"Demasiado tiempo sin perder la cabeza.

Demasiado hielo, demasiada anestesia.

No puedo entender cómo dejamos que fuera esto lo normal.

¿Quieres que salgamos a por una cerveza?

Vamos a cenar, hace una noche perfecta.

Para revivir, para despegar.

Y aunque se expanda el universo,

y nos proyecte a un gris y efímero final.

No volveré a Olvidar.

Aunque disparen veinte balas sobre mi

me revienten la cabeza

Aunque no pueda respirar.

Prometo No olvidar" (1)

• ── ◦ ◦ ── •

Junto a un estornudo, escuchó un par de piedritas golpear la ventana. Draco frunció el cejo, agradecido de que Tonks estuviera en la sala comiendo los restos de cena.

Tras escuchar como una tercera piedrita dio contra el cristal, Draco se puso de pie. El corte del estómago le continuaba doliendo, al igual que los machucones de las piernas.

Abrió la ventana, al mismo tiempo en que una piedra se acercaba a toda velocidad. La vio ralentizarse, justo antes de que la esquivara y diera contra el marco.

—Adrien... ¿¡estas tratando de matarme?!

El chico sonrió. En esos pocos días en los que no se vieron, se pintó el cabello de estridente azul y traía puesto un piercing en la nariz.

—¡Draco! ¡Estas vivo!

Draco puso los ojos en blanco, tomó la varita del escritorio, que escondió dentro de la chaqueta que se puso encima, salió por la ventana, con algo de cuidado y caminó por el techo. Adrien parecía impresionado y Draco no negaba que era la primera vez que hacía algo tan arriesgado como eso.

Dio dos pasos más, hasta que se tropezó con una teja, ya que sintió un fuerte tirón en la pantorrilla.

Sin embargo, como si no tuviera control de si mismo, en lugar de caer y romperse el cuello por mera idiotez; cayó con suma agilidad, como si llevara toda la vida escapándose de casa por la ventana.

Asombroso... —balbuceó Adrien, viendo la teja rota en el suelo y a Draco que se sacudía el polvo, en un gesto de fingida normalidad—. ¿Qué demonios eres? ¿Un gimnasta profesional o qué?

Draco supuso que el haber esquivado la piedra y esa casi caída, eran producto a la luna llena del día anterior. Aun traía los sentidos palpitantes y el humor tampoco era el más agradable.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con más fiereza de la que pretendía—. Te he dicho que no vengas.

—Bueno, de por si te has portado como un raro toda la semana, y desde ayer que no me contestas ni un mensaje —reclamó Adrien, enseñándole el móvil y la larga lista de mensajes sin leer, eran cerca de veinte—. Es normal que me preocupe.

—No somos tan cercanos.

—Espera... pero si se supone que soy tu novio ¿no?

Draco frunció el cejo y puso los brazos en jarras. Le molestaba estar teniendo ese tipo de conversación en la fachada de la casa de sus tíos. Así que tomó a Adrien por el brazo y se fueron al sitio eriazo al lado de la casa.

—No somos pareja.

Adrien pareció confundido, pero tomó a Draco por la cintura. El chico cerro los ojos, adelantado al beso que no se demoró en llegar.

—Que raros son los ingleses —determinó, separándose de Draco, pero con las manos entrelazadas en la espalda—. Se complican mucho las cosas.

—¿Complicarnos? Creo que ni siquiera nos conocemos del todo bien...

—Por eso, en Francia primero es el noviazgo y luego conocernos. Es más sencillo.

Draco soltó un bufido y se separó de Adrien. Aquel sitio estaba por completo oscuro y, como nadie se preocupaba por cuidarlo, el pasto les llegaba hasta las rodillas. Quiso sentarse o apoyarse contra algo, pero no habia ni un solo árbol cerca.

Primero; no soy tu novio, Segundo; los raros son ustedes, Tercero; estoy bien.

—No lo estas, por ejemplo: ¿Qué es esto?

Adrien le enseñó la varita mágica de Draco, que sostuvo con la mano diestra y tocó la punta con el índice izquierdo. Draco se palmeó el cuerpo, para preguntarse cómo era que no se dio cuenta el momento en que se la quitó.

—Devuélvemela.

—Pero ¿Qué es? —preguntó de nuevo, agitándola con fuerza. Nada ocurrió. Al final de cuentas, era muggle—. Parece una varita mágica.

