"Dale a la paz una oportunidad,
Deja que el miedo que tienes se desvanezca.
Tengo mis ojos puestos en tí
Di sí al paraíso (say yes to heaven)
Dime si a mí
Di sí al paraíso (Say yes to heaven).
Dime si a mí."¹
• ── ◦ ◦ ── •
A finales de noviembre, Pansy llegó a la enfermería destellante de emoción, a pesar de que se acercaba el periodo de evaluaciones semestrales y ella se viera inmune ante el nerviosismo general del resto del colegio.
Draco acababa de pasar una luna llena bastante tranquila con la poción y el polerón de Harry escondido en uno de los tablones; sin embargo, el estado deteriorado de la casa hizo que uno de los tablones del suelo del piso de arriba se trizara y el lobo quedara atrapado durante horas hasta que logró sacar la pata.
—¿Me va a dejar cicatriz?
—Es lo más probable —dijo Madame Pomfrey, al ver la pantorrilla de Draco, con restos de astillas en la herida—. Le he dicho a Dumbledore que debería hacer arreglos en la casa de los gritos ¡pero ni caso me hace! —farfulló—. Querido, va a doler un poco la curación, pero solo será mientras remuevo las astillas.
La sangre aún goteaba y Draco se aferró al polerón de Harry con fuerza, para no quejarse. Cuando la herida quedó sin restos de madera en ella, Draco recién cayó en cuenta de la presencia de Pansy, quien esperaba apoyada contra la puerta; aunque movía la cabeza para todas direcciones, en un afán de captar el estado del daño en la pierna.
Eso era inusual, porque Pansy siempre le recalcaba que odiaba verlo durante las curaciones, ya que la hacían sentir imponente; por lo que verla tan temprano le dio de inmediato un mal presentimiento.
Una vez Madame Pomfrey terminó de vendarlo, la mujer lo miró poco convencida.
—Al menos debería tomarte la mañana, Draco —dijo la mujer.
—Me siento bien, de verdad.
Madame Pomfrey atendió de reojo la presencia de Pansy, a lo que la chica sonrió a medias, sin saber si era correcto el integrarse a la conversación.
—Draco...
—Se lo aseguro. ¿Qué tal si regreso a la hora de almuerzo para que revise mi herida?
La mujer se lo pensó un minuto, antes de asentir y darle un vaso con poción herbovitalizante; tras escuchar la larga lista de cosas que no debía hacer, Draco reunió los ánimos suficientes para afrontar un nuevo día de tareas, además de fijar de la mejor manera posible lo que sea que Pansy quería decirle.
Tan pronto salió de la enfermería Draco alzó una ceja hacia Pansy.
—¿Qué ocurre?
—Te tengo una increíble noticia.
—Tus "noticias" casi nunca son buenas, Pans —dijo Draco algo receloso—, pero dime ¿de qué trata ahora?
—¡Esta te va a gustar!; vamos a un lugar privado.
Draco la siguió con lentitud y Pansy tampoco intentó apresurarlo. Le aseguró a Madame Pomfrey que estaba bien, en el momento en que todavía no se colocaba de pie y se dio cuenta de que quizás hubiese preferido quedarse recostado por un par de horas. Draco al ver que se acercaban al patio, se puso el polerón de Harry en un afán de cubrirse un poco más, aun si las mangas de la prenda le quedaban cortas.
Determinaron que un banco olvidado a las afueras del colegio era un sitio lo suficientemente privado para la ocasión.
—La luna llena siguiente a Navidad la pasaré contigo. No es pregunta, es aviso.
Draco la observó, en un intento de escudriñar si lo que su amiga decía era una broma de mal gusto; no obstante, por los labios rectos y el aura astuta, se dio cuenta de que hablaba en serio.
—¿Qué? ¡No! ¿Acaso eres estúpida? ¡Es demasiado peligroso!
—Draco...
—¡La vez que Granger y Harry la pasaron ahí...! ¡Y no te hagas la desentendida! De seguro que Granger ya te contó acerca de esa ocasión.
—Escúchame.
—¡No! ¡tú escúchame a mí! —replicó Draco. Pansy le tiró del brazo y este con cuidado se levantó de la banca para caminar a las cercanías del bosque prohibido—. ¿Qué quieres hacer aquí?
Pansy desapareció detrás de un arbusto. Draco se quejó un poco más, pero pronto fue interrumpido por el suave revoloteo de una mariposa que se le posó encima del hombro.
—¿Pansy? ¿Qué sucede?
