Bien. Primero lo primero: hola a quienquiera que lea esto.
Debo decir….. wow. Sinceramente wow. No esperaba que la historia fuera tan bien recibida, pero me alegra mucho que sea así.
Bien, ahora agradezco a jean d'arc (¡qué lindo tu review, me alegro tanto el día cuando lo leí! En particular me gusto el párrafo 3, es tan cierto lo que decis), green wolf (me alegro que te haya parecido increíble y sobre un reviews donde esos dos están juntos bien la verdad es que tengo algunas ideas pero serían one-shot, nada muy extenso. A lo sumo 10.000 palabras), dase9126 (me alera que te haya parecido asombroso), Luna (me alegra haber acertado con la personalidad de ambos personajes, y si: yo encuentro fascinante esa relación entre esos dos, de esa fascinación vino la semilla para esta historia) y fanatico z (aún falta un poco para que empiece la venganza… ¡pero prometo que llegará! Y tu idea es interesante, de hecho a mí ya se me había ocurrido. Con esto no quiero decir que va a ser así en la historia, aclaro). ¡Gracias a todos por sus maravillosos reviews que me alegran mucho.
En algo más corto gracias a quienes siguen la historia o la tienen entre sus favoritos.
Bien, vamos a lo que nos importa.
Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.
Jon
Estaba corriendo a gran velocidad. Los árboles eran dejados atrás con cada segundo que pasaba, la nieve efectuaba vuelos luego de ser levantada por sus patas a gran velocidad. Delante, la liebre corría con toda su fuerza, sus orejas pegadas a su cráneo y sus pequeños pies dejando huellas diminutas en el manto blanco que cubría todo lo que los rodeaba. Podía oler el miedo del pequeño animal, ansioso por poner la mayor distancia posible entre ambos. Pero sus esfuerzos eran inútiles. Con cada segundo se acercaba más a su presa.
Entonces dio un salto más largo de lo habitual y sintió sus mandíbulas cerrándose en torno a un cuerpo pequeño de pelaje color marrón. La sintió retorcerse por un segundo entre sus fauces antes de que apretara su agarre. Sintió los huesos crujir bajo sus dientes, su boca se inundó del sabor de la sangre cálida y la liebre se quedó colgando, inmóvil.
Se sentó en la nieve con las patas delanteras extendidas ante sí, comiendo la liebre en bocados grandes, tragando por igual carne, hueso y pelaje. Cuando terminó su comida se levantó y empezó a vagar en busca de alguna otra presa para saciar su apetito, que crecía al mismo tiempo que su cuerpo. Detrás solo quedaban unas manchas rojas ensuciando el manto níveo que cubría el bosque, única prueba de la muerte producida hacía poco tiempo en ese lugar, pero que sin duda serían ocultadas por más copos blancos caídos del cielo.
Avanzó en la noche, percibiendo los sonidos. Las ramas de los árboles mecidos por el viento helado, el crujido de una pequeña madera oculta por la nieve cuando la pisó, el aullido lejano de un primo pequeño, y el débil aroma a hombres.
Siguió el aroma, que pronto fue mezclado por el de la madera quemada, carne al fuego y caballos. Pronto los vio. Eran una manada de unos 20, la mitad alrededor de un fuego que ondeaba en el aire frío, derritiendo la nieve que había cerca. Algunos estaban acostados y otros sentados. Olía el miedo en ellos, lo veía en sus cabezas que giraban de manera constante para ver detrás de sí. Se quedó en las sombras, sus ojos rojos brillando con las llamas naranjas. Vio a un par que estaban encaramados a los árboles, con garras largas y plateadas colgando de sus cinturas. Había varios más cerca de los caballos, que tiritaban en la nieve mientras estaban alrededor de un tronco caído.
Por un momento pensó en ir por uno de los animales; tenían mucha carne y estaban atados, serían una comida deliciosa. Pero si lo hiciera los hombres se darían cuenta y lo atacarían con sus garras plateadas. Era un riesgo demasiado grande.
Decidido a buscar una presa más sencilla, dio media vuelta y se alejó de los hombres, hacia el interior del bosque…... cuando escuchó un nombre, un nombre muy familiar. Volvió a mirar a los hombres y vio al que había hablado. Con cuidado, dio un paso más cerca para escuchar…..
