"Esta rabia
que duró mil años
Pronto se irá (pronto se irá)
Esto es un tipo de magia" ¹
• ── ◦ ◦ ── •
Abrió la puerta y un olor a frescura gélida lo invadió. El viento entraba por la ventana semiabierta y la cama contigua a la de Draco se encontraba tendida, con la colcha junto a las almohadas a juego en tonos rojizos.
Draco parecía que esta vez sí se había esmerado en ordenar el lado de la habitación de Tonks ante la anticipación de que Harry iba a pasar un periodo de tiempo más o menos extenso en su casa.
—Pero siempre puedes dormir conmigo.
Draco le dijo eso a modo de coqueteó una vez cerraron la puerta del cuarto, aunque Harry no contestó, ya que se limitó a mirarlo de reojo mientras dejaba el bolso sobre las frazadas.
No era capaz de sostener los ojos de Draco. El pecho ya se le oprimió la primera vez de solo escuchar desde la boca de Tonks que Draco continuaba mal; sin embargo, Harry, que de una u otra manera logró desvanecer (con gran dificultad) el recuerdo de Draco demacrado a comienzos del año escolar anterior casi rompe a llorar al verlo así de mal.
El adjetivo: "enfermo" era el que mejor englobaba su aspecto. Profundas ojeras que le acentuaban las huesudas facciones, la piel verdosa la cual, a pesar de no haberlo tocado todavía, aparentaba estar frío; novedosas heridas que no curaban del todo (y todo apuntaba a que iban a demorar en sanar), moretones que se dejaban entrever cerca del cuello de la camisa y el pelo blanco con unos imperceptibles reflejos rubios, como si el rubio fuera el tono secundario; no el natural.
—Se supone que debemos fingir que somos amigos —replicó Harry sentado en la cama. Tenía las piernas algo entumidas debido al viaje y, aunque no hizo nada más que estar sentado, sintió tan pronto se bajó del auto, unas inmensas ganas de irse a dormir una siesta—. Ya sabes, compadres, compinches, casi como hermanos.
—Los amigos a veces duermen juntos.
—¿Acaso duermes seguido con Nott?
Draco se lo pensó, negó con la cabeza y se acercó a Harry, quien tiró el bolso al suelo (no le importaba porque no tría nada delicado) y aguardó por la respuesta que no tardó en llegar:
—La última vez que dormí con Nott fue en primero —contestó Draco que, ante la memoria repentina, sonrió—. Me refería a Pansy.
Harry emitió un ruido pensativo que reemplazó con una pregunta—: ¿Acaso me engañas con Pansy?
Acompañado por un pellizco en la nariz, Draco se recostó encima de él. Harry cayó de espaldas a la almohada, conmovido ante el imprevisto gesto lleno de ternura, al compás en que Draco se acomodaba sobre su pecho, con un sutil rubor, para oír los latidos del corazón de Harry.
—No seas idiota, Potter.
Harry se atrevió a hundir los dedos en el pelo de Draco. Fino y seco, aunque esta última característica era por la falta de lavado. Con todo, el largo era un poco mayor y Harry estuvo seguro de que pronto las puntas le llegarían a la mitad de la espalda. Era tranquilizador acicalarle el cabello, y Draco, igual que un gato que ya sentía la falta de cariño, se dejó querer.
No obstante, Harry no dejaba de analizar, con el un dolor imponente en el estómago. Juraba que nunca tuvo tantas ganas de volverse un licántropo solo para acompañar a Draco el resto de las lunas llenas de su vida.
Todavía no se besaban, pero tampoco era como si estuvieran apresurados por romper ese contacto. A decir verdad, Draco consideraba más urgente el impregnarse otra vez del olor de Harry, quien casi podía escuchar la rabia en los pensamientos de Draco: "De seguro que estará tratando de borrar el olor de la madriguera de mí", reflexionó Harry.
En este momento Harry se percató de lo distinto que resultaba ese momento con los pocos que tuvo con Cho Chang. La relación que significó un par de besos llenos de lágrimas con el nombre de Cedric escritas en ellas.
En cambio, Draco trazaba círculos sobre el suéter navideño de la Señora Weasley, sin pena o ansiedad alguna. Ninguno pronunciaba comentario alguno, como si no quisieran asumir los auténticos motivos de la estancia de Harry. Se mantenían manos en ese cuarto con dos camas demasiado separadas.
