Capítulo más largo que de costumbre. Porque todo esta ambientado en Halloween y estimé pertinente dejarlo condensado en un solo episodio. Disfruten de este 2x1 (Tambien 2x1 en tema canciones jiji)
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"Acabo de irme de la fiesta de Blake y es Halloween.
Tuve las llaves del auto en mi mano, pero no me fuí
porque nuestro potencial me mantuvo despierto toda la noche
Te mandé un mensaje que no leerás en toda la noche
Esto podría se un desastre.
Hay muchos factores
Como ¿qué pasa si te asustas y lo perdemos todo?
En el episodio crítico cuando te digo "te quiero" y tu después no respondes." 1
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Harry entró al despacho de Slughorn junto a Hermione, el profesor los miró a ambos impresionado y empujó a Mclaggen para ir directo a Harry.
—¡Harry! ¡Mi chico! ¡Qué bueno que pudiste venir!
Hermione puso los ojos en blanco y pasó de Slughorn directo a Ginny que se reía detrás de un vaso a rebosar de jugo de frambuesa. Harry esbozó una mueca nerviosa y estrechó la mano del profesor, mientras trataba de evadir el hecho de que se convirtió, de inmediato, en el centro de atención.
—Sí… hoy tuve tiempo. —"Y ánimo, y motivos"; quiso añadir, pero se mordió la lengua—¿Sabe usted quién es Marcus Belby?
Harry solo tuvo de recordar al chico regordete que alzó la vista, para percatarse de la razón por la que Draco necesitaba información de Marcus Belby.
Orden de merlín, por la poción matalobos; el tío, Damocles Belby.
Harry suspiró al darse cuenta de que la historia que se montó en la cabeza era en exceso absurda y sobre la base de un razonamiento hecho de un segundo para otro.
Se acercó al muchacho y se hizo un asiento al lado; frente a Zabini, que agitaba desde el mango de una copa un líquido rojizo que era sidra, pero lucía similar a vino. Dos gemelas de Slytherin se encontraban sentadas a cada costado de Blaise, las cuales se inclinaban un poco hacia la oreja del chico, para susurrarle información —o comentarios sesgados por la tirria que les ocasionaba Potter—, que Harry no lograba escuchar.
—¿Qué necesitas, Harry? —preguntó el chico, sirviéndose en el plato una glotona cantidad de ensalada rusa.
—Quería preguntarte acerca de tu tío.
—Ah… la verdad es que no suelo verlo seguido, creo que la última vez que lo visité tenía diez —reveló Marcus, sin necesidad de que Harry hiciera ninguna pregunta en específico—. Harry, lo que nunca nadie te cuenta acerca de los magos reconocidos es que, al final, todos están chalados de la cabeza; y mi tío no es la excepción.
—Pero ¿sabes dónde vive?
—¿Por qué quieres saber eso, Harry? —interrumpió Ginny, la cual, igual que Hermione, examinaba la conversación super atenta.
—Eh… esto… tarea —mintió, con los ojos puestos en la bandeja que se acercaba a su puesto. Harry sacó un bocadillo de un color verde y lo masticó, aunque se arrepintió de enseguida. Era de brócoli, y Harry aborrecía ese vegetal—. Tarea de Snape… —tosió, en un intento de escupir disimuladamente la comida en una servilleta— hombres lobo: repaso.
Hermione no dijo nada, a pesar de que alzó una ceja curiosa al notar la mentira y acabó por dedicarle una amistosa mirada cómplice.
Ginny, en cambio, se tragó el cuento e hincó los codos en la mesa, con la vista clavada en Marcus como si lo incitara a que respondiera la pregunta que Harry le hizo. El chico, al notar la atención fiera que Ginny le daba, tartamudeó con una mezcla de nerviosismo y miedo.
—Mi ti-tío vive en Gales, en fish-fishguard una localidad costera… junto a un a-amigo.
—Muchas gracias, Marcus.
Harry le sonrió y le dio un puntapié a Ginny para que dejara de intimidar a Marcus. Miró de reojo a Hermione, que trataba de indagar acerca de las intenciones de Harry con el cejo fruncido y los dientes apretados. Ginny exhaló, se acomodó las tiras del vestido rosa que traía puesto y se quedó pensativa, pretendiendo escuchar a Slughorn que no dejaba de acosar con preguntas a Zabini.
Terminó por comprobar que, salvo la comida (y los cocteles de brócoli), esas reuniones no valían demasiado la pena. Slughorn, aparte de alagar a Harry por sus dotes de pocionero, se encargó de llenar al resto de estudiantes con cuestionamientos difíciles de responder, mientras se pavoneaba de interminable cantidad de contactos que manejaba.
En cierto momento, el profesor puso incómoda a Hermione con el rumor que estaba en boga esos últimos días. Ella se encargó de desmentirlo sin dejar el menor atisbo de duda. Harry la apoyó de forma mental y se fijó con gracia en como Zabini colocó los ojos en blanco tan pronto escuchó el nombre de Draco.
Así pasó la primera reunión del club de las eminencias— a la cual Harry asistió—, en donde Harry se atiborró de pastel y fingió prestar algo de atención. Cuando Slughorn mencionó lo tarde que era, Harry se puso de pie con rapidez, pero fue retenido por el profesor de inmediato.
Los dos esperaron a que el despacho se vaciara y Harry hizo el mayor esfuerzo para no mostrar una mueca afligida.
—Llevo un tiempo queriendo conversar a solas contigo, Harry, pero no estimo que sea pertinente hacerlo frente al resto.
Slughorn agitó la varita e hizo desaparecer los platos sucios, Harry y el profesor se sentaron en un par de sofás de cuero verde que de seguro eran tan caros como parecían serlo.
—¿Y eso por qué?
—Porque, bueno, ya sabes, Lily, tu madre, está…
—Porqué soy huérfano.
Slughorn abrió la boca, pero asintió con levedad.
—Aun así, estoy seguro de que tu madre estaría orgullosísima de ti. Era mi mejor estudiante ¿sabes? Heredaste sus aptitudes para las pociones, de eso debes estar seguro —dijo Slughorn y, para sorpresa de Harry, se percató que esa era la primera conversación que mantenía con el hombre que, de verdad, le agradaba—. Lily era brillante, a pesar de ser… bueno… nacida de muggles.
Respiró hondo—Hermione es nacida de Muggles y es brillante; usted mismo lo notó.
—¡Oh! ¡Sí, claro, Harry! ¿No creerás que tengo prejuicios a la sangre? No ¡Para nada! —se excusó Slughorn tan rápido como pudo—. Solo quiero recalcar que Lily era extraordinaria.
Harry suavizó el rostro severo y le dio el beneficio de la duda al profesor, ya que una pregunta se asomó de improvisto.
—¿Y se acuerda de cómo era mi padre, profesor?
Slughorn pareció algo impresionado y se lo pensó.