Jon abrió los ojos al tiempo que un bostezo escapaba de su boca. Lo primero que vio fue una cabellera roja, la cabellera de Ygritte. Entonces fue consciente de la forma en que estaba acostado. Estaba de lado, con los brazos envueltos alrededor del cuerpo de Ygritte, que le daba la espalda mientras las piernas de ambos estaban entrelazadas.
Estuvo un momento mirando a la mujer dormida a su lado, perdido en la piel blanca que estaba a la vista, en el cabello enmarañado. Recordaba la noche anterior a la perfección.
Como suponía Ygritte estaba furiosa por haber invitado a Catelyn Tully a vivir bajo su techo sin consultarlo con ella. Si las miradas pudieran matar Jon habría caído muerto un centenar de veces, al menos. Pero al final había logrado que no echara a la que fuera esposa de su padre, luego de mucha súplica. Pero eso no evito que Ygritte le advirtiera que la mataría en el acto si se metía con ella o lo maltrataba a él. Sabiendo que era lo máximo que podía pedir de ella Jon aceptó.
Más tarde cuando fueron a dormir Jon esperaba que Ygritte lo ignorara, pero se equivocó. Ella tuvo sexo con él como tantas veces antes, aunque Jon notó que estaba mucho más agresiva de lo habitual. Le mordió el labio hasta hacerlo sangrar y le arañó la espalda hasta hacérsela arder. Jon supuso que era parte de la ira que aún no la había terminado de abandonar. Y para rematar ella le había dado la espalda cuando terminaron, sin decirle nada. Eso le dejó una sensación amarga.
Pero Ygritte lo superaría, o eso esperaba Jon. Con un suspiro alejó sus brazos de ella y se levantó. Sintió como su piel desnuda se erizaba ante el aire frío de la tienda, pero se forzó a aguantar mientras se vestía. Cuando terminó se frotó la cara para despejar el sueño que aun anidaba en el borde de sus ojos y tras comprobar que Ygritte estuviera bien tapada tomo su espada del gancho en el que colgaba y se alejó.
En la entrada de la tienda se detuvo y consideró por un momento cruzar la tienda hacia la parte que estaba más alejada de donde dormía con Ygritte. Al final se acercó a ver.
En el piso, cubierta con una gruesa piel de oso, estaba Lady Catelyn. Como esperaba, estaba dormida. Algunas hebras de su cabello rojo cayendo sobre una cara que, hasta en sueños, le parecía agotada. Supuso que no podía culparla. La noche anterior la había hecho revivir todas las desgracias que le habían sucedido a ella y a su familia.
Se fue sin decir palabra. Tenía demasiadas cosas por hacer en este día.
Afuera el sol apenas se divisaba en el este. Cada día era un poco más pálido, como una llama que lentamente estuviera apagándose. Entre la gente, sobre todo los ancianos, se decía que ese era el poder de los Otros, que se iba incrementando. Jon sospechaba que tenían razón.
Como suponía había 4 hombres afuera, esperando por él. Tan pronto como lo vieron se acercaron y le dijeron lo que quería saber. Cuando el último terminó de hablar Jon les agradeció y les dejó irse.
Luego se dirigió a una tienda en particular. Afuera de ella había dos mujeres de las lanzas, Luna y Geda creía recordar, haciendo guardia. Ambas le hicieron un gesto de saludo cuando lo vieron venir. Él les dio una leve sonrisa de vuelta.
"¿Ya despertaron?" preguntó, sin dirigirse a ninguna en particular.
"Así es" dijo Luna.
"Hay algunos que dicen que vienes aquí a buscar placer cuando te cansas de Ygritte" comentó Geda con una sonrisa.
Jon tuvo que contenerse para no reaccionar a ese comentario "¿Puedo pasar?" preguntó en cambio.
Las dos mujeres cruzaron una mirada antes de asentir a la vez. Cuando Jon dejó la entrada tras de sí le pareció escuchar risas disimuladas detrás.
El interior de la tienda era cálido. Un fuego alegre iluminaba el lugar; no había demasiadas posesiones materiales, pero si las pieles suficientes para no pasar frío en la noche.
Las dos mujeres que ocupaban la tienda lo miraron en cuanto entró; la más joven le sonrió, la otra no.
"Jon" comentó Dalla, sus manos hurgando en una bolsa de piel de conejo. Val se limitó a darle un asentimiento antes de seguir afilando su cuchillo.