Afuera hacía un frío glaciar. Harry tenía los labios tan resecos que ardían, pero las manos cálidas, por lo que ayudó a Draco a graduar la temperatura corporal. La nieve continuó cayendo a ventiscas fuertes que azotaban con la ventana y congelaban los rieles, sin inmutarse ante el contacto somnoliento de ambos chicos, que tan pronto se separaron, quedaron quietos con inamovibles sonrisas en el rostro del otro.
Fue Harry quien terminó por romper ese silencio. Más que nada porque no podía quitarse la preocupación de la cabeza. Alejó la mano de Draco y se la llevó al cuello.
—¿Cómo te fue?
—Ya te lo conté, Harry, no me hagas tener que repetirlo.
—Pero… no es lo mismo y lo sabes.
Draco puso los ojos en blanco, se sentó de un movimiento y quedó con la vista puesta en los carteles pegados con magia en la pared.
—Ni siquiera me cuentas todo, Draco. Te quedas siempre con lo esencial y…
—¡Eso es porque odio esto! ¿Vale? Odio cada maldita luna… odio hablar de eso. ¡Odio pronunciar que soy un… enfermo; ¡ya que siento que, con decirlo en voz alta, todo el mundo se va a enterar y todo lo que soy, se va a destruir!
Harry se esperaba ese tipo de reacción. Aquel alarido no era un regaño hacia él (Harry), sino que sonaba como algo que Draco se gritaba a sí mismo.
Le acarició una cicatriz que tenía en el antebrazo derecho y volvió a hundir los dedos en el pelo de Draco, quien tembló un poco antes de agachar con levedad la cabeza.
—No debí haber gritado, lo siento…—se disculpó Draco, lo que demostraba lo afectado que estaba. Un Malfoy nunca se disculpa, Potter—. Es complicado, esta vez lo fue más porque involucra a Jess en el asunto y… agh. —Harry sin necesidad de presenciarlo, era consciente de que Draco trataba de no llorar, ni gritar o ambas.—. Me siento tan como la mierda… Es mi culpa.
El recuerdo de las notas de Sirius le llegó a Harry como un flashback doloroso. Se mordió el labio y decidió quitarse los lentes, como si eso le diera una nueva perspectiva a lo que pensaba.
—No es tu culpa.
—Es mi culpa —gruñó con más fuerza—, sé que de cualquier forma no hubiese ido a la cita, pero, igual. La culpa es algo innato, Harry, déjame acostumbrarme a ella.
¿Qué podía decir ante algo que sonaba tan sincero como eso? La dureza de esas palabras era un pesimismo superior al que alguna vez imaginó. ¿Acaso así se sentían sus amigos cuando trataban de comprenderlo? Tan lejanos. Con una empatía dolorosa que no sabían manifestar.
—Draco…
—Me gustaría saber cómo está ella ahora.
Harry le quiso asegurar a Draco que, tal vez, todo se trató de una simple amenaza que nunca llegó a darse a cabo, pero los dos eran conscientes de que ese no era el estilo de Greyback. Por eso Draco continuaba tan conmovido. Greyback le hizo a Jessi lo que advirtió, aunque no tenían del claro el que y tampoco el cómo.
—Tienes mal aspecto.
—Lo sé, pero todavía no soy capaz de…
Harry bajo las manos y presionó un poco el cuerpo de Draco, para sentirlo a pesar de las capas de ropas. Todo el cuerpo era huesudo y duro; Harry casi sintió que abrazaba a un poste de luz y no a una persona.
—No importa, Draco —aseguró Harry—. Por ahora no importa.
Así permanecieron, sin decir más, hasta que Draco se quedó dormido y Harry lo arropó con la manta a los pies de la cama.
• ── ◦ ◦ ── •
Una vez Draco abrió los ojos se sintió mejor. Esas dos horas de siesta le ayudaron más que las catorce del día anterior y le adjudicaba la culpa al aroma de Harry que se encerró en ese cuarto, como si se tratara de un tranquilizante. Aún era capaz de percibir los tenues matices de Weasley, pero Draco estuvo seguro de que lo único que necesitaría sería más contacto para poder deshacer cualquier atisbo ajeno a él.
Harry leía el texto de pociones avanzadas concentradísimo recostado en la cama del otro chico. Draco no fue capaz de dejar de ver hacia el costado, a ese perfil moreno y la parsimonia tan envidiable con la que pasaba las páginas. No fue hasta que Harry estiró el cuello que se encontró con los ojos bien abiertos de Draco.