Draco frunció el cejo y la mariposa comenzó a revolotear frente a su nariz; el chico la apartó molesto un par de veces, pero el insecto no quería marcharse en ninguna circunstancia.
En cuanto volvió a posársele encima de la nariz, Draco identificó un suave olor a pera y magia antigua.
Olía a Pansy.
—No... no me jodas.
La mariposa se posó en la rama del árbol como si quisiera que Draco la viera en su máximo esplendor. Era un insecto precioso, blanca con detalles verdes y pequeñas motas azules; similares al cárdigan que Pansy traía puesto. Era una mariposa que, bajo los insípidos rayos de sol invernales, se regodeaba de la libertad que gozaba.
—Estás loca.
Siguió al insecto como si se tratara de una snitch y en un pestañeo, Pansy era la que se encontraba sentada en la rama del árbol con la misma sonrisa socarrona del principio y el mentón alzado.
—¡Sorpresa!
Draco abrió la boca y, al mismo tiempo en que Pansy bajaba de nuevo al suelo de un salto, comenzó a desternillarse de risa.
—¡No me lo puedo creer! Sin duda espectacular... ¿Una mariposa? Pans, estás demente... y yo que creía que ya no podías ser más irracional.
—¿A que soy fantástica? Por ahora soy una animago ilegal, aunque la profesora McGonagall ya comenzó a hacer los trámites para registrarme en el ministerio —declaró abrazando a Draco—. ¡Los hombre lobos no atacan animagos! Mione investigó un montón acerca del tema y, de cualquier modo soy tan pequeñita que nunca podrías atacarme.
—Pans, en serio... —Draco se notó pálido, con las manos gélidas y el corazón en un puño— Un día de estos me vas a matar. ¡Esto se trata de magia avanzadísima!
—Sí, bueno, lo hice con la ayuda de la profesora McGonagall, pero... bueno, pensaba que, como ya sé cómo es el procedimiento, pues...
—¡Ni se te ocurra! ¿Cuántos más saben acerca de esto?
Pansy tranquilizó a Draco y caminaron de vuelta a la banca, el chico se derrumbó en el asiento.
—Tú, Mione y bueno la profesora —señaló Pansy—, pero conversé con Nott y sabes bien que sus habilidades en transformaciones son buenas.
—¡No puedes ir por el allí convirtiendo a personas en animagos! Espera, esa mirada... ¡Pansy!
La chica se mordió el labio.
—Tranquilo, todavía nadie más se ha transformado; Hermione quiso, pero tiene mucho trabajo y unas cuantas presentaciones por lo que no se va a poder estarse callada. Sin embargo, Nott ya es callado de por sí, lo que no levantaría muchas sospechas —le recalcó Pansy—. Imagínate la situación por un segundo, yo como mariposa, Nott... sería un caballo ¿no crees? Y tú un lobo, ¡sería asombroso!
—¡No! Y mucho menos lo harán por mí —gruñó Draco—. Pans, aprecio mucho tu esfuerzo ¡te lo juro!, pero estoy bien: te lo aseguro. La poción no es tan mala y no debes arriesgarte a hacer todo esto.
Pansy hizo un mohín con los labios, pero la negativa de Draco no le pudo borrar la emoción.
—No voy a incitar a Nott o Mione a hacerlo si eso te tranquiliza, pero no te puedo asegurar que ellos no tengan la iniciativa, serán sus decisiones ¿está bien? —dijo Pansy, que le apretó la mano—. De cualquier manera... sigo esperando tu invitación.
—¿Invitación?
—Tengo unas inmensas ganas de comer sushi y según la profesora McGonagall en tres escobas hacen la mejor agua de la risa.
Draco negó con la cabeza y le revolvió el pelo a Pansy, que soltó una risita.
—Está bien, vamos el domingo a comer a tres escobas, por tu gran locura exitosa. Yo invito.
De camino a clases le habló acerca del procedimiento para convertirse en animago. Draco asintió ante las palabras de Pansy (reconoció que él no podría nunca volverse uno, porque el tiempo abarcaba de luna llena a luna llena con la hoja de mandrágora en la boca) y juraba que, de no existir Harry Potter, sin duda, estaría perdidamente enamorado de Pansy.
• ── ◦ ◦ ── •
—Entonces, ¿Pansy puede convertirse en animago?
Draco volvió asentir y Harry se aproximó un par de pasos a la mesa de Hermione, que escribía maniática en un largo pergamino de papel. Era la tarea de aritmancia que Draco había acabado hace ya días.
