Bien, primero que nada: hola a quien quiera que lea esto.

Quiero dar gracias especiales a jean d'arc (como siempre gracias por tus hermosas palabras), NAZH045 (me alegro que te parezca bueno), Guest (me alegro que te gustara. Aquí está el próximo), alfil94 (esto es lo más rápido que puedo actualizar) y fanatico z (si lees esto sabré que no se te paró el corazón jajaj) por sus maravillosos reviews, que me alegran el día cada vez que los leo.

También un saludo a quienes siguen la historia o la tienen entre sus favoritos.

Disclaimer: todo lo que puedan reconocer pertenece a G.R.R. Martín. Yo solo lo uso para entretenerme y tratar de entretener a otros.

Jon

La cabeza de Jon no estaba centrada en la marcha, sino en lo que había descubierto. El ejército al que habían atacado y derrotado era de Stannis Baratheon. Eran sus caballeros y soldados a los que habían asesinado o capturado. El propio Stannis había sido asesinado en el fragor del combate.

Había visto el cadáver de Stannis, y aunque le costó unos momentos reconoció el parecido con el rey que había visitado Invernalia antes de que fuera al Muro; unos guerreros del Pueblo Libre le informaron de que habían encontrado un cuerpo que parecía ser de un rey, pues llevaba una corona. Según ellos había peleado con ferocidad, asesinando a muchos antes de finalmente caer. Dado el número de cuerpos de reclutas, pies de cuerno, hombres de las cavernas y guerreros del Pueblo Libre que yacían muertos cerca del cadáver de Baratheon Jon lo creía.

Jon no sabía cómo sentirse al respecto. Stannis había sido, en palabras de Eddard Stark, un hombre justo pero implacable. Se preguntó cómo habría reaccionado su padre a la idea de que su bastardo había asesinado al hermano de su mejor amigo. No le agradaba la respuesta más probable. Pero si supiera que ese hermano probablemente había cometido fratricidio seguramente la opinión de Lord Stark habría cambiado mucho.

Jon así mismo no puedo evitar pensar en Catelyn. Se preguntaba si, aparte de Stannis Baratheon, habría habido otros hombres entre los enemigos muertos a los que hubiera conocido. Se preguntaba si, en caso de que los hubiera, ella volvería a transformar sus sentimientos en resentimiento para con él. Jon esperaba sinceramente que no; sería un cambio muy desagradable, y esperaba sinceramente poder llevar una mejor relación con ella. Si no por sí mismo por su padre, a quien, creía, le daría paz en la muerte.

Al final Jon no pudo sino sacudir la cabeza para apartar los pensamientos que la asediaban y mirar al frente. Si miraba hacia atrás, estaba perdido.

Empezó a caminar más rápido cuando vislumbró al primer explorador. Estaban cerca del campamento. La mujer de las lanzas con la maza esbozó una gran sonrisa cuando entendió el significado de lo que veía y alzó su arma a modo de saludo.

El ejército estaba hinchado de orgullo. Hombres y mujeres por igual hablaban y reían alegres detrás de él. Muchos estaban heridos pero aun así se los veía satisfechos. Era extraño cómo funcionaba la gente; el día anterior todos habían estado sombríos mientras saqueaban los cuerpos, los juntaban para quemarlos y trataban a los heridos. Pero hoy la alegría los había inundado desde que despertaron; habían compartido hidromiel y cerveza mientras comían y algunos, Jon sospechaba que los que habían bebido más, incluso habían entonado una canción con voces desafinadas.

Había perdido poco más de un millar de guerreros en batalla, y había medio millar más que estaban demasiado heridos para moverse por pie propio, por lo que había ordenado vaciar los carros capturados y usarlos para transportar a los heridos.

La vista de la mujer de las lanzas pareció animar todavía más a los guerreros. Empezaron a caminar más rápido, siguiéndolo. Desde que emprendieron el regreso Jon caminaba como si no sintiera el peso del cansancio, y los demás parecían estar iguales; heridos y sanos por igual querían volver lo más pronto posible. Más centinelas fueron viéndose a medida que se acercaban al campamento. Cuando finalmente vieron las empalizadas Jon pudo respirar tranquilo y muchos detrás de él dieron gritos para anunciar su llegada.