—¡Oh! Al fin despertaste…
Se levantó de la cama refrescado y con las manos metidas en los bolsillos se acercó a Harry.
—¿Estás tratando de ayudarme en mi investigación? No te sobre esfuerces, releí ese texto como siete veces.
—Si claro, no eres el ombligo del mundo… aunque ¿tienes idea de lo que puede hacer el sectumsempra?
—¿Sectu-qué? ¿Qué hechizo es ese? Suena a maleficio; me interesa…
Harry le comenzó a contar acerca del príncipe mestizo. Draco no pareció demasiado interesado acerca de un tipo que se apodaba a sí mismo como príncipe, pero decidió darle una hojeada al texto, sintiendo que la letra le era familiar.
Con todo, las notas fueron escritas en tinta negra y se emborronó por el roce de la mano que la hizo encima. A veces los rayones eran tan invasivos y sucios que hicieron que Draco bufara molesto.
—Odio a las personas que no cuidan sus libros —sentenció Draco, devolviéndole el libro como si se tratara de un pedazo de basura—. Está bien escribir en ellos, pero hacerlo de esa manera tan salvaje es de lo más vulgar y ordinario que existe.
—Ni siquiera prestaste atención a las anotaciones.
—Harry, no se entiende nada de lo que está escrito.
—Lo dices como si tuvieras la letra más bonita del mundo.
Draco terminó por darle a Harry un leve golpe en la cabeza y se fue a parar frente al espejo para arreglarse la ropa.
—¿Qué planes hay para hoy? —preguntó Harry, al dejar el libro a un lado.
—Ninguno, pero mañana partimos temprano a la casa del señor Lupin —dijo Draco a lo que Harry colocó mala cara—. ¿Qué pasa ahora?
— ¿No prefieres de que lo posterguemos hasta que te encuentres bien?
Draco colocó los ojos en blanco y se cruzó de brazos.
—Ya estoy mejor y si me centro en encerrarme en la casa, no voy a poder seguir adelante.
Harry continuó sin parecer demasiado convencido.
—Además, voy contigo; con eso es suficiente —puntualizó Draco, que pudo observar a través del espejo como Harry se ruborizaba—. Fishguard por la tarde y regresamos a eso de las seis.
—Si todo va según los planes.
—Tengo todo planeado hasta el detalle; no pienso permitir que nada salga mal.
Harry se dio un golpecito para espabilarse y bufó:
—Que aburrido~
—Harry…
—Me gustaría que sonara todo un poquito más ilegal.
Si Harry lo decía para fastidiar a Draco, no lo consiguió; porque lo único que logró fue sacarle una sonrisa boba. A lo mejor, ese era el propósito principal de sus comentarios.
—¿Te parece bien si vamos a la biblioteca?
—¿A qué? —preguntó Harry— ¡Todavía no quiero ponerme a estudiar! ¡Déjame ser feliz!
Se volteó y con los ojos en blanco Draco añadió:
—La internosequecosa.
Harry abrió la boca y asintió, acordándose al momento. Se puso de pie tan rápido que hasta Draco se impresionó por la inagotable fuente de energía que Harry poseía durante el día.
—¡Vale! ¡Vamos!
Se pusieron un par de parkas y antes de abandonar la habitación, Draco se detuvo un par de centímetros cerca a Harry.
—En un par de meses me llegaras a la mitad del rostro —mencionó Draco, como venganza por la provocación anterior—, claro, si es que no crezco más en el mismo periodo de tiempo.
Harry frunció el cejo y sin pensarlo demasiado le dio un beso rápido a Draco que se descolocó un poco; aunque lo aceptó con las mejillas sonrosadas.
Sin continuar discutiendo las estaturas, bajaron las escaleras y avisaron a todos que iban a salir. El frío les atacó tan pronto salieron y fueron emboscados de frente con una ventisca. Los dos metieron las manos dentro de los bolsillos y cruzaron a paso rápido toda la vecindad.
Harry siguió a Draco hasta la biblioteca, que quedaba a un par de cuadras de un colegio cercano; en ese punto, casi corrieron para entrar al edificio, el cual, al menos, tenía la calefacción encendida.
El edificio no era tan impresionante como la biblioteca de Hogwarts, en especial porque las estanterías eran bajas y estas se encontraban llenas de libros maltrechos los cuales, de haber sido de su propiedad, Draco ya los hubiera tirado hace siglos. El Bibliotecario era un anciano que apenas se movía, y ambos chicos por un momento se preguntaron si seguía vivo o era un cadáver con lentes.
