"Admito que veía su cabello como las ramas de un árbol.
Un sauce que baila con el aire, para cubrirme con telas de algodón,
sobre dosel moteado de hace tiempo.

El fuego solía inquietarme hace mucho.

Y esta noche no es la que me hará arder.
Me hace parpadear tu cegadora luz.
Esta noche no es,
mientras me sujetas con fuerza.
Enciende una llama brillante,
deja que arda.

Tú eres buena para mí."¹

• ── ◦ ◦ ── •

Harry sacó la cabeza del pensadero, miró un segundo su propio reflejo y luego le trasmitió la misma sensación confundida que se apoderaba de él a Dumbledore.

—¿Supo que se iba a volver un peligro cuando habló con él la primera vez?

Dumbledore negó con la cabeza, dio un suspiro agotado que hizo que Harry se mordisqueara el labio.

—Creí que se iba a volver alguien importante. Fuerte. No el mago más tenebroso del último tiempo, Harry —le contestó—, tú mismo lo acabas de ver, el potencial de Tom a pesar de su corta edad… De cualquier modo, tengo otro recuerdo que quiero que revisemos esta noche.

Harry se llevó un chocolate a la boca—Dumbledore había cumplido la promesa— y vio caer el líquido en el agua. Dumbledore esperó paciente a que el chico se mentalizara para volver a sumergir la cabeza.

Era un grupo amplio de niños, todos iban disfrazados con trajes bastante humildes. Vio a un niño que fingía ser un vampiro con kétchup en los labios, que se reaplicaba cada dos por tres, porque se lo terminaba por comer y a un hombre lobo con orejas de cartón. Harry descifró que se trataba de una fiesta de Halloween, llevada a cabo en el orfanato Wool.

Buscó a Tom entre los niños, hasta que lo encontró, pero fue porque pronto se volvió el centro de atención del evento.

—¡Miren a Riddle! ¿Qué pretendes que eres?

Harry se acercó a Tom que portaba el uniforme insípido y desteñido de la institución. El grupo que lo molestaba era conformado por cinco niños que aparentaban tener quince años, a pesar de que Tom se defendía a sí mismo en el cuerpo de un chiquillo de no más de diez.

—Yo… no sabía.

—¡Te lo dije John! Riddle es retrasado —exclamó uno de los chicos vestido de pirata, aunque solo traía el parche—. Bueno, al menos viniste disfrazado del malparido que eres.

Tom respiró con pesadez. Harry comprendió que, a pesar de que los disfraces del resto eran de bajo presupuesto y simples; al menos demostraban un mínimo de esfuerzo. Tom, en cambio, al no traer disfraz, indicaba de manera explícita una grave falta de atención.

—No soy eso…

—¿Qué cosa, Riddle? —inquirió un niño más gigantesco que Dudley, que lo agarró del cuello del uniforme. Tom pataleó, hasta el punto en que comenzó a faltarle el aire y fue devuelto al suelo—. Eso eres Riddle, el hijo de una puta bruja.

Tom tosió y recuperó de poco el aliento—¡No soy…! ¡No soy nada de eso!

El grupo de quinceañeros se miraron entre ellos de forma maliciosa, sin pensarlo demasiado arrastraron a Tom del cuarto donde celebraban la fiesta hasta los baños de chicos. Harry pronto se percató que el recuerdo era de un sexto adolescente que vio la escena de lejos pero que pronto se unió a los matones.

Harry sacó la cabeza en el momento en que el primer puñetazo impactó contra el raquítico cuerpo de Tom. Miró a Dumbledore, con un torbellino de malos recuerdos que se reavivaron dentro de él. Memorias causadas por los puños de Dudley.

—Ser criado en un orfanato alimentó con creces el odio que Tom tiene por los muggles —le explicó Dumbledore—. Como bien notaste, las tenues muestras de magia que Tom demostró sirvieron para que se volviera blanco de burlas.

—Los niños pueden ser crueles.

—Ciertamente; la directora Cole, me dijo que Tom siempre fue un niño retraído, por lo que no me impresiona que adquiriera algunos rasgos ilícitos.

Se refería al robo y ahora Harry notó en ese niño una distracción profunda. De seguro que en el orfanato llevaban organizando esa fiesta durante semanas y el no haberse mostrado con disfraz, dejaba en claro que Tom no solo consideraba esas actividades sociales como poco importantes sino que también aburridas.

El niño raro que nunca participaba de la euforia grupal.

