"No quieren más lamentos
Ya no creen en un final prometedor
Les da igual que pase el tiempo
Solo quieren el momento
Se olvidaron del futuro aterrador.
Ya no les interesan
Las apuestas a caballo ganador
Hoy prefieren no jugar a ganar
Arriesgando lo pasan mucho mejor...
Los chicos hoy saltarán a la pista
Y arrasarán porque ya no tienen miedo a gritar
Como si fuera el último día
Como si el golden torch hoy fuera a resucitar
Ya no se van a agachar
Ya no les pueden parar.
Hoy los tabiques se empiezan a tambalear.
Se van a desplomar" (1)
• ── ◦ ◦ ── •
Draco fue el primero del grupo en despertar y no porque estuviera poco cansado, sino por la mano que se le posó encima de la cabeza.
Lo primero que distinguió fue el olor. Comprendió al instante de que no se trataba de Harry, ni ninguno del resto de chicos o Madame Pomfrey. Era un aroma variante: que podía ser cereza o limón, perfume o desodorante masculino.
Abrió los ojos y reconoció la delgada figura femenina sentada al lado, con chaqueta de cuero y brazaletes flúor (de aquellos que te regalan en los conciertos); Draco supo que se trataba de la mujer de cabello violeta.
—Lamento despertarte.
Draco intentó acomodarse encima de la cama, hasta que lo logró después de un par de intentos. Las rodillas le dolían y pudo notar los grandes moretones que se le formaron en el cuerpo. Se tocó el rostro, tratando de discernir si lo sucedido la noche anterior ocurrió en realidad.
Lo reconoció con facilidad tras notar las marcas que Greyback le hizo en el cuello. Esas mordidas tardarían un par de días en desaparecer.
—¿Su nombre, señorita?
Los dos hablaban muy bajo, porque era consciente que detrás de las cortinas corridas del lado, descansaban el resto de los chicos. Lo confirmó rápido, gracias a los ronquidos de Ron que retumbaron en las paredes de la enfermería.
—Es comprensible que no me recuerdes, Draco. Eras muy pequeño... te tuve en brazos —dijo la mujer. Draco reconoció que gozaba de una voz interesante, como de cantante de rock. Tal vez cantaba... Aun así, no tenía ni idea de quien era la mujer.
La mujer hizo algo increíble, sin necesitar varita. El cabello le creció y cambió de color violeta a un castaño claro, los ojos ahora eran azules y, con los rayos mañaneros entrando por la ventana, los cuales se derramaban sobre la mujer, pudo distinguir un destello verde. Las facciones dejaron de ser tan marcadas y se mostraron suaves.
Ese era el aspecto verdadero de la chica; la cara que Draco recordaba haber visto en fotos.
—El mundo es un pañuelo, prima.
La mujer sonrió, y regresó al aspecto anterior. En la piel en la cual se sentía más cómoda.
Nymphadora Tonks era una metamorfomaga. Toda la familia lo sabía, era un don dado por parte paterna, al igual que el detalle que los hizo separarse; la sangre que corría en las venas de Tonks era mestiza. La razón por el cual aquel nombre no figuraba en el árbol genealógico.
La familia completa era consciente que Tonks, de haber sido sangre pura, hubiese sido una de las brujas más reconocidas del legado. Era hermosa, joven y poderosa. Trabajaba como aurora dentro del ministerio, lo que significaba que superó a más de la mitad de la población mágica mundial, en solo fuerza.
Lo distinguió en el matiz del olor de Tonks. Esa fuerza mágica, de matices viejos, pero ruidosa. De seguro los géneros rock, punk y metal, debían ser sus favoritos.
—¿Qué te sucedió, Draco?... Eras un bebé precioso.
—Gracias por el alago —contestó, frotándose las comisuras de los ojos—. Como puedes ver, he crecido.
Tonks se levantó de la silla y se acomodó en la camilla. El chico no se lo impidió, porque tampoco le molestaba su presencia, la disyuntiva era... el tiempo; a Draco le resultaba extraño concebir a esa mujer como una prima.
—Lo que anoche hiciste, fue admirable y valiente; Me sorprendí mucho al verte en el grupo de Harry Potter, es decir... nunca pensé que fueras amigo de alguien como él y, cuando lo vi... él nunca me contó nada acerca de ti.
Draco recordó a Tonks siendo una de las que bajó del techo envuelta en esa estela brillante. Claro que le iba a hablar acerca de Harry, porque lo primero que hicieron todas esas personas al descender, fue pelear contra los mortifagos que los retenían.
Draco no poseía ni la mínima idea de quienes eran esa agrupación a favor de Harry Potter. Quizás se relacionaban con la ED, o algo por el estilo; aunque esta era liderada por Dumbledore.
De pensar en ese hombre, arrugaba la nariz. Todo en él le resultaba falso. No importaba cuanto se relacionará con Harry y escuchara los mil comentarios buenos que hacía de Dumbledore, algo en el anciano a Draco, desde que comenzó a estudiar, le daba desconfianza.
—Ahora mismo no tengo ganas de hablar sobre Harry, Tonks. Ya tendré suficiente de él en un par de horas.
La mujer asintió y tomó a Draco por las manos. Era tan raro. Para nada incómodo, como si hubiesen sido destinados a ese contacto fraternal.
—Es verdad, en realidad, vine porque mi madre me pidió que lo hiciera. Es importante que me escuches y guardes la calma ¿comprendes? —preguntó y Draco asintió con levedad. Los dos conservaban las manos igual de heladas, a lo mejor esa característica venía de familia—. Ya no podrás seguir viviendo en tu casa.
—¿Perdona? Pero... ¿Y mi mamá? ¡¿Qué le ocurrió?! ¿¡Dónde está?!
Escuchó una queja que vino de parte del resto de camillas. Tonks apretó las manos y Draco frunció el cejo. El corazón se le aceleró, al igual que los sentidos que se encresparon a modo de alerta.