—James era un estudiante de honor, pero a pesar de tomar los éxtasis de pociones, no destacó tanto como tu madre, Harry. De hecho, él junto a Sirius Black y Peter Pettigrew, arañaban la nota mínima —se rio Slughorn, cosa que también le sacó una sonrisa a Harry—. Aun así, te vi jugar en el partido de quidditch el otro día y, aunque no compartes el puesto de James, puedo asegurar que eres igual de bueno que tu padre.
Durante media hora Harry escuchó anécdotas sucedidas entre sus padres, cuando recién comenzaron a salir, dentro del salón de clases. Harry rio varias veces, mientras se imaginaba las situaciones a la perfección.
Le gustaba fingir que, en realidad, quien se las contaba era el propio James. Era entretenido recrear el rostro de su padre y los gestos locuaces con los cuales trataría de imitar los sucesos.
Acabó por irse del despacho de Slughorn, con la promesa que en la próxima reunión le contaría más a Harry acerca de sus padres, lo que lo convenció de apuntarse la siguiente fecha en la agenda.
Podía soportar las malas miradas de Zabini y el aburrimiento, si eso significaba que podría descubrir atisbos del pasado provenientes de la boca de Slughorn.
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—¿En Gales?
Harry afirmó y Draco se acercó al mapa de la sala de historia de la magia. El profesor Binns dormía, sin importarles la presencia de ambos en el salón.
—A ver… si nosotros estamos aquí y vamos a fishguard —murmuró Draco, que ladeó la cabeza—. Nos sale a cuenta irnos por polvos flu.
—¿Irnos?
—Sí, Potter… creo que tendríamos que hacer un total de cuatro viajes para llegar. La otra opción sería traslado, pero todavía no nos enseñan como hacerlo —bufó Draco—. De verdad que en esta escuela son todos unos incompetentes. ¡Deberían ya habernos dado clases de aparición!
Harry negó con la cabeza y quitó la mano de Draco que señalaba un punto del mapa. El chico lo estudió confundido.
—¿Iremos juntos?
—Si, Potter; por algo usé la conjunción plural del verbo ir —gruñó Draco—. Además, nadie me asegura que el tío de Marcus no sea un demente como el que era tu vecino. Es mejor ir acompañado en caso de que me quiera asesinar y, créeme, ahora mismo, tengo más enemigos que amigos.
Harry soltó una risa y negó con la cabeza, para luego irse a sentarse.
Draco no observó a Harry, porque quería evitar el mayor de tipo de información comprometedora que pudiera salírsele de la boca. No iba a admitir que quería ir con Harry, porque de esa forma se sentiría mucho más seguro.
No era como si no pudiera defenderse, pero era consciente que Harry siempre había sido mejor protegiendo al resto. ¡Aparte! Él no sabía varías cosas del mundo no mágico. Era normal que buscara a algun guía curtido en esos temas. Era pura conveniencia.
—¿Qué fecha? —cuestionó Harry.
—¿Navidad? Me prometiste que pasarías unos días conmigo ¿te acuerdas?
Harry arrugó la nariz como si acabara de recordar algo poco agradable.
—Si la fiesta de Slughorn es un par de semanas, y tengo que ir; nos dejaría la semana del diez al primero de enero de vacaciones ¿está bien?
—Por mí está bien cualquier fecha dentro de las vacaciones. Al menos no tengo que asistir ninguna patética fiesta.
—Bueno… se puede llevar acompañante.
—¡Genial! pídele a la Weasley o esa tipa con la que te besaste que vaya contigo.
Harry frunció los labios y murmuró un: bah, da igual. Draco continuó en lo suyo, ahora enfocado en la creación de una lista de preguntas que quería hacerle a ese tal Damocles.
El cambio de estación era extraño. Por la ventana se apreciaba el sol que se ocultaba cada día más temprano, lo que le otorgaba ese tono rojizo al cielo cuando iban a ser las seis. A Draco le gustaba abrir la ventana para oler ese fresco y, al mismo tiempo, seco olor de las hojas que comenzaban a caerse. De seguro que el sauce Boxeador, pronto iba a dejar caer todo el forrado de una sacudida, cosa que colocaba a Draco un poco nostálgico ante el recuerdo de que la pasada luna llena el árbol continuaba frondoso.
Harry pareció caer en cuenta de la mirada de Draco en el paisaje, porque estiró el cuello y se levantó para llamarle la atención.
—En efecto, ¿Por qué quieres ir a ver a Belby?
Draco le explicó la teoría y que sería un gran avance el simple hecho de que el sabor dejara de ser repugnante, porque de seguro se volvería más popular y los hombres lobos no se mostrarían tan renuentes a la hora de tomarla.
—Tiene sentido —reconoció Harry con cierta duda—, pero tú mismo me has dicho que no es fácil de hacer y, si no lleva acónito, no sé qué otra planta podría funcionar.
—Por eso Damocles, él antes de llegar al acónito, probó con otros ingredientes; si tengo esa información voy a poder acortar el paso para crear una poción que no sepa a mierda.
Harry apoyó la espalda contra la ventana, con los ojos puestos en el profesor Binns que continuaba sumido en un profundo sueño. Draco continuaba confundido al respecto de las necesidades de un fantasma, ya que se encontraba seguro que dormir debía ser opcional.
—¿Y no has pensado en tratar de crear una cura definitiva?
Un pequeño silencio se alargó entre ambos; era confidente, como si Draco quisiera trasmitirle todas las dudas que le acechaban hace días. Terminó por cerrar las manos en puños.
—Claro, pero… ni siquiera sé por dónde empezar; además tampoco es como si fuera tan bueno en pociones, es decir, tú eres mejor.
Harry se mordió el labio dudoso y desvió la mirada.
—Si, sobre eso…
Harry rebuscó en el bolso, no obstante, varios alumnos de segundo ingresaron al salón de clases, por lo que los chicos tuvieron que marcharse.
En la puerta, se miraron un instante, antes de que la campana de inicio a clases sonara y Draco se tuviera que ir. Este se despidió con un leve movimiento de cabeza, para dirigirse a Runas, mientras que a Harry le tocaba sucumbir ante esa hora libre.
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Zabini ahora entrenaba al equipo aún más duro e ignoraba que el problema no eran todos los jugadores— ya que el resto de las posiciones eran temerarias— sino que se trataba de Harper.
En la cena comenzaron a discutir en voz alta, con Harper que alegaba que lo obligaban a jugar en un puesto que le disgustaba.
—¡Sabes muy bien que soy mejor como cazador! Y si no me dejas volver a tomar mi puesto, ¡renuncio al equipo!
—¿Acaso crees que eso es una amenaza? ¡Tenemos jugadores de reserva!
El par gritaba tan fuerte que debía de escucharse hasta la otra punta de la mesa, porque las conversaciones cesaron y la atención cayó en ambos chicos, que se apuntaban mutuamente con un par de tenedores.