Cruzaron la sección de textos muggles hasta que llegaron a una dedicada a los computadores. Eran cajas toscas, con teclados grandes y de color amarillento. El par de adolescentes, al lado del computador que Draco y Harry pretendían utilizar, se quejaron tan pronto los chicos se aproximaron, ya que la pantalla se mostró una pantalla azul terminante que duró un par de segundos hasta que la computadora decidió apagarse y no volver a encender.
—¡Mierda! —gritaron otros chicos a espaldas, dándole un par de golpes a la gran caja— ¡El trabajo!
Draco y Harry se miraron entre sí, mientras intentaban hacer caso omiso al ruido ensordecedor que emitieron otros pares de computadores encendidos.
—Mierda, no contaba con esto —maldijo Harry en voz baja.
Harry se veía bastante preocupado e intentaba hacer encender el computador del frente con ganas, pero este se rehusaba totalmente; a Draco, al contrario, consideraba que el giro de los eventos era graciosísimo
El decrépito bibliotecario apareció a paso lento y miró los computadores sin comprender, para terminar por regresar a su puesto de trabajo sin molestarse en atender las reiteradas quejas de los adolescentes a espaldas. Draco se cruzó de brazos y en cuanto puso el dedo de encender en uno de los equipos, sintió una mano encima de su hombro.
—¿Por qué creo que debes estar tu involucrado en esto?
Abrió mucho los ojos y se fijó en Adrien atrás de ambos, con una chaqueta inmensa llena de parches y el pelo disparatado en todas las direcciones por haberse sacado el gorro de lana que ahora traía en las manos.
Harry lo miró confundido, como si un montón de cables se le hubieran cruzado de un momento a otro, hasta que un tierno sonrojo se les subió a las mejillas tan pronto Adrien le dedicó un poco de atención.
—¿Viniste con un amigo?
—Eh… sí, él es Harry.
Adrien se quedó con los ojos varados en Harry, aunque ahora lo examinaba de pies a cabeza, como si se preguntara a si mismo que era lo que lo hacía tan especial. Draco, en medio de ambos, reparó en que la mirada de Harry era, quizás igual de admirativa que la forma en la que hace años lo atrapó viendo a Cedric.
—Cool, bro —acabó por declarar bastante poco impresionado—. ¿Eres de verdad el noviecito de Draco? Bueno… que te puedo decir…
Harry abrió mucho los ojos y miró a Draco sin comprender los motivos por los que Adrien era conocedor de su relación. Frustrado por la situación de los computadores, y las dudas que ahora le acechaban, se quitó los lentes para frotarse las comisuras de los ojos y limpiar el cristal.
—Ah… ¡Es por esto! —determinó Adrien, que hizo que Harry apartara la mano del rostro y lo apreció sin lentes de por medio—. Tiene sentido, Draco; en la cama los lentes son incómodos.
—¡Es suficiente! —gruñó Draco, que apartó a Adrien furioso—. Harry ignóralo, él es el imbécil del que te hablé.
Harry parecía no estar enterándose de todo. Volvió a colocarse los lentes e hizo un mohín con los labios—. ¿El muggle?
Al recibir el asentimiento de Draco, Harry comprendió todo.
—¿Y qué fue lo que te dijo Draco de mí, chéri?2
El francés de Adrien hizo que Draco arrugara la nariz y Harry cerrara la mano en un puño firme.
—No lo llames así.
Adrien posicionó su brazo por sobre los hombros de Draco, satisfecho de haberlo puesto en un aprieto. Era un desgraciado de primera, aunque Draco se encontraba seguro que, de haber tenido la oportunidad con cualquier amigo suyo, hubiera hecho algo similar.
Harry ahora ya no tenía un atisbo de sonrojo en las mejillas, en realidad, miraba de mala gana el contacto que ambos mantenían.
—Me dijo que eres muggle que sabe mucha información innecesaria —contestó Harry de mala gana y tomó a Draco por el brazo—. Nos íbamos.
—¿Solo eso? ¡Qué decepción! Pensé que te contó acerca de nuestra…
—¡Cállate! —gritó Draco que se separó de un movimiento y se paró al lado de Harry—. Ignóralo, Harry, no vale la pena…
Agitó los brazos para hacer que Harry lo tomara en cuenta, aunque este lo ignoró y dio un paso hacia Adrien. Era de los tres chicos, el más bajo, pero no por eso lucía menos intimidante.
