Bien. Hola a todos. Como prometí, aquí está el siguiente capitulo. Quiero dar gracias a red wolf y a fanatico z por sus comentarios. Y un agradecimiento especial a jean d´arc por su comentario. Entre los tres me han hecho muy feliz con sus palabras.

También gracias a los que siguen esta historia o la colocaron entre sus favoritos.

Bien, ahora vamos a lo que nos importa.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Jon

Uno de los recuerdos más antiguos que Jon tenía era a la esposa de su padre mirándolo con el ceño fruncido y ojos fríos. Mientras jugaba en el patio con Robb, mientras comía en la mesa con su padre y sus hermanos, mientras caminaba por Invernalia. Ella lo miraba siempre con el ceño fruncido y ojos fríos. A medida que fue creciendo y Ser Rodrik le dio lecciones en el uso de armas y el maestre Luwyn le enseño también se fueron añadiendo ceños fruncidos a esas actividades, sobre todo cuando vencía a Robb en el patio de prácticas o respondía una pregunta del maestre antes que su hermano.

Al principio Jon no entendía. ¿Por qué lo odiaba?¿Había hecho algo malo para que se enojara con él? En una ocasión cuando tenía 5 años le había preguntado a su padre porque no le agradaba a Lady Catelyn; para ese entonces ya había aprendido a no llamarla madre. Su padre lo había mirado con tristeza y le había dicho que era complicado y que le diría cuando fuera mayor y pudiera entenderlo. Al final no hizo falta; Jon lo entendió poco después de entender lo que significaba la palabra bastardo. Pero aunque llegó a entender eso hizo poco para disminuir el dolor. El dolor subía y aumentaba de manera irregular, pero llegaba a la cima cuando Jon la veía con alguno de sus hermanos, tan maternal, tan protectora, tan amable. Lo hacía preguntarse cómo se sentiría tener una madre que velara por él.

Años más tarde, cuando se unió a la Guardia de la Noche, la esposa de su padre había tenido algo que ver con ello. Jon ya no deseaba seguir viendo esas miradas frías, ese asco ante su presencia y rechazo a su sola aparición en su línea de visión. En el Castillo Negro ya no tendría que verla, ni ella a él. Era lo mejor para todos.

Su tiempo con la Guardia de la Noche y luego con el Pueblo Libre había hecho que olvidara mucho, y entre eso estaba la mujer que había sido la esposa de su padre, la madre de sus hermanos. Aunque la verdad era que no la había olvidado, sino que su prioridades habían cambiado de manera significativa.

Pero había decidido dar una vuelta en la noche y encontró a la última persona en el mundo que había esperado encontrar.

Pese al tiempo transcurrido, más de un año, la había reconocido. Sus pómulos altos, su cabello besado por el fuego, su barbilla y sus ojos azules. Por un instante pensó que estaba equivocado, que era solo una de las decenas de miles de personas del Pueblo Libre que lo seguían y que tenía un gran parecido con la Dama de Invernalia. Eso fue hasta que la vio. En la chispa de reconocimiento que vio en los ojos que todos sus hermanos excepto Arya habían heredado supo que era ella. Y que ella sabía que era él.

No supo cuánto tiempo estuvo así, simplemente mirándola como si nunca hubiera visto a una persona antes. Hubiera querido apartar la mirada, pero sus ojos no lo obedecían. Hubiera querido cerrar los ojos, pero sus párpados estaban en rebeldía. Hubiera querido pellizcarse para saber si estaba despierto, pero sus manos colgaban inertes a ambos lados de su cuerpo. Hubiera querido moverse, ya fuera para acercarse a ella o para correr despavorido, pero sus piernas no se sentían. Era como si todo su cuerpo ya no fuera suyo.

Pudieron haber sido minutos, pudieron haber sido horas, pudieron hasta haber sido años, pero en un momento dado ella se levantó de golpe y corrió a una tienda cercana, con una rapidez tal que Jon se sorprendió. Se metió y no volvió a salir.

Jon estuvo parado en el mismo lugar gritando en su mente para que su cuerpo le hiciera caso, que le permitiera hacer algo más que simplemente estar parado ahí. Al final funcionó.

Lo primero que pudo mover fue los párpados. Abrió y cerró los ojos varias veces, como tratando de descubrir si había visto bien, si no fue solo una alucinación. Por la ausencia de la mujer de cabello rojo hubiera pensado que sí, pero las huellas que iban desde el lugar en el que había estado sentada hasta la entrada de la tienda desmintieron ese hecho.

