Bien. Primero que nada hola a todos los que lean esto.

Estoy encantado con los reviews ¡no creía que la historia sería tan bien recibida! Muchas gracias a fanático z y dase 9126. Y un agradecimiento especial a jean d´arc por seguir como hasta ahora. Gracias también a aquellos que tienen la historia entre sus favoritos o la siguen.

Bien, ahora vamos a lo que nos trajo hasta aquí.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretener y tratar de entretener a otros.

Maege

"Me parece que no te he oído bien. ¿Me lo puedes repetir?" la Osa no podía creer lo que había escuchado.

"Me escuchaste bien, Maege. Los Otros han regresado" dijo el Lord Comandante de la Guardia de la Noche con el ceño frunciado.

Maege no pudo sino sacudir la cabeza con incredulidad: "No puedes estar hablando en serio"

"Puedo y lo hago" le espetó el hombre.

"¡No puede ser cierto, Jeor!¡No puede serlo!" la paciencia de Maege se acabó y se alzó con fuerza "¿En verdad estás diciendo que están devuelta esos monstruos?¿Estás diciendo que los cuentos que nos contaba nuestra niñera de noche son ciertos? ¡Por los dioses Jeor se razonable!" exclamó la mujer, rogando en su interior que su hermano viera la razón, que le dijera que todo era una mentira, o que se había equivocado.

"¡ESCUCHAME!" rugió Jeor, derribando la silla cuando se alzó y golpeando la mesa con los puños "¡Sé que suena imposible!¡LO SÉ!¡Pero es la verdad!¡Fuimos al norte, en busca de respuestas!¡Llevamos 300 hombres!¡Trescientos!¡Y nos atacaron en el Puño de los Primeros Hombres!¡Eran cientos, si no miles!¡Algunos de mis hombres enterraron sus espadas hasta la empuñadura en sus cuerpos y no sintieron ningún dolor!¡Otros tiraron las armas y se rindieron, y los mataron sin misericordia!¡Con espadas, lanzas, puños e incluso las uñas y los dientes!¡Apenas un puñado de nosotros logramos salir de ahí!" concluyó el Mormont masculino.

La señora de la Isla del Oso no pudo sino guardar silencio ante las palabras. En su mente se libraba una batalla entre lo que sabía y lo que creía. Ella conocía a su hermano y sabía que la mentira no era su estilo. Jeor decía y quería verdad, por muy amarga, por muy horrible, por muy indeseable que fuera. Pero si Jeor decía la verdad…..si en verdad esos monstruos de cuentos existieran…..No. No podía ser cierto. Simplemente no podía.

"¿Tienes pruebas de que eso sea cierto?" preguntó la señora de Isla del Oso. Si su hermano quería que le creyera, lo menos que podía hacer era darle algo en lo que pudiese creer.

"¿Crees que de tener una prueba aún la conservaría oculta en este castillo?" dijo Jeor despectivamente "De tenerla la habría mandado al sur, a ver si todos esos estúpidos señores y reyes dejan de pelear como niños malcriados y hacen caso a nuestras peticiones de ayuda"

Señores y reyes…. De inmediato la mente de Maege la devolvió al porqué de su presencia en el Muro, pero no se atrevió a sacar el tema en ese momento.

"¿Y qué piensas hacer?" preguntó en cambio, tratando de ganar tiempo para pensar antes de que su hermano le preguntara que hacía ahí.

"No lo sé" dijo Jeor, finalmente viéndose tan cansado y débil como un hombre de su edad debería "puedo seguir enviando cuervos, pero aunque mandara hasta el último de este castillo dudo que sirviera de algo. Tengo que defender un muro que se extiende de costa a costa, contra un enemigo del que no se prácticamente nada. Y para enfrentar eso tengo menos de setecientos hombres"

Eso sí era del tipo de Jeor; la verdad dicha de frente, por más amarga e intolerable que fuera. Y si su hermano en serio decía la verdad, Maege dudaba que hubiera una verdad más amarga.

Se quedaron en silencio por mucho tiempo, sin mirarse. El hermano de Maege se levantó y sirvió cerveza en tazas de madera y le ofreció una. La mujer la tomó sin decir nada y dio un profundo trago, siendo imitada casi al mismo tiempo por su acompañante. Continuaron en ese estado de quietud, donde el único sonido era el que producían sus gargantas al tragar el líquido amargo.