—Si y tu querida amiga lo sabe.
Hermione alzó la vista, con un gigante signo de interrogación al ver a ambos chicos frente a la mesa.
—¿Qué yo sé qué?
Harry se hizo un lado junto a Hermione y Draco tomó el del frente. De no ser por el libro que interponía las manos de ambos, Draco estuvo seguro de que hubiese agarrado la mano de Harry por mero instinto.
—Que Pansy puede volverse un animago... —le susurró Harry.
Hermione se sonrojó y puso los ojos en blanco—. Sí, bueno, Pansy es asombrosa, y si es tal como ella me explicó, me doy cuenta de que en realidad, no es tan complicado, pero sí que conlleva una disciplina impresionante.
—Debe ser genial el volverse un animal a voluntad—agregó Harry, con una sonrisa entusiasmada—. ¿Qué animal crees que adoptaría? ¿Un león? ¡Tal vez podría ser un tigre!
—Una ardilla —sugirió Draco, a lo que Hermione soltó una risa y Harry puso mala cara—. ¿Qué? Con lo ansioso que eres no me contentaría con otra opción.
—¡Lo dice el que sería un hurón saltarín!
Draco se sonrojó de forma furtiva, con los recuerdos de cuarto año que le llegaron a la cabeza. Una discusión sin sentido comenzó entre ambos chicos, que ocasionó que Madame Pince les llamara la atención.
—Bueno, Harry, de cualquier modo me conviene que estés aquí —dijo Hermione—. Slughorn hoy me dijo que te avisara que la cena de navidad se adelantó para la segunda semana de diciembre... así no nos quita vacaciones y queda justo después de las evaluaciones.
—¿Cena de navidad? —pregunto Draco— ¿Es la que me dijiste el otro día?
—Sí —contestó Harry con un largo bufido entre medio de la oración—. ¿Ya tienes con quién ir, Hermione? Pensaba ir contigo, ya sabes, como amigos.
La chica pareció querer gritar, pero se contuvo.
—¡Que soy tonta! Lo siento, Harry, ya invité a otra persona.
Draco sintió al costado la mirada penetrante de alguien. Se dio cuenta de que se trataba de una chica bastante agraciada, de piel aceitunada y pelo encrespado. Con todo, Draco supo que debía ser menor que ellos, ya que aún gozaba de los rasgos suaves de una niña que recién se enfrentaba a los primeros cambios hormonales.
En cambio, a pesar del buen aspecto de la chica, Draco no pudo evitar alzar una ceja divertido al darse cuenta de que la niña estaba demasiado concentrada en Harry, sin prestarle atención a los deberes, hasta el punto en que el dorso de la mano se le manchó de tinta por ver con excesiva devoción a Harry.
—Te tengo una candidata, Potter —bromeó Draco, que le indicó con la cabeza a la chica—. De seguro que estaría encantada en que la invites.
Draco se reía de la situación para poder aplacar, un poco, la punzada de celos que crecía dentro de sí. Harry se sonrojó al encontrarse con los ojos de Romilda que suspiró.
—Romilda Vane... Harry, no te acerques demasiado a ella; se dice que está obsesionada por darte una pócima de amor —advirtió Hermione.
Harry desvió la atención de Romilda y de inmediato la posó en Draco, en un intento de averiguar qué tipo de reacción ocasionaba en el chico. Sonrió al ver la antítesis del rostro burlesco, con las manos apretadas con firmeza el borde de la mesa.
—Nah... creo que tengo una mejor idea de a quién invitar.
Draco quitó los ojos, porque no soportaba la clase de presión que Harry ejercía con un simple gesto. Hermione pareció advertirlo, porque se obligó a sí misma a no sonreír.
—¿Malfoy?
—No sería mala idea ¿no? —dijo Harry tranquilo— Aparte, estoy seguro de que Slughorn estará encantado de interactuar más contigo si eres mi acompañante.
—Raro —soltó Draco, junto a una risa nerviosa—. ¿Qué dirá el mundo al ver al niñito consentido de Dumbledore con una serpiente venenosa?
—Que de seguro Harry logró domarla —concluyó Hermione, con las mejillas sonrojadas—. Sería bueno... vayan como amigos. No serán los únicos.
Draco notó en Hermione esa complicidad. Ella sabía más de lo que quería admitir y Harry, que nunca se daba cuenta de lo que Hermione pensaba, sonrió emocionado.