No supo bien cómo fue que sus piernas empezaron a moverse, pero al final lo hicieron. Jon tuvo que hacer un esfuerzo por que no temblaran.

Tuvo cuidado de recordar el camino de vuelta a la tienda que compartía con Ygritte. Cuando entró la vio todavía dormida. Por un momento pensó en acostarse a su lado, pero sabía que no lograría conciliar el sueño. No después de lo que había visto.

Sabía que era ella, pero aunque sabía que había visto bien no era capaz de completar ese pensamiento. Así que intentó hablarlo.

"Catelyn Tully está en mi campamento, demacrada, vestida con pieles y sola" susurró. Decirlo en lo hizo sonar tan absurdo que tuvo que taparse la boca para tapar la risa incrédula que quiso escapar de ella.

No supo cuánto tiempo estuvo sentado viendo a la nada, intentando razonar acerca de lo que había visto en su paseo por el campamento. Lo siguiente de lo que fue consciente fue de la voz de Ygritte a su lado.

"¡Jon!" exclamó la mujer de las lanzas, sacudiéndolo por los hombros. Jon la miró y pudo ver la preocupación escrita en su rostro.

"Ygritte" dijo, como si fuera la primera vez que pronunciaba su nombre.

"¿Qué te ocurre? Te hablé como diez veces y no me contestabas" le dijo la mujer.

Necesitaba decirlo, necesitaba hablarlo con alguien. Ygritte parecía una buena opción. Respiró hondo y empezó a hablar.

Estuvieron hablando por horas, con Ygritte a menudo interrumpiendo para hacer preguntas y Jon para responderlas. Jon le habló de su niñez en Invernalia de manera mucho más profunda que antes, dando detalles que nunca antes había dicho. Le habló de su relación con sus hermanos: la adoración que tenía por Arya, la firme amistad que lo unía a Robb, la admiración que le profesaba el pequeño Rickon, la dulzura de Bran, incluso del cariño que le tenía a Sansa a pesar de su obvio disgusto por su hermano ilegitimo. Le explicó de los bastardos, quienes eran llamado así al sur del Muro y lo que representaban para el resto de las personas. Y le habló de la esposa de su padre; le dijo cómo fue la relación entre ambos desde que Jon podía recordar, el abierto disgusto que tenía por él y como había transmitido ese disgusto a la mayor de las hermanas Stark. Incluso le dijo cuáles fueron las últimas palabras que le dirigió antes de que se uniera a la Guardia de la Noche y en qué circunstancias se lo dijo.

"Y la vi anoche. Cuando salí a dar una vuelta, luego de que te fueras a dormir" dijo Jon. Tomó un trago del pellejo que había entre ambos antes de seguir "No sé qué pensar Ygritte. No sé qué pensar"

"Dijiste que ella no es tu madre. No son parientes de ninguna clase" Jon solo pudo asentir ante la declaración de su mujer "Ignórala entonces. No tienes que verla. Rayos, con lo grande que es el campamento probablemente ni la verás"

Jon suspiró. Ojala fuera tan sencillo: "No puedo hacerlo Ygritte" dijo, bajando la cabeza y enterrando las manos en su cabello oscuro, heredado de su padre "Sé todo lo que me hizo y no creas que lo he olvidado porque nunca podría. Pero no puedo. Siento que tengo que hablar con ella" la mirada que le dedicó Ygritte hablaba a gritos "No me mires así"

"¿Y qué quieres que haga?" le preguntó la mujer con ironía "¿Que te diga ve Jon, habla con la mujer que te torturó durante toda tu infancia, que te apartó de todos tus hermanos y que probablemente te haga sufrir todavía más?" Ygritte lo tomó de los hombros "Tú no le debes nada Jon. Nada"

"Lo sé muy bien, pero piensa. Lo último que supe de la esposa de mi padre fue antes de salir del Castillo Negro: decían que estaba en el sur con mi hermano y su ejército. Y ahora está al norte del muro, sola, demacrada y vestida con pieles. No creo que haya llegado aquí por propia voluntad" el solo pensar eso sería una total estupidez. Jon se despeinó el cabello antes de volver a hablar "algo pasó Ygritte. Algo pasó y necesito saber que es. Y la única que lo sabe con certeza es ella. Necesito hablar con ella"

"Tú me dijiste que tu hermano estaba en el sur con todo un ejército de hombres con armas y armaduras de acero. Y también me dijiste que había obtenido una gran victoria en un lugar llamado Bosque Susurrante. ¿Qué podría haberle pasado?"

