"Si tan solo pudiera hacer eso, que lindo sería.
Si tan solo pudiéramos ir a algún lugar,
A comer, a ver una película cómodamente.
Haría cualquier cosa por eso, chica.
Lo siento, tal vez estoy siendo muy racional,
pero aún así, si algún día me ves, sonríe por favor.

Si solo por un día pudiera estar contigo.
Si solo por un día pudiera sostener tus manos.
Si tan solo tú y yo pudiéramos estar juntos.
Hazlo, hazlo, hazlo.
Me gustaría estar contigo solo un día.
Solos tu y yo, teniendo una fiesta"¹

• ── ◦ ◦ ── •

Aceptaba lo erróneo de su accionar, pero de cualquier modo consideraba que todo el contexto que lo rodeaba le daba suficientes motivos para seguir adelante.

Ron siguió a Hermione por los pasillos, caminaba a hurtadillas de la chica, mientras trataba de lucir lo más tranquilo posible. Ni siquiera era consciente de lo que esperaba encontrar, pero con una leve interacción se contentaba.

Al final lo encontró, cuando Hermione se sentó en la biblioteca y minutos después Draco apareció. Se escondió detrás de una fila de estanterías, con el pulso acelerado, que lo hizo cerrar las manos en dos fuertes puños, en cuanto pudo definir con mayor claridad el anguloso perfil de Malfoy.

—¡Draco! Hola.

Draco se acercó a la mesa de Hermione, con ambas manos metidas en los bolsillos, el mentón alzado y la nariz arrugada.

—¿Weasley está contigo?

—¿Eh? No, se supone que debe estar en el entramiento de Quidditch con Harry. Bueno... al menos hasta las seis.

Draco chasqueó la lengua, miró a los lados y se sentó frente a la chica con las piernas cruzadas. Ron se ajustó la capucha de la sudadera negra que se colocó encima; la había tomado "prestada" de Harry, por lo que le quedaba corta de mangas y limitaba el rango de movimiento de sus brazos, pero le servía para mezclarse entre las sombras de la biblioteca.

—Apestas a Weasley —declaró Draco—, casi como si el imbécil estuviera por aquí.

Ron se mordió el labio molesto, en un inútil intento de suprimir las ganas de salir de su escondite para golpear a Draco.

Hermione frunció el cejo y se cambió de puesto al lado de Draco. Ahora sí que Ron quería salir para apartar a Hermione de lo cerca que se colocó del chico. Draco no se inmutó ni un poco acerca de esto, ni tampoco hizo amago de quitar el mechón de cabello que le rozó la mano por accidente.

La chica terminó por ladear la cabeza e inclinarse cerca del rostro de Draco, para examinarlo a detalle.

—Ya te ves mejor, aunque estás un poco pálido y tienes los ojos hinchados...—puntualizó Hermione, que comparó la fría tonalidad de la piel de Draco con la suya—¿Acaso llo-?

—No es de tu incumbencia, Granger, a decir verdad vine a devolverte esto; Harry me lo dio.

Draco depositó uno de los frasquitos de esencia de Murtlap en la mesa. Ron reconoció el líquido al instante, ya que el brillante color amarillo del ungüento y la considerable cantidad de veces que Ron le pidió a Hermione un poco después de un entrenamiento—porque nunca se salvaba de una herida ocasionada por el golpe de una quaffle—; hicieron que no se pudiera olvidar de la sustancia con tanta facilidad.

Hermione asintió, llevó el frasco a la luz para analizar cuanto le quedaba y lo depositó de nuevo en la mesa.

—¿Eso es todo?

Draco se lo pensó un momento, con los ojos puestos en los textos de Hermione—No... mira, lo de la esencia fue una excusa. Vine porque quería probar algo... algo con el libro.

—No he podido desencantarlo, Draco, lo siento.

—Sí, pero Potter me dio una idea el año pasado que no pudimos probar debido a lo que sucedió.

Hermione hizo un ruido pensativo y sacó el pesado libro de la mochila. Era el que Ron encontró debajo de la cama de Hermione, se aproximó un poco para espiar la situación desde más cerca. Draco se apartó un segundo, desfundó la varita en un— para el gusto de Ron— ostentoso gesto y apuntó hacia el libro.

Un pequeño halo de luz plateada impactó contra el texto en un gesto poco impresionante. Hermione aprovechó de tomar de nuevo la esencia de Murtlap y, una vez Draco guardó la varita, se quedaron sin saber qué decir, con la mirada puesta en el libro.

—Vamos, tócalo.

Draco se guardó una mano en los bolsillos y con la otra se rascó la nuca, en un ademán poco convencido.

—Confía un poco en Harry ¿sí? —dijo Hermione, destapando la esencia de Murtlap—. Un dedo y si no funciona: te ayudo.