—¡Que por algo son de reserva! Son peores que cualquiera de nosotros. Deja de bromear, Zabini, y si quieres tan siquiera alcanzar el podio, pídele a Malfoy que sea buscador.
Ahora la atención se clavó en Draco, que mordía un gigantesco sándwich.
—Además, tampoco tienes a ningun buscador en reserva —juzgó Harper cruzado de brazos—. ¿Sabes por qué? Porque es un puesto de mierda, ¡ahí todo el rato buscando una pelotita!
Harry soltó una exclamación y Zabini lo vio de reojo con molestia.
—Sí tenemos —gruñó Zabini que se volteó hacia Nott—. Theodore, bienvenido al equipo, ¡ahora eres el buscador! ¡Felicidades!
Las conversaciones volvieron a hacerse independientes. Harper se sorprendió tanto que Draco no fue en contra de su impulso de esbozar una mueca maliciosa. Nott dejó el tenedor a un lado con una parsimonia impresionante y suspiró ante el molesto espectáculo.
—Me niego.
—¿Por qué? Si puedes montar un jodido poni, no será una complicación que montes una escoba. ¡Entrenamiento mañana a las seis! Te ensañaré a jugar.
—¡Estás enfermo! —gritó Nott—. ¡Que te jodan Zabini! Ni en tus malditos sueños voy a jugar quidditch; aprecio mi vida.
Zabini—como la gran mayoría de slytherin— era consciente de que la única persona que era capaz de hacer cambiar de mentalidad de Nott era Daphne y, esa ocasión ella estaba, por completo, del lado de su novio.
Con eso la cena continuó, con un equipo de Slytherin sin buscador; lo que era un verdadero problema, ya que el próximo partido (amistoso, por suerte) sería a inicios de noviembre.
Aun con eso, y con las quejas del propio equipo, Zabini se negó a dejar que Draco jugara. Por lo que asumió el puesto como buscador y le dio a Harper el gusto de volverse cazador.
Pronto podrían verlo jugar, pero Draco estuvo seguro de que, una vez terminado ese partido, volvería al puesto que le había colocado su nombre desde que ingresó al equipo.
La paciencia, al final de cuentas, era característica de sabios.
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Harry vio como Draco se acercaba a la banca en donde estudiaba o, al menos, trataba de estudiar; era una tarde cálida, a lo mejor la última de la estación y Harry tan pronto vio el clima, sintió el arrebato de ponerse a estudiar al aire libre.
Draco, a diferencia de la tranquilidad inquebrantable de Harry, se movía de forma ansiosa y tan pronto se paró al frente del chico, mordió un par de caramelos de limón.
—Hoy es luna llena.
Abrió la boca y buscó en los bolsillos de la túnica algun dulce para darle a Draco, pero no traía nada encima
—Esto es de locos… mira a Jessica, esta igual que siempre.
La chica pareció escucharlos, porque giró la cabeza para dedicarles una sonrisa irónica.
Draco se sentó al lado de Harry, como un niño nervioso. No dejaba de agitar sin querer las piernas y rumiar palabras incomprensibles.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti?
—No, de hecho ni sé porque vine —reconoció—, para cuando me di cuenta ya me dirigía hacia ti.
Un leve sonrojo adornó las mejillas de Harry—. Entonces ¿te parece bien si solo tratamos de relajarnos?
—¿Y eso como sería? ¿Acaso te vas a poner a hacer yoga o algo por el estilo?
Harry se puso de pie y estiró mucho los brazos, hasta el punto en que la espalda le tronó con fuerza. Draco se dio cuenta de esto, porque soltó una risa al escuchar aquel sonido.
—¡Ven! ¡Haz lo mismo que yo!
Draco negó con la cabeza, pero se tranquilizó de sobre manera al escuchar los reclamos entremezclados con suaves carcajadas de Harry.
Esa noche cayó luna llena, y se refugió en la sonrisa de Harry para poder conciliar uno de los mejores sueños que tuvo en mucho tiempo.
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Slughorn dio dos reuniones previas a que Halloween se cerniera sobre Hogwarts. Dumbledore, la madrugada del treinta, se mostraba tan emocionado que después de una lección particular con Harry, no dejó de mencionarle el proceso de creación de los parámetros para el concurso.
Harry creyó que el anciano colocaba demasiadas esperanzas en unos menores de edad con magia, pero lo dejó ser.
Aparte de eso, el rumor de Draco y Hermione fue opacado por la fiesta de Halloween, por lo que Harry pudo estar seguro de que (a no ser que sucediera algo cuestionable durante Halloween) este sería desplazado al olvido. Siempre, en esos grandes eventos, surgían inesperados chismorreos que saciaban las orejas curiosas de los estudiantes durante un largo tiempo.
Harry se vio en el espejo, las orejas de perro ladeadas, el maquillaje que se hizo como supuso que los productos que compró se usaban. El vestuario, en general, consistía en un par de Baggy jeans demasiado rotos, un par de poleras de Dudley, junto a uno de sus polerones favoritos de cierre y el par de convers café.
Era conocedor de que ni Draco o Lupín no se veía así, pero la idea ni siquiera le pertenecía a él en un primer lugar; Hermione le dijo que tratara de imitar la imagen de un licántropo clásico.
Seguía preguntándose por qué siempre obedecía a todo lo que su amiga le sugería.
Se reajustó las orejas, que resbalaron de nuevo y desistió en la tarea.
—¡Harry! ¿Qué clase de maquillaje es ese? —exclamó Hermione, que entró de la nada al cuarto. Harry se sonrojó de con inmensidad, sin definir si era por el comentario o porque pudo haberlo atrapado en una situación comprometedora— ¡Por Dios! Déjame ayudarte.
Hermione lucía preciosa. Decidió vestirse con un largo vestido de gaza dorado y traía la melena arreglada con un sinfín de flores. El maquillaje le relucía en tonos brillantes; según ella se trataba de una ninfa, pero Harry solo la pudo comparar con una de esas representaciones griegas que hacían en la antigüedad de las diosas encarnadas en mujeres mortales..
Dejó que Hermione lo desmaquillara y se encargara ella de la pintura. Al término, Harry sonrió satisfecho. Ahora si se veía decente, no como una mezcla entre un perro ojeroso y lo que quería ser un lobo.
Salieron de la habitación, y dieron con Ron que no dejaba de ser abordado por Lavender. Su amigo no parecía contento ante la decisión de Lavender de llevar disfraces a juego, porque ahora le tocaba hacer de novio zombi, mientras Lavender portaba un vestido de novia desteñido.
Ron observó suplicante a Harry, pero Lavender se lo llevó de la sala común antes de que pudiera mostrarse impresionado por la belleza deslumbrante de Hermione.
Hermione se aferró al brazo de Harry y le tiró una mejilla.