Cuando ambos se hubieran servido por tercera vez, Jeor rompió el silencio.

"Mi situación es desesperada, pero no creo que la tuya sea mejor" comentó antes de tomar otro trago. Se secó la boca con la manga del abrigo negro que llevaba y continuó "Supe lo que pasó en Los Gemelos. Violar las leyes de la hospitalidad, matar a sus invitados en sus propios salones… esos Frey son basura. Son peores que los salvajes"

Maege no pudo sino asentir en acuerdo.

"¿Cuántos de tus hombres estaban ahí esa noche?¿Cuantos Mormont había con el Joven Lobo?"

"Poco más de 400" dijo Maege entre dientes. Seguramente estaban todos muertos a estas alturas. O al menos la mayoría. La idea la llenó de tristeza y rabia.

Por el gruñido que soltó Jeor, Maege supo que su hermano estaba tan enojado como ella.

"¿Y tus hijas? Imagino que dejaste al menos a una en casa, de castellana" dijo Jeor.

"Alysanne guarda la Isla del Oso. Lyanna, mi hija menor, esta con ella" tomó otro trago de cerveza antes de continuar "Lyra se quedó con Redd en la Atalaya de Aguasgrises. Intentarán reagrupar lo que queda del ejército y esconderlo entre los pantanos. Y Jorelle ya debería estar en la Isla del Oso, intentando juntar más hombres para seguir peleando" Maege omitió a Dacey, su heredera. Jeor no preguntó nada, entendiendo de inmediato que la mujer estaba en los Gemelos la noche de la matanza.

"Eres demasiado terca para rendirte ante ellos, así que seguirás peleando. Pero no tienes ejército, y si tuvieras algún apoyo no estarías aquí, sino con él" el hermano de Maege tomó aire antes de continuar "¿Por qué no estabas en Los Gemelos cuando pasó? No creo que abandonaras al chico Stark a su suerte, ni aunque te lo permitiera"

"No lo hice. Mi rey me mandó en busca de los lacustres, junto con Galbart Glover. Debíamos entregar órdenes a Reed para que nos ayudara en la reconquista del Foso"

"Para recuperar luego el Norte" afirmó Jeor. No era una pregunta "una maniobra inteligente. Lástima que los Bolton y los Frey tuvieran otros planes"

Maege no pudo evitar apretar la taza de cerveza en sus manos, deseando con toda su alma que fuera el cuello de Roose Bolton o Walder Frey.

"Pero no has hecho el viaje desde el Cuello para visitarme. Mucho menos para buscar un hombro para llorar" el Viejo Oso dijo lo último como si fuera absurdo, que de hecho lo era, antes de mirarla a los ojos "¿Qué estás haciendo aquí Maege?" preguntó.

Y aquí estaba. El motivo por el que Maege había atravesado todo el Norte. El motivo que la había traído a un castillo semiderruido que era el corazón de una orden moribunda. Maege bebió algo más de cerveza, dándose tiempo de pensar en cómo decir lo que había venido a hacer al Castillo Negro.

"Antes de morir, el rey Robb decidió nombrar a un heredero nuevo. Con sus hermanos muertos, la pequeña Stark desaparecida y dada por muerta y su otra hermana casada con el Gnomo, pensó que era lo mejor para que su causa no se perdiera. Eligió nombrar a Jon Nieve, su hermano bastardo. Y antes de que lo digas, si, sé que es un Hermano de la Guardia de la Noche, pero el rey Robb me autorizó a ofrecerte dos centenares de hombres a cambio de liberar al chico de sus votos"

Cuando Maege concluyó de hablar se quedaron en silencio. Mientras la Osa miraba a su hermano, este miraba el fondo de su taza, como si en la cerveza que estaba en ella pudiera encontrar la solución a sus problemas.

"Con Robb Stark muerto, sus tierras perdidas y su ejército masacrado ¿cómo esperas entregar a 200 hombres para que ocupen el puesto del muchacho? Después de todo, no creo que el Joven Lobo vaya a pagarme nunca" pese a que alguien más podría verlo como una burla, Maege no lo hizo. Su hermano quería simplemente una respuesta.