—Es de mi... sobrina. Ahora dámela, porque se va a poner a llorar si la rompes.

En realidad, Draco se iba a poner a llorar si la rompía, pero no iba a decir eso.

—Mientes demasiado mal, Draco; arrugas la nariz.

—¡Dámela!

—¡Te estas portando como un maniaco! —gritó el chico devuelta, acercándose dos pasos a Draco, mientras lo apuntaba con la varita—. ¡Shazam!

Nada ocurrió. Draco alzó una ceja.

—Es de juguete.

Arrugó la nariz.

Maldijo por lo bajo.

Mientes.

—Agh... esto es absurdo, no voy a ponerme a pelear con muggle acerca de esto —gruñó Draco, tomando el otro extremo de la varita. Adrien no la soltó—. Suéltala.

—¿Qué es un mug... mug-lo que sea?

Draco tiró la varita hacia si, sin embargo, Adrien era fuerte. Jugaba un deporte muggle, del cual Draco no se acordaba el nombre, pero era atlético y Draco estaba echo un muermo.

—¡Dámela!

Adrien pareció vacilar, pero no la soltó. No era parte de la manada y por alguna razón, el chico siempre parecía seguro de sus acciones.

No obstante, lo que hizo que lo soltara no fueron las palabras, si no como Adrien salió tirado hacia atrás por una fuerte brisa que salió de la varita. Draco la detuvo, se guardó la varita y se agarró la cabeza.

—Asombroso... ¿Entonces era verdad? ¿Eres una bruja?

Draco se frotó las comisuras de los ojos y dio un par de vueltas maldiciendo. Vio a los alrededores, para caer en cuenta de que no existían testigos. Nadie sabía acerca de esa brutal violación al secreto mágico.

Quizás el hechizo que Narcisa utilizó con toda la casa, tambien aplicaba en Draco y el uso de magia tan estúpida como esa. Si era así, agradecía tantísimo tener por madre a una bruja de excelencia.

Adrien se vio las manos que sangraban debido a los leves cortes que le hizo el viento en las palmas. Draco se acercó y se arrodilló frente al chico, con el gesto preocupado.

—¿Eres...?

—Si, pero se supone que tu no deberías saber una mierda acerca de eso. ¡Mierda! ¡Si supiera hacerlo te desmemorizaría!

Adrien pareció no comprender muy bien la última palabra de lo que dijo Draco con aquel marcado acento. Así que continuó sonriendo.

—¿Puedes hacerte invisible con tu varita?

—No —contestó Draco, que pensaba lo que debía hacer— No del todo.

—¿Y crear dinero?

—Es ilegal.

—¿Matar?

Draco puso los ojos en blanco y apuntó a las manos de Adrien, para curar las heridas. El chico perplejo vio como cicatrizaba sin dejar marca y al intervalo siguiente, levantó la mirada a Draco.

—Si, puedo matar, pero es imperdonable —respondió, estirando la mano, para ayudar a Adrien a que se pusiera de pie—. Ahora, no puedes decirle a nadie acerca de esto.

—¿Qué eres bruja?

—Mago, soy mago; y si, no puedes decir ni una sola palabra a nadie... eso haría que me mandaran a prisión.

Adrien se lo pensó un momento.

—¿Puedes volar?

—¿Eh? Si... en escoba.

—¡Increíble! Si te guardo el secreto ¿damos un paseo en escoba?

—No.

Adrien hizo un mohín con los labios y lo pensó un par de segundos hasta que se acercó de forma seductora a Draco.

—Si lo guardo ¿al fin me dejarías tener sexo contigo?

Draco frunció los labios, tomó a Adrien por los hombros y se quitó las de Adrien de encima

—No.

—Eres pésimo obligando a la gente para que guarde un secreto ¿sabes? —farfulló el chico, que metió manos en los bolsillos, Draco se encogió de hombros. Sabía que si se lo pedía a Tonks, Adrien lo olvidaría, pero no quería recurrir a eso—. Déjame pensar... ¿puedo tener una varita?

—No.

Caminaron de regreso a la calle principal, Adrien le proponía un montón de cosas a Draco que rechazaba, porque era demasiado alocado.

O atentaba aún más con el secreto que Draco intentaba proteger.