—Tu madre tampoco seguirá ahí, porque los dos se mudaron a nuestra casa; por un tiempo indefinido.
Se quedó mirando los ojos de Tonks, debatiéndose en que preguntar primero.
—¿Tiene que ver con El Innombrable?
—Tal parece que él utilizaba la mansión de ustedes como centro de operaciones y dado los hechos de anoche... Bueno, no creo que hubiese recibido a tu madre muy contento —explicó, acariciando la mano de Draco—. La tía Narcisa, escapó poco después de dejar a la tía Bellatrix inconsciente y vino a nuestra casa. En un par de horas, llegaran los aurores a la mansión Malfoy para investigar, pero no habrá nada. Y no es seguro que ninguno de ustedes dos regrese a ese lugar.
Centro de operaciones. Ahora todo calzaba, la razón por la que la mansión en navidad guardaba ese tenue olor a humedad tan propio de Voldemort. Todo ese tiempo, él estuvo yendo y viniendo a su antojo.
"Nadie a quien no dejemos entrar podrá hacerte daño".
Si a Draco tan siquiera se le ocurría poner un pie dentro de la mansión Malfoy, no juzgaba que saldría ileso. Porque sus padres dejaron entrar a la persona más temible.
—¿Qué... Que sucedió con mi papá?
Tonks se mordió el labio antes de hablar—: Fue arrestado y va a ser encarcelado en Azkaban sin juicio.
Draco soltó las manos de Tonks y bajó la mirada. ¿Cuántas veces lloró? Eran demasiadas veces y Lucius siempre le dijo que los hombres de verdad no lloraban; tal parecía que todavía no se convertía en uno.
—¿Qué... Qué fue... lo que... hice? —sollozó, ahogándose en las tortuosas palabras. Tonks posó una mano sobre la espalda del chico abrazándolo—. Soy un traidor, es mi culpa.
Draco se vio los brazos desnudos llenos de cicatrices y moretones. Clavó las uñas en la piel, arañándola. El dolor físico de alguna forma opacaba al emocional, con el cual era capaz de contener la angustia en rasguños.
—No, Draco. Tú hiciste lo correcto. Lo que creías era lo correcto y tu papá... también lo hizo —tranquilizó, sin lograr acallar los sollozos de Draco—, la diferencia es que tu padre nunca contó con que tu voluntad hubiese cambiado tanto.
—Me lo pidió, me lo ordenó. Que fuera con él... que siguiera ese camino, tal vez si lo hubiera hecho...
La mujer obligó a que Draco levantara la mirada tomándolo por ambos lados del rostro. Le limpió las lágrimas en vano y le apartó el cabello que caía sobre la frente. Detuvo los rasguños, con la piel ardiéndole.
—Piensa, Draco; Piensa en lo que hubiese sucedido si no te hubieras vuelto amigo de Harry. Tu padre acabaría atrapado igual, y tú regresarías a tu casa para encontrarte a mortifagos en ella... Draco, imagina lo que haría quien-ya-sabes contigo.
¿Pero qué le aseguraba que eso hubiese sido así?
Que Harry no le hubiera entregado la profecía a Lucius (en el segundo en que estuvo a punto de hacerlo), que Lucius no hubiera triunfado en la tarea.
¿Qué hubiese sucedido si...? Ya no valía la pena seguir cuestionándose por meras posibilidades. Una cosa era clara. Draco desafió y rompió en una sola noche todas las enseñanzas que su familia le inculcó.
Lo que no comprendía era la razón. ¿Por qué destruyó todo por Harry? Ni siquiera era por él. Era a favor de toda la comunidad mágica. Nunca se consideró altruista y acababa de arruinar la vida que Lucius planeó con meticulosidad por el bien social.
Una situación impensable para el Draco del pasado.
Draco una vez se tranquilizó, se mentalizó como sería el verano, dejó de llorar y esperó a que Tonks retomara la plática muy encantada.
—Este es el momento en que me dices si tienes una manía, Draco; porque mi casa no es demasiado grande y tendrás que contentarte con compartir cuarto conmigo. Lo bueno es que no roncas.
Draco miró a Tonks y las cortinas que los rodeaban.
Duraría un mes con el secreto, si es que Narcisa ya no se lo dijo a su Tía. Dos, era imposible. Tonks no era estúpida (¡Era auror!) y sospecharía de él tan pronto se percatara, que las escapadas que hacía, eran en luna llena y llegaba adolorido con una que otra cicatriz nueva.
Draco tomó el cuello de la camiseta y se la sacó. Tonks vio a Draco. Se mostraba más flaco de lo habitual, porque no probaba bocado desde la tarde anterior. Aún sentado no se alcanzaba a apreciar ningún tipo de flacidez en el estómago. A ojos de Tonks, Draco brillaba por ese aspecto de adolescente malnutrido.
Las cicatrices que apuntaban en todas las direcciones, furiosas, como trazos de una pintura abstracta hecha con rabia. Draco agarró la mano de la perpleja mujer, para llevarla a su costado derecho.
Tonks tocó la hendidura de esa zona. Casi imperceptible pero existente, percatándose que delimitaban una especie de óvalo. Era la marca de la mordida, donde los dientes quedaron marcados en la piel del chico por la eternidad.
—Eres un... —Draco asintió y volvió a colocarse la camiseta. Tonks sonrió traviesa—. Eso es inesperado...
Tonks se levantó de la camilla y se acercó a Draco, para depositar un suave beso en la frente del chico. El cabello le cambió de morado a verde y se separó.
—Bueno, nuestra familia tiende a tener cualidades... peculiares, Draco. Tengo que irme, las cosas en el Ministerio están patas arribas...
—Espera —detuvo Draco, agarrando la muñeca de Tonks—... no puedes...
—No seas bobo, no eres el primero al que le cubro un secreto como ese.