Jon nunca había visto a los thennitas tan emocionados. Uno de ellos hizo sonar un cuerno anunciando su llegada mientras todos los demás lanzaban gritos en la Antigua Lengua y chocaban las armas contra los escudos a modo de saludo. Los hombres en las empalizadas también lanzaban gritos y aclamaciones, que eran correspondidos por los hombres detrás de él.

En cuanto hubo cruzado las empalizadas vio el campamento como siempre: desordenado, disperso y muy grande. Esa vista lo hizo sonreír más. No había pasado nada mientras se había ido. Todo estaba bien.

Las primeras personas que vio no eran guerreros, sino gente que se apresuraba a empacar sus cosas, como si el cuerno tocado por los thennitas fuera una señal de peligro. No podían estar más equivocados. En cuanto lo vieron a él y a los demás entrar con la frente bien en alto y sonrisas en sus rostros se detuvieron y miraron estupefactos. Jon supuso que habían temido lo peor. Y se habían equivocado.

"¡Thorgal!" gritó una voz. Jon se detuvo lo suficiente para ver como una mujer con un vientre hinchado miraba con emoción hacia la multitud. De inmediato un hombre de al menos el doble de edad que Jon se abrió paso entre la multitud y corrió a estrecharla en sus brazos, al tiempo que soltaba una risa estridente. La vista lo hizo sonreír.

Con cada momento más personas se juntaban a ver lo que pasaba. Jon se abrió paso entre ellas seguido de los hombres que aún no habían visto a sus familias o no las tenían, y de sus reclutas. Los gritos empezaron a extenderse: más y más personas comprendían que el cuerno no había sido una señal de amenaza sino de bienvenida para el ejército, que volvía victorioso de la batalla. Por donde mirara Jon veía a personas que empezaban a aclamar, llenando el aire frío con gritos de emoción. Los niños empujaban las rodillas de los adultos para pasar y ver con sus propios ojos, y muchos caminaban junto a ellos con pasos largos, tan orgullosos como si ellos mismos hubieran tomado parte en la batalla. Jon sintió una punzada de tristeza al recordarse a sí mismo hacer eso… con Robb. Fue cuando las tropas de la Casa Stark habían marchado para ayudar a Robert Baratheon a sofocar la Rebelión de Balon Greyjoy. Casi podía sentir la hierba crujir bajo sus pies y el hombro de su hermano chocar contra el suyo cuando marchaban pegados junto a los soldados que llevaban los estandartes del lobo huargo.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una niña que marchaba a su lado con la cabeza bien alta y una sonrisa en la que faltaban varios dientes de leche. Se reprendió a si mismo al verla. Este era un día feliz. Habían vencido y el Pueblo Libre estaba a salvo. No tenía derecho a estar triste en este día. Revolvió la mata de cabello oscuro de la pequeña al tiempo que sentía como la alegría volvía a calentar su pecho. Esta niña estaba a salvo ahora. Quizás los Otros los atacaran de nuevo y ya no lo estuviera más, pero en este momento lo estaba. Igual que el resto de las niñas, de los niños, de los bebes de pecho y del resto del Pueblo Libre. Estaban a salvo.

Perdió la cuenta de cuantas manos lo palmearon en la espalda, cuantos dedos lo señalaron, cuantas personas gritaron su nombre. Alzó el puño lleno de euforia y los gritos se incrementaron aún más. Entonces un nuevo grito se hizo presente. Primero fue gritado por una sola persona, pero luego los que estaban al lado hicieron suyo el canto. Lugo más se sumaron, y luego más, hasta que el mundo parecía retumbar con la palabra.

"¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria! ¡VICTORIA!"

Se sintió embriagado por la palabra, por la euforia de su pueblo. Habían vencido. La victoria era suya y nadie podía negarlo. Sintió su sonrisa crecer, tanto que casi le dolía, pero no le importaba. Estaba feliz.

La multitud se movía a cada lado conforme seguía avanzando, hasta que alguien no lo hizo. Jon la miró. Ese cabello rojo y enmarañado que desaparecía detrás de su espalda, esas pecas que salpicaban su rostro, esos ojos azules que había llegado a amar.