Maege no tenía idea de donde sacaría a dos centenares de hombres para que vistieran el negro, pero supuso que algo se le ocurriría más adelante "Yo te pagaré los 200 hombres a cambio de los votos de Jon Nieve" eso debería servir, al menos por ahora.

"Jon es joven, inteligente, hábil con las armas y sabe leer y escribir, además de tener talento para ser líder, si se lo instruye bien. Es una gran adición para la Guardia de la Noche"

Por un momento Maege temió que eso significaba que su hermano rechazaba la propuesta. Pero antes de poder decir nada, Jeor suspiró y volvió a hablar, al tiempo que se recostaba del respaldo de su silla.

"Pero aunque sea uno de los mejores hombres que puedo pedir, sigue siendo un solo hombre. Perderlo a él y a cambio ganar 200 hombres es una propuesta que cualquier día aceptaría, sobre todo con la necesidad que tengo de hombres"

Maege reprimió la sonrisa que quería nacer en su rostro. Había tenido razón, su hermano nunca desecharía a 200 hombres por uno. Pero las siguientes palabras hicieron que su alegría muriera apenas nacida.

"Pero no te lo puedo entregar" concluyó Jeor.

Maege no pudo evitar fruncir el ceño al tiempo que sentía como la ira, mezclada con el fastidio, la invadía. Un momento, su hermano afirmaba que no podía negar cambiar a un hombre por dos centenares, y al siguiente lo hacía. O Jeor era un idiota o se estaba volviendo loco. Dada su larga y conflictiva historia con él, Maege creía que era lo primero.

"Escucha" empezó la Osa con los dientes apretados.

"No te lo puedo entregar porque no está aquí" la interrumpió Jeor. Maege podría jurar que vio algo parecido a la pena en el rostro de su hermano al decirlo "Fue parte de los 300 hombres que lleve al norte. Antes de que fuéramos atacados lo envié de exploración con Qhorin Mediamano. Nunca volvieron. O bien se encontraron con los muertos, o con los salvajes; si es lo primero, están muertos. Si es lo segundo están muertos, aunque tomará más tiempo"

Jeor no pudo seguir hablando, por lo que Maege se alegró, ya que no creía poder seguir escuchando.

Entonces eso fue todo. La fuerza de Maege, su resistencia, su perseverancia, su fe en la causa de un rey fallecido, todo. Todo lo que la sustentaba, todo lo que la mantenía erguida, todo desapareció. De haber estado parada habría caído, pero lo único que hizo fue caer de golpe en la silla, su cuerpo como una marioneta cuyos hilos se cortaron.

El chico no estaba. Jon Nieve, no estaba. Él era la causa del gran viaje que la Osa había realizado y no estaba aquí. ¿Qué hacer ahora? Era la pregunta que se hacía presente en la mente de Maege. Ese chico era la única oportunidad que había de alzar al Norte contra los traidores Bolton, la única oportunidad de obtener justicia para el rey Robb y los miles de norteños leales que habían muerto en Los Gemelos. La única oportunidad que había de que los leales a la Casa Stark salieran vivos de todo esto. Y él no estaba.

No supo cuánto tiempo estuvo en silencio, solo mirando su regazo, pensando en tantas y tantas cosas que pensaba que la cabeza le iba a estallar. No sabía de dónde sacó la fuerza para levantarse, pero al final lo hizo. Tenía que seguir peleando. Era una Osa, estaba en una posición difícil, pero ahí aguantaría hasta obtener justicia para su señor y los suyos.

Pero antes de hacer eso tenía que encontrar a Galbart y decirle que su viaje hasta el Muro había sido por nada, que no iban a tener un Stark junto al cual pelear en contra de los traidores. Cruzó el castillo con los pies pesados, ignorando totalmente al hombre que la guiaba hasta la barraca abandonada que el Primer Mayordomo había preparado para ella y sus acompañantes. Una vez ahí fue al cuarto en el que Glover se encontraba, y lo encontró sentado en el colchón lleno de paja.

Cuando le hubo contado a Glover el destino de Jon Nieve, este se quedó en silencio por un tiempo tan largo que Maege pensó que no la había oído.