Harry trató de limpiar de la cabeza cualquier rastro de Dudley. El ver a Tom siendo golpeado, casi lo hizo volver a sentir el mismo dolor. Los puñetazos en el estómago eran en especial agobiantes, porque creías que habías muerto en el instante en que toda la comida sube por la garganta y vuelve a bajar.

—Aun así se veía como un evento interesante —mencionó Dumbledore con una sonrisa—. Nunca he estado en una fiesta muggle de Halloween y creo que muchos de los niños del colegio tampoco.

¿Insinúa que…?

—Sería divertido ¿no opinas lo mismo? Hace años que no hacemos nada más que el típico banquete para Halloween.

—Pero profesor… es distinto. Las percepciones de los "monstruos" muggles a los mágicos es muy distinto —mencionó Harry—. Muchos disfraces ni siquiera podrían ser considerados bestiales ¿no? Por ejemplo, los licántropos no son monstruos, son gente enferma.

—Tienes ahí un punto interesante, Harry.

Harry sonrió satisfecho, en realidad, ese tipo de eventos no le evocaba demasiados buenos recuerdos: tuvo suficiente con el baile de navidad en cuarto y con las festividades similares llevadas a cabo en la primaria, en donde se vestía con una sábana vieja y manchada, que tía Petunia año con año deshilachaba para Harry.

—Entonces que sea una fiesta de disfraces a libre elección ¡de seguro que podemos incluso hacer un concurso al mejor traje!

Dumbledore parecía tan emocionado con la idea como un niño pequeño. Harry no comprendía la efusividad del profesor por querer vivir una experiencia tan poco mágica, pero acabó por rendirse. Era débil ante las sonrisas tan sinceras.

—Sí, profesor, supongo que sería… Esto… divertido.

Sin pensarlo dos veces, Dumbledore asintió. Harry, por su parte, se preguntó si el uniforme de quidditch serviría como disfraz.

• ── ◦ ◦ ── •

Nott lo esperaba fumando la última calada de un cigarrillo.

En lugar de un saludo, Nott le extendió la cajetilla a Draco, quien aceptó bastante complacido al saber que podría fumar uno de esos carísimos cigarros. Nott pisó la colilla del que fumó y sacó otro nuevo, para terminar por meter la cajetilla en el bolsillo secreto de la túnica.

—¿Cómo vez a Daphne en astronomía? —preguntó Nott, que fue con Draco a la sombra de un inmenso árbol—. Estoy preocupado de que no rinda bien y no le pueda ayudar.

—Confía en ella, hombre, además los dos quedamos juntos en la clase.

Nott ante esto pareció aliviado, ya que dejó escapar una respiración aliviada y una tenue sonrisa se posó en sus labios antes de volver a la neutralidad habitual.

—¿Por qué no le preguntas a ella?

—Peleamos el otro día, porque me olvidé de que era nuestro aniversario —admitió Nott, que se rascó la nuca nervioso—. ¡No es mi culpa que tenga otras cosas en mi cabeza!

En esos momentos eran en los cuales Draco agradecía no estar con nadie (seriamente), aunque pronto reparó que las situaciones similares a esas discusiones de pareja que tuvo con Pansy, fueron debido a su descaro en lugar de un simple olvido.

—Con eso le quitas importancia a la fecha, Nott —dijo Draco, inspirando el cigarro; no era consciente de cuanto lo necesitaba hasta que los pulmones se le llenaron de la sustancia y lo hicieron sentir, por una milésima de segundo: ligero—, para Daphne si es importante y al decir que tienes otras cosas, desprecias el evento que, estoy seguro, Daphne estuvo planeando desde hace semanas.

Nott de un movimiento elegante, se sacó la túnica para dejarla en el suelo para después sentarse encima de la tierra y las raíces de un grueso árbol. Draco se apoyó de brazos cruzados contra el tronco y el cigarro atrapado lo más cerca de la comisura de la boca.

—Tendré que aclararlo con ella… en fin ¿Por qué querías hablar conmigo?

Draco reconoció lo complicado que era quedar con ciertas personas a solas con los horarios actuales; cuando este tenía clases, muchas otras personas poseían un bloque larguísimo de receso.

Lo que igual resultaba como una ventaja, puesto que Nott y Draco se encontraban, a solas. La mayoría de los estudiantes y profesores, a las diez de la mañana de un miércoles, se hallaban ocupados en las salas de clases. Ni un murmullo de griterío infantil o risas despreocupadas. Uno junto al otro, acompañados por el silencio que empleaban para pensar en las respuestas.

—Pansy me contó lo que sucedió el día de lo ocurrido en el ministerio.

Draco percibió como Nott se tensaba incómodo y desviaba la mirada al bosque prohibido, atento al leve zarandeo de los árboles.

