"No lo hagas.
No lo intentes, cariño.
Algo bueno está por venir
No intentes suicidarte,
nadie lo vale
No intentes suicidarte,
a nadie le importa
No intentes suicidarte,
solo lo vas a odiar
No intentes suicidarte,
¡A nadie le importa una mierda!"(1)
• ── ◦ ◦ ── •
Madame Pomfrey no podía mostrarse más horrorizada. Draco juró que bajo la tenue luz de la enfermería, se puso palidísima. Él trató de colocarse la camisa escolar de nuevo, pero la mujer lo detuvo con una mirada gélida.
—Al menos se nota que hubo esfuerzo —murmuró Madame Pomfrey, mientras se ponía un par de guantes limpios—. Dime qué lado te duele más ¿espalda o frente?
—Espalda…
—Está bien, recuéstate de estómago —indicó la enfermera. Draco obedeció la acción con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco— Uy… mira esos hematomas, son del tamaño de manzanas y estos moretones de aquí parecen recientes. —Pomfrey sacó la varita del delantal y comenzó a rozarla sobre la tersa piel de Draco. Las heridas que lucían frescas eran unas que figuraban entre medio de los hoyuelos que poseía en la espalda baja—. ¿Quién te hizo las curaciones?
Draco se mordió el labio al sentir como la piel tiraba sobre sí misma al tratar de cicatrizar con el auxilio de la magia curativa de Madame Pomfrey.
—Mi mamá se encargó lo mejor que pudo de la parte trasera. Yo del frente.
—Mmh me lo esperaba… al menos no fue con métodos curativos muggles —dijo Pomfrey, al invocar un par de algodones con alcohol, los cuales tan pronto tocaron parte de la escápula de Draco, este curvó la espalda en un gesto involuntario de dolor— No te muevas…
Susurró una disculpa y habló — ¿Dice eso por sus conocimientos de la medicina muggle o experiencia?
—Ambos y, que quede entre los dos, mi peor experiencia fue con Remus.
—¡¿Enserio?!
—Verano de segundo, llegó como una momia a mis manos… lo que más me dolió fue que apenas regresó al colegio vino tambaleándose a la enfermería para que le trate las heridas.
Draco se lo imaginaba a medias, en parte porque le costaba visualizar a un niño Remus Lupin, pero una vez lo logró— piernas flacas, desproporcionado y los ojos de perro asustado— se halló de frente con una imagen devastadora.
—Aunque la mordida es horrible, tuviste suerte, Draco.
Trató de mirarla de reojo pero no pudo, así que se limitó a quedarse con los ojos puestos en la ventana y la oscuridad que se derramaba por el césped cortado.
—Supongo que ya sabrás que la transformación empeora con la pubertad… tú, por lo menos, pasaste esa etapa cuando fuiste mordido, en cambio, Lupin no.
Recordaba haberlo leído, por lo que se limitó a afirmar las palabras de Pomfrey.
—El cambio hormonal ¿No?
—Lo que trae consigo un crecimiento apresurado; el cual sufriste, pero que a diferencia de Remus, quien tuvo que vivir desde los doce con una altura similar a la que tiene actual… lo que significó una tortura para sus articulaciones, sobre todo las rodillas.
Esa era la parte más dolorosa de la transformación. Aquella bizarra manera en la que los huesos se deformaban en angulosas formas para imitar el porte de un lobo.
Aun así, Draco se percató de que tal vez ya no iba a crecer más que un par de centímetros. Si Lupin creció mucho de golpe, era propio de la enfermedad, porque Draco se enfrentó a lo mismo al principio, pero ahora ya estaba acostumbrado a ver el mundo desde la estatura que conservaba actualmente.
Tampoco era un tema que le comiera la cabeza, a decir verdad, Draco en determinado punto asumió que iba a ser igual de alto que Lucius y eso era más que suficiente.
—Lo bueno es que, por lo que veo, has comido bien —dijo Pomfrey, al instante en que Draco se sentó— tienes mejor color.
—Mi tía cocina rico.
La mujer sonrió y se levantó para cambiar el material médico. Draco al pensar en la comida de Andrómeda, se le aguó la boca, al saborear otra vez el dulzor empalagoso de la tarta de manzana que le hizo antes de irse. Lamentaba no haber podido llevarse un poco.
Esperó a que Madame Pomfrey terminara las curaciones en silencio. De no ser por el ardor, casi consideraría esos momentos como relajantes.
