"¡Qué bella es la vida, que bello el amor!
Moldearon el futuro ultra perfecto y lo envolvieron para mí.
(Destellos y celofán)
Y lo voy a tomar sin esfuerzo;
veréis como exploto en pedazos, al fin.
Y como pierdo el control. Observadme bien.
Ahora mando y no voy a ceder.
Hasta perder la razón." 1
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"Ataque a Ollivanders: El ministro impone medidas más estrictas"
Hermione dejó el periódico encima de la mesa, para mirar los ojos de Harry. El entrecejo fruncido y las pupilas dilatadas, todo en una angustiosa expresión. Con aquel titular abrió la edición semanal de "El Profeta" y ambos chicos se encontraron seguros de que las cosas, hace ya un buen tiempo, caían en picado, pero recién ahora comenzaban a mostrar los efectos determinantes.
—Es una pena... ¿Ahora donde compraran varitas?
—Debe haber más tiendas en Reino Unido de varitas ¿no? —sugirió Harry.
—Si —contestó Ron, al unirse a la conversación, tan pronto terminó de ayudar a Molly a lavar los platos—, pero Ollivanders era el mejor. Hasta mis abuelos compraron sus varitas ahí. Según mi papá, en ese tiempo, Ollivander debía tener nuestra edad.
Harry hizo un mohín con los labios, al mismo tiempo en que Ron dejaba el tablero de ajedrez encima de la mesa. Esa mañana el clima amaneció triste y las lloviznas eran recurrentes, así que no les quedaba mejor opción que refugiarse dentro de la Madriguera, con la noción del tiempo perdida entre las nubes que engullían el mediodía como si ya fueran las seis de la tarde.
Tanto Ron como Harry poseían un montón de tarea de verano acumulada, pero de forma silenciosa, firmaron un pacto que estipulaba que no iban a tocar cuaderno hasta que quedara una semana para regresar. Hermione, por su parte, acabó todos los deberes la semana siguiente de salir de vacaciones y ya comenzaba a organizar los periodos de estudios que iba a empezar a hacer para rendir una sobresaliente prueba EXTASIS.
—Menos mal que Neville alcanzó a comprarse una antes del ataque.
Harry asintió ante las palabras de Ron y Hermione recordó la ida a la playa, donde Neville les contó el evento, que a sus ojos no era una hazaña demasiado grande, pero comprendía que para Neville si lo era. "¡Por fin! ¡Mi abuela me compró una nueva varita, luego de romper la anterior en el ministerio!" Hermione lo felicitó, mientras Harry se limitaba a dedicarle una sonrisa silenciosa, para acabar por desviar la mirada al taciturno oleaje del mar.
Hermione sacó de la bolsa los cuatro textos que Draco le dio y Harry no pudo evitar mostrarse curioso por ellos. La chica reaccionó acercándolos más hacia ella para impedirle ver. Harry, en cambio, dejó de escuchar los contradictorios consejos que las piezas de ajedrez le gritaban, movió cualquiera y se quedó viendo a la chica de reojo.
Drácula y Frankenstein era los dos primeros, pero seguido se topó con: "Breve historia del tiempo" por Stephen Hawking y "Doce formas infalibles de hechizar a una bruja". Harry no pudo evitar sonreír al ver el gran sonrojo que coloreó las mejillas de Hermione al leer este último título, que guardó apresurada dentro de la bolsa.
Lo peor no era el título, sino la nota pegada que venía con el libro.
"Regálaselo a Weasley, de seguro que así se espabila un poco. D.M."
"Qué imbécil" concluyó Hermione y arrugó la nota, sin saber si se refería a Draco, Ron, Harry o los tres.
Una vez pudo recuperarse de la impresión, dejó que la sorpresa la invadiera. No esperaba que Draco le enviara un libro escrito por un muggle, pero lo más probable es que Draco ni siquiera supiera que Stephen Hawking fuera un muggle; es decir, el nombre era tan sonado, que casi parecería una locura el mencionar que pudiera existir alguien tan listo, incluso para los límites de la magia.
Draco escribió con letra apresurada: "Este tipo es brutal, léelo y me dices que te pareció".
Hermione sonrió y revisó si en los libros que ella le regaló también hubo muestra alguna de Draco, pero aparte de una esquina un poco arrugada en la edición de Frankenstein de segunda mano—la cual era muy probable que compró el libro con esa falla— no halló nada.