—Luces adorable, Harry.
La palabra retumbó en la cabeza de Harry. ¿Cómo era posible que Hermione pudiera decirle adorable si Harry era (a lo menos) una cabeza y media, más alto?
—A ningún chico le gusta que le digan que es adorable, Mione.
Hermione no alcanzó a agregar nada porque Dean salió del baño y captó la atención de los estudiantes de gryffindor que continuaban en la sala común.
Sin duda el chico decidió usar todas sus dotes imaginativas para los trajes que confeccionó para Seamus, Ginny y él.
—Que la fuerza te acompañe, Harry (2) —dijo Dean, vestido como Han Solo de pies a cabeza; la pistola que traía en la mano era tan realista que Harry, se impresionó de que fuera de juguete—. ¡Quedaron espectaculares! ¿A que sí?
Ginny abrió la puerta, con otra pistola en la mano, vestida como la hermosa princesa Leia. Harry tuvo que hacer un esfuerzo para cerrar la boca.
El último en mostrarse fue Seamus, como Luke Skywalker quien agitaba un sable de luz hechizado para que brillara con fuerza.
Sin dudarlo, el vestuario de los tres era idéntico al de las películas. Harry y Hermione asintieron, porque se veían tan verosímiles que llegaban a asustar.
Ginny tomó la mano de Dean, mientras este estaba preocupado por el sable de luz, al cual hechizaba en un dos por tres para que no se apagara.
Hermione apartó la varita de Dean, para encargarse de hacer que el arma brillara durante horas. El chico le agradeció encantado y junto al grupo salió de la sala común.
Por los pasillos se veían a bastantes alumnos merodear con los disfraces, Harry se percató de que, tal vez, la idea que tuvo Dumbledore no fue de todo mala, porque ya se estaba divirtiendo.
El comedor resplandecía de modo asombroso. El ponche era de un morado sospechoso y Harry casi se abalanzó sobre las empanadas de calabaza. Identificó a la profesora McGonagall, vestida con un traje de bruja tradicional (sombrero de punta y un traje verde) junto la profesora Sinistra que deslumbraba de pies a cabeza de dorado, aunque no identificaba que era (quizás una estrella, esa opción le gustó).
Snape, tal como supuso, no llegó disfrazado y yacía parado cerca de la mesa de profesores con expresión aburrida. Dumbledore, en cambio, asistió vestido con un traje mucho más elegante e interesante que los que utilizaba en el día a día; una túnica roja, llena de dibujos de constelaciones.
Una gran parte de las chicas vestían pobres de ropa. Harry distinguió la tendencia de estos trajes reveladores consistían con un antifaz u orejas de algún animal. Romilda Vane, que le guiñó un ojo en cuanto se vieron, vino con un vestido blanco que le llegaba hasta la mitad de los muslos y un par de alas pequeñas de ángel.
—Son modificaciones a los disfraces de Fred y George —le aclaró Hermione—. Y bueno… también puede suceder eso: — le señaló, en cuanto identificó a dos chicas que se enfurecieron al encontrarse vestidas igual— supongo que ese es el fin de una amistad.
Pocos se tomaron esa fiesta tan en serio como Dean. Una de esas era Luna, que se robó la curiosidad al llegar, por aquel voluminoso vestido de plumas que imitaba a un pavo real y el cual, cada vez que alzaba los brazos, aparecía una espectacular cola.
No fue hasta que apareció Draco, que Harry abandonó todo atisbo de ganar el premio con su traje de hombre lobo de bajo presupuesto.
El comedor guardó silencio por un extenso minuto.
No poseía ni una sola cicatriz, lo más probable por algún hechizo de trasformaciones que Pansy le lanzó. A pesar del maquillaje que llevaba encima, Draco no lucia femenino, sino que destellaba una masculinidad asfixiante; el par de orejas de elfo y el pelo que le caía como si se tratara de una cascada plateada. Ni hablar del vestuario, que se trataba de una túnica blanca con detalles delicados dorados y un abanico que agitó con disimulada intención para que se mostraran los delgados y livianos aretes dorados.
Harry dejó de respirar y se acercó tambaleante a Draco, quien aún examinaba a Harry.
—¿Te disfrazaste de vagabundo? —inquirió Draco, que tocó con las orejas de perro. Harry volvió a caer en cuenta en que los dedos de Draco eran muy largos y elegantes—. ¿O de perro callejero?
—Malfoy…
—¿Sí?
Harry quiso pronunciar una palabra, pero se le quedó atrapada en la garganta.
¿Cómo explicarle que Draco lucía como un personaje esotérico? Una nueva especie de ser humano.
—¡¿A qué luce espectacular?! —gritó Daphne, que apareció detrás de Draco vestida con un cortísimo vestido verde y unas alas diminutas de hada; Nott, que la tomaba de la cintura, portaba un traje a juego con el de su novia—, puse todo mi empeño en que pareciera un elfo de la nieve.
—¿Qué es un elfo de la nieve? —preguntó Hermione, la cual empezó a examinar la tela del traje de Draco.
—Créeme, Granger, ni siquiera yo sé lo que soy —gruñó Draco, al cerrar el abanico—. Lo que sí sé es que me veo de muerte.
—Qué modesto —bromeó Pansy, que hablaba en tono extraño. Aparentaba ser una diabla, o algo por el estilo—, pero no lo niego.
Draco posó el abanico cerrado en los labios, sin quitarle ni un ojo a Harry que seguía estupefacto. Le guiñó burlesco y Harry se sonrojó tanto que consideraba que iba a entrar pronto en corto circuito.
—¿Tienes calor, Potter? —preguntó Draco, que lo agarró por el hombro, tirando del chico para que se separaran un poco del grupo—. ¿No tendrás fiebre?
—Estoy… bien.
Los chicos salieron un segundo del comedor, con la consciencia clara de que se llevaban varías miradas encima.
— ¿Seguro?
—Si…
—Si, claro —dijo Draco, que a tirarle aire con el abanico—. Todavía no me dices que eres. Yo soy un elfo de la nieve o algo así; el tema es que Pansy leyó mucho acerca de hadas en Escocia y le contagió el gusto a Daphne. Ese maldito Nott aparte me engañó, se suponía que él también se iba a disfrazar de algo… exótico.
Por alguna razón, Draco, incluso maldiciendo se veía encantador.
—Además, apesto a perfume y es asqueroso —continuó Draco, que acercó el cuello a la nariz de Harry, quien se impregnó del exquisito olor a perfume masculino—. En fin, ¿tú que mierda eres?
—Soy un hombre lobo, auu~
Draco dio un paso atrás con el cejo fruncido para examinarlo de pies a cabeza.
—Potter, para tu información, yo no me veo como un perro callejero.
—Soy un hombre lobo clásico.
—¿Así que yo soy un hombre lobo moderno?
—¡No! Soy de los que aparecen en los libros muggles.