Cuando llegaron a la vereda Adrien preguntó.

—A cambio de tu secreto, quiero que me digas, por qué tienes tantas cicatrices, y porque desapareciste desde ayer.

Se lo pensó un momento antes de contestar.

—Ya te lo dije, la semana siguiente a la que nos conocimos.

Adrien frunció el cejo y examinó de pies a cabeza a Draco.

—¡Por dios! ¡Eres un hombre lo-...!

—Si, y quizás si lo dices más fuerte tal vez logres que hasta en Londres se enteren.

Adrien no cabía de emoción en sí mismo. Pareció tan maravillado, que no se restringió ni un poco antes de besuquear a Draco; quien se separó anonadado.

—¡¿Y eso que?!

—¡Tengo un novio que es mágico y puede volverse un lobo! ¡Eso es jodidamente asombroso!

«La felicidad del ignorante» pensó Draco, sin evitar sonreír. «Solo es un muggle, que tiene una imagen muy equivocada de la magia.»

—Ya te dije que no somos...

—¡Esta bien! ¡Te guardo tus secretos! Increíble —aseguró Adrien, abrazando a Draco—. Aunque creo que tus sentidos te están fallando o no se...

Adrien volvía a tener la varita en las manos. Draco lo miró atónito, pero esta vez logró quitársela sin dificultad. El chico le guiñó un ojo, se metió las manos en los bolsillos del pantalón y ladeó la cabeza.

—¿Cómo?

—No me cambié de entorno solo para jugar Lacrosse. Me expulsaron porque tengo manos algo "Escurridizas". Lo siento. No lo puedo controlar.

—¿Qué mierda te robaste?

—El auto del director —contestó divertido—, se suponía que lo iba devolver, pero el coche terminó en el agua... Larga historia.

En definitiva, si Harry y Adrien se conocían, se iban a llevar de maravilla.

Draco soltó un lamento y saltó la cerca de la casa.

—¿Para qué pregunté?... Adiós.

—¿Y mi beso?

Draco le enseñó el dedo del medio y entró a la casa, por la puerta principal. Tonks lo vio entrar, mientras ella comía las sobras de la lasaña pegada a la ventana. Draco la vio con los ojos como platos y luego dijo:

—No es nadie.

—¿Tu mamá sabe que tienes novio? —preguntó Tonks, mascando un trozo de comida—. No, espera ¿tu mamá sabe que el legado de los Malfoy termina contigo porque eres gay?

—No soy gay.

—¿Eh?... ¡Lo siento por suponerlo, Draco! Malinterpreté tu beso gay, con uno de los chicos más varoniles que he visto —puntualizó Tonks, lamiéndose los labios. Draco se cruzó de brazos—. Ahora, sin bromas; debes tener cuidado... Es muggle.

—Lo sé.

—Me da igual con quien te beses, en realidad yo tampoco puedo decir que soy la persona más hetero del mundo —dijo Tonks, encogiéndose de hombros—. Pero si el chico se entera de que eres un licántropo, o peor, que eres mágico... puedes decirle, si sabes que vas a seguir con él, hasta que se mueran.

Agradeció que Adrien le hubiera quitado la varita con la mano izquierda, que daba a la calle y él por ser más rápido.

—Lo sé... voy a tenerlo en cuenta —contestó cansado—. No le digas nada de eso que viste a mamá... ya tiene suficiente con lo de papá.

Subió las escaleras hacia la habitación. Se tiró sobre la cama y luego hundió la cabeza en la almohada.

Estaba jodido. Porque la persona que no debía saber nada, ahora lo sabía todo.

• ── ◦ ◦ ── •

El micropuff no dejaba de ronronear. Harry llevaba un largo rato apretándolo, expectante de que en cualquier momento, Lupin tocara a la puerta para llevarlo a la casa de los tíos de Draco.

Tenía una larga lista de "cosas que preguntar a Draco" y no albergaba ni la más remota idea de cómo sacarle la información, sin que sonara sospechoso.

Lo peor es que la mayoría eran relacionados con uno de los temas que Draco trataba de evitar; licántropos. Harry era consciente que odiaba responder ese tipo de preguntas. No lo culpaba, al final de cuentas, era casi la misma situación que él vivía con Voldemort.