Apenas tuvo tiempo de prepararse cuando ella casi lo derribó en un abrazo aplastante. Entonces Ygritte lo tomó de las mejillas y junto sus labios en un beso ansioso, que se encontró respondiendo sin dudar.

Cuando finalmente se separaron Jon recordó que estaban en medio de miles de personas que lo estaban mirando. Miró alrededor intentando no sentirse avergonzado de las sonrisas burlonas, pero por cada uno que se burlaba o lo señalaba muchos más reían y seguían celebrando la victoria.

"¿Todo en orden contigo y con él?" le dijo a su mujer, al tiempo que su mirada bajaba al vientre de ella. Ygritte solo resopló y rodó los ojos, pero sin perder esa sonrisa de dientes torcidos.

"Ni siquiera en estos momentos puedes dejar de preocuparte" le dijo Ygritte en un tono que intentaba ser de burla, pero fallando miserablemente.

"No, no puedo" le confirmó con la sonrisa aún en su rostro. Ella simplemente negó con la cabeza divertida al tiempo que se movía a su lado y pasaba un brazo alrededor de su cintura. Él le respondió pasando el suyo por los hombros y avanzaron juntos de esa forma.

La marea de personas parecía interminable: hombres y mujeres, niños y ancianos, todos se desvivían con sus gritos, celebrando la victoria. Jon no creía haber visto tantas personas alegres en un solo lugar. No era una alegría falsa ni llena de prejuicios como los banquetes y reuniones a los que había asistido antes de ir al Muro, donde los bastardos y sirvientes eran vistos por encima del hombro, como si no fueran dignos de una mirada verdadera, ni mucho menos de la atención de caballeros y señores. No. Aquí había una gran cantidad de personas que en verdad sentían la calidez en el pecho que les provocaba la alegría y no les importaba demostrarlo con gritos de euforia pura.

Cuando finalmente llegaron frente a su tienda Jon se detuvo y soltó a Ygritte, antes de girar y ver que estaba rodeado desde todas partes. Por un momento pensó en cómo se haría oír, o al menos ver, cuando la multitud era tan espesa, pero entonces se le ocurrió. Eligió a 4 hombres de gran tamaño y habló un momento con ellos. Un momento después lo habían alzado sobre sus cabezas, parado en el escudo de uno de ellos.

Desde esa altura era perfectamente visible para el mar de ojos que lo miraban desde abajo. Jon alzó las manos y poco a poco las voces callaron.

"Como todos habrán notado ya, hemos obtenido una gran victoria" dijo en voz muy alta, casi gritando "El ejército que venía a atacarnos ¡ha sido totalmente destruido!" ante eso surgieron gritos de alegría de la multitud. Jon los dejó seguir por unos momentos antes de alzar las manos para pedir silencio una vez más "Hemos obtenido mucha comida, armas y armaduras. Mañana seguiremos nuestra marcha hacia el Muro ¡y lo haremos portando acero!" ante eso la multitud empezó a intercambiar miradas y sonrisas de emoción. La idea les entusiasmaba.

Una vez que lo bajaron la multitud empezó a dispersarse, pero algunos aún se acercaron para darle una palmada en la espalda o estrechar su brazo. Helga estaba entre los que se acercaron, pero solo le dio la alforja que llevaba y se despidió con un asentimiento.

Al final solo quedaron Ygritte y unos pocos más. Su mujer se le acercó con una sonrisa en la cara.

"¿Armas y armaduras?" preguntó.

"De acero forjado en castillo. Guarde un par de cosas para ti, no te preocupes" como con el arco largo que le había dado, estaba seguro de que le gustaría.

"Me alegro" Ygritte acercó su boca al oído de Jon "pero te agradeceré de verdad luego, cuando estemos tú y yo solos" le dijo en un tono sugerente, al tiempo que le daba una pequeña mordida en la oreja. Pudo sentir como se endurecía al imaginar el cuerpo sin ropa de Ygritte: sus pechos níveos, sus piernas tonificadas, sus manos hábiles y su cuello tentador. Jon tuvo que hacer un esfuerzo para no gemir por lo bajo ante la idea de lo que vendría esa noche.