"No lo sé Ygritte. Por eso tengo que hablar con ella, para saberlo" dijo Jon.

Ygritte soltó un suspiro desde el fondo del pecho y se masajeó las sienes por un momento. Lo miró agotada antes de levantarse y cambiar su expresión por una más determinada.

"Vamos, entonces. Mejor terminar esto cuando antes" le dijo la mujer, al tiempo que le ofrecía la mano.

Jon parpadeó, sorprendido "¿Quieres ir conmigo?" preguntó incrédulo al tiempo que tomaba su mano y se ponía de pie.

"No Jon, no quiero ir contigo. Tampoco quiero que vayas, porque creo que solo te va a causar dolor. Pero si estás tan determinado a hablar con ella, te acompaño. No te voy a dejar solo en esto" le dijo Ygritte "Pero como se le ocurra tratarte mal en mi cara, le dejo un ojo morado" advirtió al final.

Pese a saber que la amenaza de la chica iba en serio Jon no pudo evitar sonreír. En verdad era afortunado por tenerla a su lado.

"¿Te he dicho que eres la mujer más increíble que he conocido en mi vida?" le dijo, al tiempo que su brazo rodeaba su cintura.

Ygritte sonrió de lado "Lo has hecho un par de veces" admitió antes de acercar su rostro al de él y darle un beso "pero no me molesta que lo vuelvas a decir"

Tras ese comentario se separaron y salieron de la tienda, en rumbo a la zona donde Jon se había encontrado con Catelyn Tully la noche anterior.

La noche había corrido mientras él estuvo hablando con Ygritte, contándole su larga historia con la señora esposa de su padre. Cuando salieron pudieron ver los primeros destellos de luz asomándose por el cielo en el este. El campamento dormía, a excepción de unos pocos que se habían levantado para avivar las fogatas. Todos los que lo vieron saludaron a Jon o a Ygritte, o a ambos.

Cuando finalmente llegaron al lugar donde Jon la había visto no le fue difícil reconocer la tienda donde la había visto entrar. Recordó como ella huyo despavorida al verlo, como si hubiera visto al Desconocido. Aquello lo desconcertó mucho.

Sintió como alguien toma su mano. Era Ygritte, que entrelazó sus dedos al tiempo que lo miraba a los ojos. En esos ojos azules que Jon amaba vio que ella estaba a su lado y que no iba a dejarlo solo. Le apretó la mano en agradecimiento antes de guiarla a la entrada.

Ygritte

Había pasado todo un día desde que Jon y ella habían hablado con Catelyn Tully. Los dioses sabían que luego de que Jon le contará el tipo de persona que la mujer fue con él cuando era un niño Ygritte tenía un deseo casi irrefrenable de tomar su arco y poner una flecha a través del cráneo de esa mujer. Pero ese sería un final demasiado rápido para una mujer tan ruin como esta, una persona capaz de descargar su ira sobre un niño inocente; Ygritte quería destrozarle el rostro a arañazos, arrancarle los dedos a mordiscos, rebanarle esa lengua de serpiente y hacérsela tragar.

Pero ahora ya no pensaba que hacerlo sirviera para nada. La ira y el deseo de hacer sufrir a la mujer que fuera la esposa del padre de Jon se había atenuado, enfriada por el relato de la mujer. Era extraño, sentir ira por alguien y al mismo tiempo pena.

Recordó como habían echado a las otras personas de la tienda donde se escondía la mujer. Recordó como esta se había aterrorizado al ver a Jon, como lo había llamado Ned, como había pensado que incluso era un sueño. Pero al final Jon había logrado convencerla de que no era Ned Stark, sino él mismo, Jon Nieve. Ygritte no pudo evitar notar que la mujer era hermosa; tenía pómulos altos, piel tersa y un cabello rojo fuego, como ella. Se golpeó mentalmente; no era momento para cuestiones de esas.

Lo que siguió fue la pregunta obvia de Jon. ¿Qué rayos hacía ella allí? La mujer dijo con voz baja y algo temblorosa que los Hijos del Hierro o algo así la habían capturado y la llevaban de vuelta a sus islas para convertirla en lo que ellos llamaban esposa de sal, lo que fuera eso. El barco había sido hundido por una tormenta en el mar y Catelyn había sido arrastrada hacia la orilla, donde la habían encontrado y cuidado de ella. Luego ella había viajado con ellos desde la costa, internándose en el Bosque Encantado hasta llegar aquí. La mujer no dio más detalles que eso.

