a todos!
—¡Silencio, humana! —gruñó Bane—. Harry Potter, me acuerdo de ti, por tu culpa Firenze decidió irse al lado humano... oh... ¿Qué hace un esclavo de la luna contigo?
Draco abrió la boca sorprendido e intrigado por la razón por la que pudo reconocer su condición de un vistazo. Bane lo examinó curioso, quien levantó ambas cejas y se apartó un mechón del rostro. Draco no comprendía como era que todos esos centauros eran tan hermosos. Sin excepciones, parecían haber acaparado toda la belleza del mundo dejando al resto con las sobras.
—¡Cállate tú, maldito!
Bane, lanzó una segunda flecha, esta vez, quedando justo encima de la cabeza de Umbridge que soltó un gemido y maldijo con una voz cargada de rabia.
—¡Incarcerous!
De la varita de Umbridge salieron cuerdas que dieron contra Bane, atándolo y amordazándola. Por más que se resistió, las cuerdas lo tiraron al suelo con fuerza.
—¡No —gritó Hermione con lágrimas en los ojos—. ¡Suéltelo!
Sin embargo, esto sirvió para enfurecer a los centauros a espaldas quienes lanzaron unas cuantas flechas. Draco cerró los ojos, pero el impacto del arma no le llegó a ninguno, ya que Grawp, los protegió sin dudarlo. La flechas le dieron contra el cuerpo, pero rebotaron de forma inútil, aunque soltó un adolorido grito. Umbridge comenzó a gritar, y Grawp la agarró de un movimiento para agitarla y lanzarla contra los centauros.
—¡Aah!
La mujer cayó encima de un arbusto y aturdida trato de incorporarse. Bane aprovechó una flecha para cortar la soga y levantarse. Con la misma flecha, la lanzó contra Umbridge. Dándole justo en el cuello de la ropa y clavándola al suelo.
—¡Llévensela! ¡Y ustedes largo!
Los centauros tomaron a Umbridge del suelo, y la ataron con la misma soga que Bane cortó.
—¡Por favor! ¡No me hagan nada! ¡Potter, diles que soy inofensiva!
Harry se enderezó y miró sin miedo a Bane que mantuvo el cejo fruncido.
—Lo siento, profesora, pero no debo decir mentiras. (2)
El centauro le sonrió y guiñó un ojo a Draco antes de largarse junto a su manada. Grawp se fue corriendo por los árboles siguiendo a los centauros, con los gritos de Umbridge escuchándose hasta que el bosque volvió a permanecer en completo silencio. Los chicos se miraron entre sí, suspirando aliviados. Hasta que Draco los miró confundidos.
—¿Qué mierda está pasando?
—Larga historia, pero debemos ir al ministerio, porque Sirius está en peligro y, esta esta cosa de Vol... Quien-ya-sabes. Y todo es tan confuso. ¿Qué es un esclavo de la luna?
Draco miró a Harry que soltó ese festín de palabras sin pensar. Reconoció que era de los que primero debían ordenar todos sus pensamientos dentro de la cabeza antes de hablar, porque si no se formaba una ensalada de palabras incomprensibles.
—Vale, entonces al ministerio... —reconoció Draco—. Ya me contaras camino allá. ¡Volvamos!
Harry asintió, pero antes de voltearse, pudo ver como Hermione abrazaba a Draco con fuerza; algo que lo tomó desprevenido. Harry se le unió, y Draco quedó aún más confundido.
—Aunque no te incumbe en nada... Vas a ir —susurró Hermione—. Gracias, muchísimas gracias... gracias.
Hermione gozaba de ese exquisito olor que las mujeres (las buenas mujeres, no como Umbridge) poseían. Como a perfume pero sin llegar a ser invasivo. Reconocía la frescura del pasto y algo de dentífrico.
Harry era él, con ese maldito olor indescifrable.
—Larguémonos, antes de que sea demasiado tarde.
Los tres se miraron con determinación y se marcharon, emprendiendo carrera. Hermione que nunca fue buena para el deporte, era la que iba, con diferencia, más lento. Draco la tomó por la muñeca, guiándola para que ella se preocupara en lograr que sus piernas se movieran tan rápido como pudieran. Harry tomó la otra muñeca de Hermione y ayudó a Draco en esta tarea.