—Me gustan los Thestral —admitió Nott—. Son animales tan incomprendidos y solitarios.

Draco se sentó al lado de Nott y chasqueó los dedos para que lo viera a los ojos.

—Esto no trata de thestrals, Theo.

Draco llamaba a Nott por su nombre siempre que necesitaba por completo la seriedad del chico. A Nott no le gustaba su nombre—porque era muy largo—, pero sí el diminutivo. Nott inspiró la nicotina que mantuvo en una larga respiración y dejó salir con habilidad una nube por un costado de la boca.

Cuanto más se fijaba en el chico, Draco se daba cuenta de las facciones atractivas del mismo. Gozaba una simetría facial casi perfecta, el mentón marcado y la nariz pronunciada, aunque era un poco aguileña.

Por un minuto, Nott pensó lo que Draco le dijo con los labios contraídos.

—Los centauros dan miedo. Son demasiado… oníricos ¿me entiendes? Como si todas las acciones que hacen fueran tan extraordinarias que solo pudieran suceder en un sueño.

—Según Pansy una de las visiones que tuvo ya se cumplió; un sueño no es real. Theo, por favor… necesito saber qué fue lo que viste, por más duro que sea.

Nott tomó la varita y jugó con magia. Hizo destellos silenciosos y pirotecnias azules. Draco terminó de presionarlo, porque sabía que Nott se había puesto nervioso y ahora usaba la magia como puente para calmarse a sí mismo. Tras un par de segundos, bajó la varita, fumó un poco y apoyó la nuca contra la corteza del árbol.

—Creo que me tocó ver el pasado.

—¿Cómo?

—Que vi el pasado; fui a avisarle a la profesora McGonagall lo ocurrido porque vi el ataque hacia Umbridge en el bosque prohibido. El gigante y los centauros.

—¿Qué más viste?

—El fragmento de lo que parecía ser un juicio, pero no estoy seguro… —Los labios de Nott comenzaron a temblar debido a los recuerdos. Apagó el cigarro contra el pasto húmedo y se cubrió los ojos con la mano— Draco, a ti ¿te mordió Greyback? ¿Fenrir Greyback?

Draco abrió la boca y afirmó con levedad. Recordó la conversación del año pasado y como no mencionó en ningún instante el nombre de Greyback. La percusión, el miedo, el dolor. Nott se mordió el labio con fuerza.

—Vi la noche de tu ataque. La manera en la que Greyback jugó contigo, lo que te dijo, la mordida.

Draco se inclinó sobre Nott y le quitó la mano de los ojos.

—¿Qué más?

Nott apuntó al aire y dibujó con una estela de magia una forma singular. Se trataba de una media luna, con tres rayas diagonales que le cruzaban, Draco aguantó la respiración, y se reencontró con las memorias de la navidad pasada. La mano de la mujer deslumbraba esa misma marca.

—¿De qué conoces a Greyback, Theo?

El chico cerró los parpados con fuerza, y permitió que algunas lágrimas se le derramaran sobre las mejillas. Desvaneció el dibujo y Draco lo cubrió con un brazo, mientras apagaba el cigarro.

—Greyback fue el encargado de… asesinar a mi madre.

• ── ◦ ◦ ── •

"»—Mi padre nunca me ha querido revelar la razón del castigo, pero recuerdo bien el día. Papá nos hizo vestirnos de gala porque gente iba a venir a cenar a nuestra casa. Gente importante."

Frente a la puerta aguardaba un amplio grupo de personas. Más de una decena de hombres y mujeres de aspecto desgreñado, con cicatrices que destacaban encima de las facciones y los dientes putrefactos o, en exceso, afilados. Greyback, en el centro, destellaba por traer un gran abrigo de piel de oso, sin curtir y con la cabeza del animal en la espalda.

Sin embargo, traía al lado izquierdo a un muchacho apuesto con los vestigios de un episodio severo de acné, trajeado, que lucía ser un mago común y corriente; además de una niña que aparentaba tener unos trece, aferrada a la mano diestra de Greyback, con el pelo larguísimo, ojos de un color negro tan profundo que costaba diferenciarle las pupilas, mejillas sonrosadas y un vestido azul lleno de estrellas.

El señor Nott los dejó entrar con las manos temblorosas y cada invitado pasó a la mesa para servirse. La señora Nott, que esa noche estaba en especial hermosa, con un vestido sirena color rosa pálido, sobresalía por guardar una calma que le acabaría por heredar a su primogénito.

"—Una vez la cena llegó al postre las cosas se comenzaron a poner feas… Muy feas."