Llamaron a la puerta, Harry guardó el micropuff dentro del bolsillo del pantalón, corrió a abrir la puerta y Lupin lo saludó. Vestía ese estilo tan particular, con una camisa a cuadros burdeos, un cárdigan café y un pantalón de tela negro. La ropa se notaba planchada y emanaba un olor a lavandería en cada movimiento que daba.

Harry se aseguró de que era el verdadero Remus, y luego le abrió la puerta para recibir un gran abrazo lleno de sentimientos.

Miró al hombre, que venía con las bolsas de regalo. Al final habían sido tres. Uno para Andrómeda y Ted, Narcisa y Draco; y Tonks. Él (Harry), solo escogió el de Tonks, porque no sabía que correspondía regalar cuando el presente no iba dirigido a una persona en concreto.

—Bonita ropa, Harry. Tienes buen gusto para vestir —dijo Lupin, con una risa atrapada en los labios.

Harry vestía acorde a sus estándares y combinaba; un overol de mezclilla, polerón café y las primeras convers de su vida del mismo marrón que la parte superior. No negaba que estaba cómodo y que incluso el cabello, ese día había colaborado, para formar rizos definidos y no una gran masa de pelo esponjoso.

Aun así, toda ese conjunto se lo armó Lupin con paciencia, con la certeza de que los gustos de vestir de Harry no diferían, en lo absoluto, con los de James.

—¿Se van ahora o se quedan a tomar algo? —preguntó la señora Weasley, que se puso de puntillas para darle a un beso en la mejilla a Lupin.

—Muchas gracias por la invitación, Molly, pero ya debemos ir yéndonos. Nos invitaron a cenar.

La señora Weasley asintió y le dio un gran beso a Harry junto a un abrazo.

—Te veo más tarde, guapo. ¿Cómo a qué hora regresan?

—No estoy seguro, pero cualquier contratiempo, Harry se puede quedar conmigo —tranquilizó Lupin, con un brazo en torno a los hombros de Harry—. Te aviso.

La señora Weasley los dejó marcharse y se metieron por los matorrales de trigo.

—¿Te has aparecido alguna vez?

—Si... pero no soy fan.

—Yo tampoco, aunque es la forma más rápida. ¿Listo? Agárrate bien.

El cuerpo de Harry se entumeció y cerró los ojos con fuerza. Fue como si la tierra se lo tragara. Trató de respirar, pero el aire se le escapó de los pulmones y en cuanto lo recuperó, volvió a tocar suelo.

Abrió los ojos. Se encontraba en medio de un sitio inhóspito, y justo al frente, el final de una avenida de casas muggles. Harry y Lupin se acercaron, para darse cuenta al instante, que fuera donde estuviesen, era lejos de Londres, ya que el aire que se respiraba era muy distinto. Salado y húmedo. De seguro se encontraban más cerca del sector costero del pais.

En cuanto pusieron pie en la vereda, Harry se encontró con el pelo azul de un chico que caminaba en dirección contraria. Como si estuviera al corriente de que Harry lo miraba, se volteó; sin duda era atractivo y la mueca intrigada que mostró, mejoró su aspecto desenfadado el doble. Harry sintió el impulso de querer decir algo, pero Lupin lo tomó del hombro y le señaló la última casa de la avenida.

Lucía compacta y tierna. Harry se preguntó como tantas personas podían entrar en un lugar como ese. Despues de eso recordó que era un hogar habitado por magos y brujas, así que las dudas se le solucionaron. Lupin abrió la cerca del ante jardín, tocaron la puerta de la casa y aguardaron un par de segundos, que Harry aprovechó para darse cuenta de que el chico de pelo azul continuaba viéndolo.

La puerta se abrió cosa que consiguió despistarlo. Volvió los ojos y se encontró con Tonks, algo más arreglada que de costumbre. Con un vestido rosado y el cabello del mismo tono, que le caía sobre los hombros. Ella, algo escéptica en un principio, le peguntó ambos para verificar sus identidades y en cuanto terminó, la actitud le cambió de forma radical.

—¡Llegaron! —exclamó Tonks, para luego mirar a Lupin, con un bonito sonrojo en las mejillas— ¡Hola, Remus! Los estábamos esperando. ¡Hola, Harry! ¡Que tierno te ves! —Harry se ruborizó ante eso último y bajó la mirada a los pies—. ¡Tu tambien te ves adorable, Lupin! Pero de una forma... distinta ¿me entiendes?... ¡Bueno como sea! ¡Pasen, pasen!

