Dedicado a BeutyQhans ¡Feliz cumpleaños y muchas gracias por el incondicional apoyo!
¡Retomo actualización semanal habitual este 31!
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"Todavía puedo verte en ese lugar cuando cierro mis ojos
¿Recuerdas cuando nos sentimos como los dos únicos vivos?
No me dejes ser una de las personas en busca de un romance perdido
Volverías a ir y hacerlo todo de nuevo? dar otra oportunidad?" (1)
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Draco despertó aturdido, con el olor de Harry impregnado en la conciencia y el deseo de que el ayer se repitiera.
Lo bueno era que las clases del día siguiente se suspendieron, por lo que pudo quedarse en las mullidas sábanas hasta tarde, sin importarle demasiado el perderse el desayuno.
Volvió a dormir, y al despertar al medio día, se percató que seguía con sueño. Estiró los brazos y sintió que sostenía una tela con insistencia; afirmaba al polerón de Harry el cual observó un largo instante, antes de soltarse de la prenda y frotarse los ojos.
Esa era la razón por la cual en los sueños que tuvo se encontraba Harry presente. Pudo percibir el rostro enrojecer y se levantó.
Continuaba con la noche en la cabeza, sin ser capaz de superarla, al final de cuentas, ¿Cómo esperaba superar un momento tan bueno? Una víspera en la que no pensó en los tormentos que le acechaban y solo se concentró en lo que había estado ocurriendo.
Se fue al baño para quitarse de encima el sueño, se arregló con una sonrisa persistente y salió de la sala común sin destino concreto. Estuvo un rato molestando a los elfos en las cocinas para comer una merienda y, aunque se le cruzó por la cabeza el salir en busca de Harry, decidió pasear por las afueras del castillo.
Al fin era noviembre y el cambio de mes se marcó con una neblina que sumergía al colegio. Paseó por los alrededores, con un poco de frío encima, hasta que encontró a Luna Lovegood la cual recogía algo de entre medio de los arbustos
—Otro más… —suspiró la chica, que tomaba a un conejo muerto de la pata—. Pobrecito.
—¿No es el primero?
La chica ni se sobresaltó, pero si que se volteó a Draco con extrañeza.
—¡Buenos…! ¿Días? ¡Buenas tardes! —saludó la chica, que metió el conejo en una bolsa—. No, hay algo que los está matando, pero no sé lo que es… dentro del bosque prohibido hay un sinfín de criaturas, pero esto es más que un animal.
Luna le extendió la bolsa de basura negra y al abrir se sorprendió de que llevaba otros cinco mamíferos muertos. El olor de la sangre le revolvió el estómago y sintió que un poco de bilis le subía por la garganta que se volvió a tragar con desagrado. Nunca le gustó la carne de conejo —ni la de ciervo, le parecían animales demasiado sagrados para ser servidos en la mesa— y aun con la licantropía sus gustos no habían cambiado.
Examinó a Luna andar por las cercanías, hasta que esta determinó que no iba a dar con más.
—¿Siempre vienes aquí a recoger conejos muertos? —preguntó Draco, que le devolvió la bolsa con asco— ¿Es acaso un trabajo de investigación?
—¡¿Qué?! ¡No! Pero estos conejos se los doy a Hagrid para que se encargue de enterrarlos—dijo Luna con tristeza. —. No es amable de tu parte que no valores la vida de un conejo.
—Ups… lo siento, no sabía que mi futuro dependiera de una liebre.
Luna frunció las cejas y, por primera vez, Draco conoció en ella un verdadero gesto de molestia; cosa que lo hizo esbozar una mueca socarrona que se ensanchó al ver a un escarbato que se abrió paso por la melena rubia de Luna y lo apuntaba amenazante con una cuchara.
—Deberías tener cuidado con las palabras que escoges, Malfoy; no se pueden recoger —bufó la chica, que dejó la bolsa en el suelo y tomó al escarbato entre manos—. Freddie, no vale la pena molestarse con tontos… tienes suerte de estar manteniendo esta conversación conmigo, Malfoy. Venga, toma la bolsa; si la llevas quizás te perdone.