Greyback se levantó del asiento con parsimonia y en ese preciso momento, de manera coordinada, todos dejaron de comer.

—Amigo Nott… ¿Sabes algo? El hijo de los Potter ya debe tener la misma edad que tu pequeño. A esta edad, los niños son especiales —siseó Greyback, que se colocó a espaldas de la silla de la madre de Nott. La mujer, sin pronunciar palabra alguna, estiró el brazo al regazo de Theodore, a modo de apoyo—. Nott, el señor tenebroso antes de irse nos dejó una petición bastante explícita.

Theodore al sentir unas leves caricias en el pelo dadas por las manos grandes y bizarras de Greyback, tembló de miedo y tomó la mano de su madre.

—A esta edad los niños son, especialmente exquisitos. Una experiencia gastronómica de otro mundo.

"Nott guardó silencio, se llevó las piernas al pecho y habló:

¡La odio! Fue porque ella habló… mi mamá… ¡Es una estúpida!

No digas eso. Ella te amaba, Theo —le dijo Draco y Nott se sorbió la nariz—. Cualquier madre amorosa, hubiese hecho lo mismo."

La señora Nott, en un movimiento impropio de ella, dejó los servicios de vuelta en la mesa y se volteó con el gesto furioso.

—A él no lo mataras.

Greyback tomó a la señora Nott del pelo y la olfateó con lascivia. La mujer gruñó de dolor, por el agarre brutal. Theodore tomó a Greyback del brazo en un intento de que soltara a su madre.

—¡No los toques! —gritó el señor Nott, e hizo el intento de que se levantara de la mesa, pero el resto de los seguidores lo mantuvieron firme en el asiento.

—¿En qué decena de vida vas, querida? —le preguntó Greyback, con la nariz pegada en la clavícula de la señora Nott. Le lamió toda la longitud del cuello y con un manotazo hizo que Theo fuera directo a los brazos robustos de una mujer con los dientes afilados—. Las mujeres como tú, que mantienen esa juventud intacta… son iguales a un buen vino.

La mujer obligó que Theodore mantuviera la atención en la escena, junto a su padre; mientras Greyback le hizo una seña a la niña, que abandonó el comedor, sin hacer berrinche alguno. El adolescente de traje le limpió la frente a Greyback y le sonrió a la señora Nott, que en ese punto las lágrimas le barrieron el maquillaje.

—Por favor… Theo es un niño.

—¿Escoges tu muerte en lugar del pequeño?

"—La única razón por la que el féretro, el día del velorio, se encontraba cerrado, era porque de estar abierto hubieses encontrado los trozos de mi madre".

Un leve asentimiento fue suficiente. Greyback le rebanó el cuello, Theodore vio el vestido que se ensuciaba de sangre (pura, roja, mágica y familiar) y el punto exacto en el cual toda la vida se desvaneció de su madre. Greyback no dejó de sonreír con todos los dientes en ningún minuto.

—Tan idílica, amigo, te envidio.

El joven en traje sacó a Theodore del comedor, con gemidos agonizantes; cerró la puerta que Nott arañó desesperado, vigilado por la actitud somnolienta de la niña. Escuchó todo, la carne separada del cuerpo, el llanto de su padre y cómo este perdía para la perpetuidad la capacidad de sonreír.

"—Padre lo vio todo. Se que entre ellos devoraron a mamá. Ella era el postre. A la mañana siguiente, en la entrada de la casa, estaba el mismo dibujo que vi en las visiones que Firenze me mostró."

• ── ◦ ◦ ── •

Nott no dejaba de temblar. Ya no lloraba porque los recuerdos eran lo suficientemente perturbadores como para hacerlo temer por su propia vida.

Draco conoció a la señora Nott en una de las tantas competencias infantiles de carreras de Theodore. Era una mujer joven (mucho más joven que el señor Nott), de facciones suaves y toda la belleza de Theodore, era herencia materna. Por esa imagen mental que atesoraba de la mujer, la de una dama tan jovial y frágil que atemorizaba llegar a decir cualquier cosa indebida frente a ella, fue que le resultó tan chocante el pensar en la despiadada forma en la que Greyback la atacó.

En la que la manada de Greyback se deshizo de ella.

Si Greyback era capaz de hacer algo así ¿Cuál era el límite? ¿Tan siquiera albergaba uno?

Le surgieron un sinfín de dudas, pero pronunció una que le quemaba el corazón.

—¿Por qué no odias a los hombres lobos?

Su madre murió a manos del peor licántropo, pero Theodore había aceptado con tanta ligereza el factor de que Draco era un hombre lobo, que le impresionaba.