En realidad, no le sorprendía la pulcritud con la que Draco realizaba las cosas, se notaba el cuidado con el que trataba los libros y con su propio aspecto; una diferencia notoria con ella, que adoraba realizar anotaciones para sacarle el mayor provecho a cada texto que le caía en las manos
Sin embargo, lo que de verdad le impresionaba era el hecho de que Draco se hubiese acordado de ella, como para devolver el libro e incluso, prestarle dos. Casi lo sintió como una especie de compensación y supuso que así era, al final de cuentas, resultó más claro si se colocaba en la mentalidad de Draco.
Aun así, no evitó sonreírle a Harry, casi orgullosa del cambio de actitud que su amigo logró en Draco. Metió los libros dentro de la bolsa de papel, para darle una última hojeada a "doce formas infalibles de hechizar a una bruja"; lo iba a leer, solo para percatarse si realizaba el trabajo adecuado en ella misma.
Para hacerle notar a Ron, de una vez por todas, lo perdidamente enamorada que se encontraba por él desde hace años.
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—¡Harry! ¡Harry! ¡Mira ven!
Harry se levantó de la mesa y siguió a Bill que lo llamaba con brío. Puertas afuera del garaje, el señor Weasley lo esperaba ansioso, junto a Fleur que parecía tan menuda en una sudadera varias tallas más grandes, lo más probable, perteneciente a Bill.
—¡Lo arreglamos! —exclamó el señor Weasley— ¡Mira!
Entraron a un garaje que estaba a rebosar de artículos muggles. Harry vio el lugar, impresionado de que el señor Weasley tuviera tantos objetos ahí guardados. Harry esquivó la gran colección de patitos de hule y dos televisores en mal estado, hasta llegar a una mesa que tenía encima un montón de herramientas y, en medio, un teléfono fijo rojo.
—¿Pero cómo? No hay ninguna línea telefónica cerca... —cuestionó Harry.
—No hay nada que la magia no pueda solucionar —contestó Bill, inclinado sobre el aparato—. Además, Fleur es increíble con transformaciones.
La mujer sonrió de manera deslumbrante y le dio un beso a Bill en la mejilla.
—¡Paga nada! Fue sencillo. ¡Agora, Hagy pogá haceg las llamadas que quiega!
Harry les agradeció a los tres con visible emoción y pronto la pareja se fue de vuelta a la casa. Quedó con el Señor Weasley que hacía llamadas a los números de emergencia, sin importarle que tan correcto era hacer eso.
Le entregó el teléfono a Harry, cuando el número del 911 fue marcado, y pudo escuchar con claridad la voz de la operadora. Luego el señor Weasley se lo volvió a colocar en el oído.
—¿Una emergencia?... no, no hay ninguna... ¿Qué esto es un delito? ¿Por qué?... ¡No bromeo con usted!... ¿Mi dirección? Bueno, yo vivo... ¡Harry! ¿Por qué cortas?
El chico despegó el dedo del cortar y ni se molestó en explicarle la situación, ya que el señor Weasley lucía más interesado en probar el teléfono.
—De verdad no era necesario... —murmuró Harry.
El señor Weasley devolvió el teléfono al pedestal y le revolvió el pelo.
—Me dijo que no te dijera, pero Fleur se sentía algo triste de saber que ya no ibas a poder a contactarte con tus amigos. ¿A que es una buena chica? Sigo sin entender por qué a Molly le molesta tanto... ¡Pero esto se queda entre nosotros!
Harry asintió y se quedó el resto de tarde tratando de que ninguna autoridad llegara a la madriguera por culpa del señor Weasley.
Más tarde llamaría a Draco.
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A veces le robaba cigarrillos a Tonks.
Le daba pena ver la cajetilla semiabierta encima de la mesa de noche, mientras ella iba a hacer labores en el ministerio.
No obstante, siempre que le robaba era porque era un mal día. Un día solitario. Un día en que ni con las estupideces que Adrien le decía era capaz de sonreír.
Salió al sitio eriazo cercano a la casa y se dejó caer para ser ocultado por los matorrales. El teléfono le pesaba en el bolsillo (ya casi lo llevaba encima por costumbre) y encendió el cigarro con aire melancólico.
Hacía una noche fría, húmeda. Lo más probable es que pronto comenzase a llover.
El teléfono vibró y Draco contestó sin fijarse en el número.
—¿Sí?
—Te estoy viendo.
Se enderezó para poner más atención.
—¿Qué?