—Ah, comprendo… los muggles tienen un gusto pésimo, menos mal que soy mago—soltó Draco, que le guiñó lo que lo hizo reír el instante posterior—. Eso sí, te faltan las cicatrices.
—Cierto: las tuyas…
—Pansy es fantástica, mira… —Draco se levantó la manga de la túnica y le enseñó el brazo idéntico a porcelana, sin ni un vello ni cicatriz—. Ignora el hecho de que me haya tenido que depilar por ese par, pero ni una sola cicatriz. Aunque el efecto dura unas pocas horas.
Harry ya casi ni se acordaba del aspecto que Draco atesoraba sin cicatrices y reparó lo hermoso que era. Con esas facciones angulosas, nariz afilada y la piel sin un misero grano o herida. Los pocos lunares que gozaba en el cuello desaparecieron con el maquillaje y la mirada ahumada de Draco lo volvieron a hacer palidecer.
—Te ves bien, creo.
—¿Solo bien?
Harry abrió la boca y bajó la cabeza, nervioso— muy bien.
Draco se mordió el labio burlesco e hizo que Harry levantara el mentón con el abanico cerrado. Le quitó el par de orejas de perro para desordenarle aún más el pelo y se las puso de nuevo.
—Es un avance; ahora te ves como un perrito abandonado.
—Muérete de una vez.
—Ajá. Venga, vamos a la fiesta, ¿no querrás privarle a tus fans un minuto más de verte agitando la cola, Elegido?
Harry agarró el abanico de Draco y le golpeó la cabeza con el objeto, antes de entrar ruborizado al comedor, sin discernir si era por vergüenza, rabia o gusto.
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Lo primero que sucedió fue el concurso, porque Dumbledore se encontraba deseoso— por no decir excesivamente ansioso— de mostrarle al universo entero su característica (falta de) imparcialidad y entusiasmo.
—Veo que tenemos a varios candidatos para el premio —mencionó desde el podio. Snape agitaba una copa de vino, con aburrimiento y el anhelo de que todo acabara para irse a su recámara plasmado de forma tangible en el rostro—. Bueno, veamos, quienes quieran participar en el concurso, acérquense.
Dean corrió al frente, agarrado en cada mano a Ginny y Seamus fueron los primeros en subir, después de ellos vino Luna; Draco les siguió, tras de ser empujado siete veces por Daphne. Hermione se lo pensó un minuto, pero subió junto a una pequeña multitud, ya que determinaba que sería un desperdicio no mostrarse ante el mundo. Ron y Lavender también participaron, aunque Ron durante todo el evento puso una cara de hastió impresionante.
—Mi favorita es Ginny —murmuró Pansy, que saludó a la chica.
Ginny le sonrió y adoptó una postura orgullosa. Daphne le dio un puntapié a Pansy con el tacón mientras señalaba a Draco.
—¡Draco debe ganar, Pans!
En general, el ganador del concurso fue bastante predecible una vez las personas que traían disfraces decentes o algo originales subieron.
Ningún profesor participó, a pesar de que Harry consideró que Flitwick merecía un premio por venir en ese elegante traje de duelista.
A leguas se notaba la incomodidad de Draco, el cómo cambiaba el peso de su cuerpo de un pie a otro y clavaba la atención en un punto indefinido. Dumbledore inspeccionaba a todos los participantes ilusionado y Madame Pomfrey tomaba el té tranquila.
Dean quedó primero tan pronto hizo una demostración de los sables de luz que creó y Dumbledore no pudo mostrarse más entusiasmado ante la idea. Tan pronto le entregaron la medalla a los tres, Dean le dio un tierno beso en la frente a Ginny y bajó junto a Seamus riéndose.
Luna quedó segunda, era disfraz único que al apagar las luces de la habitación, las plumas brillaron en la oscuridad y desfiló por la pisa sonriente. Harry creyó que el profesor Flitwick (quien era el jefe de la casa Ravenclaw) fue la persona que aplaudió más fuerte tan pronto Madame Pomfrey le colocó a Luna la medalla del segundo lugar.
La idea era hacer una demostración del disfraz, pero Draco tuvo ganado el tercer puesto al ser el único del resto de participantes que obtuvo un puntaje definido de Snape, ya que con el resto este se mostró indiferente con contundentes ceros. Dumbledore ni Madame Pomfrey tuvieron tiempo de discutir la elección, porque Snape se paró de un salto de la mesa, le entregó la medalla a Draco y desapareció del gran comedor, llevándose una botella de champaña de la mesa de los profesores.
Draco bajó, encogido de hombros y miró la medalla extrañado. El bronce era real, al igual que la inscripción. Era una pena, porque el único que obtuvo premio metálico fue Dean, lo que dejó al resto con ese inservible reconocimiento.
—Al menos es bonita —le dijo Harry, al tomar la medalla. De seguido agregó en voz baja—: agradece que no quedaste segundo lugar.
—Si ¿Qué hubiese sido de un hombre lobo tan realista como tú? —bromeó Draco, que se enderezó y tomó la medalla— Daphne, ten toma; la medalla. Tú ideaste todo.
Daphne no replicó nada, se colgó la medalla encantada y se fue a la pista de baile agarrada al brazo de Nott. Draco se tomó de golpe un vaso de ponche y examinó por encima de las cabezas de los alumnos el ambiente; Harry lo imitó.
Ron era obligado por Lavender a bailar en la pista y Hermione casi corrió para unirse al baile con Luna y Neville. Ginny parecía bastante aburrida en una silla, viendo a Dean y Seamus que hacían el tonto con los sables de luz.
—Deberías invitarla a bailar —sugirió Draco, al ver a Ginny cruzarse de brazos y dejar escapar un bufido—. Es tu oportunidad antes de que te la robe otro bastardo.
Harry vio a Draco y como volvían a reaparecer con lentitud las cicatrices en torno al cuello.
Era verdad, Ginny le gustaba. La quería como una amiga fiel, como una hermana; sabía que sería capaz de hacer de todo con tal de ayudarla, pero no la amaba.
No la amaba del mismo modo por la que se desvivía con Draco. En donde identificaba cada gesto, rasgo y movimiento, como algo increíble y novedoso.
—Ginny no me gusta de esa manera —aseguró sin vacilar. Draco se rascó el cuello y comenzó a marcar el ritmo de la canción con el pie—. Es una buena amiga.
Comenzó a sonar la voz de Whitney Houston por el comedor. Todos dieron un salto y se pusieron a bailar al son de I wanna Dance with Somebody, incluido Dumbledore que invitó con mucha educación a Madame Pomfrey.
—Vale, si es así, entonces vamos.
—¿A dónde?
Draco ladeó la cabeza y apuntó a la pista.
—A bailar.
Harry se rio, dejó el vaso de ponche sobre una mesa cualquiera y casi corrió a bailar junto a Draco.