Draco cerró los ojos para mentalizarse y posó un dedo; sin que nada ocurriera. Esbozó una sonrisa al ver que tomaba el texto entre las manos. Ron no comprendió el motivo de la alegría reflejada en el rostro de Draco, al final de cuentas, él había sostenido el libro sin mayores complicaciones.

—¡Increíble! —exclamó Hermione, tan alto que recibió un regaño por Madame Pince. Ron se acercó un poco más a la escena, mientras rumiaba un par de palabras molestas, al ver que Hermione compartió (compartió) una risita (¡risita!) cómplice con Draco (¡Malfoy!).

Draco metió el libro en la bolsa y se puso de pie. Hermione le sonrió con tantas ganas que parecía que en cualquier momento iba a saltar a los brazos de Draco. Destellaba vida y felicidad por el logro ajeno, que hizo que Ron soltara una maldición por lo bajo.

Draco, que en todo instante mantuvo una prudente distancia con la chica, se encorvó hacia Hermione y la besó con la vista puesta en dirección a Ron. Hermione impresionada se quedó paralizada, a lo que Draco la tomó por la cabeza y profundizó el contacto. Ron se aproximó con dos pasos violentos y apartó a Draco de un empujón tan fuerte que lo hizo retroceder hasta golpearse con la mesa.

Hermione se tomó los labios y frunció el cejo al ver a Ron con esa sospechosa pinta, interpuesto entre ambos.

—¿¡Pero quién mierda te crees Malfoy?!

—Oh... vaya Weasley... qué sorpresa ¿Granger, no me dijiste que Weasley tenía entrenamiento? —meditó Draco, que se relamió los labios pensativo—tal parece que tenemos a un niño malo que se salta las prácticas para escuchar conversaciones ajenas. —Draco se le dirigió con esa voz que utilizaban los adultos al hablar con niños pequeños— ¿Acaso tu mami no te dijo que es de mal gusto?

—¡Cállate, hijo de perra!

Madame Pince llegó al sitio de la discusión, molesta por el vocabulario que Ron usaba. Una vez los reprendió a los tres regresó al puesto, con la última advertencia.

—Vas a pagar por esto...

Draco se encogió de hombros y fingió inocencia—. ¿Por qué? Lo siento, no comprendo... Tú no eres el novio de Granger como para imponer autoridad sobre ella, ¿No es así, Granger?

La chica miró a Draco estupefacta, con las mejillas sonrojadas, apartó a Ron y le dio a Draco una cachetada tan fuerte, que pronto la mejilla del chico se tornó rojiza.

Hermione observó a Ron con los mismos ojos encendidos que le dedicó a Draco (una mirada fiera, atemorizante, que hizo que a Ron se le helara la sangre), agarró uno de los libros más pesados que disponía en la mesa y le asestó un golpe certero en la cabeza, que lo hizo soltar un gemido de dolor.

—Los dos fuera de aquí, si no quieren acabar en la enfermería.

—¡Mione!

—Cállate, Ronald, ya hablaré contigo —gruñó Hermione, apretando una pluma con furia—. Malfoy, te largas ahora antes de que te dé un puñetazo aún más fuerte que el que te di en tercero y, para tu información ¡No necesito a un novio para hacerme respetar! Ahora, o te vas o te mueres.

Draco le sacó la lengua y se fue con la mano pegada a la mejilla. Ron se quedó un rato paralizado frente a Hermione, porque nunca había reconocido en su amiga ese atractivo que hizo que las piernas le flaquearan; murmuró una última disculpa y se marchó, considerando que era la primera vez que el trayecto de la mesa habitual de Hermione a la entrada de la biblioteca se le hacía tan largo.

Afuera, Draco recibía los mimos de Pansy que lucía super comprensiva por la actitud que el chico adoptó con Hermione. Sin pensarlo demasiado Ron se acercó a Pansy, empujó a Draco y le plantó a la chica un beso.

Pansy no titubeó y respondió con una patada entre medio de las piernas, que provocó que Ron soltara un gemido adolorido.

Draco comenzó a carcajear hasta que llegó a las lágrimas, al mismo tiempo en que Pansy le gritaba a Ron un sinfín de improperios.

—Qué asco... ¡ASCO, ASCO! ¡Cállate, Draco!

—Pero... Pans —río Draco, sin poder detenerse—. ¿Qué pasa Weasley? ¿Acaso crees que Pans me gusta?

—Hijo de puta...

Draco acabó por recomponerse, se acercó a Weasley y lo aprisionó contra la pared, haciendo caso omiso a los insultos que Ron rumiaba. Con sorna, tiró de uno de los cordones de la sudadera.