"Si el chico esta al norte del Muro, entonces vamos por él" dijo el señor desposeído de Bosquespeso.

Catelyn

La primera cosa que Catelyn notó al acercarse al campamento gigante fue la empalizada a medio formar. Dos troncos estaban clavados cada pocos pies, y sobre ellos yacían más troncos que los unían y hacían de soporte para una fila de estacas de madera. Muchos hombres estaban afilando los troncos, o atándolos, o trayendo más. Catelyn estaba sorprendida; en todos los meses que llevaba con los salvajes de Hyrew nunca los había visto hacer nada remotamente parecido a defensas. Solo algunos hombres montaban guardia cada vez que se detenían a descansar. En cambio aquí se estaba formando una larga empalizada que atravesaba el terreno como una espada, recta y larga, rodeando el campamento. Hasta ella, que sabía tan poco de las cuestiones bélicas, se daba cuenta de que era una gran línea defensiva. Ella y los demás se dirigían hacia el único punto en que no había empalizadas construidas o a medio construir, una apertura de 10 varas que en algún momento debió estar cubierta de nieve, pero que ahora estaba marrón por el lodo levantado por las botas que la habían atravesado, y la seguían atravesando.

La segunda cosa que notó fue los centinelas; no había forma de confundirlos. Solo estaban parados o sentados mirando hacia afuera, todos con lanzas, arcos o hachas en las manos. Los guardias de la entrada, por otro lado, llevaban todos cascos, armadura de lamas y armas hechas de bronce, y eran dirigidos por un joven de unos 20 años, alto y con aspecto severo. Del cinturón colgaban dos espadas cortas de bronce.

Catelyn pasó rodeada por la multitud. Algunos miraban a los hombres de bronce con actitud desconfiada, y varios llevaron las manos a las empuñaduras de sus armas, pero nadie atacó.

La tercera cosa que Catelyn notó mientras atravesaban el campamento, fue la gran variedad de salvajes que había. Ella había creído durante toda su vida que todos los salvajes se veían más o menos iguales: de ropas hechas de cuero y piel, con cabellos largos y barbas enmarañadas. Su tiempo pasado con el clan de Hyrew solo había reforzado esa creencia. Pero ahora veía a más salvajes, con más estilos de los que nunca podría reconocer.

Había salvajes que llevaban cuernos de alce, y otros que llevaban piedras de formas extrañas en sus cuellos. Algunos llevaban cicatrices formando patrones en sus manos y rostros, y otros llevaban pendientes en sus orejas. Algunos llevaban pulseras de madera o piedra en las manos. Había los que llevaban los rostros tatuados y los que los llevaban pintados de morado, verde o gris. Otros llevaban colmillos o garras de animales desconocidos colgados del cuello. Los más extraños para Catelyn fueron los que iban descalzos en la nieve, con los pies totalmente negros. Catelyn se estremeció ante la idea de tener que caminar descalza en un clima tan frío.

En un determinado momento se escuchó un barritar desde adelante, y Catelyn vio pasar junto a ellos a tres gigantes. Uno iba montado en una de esas bestias peludas. Ahora que lo veía bien, Catelyn recordó finalmente su nombre. Eran mamuts. Jamás había visto uno antes de hoy, pero los reconocía de las historias de Benjen, el hermano de su difunto esposo.

El gigante ya de por sí era impresionante, pero subido al mamut era una torre móvil. Catelyn no envidiaba a quien tuviera que hacer frente a algo así.

Catelyn no dirigió otra mirada al mamut y a los gigantes luego de que pasaron, pero no fue por falta de interés.

Continuaron caminando por unos minutos, mientras los salvajes y las tiendas pasaban a su lado. Catelyn notó algo mientras seguía a los otros: en un espacio bastante amplio entre dos de las tiendas había hombres pintando escudos que tenían un lobo que era, extrañamente, de color blanco con ojos rojos.

Al ver esa imagen Catelyn recordó de pronto a alguien que tenía un lobo con esas características, un chico que había conocido hace mucho tiempo. Sacudió la cabeza y lo alejó de la mente. El seguramente estaba muerto igual que todos los demás, y en cualquier caso nunca lo había apreciado ni él a ella.