"Jon" gritó una voz desde atrás, haciendo que él e Ygritte se separaran. Al darse vuelta Jon vio que era Val. No le sorprendió verla, después de todo ella había salido antes que él y su grupo era de caballos, mientras que Jon y la mayoría del ejército que llevo iban a pie. La vio acercarse y antes de poder decir algo ella alzó el puño y le dio un golpe en el hombro.

Jon no pudo evitar dar un quejido; ciertamente no esperaba algo así "¡Val!¿Y eso por qué fue?"

"¿Cómo que por qué?" le increpó ella con el ceño fruncido "Me mandas a buscar a un puñado de mierdas sureñas mientras tú te vas a matar caballeros y soldados. Y mientras yo trato con señores y damas" las últimas palabras las dijo con tono de burla, al tiempo que rodaba los ojos "tú derramas sangre y te haces con un maldito botín de acero" dijo señalando los carros que estaban siendo depositados cerca de la tienda.

"No, espera ahí" dijo, incapaz de callarse ante eso "primero que nada, ya te habías ido cuando llegaron las noticias. No había tiempo para avisarte. Y no me hice con el botín; nos hicimos con el botín" explicó Jon "Pero eso lo hablamos luego, ahora dime ¿dónde están?"

Por toda respuesta Val giró y apuntó. Y Jon los vio, rodeados de guardias del Pueblo Libre.

Jon se sorprendió de lo fácil que fue reconocerlos. Habían pasado muchos años desde que ambos, por separado, habían ido a Invernalia. Pero sus rostros vinieron a la mente del hijo bastardo de Ned Stark con una rapidez que lo asombró. La mujer era Maege Mormont, señora de la Isla del Oso. Y el hombre a su lado era Galbart Glover, señor de Bosquespeso. Y ambos lo miraban con todas las emociones bien visibles en sus rostros.

Desde que se convirtió en rey sabía que, en cuanto tuviera que verse con personas nacidas al sur del Muro, iba a recibir miradas como las que estaba recibiendo ahora de los dos señores: de juicio, de desprecio, y sobre todo de enojo. Pero aun así sintió un dolor sordo en el pecho cuando esos ojos se encontraron con los suyos.

Para el Pueblo Libre podría ser un rey y un líder que acababa de volver victorioso de una gran batalla, pero para las personas del sur del muro era algo muy diferente. Para ellos era un bastardo, además de un rompejuramentos y un cambiacapas. Y considerando la larga y conflictiva historia entre las casas del Norte y los salvajes no le sorprendería que pensaran cosas mucho peores de él.

Aun así no iba a mostrar ningún signo de debilidad. No podía hacerlo. Se acercó con paso firme a los dos señores.

"Lord Glover. Lady Mormont" saludó, sin tratar de hacer una reverencia. Sabía que no haría ninguna diferencia para ellos y se vería mal para el Pueblo Libre. Y una parte más bien nueva de él mismo, esa parte que había nacido y crecido entre el Pueblo Libre, odiaba la idea de someterse de alguna manera ante alguien.

Ninguno de los dos señores correspondió a su saludo. El hombre lo miró en silencio acusador mientras la mujer soltaba un gruñido grueso que parecía más bien de amenaza.

Por un momento pensó en hablar con ellos, pero el agotamiento por la marcha y la batalla estaba empezando a hacerse presente. Y a juzgar por el enojo de ambos señores les hacía falta un tiempo para calmarse. Miró entre los guardias del Pueblo Libre que custodiaban a ambos señores y a sus hombres y encontró una cara conocida "Ara" dijo, mirando a la mujer de las lanzas "llévate a estos a otro lugar. Asegúrate de que no hagan nada estúpido, y que nadie los ataque" acercó a Ara y le susurró unas palabras más al oído. Si la mujer estaba incomoda o extrañada no pareció dar muestra de ello. Se limitó a pasarse la lengua por los labios antes de asentir y llevarse a los hombres, y a Maege Mormont, entre empujones leves.