—¿O acaso estás celoso porque yo he hecho lo que tú nunca te has atrevido? Pansy, Abbot, Davis, ahora puedo agregar a Granger a mi lista... ¿Te cuento un secreto? Ella sabe cómo a crema chantillí —le dijo Draco, enrollando el cordón entre los dedos, para terminar por soltarlo. Ron se mordió el labio con tanta fuerza que comenzó a sangrar. Las pupilas de Draco se dilataron, sin dejar de mantener la mueca burlesca— Te veo un poco pálido Weasley ¿será porque acabas de malgastar tu primer beso? O... tal vez ¡Ya lo entiendo! Parece que he malinterpretado todo, lo siento mucho, Weasley, pero no me van los tíos.

—Prometo que un día acabaré contigo, Malfoy.

Draco rozó con la yema del pulgar los labios ensangrentados de Ron. Tenía los dedos gélidos, y una vez terminó, miró el dedo con sangre y lo limpió en la pared detrás de Ron, quien no podía dejar de asquearse ante la actitud altiva con la que Draco lo examinaba.

—¿Ah? Quiero ver que lo intentes, parásito Weasley, porque por ahora, vas mal... muy mal —puntualizó Draco, que se separó de Ron, sonrió al pasillo—. ¡Oh! ¡Potter!

—Eh... ¿Ocurrió algo? —dijo Harry, que se acercó a trote. Ron negó con la cabeza—. ¡Draco! Tu rostro.

—Oh, ¿eso? Me lo hizo tu amiga, luego le preguntas; es una historia entretenida —contestó Draco, que sostuvo a Pansy por los hombros. La chica no dijo ni una sola palabra y se limitó a volver a aplicarse el labial—. Se hace la difícil, pero estoy seguro de que le gustó... Última cosa, Weasley: ¡bonita sudadera!

Harry frunció el cejo confundido, y se sonrojó al ver el guiño que Draco le dedicó en cuanto se marchó.

—¿Ron? ¿Estás bien? ¿Por qué usas mi ropa?

—Harry...—murmuró Ron, que se quitó el polerón de Harry y se lo devolvió— las chicas dan miedo.

Harry ladeó la cabeza, sostuvo la prenda, sin saber qué decir.

• ── ◦ ◦ ── •

—¿Puedes dejar de escapar, Jess?

Jessica detuvo el paso, cerró las manos y se volteó, mientras dejaba escapar un suspiro. Traía el uniforme mal puesto, con las medias rotas, la camisa fuera de la falda y la corbata hecha un nudo sin forma; de cerca pudo identificar que el par de nuevos pendientes eran dorados.

—¿Qué quieres, Malfoy? —inquirió Jessica, que dio un par de pasos para acercarse a Draco.

Draco se mordió el labio ante el trato arisco que Jessica le dedicó.

—¿Estás bien?

Jessica soltó una risa burlona, se lamió los labios y alzó una ceja.

—Perfectamente.

No lo estaba. Para nada.

Era una persona por completo distinta, Draco la volvió a oler, para comprobar el persistente aroma de Greyback impregnado en ella misma, que se mezclaba con el rastro de una magia poderosa y té de canela. Buscó en ella hasta dar con el único matiz que le resultó familiar: almendras.

Un par de estudiantes pasaron apresurados al lado, las cabezas giradas hacia ambos como si fueran bichos raros. Las campanas que indicaban el comienzo a clases sonaron y Jessica abrió el bolso.

—Cierto, casi me olvidaba —Jessica rebuscó entre los libros escolares, hasta sacar una bufanda verde—, te la devuelvo.

Agarró la bufanda y vigiló con escepticismo las acciones de Jessica que rozaban lo rudo. Draco hundió los dedos en la tela verde; le quería devolver el regalo que le hizo sin que ese fuera el objetivo principal.

Esa prenda que en aquel punto, a pesar de ser verde, era más de Jessica que suya. Olía a la niña del pasado y Draco temía que si la sostenía durante demasiado tiempo, aquel aroma se iba a desvanecer.

—¿Otra cosa?

—Sí —dijo Draco, a lo que Jessica puso los ojos en blanco impaciente—. Las clases extra de astronomía tendrán el mismo horario que el año pasado.

—Pues vale.

—¿Solo eso?

—No pienso malgastar mi tiempo en estúpidas asignaturas extras que te refuerzan conocimientos básicos; tengo cosas más importantes que hacer.

Jessica se dio media vuelta y avanzó, Draco sin ser del todo consciente de su actuar, soltó la bufanda para agarrar a Jessica del brazo.

—Luna llena es a final de mes.

De una sacudida, Jessica se separó del agarre de Draco. El pasillo se vació por completo, por lo que esas palabras retumbaron en cada pared.

—Tú dijiste que no me odiarías aun llegaras a conocer mis problemas; ahora ya lo sabes.