Al salir del bosque prohibido soltaron a Hermione y se encontraron en la puerta trasera a Ron, Ginny, Luna y Neville, saliendo de una carrera. Como si estuvieran escapando de algo. Ginny se puso en guardia y tan pronto identificó a Draco, lo apuntó con la varita, dispuesta a atacar. Draco alzó los brazos.
—¡No, Ginny! ¡Somos amigos!
Ginny quedó paralizada y abrió los ojos tanto como Ron y Neville, aunque Luna ni se inmutó.
—¡¿Cómo?! Me estás jodiendo ¿No, Harry? —atacó Ron, alarmado. Las manos le temblaban, de un sentimiento que Draco conocía muy bien; impotencia—. ¡Amigos! ¡Es Malfoy! ¡Es malvado y cruel!
—¡Ron, no voy a discutir ahora acerca de eso! —contestó Harry, poniéndose al lado de Draco—. Solo sucedió. ¿Vale? Fue repentino ¡hasta yo estoy impresionado! Pero luego lo hablamos ¿sí? Ahora tenemos que ir al ministerio.
—No mientes —dijo Luna, tranquila—. Estamos perdiendo el tiempo con una amistad que era obvia desde hace meses.
Draco se mordió el labio, mientras con la mano trataba de ordenarse el cabello.
—¿Cómo lograron salir? —cuestionó Harry.
Ginny levantó el mentón, sonriendo—. Gracias a mi hechizo moco-murciélago, se los apliqué a todos, justo después de que le robaran los dulces a mi hermano.
—Eran los que me dieron Fred y George. ¿¡Te acuerdas?! Los muy idiotas se los comenzaron a comer, y se llenaron de ronchas.
—¡¿Y Pansy?! ¡Weasley! —inquirió Draco exasperado, antes de tomar a Ron por el cuello del uniforme—, si ella sufrió algún tipo de daño ¡no te lo perdonaré!
—Esto... ella se comió una que la hizo desmayar —interrumpió Neville, al compás en que Ron empujaba a Draco para quitárselo de encima—. Es la menos mala, pero cuando despierte va a encontrar una catástrofe dentro del despacho de Umbridge.
Draco dejó escapar un suspiro—. Santo cielo. ¿Ahora cómo se supone que nos vayamos? ¡No podemos entrar al despacho de Umbridge! ¿Ninguno de ustedes sabe el significado de la palabra sutileza?
—¡Haberlo hecho tú, idiota! —gruñó Ron, dando un paso para golpear a Draco en el esternón—. ¡Vamos! Todo el día ladrándole a otros ¿¡eh!?
Se miraron con odio puro. Draco juraba que en el momento en que esa tensión se cortara, iba a ser con un puñetazo de por medio.
—¡Dejen de pelear! ¡Agh! —gritaron Hermione y Ginny al mismo tiempo, para dejar que Hermione fuera la que continuara— ¿Alguien tiene alguna idea de cómo irnos? Escoba se me ocurre... Aunque Neville y yo no somos buenos con ella.
Luna levantó la mano tranquila y todos la miraron.
—Están los thestrals. ¿Te acuerdas de los pequeñines, Harry? Ya crecieron, ¡ahora pueden ser montados!
—¡Eres brillante, Luna! —exclamó Harry—. Venga, es nuestra mejor opción.
El grupo se lo pensó un rato, pero determinaron que Harry estaba en lo cierto. Luna los guio a todos, con una sonrisa brillante. Se acercaron al sector del bosque prohibido que cuidaba la profesora Grubby-Plank, con recelo.
Draco pudo ver como Ron, le tiraba la capa de invisibilidad y un pergamino a Harry; en aquellas acciones, lograba oler la furia y las ganas de gritar a los cuatro vientos todo el diccionario de insultos en contra.
Se escabulleron, hasta llegar a una explanada vacía o, al menos, así la veía Draco, ya que en realidad, varios thestrals despertaban del sueño; puesto que eran de horario vespertino. Se percató que los únicos dos que veían algo era Luna y Harry.