—Te estoy viendo, Malfoy.
Se le erizó la piel y comenzó a ver a todos lados. Apagó el cigarro contra la tierra mojada a pesar de quedarle casi toda la mitad.
—¿Quién eres?
Quizás preguntó más temeroso de lo que debía, porque pronto escuchó una risa boba que reconoció al instante. Se dejó caer de nuevo con mueca molesta.
—¿Qué quieres, Potter?
—Me hubiese gustado ver tu cara.
—Sí, sí, qué chistoso. Mierda, desperdicié mi cigarro por tu broma de pacotilla...—refunfuñó Draco, antes de darse cuenta del detalle—. Espera... ¿Cómo me estás llamando?
—El señor Weasley reparó un teléfono fijo que tenía guardado —le explicó—. Lo único malo es que el lugar no es el más agradable. No pudo dejar de pensar en que una araña podría atacarme en cualquier minuto.
—¿Una bodega? —Harry hizo un ruido afirmativo y Draco alzó una ceja—. Mira tú... el elegido tiene miedo a las arañas. Lo apunto.
—Quien les tiene miedo es Ron. Aunque, como una persona normal, no puedo negar que son asquerosas.
Tras aquello; comenzaron a hablar de tantas cosas, a pesar de que había pasado una semana desde la visita. Aun así, Draco no pudo evitar que se le notara el desgano, o tal vez era Harry, que ya lo conocía lo suficiente como para reconocer si un rutinario "mira tú" era dicho con tristeza o interés.
—¿Ocurre algo?
Draco se preguntó si valía la pena mentir, hasta que acabó por responder sincero:
—Tengo un mal presentimiento.
—¿Respecto a qué?
—Respecto a Jessica —contestó Draco—. No he podido hablar con ella en todo el verano.
—Debe estar bien, siempre estoy al pendiente de las noticias—aseguró Harry.
Draco comenzó a observar el cielo. Era una noche nublada, por lástima, y se llegaba a vislumbrar un solitario fragmento de la luna que ya se acercaba a la maldita plenitud.
—Sé que continúa viva... lo siento en el lazo; es una forma extraña de decirlo, pero ha cambiado y no me gusta lo débil que está ahora.
—A lo mejor se fue de viaje y por eso lo sientes tan alejado.
Draco negó con la cabeza—: Pansy está en Escocia, y es casi como si estuviera a mi lado.
—¿Yo estoy enlazado contigo? —preguntó Harry, que buscó cambiar el tema de conversación.
El gesto de Draco pareció dudar. Olió el ambiente, que continuaba impregnado del cigarro que fumó y negó con la cabeza. Era tan raro hacer todos esos gestos, aun cuando era consciente que Harry no lo veía.
—Tú estás enlazado con Lupin, supongo que no puedo enlazarte si estás con otro.
—¿Con quién más estás enlazado?
—Mis padres, Pansy y Jessica... con Nott estoy a medias.
—¿Puedes rastrear a alguien?
Draco soltó una risa fuerte, que retumbó en aquel sitio. Un par de luciérnagas salieron de unos matorrales e iluminaron el lugar por un breve soplo de tiempo.
—No soy un maldito mapa, Potter.
—Buu, que aburrido y yo que pensaba que podías tener un GPS incorporado en el cuerpo. ¡Eso hubiese sido tan útil!
—¿G-qué?
—No me voy a molestar en explicártelo —respondió Harry con una risa que quería escaparse—. Oye, ¿de verdad que no estoy ni un poco unido a ti?
—Casi suenas como si desearas que te invitara a salir, Potter —gruñó Draco, que volvió a sentarse—. No, ni un poco, imbécil. La cosa no funciona así.
—¿Y cómo funciona?
—Ni idea.
El silencio se extendió entre ambos, pero esa era la pura verdad. Acabaron por cortar con una despedida taciturna y Draco no se demoró en regresar a casa, mientras pensaba en esa promesa de "te llamaré otro día". Se duchó y al regresó a la cama comenzó a dar vueltas.
Buscó la almohada y la ajena esencia de Harry que continuaba impregnada ahí.
Draco siempre buscaba. Hizo lo mismo que con su padre; abrió los ojos y comprobó que el corazón le continuaba latiendo a pesar de estar demasiado lejos como para comprobarlo con la vista.
Del mismo modo, Draco no se hallaba preocupado por Jessica, por la misma razón que Lucius. Sabía que continuaba viva, pero era distinto. Algo malo sucedió, eso lo tuvo más que claro.