Jessica vio la bufanda tirada en el suelo, la recogió con las manos temblorosas y se la tendió a Draco que no la aceptó.

—Nadie ha dicho nada de odiar —soltó Jessica, que sostuvo por un segundo una mirada cargada de miedo, no obstante, pronto sacudió la cabeza y recobró los ojos vacíos que forzaba mantener—... eso es imposible.

La segunda campana sonó, Draco se mordió el labio y esperó a que dijera algo más, a que avanzara a sus brazos y él la aceptaría; claro que lo haría. Dejaría que Jessica se hundiera en un abrazo y él le diría que podrían arreglarlo, que buscarían una solución a todo.

Aun así, Jessica metió la bufanda de vuelta al bolso y se giró sobre sus talones.

—Cuídate, cachorro.

Vio la silueta de Jessica marcharse por el pasillo, con una calma que le trasmitió a Draco la sensación de estar atrapado en una pesadilla. Dejó escapar un gruñido agotado y estiró los brazos.

Se llevó las manos al rostro, olían al retazo de manada del pasado.

• ── ◦ ◦ ── •

—¿Que Jessica es una mujer lobo?

Draco asintió y Harry, sentado encima de la cama, sostuvo el espejo con el cejo fruncido.

—Eso significaría que fue mordida en el verano.

—No, Potter, fue mordida en navidad —bufó Draco sarcástico—. ¡Indudablemente fue mordida en verano! A veces me sorprende tu capacidad de decir obviedades cada dos por tres.

Harry infló las mejillas, e identificó que esa actitud irascible de Draco era debido al estrés. Se recostó sobre su estómago y dejó el espejo apoyado en la almohada.

—No sé qué quieres que te diga. Si fue mordida y me dices que huele a Greyback, todo está claro.

—¿Y el cambio de actitud?

—Lo siento, pero no me imagino a un aliado de Greyback comportándose como la Jessica del año pasado. Además, de seguro que estar dentro de las tropas de Greyback no es una experiencia agradable.

Notó la aflicción de Draco. Harry se sintió de repente un poco mal por haber dicho lo anterior con tanta franqueza

—Pero... no está del todo perdido, Malfoy. Tan solo debes ganarte de nuevo la confianza de Jessi —indicó Harry, que trató de mirar el lado positivo—. ¡Igual que el año pasado! No puedes cambiar tanto de un mes a otro. De seguro que esa fría personalidad que te mostró es una fachada. ¡La Jessi del pasado debe de seguir ahí!

Draco vio a Harry un largo minuto que lo puso nervioso. Harry se estremeció y reprimió la esperanza de que se hubiera quedado en silencio para mirarlo; era obvio que lo único que hacía era pensar.

—¿Y eso de que serviría, Potter? —preguntó Draco, con la mirada perdida. Esa era la palabra clave. Perdida, porque Draco no miraba a Harry con vida, si no con somnolencia. Era obvio que de tener los párpados cerrados, se hubiese quedado dormido y por eso se esforzaba en mantenerlos abiertos—. El año pasado la pasé distanciándome de Greyback; si me acerco a Jess, de forma inevitable, me acerco a Greyback.

Harry abrió la boca y asumió esa arrebatadora lógica; lo que lo derivó de manera inmediata a una conclusión temible.

—Insinúas que esto es parte de un plan maestro de Greyback ¿no?

Draco contrajo la boca—. No quiero ni pensarlo... me voy a dormir.

Harry se lamió los labios y definió las pestañas blanquecinas de Draco. Eran cortas, pero tupidas, casi imperceptibles.

—¿Quieres que quedemos mañana? Es sábado...

Draco abrió un ojo y lo desvió a la otra punta de la habitación.

—Está bien, ¿A dónde quieres ir?

—¡Hogsmeade! —exclamó Harry y Draco suspiró como afirmación—. Nos vemos en la entrada a las una. Ve a dormir, descansa.

Draco no se despidió con tanta emoción y lo vio desvanecerse. Harry metió el espejo en el cajón de noche, quitó el hechizo insonorizador y trató de no sonreír ante la idea de que hizo planes con Draco para el día siguiente.

Malfoy lo estaba pasando mal, eso era un hecho y Harry quería animarlo un poco, como el amigo que era. Sin segundas intenciones.

Vio la sudadera negra que dejó en el borde de la cama y se la llevó a la nariz, con la esperanza de encontrar un leve murmullo del aroma de Draco, pero no halló nada. Quizás si fuera un licántropo, hubiese dado con algo, pero la nariz mortal que poseía solo era capaz de identificar el olor del algodón y el desodorante de Ron. Tendría que meterla a la cesta de ropa sucia.

• ── ◦ ◦ ── •

Draco se terminó el bollo de canela que compró y examinó a Harry meterse entre los árboles.

—¡No te vayas a perder, idiota!