"Hace días que no vengo a verte Dalla. ¿Cómo estás?¿El bebé está bien?" le preguntó Jon.
Desde la muerte de Mance Jon se había tomado la responsabilidad de asegurar que Dalla estuviera bien cuidada. Una parte de él lo hacía por Mance, como una manera de agradecer al hombre por todo lo que había hecho por él. Otra lo hacía porque la mujer embarazada le agradaba; era poco mayor que él y tenía un carácter dulce que desentonaba con la manera de ser de la mayoría del Pueblo Libre. Y luego estaba la promesa que le había hecho a Val el día que lo eligieron Rey-más-allá-del-Muro; tenía toda la intención de cumplirla.
"Todo sigue en orden Jon, tranquilo" le aseguró Dalla, para luego seguir vaciando la bolsa de piel. Jon se sentó cerca del fuego mientras la mujer hablaba.
"Sabes Nieve, si no supiera mejor, pensaría que tú eres el que puso él bebe dentro de mi hermana" comentó Val, al tiempo que apartaba la vista de su daga. Pese a no sonreír, Jon vio la burla en sus ojos.
No pudo sino rodar los ojos ante eso "Si me llevara a Dalla, o a cualquier otra mujer a la cama, Ygritte me cortaría las pelotas y me las haría tragar" le recordó.
"No te cortaría las bolas. Si lo hiciera ella perdería tanto como tú a juzgar por los rumores" Val hablaba sin dudar "A lo sumo te bajaría algunos dientes a golpes. Pero bueno ¿viniste a hablar o por algún otro motivo?¿Quieres que te siga enseñando la Antigua Lengua?"
Pese a que Val era dura y con poca paciencia en lo que a enseñarle se refería, también era una maestra muy competente. Jon no entendía la Antigua Lengua a la perfección, pero si lo suficiente como para poder mantener conversaciones cortas. Dado el poco tiempo que Val llevaba dándole clases era una mejoría. Pero no era por eso que había venido "No es eso. Supongo que habrás oído que hay una mujer con la que comparto mi tienda. Una mujer que no es Ygritte, quiero decir" dijo Jon. Val asintió, y Jon vio de reojo que Dalla había vaciado la bolsa y examinaba con cuidado un agujero pequeño que tenía en la parte inferior, ajena a todo "Dime los rumores que se han empezado a propagar"
Val soltó un suspiro antes de hablar "Bueno, el más común es que simplemente la has robado. Algunos dicen que te gustan las mujeres besadas por el fuego, y hay algunos imbéciles que andan comentando que quieres toda la suerte posible antes de que lleguemos al Muro, porque no tienes idea de cómo hacernos cruzar" Jon suspiró con cansancio "El más estúpido que he oído es que encontraste a la madre de Ygritte y la llevaste a vivir con ustedes por petición de ella"
Jon soltó una risita de incredulidad. Cualquiera que viera bien a Ygritte y Lady Catelyn se daría cuenta que aparte del color de cabello no tenían nada en común, o tan poco que no había forma de verlo.
"¿Esos son todos los rumores?"
"Hay uno más. Dicen que ya la conoces, que es tu hermana, esposa, amante, madre, tía, prima o amiga. Hay muchas versiones. El resto son incoherencias sin sentido" Val se encogió de hombros.
"Ya veo. ¿Quieres saber que es ella para mí?" Val era confiable, no tenía problemas en decirle.
"Admito que me da curiosidad" declaró Val.
"Lo único que hay de cierto en los rumores es que la conozco" le dijo Jon "Para hacerlo corto te diré que antes de ser un cuervo tuve una familia. Un padre y cinco hermanos y hermanas. Esa mujer es la madre de mis hermanos y la esposa de mi padre"
"Pero no es tu madre" dijo Val, entendiendo de inmediato.
"No, no lo es" confirmó Jon "Terminó aquí por una mezcla de desgracias y suerte. Y me trajo noticias malas" sintió la tristeza asomándose desde el fondo de su mente "La verdad es que debí suponerlo de antemano. Desde que la conozco no he recibido nada bueno de ella ¿Por qué iba a ser esta una excepción?" dijo Jon, un ceño fruncido apareciendo en su rostro. Con un esfuerzo lo dejó de lado y volvió a hablar "Pero bueno, lamentarse no sirve de nada a estas alturas. No vine a deprimirlas con mis problemas. Tengo una misión para ti Val"
De inmediato Val entrecerró los ojos "¿Qué pasa?" cuestionó.