Ambos entraron y Lupin se inclinó para darle un beso en la mejilla a Tonks y Harry se limitó a ver el cuadro colocado al lado del perchero. En cuanto Harry imitó la acción de Lupin, identificó un aroma a perfume ácido en el cuello de la mujer.

—¡Draco apura! ¡Llegó Harry! —gritó Tonks, acercándose a la escalera, para luego voltearse a Harry—. Anda por las nubes últimamente. De seguro que fue por la ultima luna llena, no la pasó muy bien... ¿Y tú Remus? ¿Cómo te sentiste?

Lupin, le respondió y los tres se fueron a la sala, donde Ted Tonks, un hombre rubio y barrigón, estaba de pie.

—¡Ted! ¡Cuánto tiempo! —saludó Lupin, dándole un fuerte apretón de manos junto a un abrazo—, veo que te conservas bien.

El hombre se palmeó la barriga con una sonrisa y luego, de la cocina, una mujer muy similar a Bellatrix, pero de pelo castaño y mucho más rechoncha, le saludó con una cuchara en la mano. A Harry le recorrió un escalofrío de pie a cabeza, que acabó cuando la mujer sonrió de una forma que discrepaba, por completo, de Bellatrix.

—Bien alimentado como siempre... y este debe ser Harry Potter ¡Hola Harry! Bueno, ¡Hemos escuchado un montón sobre ti! pero eso ya no es novedad. ¡Ted Tonks y ella mi esposa, Andrómeda!

Harry y Ted estrecharon las manos, Andrómeda se acercó a Harry y le dio un suave beso, de la misma forma que Molly lo hacía. Al instante, le cayó de maravilla.

—Su casa es muy acogedora —mencionó Harry—, pero no me queda muy claro donde estamos.

Brighton, al sur de Inglaterra, Potter —dijo una estricta voz a espaldas, Harry se volteó para ver a Narcisa, vestida con clase, pero sin lucir como la mujer adinerada que Harry conoció—. Un lugar bastante hermoso.

Harry sin saber cómo reaccionar, se quedó viendo a la mujer. ¿Cómo se comportaba ante la esposa del hombre que casi lo asesina y que Harry logró que metieran en Azkaban? Narcisa, se limitó a examinar a Lupin de pies a cabeza y luego a Harry, con una mueca difícil de escudriñar.

Era ese tipo de mueca que Draco tambien pondría y que colocaba a Harry de los nervios.

—Un placer conocerla, Señora Malfoy. Remus Lupin —se presentó Remus, tomando la mano que Narcisa le extendió para darle un beso en el dorso.

—Draco me ha hablado de usted; dígame Narcisa —contesto, con una media sonrisa, para luego voltearse a Harry—. Draco tambien me hablado mucho acerca de Potter.

Harry se acercó y le extendió la mano. Narcisa soltó una risa, y la estrechó. Harry levantó la mirada y se encontró con la mujer hermosa que en algún momento le pareció conocer. La chica del anuario, enamorada y, al mismo tiempo, luciendo la similitud con Draco sin hacerse de rogar.

—Veamos si logras hacer que no te guarde rencores, Potter —aclaró Narcisa, apartándose el pelo de los hombros—. Por el momento vas bien.

Harry, en sí, tampoco sabía que decir. Narcisa era una persona indescifrable y algo frívola, por lo que verla tan relajada en ese momento, era más impactante que agradable. Trató de sonar algo complacido y se acercó a Lupin.

Escucharon como la puerta de la entrada se cerró de un portazo. Todos se voltearon sin entender la razón de este sonido. Tonks se apresuró a ir hacia la entrada con los brazos en jarras.

—¡Draco! ¡Pensaba que estabas en tu cuarto! ¡No deberías salir por la ventana! ¡es peligroso!

—Deja de ser tan pesada. Solo fui a espantar a Adrien, que estaba haciendo el imbécil, tampoco es para tanto —escuchó decir, Harry se aguantó una risa—. De todos modos, me ignoró. Espera... ¿Qué huele así?

—¡Draco! ¡Harry y Remus está en la sala! —exclamó Tonks— ¡Todos estamos en la sala, idiota!

