Guerra
…
Ese día que la conocí no sabía en realidad que lo iba a hacer, solo sabía que necesitaba salir desesperadamente a un lugar, y al único al que podía ir sin que me quitara demasiado tiempo era aquel país neutro.
Sinceramente en un principio no lo veía venir solo lo hice, me arregle sin siquiera saber, causando algunas miradas curiosas, puesto que sabían que yo no era una persona que no saliera de la habitación donde vivía sin mi uniforme.
-vas a salir?-
Escuchaba aquella voz conocida de mi amiga, aunque podría decir mejor, más bien era mejor decirle a esa mujer de cabello rojizo, que era mi compañera de oficio, la cual le encantaban los chismes aunque ella decía que era adquirí información de varias fuentes y en esta ocasión no era distinto.
-si-
-a dónde? -
-a dónde más?-
-puedo ir? -
-no-
Sabía que si no le decía algo más, ella se atrevería a perseguirme y solo porque quisiera saber lo que sucedía de primera mano. No entendía su interés y diversión de eso. Así que volteé a verla y le dije.
-solo quiero ver algo de color-
Y seguí mi camino con la esperanza de que con eso se quedara satisfecha, daba gracias a que era así. Tomé el autobús que pasaba cada 30 minutos para un viaje de una hora y al llegar mi ansiedad solo se hacía más grande y mis pensamientos se descontrolaban más.
Era huérfana gracias a la guerra, guerra sin sentido que en vez de morir de hambre éramos el material suficiente para ser la carne de cañón por parte de nuestro imperio y eso si es que no tenías ese algo que buscaban como yo. Y que era lo que buscaban entre tantas personas sin ningún lugar donde llamarlo hogar pero que sí tenía uno donde morir durante la guerra?, bueno era la alquimia que quería a algunos mucho y a otros no tanto.
Yo era del tipo que la alquimia amaba ya que a tan corta edad era nombrada como uno de los tres, incluyéndome grandes alquimistas, ya que en vez de utilizar círculos para la transmutación solo pensaba en aquel circulo y este hacia lo que le pedía, cuando supieron como lo hacía fui material de investigación, aunque nadie más lo podía imitar, aunque lo intentasen, y aún hasta la fecha un tema hablado, en cualquier parte del imperio.
Tenía 15 años cuando él destino nos unió de una forma algo cliché si nos poníamos a leer historias de antaño, pero la verdad es que no me queje en ningún momento y esperaba a que ella tampoco, fue tan natural el tener ese encuentro predestinado que nuestro trato era como si nos conociéramos de antes. Curioso podría decirlo así.
-lo siento!, no fue mi intención! -
-eso dolió sabes? -
-discúlpame en serio, estaba pensando y no me di cuenta, perdón-
-está bien, veo en serio que no fue apropósito pero me podrías ayudar a levantarme, creo que me torcí el tobillo-
-en verdad lo lamento mucho señorita-
-tranquila por lo menos ahora sé que fue destino -
La palabra destino que había salido de su boca era el click que mi cerebro y mi ansiedad necesitaban para lo siguiente, lo cual era; que me había enamorado.
-por cierto no te he dicho mi nombre, me llamo Shizuru-
-estaba esperando el momento para que pudiera ponerle a mi destino nombre Shizuru, el mío es Natsuki-
Ese recuerdo todos los días me aseguraba de recordarlo y solo porque su sonrisa es toda una obra maestra.
-Natsuki Kruger! Acaso tengo que agregar a tu lista de crímenes la desobediencia!?, acaso no tienes suficiente? -
-lo siento su señoría, pero si lo escuche solo que no tengo nada que decir, tienen las pruebas y yo ya no puedo hacer nada-
-bueno por lo menos ahora eres sincera y a sabiendas de que por traición se te daría la pena máxima, se ha reconsiderado por tus habilidades y que eres la única alquimista que puede lograr ciertas cosas se te ha otorgado un leve perdón, el cual consiste en que seas encarcelada por 5 años además de que serás sujeto de pruebas para expiar tu culpa y recobrar la conciencia, trabajarás hasta que tu cuerpo vuelva a tomar consciencia de que debes de ser leal a tu imperio y no dejarte engañar por ese otro lleno de herejía, con eso dicho se levanta la sesión, llévensela-
Al término de esas habladurías daba gracias a que no me negaran el hecho de volverla a ver con mi ejecución y también me alegraba el haberle modificado los recuerdos a Nao, aunque eso no expiaba el hecho de que supieran que había visto a Shizuru en ese lugar, si no lo hubiera hecho la ejecución sería mi destino sin escalas, porque de lo que se me acusaba era tan bizarro y sin sentido, que solo por saber que tenía a la princesa heredera tan cerca pero tan lejos, pero si la tocaba o más bien si hacía lo que me decía Nao o dejaba que ella la lastimarla ahí, en primera la mataría sin pensarlo dos veces, en segundo el trato de no agresión con el país donde nos casamos iría a estallar con algo más problemático o eso para aquel pequeño país.
Pero me alegraba más el hecho de que había podido esconder muy bien el anillo que me había dado ese día maravilloso que terminó siendo el acreedor a tal castigo bien ganado y lo aceptaba solo para no perderla, habrá entendido de que la amo por eso la deje escapar?, tal vez no.
Suspiré antes de que me arrastraran a mi celda a morir ahí o a morir con lavado de cerebro, o cualquier cosa que me hicieran esos degenerados, llamados investigadores de élite, que a mi forma de verlos solo eran unos idiotas creyéndose superiores. De cualquiera de las formas posibles el desear morir a que se cumpla era otra cosa, entonces solo caí en cuenta de que también le había mentido, ambas nos mentimos, por obvias razones habíamos mentido, lo entendía perfectamente, tanto así que cuando Nao me había dicho su nombre completo la coincidencia no era una opción ya que era un hecho al ver como Nao la veía e insinuaba a terminar con la guerra con la vida de mi esposa en sus manos, no podía dejar que eso sucediera.
El destino que nos unía nos estaba separando, era cruel y una tontería si lo veíamos de muchas formas, cualquier dios ahora mismo estaría estallando de la risa en esta situación dada y quitada como cuando le quitas un dulce a un niño primero está feliz y luego cuando se lo quitan llora, ahora mismo tenía ganas de hacerlo.
Mire por última vez aquella sortija con la esperanza de no olvidar su rostro, sus ojos, su sonrisa, su cuerpo desnudo entre mis brazos, todo lo que era ella, antes de la siguiente sesión de castigo.