Jon no interrumpió la explicación en ningún momento. Cuando la mujer termino de hablar hizo una sola pregunta. ¿Dónde estaban todos sus hermanos? La mujer cerró los ojos con fuerza y negó. Ygritte vio como las comisuras de sus ojos se humedecían.

Jon se había quedado quieto, sus ojos nublados de dolor, al tiempo que se mordió el labio con tanta fuerza que sangró. Ygritte lo vio empezar a temblar, pero no supo decir si fue por ira o por dolor.

Jon giró en redondo y salió de la tienda, sin mirar atrás. Ella fue tras él sin dudarlo; sabía lo suficiente de pérdidas para entender que Jon no podía quedarse solo ahora, no debía quedarse solo.

Jon se encaminó por la misma ruta por la que habían venido. Ygritte tuvo que hacer un esfuerzo para alcanzarlo; pese a no correr, Jon caminaba con zancadas largas. Aún era temprano, pero los pocos que los vieron se alejaron de inmediato luego de ver la expresión de la cara de Jon. No tardaron nada de tiempo en llegar a la tienda y Jon apartó las pieles de un manotazo y entró.

Lo que siguió fue uno de los momentos más dolorosos que Ygritte había presenciado en su vida. Tan pronto como estuvieron a solas Jon empezó a recorrer el interior de la tienda como un lobo rabioso, con la respiración agitada y las manos apretadas en puños, hasta que no fue suficiente y gritó. Ygritte no pudo evitar estremecerse ante el sonido; jamás había escuchado un grito tan cargado de dolor y pena. Cuando finalmente se agotó, Jon cayó de rodillas al tiempo que sus manos subían a su rostro para tapar los sollozos que salieron, irrefrenables.

Ygritte sintió como su corazón se rompía ante la vista que tenía adelante. Jon, el hombre que la había robado. Jon, que siempre había cuidado de ella. Jon, que era el padre del hijo que crecía en su vientre. Jon, que era uno de los hombres más fuertes que había conocido, probablemente el más fuerte. Jon, el hombre al que había llegado a querer. Jon….estaba destrozado.

Ella nunca había sido buena consolando, no es que lo hubiera hecho mucho tampoco. Pero al ver a Jon sufriendo tanto, se sintió obligada a hacer algo; se acercó con cuidado y envolvió sus brazos alrededor de él. Jon se aferró a ella con fuerza, sus manos convertidas en garra que la sostenían mientras enterraba su rostro en el pecho de la mujer pelirroja.

Estuvieron en esa posición hasta que los ruidos de dolor provenientes de Jon cesaron. Jon mantuvo su frente apoyada en el pecho de Ygritte mientras tomaba aliento un par de veces. Cuando alzó el rostro Ygritte vio que, aparte de la hinchazón de sus ojos y los rastros dejados por las lágrimas, no había más evidencia del llanto del que Jon había sido preso.

"Gracias" le susurró antes de darle un beso en la mejilla. Luego Jon se levantó de golpe, tan rápido que sorprendió a Ygritte. Sin decir palabra Jon salió de la tienda y volvió a entrar en un instante, con sus manos y su rostro húmedo. La nieve derretida en su rostro redujo considerablemente la hinchazón de sus ojos y borró los surcos que dejo el agua salada en sus mejillas.

"Afuera ya están empezando a desmontar el campamento" comentó. No espero su respuesta para continuar "tenemos que hacer lo mismo. Iré afuera y me cercioraré de que todo esté en orden. También tengo que hablar con Styr y Val. Hay que preparar los carros y los mamuts para que ayuden a transportar los suministros. Ah, y tengo que revisar las empalizadas y hablar con los centinelas" tras hablar así se acercó y le dio un beso de despedida antes de irse.

Ygritte estuvo sola en la tienda hasta que pudo procesar las palabras de Jon sobre que había que empacarlo todo. De inmediato empezó a enrollar las pieles, las armas y el resto de las cosas, primero sola y luego ayudada por otros hombres y mujeres, los más leales a Jon. Se había ido acostumbrando poco a poco a la idea de que había personas para ayudarla en lo que necesitaba, aunque aún no le hacía ni la mitad de gracia. Pero sabía que sin ayuda no terminaría nunca de embalar todas las cosas que ella y Jon poseían, las cuales se habían incrementado considerablemente desde que él se convirtiera en Rey, junto con el tamaño de la tienda. Harían falta al meno personas trabajando al mismo tiempo para ello.