El lazo de Jessica lo percibía tirante y endeble, como si ya no quisiera seguir unido a Draco.
Ese era el problema. Lo tocaba a punto de romperse y Draco no determinaba qué hacer para mantenerlo firme.
Por el momento, no era capaz de hacer nada más que asumir. Ser consciente, que la siguiente luna llena, aquel lazo no resistiría más y se quebraría.
Debía volver formarlo otra vez ¿no? Más fuerte. Más duradero. Draco presentía que eso no iba a ser tan fácil como lo creía.
Tan pronto dieron las doce, escuchó como el cielo empezó a llorar por él.
• ── ◦ ◦ ── •
Harry vio la luna llena por la ventana del cuarto. Fumaba uno de los cigarros de Draco con la cabeza afuera. Ron se aproximó a él y enfocó los ojos en el mismo punto que Harry. Acababa de ducharse, y debido al calor que guardaba el cuarto por tener sol de tarde, le gustaba aplazar, cuanto más era posible, el tener que ponerse camiseta.
Sumado a esto tampoco tenía problemas con ver a su amigo fumar, siempre y cuando no dejara el cuarto impregnado de tabaco, a Ron le daba lo mismo. Al menos eso le dijo a Harry, en cuanto le enseñó la cajetilla que mantenía escondida dentro del baúl para que la señora Weasley no la encontrara.
—Está gigantesca —susurró Ron y Harry asintió—, pero es hermosa. De seguro que el mar debe estar impresionante.
Se lamió los labios y dio una calada que cayó entre los rieles de la ventana. Ron extendió el brazo por los hombros de Harry y continúo observando tranquilo.
—Ha sido uno de los mejores veranos de mi vida —declaró Harry—, a pesar de que no hayamos podido salir tanto.
Advirtió como Ron se mordía el labio, pero tampoco estuvo seguro de si lo que observaba era cierto, ya que la habitación se encontraba sumida en la completa penumbra.
—Harry...
—¿Qué sucede?
Ron lo miró, le apretó el hombro y acabó por llevar la mano a la cabeza de Harry, como si se hubiera retractado de lo que quería decirle.
—Estás más alto.
—Lo sé. Tu mamá me lo dejó claro cuando fuimos a renovar las túnicas, aunque tú también creciste... sigues siendo más alto que yo, maldito.
—Lo que tiene tener mis genes Weasley —alardeó Ron, con falsedad—. Pero no puedo negar que me gustaría ser un poco más fuerte como Fred o George y no tan delgado.
Harry posó las manos en el arco de la ventana y se dio media vuelta, para mirar a Ron de pies a cabeza, quien extendió un poco los brazos para facilitar la tarea. Si Draco media metro ochenta y poco, Ron debía estar cerca del metro ochenta y cinco. Ya que la diferencia entre ambos era mínima. No comprendía la razón por la cual, el resto de los chicos de edad similar a Harry heredó la altura que él tanto deseaba. Todos, incluido el maldito de Dean, que debía estar ya casi en el metro noventa.
Harry conservaba la esperanza de alcanzar la altura de James. En los recuerdos, vio a un hombre de metro ochenta. Eso era suficiente. Le faltaba poco. A lo mejor, si tomaba más leche...
—Déjate de acomplejarte por esas estupideces. Estás bien.
—¡Pero mira! ¡Toca mis brazos! —exclamo Ron, que flexionó la extremidad. Harry obedeció—, ¡Llevo todo el verano con las pesas y nada! ¡Y mis abdominales! Un poco marcados...
Quiso responder, pero Ginny abrió la puerta del cuarto y examinó confundida la situación. Harry pretendió soltar el brazo de Ron, pero por los nervios casi se tropieza, por lo que Ron tuvo que sostenerlo por la cintura para que no se cayera.
Escucharon un grito de la señora Weasley que venía desde el piso de abajo; la cena ya estaba lista.
—¡Mamá! ¡Harry y Ron se están comportando muy gay! —gritó Ginny divertida. Harry no pudo avergonzarse más, y supo que las orejas de Ron se pusieron tan rojas como el pelo— ¡Pero van a bajar a comer después de que terminen de besuquearse!
—¡Ginny! ¡Cállate! ¡Harry y yo...!
—Tranquilo, hermanito, el primer paso es la aceptación —replicó Ginny con verdadera gracia en la voz.