Tonks le guiñó el ojo y se fue. Lo último que vio de ella fue como el cabello regresaba al morado habitual. Trató de quedarse dormido una vez más, pero le resultó imposible.
Al menos albergaba varias cosas de las que pensar, antes de que el verdadero revuelo comenzara.
• ── ◦ ◦ ── •
La segunda guerra empezó. Era oficial, aunque Harry pensaba que esta inició con la muerte de Cedric.
Harry se dirigió a la enfermería una vez acabó de desayunar con Dumbledore, en el despacho del director. El hombre fue amable y, a pesar de haber llorado frente a Dumbledore, de mostrarse vulnerable en su presencia, continuaba percibiendo una distancia entre Dumbledore y Él.
Aun así, Dumbledore le sirvió té de caramelo, pan con mermelada de frutilla y dulce de leche, además de fruta fresca y unas cuantas galletas de tarro; no podía quejarse ante eso.
De una cosa no albergaba duda, Dumbledore era la persona más comprensiva y paciente que conocía. Es decir, le daba desayuno incluso tras destrozar el despacho, acabarse los pañuelos y decir mil palabrotas, sin ser recriminado.
El hombre le contó todo acerca de la profecía y Harry continuaba asimilándola con dificultad, más que nada por el peso que suponía cargar con ella encima.
Ahora era Harry "el elegido que deseaba nunca ser elegido" Potter.
Bajó al escuchar el sonido de las últimas campanadas que anunciaban el comienzo del desayuno. Pudo ver a espaldas un grupo de niños de primero entrar sin percatarse de la presencia de Harry; niños que todavía no se enteraban de los terribles acontecimientos.
Harry cruzó el pasillo lleno de ventanales y distinguió a la lejanía una gran sombra que se avecinaba.
Pegó la nariz a la ventana, analizando a las más de doscientas aves que llegaban al castillo de picado. Todas llevaban en el pico un ejemplar de "El profeta". Escuchó la exclamación del comedor y como Hedwig le rascaba la ventana para que la abriera.
—Hola, pequeña —saludó Harry, al abrir la ventana.
Hedwig se posó en el hombro, dejando el periódico en el suelo, casi ansiosa de saber cómo estaba Harry. La lechuza se rascó contra el cuello de Harry a lo que logró sacarle una sonrisa.
—Tranquila, está bien... Estoy mejor.
Hedwig, sin embargo, se quedó en el hombro de Harry, quien recogió el periódico y abrió la puerta de la enfermería. Se encontró con cuatro aves que llegaban para dejar el periódico encima de la cama de cada uno de sus amigos. Tres de ellas se fueron de golpe de la sala, pero una elegante ave se quedó encima del respaldo de la cama de Draco.
Harry se volteó y aguantó la risa al ver al pequeño Pigwidgeon tratando de seguirle el paso a sus amigas lechuzas con dos periódicos en el pico al mismo tiempo. Harry le hizo un gesto a Hedwig, quien le arrebató a Pigwidgeon los periódicos que lanzó con fiereza sobre las camas de Ron y Ginny.
Madame Pomfrey abrió las cortinas de cada cama con un movimiento de varita, al mismo tiempo que Ron se levantaba de golpe al recibir el papel.
—¿Queg hoga eusss...? —preguntó Ron, en medio de un bostezo. Abrió los ojos y los dirigió al papel—. Carajo...
La única razón, por la que sus amigos no se emocionaron al ver a Harry, fue porque cada uno se hallaba enfocado en comprender lo que leían. El búho que se mantuvo en el respaldo de la cama de Draco llevó la vista a Hedwig y a Pigwidgeon, a lo que pareció comprender que, en esa ocasión, ninguno iba a conseguir un premio.
Los tres se elevaron y salieron de la enfermería. Harry abrió el periódico, con la certeza de que se encontraba preparado para eso:
"EL REGRESO DEL INNOMBRABLE Y EL ELEGIDO"
/En el centro de la página, Harry aparecía sentado en el suelo, con Voldemort sonriéndole a las cámaras para desaparecer. Desde la perspectiva de Harry, no recordaba toda la escena, pero pudo ver como en un pestañeo; Hermione como Draco corrían a ayudarlo/.
Ministro Fudge da declaraciones contundentes. De los sucesos acontecidos la jornada de ayer. Además de revelar información trascendental acerca de la verdadera cara del «niño que sobrevivió» Harry Potter.
La pasada noche, tras recibir el inesperado aviso de una infiltración al departamento de misterios en el ministerio de magia, el ministro; Cornelius Fudge, ha dado las siguientes declaraciones: «Lamentablemente, dado lo apreciado por mis propios ojos, los aurores y las explicaciones de Albus Dumbledore. Me veo en la obligación de confirmar el retorno del mago que se hace llamar Lord Vol... Quien-ya-ustedes-saben. Este es un llamado al cuidado de ustedes y quiero extender mis más sinceras disculpas por hacer mal uso de mi poder para hacerles creer que el Innombrable, no regresó...»
En próximo, el ministro hará llegar a las familias mágicas y muggles con parientes mágicos, las medidas de seguridad establecidas para mantenerse a salvo del retorno del Innombrable.
Asimismo, el exdirector del colegio Hogwarts de magia y hechicería; Albus Dumbledore ha sido restituido.
Todo esto después de que durante la noche de ayer, un grupo de más de veinte seguidores de Voldemort, llamados a sí mismos como "mortifagos", entrara al ministerio con un objetivo no confirmado.
No obstante, gracias a ciertas fuentes confiables del ministerio, pero que no quisieron decir su nombre, han dicho que los mortifagos ingresaron al departamento de misterios, para robar una de las profecías dispuestas.