—Mañana ya vas a estar mejor, aunque debes regresar antes del desayuno para que te limpie las heridas ¿Vale?
—Muchas gracias.
Madame Pomfrey le regaló a Draco un tierno beso en la frente en cuanto el chico se puso de pie.
—La próxima semana iniciaré mis clases de sanación.
—Estaré encantado de ir.
—Qué bueno, pero de cualquier modo le dije a Dumbledore que tu asistencia era obligatoria —admitió Pomfrey, que recogió los utensilios—. Es decir, la situación que vi hoy me convenció de que es la opción más cuerda… por eso la clase va a salir en el horario que te entregarán mañana.
—Oh… bueno, gracias por su preocupación.
Terminó de cambiarse rápido y se despidió de Madame Pomfrey con cordialidad. Salió de la enfermería, pero se detuvo en seco frente a la puerta, tan pronto percibió un olor demasiado característico.
—¿Potter?
Harry salió de la capa de invisibilidad con una mirada afligida. Traía la corbata torcida, por las prisas con la que se vistió en el Hogwarts express y de la túnica negra mal abotonada sobresalía ese curioso pergamino que siempre llevaba consigo.
—¿Qué haces aquí? No… ¿Cómo supiste que estaba aquí?
—¿Estás bien? Es decir, saliste muy rápido de la cena y bueno, luego me di cuenta de que te encontrabas en la enfermería.
—¿Preocupado por mí? —cuestionó Draco, bajando las escaleras mientras era seguido por Harry—. No sé si considerarlo como una actitud obsesiva, preocupante, psicópata o amable…
—Pero ¿Estás bien?
Draco dejó de caminar una vez llegó a una parte del colegio solitaria, colocó los ojos en blanco y desabrochó parte de la camisa escolar para enseñarle las vendas que le rodeaban el estómago. Harry tragó en seco y pronto desvió la mirada, sin saber qué comentar.
—Me ha ido peor. Ahora dime ¿Cómo mierda me encontraste?
Los pequeños botones se le resbalaron de los dedos y durante el minuto en que Draco se volvió a acomodar la camisa, Harry pareció debatirse en si debía o no, revelarle el método de espionaje definitivo.
—¿Tú no tenías un mapa extrañísimo? —recordó Draco— Ese pedazo de pergamino…
Harry ni siquiera se molestó en hacer el ademán de quitárselo. Draco examinó el papel vacío con meticulosidad.
—No intentes revelarlo —dijo Harry, tan pronto sacó la varita—: te insultará.
—Pero ¿Cómo? Esta es la razón por la que pudiste dar conmigo…
Harry le arrebató el pergamino con la propia varita dijo:
—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
Draco abrió mucho los ojos al ver como una tinta negra revelaba, por arte de magia, las ubicaciones del mapa. Harry abrió la carátula y Draco rozó con el dedo las asperezas del papel.
—Vaya… quien haya hecho esto, es un genio ¿esto es todo Hogwarts? —Harry asintió, quien extendió el mapa aún más—. Ugh… demonios, ¿también muestra a las personas? Qué locura… ¿Y sabes quién…?
—Sí, se quien lo creó —dijo Harry, con una brillante sonrisa. Volteó el mapa y le enseñó los apodos en la portada— Adivina.
—Por algo no tomé adivinación, Potter.
Harry puso los ojos en blanco al mismo tiempo en que Draco se apropiaba del mapa para poder localizar a algunos de sus amigos. Daphne rondaba por el cuarto de mujeres, en donde localizó a otras chicas. Todo apuntaba a que les contaba algún tipo de historia (chisme, lo más probable), porque los letreros de las compañeras de cuarto se mantenían estáticos.
—Eres un aburrido… Remus, mi papá, Sirius y… Peter.
Draco asintió y buscó a Nott que aún rondaba en la biblioteca. No encontró a Pansy por ningún lado, pero tampoco se preocupó por ese detalle; confiaba lo suficiente en la chica para encontrarse seguro que no le había ocurrido nada malo.
—Es absurdo, Lupin debió quedar en Ravenclaw. No en tu casa de pacotilla.
—¡Oye! No te enseñé el mapa para que me insultes, ¡devuélvemelo!
Draco se aferró aún más al pergamino y señaló.
—Espera, las cocinas… ¡Siempre supe que eran por aquí!
Draco giró en dirección contraria a la sala común de Slytherin y le devolvió el mapa a Harry, quien lo siguió.
