Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
Capítulo 56: El Cementerio.
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Una sonrisa, apareció en el rostro de Dumbledore, cuando sintió a los hermanos, desaparecer, por obra del Traslador. Discretamente, golpeó sus lentes, con su varita mágica.
— ¡¿DÓNDE ESTÁN LOS POTTER?! —Rugió Amelia Bones, los Aurores se pusieron en guardia, tomaron escobas y volaron hacía el centro del laberinto.
—Madame Bones —James Potter, se había puesto de pie y tanto él, como Lily y Sirius, comenzaron a repartir, sin siquiera levantarse, unos espejos a todos los presentes. —Les entregamos a Céline y a Alex, estos espejos, que nos mostrarán, lo que ellos ven.
James y Amelia, se reunieron rápidamente y vieron como los hermanos, aparecían en un cementerio.
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—Alguien viene —dijo de pronto Alex.
Escudriñando en la oscuridad, vislumbraron una figura que se acercaba caminando derecho hacia ellos por entre las tumbas. Alex no podía distinguirle la cara; pero, Céline si lo vio y tres Mortífagos, salieron desde las sombras. Pero, por la forma en que andaba aquel que estaba a la lejanía y la postura de los brazos, pensaron que llevaba algo en ellos.
Quienquiera que fuera, aquel que venía detrás de los Mortífagos, era de pequeña estatura, y llevaba sobre la cabeza una capa con capucha que le ocultaba el rostro. La distancia entre ellos se acortaba a cada paso, permitiéndoles ver que lo que llevaba el encapuchado parecía un bebé... ¿o era simplemente una túnica arrebujada?
Céline, desde el suelo, arrojó tres Bombardas y un Confringo. Los que se acercaban, se protegieron, pero las explosiones fueron mayores y se dispersaron. Céline tomó una de sus pistolas en su mano derecha y usó el Carpe Retractum: una soga mágica salió y ella atrajo hasta ella a uno de los Mortífagos, que intentó ocultarse.
— ¡AVADA KEDAVRA! —gritó otro de los tres Mortífagos restantes.
— ¡CUBRETE! —Ordenó Céline, Alex así lo hizo. Céline usó a aquel Mortífago, como su escudo. — ¡Congelado! —Atacó con una luz mágica, congelando una lápida e impidiendo que el Mortífago, saliera de allí. — ¡Confringo! —el Mortífago salió volando. Céline sonrió y desenfundó su pistola. — ¡Orquesta de Balas: Bala Cazadora! —Disparó tres veces y luego, fue a ocultarse, tras unas lapidas. —Duro —exclamó ella.
— ¡Accio: Lapidas! —exclamó Alex, atrayendo varias lapidas. — ¡Duro! —Crearon una barricada temporal.
— ¡De Cemento a Hierro! —Exclamó Céline, fortificando aún más, las lapidas que los cubrían y comenzando a dibujar runas, para que fuera aún más poderoso. —Alex, alcanza el Traslador.
—Entendido —dijo Alex, mientras comenzaba a correr.
—Agilitatem —gruñó Céline, colocando los ojos en blanco. Su hermano era definitivamente, un Gryffindor, ¿Por qué solo correr hacía la copa, sin más?
Los gritos de los Mortífagos, cayendo por las balas, que los herían, hicieron sonreír a Céline. — ¡Tornado Monstruoso! —disparó una bala más, la cual se transformó en un tornado, girando muy rápido y atrayendo todo, hacía él, incluso dos de los Mortífagos, fueron atraídos. Sus gritos, al ser despedazados, hicieron saber a Céline, que su plan funcionó.
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Dumbledore abrió los ojos, horrorizado, cuando vio a los Mortífagos, ser asesinados en segundos, por un tornado de viento de Céline.
Solo uno de los Mortífagos, continuaba vivo y ese, tomó un caldero, colocó aquello que llevaba en brazos, dentro del caldero. Todos lo escucharon claramente. —Hueso del padre, otorgado sin saberlo, resucitará al hijo —comentó, mientras movía la varita y un polvo blanco, salía desde una de las tumbas y entraba en el caldero. Carne de Vasallo, dada voluntariamente —se cortó la mano y la dejó caer dentro, entonces, miró a Céline —Sangre del Enemigo, tomada por la fuerza... resucitará a quien odia...