La Profecía, que se buscaba robar era la cual hablaba de "El niño que sobrevivió" y ahora conocido, por los extremistas, como "El elegido"; Harry James Potter. Donde, se declara que es el único mago con el poder de librarnos de El innombrable. (Más información en la página 20 a 23)
Se ha entregado un listado oficial de los mortifagos que han sido encarcelados y aquellos que están siendo buscados. (Ver página 5)
Harry dejó de leer a la mitad del artículo. Soltó el periódico y levantó la mirada para encontrarse con los ojos de sus amigos. Cada uno con expresiones discordantes entre sí.
—Hola —saludó Harry, poniéndose entre medio de sus amistades. Madame Pomfrey tomó a Harry por el brazo y lo obligó a sentarse en una de las camillas—. Madame Pomfrey... lamento lo de ayer, es decir...
La mujer dejó escapar un suspiro, negó con la cabeza y le depositó un tierno beso en la frente—. El pasado es pasado, querido. Veamos... ¿Qué heridas te trajo esta aventura?
Harry consideraba que tenía demasiadas heridas como para contar. En especial una que seguía abierta y que iba a tardar demasiado en curar. Harry se quitó la playera de quidditch asquerosa de polvo y dejó al descubierto un sinfín de hematomas, quemaduras y lesiones que continuaban sangrando. La adrenalina, mezclada con las ganas de hacerse ovillo en la cama, opacaban el dolor por completo.
Hermione se hizo un rodete con todo el cabello, que quedó tan inmenso como su cabeza. Aun así, aparte de un corte en la mejilla, el cansancio y la suciedad que la cubría de pies a cabeza; ella seguía en perfectas condiciones. Hermione se levantó de un salto de la camilla y se abalanzó a abrazar a Harry.
—¡Harry! ¡Lo siento tantísimo! ¡Sirius...! —exclamó Hermione, apretando demasiado al chico, porque lo hizo soltar un gemido de incomodidad—... Luego te escuché decir que querías morir, que querías que te mataran y yo... te prometo que de solo pensarlo.
Hermione se aferró a él (a la certeza de la vitalidad de Harry) con los ojos llorosos y, aunque trató, Harry no pudo formar una sonrisa para la chica. Hermione se apartó de Harry y dejó que Madame Pomfrey hiciera su trabajo.
Muerte. Harry volvió en pensar en ella, en lo cuerda que le resultó esa opción horas atrás y, aunque lo negara (sobre todo para no preocupar a sus amigos), continuaba con el pesimista pensamiento de que no valía la pena seguir vivo en un mundo que se iba al carajo.
—Veo que tu cicatriz fue sellada de nuevo, cariño —señaló la enfermera—. Un trabajo bastante bueno. ¿Te gusta como quedó o quieres que la perfeccione?
Harry observó a Draco, que mantenía la boca en una firme línea al frente de él. Las manos le temblaban al leer el periódico en la página siguiente. No. En la página donde el nombre de Lucius figuraba.
—Está bien así; la hizo Draco.
—¿De verdad? Oh, eso es maravilloso —dijo la mujer, volteándose a ver al chico que se mostraba ajeno—. Mejor no lo molestemos, pero me doy cuenta de que tiene talento para la sanación.
—¿Usted ya leyó "El profeta"? —preguntó Harry, cerrando los ojos al sentir el algodón con alcohol que le rozaba la piel herida—. Leyó...
—Harry, a los docentes nos llega el periódico antes que a los alumnos... Terrible, se vienen tiempos muy oscuros, querido. Pensaba que tendría la suerte de no seguir viva para ver una segunda guerra mágica desarrollarse —declaró la mujer. Por el rabillo del ojo, Harry advirtió como el labio de la enfermera temblaba—. La pesadilla del sanador, Harry, es ver como la vida que tratamos de remendar, se escapa de nuestras manos.
La comprendía tan bien, que Harry apretó las manos en la frazada y no se quejó ante los cuidados de la mujer.
Durante los próximos meses todo lo que dijeran, todo lo que ocurriría; le recordaría a Sirius. Pensó en las palabras de la mujer y como Lupin, de un proceder metafórico, intentó lo mismo cuando su padrino salió de Azkaban. Harry pudo presenciar un acto de magia pura y nunca se percató de eso hasta ahora, sumado a esto, Harry temía que Sirius se hubiera ido de esa vida sin estar sano.
Sano del corazón, de la mente.
De la culpa que se adjudicó.
Distinguió lo fuerte que Lupin lo atajó, en el minuto en que Harry quiso ir al velo. En la piel se apreciaban las marcas, en grandes moratones, de la presión que ejerció Remus sobre Harry para que no se le escapara... al menos así fue hasta que Lupin se dio cuenta de que a él no lo afirmaba nadie.
Al salir de sus pensamientos, la mujer terminó de curarlo y Ron se acercó a la camilla. Le hablaba sobre el periódico, pero en realidad no lo escuchaba. No ahora, se oyó murmurar y Ron asintió. Quiero dormir. Ron lo miró afligido y Hermione se levantó de la silla.
Madame Pomfrey le entregó una dosis de la pócima preferida de Harry; la de dormir sin sueños. El chico cerró los ojos, dándose cuenta de que la primera vez que tomó esa pócima, Sirius reposaba a los pies como perro.
Quizás, si se concentraba, lograría sentir el peso de Sirius en la forma animaga, acostado a los pies.
Quizás, podría recordarlo.
—Descansa.
Harry no descifró si eso se lo dijo Madame Pomfrey o sus amigos.
A lo mejor se lo dijo Sirius y decidió que esa era la opción preferida. Descansa, también y Harry se quedó dormido
• ── ◦ ◦ ── •
Harry despertó, encontrándose dentro de la enfermería, junto a Draco y Madame Pomfrey. Draco dormitaba en la silla al lado. Todo apuntaba a que se agotó de leer los mismos párrafos en busca de nuevos significados, sabiendo que no cambiarían.
—Hola —habló Harry y Draco pestañeó un poco reincorporándose.