La chica chifló, y Draco pudo percibir como varias hojas secas se rompían por el movimiento de algo.
—Vale, Luna y yo, podemos ver los Thestrals, por eso seremos quienes guiemos al grupo —indicó Harry—. Organicémonos en grupos... Draco y yo iremos en este. Hermione, Ron y Ginny, este otro y Neville con luna en este.
Luna ayudó a las chicas a subirse al Thestral. Draco nunca vio algo tan extraño, estaban flotando en el aire. Ron terminó aceptando la ayuda de Harry, luego de varios intentos de montar al animal y le puso el par de riendas en las manos de Ginny. Neville, recibió encantado a Luna, que se dedicó muy feliz a ser quien guiaba al animal.
—¡Siempre quise hacer esto, pero nunca tuve una razón de gran peso! —exclamó Luna extasiada.
Draco vio como Harry le extendía la mano. Lo miró escéptico antes de agarrarla y subirse al caballo. El pelaje era mínimo, pero no era tan incómodo como lo esperaba, aunque era extrañísimo. Se quedó muy quieto hasta que Harry se subió de un salto y se puso en frente suyo.
—Si te da miedo, sujétate de mí —susurró Harry—. ¿Nos podemos ir, Luna?
—Espera. La madrina nos debe dar la bendición; si no, no se van a mover.
Ambos chicos miraron a un dirección, en la que no había nada. Y Draco se quedó tratando de averiguar a qué se referían con eso. Estudiaron los thestrals, claro que sí, pero eso no significaba que hubiese puesto algo de atención en cuidado de las criaturas mágicas.
Harry y Luna, bajaron la cabeza al mismo tiempo. — ¡En marcha!
Con un movimiento, Draco ahogó una exclamación y se acercó a Harry para sujetarlo con horror de la cintura. Harry no mencionó nada, porque estaba más preocupado en aprender a manejar el animal que en burlarse de Draco.
Se elevaron en el cielo anaranjado y Draco vio a sus espaldas para encontrarse con Hermione con los ojos cerrados, abrazándose a Ron, quien al igual que Ginny pasaban el mejor momento de sus vidas. Disfrutando de estar... flotando.
Neville y Luna hablaban muy interesados en lo que el otro contaba, con risas de por medio. El chico a pesar de no ver nada, era consciente que no se hallaba en peligro si Luna era la que dominaba la situación.
Sintió el viento golpearle el rostro y tirar el cabello hacia atrás. Draco se acomodó mejor y trató de no mirar abajo, porque ni montado en escoba, llegó tan alto.
No padecía de vértigo, pero eso era excesivo, incluso para un jugador de quidditch. ¡Potter era un demente! La única cuerda ahí era Hermione, que continuaba pálida.
—Entonces... ¿Me vas de decir qué onda con todo? —preguntó Draco, cerrando los ojos, para tratar de hacer del viaje lo más ameno posible.
—Bueno, tenemos como tres horas y algo, así que no le veo problema —contestó Harry—. ¿Quieres sostener las riendas?
Draco abrió los ojos y vio como Harry se las pasaba. No obstante negó con la cabeza.
—Nah... prefiero ver lo que estoy manejando ¿sabes? —señaló Draco—... Ahora que lo pienso, si tú lo ves, significa que...
—Cedric; el año pasado.
—Vale, sin duda, vamos a tener que hablar bastante.
Lo hicieron, conversaron tanto que Draco se olvidó que viajaba, porque se perdió en la voz de Harry.
• ── ◦ ◦ ── •
—Llegó, mi señor.
—Ese imbécil, de verdad vino —siseó—. Vino, pero con sus amigos idiotas. ¡Felicidades, Sirius! Tienes un ahijado imbécil.
—Ya verás como te vencerá y te darás cuenta de que tu error fue subestimar el amor que Harry recibe y da.
—¡Silencio!
• ── ◦ ◦ ── •
Era tardísimo. Bajaron de los thestrals cuando el Big Ben les indicó que eran las diez de la noche. Harry hizo despertar a Draco que acabó por dormírsele en el hombro, tras tanta plática. Draco sacudió la cabeza y se limpió los rastros de saliva de la boca, asumiendo de poco la realidad.