Draco se trotó hasta entrar a la sala y se quedó sin palabras. Harry supo que era lo que hacía; olía, como el rarito que era.

«¿Por qué demonios es que crece tanto?» se preguntó Harry, dándose cuenta de que la diferencia de aturas entre ambos volvía a extenderse. Aparte de eso, traía el pelo largo y Harry no pudo evitar pensar que lucía demasiado bien con el pelo así. No era como en el colegio, con un aspecto femenino, más bien, incluso acentuaba un poco las facciones afiladas de Draco, en especial cuando tomó el par de mechones cerca de la cara y se los echó hacia atrás. Acabó por fijarse en la ropa sencilla que traía, con un par de muggles jeans de rodillas rotas, que contrastaban con la camisa de lino blanca.

—Potter...

—Hola.

Harry se percató de como Draco trataba de aguantarse una sonrisa.

—Profesor Lupin... así que al final vino. ¿Cómo esta? —saludó Draco, estirando la mano hacia el hombre, que la estrechó gustoso.

—Bien, siempre es agradable volver a encontrarse con viejas amistades y... conocer nuevas.

Narcisa asintió, aprobando las palabras de Lupin. Harry no pudo evitar que entre ambos existía una extraña dinámica; llena de historia de la cual solo ellos eran conscientes (aunque quizás Andrómeda tambien estuviera incluida).

Draco despues se quedó mirando a Harry, sin saber con exactitud que hacer. Narcisa parecía muy divertida ante esta interacción, así que tomó a Draco por los hombros e intervino.

—La cena todavía no está lista, le queda como... ¿una hora?, ¿Por qué no van a dar un paseo? La noche esta super refrescante.

Ah... sí, claro, vamos Potter.

Harry miró un instante a Lupin, para luego bajar a los regalos.

—Los regalos... — le dijo para hacerle recuerdo. Lupin asintió y le entregó a Harry, el que le correspondía a los Malfoy—. Tome Señora Narcisa, de Lupin y yo, para ambos.

—Que amable de tu parte, Potter.

—Puede decirme Harry, no me molesta.

Narcisa asintió y recibió el regalo dándole un maternal beso en la mejilla a Harry. Draco se limitó a poner los ojos en blanco y meter las manos dentro de los bolsillos. Despues de que Lupin le entregara los presentes al resto, Harry se dio cuenta que esa invitación se trasformó en una plática entre adultos y tanto él como Draco, si no querían sentirse incomodos, les convenia irse.

Narcisa tenía razón y Harry miró las calles con una renovada perspectiva. De cierta forma le recordaba a Pivet Drive, pero solo en esa zona. Brighton era una ciudad grande y por lo tanto debían existir bastantes condominios similares a ese.

—Hueles distinto, no te identifiqué al instante —dijo Draco, acercándose al pelo de Harry y se frotó la nuca confundido—. Te estas quedando con los Weasley ¿no?... y Granger. Apestas a ambos.

—Si, me quedaré con ellos todo el verano. Bueno, lo que queda del verano.

—Lo dices como si quedara una semana, Potter. No me atormentes tan rápido; recién nos llegaron las listas de los materiales.

Harry, tomó el micropuff del bolsillo del pantalón y se lo enseñó a Draco, que lo miró algo enternecido.

—¿Te gusta?

—Si, aunque, no sé si deberías mostrármelo aquí afuera... estamos en barrio muggle.

—¡Por dios!, pero si alguien nos ve, creerá que tenemos una pelusa —aseguró Harry, colocando el micropuff en las manos de Draco—. Comen de todo, no hace ruido, sirve de anti estresante...

—¿Ya fuiste a comprar tus cosas? Entiendo... y aprovechaste de comprarle un bocadillo a tu lechuza ¿no?

Harry se mordió el labio antes de cruzarse de brazos—. Te lo traje a ti es de la tienda de los hermanos de Ron, tienen de todo.

Draco paró en seco, miró a la criatura y luego a Harry; con los ojos bien abiertos.

—¿De verdad?

—Si, orejas extensibles, golosinas salta clases, ¡hasta pociones de amor! Tengo la tarjeta por aquí... van a hacer entregas...

—No, no es eso. ¿En serio compraste esta cosa para mí?

—Eh... ¿sí? o sea, fue idea de Mione y tampoco lo tuve que pagar; larga historia —contestó Harry—, ¿no te gusta? Sabía que era muy femenino.