Draco vio la bolsa y luego a la chica. Barajó la opción de irse con las manos en los bolsillos para fumar, pero terminó por recordar las palabras de Harry y agarró el saco.
No entendía de donde surgía ese leve atisbo de empatía que le abrigó el corazón al ver los ojos inertes de los animales, solo supo que ese día estaba más sentimentalista que de costumbre y, puesto que no tenía otras cosas que hacer, acompañó a Luna hasta la cabaña de Hagrid, donde le dejó la bolsa en la entrada.
—¿No vas a entrar? ¡Hagrid hace unas galletas espectaculares! ¡Incluso va a venir Neville en un rato más!
—Si, claro, un plan… encantador —declaró Draco, que fingió tener reloj y se encogió de hombros—. Pero paso, me acordé de que tengo que ir a blanquearme los dientes.
—Entiendo… Cosas de vampiros ¿no?
Le dio la razón y se marchó. No le apetecía escuchar una conversación entre dos chalados de los animales fantásticos y otro de las plantas.
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—Necesito un cabello, querida, para la poción.
Pansy asintió y se sacó un mechón pequeño de pelo, que le entregó a la mujer.
—La hoja de mandrágora no se te ha caído de la boca ¿no?
Pansy abrió la boca y la profesora McGonagall sonrió.
—Si todo sale según lo previsto, la próxima luna llena podremos proceder.
—¿Puedo ver la poción? —preguntó Pansy, que procuró no hacer ningún movimiento extraño que la obligara a escupir la hoja.
McGonagall se lo permitió y tiró el mechón de pelo de Pansy dentro, el color cambió a un tono rosado rojizo.
—La tormenta eléctrica será a comienzos de diciembre, así que te aconsejo prepararte.
—Sí, profesora.
—Bien, ahora toca el hechizo diario y a la cama.
Pansy sacó la varita, pero antes de conjurar miró a la profesora.
—¿Es cierto que los hombres lobo no atacan a los animagos, profesora?
La profesora McGonagall pareció sorprendida ante la pregunta y contestó tras pensarlo un instante:
—Los licántropos no atacan animales a menos que estén de cacería, ya que la presa favorita de estos son los humanos, por ende, tampoco atacan a los animagos, que a pesar de ser humanos, en ese momento son animales. ¿Por qué la pregunta?
—Lo leí en un libro y me pareció curioso.
La profesora abrió la boca convencida y se sentó en el escritorio, mientras esperaba a que Pansy procediera a hacer el hechizo.
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—Acérquense, por favor; que hoy comenzaremos a estudiar un tema bastante interesante.
La enfermería ese día estaba modificada por la clase. Una mesa larga se extendía y varias camillas se encontraban apiladas las una a la otra en el fondo de la sala. Madame Pomfrey los esperaba en una de las puntas con una sonrisa amable que le dedicó a cada estudiante.
Ese año también había una proporción absurda de Ravenclaw comparados al resto. De Slytherin solo participaba Draco y, para su asombro, de Hufflepuff se inscribieron dos estudiantes de séptimo los cuales Draco no conocía. Aun así, los Ravenclaw no quisieron acercarse a Draco y Hufflepuff, a pesar de la renuencia inicial, acabaron por dejarlo en un costado.
Con un movimiento de varita, de las estanterías de la enfermería salieron un montón de piezas mecánicas extrañas que acabaron sobre la mesa. Draco olió el bronce, las herramientas y el acero inoxidable.
Madame Pomfrey le entregó a cada estudiante un par de guantes que se colocaron y los ojos se clavaron en la mujer.
—¡Prótesis mágicas! Un tema apasionante ¿a que sí?… ¿Quién me puede dar un ejemplo de una prótesis mágica que recuerden haber visto o utilizado?
De Ravenclaw levantaron la mano y un chico, con más granos que rostro limpio, habló.
—Bueno, mi tío debe usar una prótesis de pierna.
Madame Pomfrey afirmó— Disculpa la indiscreción, querido , pero ¿nos podrías contar por qué no pueden hacer crecerle la pierna de nuevo?