"Mientras dormía entre en la mente de Fantasma y vi a un grupo de jinetes al suroeste. No son de los nuestros" contó Jon.
"Otro de tus sueños de lobo. Debe haber sido cierto entonces. ¿De cuántos jinetes estamos hablando?" dijo Val.
"No más de veinte. Al principio pensé que eran de la Guardia de la Noche pero me equivoqué, en parte. Había 5 que vestían el negro, pero los demás no"
"Si los demás no eran cuervos y no eran del Pueblo Libre ¿qué eran?" inquirió Val. Jon notó que Dalla lo estaba mirando, interesada en la conversación entre él y su hermana.
"Son norteños, soldados de las casas Mormont y Glover a juzgar por los sigilos en sus ropas" respondió Jon.
"Escuché hablar de los Mormont" dijo Val. A Jon no le sorprendió. Junto con los Umber y los clanes de montaña norteños, los Mormont eran a menudo atacados por saqueadores venidos del norte del Muro "¿No es el cuervo mayor un Mormont?¿Qué mierda hacen de este lado del Muro?" preguntó Val con el ceño fruncido.
"No lo sé. No sé nada" quizás Ygritte lo perdonaría si lo escuchara dándole la razón, para variar "Hacen falta respuestas. Quiero que tomes un centenar de nuestros jinetes y vayas a su encuentro. Fantasma te guiará"
"Y cuando los encuentre ¿quieres que los mate?" dijo Val. A la mujer de las lanzas no parecía incomodarle en absoluto la idea, pero tampoco la ansiaba. Jon negó con la cabeza.
"Rodéalos y dales la oportunidad de rendirse. Diles que el bastardo de Ned Stark te envía, quizás así te hagan caso, o al menos se distraigan un poco. Si se rinden tráelos ilesos. Quiero interrogarlos"
"¿Y si a pesar de todo atacan?" preguntó Val. Jon pensó que ella sabía bien lo que hacer en ese caso, pero quería escucharlo decirlo.
"Mátalos. Pero si tiran las armas tómalos prisioneros" Jon deseaba que no se llegara a eso, pero también era consciente de que era una posibilidad. Alejo la punzada de remordimiento que apareció y se enfocó en lo que tenía que hacer "Los demás saldremos poco después de ustedes, así que tendrás que moverte rápido. Fantasma volverá pronto, pero los caballos son más lentos que él; deberías encontrarlos esta noche, o mañana al amanecer cuando mucho"
"De acuerdo" dijo ella levantándose. Se acercó a Dalla y le dio un beso en la frente "Volveré pronto" le dijo antes de tomar su espada corta de bronce y salir de la tienda. Jon no pudo menos que sonreír; Val era una guerrera consumada, una traductora hábil y una maestra exigente, pero toda su dureza se desvanecía cuando se trataba de su hermana menor.
Vio a Dalla mirar hasta que Val salió de la tienda, una mirada de preocupación en su rostro. Cuando Val se perdió de vista Dalla suspiró antes de volver a mirarlo.
"Estará bien, Dalla. Val es más que capaz de cuidarse sola" le dijo Jon, en un esfuerzo por tranquilizarla.
"Lo sé, Jon. Pero aun así….ella es la única familia que me queda. No me gusta saber que está en peligro" dijo, levantando la vista para verlo.
"Puedo entender esa preocupación" le aseguró Jon. Él sabía lo que era tener seres amados en peligro. Pero esperaba que Dalla nunca tuviera que saber el dolor de perder a una hermana "Pero necesito a alguien de confianza para hacer esto, alguien que pueda mantener la cabeza fría. Val me pareció la mejor opción"
"Val está feliz de que confíes en ella. Te aprecia mucho" le comentó Val con una sonrisa en el rostro.
"No creo que te lo haya dicho" dijo Jon, sintiéndose conmovido.
"No hace falta que lo diga. Puedo darme cuenta sin problemas" le aseguró Dalla al tiempo que daba la última puntada para arreglar la bolsa de piel. La tensó para probar si resistía y asintió satisfecha "¿Me ayudas a devolver todo esto al interior de la bolsa?" le preguntó.