—Es decir, nunca paso por aquí (porque no es necesario), pero en las mañanas el olor a pan recién hecho es tan fuerte que me imaginaba que era por esta zona. ¿No lo hueles, Potter? Me pregunto si quedaran sobras de la cena…
Harry trató de seguirle el paso a Draco, lo más tranquilo posible, pero era absurdo, en especial si tomaba en cuenta que las piernas de Draco eran demasiado largas y para avanzar las extendía al máximo.
Se detuvieron frente a un cuadro de un frutal. Harry comprobó el mapa una vez más para asegurarse de que se hallaban en la parte correcta.
—Pero no hay nada —murmuró decepcionado—. ¿Estará mal?
Draco dio un paso atrás, inspeccionando el cuadro, hasta que Harry lo rozó con los dedos. Notó el sutil movimiento que hizo un pera al sentir el tacto de Harry sobre el lienzo, como si lo hubiera anticipado.
—Revelio —conjuró, con varita en mano. Pudo ver como la pera se iluminaba, a lo que Draco sonrió orgulloso—. Toca la pera, Potter.
Harry obedeció y la fruta se sacudió. Acarició el lienzo, para hacerle cosquillas a la pera, hasta que esta se convirtió en un pomo de puerta.
—Qué forma más extraña de ocultar la entrada.
—Es Hogwarts, Potter, ¿Qué esperabas? ¿Una puerta con un letrero que indica la entrada a las cocinas, en un colegio lleno de niños que siempre tienen hambre?
Harry suspiró exasperado y abrió la puerta. Varias decenas de ojos gigantescos se voltearon a verlos; sin embargo, para sorpresa de ambos, los elfos domésticos se voltearon, sin preocuparse.
—¿Nos podemos llevar comida? —cuestionó Draco al aire, para recibir un ligero si desde un elfo desconocido—. ¡Increíble!
Draco se paseó entre los mesones de cocina, donde los elfos, parados en grandes banquillos, terminaban de cenar las sobras de comida. Harry siguió a Draco con la sensación de estar haciendo algo inadecuado, a pesar de la poca importancia que parecía tener para los elfos.
—¡Harry Potter! —exclamó un chillona voz a espaldas, Draco soltó un pequeño trozo de pastel de limón que se iba a llevar a la boca y miró junto a Harry a esa dirección—. ¡Y el joven Malfoy!
Dobby dio un brinco hasta el mesón y ayudó a una elfina en un bonito vestido azul que lo seguía. Ambos elfos destacaban por ser los únicos que no andaban de un lado a otro con harapos encima.
—¡Dobby! ¿Cómo estás? —preguntó Harry, acercándose al elfo que se puso al borde la mesa, con la elfina agarrada por la muñeca.
—¡Dobby está bien y Winky también!
—Dobby… Winky quiere bajarse del mesón —dijo la elfina, que tiró de la manga de Dobby, quien le sonrió.
—Dobby está seguro de que Winky está bien, mientras le sostenga la muñeca —contestó Dobby, que afirmó el agarre—. Dobby pregunta que es lo que hace Harry Potter y el joven Malfoy aquí tan tarde.
Harry se volteó a Draco, quien se encogió de hombros y Harry tras pensarlo, hizo la misma acción.
—En realidad, encontramos el lugar de paso, Dobby. Queríamos investigar ¿verdad que ya nos íbamos, Malfoy?
Draco miró incrédulo a Harry, agarró del frutero dos manzanas, y se llenó los bolsillos de la túnica de barritas de cereal y caramelos.
—¡Dobby entiende! ¡Dobby está contento de que Harry Potter y el joven Malfoy hayan llegado bien al colegio! ¡Dobby espera verlos más seguido, ahora que la exdirectora Umbridge ya no está!.
—¡Claro, Dobby! —aseguró Draco, quien forzó una gran sonrisa—. ¡Encantado de venir seguido por aquí!
Acabaron con irse, dejando a Dobby confundido por la efusividad de Draco. Puertas afuera, Draco le entregó una de las manzanas a Harry.
—Me miras como si hubiese sido desagradable. Dije la verdad; vendré más a menudo.
—A robar comida.
—Tampoco es como si les haya importado ese detalle —declaró Draco, detenido frente a la escalera—. Ahora tú te vas arribas, con ese mapa tuyo; porque mi sala común esta por aquí.
—Sabes que puedo ver dónde queda tu sala común ¿no?
—Sí, pero al menos no será por mi culpa, Potter.