—Puedes soltarme, ya llegamos.
Harry le sonrió y Draco recordó la forma tan vergonzosa en la que se aferró a Harry durante horas. Lo soltó con un leve sonrojo, antes de bajarse del animal.
Luna junto a Harry dejaron a los thestrals en el inhóspito parque central, cerca de un estanque para que pudieran descansar.
Harry los guio a la cabina telefónica que el propio Sr. Weasley le enseñó a usar, pero tuvieron que meterse de tres. Draco a pesar de que, en varias ocasiones, estuvo en el ministerio, no sabía cómo utilizar el teléfono, ya que siempre viajaba con magia. Harry fue el último en bajar, una vez les indicó a sus amigos cómo hacerlo.
Cuando llegaron al ministerio, se encontraron con que el lugar habitaba vacío. El horario de trabajo era hasta las seis y por esa misma razón todo permanecía a oscuras y abrigaba un tétrico aspecto debido a lo silencioso del sitio. Harry elevó la mirada al gran póster del ministro Fudge que era iluminado por un par de focos, encendidos de forma perpetua.
—El departamento de misterios queda en el piso nueve —dijo Draco, recibiendo la atención—. Lo sé, porque mi papá me lo contó.
Ya que el resto del grupo no tenía ni idea de cuál era el departamento de misterios (por desgracia de Ron), obedecieron a Draco y se metieron bien apretujados al ascensor.
Al bajarse, y después de cruzar un pasillo, pintado de un tono tan oscuro, que casi no se podía dimensionar las profundidad o el largo de nada. Tuvieron que encender luz con las varitas, para distinguir algo, encontrándose con una sala redonda con doce puertas cerradas. Los chicos se miraron entre sí, sin saber qué hacer.
—Se que esta por aquí... Sirius estuvo en esa sala, llena de esferas de cristal. Lo siento por aquí, está en una de estas puertas.
—Solo nos queda probar —habló Luna—, azar. ¿Por cuál primero?
Hermione escogió la primera puerta, donde se hallaron una habitación muy hermosa y elegante, llena de relojes, con retocados en mármol y una estantería con un centenar de giratiempos ordenados. El tic tac de la hora resonaba al mismo tiempo, algo que les provocaba desconcierto y ansiedad. Encima de la cabeza de una mesa con otro par de relojes sobre la misma, se encontraba un letrero que dictaba "Sala del tiempo".
Cerraron la puerta y Harry escogió la siguiente opción. Un frío aire chocó con los chicos, viendo al final una piedra gigante con forma de arco. Como todos se comenzaron a sentir un poco desmotivados, optaron por cerrar la puerta sin decir nada, formando un pacto silencioso que decía: "Por ahí, mejor no".
—¡Mira, esta está llena de cerebros! ¡Qué loco! —exclamó Ron, tomando un frasco sin permiso—. ¿De quiénes serán?
Draco se abrió paso, examinándose el demacrado reflejo en los frascos. Tomó un cerebro del tamaño de una manzana y se lo señaló a Ron.
—Ni idea, pero de seguro el tuyo es de este tamaño.
Ron endureció la mirada, chasqueó la lengua y devolvió el frasco, saliendo de la sala chocando con fuerza el hombro de Draco.
—¿En serió debes ser así? —murmuró Harry a Draco, que se cruzó de brazos—. Trata de ser amable, de por si le está costando asumir que estás aquí.
Draco rodó los ojos y salió de la sala. Ya le comenzaba a resultar extraño ese escenario donde se desarrollaba la plática. Sinceramente, Draco no quería tener una conversación acerca de moralidad con Harry dentro de una cámara repleta de cerebros.
Harry se acercó a una de las estanterías, con cierta curiosidad. Aunque se volteó con fuerza al escuchar la exclamación de Neville proveniente a sus espaldas. Harry vio como una planta morada rodeaba la muñeca de Neville, quien se mordía el labio en una mueca de dolor. Hermione lanzó un hechizo que hizo que la planta soltara el brazo del chico y un par de frascos con cerebros se rompieran en el suelo.