"Si, desde luego" dijo Jon. Se acercó y la ayudo a juntar la cantidad de objetos que había en el suelo junto a Dalla. Una pluma de color gris, un pequeño collar de cuentas, una piedra de color lechoso, una talla de madera pintada…..
Jadeó ante lo que veía. Tomo la talla en ambas manos y la estudió con cuidado. Era una pequeña estatuilla de un dedo de alto. Era un hombre rugiente, con un color castaño desgastado en la cabeza, donde debería estar el cabello. Desde el torso hasta por arriba de las rodillas de madera estaba pintado para que pareciera vestido con pieles, y en las diminutas muñecas había lo que parecían grilletes con eslabones de cadena rotos.
Desde lejos le llegó la voz de Dalla "Es bonito ¿no crees?" parpadeó aturdido y le volvió a prestar atención a la mujer a su lado. De pronto la vio bajo una nueva luz "¿Estas bien Jon? Te ves asustado" le dijo, su sonrisa reemplazada por una mirada de preocupación.
"Estoy bien" la voz de Jon salió más ansiosa de lo que había pretendido. Se aclaró la garganta antes de continuar "Dalla ¿de dónde sacaste esto?"
"Pues….. me lo dio Val cuando era niña. Dijo que nuestra madre se lo regaló a ella antes de morir" en la cara de Dalla se veía la confusión "¿Ocurre algo malo Jon?"
"No, no. No es nada" dijo él, al tiempo que se levantaba y le devolvía la talla "Disculpa pero tengo mucho que hacer. Nos vemos más tarde" dijo antes de salir de manera apresurada de la tienda.
Jon respiró hondo, llenándose los pulmones de aire fresco. Había encontrado algo que no había esperado hallar, pero no por eso menos importante. Una sospecha había empezado a formarse en su mente; era algo poco probable, y era casi seguro que no llevara a ningún lado. Pero había una mínima posibilidad de que la sospecha fuera correcta.
Tendría que hablar con Val y Dalla a profundidad, al mismo tiempo.
Pero por ahora tendría que empezar a preparar el campamento para marchar.
Val
Habían mantenido un trote lento desde que salieron del campamento. Aún sentía una ligera incomodidad al pasar junto a las filas de estacas clavadas en el suelo; era tan extraño que el Pueblo Libre hiciera ese tipo de cosas, pero si ayudaba a proteger a su hermana y al bebé que llevaba no se quejaría.
Delante de ellos el lobo blanco corría y se detenía justo antes de desaparecer; volteaba para mirarlos y luego proseguía su camino. Una parte de Val se consideraba estúpida por seguir a una bestia; bien podría estar cazando en vez de guiando. Pero confiaba en Jon y los ojos rojos del lobo tenían un brillo inquietante, el de un ser que entiende lo que hace y por qué lo hace.
Giró la cabeza por un momento para ver detrás de sí. Dispersos había un centenar de jinetes, hombres y mujeres del Pueblo Libre, todos a caballo. Algunos llevaban arcos, otros hachas o lanzas, y unos pocos como ella llevaban espadas. Todos la seguían a ella, igual que ella seguía al lobo blanco.
Estuvieron cabalgando por horas, hasta que la noche los hizo detenerse. Cabalgar por el bosque de noche era una forma segura de romper la pata de algún caballo. Desmontaron y dieron de beber a sus caballos de sus propios odres antes de sentarse. Por orden suya no habían encendido fuego, pero todos sentían la tensión. Tras una comida rápida de carne salada y algo de pan se fueron turnando para montar guardia. Val no alejó la mano de la empuñadura de su espada en ningún momento.
Despertó temprano y se sobresaltó al ver un par de ojos rojos observándola de cerca. Era el lobo. Maldiciendo en susurros al animal por asustarla así, pateó al hombre que dormía más cerca para despertarlo y pronto los demás estaban siendo despertados entre bostezos e insultos en voz baja. Comieron rápido y montaron de vuelta; en algún momento de la noche uno de los caballos había desaparecido, y su portadora, una mujer de las lanzas furiosa, tuvo que compartir la montura con otra.
La idea de que el lobo blanco era anormalmente inteligente cobró todavía más fuerza en la mente de Val cuando el animal la miró y empezó devuelta a alejarse tan pronto como el último de los 100 jinetes estuvo listo para partir. Clavó los talones en los costados de su caballo y siguió al lobo.