Harry asomó la cabeza detrás de un tronco delgado y puso los brazos en jarras.

—¡Apúrate!

Draco lo siguió. Esa parte del bosque que escoltaba Hogsmeade siempre le pareció una de las zonas más bonitas del pueblo. Aun así, el lugar le evocó los recuerdos de Jessica agachada, mientras trazaba constelaciones con piedritas.

—Sigo sin comprender por qué quieres venir aquí —expuso Draco, al compás en que esquivaba un arbusto de ramas espinosas. Harry llevaba la delantera, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón—. ¿No me quieres asesinar, verdad?

—¿Qué? No seas paranoico, Malfoy.

Llegaron a un pequeño claro entre medio de los árboles, en donde yacía una banca oxidada. Harry estudió el paisaje alrededor y asintió satisfecho.

—Practiquemos el patronus.

—¿Y eso a que viene, Potter?

—Recuerdos felices —especificó Harry, a lo que Draco resopló. Qué modo más peculiar de obligarlo a pensar en cosas que lo hacían sentir feliz—. Saca la varita.

Draco obedeció, porque tampoco tenía algo mejor que hacer y probó suerte un par de veces, en donde logró invocar una leve espuma, Harry se sentó en la banca, con los brazos cruzados; con ese semblante de profesor que utilizó durante el año pasado.

—La última vez que lo intentaste lograste hacer una ráfaga inmensa.

—Lo sé, Potter, no hace falta que me lo recuerdes.

La última vez fue durante la semana de exámenes y, en ese entonces aún atesoraba una casa a la que llamar hogar, no se había distanciado (del todo) con su padre y Jessica era esa niña que lo ayudaba a estudiar para los TIMO.

Hizo un patronus, pero con lo que acababa de pensar, esta vez ni siquiera salió una estela. Draco soltó un insulto y se encogió de hombros.

—Tal parece que no tengo recuerdos felices fuertes. Lo admito ¿vale? Soy un hedonista de mierda, eso del absentismo no me va.

—No seas irracional, Malfoy, esto no tiene nada que ver con tus tendencias materialistas. Debe haber al menos uno, trata de hacer un poco más de esfuerzo.

Se concentró en lo bueno que le sucedió en los últimos meses. Recordó a Adrien y a pesar de que probó suerte con el chico, lo único que soltó fue un soplido. También fue buena la ocasión en la que su tía le enseñó a preparar tarta de manzana, aunque acabó por llenar la cocina de humo. Tampoco funcionó.

Ladeó la cabeza, y sacó del bolsillo una chocolatina. Embriagado del dulzor, fijó los ojos en Harry que lo observaba expectante. Rompió un cuadro del chocolate y se lo dio al micropuff que descansaba dentro del bolsillo; acabó por volverse costumbre eso de llevar a la criatura a todas partes.

Acarició el suave pelaje y se terminó el último cuadro de chocolate.

Lo mejor fue el día que Harry vino a cenar. Las cosquillas, la promesa, esa maldita cosa que no causaba escandalo y se dedicaba a dormir.

Expecto Patronum.

De la varita de Draco salió un hermoso lobo que saltó por los árboles, el pelaje aparentaba ser sedoso y dominaba una actitud tan libre que daba envidia. Al desvanecerse, hizo el amago de aullar, pero no soltó ningún ruido. Tanto Harry como Draco vieron al patronus tan impresionados que se quedaron sin palabras. Todo apuntaba a que ni Harry creía que Draco lo iba a lograr.

—¿Lo hice?

Harry pestañeó un par de veces y miró a Draco que se volteó hacia él, con una sonrisa inmensa.

—Sí... un patronus corpóreo.

Una sonora carcajada salió de Draco con tanta sinceridad que varios pájaros salieron de las copas de los árboles. Harry se levantó del banco, sin saber si correspondía abrazarlo. Cuando él lo logró, Lupin le obsequió un chocolate y eso fue más que suficiente.

Sacó del bolsillo un par de bombones rellenos de mantequilla de maní, y le regaló uno a Draco que se lo comió de inmediato.

Harry observó a Draco, y le quitó el envoltorio al chocolate—. Supongo, pero no puedes negar que encaja contigo.

—Porque soy un hombre lobo.

—No, —dijo Harry de inmediato— porque parecía libre.

Draco devolvió la varita al bolsillo del pantalón y le enseñó la palma a Harry, quien lo miró un momento antes de comprender que quería que se dieran los cinco.

Al hacerlo: quedaron las risas de por medio.

• ── ◦ ◦ ── •

—Trajiste guantes.

Draco se miró las manos y dejó la mochila en una de las sillas del aula.

—Soy alérgico al acónito —contestó Draco, encogido de hombros.

—No, no lo eres, Draco.