—La niña. Greyback lo planeó para que, a pesar de lo que iba a ver, me fuera imposible odiarlos —dijo, mordiéndose el labio—. A él lo quiero ver muerto, pero esa niña no era como él, a pesar de compartir la misma enfermedad. Ella, e regaló un medallón que tengo en mi casa y me entregó la nota que dejó el innombrable.

» Decía: Mata a uno de los dos.

» Después la niña me puso a dormir con una magia extraña. No era verbal ni tampoco era con varita. Me besó la frente y caí dormido sin sueños. Sin rencor.

Draco tragó en seco y abrazó a Nott por los hombros. Su amigo miró de nuevo al bosque prohibido y bajó la cabeza.

—Desde entonces, por más que intentaba odiarlos, no podía. Nunca he podido odiarlos. Incluso me fascinan. De verdad que traté con ese profesor que tuvimos en tercero, pero… demonios… no pude. Creo que el beso que me dio tal vez tenía un encanto particular, pero no puedo hacer nada.

Se quedaron un rato en silencio, tiempo que le permitió a Nott tranquilizarse. Draco frunció el cejo, y supuso la identidad de las personas del relato de Nott. El adolescente debía ser Thomas.

—¿La niña era morena? ¿No hablaba?

—Creo que era muda, y si, tenía pelo negro y largo. Si te soy sincero, era bastante bonita ¿La conoces?

Algo así, pero ella es muggle… es imposible que te haya hechizado.

Nott se encogió de hombros—No sé qué puedo decirte, ella hizo magia, de eso estoy seguro.

A partir de eso se quedaron sumidos en un silencio pensativo. Draco no era capaz de quitarse de la cabeza la incoherencia entre estas declaraciones y lo que el mismo vio. Le daba mala espina ese asunto.

Escucharon el timbre del recreo sonar, más se quedaron ahí, sentados, sin saber que pensar. Hicieron el primer amago de moverse al sonar la campana que avisaba el comienzo del almuerzo. Ambos chicos se apresuraron a llegar al comedor, sin ser conscientes del hambre que sentían hasta que estuvieron a un par de metros de la puerta, con las paredes que filtraban el olor a delicia. Antes de entrar, Draco abrazó a Theodore con fuerza y el chico se dejó tratar.

—Gracias por confiar en mí, Theo.

Nott sonrió, se separó y chocaron puños.

—Lo que sea que esté pasando es extraño, si puedo ayudarte, trataré de hacer mi mejor esfuerzo.

Nott se fue a sentar junto a Daphne, quien al notar los ojos hinchados de su novio, pareció dejar en el olvido la pelea. Draco suspiró, pasó por las mesas con el mentón alzado, y le dedicó una mirada difícil de comprender a Harry; para que al final apoyara la cabeza en el hombro de Pansy, quien aceptó sin decir ni una sola palabra.

• ── ◦ ◦ ── •

Eran demasiadas cosas en que pensar.

Harry, de vez en cuando, se pasaba por la biblioteca y se sentaba frente a Draco. Lo único que hacía en ese rato era leer con avidez el libro de pociones avanzadas, mientras el otro atendía su propia investigación.

Media luna y tres rayas diagonales. Revisó al menos siete libros de runas antiguas para convencerse que ninguna runa era semejante a la marca que buscaba con tanto afán.

—En resumen, tanto esta marca, como la chica son fundamentales —concluyó Draco, en cuanto Harry le pidió una explicación—. Ahora, más te vale Potter que me prometas que no le dirás a nadie sobre lo que te acabo de contar.

—Nunca hubiese pensado que Nott…

—Por eso, silencio.

Harry agarró el dibujo que Draco estudiaba a diario, que volteaba o reflejaba. En más de una vez trató de ponerle un encantamiento revelador, pero la figura se mantenía estática.

—¿Y si solo es eso? Una media luna y tres líneas.

—¿Dejarías un dibujo sin importancia en una escena del crimen. Potter?

Harry se encogió de hombros—. De por si no dejaría nada que pudiera delatarme.

Draco sonrió al oír esto último. Traía el pelo en un rodete rubio que ató con la varita, por lo que al sacarla, el cabello le cayó sobre sus hombros igual que una cascada; buscó por un libro de animales de manada que ya había leído cerca de siete veces.

—¿Fui de ayuda?

—Más o menos… —aseguró Draco, que hojeó las páginas con magia—. ¡Aquí! Los mamíferos territoriales suelen marcar los límites de su territorio mediante el olfato. Piénsalo, la única razón posible por la que querían impregnar la entrada con la sangre era para anunciar que la casa de los Nott ya era de su "territorio".