Cuando finalmente encontraron un lugar con espacio para todos lo tomaron con rapidez. Empezaron a seguir el patrón de siempre, sacando las tiendas y empezando a armarlas. Un grupo fue enviado de vuelta a conseguir madera del bosque que acababan de pasar. Otro a traer agua del río que pasaba junto al campamento. Catelyn y otras mujeres empezaron a preparar panes y pelar las últimas verduras. La mujer pelirroja no pudo evitar notar que los sacos en los que se guardaban habían disminuido considerablemente de peso.

Cuando finalmente hubieron terminado era bastante temprano; aún faltaban un par de horas para el anochecer. Por primera vez en mucho tiempo no tenían que marchar hasta que el sol se ocultara, por lo que Catelyn dedicó el día a descansar. Se acostó en el piso y cerró los ojos. No supo cuando se quedó dormida.

Miró alrededor. Otra vez, estaba otra vez en las criptas. Hacía tanto tiempo que no soñaba esto, pensaba que nunca iba a volver, pero aquí estaba otra vez.

Escuchó pasos y supo quién era antes de girarse. Ned la veía con una sonrisa en la cara "Por fin llegaste. Ahora solo hace falta que lo encuentres" le dijo sin dejar de sonreír.

Catelyn intentó ir hacia él, abrazarlo, sentirlo, pero por más que caminaba no parecía acercarse a él. Miró hacia sus pies un instante y vio que ya estaba corriendo hacia su esposo, pero por muy rápido que lo hiciera Ned no se veía más cercano. Al contrario, se alejaba más, y más, y más….

Se incorporó de golpe y sintió una picazón en su frente. Abrió los ojos y vio que Asa estaba sentada en el piso enfrente de ella, con una mano sobando su frente.

"Rayos, eso duele" masculló la mujer. Catelyn de inmediato supo lo que paso: Asa la había despertado y ella había chocado sus cabezas por accidente.

"Disculpa" murmuró. Asa solo le hizo un gesto antes de empezar a hablar. Por lo visto, mientras Catelyn estaba durmiendo la mujer se había aventurado al campamento y había escuchado bastantes cosas, que le fue contando durante las siguientes horas. Mance Rayder, el rey-más-allá-del-Muro, había muerto. Asa no respondió a la pregunta de Catelyn sobre contra quien peleaba; en vez de eso le comentó que apenas muerto Mance otro hombre se había alzado para tomar su lugar….y lo había logrado. Asa se refirió a él como "El rey Lobo" y Catelyn entendió el porqué de esos lobos pintados en escudos.

El resto de las horas de sol pasaron en un borrón para Catelyn, y llegó el anochecer. Hyrew se había ido por unas horas y al volver declaró que no había necesidad de montar una guardia, por lo que todo mundo se fue a dormir, a excepción de unos pocos. Catelyn estaba entre ellos. Estuvo mirando el fuego, echando un nuevo leño de tanto en tanto, pensando en muchas personas. Ned, Robb, Sansa, Arya, Bran, Rickon, Hoster, Edmure, Lysa, Brynden, su madre y tantos más que había amado a lo largo de su vida. Se preguntaba ¿qué pensarían de ella en estos momentos?¿La estarían viendo?¿Estarían orgullosos de que sobreviviera a todo lo que pasó, o tristes por el sentido de su vida?. O más bien por la falta de él.

Pudieron haber sido horas las que estuvo meditando junto al fuego, hasta que sintió una mirada sobre ella. Alzó la cabeza miró alrededor, pero no vio nada. Se levantó y se giró.

Y su mundo dio un vuelco absoluto.

Jon

"Trescientos quince hombres y mujeres de las lanzas. Y una veintena de caballos, aunque solo 5 son para montar. Los demás son para carga" comentó Dryg, su rostro cubierto de tatuajes sobre Jon.

Jon solo asintió en comprensión antes de mirar a Lorf: "Ciento 162 hombres y 35 caballos; 22 para montar y los demás de carga" dijo el pies de cuerno, sus brazos cruzados a la altura del pecho.

"Ochenta y ocho hombres y 57 caballos; cuarenta son para montar. El resto de carga" gruñó Kolrg desde su posición junto a la entrada. Jon le dirigió una breve mirada al hombre de cabeza afeitada y barba hasta la cintura antes de asentir.