Céline le enseñó una sonrisa. — ¡Proyectiles de Viento Endurecido! —Sin varita, ni nada, mandó seis esferas de viento sólido, que comenzaron a golpear al Mortífago, la capucha se le cayó y Céline lo reconoció: —Peter Edmund Pettigrew, el merodeador traidor. —Desenfundó su espada. — ¡Múltiples Cortes de Viento Huracanado! —la espada fue recubierta, por un aura gris y ella solo tuvo que lanzar cortes al aire, como si estuviera practicando esgrima, pero seis medialunas de viento gris, llegaron hasta Pettigrew, cortándolo por todas partes y haciéndolo gritar. Suspirando, ella se acercó lentamente, hasta el caldero. —Sangre del Enemigo, tomada por la fuerza... Eso has dicho, ¿verdad, Peter? —dijo ella, pero Pettigrew, estaba más ocupado, chillando de dolor, tirado en el suelo... cosa que complació a la rubia de ojos verdes —Entonces... ¿Y si otorgo de buena gana?
— ¡NOOOO! —Gritó Peter, sin querer imaginarse los horrores, que ocurrirían con su amo, ante algo así.
Céline se giró rápidamente y le cortó la pierna derecha, haciéndolo gritar de dolor. Ella volvió a girarse y derramó algo de su sangre, en el caldero. —Y ahora... ¿Qué pasará?
Voldemort tenía una piel pálida pero no transparente. Sus ojos, en lugar de ser rojos, eran azul oscuro e inhumano, hundidos y apenas algo se vislumbraba, como si su esclerótica fuera negra. Su nariz, aunque deformada, no estaba ausente y sus labios eran del mismo color que su piel. Su espalda encorvada, enseñaba una joroba. Miró a Céline y siseó con una voz ronca, como la de un fumador. — ¡POTTER!
—Volkova —le corrigió ella, con valor y lista para enfrentarlo.
«Atácala, Nagini» Ordenó Voldemort en Pársel, al tiempo que agarraba a Pettigrew, quien seguía llorando en el suelo. Le retiró la manga por encima del codo, y Harry vio algo en la piel, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salía de la boca, la misma imagen que había aparecido en el cielo en los Mundiales de Quidditch: la Marca Tenebrosa. Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano. —He retornado —dijo con su nueva voz rasposa—. Todos se habrán dado cuenta... y ahora veremos... ahora sabremos... —Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano. La cicatriz volvió a dolerle, y Colagusano dejó escapar un nuevo alarido. Voldemort retiró los dedos de la marca de Colagusano, y Céline vio que se había vuelto de un negro azabache. Con expresión de cruel satisfacción, Voldemort se irguió, echó atrás la cabeza y contempló el oscuro cementerio. —Al notarlo, ¿Cuántos tendrán el valor de regresar? —susurró, fijando en las estrellas sus brillantes ojos azules—. ¿Y cuántos serán lo bastante locos para no hacerlo? —Más rápidos que Nagini, el aire se llenó repentinamente de ruido de capas. Por entre las tumbas, detrás del tejo, en cada rincón umbrío, se aparecían magos, todos encapuchados y con máscara. Y uno a uno se iban acercando lenta, cautamente, como si apenas pudieran dar crédito a sus ojos. Voldemort permaneció en silencio, aguardando a que llegaran junto a él. Todos los Mortífagos, lanzaron un grito de horror, ante la apariencia de su amo. Entonces uno de los Mortífagos cayó de rodillas, se arrastró hacia este Voldemort, aún más monstruoso y le besó el bajo de la negra túnica. Céline se giró y decapitó a Nagini en ese momento. Se escuchó un grito y del cadáver, surgió algo similar a la cabeza de Voldemort, en humo, pronto se disipó. Voldemort rugió de ira y apuntó a Céline. — ¡Crucio!
Pero Céline saltó fuera del camino y subió su varita mágica, apuntando al cielo. — ¡Lumos Solem! —Los Mortífagos y el propio Voldemort, quedaron deslumbrados. — ¡Orquesta de Balas: Bala Cazadora! —disparó cuatro, seis, ocho, diez veces y luego, apuntó. ¡oscuro! y fue repitiéndolo más y más veces, hasta que todos ellos, quedaron con vendas en los ojos, mientras disparaban, en cualquier dirección.— "Bombarda" —Susurró y volvió a susurrarlo y los gritos llegaron. Varios, entre ellos Voldemort, ya se estaban quitando las vendas de los ojos, de los más de cuarenta, quedarían quince o algo así.
Voldemort, fue el primero en Desaparecer y pronto, le siguieron sus Mortífagos.
Céline suspiró y en ese momento, llegaron un grupo de Aurores, comandados por James y Sirius, junto a Aleksandra y Susanna, atendiéndola y llevándola a San Mungo, hasta comprobar, que no fue herida. Sus maestros también la visitaron, además de Daphne y Tracy. Los maestros, le permitieron volver a casa, después de semejante experiencia y Céline solo asintió, mientras era abrazada por Alex, quien sabía que haberse ido, fue su mejor decisión. Pues de lo contrario, solo hubiera sido un estorbo para su hermana, en el combate.
Era el final del cuarto año.
Un final, quizás, demasiado movido.