Mientras juntaban todo Ygritte pensó en la actitud de Jon y no pudo evitar sentir pena por él. Cinco hermanos y hermanas, y todos perdidos, hasta el último. Él le había hablado de todos lo suficiente para que Ygritte se diera cuenta de lo mucho que los amaba.

Pero junto con pena Ygritte sentía admiración por el hombre que la había robado. Tras haber llorado a sus hermanos Jon se había levantado y retomado su papel de líder del Pueblo Libre.

Jon era desinteresado, Ygritte lo sabía desde hace tiempo, el tipo de hombre que haría lo necesario para ayudar, sin importar cuan desagradable o indeseable le resultara, el hombre que dejaría de lado todo por ayudar al Pueblo Libre a cruzar el muro. Pero dejar de lado su propio dolor y sufrimiento solo para seguir guiándolos…..Ygritte no podía evitar preguntarse si alguien más sería capaz.

Y Jon también era listo; había esperado hasta que estuvieron solos para dejarse llevar por el dolor. Sabía que de ninguna manera el Pueblo Libre lo podía ver así, destrozado y llorando como un niño asustado.

Cuando finalmente terminaron de enrollar la tienda y cargarla en el trineo el sol ya había emergido, pero faltaban al meno horas para que estuviera en su punto más alto. Los caballos ya estaban asegurados y los arneses en su lugar. Entonces sonó la señal; tres toques cortos de un cuerno de uro que resonaron por el cielo, dando un mismo mensaje para todo el Pueblo Libre. Había llegado la hora de marchar.

Tomó el arco y la aljaba llena de flechas, los cargó sobre el hombro y caminó en la misma dirección que todos los demás: hacia el sur. Al lado de Ygritte, el carro avanzaba entre gemidos por la cantidad de peso que llevaba. A su alrededor había hombres, mujeres y niños. Todos con rostros cansados de viajar pero determinados a seguir adelante, a llegar al sur para salvarse de los muertos.

A pesar de saberlo desde hace tiempo, Ygritte aún se sorprendía por la cantidad de personas que eran. Jon le había dicho que, basándose en el número de guerreros que había, y considerando que la gran mayoría tenía al menos unos o dos hijos, y en muchos casos más, había al menos 120 mil personas, probablemente más. Viendo el rio humano que se formaba cada vez que se movían, le resultaba fácil creerle.

Por el camino Ygritte cruzó un par de trineos tirados por varias mujeres ancianas. Iban llenos de niños, criaturas pequeñas con cabellos castaños, rubios, negros e incluso un pelirrojo, todos enterrados en pieles y con varios guerreros alrededor para protegerlos. Ygritte no pudo evitar sonreír ante la vista. Sabía que fue Jon el responsable de eso: el carro y las pieles para los niños, y los guardias para que cuidaran de ellos. Y al mando de todo eso había puesto a Val. Algunos estuvieron en contra de usar guerreros "como niñeras" pero la gran mayoría estuvo de acuerdo. Más que nada porque sus hijos también estarían cuidados en el camino.

Ygritte sonrió al tiempo que su mano se dirigía a su vientre. No dudaba de que Jon sería un buen padre.

Catelyn

Catelyn no se avergonzaba de reconocer ante sí misma que no había pensado en el hijo bastardo de su esposo en mucho tiempo.

Pensó que nunca más vería a Jon Nieve cuando partió junto a su tío Benjen al Muro. En el peor de los casos el bastardo haría visitas ocasionales al castillo, como lo hiciera el hermano de su esposo. Sería desagradable pero tolerable.

Luego, con todo lo que le había pasado, la guerra, la enfermedad de su padre, la muerte de su esposo y de sus hijos, la desaparición de su hija menor y el hecho de que la mayor estaba siendo sostenida como rehén, la trampa en la que su hijo mayor estaba, Catelyn no había dedicado ni siquiera un pensamiento al bastardo de su esposo. Su destino no había sido de ningún interés para Catelyn, y su sola existencia se le había olvidado, hasta que Robb le comento su idea de hacer un testamento dejándolo como su heredero si le pasaba algo.

Catelyn no había estado de acuerdo en lo más mínimo, y Robb había dejado el tema y seguido adelante.