El par de ojos de Draco se clavaron en Harry, quien reconoció lo hinchados que estaban de tanto llorar; pudo identificar como por toda la longitud del cuello poseía unos bizarros mordiscos
—¿Cuándo te lo hiciste?
Draco comprendió a lo que Harry se refería, al sentir la mano en el cuello. No eran grandes, pero si fuertes, por lo que Harry dedujo que, si usaba las dos manos, podría ahorcar a Draco con facilidad.
Qué pensamientos más bizarros le llegaban a la cabeza.
—Fue Greyback, él me retuvo anoche.
Harry no interpretó qué decir de inmediato, separó las mano del cuello de Draco y la llevó al vaso con agua fresca que descansaba encima de la mesa de noche.
Estuvo tan concentrado en la decisiones que debía tomar, en el horror de Hermione y en esa maldita profecía; que no recordaba el punto exacto en que Greyback retuvo a Draco.
—¿Él es un mortifago?
—No todavía, aunque eso no significa que no se vuelva uno —contestó Draco, mostrándole el periódico. Harry se dio cuenta del nombre encerrado con bolígrafo: «Lucius Malfoy»—. Pero cuando Thomas me contactó ¿Te acuerdas?... La carta tenía un sello especial. Decía: "Los Carroñeros". Podría ser el nombre de su manada o la agrupación.
—Al menos, tenemos una cosa clara. Que son aliados de Voldemort.
Draco se mordió el labio al escuchar el nombre, pero no le dijo nada, porque no valía la pena corregir a Harry por algo, que en palabras sencillas, se negaba a respetar.
—En realidad, de aspecto, nunca lo he visto —admitió Harry jugueteando con el resto de agua en el vaso—. Pero debe ser fuerte.
—Es demasiado fuerte... mira mis muñecas.
Draco extendió las muñecas y Harry las apreció. Continuaba impresionado de la cantidad de cicatrices que Draco poseía, pero que lograba ocultar a la perfección, sin embargo, en las muñecas conservaba pocas, o tal vez, ahora eran ocultadas debido a los grandes moretones que le rodeaban la fina articulación.
—Me inmovilizó con una única mano.
Harry acarició el moretón, percatándose de la manera tierna en la que Draco entrecerraba los ojos debido a la presión.
—Y aun así le ganaste.
—El profesor (¿fue alguna vez nuestro profesor?) Moody, fue quien se encargó de Greyback justo antes de que... atacará a mi papá.
Harry sonrió, pero no dijo nada, con el pensamiento de que por hacer eso, Draco era incluso aún más fuerte.
—Supe lo de Sirius... Lo lamento. Se que era muy importante para ti.
Harry asintió. Debía ir acostumbrándose a recibir la lástima de la gente—. Gracias...
—Debe ser terrible... ver morir a alguien... El año pasado.
—Cedric, sí, pero él igual se fue feliz. No, mejor dicho, se fue con la consciencia tranquila al saber que hizo feliz al resto. A su familia.
—Nunca le presté atención ha cuidado de las criaturas mágicas —admitió Draco, rascándose la parte del nacimiento del cabello—, pero tú puedes ver thestrals... Bueno, no eres el único, Nott... él puede verlos. Lo pensé anoche, no le tomé el peso hasta hace unas horas... tampoco puedes culparme por haberme olvidado, ¡Para mí fue toda una revolución el simple hecho de flotar!
Harry logró plasmar una sonrisa sincera. Dejó el vaso a un lado y advirtió que ahora le tocaba hablar.
—¿Cómo está el asunto con Lucius?
Harry lo lamentaba mucho por Draco, pero odiaba llamar a las personas de cualquier otro modo que no sean su nombre o derivados del mismo. El odiaba que lo llamaran «El niño que sobrevivió» y recién se mentalizaba con los nuevos «El Elegido».
—Tonks, me vino a ver... no sé si lo sabías pero somos primos por parte materna. Larga historia de sangre pura; ya sabes cómo es el tema. Me dijo que van a encarcelarlo sin juicio y, en realidad, eso no es lo que me preocupa. Ya que no hay dementores en Azkaban y sé que va a escapar en cuanto tenga oportunidad.
—¿Entonces qué te preocupa?
—Que cuando salga, se va a ir a casa... A una casa que ya no puedo llamar hogar... Vol... El Innombrable... Lo siento no soy tan fuerte para llamarlo por el nombre. —Harry apoyó la mano sobre la espalda de Draco. Siempre agachaba la cabeza avergonzado de mostrar las lágrimas—. Él usa mi casa como guarida o, al menos así era. Mi mamá escapó, porque si no ella hubiese... muerto.
Harry, a pesar de ser consciente de la importancia de la casa de sus tíos debido al hechizo hecho por Dumbledore, no negaba que le hubiese parecido gratificante la idea de nunca regresar a ese lugar. En cambio, si le negaran la entrada a otra casa, una que de verdad apreciaba, como lo era la Madriguera, de seguro que estaría igual que Draco.
Draco se recuperó rápido. Eran llantos breves pero liberadores. Notaba, en la actitud con la que Draco se mordía los resecos labios, la rabia que le llenaba cada vez que soltaba una lágrima.
—¿Qué hora es? —preguntó Harry. Draco buscó en las paredes hasta hallar el reloj colgado.
—Las seis y cuarto; dormiste el día entero.
—¿Tú no?
—Leí, comí y dormí... más que nada, porque la mujer que me está mirando en este instante —dijo Draco, levantando la mirada y Madame Pomfrey puso los ojos en blanco—, cree que aún estoy demasiado débil como para irme de la enfermería... Por si las dudas... —Draco se acercó al oído y le dijo a Harry en un susurro—: Piensa lo mismo de ti.
—Niños fastidiosos —llamó Madame Pomfrey a ambos, colocando los brazos en jarras—. La mayoría de los chicos estarían agradecidos de que no los dejara ir...