Snape se mantuvo tan seguro de sus palabras que Draco se limitó a fruncir el cejo.

—Si lo fueras no podrías beber la matalobos —señaló Snape, sacando de un frasco varias ramas de acónito, Draco tomó el cuchillo y comenzó a cortarlas sin interrumpir el sermón del profesor—, el acónito en tu estado natural causa esa reacción en ti porque eres un hombre lobo, igual que la plata.

Draco vio la planta, que se veía tan inofensiva, pero en realidad era tan tóxica como el cianuro.

—La verdad es que eso ya lo había descubierto, profesor —declaró Draco, con una sonrisa—, pero es más fácil decir que soy alérgico a que soy un hombre lobo.

• ── ◦ ◦ ── •

Harry hincó los codos en la mesa de la sala común, mientras pretendía estar estudiando el libro del príncipe mestizo, cuando en verdad, buscaba una excusa para mirar a Ginny.

—¿Sucede algo, Harry? —cuestionó Ginny, apartándose un mechón de pelo del rostro que volvió al lugar original tan pronto se inclinó hacia Harry.

Harry se sonrojó y miró a un lado. Ginny olía a flores, de seguro que debía ser el delicioso perfume que utilizaba.

—No es nada, Ginny; pensaba no más.

Hermione, al lado, alzó una ceja e identificó el texto que Harry revisaba.

—¿Otra vez con ese maldito libro? ¡No es ético de tu parte, Harry!

Ginny pareció curiosa y, al no comprender la acusación de Hermione, decidió tomar el libro para darle un vistazo.

—¡Es como hacer una prueba de matemáticas con calculadora! —exclamó Hermione, cruzada de brazos—. Deberías devolver el libro a su sitio original y comprarte uno nuevo.

Mione, en algunas pruebas de matemáticas te dejan usar calculadora —contraatacó Harry, que le quitó el libro a Ginny y lo metió al bolso—. Deja de ser tan pesada con el asunto. Aun eres brillante en pociones, tenga o no el libro ¿vale?

—¡Hmph!

Harry analizó la manera en la que Ginny trataba de tranquilizar la decepción de Hermione. La sonrisa, las pecas, el perfil perfecto y era de baja estatura, cosa que elevaba el ego de Harry. Ginny aparte de lo guapa era inteligente y jugaba bien al quidditch; era en palabras sencillas, el tipo de chica de Harry.

El único problema era que, por más sonrojos que le ocasionara las interacciones que mantenía con la chica, no le provocaba los mismos sentimientos que Draco. Algo perduradero. Todas las frases que Malfoy decía se le quedaban grabadas en la cabeza durante los siguientes días o incluso semanas. Ciertas conversaciones del año pasado las continuaba recordando como si hubieran sucedido ayer.

Acabó por levantarse de la mesa confundido y entró al cuarto. Neville se sobresaltó al verlo llegar tan deprimido, pero al segundo continuó en lo suyo; cuidar las plantas.

Harry nunca tuvo problema en identificar sus sentimientos. Se percataba cuándo estaba furioso, triste o feliz. El año pasado descifró en pocos días el flechazo por el encanto de Cho y ahora reconocía que Ginny le atraía (lo que era un poco incómodo al tratarse de la hermana pequeña de su mejor amigo); inclusive, en la guardería supo en poco tiempo que esa niña que hablaba extraño y que le permitió jugar con el resto de los marginados, fue su primer amor.

Y ahora se hallaba enamorado de Draco.

Se dejó caer sobre la cama, con los brazos cruzados, un mohín en los labios, para ver el techo como si fuera interesante.

Harry siempre creyó que (solo) le gustaban las chicas. Es decir, su reacción ante niñas adorables como la de la cafetería en el verano fue evidente, pero Draco era hombre, lo viese por el lado que lo viese y según Harry tenía entendido, a él igual le gustaban (solo) las chicas.

Las oportunidades de que algo pudiera resultar entre los dos eran menores a cero. Tal vez se dejó llevar con lo que olió en la Amortentia, ¿y si se confundió de aroma? Existían un montón de otras personas que fumaban esos estúpidos cigarros, olían a plata y manzanas verdes.

Aunque en ese minuto no se le venía nadie a la cabeza para ejemplificar.

—¿Estás bien? —preguntó Neville, al verlo tan pensativo.

Harry pestañeó y se volteó.

—¿Luna y tú están saliendo?

—¡¿Qué?!... nosotros... eh... somos amigos.

—Pero a ti te gusta Luna.

—Harry... eh... bueno... es bonita... e inteligente —titubeó Neville. Harry lo puso tan nervioso que la regadera se le cayó al suelo y ocasionó un desastre—. Me gusta un poco... no, bastante.

—¿No tienes pensado decirle nada? Eso sería un desperdicio.