El micropuff levantó los ojos y comenzó a ronronear en las manos de Draco, que se sonrojó de pies a cabeza y se mordió la lengua atónito.

—Eres un imbécil, me parece muy...¿bonito? ... gracias. —Harry mostró una sonrisa genuina y tambien se sonrojó tanto, que comenzó a temblar—. Yo no creo que pueda ir al callejón Diagon este año, pero Tonks aprovechó de comprarme mis cosas... Esto, significa mucho para mí. Al final de cuentas tambien tenía bastantes ganas de ir a la tienda de los Weasley.

Draco se puso el micropuff encima del hombro y la criatura ni se quejó. Fueron a la plaza cercana, que estaba vacía por completo y era iluminada por un tenue farol. Se sentaron en los columpios, solo para tener algo que hacer mientras charlaban.

Harry observó a Draco que se balanceaba tranquilo. Era extraño, más que nada porque el refinado aspecto de Malfoy, que contrastaba con el paisaje tan mundano. En cierto momento, Draco agarró la liga que tenía en la muñeca y se tomó el cabello en un rodete.

Draco con el pelo largo se asimilaba más a Lucius que Narcisa. Un frio escalofrió lo hizo acordarse de Lucius y luego trato de pensar en si decirle acerca de eso, no iba contra la petición de Dumbledore; no tenía que ver con la profecía.

Así que Harry se aclaró la voz, recibiendo la mirada instintiva de Draco.

—Voy a ir al grano; vi a Lucius, Greyback y Bellatrix.

Draco bajó la mirada y se balanceó con más fuerza.

—¿Dónde?

—El callejón Knockturn, en...

—¿Borgin y Burkes? —añadió Draco, recibiendo una afirmativa de Harry—. Me lo esperaba, es el único sitio que es confiable visitar ahí... Ahora mi pregunta ¿Por qué demonios lo seguiste? Voy a intuir que incluso hiciste la estupidez de espiarlos ¿me equivoco?

—Estaba con Mione y Ron.

—Felicidades, así en caso de que algo saliera mal, mataban tres pájaros de un tiro.

Draco volvió a alzar la mirada, encontrándose con los ojos de perrito de Harry y como arrastraba tierra con los pies, ensuciando esos bonitos zapatos nuevos.

—Pero... ya sucedió... ¿Qué compraron?

Harry se detuvo y reacomodó los lentes que casi se le caían—Nada, pero fue porque querían comprobar algo... una bola mágica o algo así; Greyback era quien sabía más del tema.

—Bola mágica ¿Como de vidente? ¿No querrán descubrir una nueva profecía?

—No, decía que esas cosas absorbían las magia de la gente.

Ah... ya sé de qué me estás hablando —contestó Draco—. La profesora Sinistra nos mostró una en las clases extra de astronomía, ¡Son geniales! Con ellas puedes ver la forma de tu magia.

—¿Solo eso?

—No, es decir, parecían peligrosas, ya que dejas un fragmento de tu magia y si alguien más la toca, puede absorber tu magia. De todas formas, la profesora solo nos dejó ver la forma que adoptaba la magia de cada uno.

Harry se detuvo, sintiendo la boca seca. Draco pareció comprender un poco la expresión de Harry.

—¿Por qué no compraron la bola?

—Estaba rota, dijeron que solo quedaban cinco y una está en Hogwarts —respondió Harry, poniéndose de pie— y la otra en... el ministerio.

—Oh...era la numero seis. Potter, de verdad que a veces me sorprende tu torpeza.

—¡No es mi culpa! ¡Me empujaste muy fuerte!

Draco puso los ojos en blanco; como diciendo "si, si, échame la culpa".

—Demonios, Malfoy... ahora que lo pienso, si eso puede retener la magia de otra persona...

—Estas insinuando en que quieren usarla para robar magia ¿no? —Harry asintió y Draco se puso de pie, para pararse en el columpio— Ni siquiera estoy tan seguro de cómo funciona, es decir, no sé ni que cantidad de magia almacena y... además, debe de tener consecuencias ¿no? El "robar magia". Aparte, ¿Quién te asegura que la magia que nosotros tenemos viene cuantificada? Quizás sea infinita.