"De acuerdo. Gracias a todos" dijo el hijo bastardo de Ned Stark. Luego de que todos se fueran Jon se encontró solo en la tienda. Tomó un rollo de piel de oveja y lo desplegó antes de empezar a anotar los números recién pronunciados.

Así fue como lo encontró Ygritte cuando volvió. La mujer de las lanzas vio a Jon sentado sobre unas pieles, anotando algo en una piel de oveja, concentrado y en silencio.

"Sigo sin entender por qué haces eso. ¿Para qué pierdes tu tiempo contando y sumando?" le dijo la mujer pelirroja viéndolo con un ceño fruncido. Jon alzó la vista y le sonrió.

"¿Todo en orden contigo y con él?" lo último lo dijo al tiempo que centraba la mirada en su vientre. Ygritte rodó los ojos.

"Ya van cientos de veces que me preguntas eso desde que te dije que estoy embarazada Jon" le comentó Ygritte.

"No creo que hayan sido tantas" intentó defenderse Jon, el humor claro en su rostro.

"Probablemente fueron miles. Me lo preguntas a cada rato; es la primera frase que me diriges al despertar y la última antes de dormir. Lo cual cuando lo pienso es increíble; solo han pasado 3 días desde que te lo dije" se burló la mujer pelirroja.

Jon solo pudo encogerse de hombros.

En los días desde que se había enterado de su futura paternidad, Jon había estado pendiente de Ygritte, asegurándose de que comiera y se mantuviera cálida. No quería correr ningún riesgo con ella y con el hijo que llevaba en el vientre. También había hablado con un par de mujeres de las lanzas y les había pedido que la cuidaran cuando él no pudiera, aunque con discreción. Si Ygritte se enterara de que le había puesto guardias, lo usaría para practicar tiro con arco.

A veces aun le costaba trabajo creerlo, que sería padre. Recordaba cómo se había jurado una y mil veces que nunca engendraría un hijo bastardo, que nunca condenaría a un niño a la frialdad y las burlas que había visto en su propia niñez. Pero mentiría si dijera que la idea de tener un hijo no lo hacía muy feliz. Y viendo las cosas desde su nueva perspectiva como miembro del Pueblo Libre la verdad era que el bebé que Ygritte y él iban a tener no era ningún bastardo. Después de todo, aunque no hubieran intercambiado votos ante un árbol corazón, él la había robado. La había hecho su mujer, y como Ygritte misma le había dicho en varias ocasiones, él era de ella y ella era de él. Si eso no era estar casados, Jon no tenía idea de que lo era.

"¿Qué es esto?" la voz de Ygritte lo sacó de sus pensamientos. Jon vio que Ygritte estaba agachada en un rincón de la tienda, con un pedazo cuadrado de madera y el cuchillo de caza de Jon.

"Nada que deba preocuparte. Es solo algo que estoy haciendo, pero aún no está listo" le contestó Jon. Quería decirle cuando estuviera terminado.

Ygritte simplemente se encogió de hombros al tiempo que volvía su atención a él: "¿Ya terminaste de contar, Jon Nieve?¿O estás esperando a que alguien más venga a decirte números?" dijo, cualquier burla en su voz ya desaparecida.

"Si, ya terminé" Jon soltó un suspiro "tenemos 237 gigantes que podrían pelear, además de 98 mamuts y 26 cambiapieles. En cuanto a los guerreros….." Jon guardó silencio, aun sorprendido de la respuesta.

"El campamento es inmenso. No creo que vayas a decir que son pocos" dijo Ygritte, al tiempo que se sentaba a su lado.

"Al contrario. Son muchos" dijo Jon "en este instante tenemos una fuerza de cincuenta y cinco mil hombres y mujeres que pueden pelear. Entre ellos hay unos 1500 a caballo. Y por lo que dijo Styr aún hay algunos clanes más uniéndose a nosotros, así que el número sigue creciendo" dijo Jon. El Magnar de Thenn, al tener los hombres más disciplinados, había sido encargado de guardar los accesos al campamento e informar a Jon de todo lo que entraba y salía de sus límites.