Neville pestañeó un par de veces antes de agarrar la varita y limpiar el suelo en un pispas. Suspiró aliviado y se sentó en la cama de Harry.

—¿Un desperdicio?

—Si te gusta Luna, deberías decírselo, si no es malgastar energía y sentimientos.

Harry gozaba de la gran habilidad de contagiar con emociones al resto, porque ahora Neville era quien quedó pensativo; el chico se miró las manos tersas y nudosas sin decir nada, hasta que decidió salir del cuarto. Harry regresó a la posición original con una versión de sí mismo en la cabeza que le gritaba "¡Hipócrita!", de todas las formas posibles.

Dijo eso a pesar de tener una cosa clara; no iba a decirle ni una misera palabra a Draco hasta que no estuviera seguro de que el chico, tan siquiera, hubiese estado con otro hombre. Ya que fuera reciproco, eran palabras mayores y un abuso de buena suerte.

Además, se trataba del niño-que sobrevivió, no iba a morirse por un amor no correspondido. Se encontró convencido de que el paso del tiempo acabaría por hacerlo entrar en razón.

• ── ◦ ◦ ── •

Un lobo.

Draco durante toda la clase (extra) de astronomía no pudo quitarse el pensamiento del patronus. A lo mejor era por la luna, pero le atribuía la culpa a que siempre que se encontraba escrutando el cielo lo albergaba un sentimiento nostálgico. Era, en palabras sencillas, la estancia ideal para ensimismarse.

—¿Todo en orden, Draco? Te noto ido.

La voz de la profesora Sinistra le cortó los pensamientos. Era cierto, Draco ni siquiera elaboró la actividad de la clase, ya que se limitó a mirar las estrellas y la arrebatadora luna.

—Eso creo.

Sinistra ladeó la cabeza y vio al resto de estudiantes que guardaban la indumentaria utilizada, ansiosos de irse a la cama.

—Jessica no vino.

—Sí, me dijo que ya no tomaría las clases extra —contó Draco, que se apartó del telescopio y lo encogió para unirlo al llavero—. Sin ella es... solitario ¿no?

Sinistra asintió y recogió el trabajo hecho por sus alumnos.

—Tendré que hablar con ella... pero por ahora, si tienes alguna preocupación, Draco, háblame; soy tu profesora, puedes confiar en mí.

Claramente, Draco deseaba decirle a Sinistra todo acerca de Jessica, sin embargo, no lo hizo, porque eso sería ser falso. Al final de cuentas, él conocía de primera mano lo que significaba el deseo de mantener la condición en el mayor bajo perfil posible.

—No es nada, son... asuntos familiares.

Sinistra murmuró una afirmación y se mantuvo en silencio un rato.

—Comprendo, hace un tiempo que leí un reportaje en "El profeta" sobre tu familia —admitió Sinistra. Draco agachó la cabeza y pronunció un largo asentimiento, mientras pensaba a cuál de las exclusivas se refería la profesora—, pero me quedé en el subtítulo.

—¿Por qué?

Draco no le quitaba mérito a los periodistas de "El profeta" quieneseran lo suficientemente competentes como para hacer titulares que suscitaban al morbo, en especial los referidos a familias mágicas de renombre. Eran cuentistas excepcionales, que podían relatar la misma historia de mil modos distintos y siempre enganchaban al lector hasta el final.

En ese punto, Draco ya había leído tantos reportajes de su familia, que se sentía tan expuesto como un animal en una vitrina para ser adoptado. Todos se acercaban, algunos lo observaban con pena, otros con asco, pero nadie quería hacerse cargo de él.

—Creo que es por la percepción que tengo de tus padres de su época de estudiantes; baches del oficio de profesor.

Analizó a la mujer otra vez. Parecía que hace meses que Sinistra no se pasaba por la peluquería para que le retocaran las raíces y se notaba más agotada de lo habitual; supuso que no pasó un buen verano porque no recordaba que la arruga que conservaba en la frente, el año anterior, estuviera tan marcada.

Aun así, nunca era capaz de calcularle a la mujer más de cuarenta y dos. La edad de un mago era engañosa. Envejecían más tarde que un muggle. Eran comunes los casos de treintañeros con aspecto de adolescentes.

—¿Les hizo clases a mis papás? —Draco preguntó lo obvio, debido a la impresión, porque le resultaba extraña la escena de ver a Narcisa de unos dieciocho con una profesora de diecinueve.

—Soy mayor de lo que aparento, Draco —dijo Sinistra tranquila—. Comencé a trabajar aquí hace mucho, mucho tiempo. Desde antes que tus padres entraran a primero.

Draco abrió la boca impresionado. Quería preguntarle la edad pero él sabía que nunca era adecuado hacer esa pregunta a una dama, sin importar el contexto.