—Porque perdió la pierna debido a un fallo con el encantamiento seccionador.
La enfermera asintió y el chico tocó una de las piezas, un poco avergonzado por atreverse a hablar.
—En efecto, aunque existen una gran cantidad de medicinas para ayudar con problemas naturales del cuerpo humano, como gripes, resfriados comunes o pequeñas heridas. No obstante, cuando el daño es masivo y por causa mágica, en muchas ocasiones no se puede revertir.
» Debido a esto, es que se comenzaron a crear prótesis mágicas, las cuales pueden actuar como una pierna ordinaria y corriente; o incluso una extremidad mejorada.
» Si bien no es demasiado frecuente, muchos magos y brujas extremistas que quieren mejorarse a sí mismos van a San Mungo, por ejemplo, para que le reemplacen una extremidad sana por una prótesis mejorada; pero detrás de eso hay un proceso legal y ético bastante engorroso en el cual no nos vamos a meter hoy.
Draco escuchó bastante impresionado a la enfermera y tomó una tuerca.
—Sin embargo, antes de meternos al meollo del asunto, primero tenemos que familiarizarnos con el material de trabajo… ¿Alguien sabe qué componente es este?
—Metal… —contestó una chica. A lo que Madame Pomfrey puso una mueca poco convencida.
Draco examinó los metales brillantes y pesados, con un deje de olor mágico. Percibió la plata en el extremo más alejado al suyo. Tal parecía que Madame Pomfrey tuvo la precaución de no colocar esa chatarra cerca de él.
—Son metales hechos por duendes.
—¡En efecto! ¿Cómo lo reconociste, Draco?
Titubeó sin responder: no podía decir que lo olió.
—Eh… ya sabe, pesa más y brilla muchísimo. Se nota la calidad.
—Como dijo su compañero, los duendes son los mejores orfebres del mundo mágico y para las prótesis es recurrente el uso de los materiales fabricados por ellos debido a que soportan de mejor manera las modificaciones hechas por magia.
El resto de la clase Madame Pomfrey les explicó los distintos tipos de metales y las ocasiones en las cuales era adecuado usar uno en lugar que otro. A Draco le quedó claro que el mejor material o al menos el más versátil era la plata, aunque el oro no era una mala opción si eras capaz de costearlo.
Al término de la clase, mientras Madame Pomfrey ordenaba, Draco se quedó un rato extra.
—Me sorprende que sepa tanto sobre orfebrería —reconoció Draco, que hizo rodar un tornillo en la mesa—. ¿Me podría contar un poco más?
—Bueno, en realidad tomé un curso especializado en mis treinta. Podría decir que fueron los cinco mejores años invertidos de mi vida… empero el hecho de convivir con Duendes es un poco complejo.
—Sí, son bastante orgullosos.
—Y los orfebres aún peores. Tienen mucho resquemor con el tipo de uso de los materiales y tienen que ganarte demasiado su confianza para que te permitan utilizarla —aseguró Madame Pomfrey, que agitó la varita. Draco tomó un tornillo antes de que la mesa desaparecieran y los metales regresaran a los cajones—. Aun así es un área del cual siempre se requieren más especialistas.
El tornillo se agitó en la mano de Draco, quien abrió la palma y se fijó en el instrumento que salió disparado a reunirse con sus compañeras.
—¿Por qué la pregunta Draco? ¿Acaso piensas en profundizar más en el tema?
El chico negó con la cabeza y la mujer frunció el cejo.
—No, en parte porque ni siquiera puedo manipular con total libertad uno de los materiales principales —dijo Draco con una sonrisa lastimera. Madame Pomfrey hizo una mueca, como si acabara de reconocer el error—. Esto… Madame Pomfrey ¿usted tiene idea de porque la plata hace tanto daño a alguien como yo?
Los dos se sentaron en una de las camillas que no estaban apiladas y Madame Pomfrey se quedó un rato pensativa.