Jon no reconoció a ninguno de los hombres de la Guardia, por lo que supuso que no eran del Castillo Negro, sino de la Torre Sombría o de Guardiaoriente del Mar. Por un breve instante se preguntó si alguno de ellos había sido amigo de Qhorin Mediamano. A juzgar por las miradas que le dieron, sabían bien quien era. Uno de ellos escupió a sus pies, pero ninguno hizo ningún comentario mientras se iban.

Dio media vuelta y se encaminó a la tienda, haciendo un gesto a Val para que lo siguiera. Quería hablar con ella en privado. El que Ygritte se uniera no fue ninguna sorpresa. De todas formas le hubiera dicho todo más tarde.

Una vez que los 3 estuvieron dentro, Jon abrió las alforjas y reveló su contenido. Pese a que Ygritte y Val tuvieron cierto interés en los estandartes recogidos del campo de batalla, se mostraron mucho más interesadas en los dos juegos de cota de malla, uno para cada una. Pero aún más que la cota de malla, les gustaron las armas que Jon había traído: una espada corta para Val, solo una pulgada más grande que la espada de bronce que cargaba habitualmente, y una espada más pequeña para Ygritte, junto con un cuchillo nuevo. Luego de darles sus regalos Jon relató la batalla con todos los detalles que pudo recordar.

"¿Así que este Stannis Baratheon era un rey?" inquirió Ygritte.

"Uno de los 5 reyes que estaban en el sur, luchando por poder" confirmó Jon.

"Hasta que vino aquí, a atacarnos a nosotros" dijo Val.

"No lo entiendo" admitió Ygritte. La mujer de las lanzas se revolvió el cabello enmarañado antes de continuar "Si el tal Stannis estaba luchando por ese Trono de Hierro o como se llame ¿por qué vino a pelear contra nosotros?"

Jon lo había pensado mucho tiempo, desde que supo que Stannis estaba al mando del ejército, y tenía una teoría que podría ser cierta "Porque Stannis sufrió una fuerte derrota en el sur. Creo que su intención al venir era derrotarnos y usar la victoria para obtener apoyo de los señores del Norte" tras la matanza de Robb y su ejército a traición los señores norteños estaban sin un líder fuerte y capaz. Una victoria en contra del Pueblo Libre, los enemigos más antiguos del Norte, habría hecho maravillas por la causa de Stannis en el más septentrional de los reinos.

Pero Stannis y su causa estaban muertos; no tenía sentido pensar en posibilidades que nunca sucederían.

Tras discutir algunos asuntos más Val se despidió para ir a ver a Dalla. La hermana de Val estaría preocupada a estas alturas.

Cuando Val hubiera salido, con su nueva espada colgando de su cinturón, Ygritte se acercó a Jon con una sonrisa en el rostro "Estoy feliz de que hayas vuelto a salvo. Y estoy agradecida por la daga y la armadura. Déjame mostrarte cuan feliz y agradecida estoy" Unos momentos después ambos estaban quitando las ropas del otro al tiempo que se dirigían a su cama.

Jon estaba feliz de haber vuelto.

Catelyn

La mayor parte de la multitud que le impedía la visión siguió al ejército cuando cruzó. Tras seguirlos un rato Catelyn vislumbró que una parte del ejército se separaba y alejaba de los demás, y entre ellos iban hombres desarmados y atados. Prisioneros. Por un momento dudo sobre qué dirección tomar; había prometido a Glover y Mormont volver con ellos, y ansiaba mucho ver a Jon, cerciorarse de que estaba de vuelta. Pero quería saber además quiénes eran los hombres que habían sido derrotados. Una parte de ella esperaba que fueran Lannister. Tras un momento de duda decidió seguir a los prisioneros.

Miró desde lejos mientras los prisioneros eran llevados hacia uno de los lugares que habían sido dejados para el entrenamiento. Los reclutas de Jon podían ser jóvenes pero no eran suaves. Los prisioneros ya tenían sus muñecas atadas detrás de sus espaldas, y pronto todos fueron forzados a sentarse en la nieve, al tiempo que los ataban en grupos de cuatro o cinco hombres, con una soga uniendo las que los prisioneros llevaban en las manos. Cuando hubieron terminado la mayor parte de los reclutas se fueron, pero casi un centenar su quedaron para vigilar a los prisioneros. Catelyn no pudo evitar notar que la mayoría de ellos llevaban cota de malla o incluso petos de acero. De sus cinturas y en sus manos colgaban espadas, hachas y mazas de acero. Las puntas de algunas de las lanzas que llevaban eran del mismo material. Catelyn supuso que eran fruto del saqueo.