"Oh, quiero bailar con alguien.
Quiero sentir el calor con alguien
Sí, quiero bailar con alguien
Con alguien que me ame".(3)
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Ron supo al momento que no tendría una oportunidad similar para averiguar lo que le comía la cabeza desde el verano.
Dejó a Lavender, y le dio a las amigas de esta información contradictoria, para que se demoraran varias horas en encontrarlo. Subió a la sala común a trote y se quitó el saco roto que dejó encima del sillón.
Aguardó un instante en silencio, calmó la respiración entrecortada y asimiló la situación actual.
Era consciente de que no podía entrar a la habitación de las mujeres debido al hechizo de género, así que decidió entrar al dormitorio para escarbar en las cosas de Harry.
«Lo hago porque es mi amigo. Esto no es correcto, pero es necesario» Se repetía una y otra vez, mientras abría cajones y metía la mano entre los repuestos de plumas. Palpó cuadernos y en el baúl encontró prendas de Harry que eran demasiado grandes y que le parecieron geniales. Ya le pediría a Harry que lo dejara probarse esa ropa.
Dejó escapar un suspiro al no encontrar nada, se sentó en la cama y, al posar la cabeza en la almohada de Harry, descubrió una extraña dureza. Metió la mano dentro de la funda de la almohada y se encontró con un espejo que Ron no contenía idea de que su amigo poseía.
«Debe ser mágico» dedujo frente al cristal.
Con la varita intentó la gran gama de hechizos reveladores que conocía, pero nada sucedió, así que lo devolvió adentro de la funda. Concluyó que, si no funcionaba con magia tradicional, debía seguir el mismo mecanismo que con el mapa del merodeador.
Se levantó de la cama y ordenó las cosas de Harry. Salió del cuarto, con maldiciones que se le escapaban de la boca al notar que su excursión no resultó fructífera.
O eso creyó.
—¿Ginny? ¿Qué haces aquí?
Su hermana se volteó, con los ojos rojos y el maquillaje corrido por el rostro.
—¿Qué…? ¿qué es lo que quieres ahora, Ronald? ¿Vas a volver a insultarme?
No hallaba qué decir, mucho menos como hablar. Es decir, era su hermano, pero Ron casi nunca ejercía ese rol como tal; por primera vez pudo sentir una amarga sensación que lo hizo cerrar las manos y colocar una mirada atemorizante.
—¿Fue ese estúpido? ¿Qué te hizo ese idiota? —preguntó con firmeza, a lo que Ginny desvió la mirada—. Dímelo, Ginny, yo me encargaré de pasarle la cuenta.
Ginny negó con la cabeza y se limpió las mejillas. Ron no lo comprendía, así no era como debía ser la velada de su hermana, mucho menos cuando acababa de ganar el primer lugar en ese concurso.
—No hagas nada estúpido, Ron —sollozó Ginny—. Dean no me hizo nada, ese es el maldito problema.
Sin comprender la situación, Ron tomó el brazo de Ginny y se sentó junto a su hermana en el sillón de la sala común, con el fuego de la chimenea, que se prendió de la nada.
Ginny procedió a desahogarse con su hermano, a pesar de que los dos continuaban enfadados. Le explicó como Dean pasó cada minuto pendiente en divertirse con Seamus que hacer que Ginny disfrutara. Ni un misero beso o caricia, solo un abrazo al ganar, antes de ponerse a hacer el bobo con su amigo.
Era frustrante porque Ginny se sentía desplazada a segundo plano cuando ella debía ser la prioridad.
—Deberías romper con Dean —concluyó Ron, encogido de hombros—. Ese imbécil nunca te mereció. Mañana cortas con él y dejas de hacer el ridículo con un bastardo que no te aprecia.
—¡Tú nunca entiendes nada!
Ron se cruzó de brazos y echó el cuerpo hacia atrás.
—Quizás sea así, pero si esperabas un consejo; ese es. Lamento no suavizar la situación como Mione lo haría. Si quieres lo tomas o lo dejas, aunque preferiría que lo tomaras, porque no es para nada divertida la dinámica con la que tengo que lidiar con Dean ¿sabes?
Ginny infló las mejillas, y agachó la cabeza, como si reconsiderara todo. Ron le dio tiempo, ya que de cualquier modo había de sobra y lo que menos quería era regresar a la fiesta, con Lavender pegada a él durante toda la noche.
Aparte, menos tiempo viera a Hermione con ese deslumbrante aspecto: mejor.
—Puede que tengas razón —se lamentó Ginny—. Ni siquiera lo amo. Supongo que me acostumbré a estar con él.
Escuchó la leña chispear junto a una ceniza que saltó y cayó a una piedra de la chimenea. Ron pasó el brazo por el hombro de su hermana y la abrazó.
No era un contacto como el que tendría con Harry. Era un abrazo fraterno; a pesar de ser un año mayor a su hermana, esa diferencia si que fue notoria cuando él tenía cuatro. Rememoraba noches enteras en la que su hermanita escalaba a la cama de Ron y lo abrazaba hasta quedarse dormida, como un peluche grandísimo.
Trató de trasmitirle la misma acogedora seguridad a su hermana y al verla sacudir la cabeza, se dio cuenta de que lo logró.
—Tú… ¿Qué haces aquí? —cuestionó Ginny.
Inmerso en el ambiente, en el olor de la familia y en la tristeza de Ginny, Ron contestó de forma sincera aunque en realidad no quería hacerlo.
—Investigar…
—¿Acerca de qué?
—Esto… eh… ya sabes… eso…
—¿Eso? ¿Acaso me perdí un capítulo importante?
Ron se rascó la cabeza, sin estar seguro de si su hermana comprendería el dilema en el que estaba metido; a lo mejor si lo fuera, después de todo, ella igual se sorprendió al descubrir que Draco era amigo de Harry y que aparte ayudó en el ministerio.
—Investigar acerca de Malfoy.
—Sigo sin entender, Ron.
—Es decir ¿no te parece extraño el cambio de actitud? O mucho peor ¿Cómo es posible que Harry haya aceptado ser su amigo? —soltó Ron, que quería hacerlo hace mucho tiempo con alguien, pero que no tuvo oportunidad—. Harry me dijo que debía hacerlo por mi cuenta y que Hermione lo descubrió ella sola.
—Es decir que viniste aquí para escarbar en las cosas de Harry y así dar con el demiguise encerrado.
Hizo una mueca y asintió.
—En palabras simples.
—Bueno, no puedo negar que también creo que hay algo extraño que está ocurriendo desde hace tiempo.
—¿De verdad? ¿Y en qué lo notaste?
—¿No te parece raro el incremento en la habilidad de Draco en el quidditch? Es decir, lo vi en las prácticas de Slytherin y eso no es normal —explicó, que se apuntó a sí misma con la varita para quitarse todo el maquillaje sucio—. Es inhumano. Lo del cambio de actitud viene ligado a ser amigo de Harry, pero creo que entre ambos hay algo de lo que son confidentes y que, tal vez, incluso lo ha hecho más unido que el vínculo que tiene Harry contigo.