Draco abrió su agenda y comprobó que la fecha dada por Hermione, la tenía libre.
—¡Sí! —exclamó Harry, que con un lápiz escribió "Fiesta de Slug"— ¡Está decidido!
—Lo que sea —bufó Draco en un vago intento de no lucir complacido.
Volvió a contemplar a Romilda, que apretó la mandíbula en un gesto rabioso a lo que Draco se lamió los labios, sacó un dulce de caramelo y se inclinó sobre la mesa para presionar la golosina contra los labios de Harry.
—De ser tú, Potter, me comenzaría a preocupar un poco más por lo que me llevo a la boca.
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—¡No entiendo! ¡¿Por qué todavía no puedo hacerme cambiar el color de mis cejas?!
Draco fumaba con los larguísimos apuntes de runas antiguas del primer semestre, ya era la quinta vez que Harry le cortaba la concentración cosa que lo comenzaba a poner de mal humor.
—Se pronuncia Crinus muto, no mutos —le corrigió cansado—. Ahora deja de interrumpirme porque si no voy a terminar por irme a la biblioteca.
—¡No puedes dejarme así! —le gritó Harry molesto—Prometiste que despues me ayudarías con encantamientos.
Draco fumó lo último que quedaba de cigarro y ladeó la cabeza desentendido.
—Dije que te acompañaría, no que te ayudaría.
—¡El ayudar viene implícito en el acompañar!
—Si quieres que alguien te enseñe materia de primer año, pídele a Granger.
Harry apuntó a Draco con la varita y arrugó la nariz, mientras que el chico ni siquiera se inmutó.
—A Hermione no le entiendo demasiado, explica la materia sin detenerse tanto como tú.
Era la primera sesión de estudio que mantenían juntos y Harry consideraba que los avances eran nefastos.
Draco terminó por levantarse del asiento y colocarse detrás de Harry frente al espejo. Le tomó con suavidad las manos y Harry fue capaz de apreciar el olor del cigarro impregnado en los nudillos y uniforme de Draco.
—Mueves la varita demasiado brusco; sé que te gusta ser impulsivo, pero la forma es de una jota ligada hecha con delicadeza —corrigió Draco, que agitó la mano de Harry para que comprendiera mejor el movimiento—. Venga, inténtalo.
Lo soltó y Harry, un poco nervioso por la cercanía de Draco, agitó la varita con las correcciones del chico encima. Esta vez sí que logró que una de sus cejas cambiara a un tono rubio casi amarillo, no blanquecino como el de Draco.
—¡Excelente! —le felicitó Draco, con una sonrisa sutil—. Concéntrate más en el encantamiento y podrás hacer cambiar ambas cejas.
Harry sintió el modo en que Draco quiso apartarse, pero no se lo permitió; en lugar, intercambió lugares, con Draco enfrentado en el espejo.
—Quiero ver cómo te sale a ti.
Draco resopló, pero aceptó. Quitó la varita con la que sujetaba su pelo y este cayó de manera elegante; Harry se mordió el labio y se colocó a un lado para vigilar los movimientos que Draco iba a ejecutar.
—¿Puedes teñirte el pelo?
—Daphne me enseñó el otro día a cambio de la tarea de astronomía.
—¡Bien, entonces tíñete de negro, por favor!
El chico afirmó y Harry notó en la mirada de Draco el cómo se concentraba por completo en la magia que iba a hacer. El chico agitó la varita y pronunció las palabras a la perfección; de un segundo a otro, la cascada rubia de Draco se transformó en un velo negro y las cejas casi imperceptibles del muchacho, por primera vez le enmarcaron el rostro.
Era una situación tan extraña y se percató que el color de pelo de una persona sí que podía hacerlo cambiar por completo. Draco se definió en el espejo con una mueca contrariada, sin saber qué hacer con ese aspecto, se pasó la mano por el pelo y acabó por sonrojarse un poco.
—Con este pelo me parezco a mi mamá antes de que se tiñera —gimió Draco avergonzado—. Un verdadero Black, supongo.
Harry trató de compararlo con alguna celebridad que conocía, sin ser capaz de hallar palabras que decir sin tartamudear. Terminó por ruborizarse al darse cuenta de que Draco le daba ciertas vibras similares al andrógino (y hermosísimo) aspecto de Winona Ryder.
Lo abrazó y Draco, que seguía concentrado en su aspecto, perdió el equilibrio y cayó al suelo con Harry encima.
—¿Qué te pasa? ¡Me dolió!