—Es domingo —reclamó Draco—. La felicidad de no asistir un lunes es maravillosa, eso lo comparto. Pero sé que mañana nos hará ir a clases.
—En realidad pensaba dejarlos hasta mañana por la tarde aquí, pero si se sienten tan bien como para quejarse de mis servicios. Creo que podrán prestar atención a las clases de mañana.
—¡Malfoy! De verdad... ¡Tengo Historia de la magia!
—Tenemos, historia de la magia —corrigió Draco—. Mira, vas a ganar una hora de sueño extra con el profesor Binns. Deberías estar agradecido.
Harry se sacó los lentes, fingiendo cansancio y Draco sonrió. No comprendía como era que Draco lo hacía, pero siempre lograba animarlo incluso en esos momentos en donde creía que no iba a volver a sentirse vivo.
Draco vio el calendario, y negó con la cabeza. Harry pretendió no notar ese gesto, haciéndose el desentendido, aunque vio que ya era 31 de mayo.
Draco se levantó de la camilla y le dejó a Harry el periódico. Harry lo recibió e interpretó en ese gesto la innecesaridad de releerlo. Sin pensarlo demasiado Harry fue directo a la página con la lista de los mortifagos, el nombre de Lucius no era el único encerado en rojo, sino que también había otros, como los padres de Crabbe y Goyle.
Draco cerró los ojos al dejarse caer en la camilla frente a Harry.
—El ministro... no era mala persona —mencionó Harry. Draco se mantuvo en una postura de oyente—. Es un cobarde... Pero no va a durar.
—Te aseguro que en la próxima edición, va a salir la renuncia de Fudge —contestó Draco—. Te difamó y nos hizo creer una falsa seguridad. Esta en la página doce, creo. —Harry cambió de página—. Trata de disculparse, pero ya no va a poder arreglar nada. Aparte, no me da pena, que le den...
Harry recordó el tono con el que Draco sostuvo a Fudge por las solapas del traje, sin preocuparse por el rango del hombre y que él era solo "un niño".
Draco le pareció a Harry un verdadero héroe.
—¿Crees que el siguiente gobierno va a ser mejor, Malfoy? La infiltración de los mortifagos al ministerio... esa corrupción dentro...
—Va a ser uno de los periodos más oscuros, Potter. Va a ser terrible, hay que mantenerse alerta —contestó Draco, con un ojo abierto. Harry lo miró fijo y Draco sonrió ante la atención—. Página Veinte.
Harry no cambió de página.
—No quiero hablar de "El Elegido"
—Seré sincero, un apodo muy trillado, pero... si lo que dice ahí es verdad... Harry. —Draco abrió ambos ojos, ya no bromeaba—. Tú eres la oportunidad. Tú eres quien puede acabar con él... Harry, ¿crees que podrás hacerlo?
Harry leyó el artículo. Era escrito por Rita Skeeter y otro equipo de gente que amaban el drama.
Pese a esto, Harry conocía la profecía. Él sostenía ese poder, se preguntaba si el amor de su madre sería suficiente. Si un día él llegaría a ser suficiente.
A Harry, sus tíos le enseñaron que nunca sería importante. Creció con Dudley llevándose los regalos de navidad, mientras Harry no era relevante como para tener una tarjeta de cumpleaños de cien peniques.
A Harry le dijeron que nadie lo necesitaría.
—¿Crees que podría hacerlo, Draco?
—Si —contestó el chico, sin vacilar. Sin siquiera dejar un segundo entre frases—. Siempre ganas. Siempre lo has hecho.
A Harry le dijeron que no sería valioso. Que la gente nunca lo necesitaría. Era desechable, pero ahora, la comunidad mágica dependía de él y, en lugar de sentirse presionado por eso, un extraño vigor le llenó los sentidos, lo hizo sonreír.
Giró a la enfermera—. ¿Usted cree que lo lograría, Madame Pomfrey?
—Claro, querido —sentenció la mujer, dejando los palillos de tejer sobre la mesa—. Eres un chico fuerte. Yo me aseguraré de remendar todas tus heridas para que continúes adelante.
Voldemort ahora creía que lo dejó vulnerable. Que le quitó a la persona más importante de su vida y era cierto, le arrebató a Sirius que componía una gran parte de él. Harry continuaría llorando la perdida durante los meses siguientes. Cada año se acordaría de él con nostalgia, pero era consciente, que para Sirius, él fue fundamental; que para sus amigos era crucial, tanto como para que sacrificaran su vida por él. Que para Dumbledore, los profesores e incluso desconocidos: lo era.
Para el propio Voldemort, él era relevante. De no haber sido así; hubiese ignorado la profecía.
—Comprendo—contestó Harry, dejando el periódico a un lado y esbozó una mueca agotada pero alegre—. Haré mi mejor esfuerzo.
Los Dursley se equivocaron en decir que Harry no era importante.
Porque desde antes de su nacimiento lo era.
• ── ◦ ◦ ── •
Los ojos del comedor se clavaron en ambos chicos. Draco notó como Harry se despidió y se marchó a la mesa de Gryffindor. Unos cuantos ojos se desviaron de Draco y siguieron con murmullos a Harry. Otros se quedaron fijos en Draco.
Se armó de valor y se forzó a caminar. Lo escuchaba, eran unos estúpidos. Él lo oía tan claro como si lo gritaran en el oído, pero ellos no lo sabían.
Esa gente nunca llegarían a conocerlo lo suficiente como para tener el verdadero derecho de juzgar.
»—Su padre es un mortifago... Ahora está en Azkaban.
»—Escuché que es amigo de Harry Potter. ¿Te lo puedes creer?
»—Estuvo en el ministerio junto a Potter y sus amigos... de seguro es mortifago como su padre...
Deambuló por las mesas, intentando seguir el rastro de olor de Pansy y Jessica; ignoraba como el vibrante olor de Harry seguía grabado en sus recuerdos. Tan vivido. Tan intenso.