—Siempre ha sido misterio la razón detrás del daño que causa la plata en los hombres lobo… algunos dicen que es porque tiene propiedades mágicas especiales, pero en sí misma la razón del material es desconocida —dijo Madame Pomfrey—. Aun así tengo certeza de cómo funciona ese daño.
Draco levantó la mirada. En sí mismo, la única vez que entró en contacto con plata fue con el libro.
—Me sirve…
—La plata, sirve como inhibidor del sistema inmunitario, Draco. Bien debes saber que de por ser mago ya tienes una capacidad regenerativa superior a un muggle, pero al ser un licántropo, esta característica aumenta aún más —explicó la profesora—. El problema es que la licantropía es una enfermedad con la que tu cuerpo lucha a diario y por esa misma razón es que te quedan cicatrices tras cada transformación, porque tu cuerpo es inteligente y trata de priorizar la curación, mas no el aspecto estético.
» Ahora la plata actúa como un inhibidor de este sistema inmunitario extra que te da la licantropía, en el sector con el que tocas el material y eso es lo que te hace daño. Es la enfermedad que ataca a tu cuerpo.
—Es decir… ¿Qué la plata no hace daño? ¿Solo soy yo?
—Correcto, la licantropía es más fuerte que tu sistema inmunitario mágico por defecto y por eso es por lo que debes sentir un efecto similar a una quemadura, en donde después te salen ampollas, que es una respuesta natural del cuerpo. ¿Entendiste?
Draco aseveró y luego se le ocurrió una pregunta.
—¿Eso significa que un licántropo muggle se haría aún más daño?
—Lamentablemente; de por sí la posibilidad de recuperarse de una mordedura de licántropo siendo muggle es baja y, de ser así, el contacto con la plata puede llegar a resultar letal, porque el cuerpo no tiene las mismas defensas contra maleficios mágicos como un mago o una bruja.
Con eso era suficiente. Draco lo supo, se levantó de la camilla y se despidió de Madame Pomfrey con una sonrisa.
Eso explicaba todo. La razón por la que al estar cerca del material se debilitaba.
Pero otra cosa le quedó aún más clara. Si la licantropía era una enfermedad con la que luchaba día a día, ¿Quién le aseguraba que no podría encontrar una cura? Sospechaba que se dirigía por el camino adecuado, pero, al mismo tiempo, se preguntaba si el origen del material le ayudaría un poco a su objetivo.
Draco decidió que aun se le fuera la vida en ello, él iba a encontrar una cura definitiva. Era una tarea difícil, pero no imposible.
El límite era el conocimiento y Draco se encontraba sediento del este.
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Zabini alargó un suspiro al toparse con la condescendencia de Cho Chang. Las gradas de Slytherin se mostraban perplejas y un silencio abrumador sumergía al partido de forma sepulcral.
Zabini debía medir cerca de metro noventa y durante el verano hizo todo lo que pudo para ponerse fuerte. Era absurdo verlo jugar en el puesto de buscador cuando, de por sí, el que jugara como cazador ya era extraño.
Desde la perspectiva de Zabini, la snitch desapareció tan pronto Madame Hooch la soltó. Ni un misero atisbo dorado, un misero recuerdo. Se esfumó frente a sus ojos de modo vergonzoso y trató de buscarla desesperado, pero se desconcertaba con facilidad con las acciones del partido.
Ravenclaw les daba una paliza por primera vez en años a Slytherin.
Le gritó órdenes a Harper, pero desde el minuto en que el individualista chico se montó en la escoba comenzó a negarse a pasar la quaffle.
Eso no pasaría si él estuviera en su puesto habitual, mientras gritaba jugadas para que los otros dos cazadores obedecieran sin rechistar y se conformara un espectáculo maravilloso y elegante. Un espectáculo digno de la noble casa de slytherin.
Ver el partido era patético, ya que los cazadores de Slytherin se quitaban la quaffle entre ellos para intentar asestar un punto.
Zabini temblaba en el aire y la snitch…
Cho Chang ya la tenía en las manos antes de que Zabini tan siquiera se acordara que esa era su tarea. Ravenclaw estalló en vítores, al mismo tiempo en que Slytherin abucheaba al equipo.