Harry se cubrió la mitad de la cara y terminó por apoyarse contra el pecho del otro chico, sin saber qué hacer para contener las ganas de besarlo.
—Te odio... ¿Por qué te ves tan bien incluso con el pelo negro?
—Lotería genética de puristas de sangre —justificó Draco, que le acarició el pelo y le depositó un suave beso en la frente, en cuanto se sentó—. Aunque me veo bien, no sé si me gusta más mi aspecto de Black o mi look de Malfoy.
—Pues yo prefiero el rubio, ya que con el pelo negro me recuerdas un poco a Sirius —le dijo Harry, a lo que Draco ladeó la cabeza y asintió.
Draco devolvió la ceja de Harry y su pelo a la normalidad. Los chicos se quedaron un rato frente al espejo, hasta que decidieron reírse por el suceso y darse un largo beso, seguido por otros igual de eternos.
Al despertar de esa nube de ensoñación, cayeron en cuenta de que media hora se les escurrió de los dedos.
—Creo que deberíamos estudiar por separado —bufó Draco, cerca del rostro de Harry—, si seguimos así no vamos a llegar a ningún lado.
Draco se levantó del suelo y recogió la materia de runas de la mesa.
—Me voy a la biblioteca.
Harry se apresuró a tomarlo de la muñeca, para evitar que este se fuera.
—¡Espera!
—¿Qué sucede?
—Mínimo un beso de despedida ¿no crees?
Draco se rascó la cabeza, soltó el pomo de la puerta y examinó el suelo.
—¡Por Merlín, Harry! —exclamó derrotado— ¿Cómo te digo que no? ¡Dime!
Al final, otra media hora pasó incluso más rápido que la anterior.
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El domingo, Draco puso una mala cara al ver a Pansy junto a Daphne y Nott.
—¿Por qué ellos están aquí
—¡Para celebrar!
—¿¡Lo saben?!
—No eres mi único amigo, Draco.
Nott se rascó la cabeza y Daphne sonrió encantada.
—El punto no es ese —suspiró Draco—. El tema es que quien va a pagar todo soy yo.
—Lo dices como si fuéramos a dejar en bancarrota a un millonario —bufó Pansy, que entró a tres escobas—. Vamos tacaño, entra antes de que el dinero se desvanezca de tu billetera.
Pansy molestó a Draco porque era divertido además de que adoraba verlo sonreír.
—¡Venga! ¡Relájate, Draco! —le dijo Pansy que lo tomó del brazo y tiró del chico—. Nadie te va a dar un reconocimiento por mantener la cara más larga de la historia.
Se sentaron en una mesa cercana, con vistas directas a Zabini y su nuevo ligue de Ravenclaw. Draco lo saludó con un movimiento de cabeza a lo que Zabini respondió con cordialidad; quizás todavía no llegaban al mismo punto de la amistad del año pasado, pero al menos ya no querían matarse el uno con el otro.
En la taberna, además se encontraban Ginny, Hermione y Luna, quienes luego de un rápido saludo, volvieron a compartir una conversación animosa. Pansy apartó a Nott del asiento que daba con el brillante cabello de Ginny y durante un extenso instante, ambas chicas compartieron una mirada en la que parecían decirse de todo.
Draco chasqueó los dedos para llamarle la atención a Pansy y la chica leyó de reojo la carta.
—Tú elige que quieres comer.
—Qué complicado, pero si consideramos que tú, Draco, comes por cuatro...
El chico le entregó la carta y se cruzó de brazos. Nott y Daphne rieron ante su reacción.
—Si frunces tanto el cejo te va a quedar una arruga, Draco —señaló Daphne, que se apoyó contra el brazo de Nott—... creo que me pediré un whiskey de fuego.
Nott alzó una ceja—¿No es demasiado fuerte, Daph?
—Cariño, tú sabes que me encantan los tragos fuertes
Pansy leyó las opciones de carta y pidieron tanta comida que en determinado momento, Draco perdió la cuenta y decidió permitirse disfrutar.
A veces era bueno el disfrutar de la compañía de amistades con las que compartía más risas que arrebatos de desgano.
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Notas:
1) Say yes to heaven: Lana del rey.
Hola!
Si las cosas van como planeo, la publicación de todo sexto terminará a finales de año. ¿Lo lograré? Solo queda averiguarlo, y que no me dé por colocar muchos capítulos entre medio.
The Machine.
Pdt. Me han dejado algunas preguntas que responderé en el siguiente capítulo.