Harry se tomó la cabeza adolorido, al igual que el resto de los adolescentes que seguían dentro de la sala. No supo lo que vieron sus amigos, pero sí que identificó al momento que el recuerdo de Cedric, llegó a él como un balazo y se esfumó.
—¡Ay! ¿Por qué hiciste eso Neville? —reclamó Ginny, arrugando la nariz—. ¡Mira, dejamos todo hecho un desastre!
—Solo quería ver que planta era... Porque lucia como un lazo del diablo... Lo lamento.
Luna se acercó con una sonrisa que enseñaba con total confianza los dientes frontales—. Está bien, la curiosidad es buena, pero por ahora, creo que deberíamos irnos.
Draco intentó abrir una de las puertas, pero esta se mantuvo cerrada sin hacer ni el menor amago de querer ceder. A pesar de los distintos hechizos por intentar abrirla (con magia), no sucedió y optaron por seguir con la del lado.
Al instante Draco reconoció el artilugio frente suyo. Era la esfera mágica que la profesora Sinistra les enseñó dispuesto en la mesa con el número seis en el frente. Harry, aunque creyó haber encontrado lo que buscaba, se percató que esos objetos no disponían nada que le fuera necesario.
—Las que yo vi eran más pequeñas y brillaban en un color azul —aclaró—. ¿Qué es esto?
Harry alargó la mano sintiendo una leve descarga que lo hizo apartar el dedo casi al instante. Vio como la esfera se encendía y mostraba una imagen cálida y hermosa; era de día, y paseaba cerca de un estanque con la imagen del sol reflejado en el agua. Caminaba descalzo, el césped que llevaba largo tiempo sin cortar le daba cosquillas y reía sin preocupación alguna.
Draco vio lo mismo que Harry. Quien se quedó embobado viendo esa ilusión de felicidad. Sus amigos trataron de despertarlo de la ensoñación, pero era tan maravillosa la imagen que se le ilustraba, que deseó quedarse ahí viéndola por la eternidad, mientras escuchaba el canto de los árboles.
Tuvo Draco que empujar a Harry contra la esfera para que recuperara el fragmento de magia retenido y despertara de la fantasía, sin embargo, el chico al despertar acabó dándole un manotazo a la mesa ocasionando que la esfera cayera al suelo y se hiciera añicos.
—¿Qué...? ¿Qué era eso?
Todos se miraron entre ellos. Draco sintió como los ojos le destellaron en la oscuridad, por lo que se los frotó fingiendo inocencia. No necesitaba hacer drama innecesario. Los ojos cayeron en Hermione que se encogió de hombros y admitió no saberlo.
—Ya la rompiste... no importa —dijo Draco, señalando la puerta—. Sigamos avanzando.
Neville escogió la siguiente y se encontraron con una sala llena de esferas, Harry exclamó contento y se adentró sin pensarlo. Los chicos las siguieron, muy asombrados de las bolas brillantes encima de ellos.
—La siento... es por aquí.
El sentir de Harry era extraño, pero le recordaba al susurro de segundo, cuando buscaba la cámara de los secretos. Se dejó guiar por el instinto, ya que, casi siempre, tenía la razón.
—Son profecías —aclaró Neville, leyendo un par—: Profecía del clima... del dinero... Pero ¿Por qué estaría Sirius aquí?
—No sé, solo sé que estamos cerca.
Harry apresuró el paso, hasta que llegaron al pasillo, que se suponía que contenía a Sirius. Nadie comprendía, en especial después de ver que Harry los llevó a una estantería.
—Es aquí, pero... ¿Y Sirius? ¿Dónde está?
El cuchicheo era incesante, pero fue Ron que se fijó en un pequeño detalle.
—Harry, esta tiene tu nombre.
«S.P.T a A.P.W.B.D. Señor de las Tinieblas y (?) Harry Potter»
Harry dejó de escuchar el ruido y se acercó a la bola de cristal, casi hipnotizado por el brillo que emanaba. La examinó un instante muy curioso.
—Harry, no sé si debas agarrarla... —señaló Hermione, observando escéptica alrededor—. Este sitio es sospechoso, además estamos buscando a Sirius ¿no?
—Tranquila, no la voy a quebrar —aseguró Harry antes de tomarla y tratar de averiguar cómo funcionaba ese aparato.