Ahora, un día después de haberse encontrado con Jon Nieve, Catelyn se encontraba en la tienda de este. Había estado desconfiada y un poco nerviosa cuando un grupo de 4 mujeres armadas se habían presentado entre las tiendas de Hyrew cuando el sol ya se ocultaba y habían empezado a preguntar por ella, afirmando que "El Rey Jon" les había pedido que la llevaran a su tienda. Pese a que una parte de sí misma hubiera querido correr lejos de ellas, se acercó con determinación y aceptó seguirlas, hasta que la dejaron ante la entrada con instrucciones de que entrara.

No supo bien que fue, pero enderezó la espalda y levanto la barbilla antes de entrar en la tienda. Quizás era solamente para dar la impresión de seguridad, o una reacción instintiva; toda su vida se había mostrado frivola y altiva con Jon Nieve, y no veía motivos para dejar de hacerlo ahora.

El encuentro que habían tenido la noche anterior, horas antes del amanecer, vino a la mente de Catelyn. Se había asustado de él y lo había confundido con su padre, pero no creía que contara. Después de todo, había estado cansada y confundida, y lo último que esperaba era encontrar al hermano bastardo de sus hijos vagando cerca de ella a semejantes horas y en semejante lugar. Al pensarlo bien ¿qué hacía en ese lugar?¿Y cómo Rey? Sin duda habría desertado de la Guardia de la Noche de ser así. Pero esos eran pensamientos para otro momento.

Cuando Catelyn apartó las pieles y entró esperaba verlo ahí, sentado o parado, solo o acompañado, pero ninguna de las 2 cosas se dio. No había nadie ahí excepto ella. Por un momento pensó en irse y decirle a las mujeres que la habían traído, si es que seguían afuera, que si el "Rey Jon" quería hablar con ella que la fuera a buscar y no le hiciera perder el tiempo. Pero luego descartó la idea; no sabía si la dejaran, y aunque lo hicieran ¿qué tenía Catelyn que hacer que resultara tan inaplazable? La respuesta era sencilla. Nada.

Así que, mientras esperaba, se dedicó a observar lo que la rodeaba. La tienda era grande, la más grande que hubiera visto hasta ahora, separada en 3 partes, una en donde estaba ella y una a cada lado: fácilmente dormirían 15 personas ahí. Caminó con pasos lentos; el piso estaba cubierto con pieles excepto por una sección en medio de la tienda donde había un pequeño pozo en el que varios troncos diminutos estaban ardiendo, además de una pila aparte, supuso que para avivar el fuego, todo sobre un hueco en el techo para que saliera el humo. De uno de los postes que soportaban el peso de la tienda colgaba un arco de gran tamaño y una aljaba llena de flechas, y junto a ellos había un montón de escudos redondos apilados uno sobre otro, algunos pintados con formas y figuras extrañas. La parte derecha de la tienda estaba atestada de objetos: había cuernos de beber y para ser tocados, había una pila de objetos que incluían collares de colmillos y zarpas, pulseras, piedras de distintos colores, una lanza con punta de bronce, lo que parecía una tabla de madera de arciano con símbolos que nunca había visto, y más. También había varios barriles y sacos que parecían contener comida y algunas sogas. En contraste, la parte de la izquierda estaba mucho más vacía: solo había un montón de pieles juntas en el piso, en lo que Catelyn reconoció como una cama. Junto a ella vio un cuchillo hecho de acero y lo que parecía una figura de madera a medio tallar, donde reconoció un par de patas y una cola erguida.

Entonces escuchó pasos amortiguados por las pieles. Se dio vuelta rápido y vio las solapas de la tienda cerrándose de nuevo, y enfrente de ellas a Jon Nieve, mirándola.

Lyra

La balsa era pequeña pero firme, al igual que las otras 7 que iban detrás. Los 2 lacustres que iban en los remos tenían los brazos cortos pero remaban sin mostrar signo de cansancio.

La osa miró hacia el otro lado de la balsa, al resto de los pasajeros. Cuatro hombres de armas; sus botas estaban rotas y sus ropas estaban hechas jirones, pero en sus barbas largas y en sus cabellos enmarañados se podía ver que eran norteños, y si quedara alguna duda desaparecería por las imágenes en sus jubones, que a pesar de estar rotos eran distinguibles: un par de alces, un gigante rugiente y un lobo gris sobre campo blanco. El hombre que portaba el lobo acunaba su brazo derecho, donde llevaba una herida de lo que parecía ser una maza.

Estuvieron en silencio hasta que uno de los lacustres la llamó y le hizo una señal. Adelante, emergiendo de los gases del pantano y las aguas estancadas empezó a verse un castillo. El castillo era pequeño y parecía surgir del mismo pantano, puesto que no se veía nada entre la muralla y el agua que la rodeaba. Junto a las puertas se veían varios botes similares al que se encontraba Lyra, todos amarrados a las paredes. Sobre las puertas volaba un estandarte en el que se veía un lagarto león.