—¿Y la mano que recibiste en navidad?

—Debe ser una especie de firma… —dedujo Draco, cerrando el libro—. La última vez que fui a la casa de Theo, la marca obviamente no estaba… pero tal vez, eso es porque se trata del epicentro ¿me sigues?

Harry se encogió de hombros y complementó—. Lo que significaría que el hipocentro, sería el lugar en donde Greyback mantiene a su manada.

—La marca es una firma para anunciar: este sitio nos pertenece; quizás tenga alguna relación mágica, un vínculo, lo cual es lo más probable, no obstante, eso ya sería hacer demasiadas conjeturas.

Harry se cruzó de brazos sobre la mesa y apoyó la cabeza agotado, la giró para encontrarse con la concentración palpable de Draco, quien no dejaba de realizar anotaciones en un cuaderno.

—Y el libro de los lobos, Mione me dijo que lograste quitarle la plata.

Eh… sí, pero de todos modos el contenido se revela en luna llena, así que tampoco es que pueda hacer demasiado.

—¿Y si tomas la matalobos? Tendrías consciencia ¿no?

Draco dejó de fruncir el cejo y puso el lápiz entre las páginas del libro para marcar.

—¡Hoy tienes cerebro, Potter! —exclamó Draco, a lo que Harry soltó una maldición— Lo voy a intentar.

—¿Tienes dosis?

—Snape me está enseñando a fabricarla, dice que ya está aburrido de hacerla para mí.

Harry volvió a enderezarse, ahora era él quien fruncía el cejo, sin evitar pensar que no le agradaba, para nada, la idea de que Draco mantuviera una cercana relación— o bueno, tan cercana como podían llegar a ser un profesor con un alumno, sin rozar los límites de la ética— con Snape.

Las palabras de Dumbledore le retumbaron dentro de la cabeza: "al señor Draco Malfoy, voy a tener que pedirte que guardes ese secreto de él, por un tiempo. Solo por precauciones."

Todas las clases que tenía con Dumbledore, junto a los recuerdos de Tom, comenzaban a volverlo paranoico.

—Él era un mortifago.

—¿Ah? Si… es verdad.

—No puedes bajar la guardia ¿y si te hechiza?

—Antes de mortifago es mi profesor, Potter, deja de darle vueltas al asunto —gruñó Draco—. Además, nadie te dijo nada cuando el año pasado estudiaba contigo ¿Acaso no era miembro de esa liga pro-Dumbledore?

—¡Es distinto! Lo hizo por órdenes de Dumbledore, pero… ¿Por qué en el ministerio no estuvo? A lo mejor pudo haberse reunido con Voldemort —replicó Harry, a lo que Draco se mordió los labios con la piel erizada—. Snape es un falso… solo haces la poción con él ¿verdad?

Draco golpeó la mesa, lo que logró que Harry espabilara y lo viera guardar sus cosas apresuradamente, con los labios contraídos en una mueca amarga.

—No tengo la necesidad de explicarte nada, Potter. Confío en Snape, porque es mi profesor y siempre me ha ayudado, ¡y hablar mierdas de él no me va! —Draco se puso de pie con el bolso colgado. Harry lo imitó—. Casi pareciera que… que no confías en mí.

—Si lo hago, pero…

—¿Pero?

Harry quiso decir muchas cosas. Tu padre es un mortifago. Tu madre lo apoyaba. Snape lo era y ¿quién le aseguraba que no continuaba en contacto con Voldemort? ¿Qué le aseguraba que Draco no lo pudiera traicionar?

Los labios de Harry formaron una firme línea recta, inamovible. Draco esperó por la respuesta un minuto, sin obtener nada.

—¿Eso es todo, Potter? ¿un silencio? Después de lo que he hecho y sigues sin confiar en mí… hay algo que no me quieres decir y que es relevante. No soy idiota.

—No puedo decirlo, Dumbledore…

—¿Ese anciano otra vez? ¿Qué sabe él de mí? Mira…. Me largo, ¿vale? A este paso nos van a sacar a los dos de la biblioteca por montar un escándalo.

Harry se quedó viendo a Draco irse y se sostuvo la cabeza.

Draco poseía la razón. Incluso al tener la presión de morir encima, lo escogió a él en vez que a su propio padre. Harry en sí, no le temía al chico, ni lo que pudiera decir. Sino que se mostraba aterrado de que este fuera capturado y lo obligaran a decir algun tipo información trascendental.

Confiaba en Draco, pero no en el entorno que lo rodeaba y esto era complicado de solucionar.