Esperó con los brazos cruzados a que Harry subiera la escalera, se colocara la capa y desapareciera. Palpó los bolsillos llenos de chucherías y volvió a morder la jugosa manzana que le hacía recordar que aún podía disfrutar del presente.
Comenzaba a tratar de ignorar el mal presentimiento que empezaba a clavarle las uñas en la yugular.
• ── ◦ ◦ ── •
—Profesora ¿me llamaba?
McGonagall recibió a Pansy con una sonrisa serena, cosa que no ayudó a aminorar los latidos nerviosos que le golpeaban el pecho desde que se enteró de que McGonagall la buscaba sin cansancio.
Entró al despacho de McGonagall, que se trataba de un cuarto recatado, con estanterías sin polvo debido al uso recurrente de los libros y una pizarra llena de papeles que lucían importantes, pero que Pansy no comprendió demasiado bien.
—¿Quieres un poco de té? Acabo de preparar un nuevo tipo que el profesor Dumbledore me regaló.
Pansy asintió, en un intento de no parecer demasiado incómoda. Se sentó en la silla que la profesora le apartó frente al escritorio y vio como un bonito juego de tazas flotaba al frente con un líquido marrón claro; el olor al Jazmín y la canela le hicieron recordar al aroma con la que su abuela aromatizaba la casa.
—¿Sucedió algo malo? —preguntó Pansy, sin dejar de pensar en las posibilidades. Era prefecta y después de lo sucedido con Umbridge el ciclo anterior, lo que menos buscaba era más dilemas.
—No, bueno… al menos no creo que lo tomes mal… —dijo McGonagall como si quisiera agregarle misterio a un cuento—. Señorita Parkinson ¿recuerdas la conversación que tuvimos antes de que rindieras tus TIMO?
—Quería que aplicara por la clase avanzada de transformaciones ¿cierto?
La profesora abrió un cajón del escritorio y sacó un archivo. Seleccionó un papel que le extendió a la chica con expresión orgullosa.
—Tanto en la parte práctica como teórica; ni una sola falla. Un auténtico extraordinario —señaló la profesora, a lo que Pansy cayó en cuenta de que la profesora contaba con su evaluación. Le permitió revisarla para regodearse ante la sensación de contar con el puntaje perfecto—. Hace años que no sucedía una situación como esta, tienes talento para la transformaciones, señorita Parkinson.
—Dígame Pansy, profesora, no tengo problema.
La mujer no ocultó la sonrisa que hizo que las arrugas del rostro se le acentuaran de manera tierna.
Se preguntaba que tan bien le fue a Hermione, o cuál era el rango para obtener un extraordinario, porque según ella, igual consiguió la nota máxima.
—Estoy ansiosa de conocer el temario de este año —admitió Pansy, tan pronto dejó los papeles encima de la mesa—. ¿Es demasiado complejo?
—Nada que no puedas lograr. En realidad, quería agregarle un poco más de… ¿Cómo decirlo?… interés a tu educación, pero para eso necesito saber si has reconsiderado tus opciones laborales.
—Sí, lo he pensado mucho.
Aquello era irrefutable, la mayor parte del verano se lo pasó pensando en el futuro. Era inevitable, el mundo entero hablaba de lo que sucedería y a veces le costaba asociar que los eventos que se llevaban a cabo—la guerra, el Innombrable—; repercutían en la vida que mantenía en Inglaterra, al final de cuentas, el pasar casi todo el verano en Escocia hacía que se distanciara de esa parte (no tan alegre) de su vida.
—Pero no he llegado a una conclusión, es decir, con todo lo que está pasando; considero que lo mejor es mantenerse lo más lejos del ministerio.
Sus padres se lo dijeron luego de revisar los resultados que obtuvo en los TIMO; que tenía prohibido el tan siquiera pensar en trabajar en el ministerio, en especial con los rumores que circulaban. Entre los más controversiales, que lo primero que haría el Innombrable sería hacerse con el poder del ministerio de magia.
Al final de todo, eso fue uno de los pilares en el cual falló en la primera toma de poder. Un error que no volvería a cometer.
Sus padres, que ambos trabajaban en el ministerio, decidieron que tan pronto vieran algo extraño, se tomarían unas vacaciones prolongadas. Esa era una de las ventajas de venir de una familia rica, los Parkinson poseían el sustento suficiente para no considerar el trabajo como una cosa necesaria o urgente.