No tuvo que decir nada para que Pansy se hiciera a un lado y él se sentara en el puesto habitual. Jessica miraba los parches en el cuello y Pansy las marcas en el dorso de la mano. Draco de verdad que fingía no darse cuenta de lo que ocurría alrededor, pero se lo dejaban complicado. Tomó una rebanada de pan desde el cesto puesto frente a Nott y Zabini.
Demonios, era tan complicado seguirles el juego.
—Buenos días... —saludó bajo, Crabbe y Goyle se levantaron de la mesa de golpe y se fueron. Los platos de ambos continuaban con comida; ellos nunca dejaban una comida a medias—. ¿Cómo...?
—No jodas, Draco —gruñó Zabini, arrugando la nariz, mientras apretaba con fuerza los servicios de plata—. Mi mamá me lo dijo ... No te hagas ahora el desentendido.
Desvió la mirada y se enderezó. Todos en torno a la mesa dejaron de comer, atentos de la conversación.
—¿Podemos conversar en un rato más?
—¿¡Por qué?! ¿Acaso te molesta que todos escuchen quién eres en verdad?... ¡Nos dejaste tirados y te fuiste con ese...!
—¡Tú no sabes una mierda, Zabini!
Aquello fue suficiente como para que el chico, le lanzara un tenedor a Draco que se clavó en el borde de la mesa. La plata lo hizo palidecer, rozaba la manga del uniforme.
Zabini se levantó de la mesa, como si estuviera tratando de guardar la calma; pero por más que se mordió el labio reprimiendo el insulto, este se le escapó.
—¿Aún te haces llamar un jodido Malfoy? Eres un maldito traidor de la sangre, Draco. ¡Esa mierda eres! ¡Mejor ándate con tus inútiles amigos igual de pútridos que tú!
Vio a Zabini irse del comedor sin titubear y el gesto impresionado de los estudiantes alrededor. Draco chasqueó la lengua y bajó la cabeza con los ojos clavados en el tenedor que lo reflejaba.
«Es verdad» pensó Draco, encogiéndose de hombros.
Pansy, no hizo ningún comentario y se limitó a quitar el tenedor cerca de él. Los sentidos se relajaron. Para la sorpresa de Draco, Nott continuaba sentado. Con los brazos cruzados y la cabeza ladeada.
—Tú y yo, Draco, tenemos que hablar —avisó Nott, tomando el pastelillo a la mitad que Zabini dejó—. Lo haremos al terminar las clases.
—Está bien... —contestó Draco, mordiendo un pan sin apetito. Jessica puso la mano sobre la pierna de Draco para llamarle la atención—. ¿Sí?
—Lo de tu papá, es terrible... creo que todas las personas necesitan un juicio para ser...
—Déjalo, Jess. Mi padre es culpable—contestó Draco. La chica mantenía la cabeza a gacha y, a ojos de Draco, lucía más delgada—. Él ya es un adulto, siempre supo lo que hacía, así que no te preocupes por él.
—No te lo decía por él... lo dije por ti —aclaró Jess—. Dime, Draco ¿Debería preocuparme por ti?
Draco se mordió el labio dudoso. Notó que tanto Pansy como Nott, esperaban la respuesta a la misma pregunta.
—Estoy bien... de verdad.
Sus ojos lo reflejaron sin palabras; no le creía. Draco admitió que tampoco trató de ser convincente, pero se quedó masticando el desayuno con poco apetito. Pansy se limitó a hacerle un gesto al resto de estudiantes que veían incrédulos a Draco y guardó silencio.
Al concluir la comida, Pansy lo detuvo, tomándolo de la muñeca. Jess se quedó quieta a espaldas de Draco y Pansy miró a la niña con tanta ternura, que Jessica corrió a colocarse al lado de la falda.
La mano de Pansy subió de la muñeca de Draco hasta la oreja, tocó el arete y abrazó al chico. Jessica hizo lo mismo y el resto de los alumnos que pasaban alrededor, se mostraron disgustados. Notó a Nott y Daphne irse escépticos de la mano. Ellos debían ser de los que no sabían qué pensar. Indecisos del bando a escoger.
Pansy sacó algo del bolsillo de la túnica, era el broche dorado de prefecto de Draco. Recordaba haberlo dejado encima de la cómoda en la mañana.
»—Voy a dejarlo aquí —dijo Draco a Zabini. No quería perder el broche en el bosque prohibido durante la arriesgada visita que iba a hacer con Harry.
Acaso ¿eso demostraba que Zabini aún le guardaba cierto aprecio? Como para dárselo a Pansy con la esperanza de que regresaría.
La chica puso el broche sobre el pecho de Draco. El de ella era plateado, como el del resto de prefectos y habló:
—Ya me dirás la historia completa... por ahora, seguimos siendo prefectos. No culpes a Crabbe y Goyle; ya sabes que sus padres fueron y ahora están... Bueno... —Pansy se separó de Draco, apreciando el broche que relució al lado de la corbata verde—. Pero te aviso que esta vez no pienso ser yo quien comience la conversación.
Draco la comprendía. Supuso, que al igual que el resto de sus amigos, se sentía traicionada. A lo mejor porque nunca fue clara con ella (con ninguno en realidad).
—Entiendo.
—Se que lo comprendes, Draco —aseguró Pansy—. Venga, Jessi, debes irte a clases.
La niña asintió y se fue del comedor. Pansy y Draco esperaron a que la mesa de Slytherin se vaciara por completo.
Dumbledore no ocultaba la curiosidad si se topaba con alguien que hacía cosas inesperadas. Vio a Potter que hablaba con la profesora McGonagall y la mujer orgullosa, llenaba con puntos los relojes vacíos de Gryffindor y Ravenclaw.
El hombre levantó la taza de té hacia el chico y movió los labios.