Era más del mediodía cuando el lobo se detuvo de manera repentina. Val se acercó, pese a los nervios de su caballo, y el lobo solo la miró en silencio antes de que sus orejas se pusieran rígidas, como si escuchara algo. Entonces Val decidió imitarlo y pudo oír el débil relincho de un caballo, seguido momentos después por otro. Miró hacia atrás y les hizo a los demás un gesto para que desmontaran al tiempo que ella hacía lo mismo. Regresó con los demás llevando a su caballo por las riendas.
De inmediato se adelantaron 3 más: Gorr, Sigerd y Belga. Eran todos guerreros con experiencia y buenos emboscadores: por eso los había traído con ella.
"Están adelante, estoy segura" les dijo en un susurro "Que diez se queden a cuidar los caballos. Los demás nos adelantaremos"
Los dos hombres y la mujer asintieron, y Belga le susurró de vuelta "¿Cómo haremos esto? ¿Qué pasa si no se quieren rendir?"
Val lo pensó un momento antes de responder "Si no se rinden los matamos a todos. Pero antes les daremos la oportunidad ¿entendido?" Sigerd y Belga asintieron en silencio, pero Gorr pareció molesto "¿Entendiste Gorr?" le dijo al hombre de barba y cabello rubio. Este la miró con el ceño fruncido pero al final murmuró una afirmación "De acuerdo. Belga, toma veinte hombres y acércate por el este. Sigerd, tu tomarás veinte más y te acercarás por el otro lado. Yo iré por el frente con treinta. Gorr" le comentó al hombre, imprimiendo toda la seriedad posible en su tono "tú te acercaras por el sur. Todos en silencio. No se dejen ver"
"¿Y cómo sabremos cuando salir?" preguntó Sigerd. Val lo miró y se sacó el cuerno del cinturón.
"Al primer toque tú, yo y Belga salimos. Los arcos listos. Yo hablaré. Ustedes quédense callados pero alertas" ambos asintieron.
"¿Y yo que hago?¿Quedarme con la polla al aire mientras ustedes se divierten?" preguntó Gorr entre dientes. Estaba muy enojado.
"Tú te quedarás escondido. Si eligen pelear sonaré el cuerno otra vez y entonces los atacarás por la retaguardia" dijo Val. Y así se eliminaba la posibilidad de que Gorr hiciera algo estúpido que los metiera a todos en un baño de sangre.
Tras mascullar una maldición Gorr se encogió ante la mirada que le daban el otro hombre y las dos mujeres y aceptó el plan. Los siguientes minutos Val lo pasó explicando lo que iban a hacer y cómo debían proceder. Gorr fue el primero en salir, describiendo un amplio circulo para colocarse al sur del blanco. Luego de un lapso corto Sigerd y Belga los siguieron. Val devolvió el cuerno a su cinturón y se dedicó a comprobar que su coraza de cuero y su espada estuvieran en orden mientras ellos iban a sus lugares. Cuando consideró que había pasado el tiempo suficiente cogió el escudo de roble de la silla de montar, se lo ató con fuerza al brazo izquierdo y les hizo un gesto a los treinta hombres y mujeres que había para que la siguieran. A medida que se acercaban pudo distinguir voces hablando, y ralentizó el paso, teniendo cuidado con no hacer ruido. No escuchaba ningún sonido detrás, pero sabía que los otros la seguían, tan silenciosos como era posible. Usaban los árboles como cobertura, moviéndose rápidos entre las sombras para no ser vistos. En un momento Val alzó la mano libre y todos se detuvieron, ocultos y mirando hacia el frente.
Efectivamente era un campamento, con caballos y hombres. Había 4 tiendas, pero no eran como las del Pueblo Libre, retazos de pieles cosidas juntas. Estaban hechas de piezas uniformes, todas negras. Era obvio que eran de la Guardia de la Noche. Val vio además que había varios hombres intentando encender un fuego. Otro desollaba un ciervo y dos más estaban sentados uno frente al otro, jugando al parecer. Val tomó el cuerno de su cinturón, respiró hondo y dio un profundo toque al cuerno.