Un centinela los divisó desde las almenas del castillo y desapareció. Al poco tiempo el rastrillo se levantó y entraron al castillo. Dentro había muchos lacustres, que se sumergieron en el agua y se apresuraron a tomar el bote por los costados para llevarlo hacia la orilla de tierra verdosa. Lyra se acercó al hombre herido en su bote y lo ayudo a bajar antes de acompañarlo al interior del castillo. De reojo vio como los lacustres ayudaban a los heridos de los otros botes y la seguían, en algunos casos incluso teniendo que cargarlos.

Fue en el camino donde se les unió la esposa de Howland Reed, que en ausencia de su esposo mandaba en el castillo.

Jyana Reed era una mujer con los ojos verdes y el cabello hasta por debajo de los hombros, y era bonita. No sabía usar las armas y era pequeña y menuda, pero exudaba un aire de fortaleza que era inconfundible. Era esto último lo que hacía que le recordara a su madre, aunque Lyra difícilmente habría 2 mujeres más diferentes. La saludo con un pequeño movimiento de la cabeza y siguió su camino, con ella a su lado.

El salón del castillo era el único lugar lo bastante grande para atender a los heridos, que sumaban docenas, más de medio centenar de hecho: hombres de todas partes del norte que habían huido heridos de Los Gemelos en la noche de la traición y se habían ocultado en donde sea que pudieran. Unos pocos estaban sobre camillas, mientras los demás debían conformarse con mantas sobre el piso.

Una vez que Lyra dejó al hombre herido en manos confiables se apartó con Janna Reed a una esquina del pasillo para charlar.

"¿Cuántos encontraste esta vez?" preguntó la lacustre, como las otras ocasiones directo al grano. Lyra soltó un suspiro pesado.

"Veintitrés" dijo "pero dos estaban muy mal heridos y murieron por el camino. No tuvimos tiempo para enterrarlos; una compañía de caballeros Frey nos perseguían. Los otros 21 hombres están aquí"

"Vi hombres con la librea de Umber y Hornwood, y el que ayudaste a llegar aquí era de los Stark. ¿No encontraste a nadie de otras casas?" preguntó Jyana en esta ocasión.

Lyra sacudió la cabeza con pesar: "Uno de los que murieron en el camino era un Cerwyn, pero no, a nadie más" hasta ahora la mayor parte de los hombres encontrados eran de Hornwood, Umber o Tallhart, junto con unos pocos Slate, Burley y Flint. Los hombres Stark eran los más escasos de todos, siendo apenas una docena.

La señora de Atalaya de Aguasgrises se llevó la mano a la barbilla, pensativa: "Veintiún hombres, de los cuales nueve están demasiado heridos para pelear ahora por lo que vi. Más los que estaban aquí de tus otras salidas y los que trajo el joven Glover y lograron llegar por pie propio tenemos 259 hombres, aunque si descontamos a los heridos solo podemos contar con 186" el tono de la mujer era sombrío.

Lyra no puedo evitar la mueca que surgió en su rostro. El rey Robb tenía miles de hombres leales con él la noche que murió. Y en 3 lunas de esfuerzo, entre Lyra y Dywen Glover apenas habían logrado encontrar a poco más de dos centenares, aumentados por unas pocas docenas de hombres que habían sido encontrados por los lacustres en los bordes de sus pantanos. Un número tan pequeño no sería útil para nada más que incursiones.

"¿Ha habido algunas noticias?" pese a que su voz salió controlada, la urgencia de Lyra era grande. Esperaba alguna nueva información sobre su madre o sobre su hermana Dacey, que aún estaba desaparecida.

"Varias noticias, pero ninguna buena" dijo la esposa de Lord Reed "En el sur, Varamar se ha rendido ante el Trono de Hierro. Lord Jason rindió el castillo luego de que los Frey amenazaran con colgar a su heredero ante sus ojos. Y Roose Bolton ya ha partido de los Gemelos con su ejército. Muy pronto llegará a Foso Cailin, y con el viajan mil quinientos hombres Frey para apoyar su conquista del Norte"

Lyra intentó que la nueva información no mermara sus ya escasas fuerzas, pero fue inútil. Los Mallister de Varamar eran, junto con los Blackwood del Árbol de los Cuervos, los únicos señores ribereños que se mantuvieron desafiantes al Trono de Hierro luego de la Boda Roja, como llamaban a la matanza en Los Gemelos. Su rendición era una mala noticia.