—Entonces creo que lo que te voy a proponer te va a agradar, Pansy. Más que nada te va a servir para ampliar tus horizontes y darte cuenta de las facultades que posees —explicó McGonagall de pie—. Por si no te diste cuenta, el ministerio de magia nunca ha sido algo que me ha gustado del todo. Siempre, sin importar que, hay que seguir las reglas, lo que limita el poder ir un poquito más allá.
Pansy no alcanzó a responder nada, antes de ver como la profesora McGonagall adoptaba la forma animaga; se sorprendió igual que la primera vez que la vio, aunque en esta ocasión la profesora dejó que Pansy le rascara la cabeza.
—Cuando tenía tu edad, más o menos, Dumbledore me ayudó a transformarme en animaga, en aquel tiempo, él era profesor de transformaciones y yo, no es por presumir, pero era su mejor alumna —dijo McGonagall, como gato, a lo que Pansy soltó una risa. La profesora volvió a la normalidad y quedó frente a la chica en una postura elegante—. Pansy, querida ¿no te gustaría volverte una animaga?
La chica abrió la boca impresionada, tanto que volteó un poco el contenido de la taza. La profesora no bromeaba, nunca lo hacía, y si le decía eso era porque consideraba que gozaba de las aptitudes para lograr tal tipo de magia tan avanzada.
—Bajo mi tutoría, te ayudaré a que te vuelvas una animaga, sin problemas ni contratiempos, pero necesito saber tu opinión.
—¡¿Animaga!? Es una locura ¿no? Es decir, es magia que supera el nivel Éxtasis.
—Y el nivel auror. Ser animago es un trabajo demasiado complejo y, si se hace mal, trae consigo unas consecuencias nefastas.
—¿Usted de verdad cree que podría…?
—Eres la primera alumna a la que le sugiero esto, Pansy. ¿Crees que se lo propondría a cualquiera? Piénsalo, no es necesario que me….
—¡Sí! Si quiero hacerlo; eso sería… asombroso.
La profesora asintió, se volvió a sentar frente al escritorio con un brazo hincado sobre la madera y la cabeza apoyada sobre el dorso de la mano.
—Bien, entonces, voy a comenzar a hacer los preparativos —señaló McGonagall, al tomar un calendario inusual, con la fechas de las lunas y el clima—. ¡Qué suerte! Podremos empezar a finales de octubre, por el momento, te pediré que trates de mantener esto en bajo perfil. No me gustaría tener a alumnos de otros cursos pidiéndome que los ayude en convertirse en animagos.
Pansy aseguró con gran emoción, mientras imaginaba la forma que tendría ¿Quizás un ave o un gato? Le gustaría ser un delfín y también un león. No obstante, era consciente, que fuera el animal que le tocara, ella quedaría encantada.
Tan pronto se despidió de la profesora, se fue disparada a la biblioteca para reunir todos los libros que tuvieran la palabra animago en ellos.
Aun así, algo no dejaba de golpearle la cabeza con instancia; que le reclamaba por atención, pero debía guardar la calma, la profesora conservaba la razón y sospechaba que sugerirle a un estudiante aquello no era demasiado legal.
Al fin notaba en donde recaía el espíritu de Gryffindor de la profesora. Lo vio en los ojos de ella, el cómo brillaban ni siquiera por un beneficio propio, sino que era para ella; ardientes y ansiosos del progreso de una alumna.
Abrió un libro relacionado con hombres lobos y animagos, Pansy sonrió.
Draco. La cabeza le mostró la presencia de su amigo. Por fin dejaría de lloriquear cuando lo ayudaba a vendarse las heridas.
Pansy, de una vez por todas, podría acompañarlo en esas solitarias noches. Finalmente, estaría un poco más cerca de Draco, ya no de modo compasiva.
Estaría ahí, para él, como un poste del cual sostenerse.
Por eso y motivada por el ansia, no pudo evitar la sonrisa hasta que se fue a la cama.
• ── ◦ ◦ ── •
El horario se les hizo llegar a todos en la mañana. Harry revisó el suyo sorprendido de que, en efecto, quedó en pociones; lo que fue bueno, hasta que recordó que no compró el material motivado por el pensamiento pesimista tan propio de él. Le echó un vistazo a la mesa de profesores, donde Slughorn alzó la taza de café mañanero hacia él y reanudó la animosa conversación que mantenía con el profesor Flitwick.
—¡Es que no me lo puedo creer! —gruñó Ron, que llevaba hablando en un tono malhumorado desde la noche anterior—. Estuvimos tan cerca de deshacernos de Snape, para que ahora sea nuestro profe de DCAO.