Val se detuvo solo lo suficiente para devolver el cuerno a su cinturón antes de desenvainar su espada y seguir a los demás. Pudo ver como del este y el oeste salían más guerreros. Distinguió a Belga por un segundo antes de enfocarse de nuevo en el frente. Los hombres que los emboscaron se habían levantado y tomado espadas, hachas y algunas lanzas. Unos pocos tenían escudos. Val los examinó por un momento antes de dar una mirada general del resto del lugar. Belga y Sigerd estaban al frente de sus grupos al igual que ella. Tres de los hombres y una de las mujeres de Sigerd habían logrado subir a las ramas de los árboles que los rodeaban y apuntaban sus arcos hacia los cuervos.
Todas las armas estaban en la mano, todos los arcos tensados, todos los escudos alzados y cubriendo a sus portadores. Por un momento el mundo oscilo en el filo del cuchillo. Entonces Val rompió el silencio.
"Si quieren vivir tiren las armas de inmediato" dijo con la voz más fuerte que fue capaz. Oyó un par de bufidos venir de los hombres que rodeaban.
"Si esperas que te creamos perra es que no solo eres salvaje, también idiota" dijo uno de ellos con voz burlona. Algunos soltaron risitas pero Val pudo percibir el miedo que había bajo ellas.
"Los superamo tenemos arqueros" les informó, en un nuevo intento porque soltaran las armas "Ríndanse y vivirán. Peleen y morirán aquí y ahora" dijo con el mismo tono de antes.
"Si muero aquí me aseguraré antes de llevarte conmigo al infierno, zorra" dijo uno con calva incipiente y túnica negra, al tiempo que apretaba la empuñadura de su espada.
Val lo miró con el ceño fruncido. Si esto terminaba en una pelea ese era suyo para matar. Entonces uno de ellos, con un jubón con un guante plateado bordado se adelantó y tiro la espada al piso antes de levantar las manos sobre la cabeza "¡Me rindo!¡Me rindo! Por favor no me maten. ¡Me rindo!" dijo el chico, que apenas tenía una sombra de barba en la cara pecosa. Val sintió desprecio al verlo gimotear, aunque al mismo tiempo sintió alegría por tener al menos a un prisionero para llevar. Algunos de los que estaban detrás de Val se rieron y otros bufaron.
"¡MALDITO COBARDE!" rugió una voz entre los otros. Al principio a Val le pareció un oso vestido pero con una mirada se dio cuenta de que era una mujer. Una mujer vieja con una maza con púas que sujetaba con ambas manos y una mirada de rabia en el rostro "¡Tenemos una misión que cumplir!"
"¡Era una locura venir, mi señora!" le contestó el chico, una mirada aterrada en su rostro "¡Esta misión era un suicidio! ¿¡Cómo íbamos a encontrar al bastardo de Stark en este lugar!?"
Los ojos de Val se abrieron de par en par cuando escuchó las palabras dichas por ese niño chillón. Por un momento pensó que había oído mal, pero lo descartó. Vio como Sigerd la miraba con una mirada atónita. Cuando finalmente se recuperó apretó los labios antes de decidirse.
"Yo sé dónde está Jon Nieve, el bastardo de Stark" dijo. De inmediato vio como media docena de ellos la miraban "Tiren las armas y los llevaré ante él" ofreció.
"¡Estas mintiendo!" dijo uno de los cuervos, con una melena y barba indómitas "¡Jon es un hermano de la Guardia de la Noche!¿Qué haría con ustedes?¿¡O acaso lo tienen prisionero!?" dijo con una mirada de desconfianza.
"¿Saben dónde está Jon Nieve?" dijo otro hombre, de hombros anchos y melena castaña.
"¡Última oportunidad!" dijo Val, decidida a terminar esto de una vez "¡Tiren las armas y los llevaré ante Jon Nieve, el bastardo de Stark!¡Niéguense y los mataremos a todos!"
De reojo vio como los demás apretaban las manos en torno a sus armas. Ella misma flexionó un poco las rodillas, preparándose para cargar tan pronto oyera una negativa. Pero no se escuchó una maldición o una negación de los cuervos y los sureños ante ella. La mujer de la maza y el hombre de hombros anchos compartieron una mirada de conflicto antes de hablar a la vez.
"¡Tiren las armas!" dijeron. Por un momento fugaz Val pensó que se dirigían a ella y sus compañeros, pero luego se dio cuenta de que les hablaban a sus propios hombres. La maza con púas fue la primera en caer al piso, seguida por una espada y un escudo con un guante plateado en él. Un momento más tarde los otros hombres con sigilos de osos y guantes tiraron las armas. Los cuervos se mostraron desafiantes por un momento más, pero al final tiraron también sus espadas. Val soltó el aire en un suspiro.