No supo por qué pero no quería arriesgarse a que alguno de los prisioneros pudiera reconocerla, aunque no lo creía probable. Así que su puso la capucha de su abrigo sobre la cabeza antes de acercarse más. Quería ver los sigilos que llevaban los prisioneros en sus ropas. Logró reconocer uno: una tortuga verde claro sobre campo verde oscuro. La Casa Estermont de las Tierras de la Tormenta. El hombre que lo llevaba tenía unos 40 años y tenía un ojo morado: miraba hacia el piso y sus ojos estaban vacíos. Catelyn siguió examinando los jubones y capas, reconociendo unos pocos más, hasta que al final vislumbró otro sigilo que hizo que su sangre se helara. Un ciervo coronado de sable dentro de un corazón rojo que estaba en llamas.

Este era el ejército de Stannis Baratheon.

No supo cuando tiempo estuvo pensando en tantas y tantas preguntas que se agolpaban en su mente, pero al final se movió. Había visto que algunas personas volteaban la vista sobre sus hombros luego de pasar frente a ella. Seguramente la tomaban por loca o algo así. Se alejó con paso rápido, procurando no mostrar el pequeño sonrojo de vergüenza que apareció en sus mejillas.

"Yo lo vi peleando….." una voz le llamó la atención. Un hombre con una larga barba en la que aún se veía una mancha de sangre seca estaba sentado junto a un fuego, rodeado de unas 30 personas "Estaba con esa espada suya saltando aquí y allá, cortando a esas mierdas sureñas con cada corte. Jamás vi un guerrero mejor; si hasta parecía que el solo peleaba contra todos ellos. Los muy imbéciles intentaban arrinconarlo ¡pero no podían!¡Era demasiado rápido! Jajaja" cuando la carcajada terminó echó mano a la espada en su cinturón y la alzó para que todos la vieran "¡Y miren esto!¡Acero de verdad!" el hombre y todos los demás miraron el arma como si nunca hubieran visto nada semejante. Catelyn supuso que así era; después de todo el acero de verdad era escaso al norte del Muro.

Catelyn se acercó a una anciana que estaba escuchando embelesada y le tocó el hombro "¿De quién está hablando?" le preguntó en voz baja para no interrumpir al hombre, que había vuelto a hablar.

La mujer la miró por un momento "Están hablando del rey" dijo la mujer antes de volver la mirada al frente para seguir escuchando. Catelyn de inmediato se interesó y escuchó un poco más; el hombre hablaba de Jon con vehemencia, exaltándolo como si fuera un rey guerrero de la Edad de los Héroes.

Al final Catelyn se alejó, queriendo ver si este era el único hombre que hablaba con tal pasión de Jon. No lo era. Vio al menos a una docena más que comentaban de la batalla y de sus propias hazañas, pero había más aún que hablaban de Jon, de su habilidad con la espada y su valor. Había pasado el suficiente tiempo entre el Pueblo Libre para saber que no admiraban a nadie por su nombre o por su familia, sino por sí mismo. Cada cosa buena que decían de él se la había ganado con hechos.

Entonces su mente le hizo ver el gran parecido que había entre Jon y su hijo Robb. Ambos tenían talento para la batalla, pero más aún tenían el amor de los suyos, esa capacidad de inspirar confianza en otros, de creer que podían lograrlo todo. Y Catelyn se encontró deseando que Jon no terminara encontrando un final como el de Robb; esperaba que viviera muchos años, para ver nacer y crecer a su hijo, para tener una gran familia y llegar a una vejez feliz.