—Bueno, al menos ahora no tienes una excusa para que te vaya mal en pociones —contestó Hermione cruzada de brazos—El profesor Slughorn parece alguien bastante fácil de complacer.
—Ya, pero voy a sacrificar pociones por DCAO. ¡Vaya mierda!
Harry se encogió de hombros, pero apoyó a Ron en silencio, ignorando los ojos en blanco de Hermione. Le dio un último vistazo al horario y metió el papel mal doblado en el bolsillo del pantalón.
Hermione no dejaba de comentar las modificaciones que hizo en los tiempos de estudio para poder acomodar todas las tareas de los éxtasis que tomó. Ron y Harry se mostraban hipócritas al respecto, ya que le mencionaban a Hermione lo preocupados que estaban ante la situación de su amiga, aunque de espaldas vitoreaban al notar la cantidad abismal de tiempo libre que poseían.
Además de eso, advirtió que las cosas en Hogwarts parecían seguir el típico curso atemporal del resto del mundo. Como si Voldemort no hubiera regresado. Era una situación que le preocupaba a Harry en exceso, ya que lo único que recibía eran miradas asombradas (y coqueteos nuevos); como si estuviera destinado a cometer una misión mística, casi fantasiosa. Imaginaria.
¿Por qué todos se limitaban a mirarlo y darle sus apoyos en lugar de ponerse a pensar en lo que ellos podrían hacer para mejorar la situación?
—Porque todos saben, a través de rumores, que eres "El Elegido", Harry —le dijo Hermione—. Es como si le pidieras a la población que hicieran el trabajo del presidente; los dolores de cabeza son asignados a otra persona que los representa y con eso están contentos.
Era lamentable. Mínimo se esperaba alguna charla que llevara como título "Voldemort Regresó ¿Qué puedes hacer para no morir por un Avada Kedavra".
En el universo de fantasías de Harry, esa era una de las mejores soluciones.
A pesar de esto, siempre acababa en lo mismo: suspirando. No podía hacer nada al respecto, sin que se le subieran los humos a la cabeza y comenzaran a tacharlo de poseer el "complejo de Lockhart".
El desayuno terminó y los chicos se levantaron, mientras asumían que debían volver a afrontar aquella rutinaria vida estudiantil.
Con todo, no se quejaba del pequeño atisbo de normalidad que Hogwarts le otorgaba. Era una leve luz que le iluminaba los días y barría el desgano con completa sutileza.
• ── ◦ ◦ ── •
La sala de clases apestaba, de esquina a esquina, a Harry, pero Potter todavía no llegaba. Lo que resultó extrañísimo.
Draco se mordió el labio, y hundió la cabeza en el hombro de Pansy. No quería despegarse de la chica porque eso significaba volver a sentir aquel rugido en el estómago.
—¿Draco que pasa? —preguntó Pansy, al notar como Draco llevaba ya demasiado tiempo con la nariz pegada a su pelo.
—Este sitio apesta a Potter.
En cuanto alcanzó a decir esto, el olor se intensificó tan pronto Harry entró al aula. Vio a las pócimas expuestas al frente y como todas emanaban humo.
Harry vio a Draco confundido y este se mordió el labio, sin notar como comenzaban a crecerle los dientes, lo que le ocasionó que se hiciera daño a sí mismo.
Pansy le hizo un gesto con la mano a Harry para que se alejara y se acercó a Hermione con Draco que daba bocanadas de aire, en un último recurso de mantener la compostura.
Juraba que en cualquier minuto saltaría sobre Harry para devorarlo por completo.
—Draco debe irse de aquí ahora si no va a acabar por atacar a Harry—le explicó Pansy en voz baja—. ¿Qué pociones son esas? Según él una de esas apesta a Potter.
Hermione alzó la mirada, estudió las pócimas y pronto puso una expresión de asombro total.
—Regresa con Draco en media hora más, Pansy —indicó Hermione—, creo saber que poción le causó ese efecto.
Pansy asintió y se llevó a Draco del aula. Al pasar al lado de Harry, Draco tuvo que dejar de respirar.
—Vamos al baño, te refrescas y regresamos.
—Gracias, Pans, lamento hacerte perder el tiempo.
—Tranquilo, si estoy contigo todo estará bien.
Pansy entró de in fraganti al baño de hombres, con el sonido del timbre de fondo. Draco se lavó la cara y se frotó los ojos para borrar cualquier rastro de brillo.