"¿Qué pasa con los Blackwood?¿Y el Pez Negro?" dijo Lyra, esperando que las noticias fueran mejores, o que al menos no fueran peores.

"El Pez Negro aun resiste en Aguasdulces, y los Blackwood aún luchan contra los Bracken. Nada ha cambiado en ese aspecto" Lyra dio un solo asentimiento con el ceño fruncido.

"¿Y qué pasa con el Norte?" cuestionó Lyra. Esperaba alguna buena noticia. La deseaba de todo corazón.

"Robett Glover ya ha llegado a Puerto Blanco y ha pedido ayuda a Manderly para recuperar Bosquespeso de los Greyjoy; aunque si los rumores son ciertos Lord Wyman no quiere saber nada más de guerras" Jyana Reed dudó un momento antes de seguir "Y el bastardo de Bolton marcha hacia Foso Cailin" comentó en tono serio. Lyra la entendió por decirlo así.

Foso Cailin era inconquistable por el sur; el terreno, la geografía y los obstáculos lo hacían así, pero por el norte era mucho más posible tomarlo. Así era como los Hijos del Hierro lo habían tomado cuando invadieron el Norte. Solo sería cuestión de tiempo, a lo sumo unas pocas semanas antes de que el Bastardo de Bolton lo tomara. Y con el Foso caído Roose Bolton podría regresar al norte con el grueso de su ejército. Ninguna casa que aún fuera leal a los Stark tenía fuerza suficiente para enfrentarlo, menos aún con el apoyo de los Frey. Sin un miembro de la Casa Stark tras el cual unirse, el señor de la Sanguijuela podría irlos aplastando uno por uno.

"Entonces esperemos que tu esposo y los malditos Hijos del Hierro lo detengan" dijo la hija de La Osa, aunque no guardaba muchas esperanzas al respecto. La señora del castillo no contribuyó a aumentarlas.

"Si fuera solo el bastardo quizás lo lograrían"

Lyra apretó los dientes al entender la insinuación entre las palabras.

"¿Quiénes?" gruñó.

"La viuda Dustin y su padre, Lord Ryswell. También Hother Umber" dijo la otra mujer, que parecía decidida a seguir dando malas noticias.

Dustin, Ryswell…..Lyra se tuvo que morder la lengua hasta sangrar para no empezar a gritar maldiciones en contra de ellos por ser unos malditos traidores y cambiacapas. Los Umber sin embargo, eran otra historia. Lyra había hablado con el Pequeño Jon Umber lo suficiente para saber que los Umber no serían traidores, o al menos no por propia voluntad.

"El Mataputas cabalgando con los hombres Bolton… si el Gran Jon lo supiera le arrancaría la cabeza y la usaría como orinal" dijo, sabiendo cómo era Lord Umber.

"Sin duda" concordó Lady Reed. Pero el Gran Jon estaba atrapado en una mazmorra en Los Gemelos. No estaba en posición de matar a nadie.

Luego de ello continuaron hablando sobre temas de menor importancia hasta que Lyra se despidió y se encaminó hacia el cuarto que le habían dado cuando llegó por primera vez al castillo, con su madre y hermana. Una vez en su habitación se desvistió y se fue a la cama. Era pequeña y algo incomoda, rellena de hojas y musgo, pero comparada con la tierra dura en la que durmió las últimas semanas era un sueño.

"Dioses Antiguos, permitid que mi madre tenga éxito en su misión. Por el bien del Norte" oró Lyra en silencio antes de caer en los brazos del sueño. El hermano bastardo del Rey Robb, el nuevo rey en el Norte, era la única esperanza para quien se opusiera a los Bolton. Sin él, estaban todos perdidos.

Estarán odiándome en estos omentos, estoy seguro. Querían ver por fin una charla larga e importante entre Jon y Catelyn y no pudieron. Pero no se preocupen, JURO que en el próximo capítulo se verá. Es más, como compensación, el siguiente capítulo solo mostrará puntos de vista de ellos 2.

Quiero saber su opinión sobre el punto de vista de Ygritte; me atraía mucho la idea de poner su opinión acerca de la infancia de Jon bajo Catelyn.

Si quieren dejarme reviews con comentarios, sugerencias, o insultos por retrasar la charla entre Jon y Catelyn, se los agradeceré.

En fin, eso es todo. Saludos y que estén bien.