—No, continua.
—¿Estás seguro? —Harry afirmó, a lo que Adrien se mostró complacido— Tu as plus de couilles que je ne le pensáis, Harry.3
—Oui, oui —murmuró Harry en un mal acento francés. No sabía que significaba la oración anterior, pero por el tono en que Adrien lo pronunció, aparentaba que era una especie de halago insidioso.
Adrien se lamió los labios con carácter malicioso y extendió un puño; al abrirlo, el anillo de la casa Malfoy descansaba en su palma. Harry tomó la joya y Draco volvió a replicar para que se marcharan.
—De nuestra loca aventura de verano —declaró tranquilo—. En fin, un gusto y toma, vampiro: tus favoritos.
Del bolsillo de la chaqueta, Adrien le aventó un paquete sellado de cigarros, le guiñó un ojo y tomó el asiento del frente.
Examinó el envoltorio de Marlboro gold con un sinfín de sentimientos encontrados en sí mismo. En silencio ambos chicos tan pronto pusieron un pie fuera de la zona delimitada de los computadores, estos volvieron a funcionar. Adrien continuaba mirándolos con burla y se despidió de Harry con un beso que lanzó al aire.
Al salir de la biblioteca Harry no dijo nada. A pesar de que adoraba escuchar la voz de Harry, este no le dio el gusto de oírlo. Saludó al mundo entero tan pronto entró a la casa, y pretendió normalidad mientras conversaba con Ted Tonks a la hora del té.
Sentado al lado se sintió empequeñecido ante el desaire de Harry.
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Harry no era del todo consciente del motivo por el cual le molestaba tanto el tipo de información que acababa de recibir.
Conocía a Pansy. Exnovia de Draco, la chica con la que Draco se besuqueó incontable cantidad de veces frente a Harry y, lo peor, Draco durante mucho tiempo lo hizo con el propósito de ser visto por él.
El rumor de que Draco avanzó de fase el año pasado con una chica de Slytherin.
Los susurros de las otras varias exnovias de Draco que lo seguían por los pasillos, que decían que nunca hubiesen imaginado que el chico hubiera cambiado tanto de ideales.
Sin embargo, el simple hecho de que Adrien fuera un hombre — con un atractivo de muerte— ya le provocaba una jaqueca.
Draco lo miraba como un perro temeroso. Jugaba con un cubito de azúcar y se mordía el labio, mientras Harry escuchaba un relato super animado de Ted Tonks y la familia muggle del frente. Harry en realidad fingía prestar atención, cuando en realidad quería distraerse un poco de la molestia que lo embriagaba por completo.
Pese a todos los meollos mentales que Harry creó para justificar los celos, se dio cuenta de que, lo que no le gustaba de la situación era: estar molesto con Draco. Claro que quería demostrarle su descontento, pero tampoco era como si Draco pudiera hacer algo para cambiar el pasado; un pasado en donde Harry continuaba siendo un simple amigo.
Debían conversarlo. Eso era importante.
Ahora importaba el presente y el futuro. Harry estaba decidido por ser uno de los protagonistas de ambos en la vida de Draco.
Posó la mano sobre el muslo del chico debajo de la mesa. Draco lo miró con ilusión antes de sonreírle su tío.
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—Padre cruzó los límites.
Jessica desvió la mirada y volvió a tocarse los vendajes en el rostro. Le dolían las articulaciones y escuchaba el murmullo de la rabia de la mujer sentada al costado.
—Hermana, tranquilízate; ¿estás bien, Jessica?
Los ojos de ambos se dirigieron a la niña que aseguró nerviosa.
—Si… ¿Hay alguna novedad? —preguntó Jessica.
—Ninguna, todo va como siempre —contestó Thomas—. Aunque padre te llamó, hermana, para que lo vayas a ver.
La mujer se cruzó de brazos y suspiró.
—Sé que no quieres, pero la palabra de padre es ley —le dijo Jessica con una media sonrisa—. Ve tranquila, yo te espero.
La mujer la miró con ternura, depositó un suave beso sobre el vendaje de Jessica, se puso de pie y comenzó a trenzarse el cabello de camino a donde Greyback. Jessica se quedó con Thomas, que decidió abrir la ventana para probar, de primera mano, las gélidas ventiscas contra su piel.