Era el olor de Harry, pero sin ese rastro húmedo. Como si Harry se hubiera desligado por completo de Voldemort. Un olor que le gustaba mucho más que el que Harry conservaba. Era ese tipo de aroma que embotellaría para sentirlo a diario, el cual utilizaría para perfumar todas sus pertenencias, con la certeza de que jamás se aburriría de este.
Esperaron treinta minutos exactos, regresaron al aula, para percatarse que las tres pócimas estaban tapadas y el profesor Slughorn le enseñaba al grupo un pequeño frasquito.
—Profesor… — Pansy llamó la atención, lo que hizo que toda la clase se volteara hacia ellos. Harry se separó de Hermione y se fijó en Draco que lucía como si nada hubiese ocurrido —. Lamentamos la demora, pero Draco no se sentía muy bien.
Slughorn se quedó con los ojos puestos en Draco un largo instante, hasta que terminó por arrugar la nariz con cierto desagrado y regresar a dirigirse a la clase.
—Ah… pasen, pasen, no hay problema: bueno ahora les enseñaba tus compañeros el premio de hoy, Felix Felicis, para quien me haga la mejor muestra de muertos en vida…
Draco y Pansy asintieron, y se acercaron al mesón más lejano al de Harry, para comenzar a elaborar.
Las instrucciones del texto eran complicadas y poco claras. Draco, a pesar de seguirlas a la perfección, se dio cuenta de que la poción no se asemejaba ni un poco a la descripción planteada.
Aun así, no era el único con problemas. Pansy no dejaba de maldecir porque los escurridizos ingredientes se le escapaban de los dedos; Hermione aparentaba ser una leona hecha y derecha, con la melena llena de frizz.
Sin embargo, frunció el cejo a ver a Harry elaborando con facilidad la pócima, con tanta serenidad que inclusive tarareaba una canción al son que revolvía el líquido en la dirección contraria a la que dictaba la receta. Para el final de la clase, se acercaron al caldero de Potter para comprobar que, en efecto, él fue el único que logró elaborar una dosis perfecta de muertos en vida.
Eso fue la gota que colmó el vaso. Draco no era capaz de estar más enfadado porqué; primero Harry había sido el motivo por el cual tuvo que irse de clases y; segundo, ahora ganaba el premio de la clase.
Harry le sonrió nervioso, pero Draco pasó de largo y lo ignoró al término de la clase, sin siquiera molestarse en el motivo por el cual Pansy, se quedaba con Hermione para charlar.
• ── ◦ ◦ ── •
—¿Qué eran?
Hermione se encogió de hombros y se acercó al profesor.
—Profesor, Pansy quería saber si podía mostrarle las pócimas que nos enseñó al comienzo de la clase.
El profesor miró a Pansy escéptico.
—¿Cuál es tu apellido, jovencita?
—Parkinson…
—¿Tu padre no es el jefe del Departamento de Accidentes y Catástrofes Mágicas? ¿Archie Parkinson?
—Esto… Eh… ¿Sí?
El hombre formó una brillante sonrisa, pasó entre las chicas y se acercó a los brebajes.
—¡Estupendo! Conozco a Archie muy bien, háblale de mí; de seguro se acuerda de mis clases. No estoy demasiado al corriente de su mujer, pero es parte del departamento de cooperación mágica internacional ¿cierto?
—Sí, mi mamá trabaja en el cuerpo de normas internacionales del comercio —contestó Pansy, mirando a Hermione nerviosa, para escabullirse del gesto ilusionado del hombre—. Esto… profesor ¿y las pociones?
—Claro jovencita, a ver; la primera que tenemos aquí es Veritaserum, quien la beba se ve obligado a decir la verdad absoluta —explicó, mientras le mostraba el líquido traslúcido—. Por aquí tenemos Multijugos que sirve para adoptar la apariencia de la persona que queramos; muy peligrosa y… esta última es la favorita de muchas damas: Amortentia, la poción de amor más poderosa que existe. Un dato curioso es que huele distinto para cada persona.
Pansy sintió con fuerza un olor floral, pero mezclado con un tinte de perfume masculino y tarta de cereza. Se sonrojó por instinto el segundo anterior a que el profesor volviera a cubrir las pócimas.
—Mu… Muchas gracias, profesor.
—Nos vemos.
Pansy salió del aula junto a Hermione; aferrada al brazo de su amiga, que se tomó la cabeza confundida.