El reloj de Slytherin se llenó con unos cuantos puntos. Harry sonrió y Draco, atinó a irse del comedor, sin saber si Tonks tenía razón respecto a que tomó la decisión correcta.
¿Valió la pena todas esas mentiras? La cabeza le decía que era un tonto. Pero el corazón de Draco no podía sentirse más gratificado.
• ── ◦ ◦ ── •
"Lily, me dijo «hola». Estoy alucinando. Me trae mal, lo admito (Canuto no deja de recordármelo) (como si pudiera no estar tan enamorado de Evans) (alias futura-esposa-amiga-madre-de-todos-mis-hijos) (porque quiero tener tres o cuatro) (cuatro es un buen número).
Bueno en realidad me dijo; hola, estúpido. Es un avance, antes al saludarla, ella pasaba de mí.
Tal vez deba preguntarle a Marls mi futuro. Confío más en su videncia que la de la profesora Cirene; la mujer siempre luce drogada y al salir de clases me siento mareado. Creo que esos inciensos no son solo aromáticos.
Evans. Lily Evans. Qué bonito se escribe su nombre, la pluma se desliza tan fácil sobre el papel. Si le pido una cita ¿Ella aceptaría? Le debo preguntar a lunático para que haga de intermediario entre ella y yo (no quiso hacerlo al final, porque me dijo que Evans merece algo mejor que mi estupidez) (Lo dice el hombre lobo que sale con un maldito perro, que no descubrió que era gay hasta que se besó con Remus por séptima vez).
Regulus, por otra parte, hoy tampoco me miró.
Pero no importa, porque ahora es Lily quien me sonríe".
Tras leer eso, Harry se deprimió un poco. En un mundo sin Voldemort, sin profecía; él hubiese tenido tres hermanos. Una gran familia.
Ron entró al cuarto, corrió un par de cojines y sentó en la cama, con los ojos puestos en el desastre repartido sobre las frazadas de Harry. Las cartas, y como el chico trataba de ordenarlas por fechas.
Ansió leer otra, pero Ron lo interrumpió, justo en la parte: "hoy, en detención, Sirius me dijo (a través del maravilloso espejo), que fue mi culpa el asunto del castigo ¡Maldito!"
—Sigo sin creérmelo...
—¿Qué cosa? —inquirió Harry, levantando los ojos del papel. Las manos le temblaban. Estimó que Ron era un imbécil por molestarlo, aun al ver en el gesto de su amigo la clara preocupación—. ¿Cuál de todas las cosas?
—Estás tan alterado... yo debería estar enojado contigo y lo sabes, lo único que buscas es que inicie una pelea que no quiero comenzar.
Harry dejó el papel en la cama y se cruzó de brazos.
—No sabes una mierda, Ron.
—Mira, no voy a ponerme a discutir. De verdad que no estoy de ánimos para eso, porque me sentiría mal después. Me sentiría mal por ti.
—No necesito lástima.
Ron se cubrió el rostro con una mano. La puerta se iba a abrir, pero Ron apuntó con la varita hacia la entrada; forzándola. Escuchó el reclamo de Seamus, pero nadie dijo nada acerca del chico.
—Harry, te compadezco. Acabas de perder a Sirius y ahora buscas consuelo en las notas de tu padre. No trates de hacerte el duro conmigo, no servirá de nada.
Harry se puso de pie de golpe y se acercó a la cama de Ron.
—¡Y que quieres que haga! ¡¿Qué me ponga a llorar!?
—Quiero que seas honesto conmigo —soltó Ron, quitándose la mano del rostro. La encontró, esa expresión en la cara de Harry. La rabia suavizándose—. Quiero que dejes de ignorar que no te afecta y que te sientes aquí y me hables. Por eso somos amigos, ¿no?.
» Todo el día te están preguntando acerca de la maldita profecía, de lo que ocurrió en el departamento de misterios, de lo que sucederá. No me interesa esa mierda Harry. ¿Por qué? Porque no podemos hacer nada por ahora. Lo mismo pasó con Cedric y tú te lo guardaste y quien sabe lo que hiciste en el verano para suprimir ese dolor. Harry, quiero hablar de Sirius, quiero que me grites lo que te guardas. Grítame. Pégame. Pero háblame de lo que ahora es importante.
Harry tomó la varita de Ron y la apuntó a su cama. No era un décimo de efectiva que la propia, pero sirvió para que las cartas se guardaran dentro del cajón ordenadas. La puerta se abrió y antes de que Seamus entrara al cuarto, ellos cerraron las cortinas de la cama de Ron y puesto un hechizo ensordecedor.
Ahora, de verdad, Harry se rompió y Ron lo acompañó en ese dolor. Lo compartió y no asistieron a la cena, porque aún les quedaban cosas que decirse.
Al acabar de desahogarse, Harry sintió la garganta seca, ya ni siquiera lloraba. Vio la ventana y era de noche. Ron lloraba por él y le dijo:
—Ahora vas a estar mejor. Otro día discutiremos de lo que nos quedó pendiente. ¿Vale?
Harry asintió y decidió hacer el esfuerzo por sentirse mejor.
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Notas:
1) Hoy los chicos saltaran a la pista: La casa azul.
Hola!
¡Un capítulo mas y termina la primera parte! Aún toca zanjar ciertos temas pendientes.
No tengo demasiado mas que agregar. Solo que una vez ese capitulo termine, va a volver la publicación semanal el 9 de Marzo, porque primero voy a necesitar tiempo para organizar cosas de la segunda parte... un avance (ya tengo 26 capítulos escritos, pero que estoy editando de poco a poco).
The_Machine
Respondo a Murtilla (Acerca de los incendios): Vivo en la zona sur del pais, en especifíco la X región; así que los incendios no han afectado por este sector. ¡Espero que ya esté todo mejor en Concepción! Tan solo quiero que llegué el frio para que comiencen las lluvias y así mejore la situación.