Tuvo que separar a Harper del resto y entraron cabizbajos a los camarines, tras gruñirle a Harper, se acercó al casillero pensativo. El equipo no dijo nada y uno a uno salieron de los vestidores con el pelo mojado y un aura perdedora.
Hundió el rostro en la toalla limpia y sacó un recambio de ropa. Sin quererlo, la mochila se le cayó y junto con esta una gran cantidad de papeles (la mayoría evaluaciones con notas desagradables) que guardaba ahí apiñadas hace años.
—Maldita mierda —insultó, recogiendo las cosas. Crabbe fue el último en salir y así evitar el tener que toparse con el humor de perros de Zabini—. Que ganas de meterme al lago y nunca salir…
Papeles y apuntes viejos los cuales evaporó con la varita; sin embargo, se topó con una fotografía que era igual de antigua que el resto de las cosas.
Tercer año.
Nott debía haberla tomado porque no le gustaba aparecer en las fotos y era el único que no posaba en ella. Las facciones suaves de Pansy y la ausencia del maquillaje de Daphne delataron la antigüedad de la foto más que la propia fecha escrita en el reverso. Crabbe y Goyle acompañaban la escena cruzados de brazos con una tímida sonrisa.
Él se hallaba en el centro y abrazaba a Draco por los hombros, al compás en que ignoraba las constantes protestas que el chico hacía al querer separarse. Rostro sin cicatrices, sin ojeras, sin pómulos marcados y, sobre todo, sin Harry Potter en el radar.
¿Era una señal?
Quizás fuera una coincidencia de esas que tanto odiaba, pero que, con todo, debía admitir que se había equivocado.
Desde hace tiempo que trataba de forma vil a Draco. El acoso que respaldaba con el afán de hundirlo cada vez más, sin lograr apreciar ni la mínima satisfacción que previó. Odiaba sentirse de esa manera. Odiaba tener que acurrucarse en aquel vacío emocional tan profundo en cada desaire de Malfoy.
Quería al chico, por lo que trataba de alejarlo. Ya era suficiente daño y Zabini lo único que quería era preservar su integridad para no salir más lastimado. Ya era suficiente con una única vez. El año pasado lo intentó lo mejor que pudo y aun así fue pisoteado.
Durante el verano intentó convencerse de que así era, pero esa maldita imagen lo hizo retroceder y observarse en el espejo.
Hace tiempo que no comprendía esa genuina felicidad de la foto. Esa sonrisa que brillaba de vida.
Regresó al casillero, se dio una ducha rápida y se cambió. Pegó la foto en la puerta del casillero el cual cerró de un portazo. Antes de salir, dejó las escobas del equipo guardadas, al igual que los camarines y mientras jugueteaba con las llaves caminó de regreso al castillo.
Encontró a Harper que despotricaba contra los otros cazadores, Zabini alzó una ceja y se lamió los labios.
—Deja de quejarte Harper, porque ya no estás en el equipo —anunció, a lo que se llevó unas exclamaciones por parte de Harper—. Ustedes dos avisen que mañana hay práctica a las cinco.
—¡Pero es la hora del té! —exclamó Pucey, atónito—. Vamos tío, danos un respiro ¿no crees?
—Entrenamiento dije, es de suma importancia hacer que el nuevo buscador vuelva a familiarizarse con el equipo.
Los chicos abrieron mucho los ojos y comenzaron a seguirlo hasta las mazmorras. Tal como Zabini se lo esperaba, la gran mayoría de Slytherin rondaba por ahí, no obstante, agradeció que la única persona que necesitaba estuviera leyendo un libro con tranquilidad frente a la chimenea, con una sonrisa que correspondía las caricias que Pansy le daba en el cabello, como si se tratara de un perro contento de ser acicalado.
Se paró al lado, a lo que recibió las miradas de todos menos Draco; quien formó una media sonrisa, cerró el libro abrupto y bostezó.