—¿Qué oliste?
—Pergamino nuevo y pasta de dientes…
—Okay, entonces debe funcionar —aseguró Pansy que se rio un poco—. Sabía que Draco pasaba demasiados tiempo con Harry, pero esto… cuando se entere…
—No le digas todavía —interrumpió Hermione —. Si es que se demora mucho en darse cuenta le dices, pero por ahora no creo que sea buena idea… además se fue enojadísimo de clases.
Pansy se tragó un suspiro y dijo:
—¡Es irónico, Hermione! Draco ahora tiene un enamoramiento para nada heterosexual con Harry Potter. Lo que significa que puede tener dos resoluciones: O sale muy bien, o sale muy mal, ¡y déjame decirte que me veo más tentada a la segunda opción!
—Mira, alégrate de haber terminado con Draco el año pasado —tranquilizó Hermione—. Ya puedes ver por donde apuntan los gustos de tu mejor amigo.
Una extraña tranquilidad comenzó a aflorar en el pecho de Pansy, que se mezclaba con una sutil rabia y terminaba en tragedia. Se preguntaba si quizás Draco, alguna vez de las decenas de veces que se besaron, lo hizo porque la quería, no por una presión impuesta por ella de manera inconsciente. Se preguntó si Draco siempre tuvo los gustos inclinados hacia ese lado, y la utilizó a ella (y a otras tantas chicas más) para tratar de convencerse de otra cosa, sin que resultara del todo efectiva.
Quiso saber tantas cosas, pero acabó convencida de que la única persona que era capaz de otorgarle el lujo de saber la versión completa era Draco.
—Mione… ¿Harry alcanzó a oler la Amortentia?
—Supongo.
Hermione se encogió de hombros y saludó a Ginny que subía las escaleras con Luna. Se detuvieron un rato para charlar con ambas chicas—aunque a Pansy no le apetecía demasiado— que continuaban puertas afuera de la sala de pociones.
—Te queda de fábula ese corte, Pansy —señaló Ginny, con una enorme sonrisa, que se escabulló dentro del aula junto a Luna.
Pansy observó a Ginny confundida, se sonrojó de pies a cabeza y tomó a Hermione de brazo para irse del piso.
—Hermione, debes descubrir a que huele la Amortentia de Harry, porque si no esto va a acabar fatal —aseguró Pansy, que se dio un par de golpecitos para espabilar de estupefacción—. Ya sabes, porque si no… Ginny se va a llevar una gran desilusión.
—¡Ay! Me siento tan mal ahora. Yo fui la que le dio la idea a Ginny de que saliera con Dean para darle celos a Harry —admitió Hermione—, y ahora parece que Harry ni caso le hace.
—¿Sale con Dean?
—Ah, si ya llevaba como mes y medio juntos. ¿Por qué?
Pansy le dedicó una media sonrisa y se encogió de hombros.
—No, por nada; solo pienso que hacen una pareja extraña, —señaló Pansy—. Ahora tengo hora libre, así que voy a tratar de buscar a Draco antes de que asesine a alguien.
—Nos vemos, Pans.
Pansy se quedó con los ojos puestos en la silueta de Hermione, que desapareció al girar en un pasillo. Se aferró al bolso, ordenó toda la maraña de pensamientos intrusivos y suspiró en un afán de que eso solucionara algo.
• ── ◦ ◦ ── •
Notas:
1) Don't Try suicide: Queen.
Hola!
Vaya, vaya… así que ya se confirmó, Draco esta loquito por Harry ajaja. Poco a poco me adentro más a la sendera romántica de este fic.
Este año (me refiero al sexto de estudios), es el periodo en donde los chicos van a poder estar un poquito más relajados. Venga, como en el libro, que aparte de las clases particulares de Harry con Dumbledore, en realidad, no pasa demasiado meollo hasta el final. Por eso, es una obviedad que este es el año en donde mis chicos podrán explorar un poquito más.
Séptimo, eso sí, se viene intenso… pero no revelo nada más.
Acerca del proceso de escritura. Va lento, más que nada porque estoy rasguñando momentos para poder escribir y editar, ya que estos finales se vienen intensos. A decir verdad, una vez publique este capítulo, me voy a tener que poner a escribir un largo informe que tengo que entregar el viernes. ¡Deséeme suerte!
Muchas gracias pos sus comentarios bonitos, siempre me alegra el día recibir alguno, y ver que aprecian mi humilde trabajo.
THE MACHINE.