Cincuenta y cinco mil guerreros, y lo seguían. Quizás no lo harían mañana o en un año, pero ahora sí lo hacían. La idea era increíble, y en cierta manera aplastante. Él, el Bastardo de Invernalia, dirigiendo un ejército que superaba por miles, si no decenas de miles, a los ejércitos del norte.

Jon fue sacado de sus pensamientos por la voz de Ygritte: "Al paso que vamos deberíamos llegar al Muro en una luna. A lo sumo en una luna y media" iba diciendo Ygritte al tiempo que se apoyaba contra su hombro "Y cuando lleguemos ¿qué vamos a hacer exactamente?¿Solo pedir a los cuervos que nos abran las puertas y nos dejen pasar?" lo último fue dicho como si fuera absurdo, y Jon no tenía duda de que dado el largo odio entre el Pueblo Libre y la Guardia de la Noche, era poco probable.

"No precisamente" dijo Jon, intentando transmitirle una seguridad que él, en lo profundo de su ser, no sentía "primero hablaré con el Lord Comandante. Mormont es duro pero sensato; él ya ha visto a los muertos. Yo lo salvé de uno. Si nos quedamos a este lado terminaremos muertos; seremos más de cien mil soldados nuevos para los Caminantes Blancos. El no querría darle jamás semejante número a los Otros, por lo que creo que lograré convencerlo de que nos abra las puertas"

La mujer se veía escéptica: "Aunque el Cuervo Mayor decida dejarnos pasar ¿no crees que pedirá algo a cambio?" cuestionó Ygritte esta vez. Jon enterró la cara en el cabello enmarañado de color rojo y aspiró el aroma de Ygritte antes de levantar su rostro y responder.

"Seguramente lo hará. Pero le ofreceré un trato que le convendrá. Le pediré que nos deje pasar y a cambio…le prometeré ayudar a defender el Muro cuando los muertos lleguen" dijo Jon. Sabía que Ygritte no estaría contenta con esto, y tenía razón: la mujer de cabello rojo se alzó de inmediato, apartando la mano de Jon que estaba sobre su hombro de un manotazo.

"¡No puedes hablar en serio!" exclamó, la furia visible en sus ojos, en los labios apretados, en el ceño fruncido que tenía "¡¿Quieres que peleemos para los cuervos Jon?!¿Después de todo lo que nos hicieron?"

"¿Y después de lo que nosotros les hemos hecho a ellos?" dijo Jon, incluyéndose también en esa acusación. Después de todo, la muerte de Qhorin Mediamano por mano suya lo hacía igual de culpable que todos los otros hombres y mujeres que habían matado a un hermano de la Guardia de la Noche, más allá de que fuera parte de un plan que había abandonado hace mucho tiempo "Si Ygritte, quiero que peleemos, pero no por ellos, sino junto a ellos, no como sus perros, sino como sus iguales"

Ygritte estaba tan furiosa que las aletas de la nariz se le movían mientras respiraba pesadamente. Al verla tan alterada Jon no pudo evitar preocuparse: sabía suficiente sobre embarazos para reconocer que alterar a una mujer en el estado de Ygritte era peligroso para ella, y por extensión para el bebé.

Entonces Ygritte se giró dispuesta a irse de la tienda, pero Jon la atrapó y la obligó a mirarlo, pese a los tirones de Ygritte para soltarse. Jon le rodeó la cintura con su mano izquierda para mantenerla allí mientras que la derecha tomaba su mandíbula y la forzaba a mirarlo a la cara.

"Lo he estado pensando mucho tiempo Ygritte, en verdad mucho tiempo, incluso desde antes de pensar en ser rey. Sé que muchos serán infelices con esto, y no creas que les pediré algo así solo por gusto. Pero la verdad es que tenemos que ayudar a defender el Muro" si las miradas pudieran matar, Jon habría caído hace mucho "el Muro está muy mal defendido. La Guardia de la Noche tiene menos de un millar de hombres para defender algo que se extiende de un mar hasta el otro"

"¿Y eso es nuestro problema ahora?" preguntó Ygritte entre dientes, al tiempo que la furia en sus ojos se veía mezclada con la incredulidad.