• ── ◦ ◦ ── •

Convirtió una servilleta en una hoja de papel, le iba a escribir a Narcisa, impulsado por una rabia creciente que le presionaba el estómago.

Se sorprendió con creces al haberse abstenido de soltar algún insulto, claro que tuvo las ganas— ganas de sacar la varita y maldecir a Potter—, pero se mantuvo frío.

Miró lo que llevaba escrito; una mancha de tinta sin forma en medio de la hoja. Seguía con los pensamientos dirigidos hacia Potter ¿Acaso no dejó en claro el bando al que pertenecía en el ministerio? No era estúpido, él pensaba sus palabras antes de hablar.

El año entero detrás de Harry, obrando para él a costas de Umbridge. Draco no concebía esa profundo sentimiento de haber sido una herramienta.

—Ya es la cuarta vez que te lo digo, Zabini; no pienso salir contigo.

Draco dejó la pluma, el papel ahora eran palabras incomprensibles.

—¡Pans, vamos! No te hagas la difícil, se te nota en el rostro que quieres decir que sí.

Pansy se deslizó un asiento lejos de Zabini, el sillón de la sala común pronto pareció encogerse. Zabini estiró la mano y con la punta de los dedos rozó la mejilla de Pansy.

—Este sábado, Hogsmeade; solos ¿no parece mal plan?

—No me interesas de ese modo, Zabini.

Zabini soltó una risa burlesca a lo que Draco se levantó de la silla. El aroma a Pansy se intensificó en el ambiente. Nervioso, cansino y molesto.

—¿Cómo vas a saberlo si no me das una oportunidad?

Zabini pretendió acercarse un poco más a Pansy, pero Draco colocó el brazo entre ambos, con el cejo fruncido y los ojos afilados.

—¿Interrumpo algo? —preguntó Draco, con la mirada hacia Pansy, que se sopló un mechón de cabello abatida— parece que Pans fue bastante clara con sus intenciones, Blaise.

Zabini alzó una ceja y se colocó de pie, en donde presionó con el indicé el esternón de Draco.

—No te metas donde no te llaman, puto traidor.

—¡Ya basta! —exclamó Pansy, separando a ambos, para colocarse al lado derecho de Draco—. Zabini, vete, no voy a aceptar aunque me lo pidas cien veces.

Zabini chasqueó la lengua y se volvió a sentar—. Váyanse ustedes, porque aquí estoy cómodo.

Draco identificó el violento instinto animal que le ardía en el pecho, cerró la mano en un fuerte puño y, de no ser por Pansy, se hubiese mantenido ahí hasta que ocurriera la confrontación.

Se alejaron de los sillones y, subieron al cuarto de chicos. Draco iba teniendo un día de mierda, tal vez era buena idea eso de irse a la cama temprano.

Nadie se encontraba en el dormitorio masculino, por lo que Pansy subió a la cama de Draco, se quitó los zapatos y la corbata, y se recostó. El chico la imitó.

—¿Desde cuándo se comporta contigo como un absoluto idiota hormonal?

—Desde que llegamos —admitió Pansy, que cerró las cortinas e invocó un Muffliato—. No sé qué le dio conmigo, ya me está hartando.

Pansy encerraba algo tranquilizador en sí misma. Como si su mera presencia fuera buena, similar a esos inciensos de aromaterapia que (la tía) Andrómeda quemaba en la casa. Draco le acarició la cabeza y se relajó.

—No hagas nada que no quieras, Pans.

Pansy asintió, se acomodó mejor para abrazar a Draco y se quedó dormida. Draco escuchó el sonido de la puerta seguido por la estela del aroma de Zabini. Descorrió con magia un poco la cortina, de manera tan suave que parecía producto del viento y fingió estar dormido.

Se rio dentro de sí mismo al advertir a Zabini, que los vio a ambos antes de volver a salir.

• ── ◦ ◦ ── •

Vio la inmensa luna llena desde el pequeño bowindow del dormitorio de chicos. Dean trajo un reproductor de CD de casa y mientras este dibujaba en el suelo, sonaba "maná" (a pesar de que ninguno de los chicos comprendía el idioma); Ron leía un comic y Seamus no dejaba de molestar una de las plantas de Neville, quien era el único que no se encontraba.

Ese panorama era ameno. Aunque Ron ignoraba a Dean por estar con su hermanita, cosa por la que Dean hacía oídos sordos.

Harry apoyó la cabeza contra el cristal, con el deseo de abrir la ventana. Si se concentraba, era capaz de pasar por alto la voz del vocalista de la banda, para poder escuchar el leve zarandeo de los árboles.