Entonces se sintió aturdida cuando recordó lo que había pasado justo antes de que Jon y el ejército volvieran. Los primeros prisioneros, capturados por la mujer de las lanzas llamada Val. Se sintió absurdamente culpable de haberse olvidado de ellos; después de todo Maege y Galbart habían sido señores leales a Robb, y lo menos que podía hacer era interceder por ellos ante Jon. Cambió de rumbo de inmediato, volviendo a la tienda que compartía con Jon y su mujer; era un lugar tan bueno como cualquier otro para empezar a buscarlo.

Cuando llegó vio que había un par de mujeres de las lanzas cuidando la entrada; les dio un pequeño asentimiento y cruzó la cubierta de pieles que había en la entrada. En cuanto estuvo dentro no tuvo necesidad de recorrer la tienda con la mirada; escuchó un gemido provenir del extremo de la tienda en el que ella no dormía. Al siguiente segundo una voz igual a la de Ygriite jadeó el nombre de Jon y un sonido de succión se escuchó antes de que un nuevo gemido de mujer se escuchara.

Entonces Catelyn salió de inmediato de la tienda, antes de seguir escuchando a Jon y a su mujer…. conviviendo.

Afuera aún estaban las mujeres de las lanzas, y en cuanto la vieron debieron notar algo en su rostro porque soltaron una risa.

"¿Ygritte y Jon están celebrando la victoria eh?" preguntó una.

"Por supuesto que lo están" contestó la otra, como si lo contrario fuera absurdo "Han estado en eso desde que Val se fue, y no creo que paren pronto" comentó con una sonrisa socarrona.

"¿Por qué no lo dijeron antes de que entrara?" les espetó Catelyn. Estaba un poco enojada porque no le avisaran, y no ayudaban en nada esas sonrisas que llevaban ambas.

La de cabello castaño y ondulado se encogió de hombros "No pensamos que hiciera falta. Después de todo, llevas un tiempo viviendo con ellos; seguro ya los has escuchado en ocasiones anteriores. Y no es como si estuvieran haciendo algo malo"

"Cierto" estuvo de acuerdo la otra mujer de las lanzas "Igual que no hay nada de malo en escuchar, o incluso en unirse. Si te dejan claro"

Catelyn abrió la boca ante el último comentario. Su mente estaba en blanco y por primera vez en mucho tiempo no tenía idea de que decir o hacer.

"Digo, no es como si fueras la primer mujer que se excita escuchando a dos personas follar. Y después de la victoria apuesto a que debe haber un millar de mujeres que con gusto irían a la cama con Jon, aunque tuvieran que estar con Ygritte al mismo tiempo" siguió diciendo la chica.

Catelyn no podía creer lo que estaba escuchando. Estaban sugiriendo que ella….. que ella y Jon…. que deberían…

"¡Ash!¡Miren, no quiero seguir escuchando esas cosas!" les dijo a las dos guerreras. Inhalo hondo antes de volver a hablar "Hay un grupo de prisioneros más pequeño que fue traído por Val; no están con los capturados en la batalla. ¿Alguna sabe en dónde están?"

Unos momentos más tarde se encaminaba en la dirección que le habían señalado, intentando enfocar sus pensamiento en la futura charla con Lord Glover y Lady Mormont, y no en las tonterías que habían dicho las mujeres de las lanzas.

Galbart

Colocó una mano a cada lado del pequeño fuego, cubriéndolo para que pudiera crecer tranquilo, consumiendo las pequeñas ramitas. Cuando estuvo en su apogeo colocó algunas ramas más grandes, esperando con paciencia a que fueran consumidas por las llamas del fuego, y cuando lo hicieron coloco unos pequeños troncos. Cuando estuvo seguro de que el fuego no se apagaría se levantó, satisfecho.

Había guardias alrededor. Un trío de mujeres estaban sentadas junto a un fuego cercano, todas con hachas de piedra en los cinturones y pedazos de carne caliente en las manos desnudas, que devoraban a mordiscos. Un cuarteto de hombres no estaban muy lejos de ellas, con lanzas de punta endurecida al fuego y hablando en lo que, supuso, era la Antigua Lengua. También había un par de muchachos sentados, con arcos en la espalda.

Con una mirada cautelosa se internó de nuevo en su tienda. Adentro estaban dos de sus hombres, que dormían, o al menos lo intentaban. Iban a hacer guardia en la noche, por lo que necesitarían dormir bien en este momento.