"Debería serlo Ygritte. Si la Guardia de la Noche es derrotada el Muro caerá ¿y entonces que impide que los Otros vengan por nosotros al sur?" le preguntó Jon. Antes de que Ygritte hablara, ya fuera para darle la razón o maldecirlo, Jon volvió a hablar "El día que me eligieron como Rey les dije a todos que si queríamos vivir teníamos que estar unidos. Lo creía entonces y lo creo ahora. Pero lo que dije al Pueblo Libre en esa ocasión se aplica a todos los vivos, sin importar de qué lado del Muro nacieron. Quiero que estemos a salvo. Quiero que vivamos" le soltó la barbilla y llevó la mano hasta el vientre cubierto de la mujer pelirroja "quiero que el viva. Pero para hacer eso tenemos que dejar de lado nuestro orgullo y las viejas disputas. O eso, o nuestras vidas" Jon clavó sus ojos grises en los azules de Ygritte antes de hablar otra vez "Por nuestro hijo y por todos los otros hijos que hay aquí tenemos que hacer las paces Ygritte"

Ygritte lo miró sin decir palabra. La mujer lo miraba con intensidad, su rostro no delataba nada. Entonces Ygritte acunó su rostro con sus manos y lo acercó para darle un beso, el más casto que se habían dado, un ligero roce de labios.

"Pienso que eres un tonto Jon Nieve. Pienso que eres un ingenuo….. Pero si crees que es lo correcto, estoy contigo" le dijo Ygritte, sus labios aun tocando los de él "Y por los dioses espero que tengas razón en esto, o estamos todos muertos" le dio otro beso corto antes de alejar su rostro del suyo "Pero dime esto ¿mientras peleamos con los muertos donde dejamos a los que no puedan hacerlo? Las mujeres, los niños y los viejos" preguntó esta vez Ygritte. Jon ya tenía la respuesta a esa pregunta.

"Al sur del Muro hay una gran cantidad de tierras que pertenece a la Guardia: el Agasajo. Es un buen lugar para asentarse; los lagos están atestados de peces, los arboles de frutas y hay bosques de donde sacar madera. La tierra es buena para cultivar o para criar animales. Del Agasajo se puede sacar lo necesario para alimentar y vestir a decenas de miles. Será suficiente para todos. Y lo mejor es que está deshabitada; no tendremos que pelear con nadie por ella"

"Pareces haberlo pensado bien Jon" dijo Ygritte, al tiempo que daba un paso atrás "pero Mance también planeo mucho, y todos sus planes no le sirvieron de nada en esa última pelea" Jon tragó duro ante estas palabras; sabía que tenía razón. Entonces la mujer suspiró "estoy agotada Jon. Me voy a dormir" y tras eso se acostó sobre las pieles y se dispuso a dormir.

Jon se aseguró de que estuviera bien tapada antes de salir de la tienda. Afuera, las estrellas brillaban ya, acompañadas por la luna. En el campamento brillaban muchas antorchas, pero muy pocas personas estaban despiertas. Ya era muy tarde y tras un largo día de marcha todo mundo necesitaba dormir. Jon mismo sabía que debía dormir unas horas, pero tras la larga charla con Ygritte y las horas que había pasado dentro de la tienda haciendo cuentas nada le apetecía más que tomar un poco de aire fresco.

Estuvo vagando por el campamento sin rumbo, deteniéndose en varias ocasiones para tener algunas palabras con aquellos que estaban despiertos antes de continuar su paseo. Siguió luego caminando en silencio hasta que sintió un tirón en la parte de atrás de la capa. Giró de golpe y vio que detrás de él estaba Fantasma; su lobo huargo era ya del tamaño de un poni, pero seguía tan silencioso que Jon no lo escuchó acercarse.

Fantasma lo miró con sus ojos rojo sangre ante de girar y mirar en una dirección diferente de la que Jon había venido. Jon miró en la misma dirección.

Y su mundo dio un vuelco absoluto.

Y eso es todo, gente. ¡Por fin se encuentras Jon y Catelyn! Ya era hora ¿no creen? ¿Y qué creen que pasará? Déjenme un review con sus opiniones y suposiciones.

En fin, eso es todo. Saludos y que estén bien. Y por si alguien se lo pregunta, sí, el próximo capítulo saldrá en una semana, lo aseguro.