Si Draco estaba en lo cierto, ahora Jessica debía rondar como una loba en el bosque prohibido.

Si Draco estaba en lo cierto, él debía estar en la casa de los gritos.

Si Draco estaba en lo cierto, él no iba a traicionarlo.

Harry se abrazó los brazos y se le escapó un suspiro que llamó la atención de Ron.

—¿Sucede algo?

—No, nada…

Quizás ese era el problema. Reinaba el sosiego y aquello a Harry lo volvió loco. Todavía no sucedía nada, en "El profeta" hacían alusión a unas cuantas desapariciones y ahí, en Hogwarts todo transcurría con absoluta normalidad.

Harry se levantó y fue al baño a arreglarse para dormir, Ron lo siguió con la mirada, pero se quedó en la habitación; mientras se lavaba los dientes, se asomó por la ventana del baño, para sentir la frescura de la noche darle en el rostro.

Notó un poco de movimiento en el bosque prohibido. Harry pensó que podían ser los centauros, pero ellos nunca se acercaban a los límites de la escuela, por lo que continuó intrigado, hasta que notó a un conejo blanco que salió de los arbustos, para fijarse a ambos lados y volver a entrar temeroso.

Escupió la pasta de dientes y salió de la sala común, a pesar de ser consciente del toque de queda y que lo único que llevaba encima era la varita.

El conejo era bonito e hizo el suficiente ruido para que los leves saltos que dio le llamaran la atención. Esquivó a los prefectos de Ravenclaw y se deslizó por las escaleras rápido. Supo que la salida más práctica era por la cocina.

Los elfos domésticos no hicieron ni un comentario y Dobby lo saludó con la mano. Harry sonrió y salió al patio. Se impregnó de la noche, de la forma tan abismal en la que el pasto brillaba debido a la luna, del césped recortado y el rugido de los árboles azotados por el viento otoñal.

Se acercó al arbusto del cual vio salir al conejo y alumbró con la varita. El conejo que identificó desde la ventana del baño erabonito, de cola esponjosa y nariz rosada. Vio la sombra de los árboles y posterior a otro par de conejos que chillaban. Harry se acercó para descubrir la razón del ruido, y se percató que esos "chillidos" eran, en realidad, un llanto ensordecedor.

En efecto, fue un conejo bonito, pero ahora no quedaba nada más que las patas del animal junto a un gran charco de sangre.

—¡Harry! ¿Qué haces?

Harry se sobresaltó y los conejos escaparon despavoridos. Se volteó hacia Ron, con los latidos del corazón acelerados.

—Vi un conejo.

—¿Un conejo? —repitió Ron, que sacó la varita y alumbró al bosque, se detuvo al ver los restos del animal muerto—. Qué asco ¿y para esto bajaste? ¡Sabes que está prohibido!

Harry siguió a Ron con la cabeza en las nubes. Se detuvo una última vez frente a la entrada, y vio a otro conejo bonito, que salió tambaleante de un arbusto y se derrumbaba sobre el césped desangrado.

Era un ataque demasiado bestial, para que pudiera ocasionarlo cualquier animal.

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Draco, a pesar de que continuaba enfadado con Harry, le hizo caso en la petición. Durante el periodo libre que tuvo entre la hora del almuerzo y las cuatro, fue a la casa de los gritos con el libro metido en el bolso.

Dejó el libro escondido debajo de una de las tablas de la cama y regresó al colegio.

Atendió a la última clase a duras penas. Odiaba la luna llena y no pudo evitar preguntarse si Jessica sentía los mismos síntomas que él. Al salir a la enfermería, Madame Pomfrey ya lo esperaba con una sonrisa. Fueron a la casa de los gritos y se despidió de Draco.

Buscó el libro, lo sacó y lo depositó encima de la cama. La última dosis de poción matalobos en su organismo comenzó a surtir efecto, anestesiándolo un poco. Draco se quitó la ropa y esperó paciente la transformación.

Abrió el libro, pero nada apareció. Decepcionado, lo aventó contra la pared y decidió dormir.

El único problema era que el aroma de Harry ya no flotaba en ningún recoveco de la casa.

No pudo dormir, y se pasó toda la transformación preguntándose el motivo por el que Harry no confiaba en él, al menos no tanto como Draco si confiaba en él.

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Notas:

1) Would that I: Hozier.

Hola!

La historia de Nott me fascina, en general surgió con una naturalidad impresionante. No esperaba que fuera tan macabra, aunque en el primer borrador, Theo veía lo mismo que su padre.

THE MACHINE