Se sentó y de inmediato le vino a la cabeza la imagen de la esposa de su antiguo señor, la madre de su rey. Catelyn Tully. Cuando cruzó el Muro esperaba encontrar muchas cosas al otro lado: salvajes, saqueadores, animales peligrosos, incluso había esperado ver a los Otros de los que tanto les advirtió el Lord Comandante Mormont antes de que partieran. Pero lo que nunca, jamás, había imaginado era volver a ver a la hija de Hoster Tully.

Cuando supo las noticias de la matanza en Los Gemelos había estado descorazonado. Tantos y tantos hombres y mujeres leales a la casa Stark muertos por medio de la traición; otros más capturados y encadenados, y otros desaparecidos, quizás vivos y huyendo como ciervos al ser cazados, o muertos y sus cadáveres perdidos en las aguas del Forca Verde. Nunca hubiera esperado que entre tantos y tantos desafortunados hubiera una persona que lograra librarse de tantas amenazas y que esa persona fuera justamente la madre de su rey.

¿Y cómo había llegado a las tierras al Norte del Muro? Esa era otra pregunta que le haría cuando volviera a verla.

Y la vería, cuando ella viniera a verlo a él y a Maege. Porque lo haría, lo había jurado. Y sin importar lo mucho que cambiaran las cosas sabía que los Stark valoraban sus juramentos y que los cumplían.

No había absolutamente nada para hacer. La mujer llamada Ara había sido severa antes de irse, dejándole muy claro que ni él ni ninguno de los suyos tenía permitido alejarse de sus tiendas sin su permiso. Dado la forma en que los miraban la mayoría de los salvajes no tenía intención de internarse desarmado en su campamento, y había prohibido a sus hombres hacer lo mismo. Todos habían acatado la orden sin cuestionar.

Era al ser consciente de su falta de libertad para moverse cuando Galbart se sentía más que nunca como un prisionero.

No había nada para hacer, por lo que Galbart se veía empujado sin remedio a pensar. Y cuando sus pensamientos no eran sobre la madre del Rey Robb, eran más que nada en torno a Jon Nieve. Cuando fue en su busca lo hizo sabiendo que él era su última esperanza, la de Maege y la de todos los que quisieran justicia y venganza por la Boda Roja. Pese a no ser un Stark, pese a no haber peleado nunca por la causa del rey Robb, pese a no haber hecho nada por ella, pese a todo él era la última oportunidad.

Galbart suspiró, pensando en lo irónico que era el destino. Él y Maege habían hecho un viaje increíblemente largo y peligroso, habían llegado a las tierras en las que vivía el enemigo más antiguo del Norte, habían incluso confiado en ese enemigo, todo para llegar a Jon Nieve y decirle que, por la voluntad de su difunto medio hermano, era ahora el legítimo señor de la Casa Stark y el Rey en el Norte. Y Jon Nieve no necesitaba de la voluntad del Rey Robb ni de la confirmación de ninguno de ellos para ser rey…. porque ya lo era. Era el Rey-más-allá-del-Muro.

Galbart era un norteño, y como tal había crecido escuchando las historias de los salvajes. Se había asustado con ellas cuando era un niño, como habían hecho todos los niños nacidos entre el Cuello y el Muro, y había escuchado de los reyes salvajes. Pero nunca, jamás, había pensado ni en lo más recóndito de su mente que el joven que había venido a buscar a estas tierras heladas se convertiría en uno.

"Mi señor" una voz lo sacó de sus pensamientos. Era Will, uno de sus hombres. Lo miraba desde la solapa abierta de la tienda, la mayor parte de su cuerpo afuera de la misma "Lady Catelyn está aquí. Quiere hablar con vos"

Galbart inhaló hondo. Había llegado el momento de hablar.

Eso es todo por ahora. En el siguiente capítulo se vienen las conversaciones, varias de ellas, y todas muy importantes.

Intentaré actualizar en una semana (como siempre) pero no prometo nada.

Bien, eso es todo por ahora. Saludos y nos leemos pronto si Dios quiere.