—Padre me detesta.
—Eso es porque le tocaste su niñita consentida —contestó Thomas—. Ella no debía tener omega.
—Pero es alfa. Todos tienen uno incluso… tú ¿no?
—¿La mía? La asesiné cuando me metí a la manada. Era una inservible muggle, que colocaba trabas en el camino al progreso.
Un escalofrío le llegó al escuchar como Thomas se refería a ese otro ser que, se suponía, debía ser especial.
—Eso es peligroso para ti, y lo sabes… no tener el vínculo.
—Delta ¿no? Siempre que padre esté cuerdo no sucederá nada y estoy dispuesto a hacer lo que sea para que las cosas sigan así.
Thomas rebuscó dentro de los bolsillos del traje hasta que sacó una cajetilla de cigarros.
—No obstante, con ustedes es distinto —agregó Thomas—. Tu tranquila, esto no lo hizo por el vínculo que tienes con mi hermana; si quieres buscar un culpable, ese es Malfoy.
Jessica tomó el espejo de mano al lado y volvió a mirar el vendaje. Pensó en Draco y como debía estar regodeándose con su familia durante las festividades, cuando a ella le tocaba pagar los platos rotos de su capacidad innata para tratar de escabullirse de la naturaleza.
Siempre había sido una simple niña tonta. Esa confianza desmedida que vertió en él.
Lo que más le dolía era reconocer que no se arrepentía tanto de haberlo de hecho. Odiaba no ser capaz de aborrecer a Draco Malfoy.
—¿Quieres uno?
—No fumo.
El hombre sonrió de lado, sacó dos y le encendió uno a Jessica.
—¿Acaso te has creído el cuento que dicen que estos matan? Es verdad, alcohol, drogas, cigarro, … Todo eso mata en exceso; pero ¿Qué importa? Terminaremos de la misma manera; muertos. Así que es mejor que comiences a escoger tu vicio favorito.
Jessica tomó con cuidado el cigarro, que se llevó a labios. Tosió al probar la sustancia invadirle la garganta con una extensa sensación picante.
—¿Lo probaste? El sabor de la miseria misma. El cómo mata tus amígdalas y te contamina los pulmones; memorízalo, Jessi, porque tarde o temprano vas a tener que hacer lo mismo con otros. Y debes estar preparada para eso.
Ella accedió, le dio una segunda probada y se forzó a sí misma a inhalar el cigarro correctamente. Por un segundo todo fue silencio seguido de un intenso mareo; trató de enfocar a Thomas, que le extendió el cenicero con una cínica sonrisa.
• ── ◦ ◦ ── •
Los dos firmaron ese pacto silencioso, en el cual Hary se recostaba y Draco apoyaba la cabeza sobre su pecho, a veces ni siquiera se abrazaban, ya que Draco lo único que quería era comprobar el ritmo cardiaco de Harry.
Uno, dos, tres. Iban rápidos. Diez, veinte, treinta.
—Pansy fue la primera. En tercero comenzamos a salir en serio, lo dejamos un tiempo y en cuarto retomamos; al final terminamos a principios de quinto —comenzó tranquilo—. Y Adrien fue este verano. Nunca determiné muy bien lo fuimos, pero diría que esas dos fueron mis relacionas más "serias" … Bueno y ahora estas tú.
Draco advirtió como Harry abría los ojos sorprendidos, aunque desconoció el motivo.
—En serio que ¿no saliste con nadie más?
—O sea, estuve con varias más, pero Pansy y Adrien fueron mis longevas ¿me entiendes?
—Eso creo.
Lo oyó poco convencido, a lo que Draco frunció el cejo y se separó del pecho de Harry para sentarse al borde de la cama.
—Estás pensando en otra cosa.
—Bueno, a ver, no puedo dejar de intrigarme acerca de… lo que tú ya sabes.
—Lo que ya sé—repitió Draco, saboreando cada sílaba—… ¿Es una especie de adivinanza?
Una adivinanza que Draco resolvió al minuto, pero si surgía la oportunidad, siempre iba a optar por molestar a Harry.
—Ya sabes… eso— Harry se sonrojó y dio media vuelta. Draco esbozó una sonrisa burlesca—. ¿Llegar al grado tres?
—Solo con Adrien y otras varias, Pansy… nunca la vi pudimos hacerlo. Era como, no sé… pretender hacerlo con un familiar — reconoció sincero, inclinado sobre el cuerpo encogido de Harry—. No entiendo por qué te avergüenza hablar tanto de este tema, Potter. ¡Por Merlín! Si tú también ya tuviste sexo.