La acercó al oído, percatándose de que eso era lo que estuvo llamándolo sin parar. Escuchaba palabras incomprensibles. Como susurros o jadeos.
—¿Quién anda ahí? —preguntó Ginny, apuntando la varita contra un pasillo.
Harry apretó la bola y detuvo la introspección. Daba igual lo que decía esa bola. Ahora importaba Sirius, donde estaba y como se encontraba.
—Bravo, Bravo... el chico la encontró —dijo una dulzona voz, a espaldas de Harry, todos se voltearon, escuchando más y más pasos acercándose—. ¡Mi señor, se va a poner feliz! ¡Él nunca se equivoca!
—Silencio, Bella —gruñó una segunda voz masculina. Harry se percató en como Neville se paralizaba—. ¿No ves que los asustas?... Harry Potter, ahora dame lo que tienes en tu mano.
Harry se encaminó, poniéndose al lado de Ginny que temblaba; en realidad, él igual se sobrecogía, pero podía fingir mejor que no temía en absoluto.
De las sombras distinguió un par de cabelleras. Una melena de rizos negros desgreñados y un pelo liso rubio. Harry, que la única referencia que poseía acerca del aspecto de Bellatrix Lestrange era por el diario (y tampoco era una imagen muy favorecedora), se percató de los ojos desorbitados y esa aura atemorizante que la bruja relucía.
Clavó los ojos en Lucius y se fijó de reojo en Draco, quien se cubrió la boca, como si estuviera mareado. Tal parecía que ambos adultos todavía no se percataban de la presencia de Draco en el grupo.
—Vamos, Harry. Si no quieres que tus amigos salgan lastimados, si quieres que tu querido padrino, salga vivo de aquí; danos eso que tienes en tus manos.
Harry miró la bola antes de atraerla más al pecho. Ese objeto lo quería Voldemort por alguna razón, lo que nunca era buena señal, y se dispuso a nunca dársela.
—Espera, espera. Lucius, mira a quien tenemos aquí —rio la mujer agitando la mano de modo amigable—. ¡Pero qué grande y guapo esta tu chico! Cuando vi a Draco la última vez, no era más que un bebé lindísimo. ¡Hola querido!
—¿Draco? ¿De qué...? —divagó Lucius un instante, antes de fijarse en el rostro perdido de Draco—. ¿¡Que haces aquí?! Tú... ¿Por qué estás con Potter? ¡No, No!
—Papá... y tía...
—¡Ven aquí en este instante!
Draco tragó en seco. Olía a su familia: magia antigua y el olor de Harry que se intensificaba, pero en el matiz de Voldemort. Húmedo. Neville, era similar al de Harry, pero era regaliz. Olía la amistad, la confianza, el miedo.
Olía a desconocidos y conocidos.
Su corazón aumentó de velocidad, clavando los ojos en Harry y luego en Lucius. Una y otra vez.
—No dejaré que te acerques a él —gruñó Harry, extendiendo la mano libre como si estuviera protegiendo al grupo—. A ninguno de nosotros.
—¡Draco, ven! ¡Ya tendremos suficientes problemas!
—Papá... ¿Problemas con quién? ¿Mamá está bien? Dime que sí...
—¡Ven!
Avanzó al frente, deteniéndose al lado de Harry, con una mano en la varita y la otra en el corazón desorbitado.
Era el momento en que su lealtad se definía.
La familia o Harry Potter.
No comprendía por qué dudaba en eso; si desde la cuna de oro en la que fue criado, le enseñaron que la familia era lo primero.
• ── ◦ ◦ ── •
1. Scorpio: Hippo Campus.
2. Cophright, JK Rowling. Esa frase de Harry es tan badass que me parecía una falta de respeto no ponerla.
Hola!
Lamento el cliffhanger del final, el próximo capitulo empieza desde ahí y creo que ese es mi favorito que he escrito en mucho tiempo.
Solo dos capítulos restantes para el final de la primera temporada, probablemente despues de eso exista un periodo de dos semanas sin actualización, para organizar todo para el comienzo de la segunda. ¡Estoy super emocionada!
The_Machine