—Buenas tardes, Zabini, un partido nefasto; si te soy sincero. Menos mal que era amistoso ¿no crees?
Zabini sacó la varita e hizo aparecer un formulario en blanco junto a una pluma que le entregó a Draco.
—¿Qué es esto? ¿Acaso recaudas firmas para una campaña benéfica? —cuestionó Draco, que fingió hacerse el tonto, a lo que obtuvo las risas de Pansy—. Creo que mi vista no está muy bien últimamente, que dice aquí ¿me lo puedes leer?
Le mostró el papel y Zabini frunció el cejo.
—Formulario de ingreso al equipo de Slytherin.
—¿Cómo titular?
—Como titular.
—¿Qué puesto?
Zabini gruñó, le tomaba el pelo frente a toda la sala común.
—Buscador.
—¡Ah! Ya veo, pero pensaba que no querías dejarme jugar. No te habrás golpeado en el partido ¿verdad?
—¡Ya basta, Malfoy! —gritó Zabini, que formó un par de puños. Draco se puso de pie y se paseó frente a la chimenea con el papel—. ¡Firma la puta hoja! Eso es lo que querías ¿no? ¿Acaso quieres humillarme más?
Draco chasqueó la lengua e hizo levitar la hoja junto a la pluma que rellenó los datos menos la firma. Pansy se colocó de pie e hizo que los estudiantes se alejaran, para dejar que solo el equipo de quidditch presenciara la escena.
Todos mostraban el mismo gesto arrepentido.
—Tú sabes bien lo que quiero, Blaise.
Zabini bajó la vista a los pies y con un gran sonrojo la devolvió a Draco.
—Lamento no haberte aceptado y haberme portado como un hijo de puta. Por favor, regresa al equipo, Malfoy.
Crabbe dio un paso al frente y fue a ponerse a espaldas de Zabini.
—¡Disculpa Malfoy! ¡No podemos perder otro partido más! Si no…
—¡No podremos ganar! —agregó Goyle que apoyó a Crabbe.
Draco estudió al resto del equipo que no dijo nada, pero él parecía satisfecho con esos tres. Agarró la pluma, firmó con elegancia, y por un segundo Zabini creyó volver a reconocer a ese Draco de la fotografía, tan enorgullecido de su legado como cualquier sangre pura.
El formulario se enrolló por sí mismo y desapareció. Draco observó a Zabini quien se acercó y le extendió la mano, Draco la aceptó mientras se aguantaba las ganas de sonreír igual que un niño pequeño.
Del mismo modo, Zabini advirtió que sonreía. Se tocó los labios y le dio un toque en el hombro a Draco.
—Prométeme que nunca más me dejaras jugar como buscador.
—Prometido —aseguró Draco, que permitió que la risa le ganara—. Ese fue un espectáculo bastante cuestionable.
—¡Ja! Tampoco te vuelvas engreído. Que aún te queda zanjar ciertos problemas con el resto —mencionó Zabini, soltando el agarre, aunque se acercó al oído de Draco para susurrarle—. Aún nos quedan cosas que resolver, Malfoy.
Sin más, Zabini empujó a un par de estudiantes curiosos y pasó de largo.
Ese Draco, que ahora se reía y que era la antítesis de la foto —tanto física y éticamente— tampoco lucía ser tan malo.
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Notas:
1) Remember When: Wallows.
¡Hola!
Capítulo light antes de la bomba, un poquito más cortito de lo habitual. Cierro temas, abro nuevos, alimento otros.
¡Anticipen el de la próxima semana! Sé que muchos ya se mueren por saber por qué tanto hype, pero en cuanto lo lean sabrán jiji.
Emocionada por razones con fundamento.
Actualización de mi vida. Todo bien, ahora un poco sobresaturada de trabajos y pruebas, y, lamentablemente, he buscado consuelo en ciertos vicios no muy sanos… ¡No fumen! ¡Es malo para la salud! Pero a veces es inevitable.
En fin, por eso mismo escribo, ya que cuando lo hago no sobre pienso las cosas y me divierto con lo que tengo que poner en el papel.
THE_MACHINE