Harry se limitó a soltar un suspiro, le aventó a Ron una camiseta de pijama, apagó el cigarro sin ser visto por la chica y puso los brazos en jarras, con una supuesta mirada de enojo hacia Ginny, pero era imposible.
Ron y Harry bajaron junto a Ginny, quien se fue a sentar con una maliciosa risa atrapada en los labios.
—¿Qué fue todo ese griterío, Ginny? ¡Explícate!
—Si, yo también estoy interesada en saber —agregó Hermione, que puso en el plato un par de rebanadas de pan.
—Lo que escuchaste ma'. Ron y Harry son...
—¡Ginny! ¡Cállate!
—¡Cállate tú, idiota!
—¡Niña Tonta!
—¡Silencio los dos! —intervino Molly, que golpeó a sus hijos con una cuchara de palo en la cabeza—. Mejor coman antes de que la comida se enfríe.
Harry asintió complacido y se rio de Ron, que se frotaba el eminente chichón con gesto dolido.
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Creyó que dolería, ya que era más fácil convencerse de que algo saldría mal, en vez de albergar la estúpida esperanza de que todo fuera a favor. Esa era su tendencia al ver el vaso medio vacío.
Pero tras el dolor inicial, Jessica dio paso a un sentimiento que desconocía hasta ese día (o que al menos no recordaba sentir).
La libertad en el estado más puro.
Fue una sensación tan gratificante, que deseó que fuera eterna. Recordaba atisbos de emociones, la frescura del bosque, la tierra tierna al tacto de las patas y la manada que seguía al lobo negro en un silencio perpetuo.
Despertó entre almohadones de plumas y frazadas de seda con olor almendrado; sin rastro de daño, sin sentir ni el más mínimo dolor y con una sensación de completa plenitud.
Fue en aquel instante que decidió que era mejor volverse amiga de lo que llevaba temiendo convertirse. Prefería atesorar esa enfermedad, en lugar de luchar con lo inevitable, tal como ella le dijo.
"Porque así el lobo está contento."
—No dolió.
Ella volvía estar ahí, con aquel olor indescifrable y actitud que le trasmitía una calma total. Vestía un bonito chal amarillo, con el pelo trenzado y las mejillas sonrosadas sin necesidad de maquillaje.
"Lo sé, hice que no doliera, mi niña."
—Gracias.
"No me agradezcas por la educación que te doy."
—De cualquier forma; gracias por ser tan amable conmigo.
"Confió en ti, Jessica, en que lograras alcanzar ese potencial. Lo único que debes hacer es volverte uno de nosotros."
Jessica posó los ojos en ella, que reposó las manos en su regazo. Esperó paciente la respuesta, que llego casi diez minutos después.
—Lo haré. Quiero hacerlo.
"Sí, sí. Buena decisión, Jessi. Padre estará feliz por ti, por ambas".
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Notas:
1) Hasta perder el control: La casa azul.
Hola!
No actualicé la semana pasada porque, mi gato (de 9 y medio años) estaba muy enfermo. Lamentablemente, falleció el 13 de mayo y recién pude encontrar motivación para editar este capítulo el sábado 20... Ahora mismo me encuentro un periodo durísimo de mi vida, ya que con la muerte de mi gatito, muchos problemas salieron a flote y estoy tratando lo mejor posible para poder sobrellevarlo lo mejor que puedo.
Escribir es el único momento en donde todos esos problemas de la cotidianidad no me acechan, pero aun así siempre cuesta el encontrar la motivación de ponerme a ello, en especial ahora, que no puedo dejar de pensar en que todo lo que escribo es de pésima calidad
Lamento haberme atrasado con la actualización y haberlos preocupado. Me llegaron varios mensajes de ánimo que agradezco mucho y lograron sacarme una sonrisa durante la semana.
Lo único que ansío es que lleguen las vacaciones de invierno en julio... que comienzan, se supone, que justo en mi cumpleaños n.º 18! El 30 de junio. ¡Qué emoción!
En fin, muchas gracias por haber anticipado esta actualización, y agradezco la constancia. Se que es un fic muuuuy largo y aprecio saber que hay gente que sigue esta historia a la que le he invertido gran parte de mi tiempo desde mediados de 2021, que fue cuando surgió esta idea para ser, en un principio, un One-Shot.
THE MACHINE.
PDTA: ¡Ya va a ser un año desde que comencé a publicar este fic en ! ¡Muchas gracias por leer!