—¿¡Insinúas que Draco ahora es el mejor amigo de Harry?!
Ginny se llevó una mano al rostro, pero no dijo nada.
—Eso da igual… Ahora si Hermione sabe algo, lo debe tener guardado en el dormitorio.
Ambos hermanos se vieron entre ellos. Ginny lo notó en la mirada de Ron y Ron lo notó en la mirada de Ginny. Esa curiosidad que les comenzaba a aturdir los sentidos.
—Tuve una noche de mierda.
—Y tenemos tiempo libre.
—Y estoy segura de que alguien le puso alcohol al ponche.
—Tomé demasiado ponche.
—Tomamos demasiado ponche.
Llevaron la atención a la chimenea y se pusieron de pie al mismo tiempo, con las manos entrelazadas.
—Si vuelves a insultarme, como la última vez, Ronald, no te lo voy a perdonar.
—Lamento eso, me pasé —se disculpó— y si me porto como un idiota, permito que me golpees.
—Bien, entonces, demostrémosle al mundo porque somos Weasley.
Ron esperó escaleras abajo del dormitorio femenino, mientras hacía guardia, aunque no era necesario, porque todos debían estar en la fiesta. Se cruzó de brazos y Ginny se demoró el suficiente tiempo como para que cantara de memoria dos veces su canción favorita del momento.
La puerta se abrió y Ginny bajó sin decir nada.
—¿Dejaste todo en su lugar?
Ginny lo confirmó.
—Debes contarme lo que encontraste.
Ginny volvió a asentir.
—Bien ¿y que hay?
La chica alzó la vista, con las pupilas dilatadas y el labio temblándole de culpa, miedo o ambas. Ron la tomó por los hombros y se enderezó.
—Creo que es probable que Draco Malfoy sea un hombre lobo.
La madera volvió a chispear, al compás en que Ron soltaba una exclamación que retumbó por cada pared de la sala común.
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La noche alcanzó una profundidad abrumante. Una que Harry desconocía, pero a la cual Draco se encontraba acostumbrado.
Entre bostezos, Harry se llevó a Draco del salón y se plantó en el patio general. Los dos: sobrios —ya que ninguna bebida contenía alcohol— y tan felices que el frio resultaba algo casi mental.
De no ser porque Draco temblaba.
—La tela es muy fina.
Fina como las extremidades del chico. Los pliegues que caían con soltura y le daban ese onírico aire de ser una especie de criatura del bosque. De hecho, Harry consideró que esa podría ser la primera vez que Draco lucía tan hermoso; bajo la luz de la luna, donde la piel le brillaba de manera perlada y el pelo le destellaba igual que diamantes.
Era un Draco que irradiaba vida, y no ese usual aire de cansancio mezclado con estrés. Era una alegría que reflejaba más allá de una mueca contenta o de risas estridentes.
A pesar de esto, el hecho de que esa tela dejara al descubierto parte de los hombros de Draco hacía que Harry sintiera el frio otoñal, que esa madrugada se comenzó a transformar en invernal.
—Ten toma.
Se bajó el cierre del polerón que traía puesto y se lo extendió a Draco. Al menos él si andaba con dos poleras abajo del disfraz y usaba ese tipo de polerones más por costumbre, que por necesidad.
—No es como si fuera una chica para que me des tu polerón, Potter —gruñó Draco, renuente a aceptar la prenda—. Estoy bien.
Sin embargo, los dedos le tiritaban y ya le empezaba a costar hablar. Harry bufó y se acercó a Draco para colocarle el polerón encima de los hombros. Este, como si se tratara de un gato arisco o un perro rabioso, suavizó el insulto tan pronto tuvo la ropa de Harry encima.
—¿Mejor?
Draco le quitó las orejas a Harry y le desordenó el pelo con una sonrisa inmensa, mientras tarareaba alguna de las tantas canciones que bailaron hasta el cansancio.
—¿Qué talla usas?
—M o L ¿Por qué?
Se comparó a Draco. Si se paraba erguido, pronto le llegaría a la altura de las cejas.
—Porque no pienso devolverte este —se rió, dándose medía vuelta para disimular el suave sonrojo que se apoderó de sus mejillas—; así que para navidad voy a comprarte otro.(4)
Harry le volvió a reclamar, pero pronto apresuró el paso con tal de caminar al lado derecho de Draco, donde el único testigo fue el silencio que se dedicaron a romper durante las horas siguientes.
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No es que Hermione no supiera como esconder el secreto de Draco.
El tema era que Ginny se juntaba demasiado con Luna y hace un tiempo que sospechaba que a Draco le sucedían cosas extrañas.
Inhumanas; casi monstruosas.
—He descartado la posibilidad de que sea un vampiro (aunque me gusta molestarlo) … podrían ser rasgos de banshee o veela—le comentó Luna, entregándole una amplia enciclopedia con criaturas mágicas—. Es normal que las familias de sangre pura se hayan mezclado en el pasado con criaturas mágicas para preservar la pureza de la sangre sin tantas complicaciones.
—Pero, Luna, esto es algo que adquirió de repente. No es heredado.
Freddie, el gracioso escarbato de Luna, comenzó a olfatear el suelo; a Ginny el animal le parecía genial y si bien le gustaba su puffskein, no podía negar que hubiese disfrutado tener una mascota mágica que tuviera algo más de vida.
—En ese caso nos queda algun tipo de enfermedad mágica.
Un licántropo, pensó Ginny y se metió con esa mentalidad al cuarto de Hermione.
Se identificaba con facilidad cuál era la cama de Hermione, ya que de las tres era la más pulcra, sin revistas de moda o pilas de ropa en el piso. Lo terminó por confirmar al advertir las fotografías pegadas en el respaldo de la cama.
No recordaba haber visto esa de Sirius y Remus, pero Ginny no evitó sonreír al ver a ambos adultos tan jóvenes y felices. Había una pequeña colección de fotografías de Ron, en las cuales aparecía Harry de fondo para aparentar que eran amistosas.
Ginny apartó la vista. Ella ya estaba al tanto del gusto de Hermione con su hermano.
Y, del mismo proceder, de la dinámica vergonzosa que traía a Harry tan distraído desde el verano; pero eso se lo guardaba para ella.
Se puso de rodillas y sacó de debajo de la cama la pila de libros que comenzaban a acumularse de polvo; descartó los que pertenecían al currículo escolar y se enfocó en los sacados por "ocio" de la biblioteca.
El mismo libro que Luna le mostró, Ginny lo encontró ahí abajo. Era una edición distinta, pero el mismo contenido.
Lo que recaía era que la única página que marcaba el señalador era la dedicada a los "licántropos".