—Ya, pero lo tuyo es otro nivel.
—Que yo sepa no tengo ningún fetiche extraño.
Harry se sonrojó tanto que la punta de sus orejas ardieron con fiereza. Draco soltó carcajadas ante la rección del chico.
—¡No me refiero a eso!
—¿El haberlo hecho en mis cinco sentidos me da puntos extras?
—¡Cállate puta boca!
Draco sin decir nada más, se levantó de la cama, con el único deseo de abrir la ventana y refrescar un poco el ambiente cargado de Harry. No entendía si era porque era un mago o el contexto, pero por alguna razón desconocida, Harry siempre dejaba las habitaciones impregnadas a su aroma; como una cocina con el horno encendido y un biscocho dentro.
—Fue una pena que no pudiera mostrarte lo que era el internet.
—Sí, bueno, tampoco creo que me hubiera emocionado mucho. No soy tan fácil de impresionar.
—Qué modesto, un poco más y te pasas de humilde.
—Potter, tu bien sabes que en eso recae mi…
—Encanto —completó Harry, al ya saberse la frase de memoria—. Agh… por alguna razón no puedo dejar de exasperarme contigo.
Draco se dio media vuelta, se encogió de hombros y se volvió a sentar en la cama, donde el rostro de Harry volvía a su color tostado usual, a pesar de que Draco reconocía que le encantaba verlo sonrojarse.
Le encantaba verlo avergonzado de sus propios pensamientos. De las palabras que Draco le dijo con tanta labia que impactaba.
—Y eso también es parte de nuestro encanto, Potter —contestó Draco, quitándose los anillos de la mano derecha uno a uno—. Que tú enojas y yo me rio —prosiguió con la mano izquierda. Los ojos de Harry lo vigilaban atentos a cada minúsculo movimiento—. Y que yo te molesto y tú te avergüenzas.
Harry chasqueó la lengua, que le quitó el último anillo a Draco y tiró de su brazo hasta que quedaron a pocos centímetros de distancia.
—Dime, Malfoy —murmuró Harry— ¿Es parte de nuestro encanto el poder hacer que te calles de un segundo a otro con un simple acercamiento?
• ── ◦ ◦ ── •
Un gato atigrado arañaba la ventana del corredor del primer piso.
Sinistra se hubiese negado a dejarlo pasar— no era en especial fanática de los animales— de no haber tenido el hocico repleto de sangre reseca.
Maullaba sin parar y Sinistra, sin saber que era lo que sucedía con el animal, abrió la ventana. De un salto el gato entró helado y comenzó a corretear por el pasillo hasta que encontró una esquina cálida y se durmió.
La sangre del hocico no era del gato, al igual que la sangre con las que tenía las patas embarradas.
Sinistra se inclinó por la ventana y se asqueó al momento en que vio a un conejo descuartizado a las afueras. Agradeció que justo entonces llegara el profesor Firenze, quien al ver el estupor de Sinistra, se acercó a trote para ver lo que le provocaba tal reacción.
—Qué horror —susurró Firenze mientras dejaba que Sinistra se recuperara de la macabra escena—. Pobre criatura, tan inocente y con una muerte tan dolorosa. Un destino que ni hasta el mayor pecador del universo merece.
—Pero… el gato…
—¿El de la esquina? —preguntó Firenze a lo que Sinistra asintió sorprendida ante la mención. Acababa de llegar a la escena, era imposible que hubiese alcanzado a ver al gato oculto detrás de una armadura—. Solo obedeció a sus más primitivos instintos. Tenía hambre y viene de un largo viaje desde Hogsmeade.
Firenze se acercó al gato, lo acarició y como si acabara de entrar en trance, mantuvo a mano inquieta con los ojos perdidos por unos largos segundos.
—Pero el gato se encontró al cadáver del conejo.
Se separó del gato y Firenze advirtió como Sinistra se colocaba tensa de la nada. Se le acababa de ocurrir un motivo que la hizo afligirse.
Extendió la mano y al tomar la muñeca de Sinistra ambos vieron cosas distintas.
—Un teoría cuanto menos perturbadora, profesora. ¿Quieres que conversemos acerca de esto junto a una taza de té?
Sinistra se lo pensó, pero pronto lo siguió por los extensos pasillos del castillo, aun cuando continuaba con el olor a muerte impregnado en la nariz.