—Por lo que te darás cuenta de que les tengo especial aprecio a los hijos de mis exalumnos, por ejemplo, Potter o los Weasley... tú también Draco. De tu familia, Narcisa era bastante buena en mi asignatura, aunque por lástima, no tomó los éxtasis.

Draco se rascó la cabeza—. De cualquier manera, los reportajes no son del todo falsos.

Solo los de "El profeta". Recordaba que Pansy, hace un par de semanas, vino con esa revista de chismes que tanto le gustaba para enseñarle una columna demasiado difamatoria de su familia, que incluía a la mafia japonesa. Seguía curioso acerca del cómo era que la gente contenía la imaginación suficiente para crear tales historias.

La realidad era más simple; una familia multimillonaria y sangre pura. El padre mortifago, el hijo que era un traidor, la madre era la intermediaria entre ambos, pero velaba más hacia el lado del hijo.

—Es una verdadera pena, pero tampoco puedo mostrarme sorprendida. La mayoría de los hijos de familia de sangre pura tienden a irse por el mismo lado —declaró Sinistra—. Son pocos los que han roto la moda.

Draco no discernió que responder y pensó en esos pocos. Ahora era parte de ese selecto rebaño de malditas ovejas negras.

—Andrómeda, James, Sirius, Arthur y Molly... ahora tú te unes a la lista.

—Un honor.

Sinistra esbozó una sonrisa y se acercó a Draco para posar la mano en el hombro del chico. Draco no dijo nada y se quedó viendo al patio, el bosque prohibido tranquilo y las luces del castillo que se apagaban a medida que la noche arreciaba.

—Las decisiones trascendentales, sean buenas o malas, son siempre las más complicadas de tomar, Draco.

Draco volvió a agachar la cabeza, pero lo reconoció tranquilo, si al menos eso le aseguraba la libertad que tanto ambicionaba, la opción cuerda era seguir por ese camino.

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Notas:

1) Just One day: BTS.

¡Hola!

Este capítulo me da muchas vibes fluff ❤️ Ya quería que Draco invocara su patronus, y con recuerdos de Harry

Como actu de mi vida: Ayer fumé mi primer cigarro... se que suena extraño, pero necesitaba contarlo por algún lado ajajaj. No me gustó el sabor (bueno ni siquiera lo escogí, ya que fue un cigarro de una cajetilla que me encontré en una fiesta), pero si la sensación.

En fin, lo prometido es deuda, vamos por el mini Q&A!

Pregunta Murtilla: Cual es la sospecha que ronda en draco? El ensmoramiento de harry? La falta de jess?

R: Era la ausencia de Jess, de que algo no iba del todo bien con ella. Ahora, tambien hay que tomar en cuenta las cosas que Draco ahora tiene en la cabeza. Con las nueva carga de materias, todo el asunto de Greyback y Jessica, ahora con su situación de marginado en Slytherin (del cual ahondaremos más adelante), Draco no tiene espacio mental para pensar en si sus sentimientos por Harry es algo como amor. Ajajaj

Ni idea que Puede ser el amor de pansy...

R: Esta más cerca de lo que parece... akajkja

Porq bane dijo q era mejor quedarse?

R: Porque vio el futuro. Vio la muerte de Sirius, luego todo lo que tendría que enfrentar Draco. La carga de la profecía sobre Harry. Por lo que le dijo que la mejor opción hubiese sido que se quedara para que no tuviera que enfrentar todo aquello.

Dum le gustará la amistad de harry y draco?

R: Anticipo: No, pero el viejo es listo y sabe que le conviene tener a Draco cerca para mantenerlo mas controlado. Además, hay que tomar en cuenta una cosa, Dumbledore dijo que le iba a comenzar a dar clases de Oclumancia a Harry. Lo dejo ahí.

Muchas gracias por tu constancia y apoyo!

Pregunta AnataYume: ahora me preguntó si Harry si olió Draco y no dio importancia o sólo es Draco el atormentando por el olor de su amortencia?

R: Draco si olió a Draco en su Amortentia, pero Draco no sabe que olió a Harry en la suya.

cada ves haces que me pregunté de que lado está nott, Draco debes regresarlo a tu lado!

R: De Nott sabremos más el próximo capítulo, que es uno de mis favoritos. Anticipo nombre del cap: "El secreto de la familia Nott".

Muchas gracias por tus consultas!

Agradezco tambien a Tod s los que me dejaron comentarios acerca de mi fic el capitulo pasado. ¡Me motiva mucho leerlos y tambien me hace ganar seguridad en mi trabajo! Deseosa de que ya sea la próxima semana para continuar publicando.

Ando trabajando arduamente para adelantar capítulos! Y ya estoy redactando los dos últimos capítulos de esta segunda parte. ¡Que emoción!

THE MACHINE