Hermione subrayó lo que consideró importante de la página, como palabras claves y apuntes. Aparte de eso, dio con una gran pila de periódicos antiguos repartidos, todos y cada uno de ellos con el nombre de "Greyback" en estos encerrado en círculos. Bastó examinar una imagen del hombre para darse cuenta de que este era el hombre lobo más bizarro que había visto.
Ginny devolvió las cosas a su lugar y buscó con rapidez la agenda de la chica. Era rosada y de la libreta salían un sinfín de papeles. Ahí dentro Hermione organizaba los periodos de estudio diarios y llevaba un registro de los deberes que le tocaba hacer.
No obstante, en cada mes, con dorado marcó las lunas llenas.
Era cosa de sumar uno más uno y dos más dos.
—No puede ser cierto… ¡Es imposible?
—¿Estás seguro de eso, Ron? Piénsalo, si Draco fuera un hombre lobo y Harry, de alguna manera lo descubrió ¿Qué te asegura que de eso no hubiera surgido una alianza que acabó en amistad?
Su hermano no se lo podía creer. Ginny acabó por tomarlo de las muñecas y lo arrastró de nuevo a los sillones, solo que esta vez escogieron uno que se ubicaba en un sitio apartado, cerca de la ventana.
—Tú conoces a Harry más que yo, convives con él a diario ¿acaso no has notado que se ponga más nervioso las noches de luna llena?
Ron se lo pensó y afirmó.
—Y en ocasiones, Malfoy no viene a desayunar las mañanas siguientes a —murmuró Ron—. El pin de prefecto ¡Es dorado!
—Por la plata.
—¡Agh! ¿Y ahora qué?
—¿A qué te refieres?
—Bien, ya sabemos que Draco es un licántropo, pero ¡que hacemos ahora?
Ginny se encogió de hombros, mientras se peinaba el pelo con los dedos.
—A veces es más útil guardarse la información, Ron. Tenlo presente y cuando necesites algo… ya tienes el chantaje perfecto.
Ron frunció el cejo y se lamió los labios.
—Me aterra saber que eres mi hermana.
—Si bueno, un precio razonable —sentenció Ginny, que dejó que un bostezo se le escapara—. Por el momento hay que mantenerlo en secreto. ¡Me voy a la cama!
—¡Espera!
Ginny se giró, y vio a Ron que se puso de pie. Odiaba tanto a su hermano y lamentaba no haber sacado los mismos genes altos que su padre; ya que tuvo que alzar la cabeza, bastante cansada.
—No le digas a Luna.
—Tranquilo, estoy segura de que Luna ya debe sospecharlo, por algo es Ravenclaw, Ron.
Ron se mordió el labio y respondió:
—Descansa.
Ginny subió las escaleras, con los tacones en la mano y se metió al dormitorio. Al verse en el espejo no pudo evitar llevar los ojos a la ventana. Luna llena sucedió hace unos cuantos días y ahora la luna comenzaba a menguar.
En aquella fotografía en el respaldo de la cama de Hermione, Lupin y Sirius se veían tan felices, aun con Remus siendo un licántropo.
No iba a admitirle a Ron que todas las dudas se le disiparon en cuanto comparó la imagen con la relación que hora llevaban Draco y Harry y como, por primera vez, reconoció que Draco brillaba de una felicidad inexplicable a pesar de que, según palabras de la propia Pansy, perdió todo el valor en Slytherin.
Era cosa de ponerlo en perspectiva. El amor.
Iba a terminar con Dean tan pronto lo viera al día siguiente, aunque se hallaba segura de que el chico no se iba a enfadar por esto. Quizás incluso, aun tras una hora desaparecida, todavía no se acordaba que su pareja era ella y no Seamus.
Ya le llegaría el día en que ella iba a ser feliz. Esperaba más pronto que tarde, pero presentía que era un destino al que se acercaba con cada corazón roto.
• ── ◦ ◦ ── •
—Padre; Jessica ha llegado.
La rechinante puerta se abrió y reveló a dos figuras. Jessica le soltó la mano a la mujer de pelo largo y se acercó a Greyback sin miedo. Sin arrepentimiento. Sin futuro.
Greyback agitó la copa de vino y le pidió a Jessica que le extendiera la mano; Thomas le entregó un cuchillo y lo clavó en la mano de Jessica, para dejar que una considerable cantidad de sangre se mezclara con el alcohol. Jessica en ningún instante mostró signo de dolor.
Thomas hizo lo mismo con la mujer y terminó con él. Greyback se relamió los labios y bebió el contenido de la copa con ansia. Como si fuera un elixir de vida.
—Pronto será luna nueva —dijo Greyback algo apenado—, una lástima que no nos puedas acompañar, hija.
—Por eso he venido hoy, padre. En Hogwarts están celebrando una basura de fiesta.
—Sí, bueno ¿Qué puedes esperar de unos estúpidos magos? En fin, querida, dime tus avances.
Jessica se mordió el labio y habló.
—Hay algo que está matando a los conejos en Hogwarts.
—Ajá.
—Bueno, y creo que esa puede ser nuestra oportunidad.
Greybackasimiló la información, para terminar por soltar una risotada y levantarse de la silla.
—¿No les parece maravilloso, hijos? —preguntó Greyback—. El como todo comienza a cobrar sentido en el día de todos los santos.
Thomas se arregló la corbata, mientras la mujer comenzaba a vendar la mano de Jessica con ternura.
—Hijo, contáctalo —le ordenó con suavidad, Thomas asintió y salió de la habitación—. Ven, querida, ven.
Jessica se separó de la mujer y Greyback le peinó el cabello con los filudos dedos.
—Es una posibilidad, padre.
—Tranquila, mi niña; nuestro señor proveerá.
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Notas:
1) Disaster: Conan Gray.
2) La vestimenta de Dean está basado en un dato canon bastante divertido, en donde J.K Rowling, mencionó que Dean era fan de Star Wars.
3) I Wanna Dance with Somebody (who love me): Whitney Hudson.
4) ¡Murtilla, te dije que iba a utilizar esa maravillosa idea que me diste! Pronto veremos a Draco con el polerón de Harry durante las lunas llenas. ❤️❤️
Hola!
Algo que no me gusta de escribir estos capítulos tematizados en ciertas festividades, es que nunca coinciden con la fecha de publicación. En fin, aquí tienen lo que estuve anticipando hace unos cuantos capítulos.
Otra cosita! Llegamos a los 10k vistas. ¡¿En que momento?! ¡Wow! Muuuuuchas gracias a todos quienes siguen esta larguísima historia y soportan mis desvaríos en las notas jajs.
Pero no puedo dejar de recalcar que se viene, chic s, se viene la verdadera bomba. X'D
En específico, el capítulo del 31 de agosto.
No me hago responsable de las reacciones posteriores. Jajaj
The_Machine