• ── ◦ ◦ ── •
La primera noche transcurrió con a normalidad, aunque ambos chicos no podían dejar de pensar en el otro hasta que se quedaron dormidos.
Al despertar, más bien temprano —primero Draco, que zarandeó a Harry— se arreglaron en silencio y salieron junto a Tonks, la cual traía un aspecto más cuidado de lo habitual. La mujer no dejó de hablar acerca de los planes del día con Lupin durante todo el desayuno, lo que logró que los chicos se despertaran completamente.
—Quizás, mientras ustedes no están, salgamos un rato a comprar discos, que todavía no compro el último álbum de los Foo Fighters.
Luego de que Narcisa configurara la chimenea de la casa de los Tonks, los tres llegaron en un pestañeo al Caldero Chorreante, el cual se encontraba menos concurrido a esas horas tan diurnas.
Harry se mentalizó el segundo anterior a sumergirse en esa densa neblina, cargada de pesimismo y melancolía. De un segundo a otro lo golpeó la imagen de Cedric tendido en el suelo, seguido por el último anhelo de Sirius.
Miró de reojo a Draco, que endureció el gesto y metió las manos en los bolsillos tan pronto salió. Tonks, sin hacer ni un comentario más, los guio hasta la parada de buses, en donde se quedaron esperando hasta que el vehículo llegó con lentitud.
Subieron y lo primero que hizo Harry fue cerrar todas las ventanas del autobús. Una vez esto sucedió, las risas de un par de amigas resonaron dentro, seguida por las amistosas conversaciones de algunos pasajeros. Volvió a fijarse en Draco, quien se cruzó de piernas algo incómodo en esos asientos.
Sin duda la imagen de Draco sentado en el autobús contrastaba por completo. Con el pelo largo atado y la mirada feroz, sin dejar de rebosar elegancia. Draco demostró sin palabras, la nula necesidad de haber usado el transporte público hasta ese día.
Tonks pareció advertir las miradas banales que Harry le daba a Draco de tanto en tanto, porque sonrió con levedad y se lamió los labios para hablar:
—Continúo intrigada por el motivo por el cual los dos llegaron a hablar.
Draco alzó una ceja y Harry pestañeó un par de veces, recorriendo con los ojos cada delgada cicatriz en el rostro de Draco.
—Adivina; no es complicado —suspiró Draco, que ladeó la cabeza y la apoyó contra el frío cristal algo congelado por la lluvia de la noche anterior.
Tonks hizo una mueca extraña, que aparentaba ser de culpabilidad. Harry notó la incómoda dinámica, por lo que decidió interrumpir.
—Pero de no haber ocurrido, nunca hubiese hablado con Malfoy. Así que no me arrepiento.
—¿De qué, Potter? —preguntó Draco, con los ojos cerrados pero una sonrisa burlesca en los labios—. ¿No te arrepientes de haber sido un pesado y una molestia desde un principio?
—¡Oye! De no haber sido por mí, ahora serías un perro deprimido.
—¿Qué mierda se supone que significa eso, Potter? Creo que deberías practicar un poco más el contraataque.
Tonks soltó una risita que se convirtió en una carcajada.
—Es tan graciosa el cómo pelean por cosas pequeñas.
Harry se encogió en el asiento, con las mejillas sonrosadas y una involuntaria sonrisa en el rostro. Miró a Tonks de vuelta, que una vez recompuesta, obligó que Draco se saliera de la ventana para tomar ese lugar.
A pesar de que las rodillas de ambos chocaron varias veces por los giros del bus, ninguno se cambió de lugar.
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Notas:
1) A kind of magic: Queen.
2) Chéri: La traducción más literal sería "querido", pero en este contexto quedaría como: "cariño".
3) Tu as plus de couilles que je ne le pensáis, Harry: Tienes más pelotas de las que pensaba, Harry.
¡Hola!
Adrien, Adrien, Adrien…
El drama de los Harrys todavía no concluye.
Necesito, ahora su opinión, ¿Qué opinan del Remadora, es decir, el ship entre Remus y Tonks? A mí me genera sentimientos encontrados, porque aunque me gusta, siento que en el canon se dio de manera muy apresurada.
Aunque lo mejor que nos dejó fue Teddy Lupin.
¡Necesito sus opiniones al respecto! Por lo que estaría encantada de que me las comentaran.
The Machine.