Entonces vio a Fantasma salir corriendo a toda velocidad, en dirección al este y al norte.
Catelyn
Cuando se despertó se sintió desorientada ante lo que sus ojos veían. Estaba en una tienda desconocida, más grande de lo habitual. Miró hacia abajo y tampoco reconoció la piel de oso con la que se cubría del frío. Entonces todo lo que había pasado la noche anterior cobró vida en su mente; se sentó con un suspiro y vio un plato de madera que contenía un pedazo de pan bastante grande, un pedazo de queso y un trozo de carne. Los probó y se sorprendió de su sabor; parecían casi nuevos.
Cuando terminó cogió el abrigo de piel que se había sacado la noche anterior y se lo puso antes de ir a la parte principal de la tienda. Estaba vacía, con el fuego ya apagado y sin ninguna señal de vida. Se acercó con cautela al otro lado de la tienda y la vio vacía. Justo en ese momento entraron 4 mujeres, sobresaltándola. Todas la miraron por un momento, y una esbozó una sonrisa que tenía un aire de burla hacia otra, como si acabara de probar un argumento dicho antes.
"Tenemos que desarmar la tienda y empacar todo. Dentro de poco tendremos que empezar a movernos" le informó una de ellas "¿Nos ayudarás?" preguntó.
Por un momento Catelyn tuvo un pensamiento fugaz: ella, Catelyn Tully, ayudando a empacar las cosas de Jon Nieve, el bastardo de su esposo. Que insultante para ella hubiera sido en su otra vida. En esta, no tenía ninguna importancia. Con un asentimiento empezó a ayudar a sacar todas las cosas de la tienda y a ponerlas en los 2 carros que había afuera. Le sorprendió que ambos carros se llenaran con las cosas del bastardo. Bueno, las de él y su mujer.
La noche anterior había estado acostada ya cuando fue sacudida por un grito. Abrió los ojos y espió a una mujer pelirroja muy joven gritándole a Nieve. La causa de los gritos era ella. La chica, a la que Jon llampo Ygritte, estaba sumamente molesta de que él la hubiera traído a ella, Catelyn, a vivir en la misma tienda que ellos compartían. Pero al final habían dejado de discutir y habían ido hacia el otro lado de la tienda, donde estaba la cama de pieles que había visto la primera vez que entró.
Más tarde había escuchado lo que solo podían ser gemidos y suspiros. Como una mujer que había estado casada por tantos años supo de inmediato que era lo que pasaba entre el hombre y la mujer que estaban al otro lado de la tienda. Giró hacia el otro lado y trató de ignorar los sonidos hasta que terminaron. Fue un tiempo considerable hasta que eso pasó.
Sacudió la cabeza con fuerza. No quería pensar en esas cosas. Dejó de lado esas ideas para ayudar a enrollar la tienda.
No mucho después sonó un cuerno y empezaron a marchar durante horas, hasta que finalmente detuvieron la marcha. A juzgar por el lugar en el que el sol estaba aún faltaban al menos dos o tres horas para anochecer. Armaron la tienda y Catelyn se quedó adentro, sin saber bien que hacer. Jon Nieve no le había dicho nada al respecto. En un momento vio una camisa de lana y notó que tenía un agujero en la parte baja de la espalda. Se mordió el labio por un segundo mientras pensaba. Al final se decidió. Iba a buscar una aguja y algo de hilo para arreglar la camisa cuando escuchó una conmoción afuera. Salió y lo vio.
Había muchos salvajes formando un gran círculo frente a la tienda. Y en el medio de ellos, con todos los ojos fijos en él, estaba el bastardo de su esposo, Jon Nieve.
¿A qué se debe esta reunión? Esa pregunta y otras que quizás tengan en mente serán respondidas en el siguiente capítulo. Se viene algo interesante gente, lo prometo.
Bueno gente, eso es todo por ahora. Si les gustó dejen un comentario en la cajita de abajo, y si tienen dudas, preguntas o comentarios déjenlos también. En fin gente, eso es todo. Saludos y que estén bien. Nos leemos pronto si Dios quiere y el internet funciona.