—Ni tú te crees eso. Por algo nos dicen que no malgastemos energías —rebatió Harry—, mi conexión con Voldemort; puedo hablar parsel por él. Compartimos esa habilidad... si eso se puede compartir no me sorprendería que la magia pudiera robarse; Greyback lo dijo, se puede dejar a un mago como un muggle... ¿¡Puedes bajar de ahí?! Me desespera verte tan tranquilo.

Draco sonrió y de un salto bajó del columpio.

—No sé de qué te preocupas, está en Hogwarts; no podrán acercarse al castillo a menos que alguien los deje entrar. Por el momento; está segura.

—Hay que romperla; Eso hay que hacer y las otras tambien, son muy peligrosas.

—No seas irracional, tampoco quiero romperla... Puedo ver la forma de la magia de otras personas ¿sabes? La profesora me dijo que por ser un hombre lobo, hace mucho tiempo, en los juicos usaban licántropos para ver si alguien mentía sin usar Veritaserum.

—Espera, ¿me estás diciendo que aparte para los hombres lobos funciona distinto? —Draco se encogió de hombros, bajando del columpio de un salto—. ¡Greyback es un hombre lobo! Él lo dijo; que no era lo suficientemente poderoso —exclamó Harry—. No te ha hablado ¿Verdad? Dime que sigues siendo bueno.

Harry se acercó a Draco para tomarlo por los brazos. El sonido de las cadenas del columbio marcó el punto de esa última frase y comenzó el silencio que utilizaron para estudiarse el uno con el otro.

Que tanto habían cambiado y la cantidad de veracidad en ese momento.

Draco alzó una ceja y levantó las manos, para demostrar inocencia. Harry, en cambio dejó de apretar el agarre y decidió apoyar la cabeza contra el esternón de Draco.

Hey... tranquilo. Nunca he sido un ángel, pero no tengo intención alguna de unirme a Greyback. Tengo mis principios ¿vale? —calmó Draco, a lo que Harry murmurar un "vale"—. Te diré lo que vamos a hacer; nada. Claro, investigaremos acerca de esa bola mágica y poderes místicos de la luna, bla, bla, bla... pero hasta que no sepamos, con exactitud, cómo funciona el asunto; no haremos nada.

» Si te sirve de consuelo, el próximo año estoy tomando los éxtasis de astronomía, así que podré preguntarle más cosas a la profesora Sinistra.

Harry levantó los ojos y Draco no pudo evitar ponerse algo nervioso ante la cercanía de Harry. Con la nariz casi rozando la frente de Harry, Draco podía darse cuenta de que Harry, a pesar de apestar a Hermione y Ron; olía a Lupin de forma tenue. Luego estaba ese olor inexplicable, pero maravilloso.

Posó la mano en el pelo de Harry, borrando el resto de los aromas innecesarios. Los ojos verdes destellaban debajo del farol. Jugueteó con un rizo, luego con otro, hasta que paralizó el tacto al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

—Una última cosa...

—Dime... —habló Draco, casi en un rumor, que temía ser escuchado en ese parque vacío—. Te escucho.

—Por alguna razón, Greyback conoce a Sinistra, supo al instante que se trataba de ella ¿Crees que se habrán conocido cuando estudiaban?

—No, Harry. La profesora Sinistra es de África. Siempre ha sido profesora y Greyback... ni idea, creo que ni siquiera debe ser su nombre real —contestó Draco, deslizando la mano hasta el cuello de Harry, donde con el pulgar, rozó la tela del tirante del overol—. No le des vuelta al asunto.

Harry asintió y volvió a posar la cabeza sobre Draco, esta vez en el corazón del chico.

—Siempre la tengo.

Harry se alejó un par de centímetros y metió las manos en los bolsillos del overol, con una sonrisa burlona.

—Calla, imbécil. Mejor vayamos a comer: me muero de hambre.

• ── ◦ ◦ ── •

1) Prometo no olvidar: La casa azul.

HOLA!

No tengo ni una duda acerca al hecho de que Lupin le escoja a Harry la ropa a medida, porque Harry comparte gustos con James. Headcanon.

En efecto, ya necesitaba que mis chicos se encontraran. Mee encanta relatar esos pequeños momentos en los que poco a poco se van dando cuenta que ciertos gestos no son muy amistosos que digamos ajajaj.

THE MACHINE